Saben decir que lo mejor de una gordibuena es la actitud que le pone al momento de la verdad, siendo muy fogosa, apasionada y entregándose por completo, sin vueltas ni histeriqueos para complacer al hombre que supo elegirla.
Siendo apenas legal, desprecié una rellenita por su bien conocida falta de discreción, luego hablando con un amigo (que ya la había probado) me dijo que nunca había que despreciar a una gordibuena porque lo dejan todo en la cama (o donde fuera) llegando incluso a entregar el culo sin rodeos. Esa fue la primera vez que escuché sobre el poder oculto que tienen las gorditas y a pesar que pasaron los años, la lección quedó y este relato sirve para dar fe de ello.
Un día, en un colectivo, conocí a Elisa, a pesar que iba malhumorado por tener que asistir a una reunión de trabajo un sábado a la tarde, convencí al chofer de esperarla para que lo alcanzara y una vez que subió, una mujer le comentó que yo había intercedido con el apático conductor para que la esperara.
Ella tenía en ese entonces 28 años, era más bien alta, de tez blanca, cabello largo y negro, de cara bonita, redonda y regordeta, brazos y piernas gruesos y macizos, gordita pero bien proporcionada, no parecía tener grandes tetas pero lo que llamó mi atención fue su cola redonda, parada y un poco voluminosa, tanto que estiraba la tela del pantalón blanco que vestía haciéndolo traslucir y revelar que se estaba devorando una diminuta tanga blanca cuyo triangulito se veía en la parte alta de ese tremendo orto, lo que hizo que mis ojos no pudieran apartarse de ese magnético panorama.
Para no hacerla tan larga, ella fue a darme las gracias, charlamos, me contó que era separada, que tenía una hija, que vivía con la madre y antes que bajara, intercambiamos nuestros números de teléfono.
Pasado un tiempo, hablando de boludeces, llegó lo que sería el punto de inflexión en esta historia, me dijo que ella sabía que lo único bueno que tenía era su culo, “Si hasta vos te quedaste embobado mirándomelo cuando nos conocimos….” y no me quedó otra que sincerarme. Ahí cambió todo.
Una tarde-noche de verano de mucho calor, me invitó a su casa ya que estaba sola, fui y al llegar, recibo un mensaje diciendo que ingrese directamente, que el portón estaba sin llave, que cuando entrara pusiera el seguro. Así lo hice.
En el fondo de su casa estaba en una pileta de lona, sentada, apoyada de espaldas sobre uno de los costados, sin corpiño, con sus tetas apenas sumergidas en el agua y con una tanga que por su vientre casi no se veía.
Saludo de por medio, me dijo que me sacara la ropa, que entrara desnudo pero le dije que no estaríamos iguales, entonces ella se sacó la tanga y me la tiró diciendo que me la regalaba, ahí me desvestí e ingresé sentándome a su lado.
Comenzaron los juegos, caricias, besos con lengua hasta la garganta al tiempo que nos masturbábamos mutuamente. Me hizo sentar en uno de los hierros esquineros de la pileta y comenzó a chuparme la pija. Cambiamos los roles, ella paso a estar sentada en el esquinero y yo de abajo degustando su concha pero medio que se dificultaba así que nos secamos un poco y fuimos a su habitación.
Ella se acostó boca arriba en su cama con la cabeza colgando a uno de los lados, me dijo que me quedara parado frente a ella, tomó mi pija y se la introdujo en la boca comenzando a chuparla, me agarró de las nalgas llevándome contra ella en obvia señal que empujara para que entrara completa, sentí como que algo cedía en su interior y pude ver como su garganta se hinchaba y deshinchaba al compás de mis embestidas y cada tanto hacia el ruido de “aggg-aggg” indicando que se la sacara un poco para que pudiera respirar, era PROFESIONAL mamando verga la gordibuena.
Mientras me daba esa tremenda mamada, yo acariciaba todo su cuerpo, desde sus tetas hasta su concha ya empapada, le pedí de hacer un 69 a lo que accedió, nos pusimos de lado, ella continuó extasiada con su tarea, y yo con mis dedos abría los labios de su vulva para poder lamer su clítoris y tomar los jugos que largaba en abundancia su vagina, poco tiempo después acabó con leves espasmos.
Aún sin terminar sus temblores, puso la almohada contra la pared y me pidió que la penetrara (quería lograr otro orgasmo pero esta vez con mi miembro en su vagina) pero que por nada del mundo le acabara adentro porque no se estaba cuidando. En la típica posición de misionero mientras la bombeaba, ella estimulaba su clítoris y poco después, llegó a su segundo orgasmo.
Elisa seguía caliente, se puso en cuatro, volvió a chuparme la pija un rato para luego darse la vuelta, con las manos abrió sus nalgotas y me pidió que le chupara… “eso que tanto te llamó la atención” me dijo, yo sin dudarlo y sabiendo lo que se venía, obedecí más que gustoso. Fue apenas apoyar la pija, para que su ano se abriera y se la tragara por completo con poca resistencia, lo tenía súper hecho la gordibuena. Al rato cambiamos de posición, se colocó de nuevo sobre la almohada, levantó sus pesadas piernas colocándolas sobre mis hombros y me dijo que se la pusiera de nuevo en el ano pero nuevamente me pidió que no acabara, así lo hice y mientras la penetraba salvajemente, ella acariciaba su clítoris, al poco rato, llegó a su tercer orgasmo.
Le dije que ya no daba más de las ganas de acabar, entonces ella se la sacó, me hizo recostar sobre la almohada y cuando me la empezó a chupar, vi que tenía una semilla de tomate sobre la corona de la cabeza de la pija, ella también la vio, la sacó con su boca y la escupió a un costado, eso había salido de su culo y no le importó porque siguió como si nada pasara y me hizo estallar largando toda la leche en su boca, se la tragó sin desperdiciar una gota y siguió chupándola un rato más (a ver, experiencias ano-boca ya había tenido pero tener una prueba tangible al sacar algo de su culo y que lo chupara sin que le importe en lo más mínimo, era algo nuevo para mí, eso me voló la cabeza y me provocó una acabada descomunal)
Ya repuestos, todavía desnudos, volvimos a la pileta entre caricias y toqueteos. Sentados con el agua hasta el pecho, apoyados en uno de los laterales y mientras nos fumábamos un cigarrillo, tuvimos una charla abierta, sincera y muy confidente.
Elisa me confesó que el día que la conocí iba a verse con un amante que tenía pero que no lo vio porque la esposa se había enterado de todo y se armó alto quilombo, era el marido de una de sus amigas. Me contó que a veces extrañaba la pija del tipo porque la tenia enorme y, justamente, las pijas grandes eran su fetiche pero que él era medio "Boludo" porque no la hacía acabar a pesar de tener tremendo pedazo, solo se limitaba a detonarle el orto y llenárselo de leche.
Luego de esa primera vez, tuvimos varios encuentros más en los que Elisa tragó litros de leche por vía bucal y anal pero todo terminó cuando ella comenzó a salir con un tipo que le duró un par de años nada más pero ya nos habíamos distanciado y solo quedó una lejana amistad.
Así que estimados colegas, el mejor consejo que les puedo dar es que nunca deben despreciar a una gordibuena dispuesta a concederle sus favores.
Su conchita (foto real)
Siendo apenas legal, desprecié una rellenita por su bien conocida falta de discreción, luego hablando con un amigo (que ya la había probado) me dijo que nunca había que despreciar a una gordibuena porque lo dejan todo en la cama (o donde fuera) llegando incluso a entregar el culo sin rodeos. Esa fue la primera vez que escuché sobre el poder oculto que tienen las gorditas y a pesar que pasaron los años, la lección quedó y este relato sirve para dar fe de ello.
Un día, en un colectivo, conocí a Elisa, a pesar que iba malhumorado por tener que asistir a una reunión de trabajo un sábado a la tarde, convencí al chofer de esperarla para que lo alcanzara y una vez que subió, una mujer le comentó que yo había intercedido con el apático conductor para que la esperara.
Ella tenía en ese entonces 28 años, era más bien alta, de tez blanca, cabello largo y negro, de cara bonita, redonda y regordeta, brazos y piernas gruesos y macizos, gordita pero bien proporcionada, no parecía tener grandes tetas pero lo que llamó mi atención fue su cola redonda, parada y un poco voluminosa, tanto que estiraba la tela del pantalón blanco que vestía haciéndolo traslucir y revelar que se estaba devorando una diminuta tanga blanca cuyo triangulito se veía en la parte alta de ese tremendo orto, lo que hizo que mis ojos no pudieran apartarse de ese magnético panorama.
Para no hacerla tan larga, ella fue a darme las gracias, charlamos, me contó que era separada, que tenía una hija, que vivía con la madre y antes que bajara, intercambiamos nuestros números de teléfono.
Pasado un tiempo, hablando de boludeces, llegó lo que sería el punto de inflexión en esta historia, me dijo que ella sabía que lo único bueno que tenía era su culo, “Si hasta vos te quedaste embobado mirándomelo cuando nos conocimos….” y no me quedó otra que sincerarme. Ahí cambió todo.
Una tarde-noche de verano de mucho calor, me invitó a su casa ya que estaba sola, fui y al llegar, recibo un mensaje diciendo que ingrese directamente, que el portón estaba sin llave, que cuando entrara pusiera el seguro. Así lo hice.
En el fondo de su casa estaba en una pileta de lona, sentada, apoyada de espaldas sobre uno de los costados, sin corpiño, con sus tetas apenas sumergidas en el agua y con una tanga que por su vientre casi no se veía.
Saludo de por medio, me dijo que me sacara la ropa, que entrara desnudo pero le dije que no estaríamos iguales, entonces ella se sacó la tanga y me la tiró diciendo que me la regalaba, ahí me desvestí e ingresé sentándome a su lado.
Comenzaron los juegos, caricias, besos con lengua hasta la garganta al tiempo que nos masturbábamos mutuamente. Me hizo sentar en uno de los hierros esquineros de la pileta y comenzó a chuparme la pija. Cambiamos los roles, ella paso a estar sentada en el esquinero y yo de abajo degustando su concha pero medio que se dificultaba así que nos secamos un poco y fuimos a su habitación.
Ella se acostó boca arriba en su cama con la cabeza colgando a uno de los lados, me dijo que me quedara parado frente a ella, tomó mi pija y se la introdujo en la boca comenzando a chuparla, me agarró de las nalgas llevándome contra ella en obvia señal que empujara para que entrara completa, sentí como que algo cedía en su interior y pude ver como su garganta se hinchaba y deshinchaba al compás de mis embestidas y cada tanto hacia el ruido de “aggg-aggg” indicando que se la sacara un poco para que pudiera respirar, era PROFESIONAL mamando verga la gordibuena.
Mientras me daba esa tremenda mamada, yo acariciaba todo su cuerpo, desde sus tetas hasta su concha ya empapada, le pedí de hacer un 69 a lo que accedió, nos pusimos de lado, ella continuó extasiada con su tarea, y yo con mis dedos abría los labios de su vulva para poder lamer su clítoris y tomar los jugos que largaba en abundancia su vagina, poco tiempo después acabó con leves espasmos.
Aún sin terminar sus temblores, puso la almohada contra la pared y me pidió que la penetrara (quería lograr otro orgasmo pero esta vez con mi miembro en su vagina) pero que por nada del mundo le acabara adentro porque no se estaba cuidando. En la típica posición de misionero mientras la bombeaba, ella estimulaba su clítoris y poco después, llegó a su segundo orgasmo.
Elisa seguía caliente, se puso en cuatro, volvió a chuparme la pija un rato para luego darse la vuelta, con las manos abrió sus nalgotas y me pidió que le chupara… “eso que tanto te llamó la atención” me dijo, yo sin dudarlo y sabiendo lo que se venía, obedecí más que gustoso. Fue apenas apoyar la pija, para que su ano se abriera y se la tragara por completo con poca resistencia, lo tenía súper hecho la gordibuena. Al rato cambiamos de posición, se colocó de nuevo sobre la almohada, levantó sus pesadas piernas colocándolas sobre mis hombros y me dijo que se la pusiera de nuevo en el ano pero nuevamente me pidió que no acabara, así lo hice y mientras la penetraba salvajemente, ella acariciaba su clítoris, al poco rato, llegó a su tercer orgasmo.
Le dije que ya no daba más de las ganas de acabar, entonces ella se la sacó, me hizo recostar sobre la almohada y cuando me la empezó a chupar, vi que tenía una semilla de tomate sobre la corona de la cabeza de la pija, ella también la vio, la sacó con su boca y la escupió a un costado, eso había salido de su culo y no le importó porque siguió como si nada pasara y me hizo estallar largando toda la leche en su boca, se la tragó sin desperdiciar una gota y siguió chupándola un rato más (a ver, experiencias ano-boca ya había tenido pero tener una prueba tangible al sacar algo de su culo y que lo chupara sin que le importe en lo más mínimo, era algo nuevo para mí, eso me voló la cabeza y me provocó una acabada descomunal)
Ya repuestos, todavía desnudos, volvimos a la pileta entre caricias y toqueteos. Sentados con el agua hasta el pecho, apoyados en uno de los laterales y mientras nos fumábamos un cigarrillo, tuvimos una charla abierta, sincera y muy confidente.
Elisa me confesó que el día que la conocí iba a verse con un amante que tenía pero que no lo vio porque la esposa se había enterado de todo y se armó alto quilombo, era el marido de una de sus amigas. Me contó que a veces extrañaba la pija del tipo porque la tenia enorme y, justamente, las pijas grandes eran su fetiche pero que él era medio "Boludo" porque no la hacía acabar a pesar de tener tremendo pedazo, solo se limitaba a detonarle el orto y llenárselo de leche.
Luego de esa primera vez, tuvimos varios encuentros más en los que Elisa tragó litros de leche por vía bucal y anal pero todo terminó cuando ella comenzó a salir con un tipo que le duró un par de años nada más pero ya nos habíamos distanciado y solo quedó una lejana amistad.
Así que estimados colegas, el mejor consejo que les puedo dar es que nunca deben despreciar a una gordibuena dispuesta a concederle sus favores.
Su conchita (foto real)
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