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Terapia Especial. Capítulo XVI:

“Gemelas” 

Capítulo 1: http://www.poringa.net/posts/relatos/5026790/Terapia-Especial-Capitulo-I.html
Capítulo anterior: http://www.poringa.net/posts/relatos/5102379/Terapia-Especial-Capitulo-XV.html

Tomás seducido por la idea de la venganza y el placer, tomó del brazo a Romina, y la acorraló en la encimera. Un escalofrío recorrió en la espina dorsal de la joven, aterrada no podía modular una palabra, ni siquiera generar un grito. El hombre en cambio, se excitaba más y más, con lo que haría. Tocando con sus yemas los muslos de la amiga de su hija, fue subiendo hasta llegar a su braguita. Estaba empapada por sus dulces jugos, y en ese momento, parecía estar goteando más. 

El miedo que invadía a la tetoncita no se debía a lo que le pudiera hacer Tomás, sino más bien que lo haga tan cerca de Eduardo. No quería que él los descubriera, menos que la viera tan frágil y sumisa con otro hombre, colocando un rostro obsceno y delirando del placer. Era eso lo que la tenía tan asustada. Tomás metiendo su dedo del corazón dentro de esos pliegos babeantes y calientes, comenzó a masturbarla. Primero se la metía de forma lenta y luego salía de la misma manera, ocasionando pequeños suspiro por parte de ella, que mantenía su mirada miedosa hacía Eduardo. 

Luego de repetir aquello por lo menos unas tres veces, comenzó a ser más brusco, golpeando el punto más sensible de la jovencita, provocando que sus jadeos se fueran haciendo más largos y profundos, y hasta breves alaridos le sacaba. Romina para tratar de mantener el silencio, se mordía los labios, empuñaba sus manos y se decía a ella misma, que se tranquilice, pero entre tanto jolgorio en su vagina, terminó gimiendo muy alto, llamando la atención de Eduardo. 

–“Romi, amor. ¿Pasa algo?”- pregunto, mientras realizaba una llamada telefónica. –“N-no… Na-na-nada”- tartamudeó con mucho esfuerzo. Eduardo iba acercarse donde ella, pero justo le cogen la llamada, así que se da vuelta. Romina aliviada, deja caer su torso en la encimera. Suspirando de manera densa, sus piernas le temblaban y llevando sus manos a tiempo a la boca, apagando un aullido. Ella se había corrido con tan solo tener un dedo de ese hombre en su interior, en su cabeza se decía, –“Vaya forma de usar los dedos”- 

Tomás fue retirando su extremidad, había cobrado su revancha, estaban ahora ellos parejos. Sin embargo, verla jadeando y con un rostro bastante lascivo, sintió pena de dejar las cosas concluidas de esa forma. Sin que ella se diera cuenta, él se bajó su bermuda y su bóxer, dejando su erecto pene, apuntando hacia esa ferviente vagina. Romina todavía recuperaba el aliento y las fuerzas de sus piernas, cuando empezó a sentir ese grueso tronco zambulléndose en su coño. 

No supo cómo, pero anuló cualquier chillido. Aun cuando esa polla entraba sutilmente en su interior, siendo recibido cariñosamente por su paredes vaginales, que lo abrazaban con entusiasmo y lo invitaban a llegar a lo más hondo. –“Uuuuuff, que buena que estás, pendeja”- murmuro el maduro, cerrando los ojos por un instante. Ella volvía a levantar su mirada temblorosa, para observar a Eduardo. Él metido en su conversación telefónica, no se enteraba de lo que ocurría a su espalda. 

Tomás abriendo los ojos, agarra a Romina desde sus caderas y la embiste con fuerza, clavando toda su tranca en ese chochito que se aferraba a ella. Él con mucho esfuerzo retiró su miembro, y al observarlo, quedó asombrado por lo embadurnado que estaba por los fluidos de esa muchacha. Sonriendo, volvió a ensartarlo, notando que esos músculos rodeaban todo su mástil con más fuerza. Como si no quisieran que se saliera nuevamente de esa cueva. 

Él comenzó a mover su pelvis de manera más intensa, y el sonido que producían sus cuerpos al chocar, iban apoderándose de la cocina. Los jadeos no tardaron en aparecer, cada estocada, retorcía de placer a Romina, quien se negaba a dejar de observar a Eduardo, pidiéndole perdón, por no poder negarse a esa cogida, al mismo tiempo que le rogaba que no se diera cuenta para no la viera de esa forma. Cada arremetida de Tomás hacía que esas tetas de bamboleen aun si estaban pegadas a la encimera. 

Las tiras del vestido de la chica se iban moviendo, quedando en sus brazos y no en sus hombros. Los sentimientos de culpa y gozo se iban mezclando, en ese frenetismo continuó. Tomás solo para provocarla, le mordió el cuello y la oreja, obteniendo en un maullido las primeras palabras de esa jovencita. –“E-e… Eres un ca-cabrón… No pe-pensé que fu-fueras tan vil”- esa declaración en vez de enojar o molestar al padre de su amiga, le causaron gracia.    

–“¿Lo soy? ¿Acaso tú no hiciste lo mismo en la casa de mi hermano, con mi mujer de frente?”- le murmuro, revolviendo esas entrañas con su vaivén. –“S-so-solo, te masturbé”- señalo ella, mordiendo sus labios y moviendo sus caderas. –“Sí, pero te supliqué para que te detengas y no lo hiciste, después incluso me chantajeaste, así que no somos muy diferente, cariño. Además, no puedes decir que no lo estás disfrutando”- respondió él.  

Romina no pudo decir nada respeto a esa aseveración, solo intentar no chillar con fuerza, mientras su vagina gozaba de esa cogida. El maduro queriendo que la amiga de su hija fuera sincera, tocó su clítoris, con uno de sus dedos. La yema se movía en círculo, dibujando sobre esa legumbre, causando otra corrida en ella, tan grande que no tuvo que ahogar el gemido, porque se quedó sin voz entre tanto delirio. Quedó con la mente en blanco, solo sentía el martilleo de esa polla en su interior, que la hacía regocijarse. 

Ya no podía ocultarlo, entre susurros, comenzó a pedirle a Tomás, que le diera más fuerte. Él no se lo negó, sin embargo, antes de empezar a penetrarla más duro, le pidió que se enderezada, porque si Eduardo se volteaba, iba a darse cuenta inmediatamente que estaban cogiendo, por su postura. Romina con mucho esfuerzo, se fue despegando de la encimera, tratando de colocarse lo más recta posible, sin darse cuenta que sus pechos estaban saliendo de su vestido. 

Tomás, sin ningún pudor, le jaló el vestido para abajo, liberando esos macizos senos danzarines. Rápidamente los estrujó, haciendo que se estremezca, –“Des-desgraciado”- murmuro Romina, esperando ansiosa la respuesta de ese hombre, que no fue con palabras, sino que la giró levemente y empezó a chupar y morder esos melones, enloqueciendo todavía más a la mejor amiga de su hija. –“Sabes, April me hizo ser fanático y amante de las tetas grandes. Y las tuyas, son iguales a las de ella, por lo que no puedo dejarte ir, sin jugar con ellas”- 

Tras decir eso, él paso su lengua alrededor de la areola y luego envolver ese trocito de carne entre sus labios y chuparlo con mimo, en tanto, el otro seno era amasado por la mano derecha del maduro. Ella fue gimiendo, importándole un carajo que los descubrieran, estaba sumergida en ese disfrute. Con una de sus manos acariciaba la cabeza del padre de su amiga y con la otra se mantenía apoyada. –“Tu-tuyas… Son todas tuyas mis tetas”- afirmo, arqueando su cuerpo y sintiendo esos huevos chocando con su pubis. 

Entre tanto deleite, ella terminó corriéndose por tercera vez, y no podía creer que Tomás no se haya corrido una vez. Él apartando su boca del pecho de la muchacha, le dice que se agache, que estaba cerca de venirse. Sacando su polla de esa cálida cueva, observa como Romina de forma veloz se coloca en cuclillas y aprisiona su tranca entre esos dos gordos y grandes senos. La chica atrapa la punta con su boca e igual que aquella noche en Francia, lo hace descargar de una manera increíble. 

Romina tragó todo, tomando ese miembro entre sus manos, limpia el glande, hasta dejarlo sin ningún rastro de esperma. Mirándolo a los ojos, le sonríe coquetamente, tras eso se sube el vestido y se pone de pie, para ir al lado de Eduardo. No obstante, antes de que diera un paso más, Tomás la detiene otra vez. Pegándola donde él, le da un beso de despedida, uno que transmitió toda su lujuria y agradecimiento. Ella entendió, que esa fue la mejor manera de colocar fin a su historia. 

Eduardo habló por unos minutos más, tiempo que Romina se mantuvo a su lado con una sonrisa de oreja a oreja. Al colgar, le pide a la chica que fuera por Vicky y Emma, para que se despidan. Él camina hacía la cocina, en donde Tomás se encontraba bebiendo un vaso de leche. Lo quedó mirando detenidamente, con un rostro serio, llamando la atención del padre de Vanessa. –“¿Pasa algo Edu?”- consulto, como si fueran amigos del alma, –“Nada. Solo que me caías mejor, cuando hablábamos por teléfono”- respondió el otro.

Tomás: Oh vamos, si apenas hablamos ayer. Dudo que tengas motivos para cambiar de opinión. 

Eduardo: Te equivocas. Tengo uno y es suficiente. 

Tomás: ¿Ah, sí? ¿Y cuál es? 

Eduardo: No te hagas el payaso, sabes muy bien cual es.
 
Dijo conteniendo su enojo. 

Tomás: No, no lo sé. Por eso te lo pregunto. 

Eduardo: Te cogiste a Romina, y ese es el motivo por el cual ahora te detesto. Si no fueras el hermano de Bruno, te juro que te partiría la cara. 

Afirmó, quedando frente a frente a él, 

Tomás: Bueno, yo podría decir lo mismo. ¿O acaso crees que no me di cuenta cómo mirabas a mi esposa? 

Eduardo: Solo la mire, tú te cogiste a la mía. 

Tomás: Sí, porque tú le diste permiso para que me vaya a seducir y tengamos sexo. Eso me dijo ella, anoche. 

Manifestó con una sonrisilla, que irritaba a Eduardo. 

Eduardo: Pero pudiste haberte negado. 

Tomás: Claro, como si fuera de piedra y fuera fácil resistirse a una chica como Romina. Además con qué cara vienes tú a criticarme en mi casa. 

Declaro, generando confusión en Eduardo, quien se preguntaba a qué se refería con lo último. 

Tomás: Gabriela, Belén, Valentina, Vicky y Romina. 

Fue nombrando a cada una, mientras levantaba un dedo de su mano. 

Tomás: Con todas ellas tienes algo, ¿verdad?, juegas a ser único macho de su manada. Incluso estoy seguro que tienes algunas amantes más. Así que, relájate, solo le di cariño a Romi, no me vine dentro de ella por respeto a ti, ni siquiera penetre su culito. 

Expreso, tomando una manzana y mordiéndola. Eduardo, quedó en blanco, no sabía cómo ese tipo sabía aquello de él, aunque por otra parte, le alegraba oír que no fue tan miserable como correrse dentro de Romina. Las tres preciosuras aparecieron y cada una se fue despidiendo de Tomás. Josefina y Diana, bajaron para despedirse de su tío, detrás de ella, apareció April con Simón. La Milf, como siempre deslumbraba, llevaba unos jeans y una blusa verde, con un escote de forma “V”. 

Tomás quedó mudo al ver a su mujer y no le apartó los ojos de encima. Cuando ella bajó, él fue a colocarse detrás y la abrazó, como si quisiera dar el mensaje de que esa hembra era suya. Benjamín, entró junto a Camila, Bruno y Agustina, para decirle adiós a Eduardo y compañía. Tras despedirse, cada uno volvió a lo que estaba haciendo, aunque Agustina al ver a su cuñada, recordó lo sucedido en la noche, pero no quiso darle importancia, principalmente porque su cuñado, tenía abrazada a la mujer. 

Él disfrutaba del aroma de ese cuello, dulce y afrodisiaco, quería darle un mordisco, sin embargo, April actuó más distante, algo molesta, le pidió que la suelte, para que fuera a acostar a Simón, que se había quedado dormido en sus brazos. Las horas pasaron, Bruno charlo con su hermano y hermana, hasta que apareció April en traje de baño. Automáticamente Tomás, abandonó a sus hermanos, para ir detrás de su esposa, ni Bruno ni Camila, lo juzgaron, porque ellos quedaron deleitados con el fugaz paso de esa mujer. 

Tanto que el chico, se disculpó con su hermana, para ir en búsqueda de su novia. Camila suspiró y tomando su lápiz, se pone a hacer un boceto de la figura de su cuñada. Centrada en eso, no percibe los pasos de su sobrino, quien al verla concentrada dibujando, se le allega. Los trazos de su tía eran bastante suaves pero casi perfecto, no necesitaba recurrir a borrar, por alguna línea mal hecha. –“Guao, sí que eres buena, tía”- expreso el chico, haciendo que ella diera un saltito en su asiento del susto.    

–“Be-Be… Benjamín”- balbuceó, sonrojándose porque su sobrino, la haya delineando el cuerpo de April. –“Es mamá, ¿verdad?”- dijo el chico, reconociendo esas curvas, que él había intentado en algún momento plasmar en una hoja, pero nunca le salió tan perfectamente como a su tía. Camila se quedó en silencio, su talento en los dibujos y en las pinturas, era un secreto que no le había revelado a sus sobrinos, por lo que, Benjamín era el primero en descubrirlo. 

–“¿Tienes más dibujos ahí?”- pregunto, señalando el cuadernillo de su tía, ella no quería decirle que sí, pero tampoco colocó resistencia, cuando el muchacho, lo tomó y comenzó a ver hoja por hoja. –“Eres increíble tía”- expreso con los ojos iluminado, –“Todo este tiempo, pensé que mi lado artístico y el de mi hermana, venían por parte de mi madre. Principalmente, porque Axel es muy malo en esta área y papá, no le llama la atención, pero ahora veo que no”- manifestó alegre.  

Entonces, el muchacho en su cabeza comenzó a unir piezas, al recordar que Bruno también dibujaba y una vez mencionó que aún le faltaba mejorar, que tenía una hermana que era mejor trazando. La cercanía entre Bruno y Camila, ya se le hacía extraña, no era la de un par de amigos o viejos conocidos. No, parecía haber más historia entre ellos, al igual que con su padre, sin embargo, en vez de interrogar a su tía, prefirió que le enseñe su técnica, ya que ella no tenía que explicarle nada, más bien era su padre, quien debía hacerlo. 

Tomás se encontraba observando a su querida mujer, descansando en una de las reposeras. Ella estaba boca abajo, disfrutando de la brisa y el sol. Él se olvidaba de todo el mundo, solo quería pasar un rato, junto a April. Sentándose a su lado, se quita su camiseta, sin disimular que babeaba por el cuerpo de su esposa, en ese trajecito azul. Ella le sonríe, sin más, cerrando los ojos. –“Vas a darte un chapuzón en un rato más, ¿verdad?”- interpelo Tomás, agarrando el protector solar. 

–“Sí”- contesto ella, de manera escueta. –“Bueno, entonces deberías protegerte del sol”- dijo él, untando sobre las piernas de su mujer, esa crema. Al sentir las manos de su marido, masajeando su cuerpo, se regocijo y lo miró. –“Tom, ¿qué haces?”- pregunto, viendo cómo las manos de su esposo, ya se hallaban en sus muslos. –“Protegiéndote del sol, amor”- respondió, dejando caer crema sobre la espalda de ella. Sus caricias eran suaves y a la vez con mucha fuerza. 

Quitándole el nudo de su sujetador, fue cubriendo la zona más alta de la espalda, el cuello, los hombros y brazos de su esposa. Ella con solo sentir a esas manos explorando, se estremecía. Se colocó crema en sus manos y fue aceitando esa cola, que había dejado sin cubrir a propósito. April se mordía los labios, y cada vez que esos dedos pasaban a rozar su esfínter, sufría un espasmo que recorría por todo su cuerpo. –“Bueno, date vuelta, cariño. Solo me falta tu abdomen y tus preciosas niñas”- murmuro pícaramente. 

La Milf se volteó, mirando a la cara a su marido, quien con la boca abierta, tenía sus ojos clavados en su coño. La tela del tanga, se le había metido entre sus labios vaginales, los que estaban húmedos. Él tragando saliva, se acordó de qué estaba haciendo, así que se embadurnó las palmas y pintó el abdomen de su mujer, la cual se mordía el dedo índice y contemplaba el abultamiento en la entrepierna de su esposo. El deseo de tenerlo adentro la desagarraba, pero algo la limitaba para no pedírselo. 

En tanto, Bruno tenía su boca puesta en el coño de Agustina, la cual jadeaba, echando su cabeza hacía atrás y acariciando su nuca. –“Uufff… Bru-Bruno, mejor que te hayas asegurado que nadie nos moleste”- expreso la chica, disfrutando de la lengua inquieta de su novio, que pasaba por alrededor de su vulva, tomaba entre sus labios el clítoris y lo lamía. Repitiendo el proceso, con pequeñas alteraciones, pues algunas veces, mordisqueaba ese chochito y otras, su lengua entraba dentro, mientras sus manos jugaban con esos senos. 

–“Descuida. Sin Emma por aquí, nadie nos va a molestar”- afirmo, penetrando con sus dedos a su novia y haciendo que se arqueé. El pecho de Agustina se inflamaba, ella pensaba en qué momento Bruno comenzó a tomar las riendas en el sexo. Vagamente recordaba al chaval virgen que conoció y al que le fue enseñando los placeres sexuales. Los roles se habían invertidos, ahora Bruno, parecía ser más experto que ella, y lo demostraba soberbiamente. 

Eclipsada con esos dedos afilados entrando y saliendo de su coñito, y esa lengua traviesa jugando con su botoncito de carne. Solo pudo dejarse llevar y soltar esos juguitos que tanto quería su novio. Bruno se saboreó la boca y subió, hasta apoyar sus labios con los de ella. Una sonrisa juguetona se le dibujo al muchacho, tomando su verga totalmente erecta, la aproximó a esa vagina, pasando lentamente su glande por la hendidura. Agustina pensó que haría eso solo por ese instante en el que se recuperaba, no obstante, él continuó. 

Cada roce, hacía que la desesperación dominada a la rubia, ella no comprendía por qué no se la metía de una vez y paraba de jugar. Agobiada por no tener ese miembro dentro de ella, le pregunta a su novio, qué es lo que quería. –“Solo pensaba, pensaba en lo divertido que sería hacerlo contigo… Y mamá”- lo último lo susurro, al mismo tiempo en que clavó su polla. Agustina agarrándose de las sabanas y soltando un alarido, se preguntaba si había oído bien. 

Bruno sin darle tiempo para que pensara o le consultara al respeto de lo que había dicho, fue bombeando con fuerza y de forma profunda. Agustina se torcía con cada una de esas embestidas, los besos en su cuello, eran otra manera que usaba el chico, para que olvidara lo que había murmurado. Sin embargo, esa última frase retumbaba en el cerebro de la rubia, que cada vez empezaba a apretar más. La idea de hacer un trio con esa mujer que detestaba por lo que le había hecho, no parecía degustarle del todo. 

Bruno siguió penetrando más y más rápido, disfrutando de la vagina ajustada de su novia y fantaseando con Isidora. Él se preguntaba qué estaría haciendo su madre en ese instante, ella estaba tocando el piano, con una sonrisa en sus labios, rememorando junto a la melodía, la tarde de pasión que compartió con Benjamín. Quería que ya fuera lunes, para poder volverlo a ver y sentirse amada otra vez. Bruno ya no podía más, al igual que Agustina, que tuvo unas contracciones. 

Mirándose a los ojos, se besaron y se corrieron a la vez. April y Tomás por otra parte, seguían con el roce de sus cuerpos. La Milf, antes de que su esposo le embarrada las tetas en crema, se dio vuelta. Se acomodó, de tal forma que sus senos quedaron colgando al aire, mientras que su despampanante culo, elevado. Tomás se le pego, dejando su herramienta entre esas posaderas, para cubrir esos globos de carne, con la loción que tenía en las manos.   

April había realizado ese cambio de postura, para no caer en la tentación por esa vigorosa polla que poseía su marido. No obstante, al tenerla entre sus nalgas, era todo un delirio, más porque él se la frotaba descaradamente. Mientras todo fuera roce y acaricias, no debería ser un problema, pensaba ella, sin imaginar que su esposo soltaría sus tetas, para bajarse el pantaloncillo y poner al desnudo esa erguida tranca, contra sus glúteos. Estaba tan caliente la verga de Tomás, que no pudo quejarse, ella lo extrañaba, quería hacerlo, pero algo la detenía. 

Era algo que la perturbaba y la estaba haciendo ser distante con él, tal vez debía dejar de jugar a los misterios y decirle lo que le estaba pasando. Sin embargo, a la vez sabía que no era el momento adecuado, que si él sabía su secreto, lo destruiría. Tomás ajeno al lio que abrumaba a su mujer, aprovecho su silencio, para intentar metérsela en el coño. Lamentablemente para él, justo cuando apuntaba con la cabeza de su verga, para empotrarla, ella razonó y le dio un empujón. –“Perdón, Tommy, pero no podemos”- le dijo, queriendo escapar de ahí.  

Tomás en vez de interrogarla del por qué estaba evitándolo, solo sonrió y volvió a la carga. Agarrando los pechos macizos de su mujer, fue sobando su verga contra el culo esponjoso de April. –“Ok, entiendo. Tienes vergüenza de que Camila, Bruno o Agustina, nos encuentren cogiendo, así que no me molesta seguir así, amor”- le susurro, mordiéndole el oído, comenzando a calentarla de nuevo. Tiernos chillidos liberaba la madura, mientras su esposo, le recordaba que habían hecho algo así hace años. 

Precisamente la noche en que ambos, se sinceraron y se dejaron llevar por la lujuria. La Milf, fue añorando el morbo que sintió esa noche, por haber hecho cosas depravadas, cuando su padre estaba en casa y podía atraparlos. Cada roce de esa dura, caliente, venosa y gorda verga en sus posaderas, la encendía más y más. Pero su momento más crítico, fue en el instante, en el que Tomás, llevó una de sus manos hacía su chocho y lo acarició con ternura. 

Ese suave movimiento, hizo que ella estalle en un pequeño pero intenso orgasmo, un delirio infernal, que pensó que podía resistir. No obstante, cómo podía hacerlo, si solo ese hombre conocía a la perfección su cuerpo, sabía cómo estimularla, besarla, follarla y enloquecerla. Tantos días sin estar con él, casi un mes, en donde no jugaba con ese miembro. Extrañaba tocarlo, tenerlo dentro de ella, su sabor y los espasmos que le producía. Entre más notaba las yemas de su marido paseando por su vagina, más quería hacerlo, –“Joder… Que cuerpazo tienes, Princesa”- murmuro, iluminando los ojos de su mujer.  

–“Oh Dios mío… Tom métemelo en el culo ya”- expreso, bajo el subyugo de esa libido que recorría por su cuerpo. Tomás contento por escuchar esas palabras, se preparó para complacer a su esposa, sin antes lubricar su polla y ese ano que tanto amaba penetrar. Mientras su pene era embadurnado por los jugos de su mujer, él le escupía en su esfínter y le metía un par de dedos, que fueron preparando ese agujerito. April aferrada en la reposera, solo aullaba y temblaba de placer. 

Luego de un par de minutos, por fin, Tomás empezó a taladrar ese culo estrecho. Le costó un poco el enterrar la punta de su lanza, pero aquel recto voraz, puso de su parte y ayudó para que esa daga entrada por ese orificio. Ambos jadearon y se retorcieron de júbilo. Era tan ajustado, que para ir moldeando de nuevo esa cueva trasera, metía un par de pulgadas y luego lo sacaba, dejando su glande dentro, para volver a entra y llegar más hondo. Podía ser estocadas lentas, pero disfrutaba ser machacada por esa tranca otra vez. 

–“¡¡Uuuuuff… Tooooommyyyy!!… ¡¡Me partes en dos!!…”- suspiraba, moviendo sus caderas, para poder sentir finalmente toda esa verga en su interior. Tomás perdía la calma, quería satisfacerla como merecía, por lo que apoyó sus manos en la cintura de la rubia y de una embestida, terminó de clavar todo su miembro en ese esfínter. –“¡¡¡Joooooofffdeeeeeerrr… Sííííí!!!…”- exclamo April, sintiendo como sus fluidos caía sobre esa silla, empapándola todavía más. 

–“Princesa… He probado varios culos estas semanas, pero ninguno, se compara al tuyo”- dijo él, retirando paulatinamente su trozo de carne de ese orificio, y vuelve a batirlo de una estocada. April gimió más fuerte, y entre susurros, le pedía más a su esposo, quien no lo dudo y fue aumentando esas incesantes arremetidas. Tener su pene dentro de ese abrazador y ajustado agujero, era más que una delicia, y lo mejor de todo es que su mujer sincronizaba a la perfección el movimiento de sus caderas con las embestidas.

Las manos de Tomás pasaron de la cintura de su esposa, hacía su tórax, hasta que finalmente volvían a amasar esos bailarines pechos. –“¡¡Hhhhhhmmmm!!… ¡¡Hhhhhmmmm!!… ¡¡Síííííí… Tooooommm!!…”- jadeaba, pegando su espalda con el pecho de su esposo. Sus bocas fervientes se cruzaron, sin decir nada, solo suspirando, abrieron sus labios, para enroscar sus endiabladas lenguas. Tomás se imponía en esa batalla, pero perdía ante el orto hambriento de su mujer. 

Ya no era capaz de mover su pelvis con tanta osadía, sin embargo, ella echaba para atrás su culo, cada vez más rápido. Levantando la bandera de rendición, le murmuro en el oído a su esposa, que ya no aguantaba más y su tranca iba a reventar. –“Re-resiste un poco más Tommyyyy”- le suplico la rubia, que también se encontraba en su clímax. Con mucho esfuerzo, aguantó esos segundos infernales y mientras su mujer convulsionaba en un gran orgasmo, él sacaba su polla, para bañarle la espalda con su semen.   
 
April todavía dominada por su lado lascivo, no quiso desperdiciar los enormes chorros de esperma que su marido depositó en su espalda. Por lo que le pidió que esparciera esa viscosa leche por toda su espalda, como si fuera una loción. Él asombrado por la petición tan traviesa de su mujer, le preguntó de nuevo qué había dicho. –“Que me untes la espalda con tu lechita, Tom”- declaro, sonriendo pícaramente. Tomás ante esas palabras y ese rostro tan guarro, se le paró de nuevo. 

Complaciendo a su ardiente esposa, fue cubriendo esa recta y suave espalda, su esperma era suficiente, para pintar todo ese dorso. Cuando acabó, ella se volteó, para tomarle las manos y sacando su lengua entre sus labios, fue lamiendo sus palmas. Saboreando el resto de semen que había quedado en esas yemas y embriagándose con el fuerte hedor. Al terminar, April cambió de posición con Tomás, ahora él estaba echado en la reposera y ella encima, besándolo y masajeándole la pija. 

–“Mmm… Papi, que rico besas”- dijo la Milf, relamiéndose la boca. Tomás ante esa expresión quedó confundido, pero ella continuó con su juego, besándole y lamiéndole el cuello. Luego fue bajando por su torso, hasta llegar a ese miembro erguido que tenía entre sus dedos. April se tomó el cabello y mirándole a los ojos, le sonrió a su esposo, y se engulló esa gorda verga en la boca. Tomás suspiró a la vez que cerraba los ojos de tanto gozo, una garganta profunda de su Princesa, siempre lo hacía que se retuerza. 

–“¿En verdad no hay ninguna de mi listas que se me asemeje?”- consulto la rubia, bajando hacia esos redondos huevos. –“N-no…”- mintió él, porque en el fondo sabía que había una de esas jovencitas, que estaba al nivel de su mujer, por lo menos en la labor oral. Rosita le había dado una majestuosa mamada, que aún lo hacía temblar cuando la recordaba. No obstante, no era momento para pensar en esa negrita que tantas ganas le tenía, ya que su querida esposa, pincelaba sus testículos con una técnica delirante. 
 
Tragando una de esas bolas, la pasa alrededor de sus labios, al mismo tiempo que pajeaba el tronco. Tomás con los ojos cerrados bufaba, totalmente hechizado por esa lengua revoltosa. Al dejar ambas pelotas embadurnadas, vuelve a desaparecer el sable de su marido entre sus labios. Al sacarlo, él observaba como su pene estaba totalmente cubierto por la saliva de April, quien aprisionó esa tranca entre sus senos, regalándole así una cubana maravillosa a su hombre. 

–“¿Te gusta Tommy?”- preguntaba sabiendo la respuesta, pero quería oírla de todos modos entre esos chillidos. –“S-ss-sí… Princesa”- contesto él con la voz entrecortada, percibiendo como su verga se hinchaba más y más en las preciosas tetas de su esposa. –“Vamos Tom, no te contengas, déjalo salir todo, que mis tetitas quieren ser bañadas con tu leche”- expreso jocosa. –“Uuuhh… Eres terrible, cómo puedes llamar tetitas a esas ubres”- respondió Tomás, empezando a tirar pequeñas burbujas de semen.   

Ella solo sonrió, mientras tapaba esa cabeza hinchada y palpitante, para que toda la esperma que soltara, quedara entre sus macizos y esponjosos pechos. Tras esa corrida, Tomás quedó rendido, fuera de combate, y al luchar para no cerrar los parpados, veía cómo su mujer, embadurnaba sus tetas con la descarga que le había depositado. Al despertar, él tenía su bermuda puesta y su camiseta sobre su cuerpo. Él se la colocó y entró a la casa para beber agua.

Creyendo que su mujer se encontraba con Simón, fue a la habitación del pequeño, sin embargo, no había nadie. Al abrir la puerta de su dormitorio, todo estaba en silencio y sin ningún rastro de la rubia. Entonces oye unos pasos detrás de él, al darse vuelta, contempla que era su hermana, junto al bebé. –“¿Me ayudas?”- expreso Camila, acercando al pequeño a hacía su hermano. Tomás tomándolo entre sus brazos, se dio cuenta que su hijo menor, estaba durmiendo.  

Camila: Parece un angelito cuando duerme. 

Tomás: Y cuando está despierto es todo un diablillo. 

Manifestó, abriendo el cuarto del pequeño, para acostarlo en su cuna.
 
Camila: ¿De qué hablas? Si mi sobrinito es un amor. 

Tomás: Ja, si los hubieras conocido unos meses antes, estoy seguro que no hubieras pensado lo mismo.
 
Camila: No lo creo, porque entonces lo hubiera mimado más, de lo que lo hago ahora. 

Tomás: Tu ayuda hubiera sido una bendición en ese entonces. 

Dijo entre risas, mientras cobijaba al niño. 

Camila: Bueno, ahora estoy aquí, y estaré siempre cuando mi sobrinito me necesite. 

Tomás: No dejes que se aproveche de tu bondad. Podrá lucir inofensivo, sin embargo, si cedes ante sus encantos, estarás en graves problemas en el futuro.  

Afirmo riendo. 

Tomás: Por cierto, ¿has visto a April?

Camila: Salió, dijo que tenía algo urgente que atender y que llegaría un poco tarde.  

Tomás: ¿Salió?

Murmuro con incertidumbre, preguntándose a sí mismo a dónde pudo ir su esposa, a esa hora un sábado. No obstante, no dejó que eso lo perturbada y siguió hablando con su hermana, antes de preparar la cena. Cuando April regresó, nuevamente se comportó seria y distante con Tomás, él en vez de charlar con ella y averiguar lo que podía estar acomplejando a su Princesa, prefirió creer que ese comportamiento era un estímulo para que acabe con la lista. El domingo fue un día bastante normal para Tomás, quien compartió el mayor de su tiempo con Simón. 

El único momento en que se apartó de su pequeño hijo, fue cuando observo a su cuñada de despampanantes caderas subiendo por las escaleras y meneando esa divina cola. Ella se la presumía apropósito, pues quería acabar lo que dejaron pendiente, y ya se había recuperado de ese ligero ardor que le dejó la verga de su tío. Tomás yendo detrás de ella, la siguió hasta su cuarto, en donde la joven, lo acorraló contra la puerta. Sus miradas lascivas se cruzaron, ella sentía la abrazadora tensión en el ambiente. 

–“Por un instante pensé, que te habías olvidado de lo que paso entre nosotros, cuñado”- susurro Josefina, arañando la estaca erecta del marido de su hermana. –“Bonita, ¿cómo voy a olvidarme de lo que pasó entre los dos?”- le respondió con una sonrisa. –“No lo sé, quizás estoy celosa, porque te oí decir que eres fanático de las tetas grandes”- dijo ella pegando sus tetitas en el pecho del maduro y allegando sus labios a la boca de él. 

Tomás en vez de colocarse nervioso por esa declaración, rio. –“Así que me viste haciéndolo con Romina”- exclamo, colocando sus manos en esa posaderas que engatusaban a cualquiera. –“Pero sabes, además de ser fanático de las tetas grandes, también lo soy, por un buen orto, cuñadita”- le murmuro, comenzando a magrearle sobre el pantalón, los glúteos. Josefina soltó unos tiernos gemidos, al ser manoseada por su cuñado, que sabía muy bien como tocarla y encenderla.  

Decidida, intentó besarlo, sin embargo, se ganó un rechazo de su cuñado, algo que la desconcertó. –“Calma preciosa, yo sé lo que quieres y encantado te lo voy a dar, pero no ahora”- afirmo el hombre, sin dejar de amasar esas nalgotas. –“¿Y cu-cuándo me lo vas a dar?”- consulto con su voz entrecortada. –“Mañana, junto con Ignacia”- contesto, dejando flipando a Josefina. El solo pensar que tendría sexo con su cuñado ya la cachondeaba, pero agregar a su gemela en la ecuación, hacía todo más candente. 

Tomás dejó de agarrarle el culo y les dio las buenas noches, dándole un piquito. Josefina contenta se echó en su cama, contando las horas, para que por fin, fuera empotrada por ese hombre y le enseñada, lo que disfruta su hermana mayor, todas las noches. Lunes en la tarde, después del fin de semana alocado y disfrutar su luna de miel al máximo, Ignacia se preparaba, para comportarse por última vez como una puta de pollas maduras. El cierre del ciclo debía ser especial y no había mejor verga que la de su suegro, para hacerlo. 

Axel desde el umbral de la puerta del baño, observaba como su esposa se vestía, para ese encuentro. Era algo evidente que tenía celos y le desagradaba la idea, no obstante, se lo había prometido y ella en cambio juro serle fiel por siempre. Ignacia totalmente desatada, perdía el miedo de que la gente la observe como una zorra, una perra en celos que rogaba por una buena polla y una cogida monumental. Por lo que dejó anonadado a su esposo, al colocarse un crop top de malla transparente. 

Debajo de esa prenda, no había nada que le cubriera sus tetitas, dejando a la vista sus erectos pezones. Ella notaba la lujuria en los ojos de Axel, y eso la cachondeaba aún más. El muchacho siguió sorprendiéndose, al ver cómo ella se recogía el cabello, y lo cubría completo con un casco de tela. Ningún pelo salía de él, entonces la joven toma una peluca negra y se la pone, transformándose ante los ojos de su marido en alguien completamente distinta. 

Nunca por su cabeza se le ocurrió a Axel, imaginar a su mujer con la melena negra, pero al presenciarlo, sintió más envidia por su padre, que disfrutaría de ella, fingiendo ser otra. Para seguir alucinando con esa preciosa hembra, contempló cómo puso unos jeans, pero a diferencia de unos normales, estos tenían la parte de su cola, rota. Dejando al desnudo esas nalgas carnosas. El corazón del chico estaba en mil pulsaciones, mientras Ignacia con descaro apoyaba su trasero en el lavamanos, echaba para atrás su cabello y meneaba esos bollos de carnes de lado a lado. 

Terapia Especial. Capítulo XVI:



–“¿Pasa algo amor?”- preguntó coquetamente, tras ver la boca abierta de su marido, sus pupilas dilatadas y el abultamiento en su pantalón. –“Dios mío… ¿En serio planeas ir así por la calle?”- consulto él, sin quitarle los ojos a ese monumento. –“Sí. Quiero ser toda una putita hoy, sin que nadie me reconozca en la calle”- murmuro, pegándose a él, que automáticamente llevó sus manos hacía esa cola desnuda. –“Le vas a provocar a más de uno un paro cardiaco, cariño”- expresó, queriendo morder esos labios. 

–“¿Tú crees?”- dijo ella picara, pasando sus suaves manos por la cara de Axel. –“Claro, y lo peor de todo es que con el pelo negro luces más guarra”- confeso el joven. –“¿Más que con el pelo rosado?”- interpelo, abriendo su boca y embriagando con su meloso aliento a su esposo, quien confundido exclamó, –“¿Pelo rosado?”- como si no supiera a qué se refería, molestando a la culoncita. –“No jodas Axel, me estás diciendo que ya no recuerdas cuando me pediste que, ¿me disfrace como esa caricatura que tanto te gustaba?”- 

Axel quedó en silencio por unos segundos, recordando aquella solicitud, que hizo antes de que incluso fueran novios y se conocieran en personas. –“Ah sí, te dije que te vistieras como Super Sonico, pero como el personaje le queda a alguien más con la figura de Vanessa, lo olvidé”- manifestó riendo. –“Eso es cruel, no voy a cumplir ninguna de tus fantasías desde ahora”- dijo Ignacia haciendo un puchero y alejándose de él. –“Oh vamos, Nacha, no es para tanto. Ahora con esa peluca negra, ya sé de quién puedes hacer un cosplay”- aseguro mirando esos cachetes brincar con cada paso. 

Ignacia: ¿Nos casamos con un otaku? 

Dijo, mirando a una somnolienta Vanessa, pasando a su lado.  

Vanessa: ¿Hasta ahora te das cuenta? (Bostezando) 

Ignacia: Diablos, si no fuera porque sabes coger y tienes una preciosa polla, te pediría el divorcio ahora mismo. Porque detesto a los otakus. 

Rio, hasta que sintió una nalgada y dio un pequeño salto. 

Ignacia: ¿Pero qué coño haces, Vanessa?

Vanessa: Si vas a salir así, debes estar preparada mínimamente que te azoten el culo.

En tanto, Josefina ya se encontraba caminando hacía el hotel, en donde cumpliría una de  sus mayores fantasías. A diferencia de su hermana gemela, ella iba con un atuendo más reservado. Si bien su pantalón se le ceñía en su cola asesina, esta era ocultada por el blazer que llevaba puesto. La ansiedad se reflejaba en su rostro, sin embargo, se mantenía muy atenta en el camino, de pronto escucha el claxon de un automóvil, al girarse, observa a su cuñado, quien le sonríe. 

–“¿La llevo a su destino mi doncella?”- pregunto Tomás, quien había estado pensando las últimas dos horas en ese ardiente encuentro. Por un minuto dudo si lo que estaba haciendo era lo correcto o no, pues estar con esas dos era un verdadero reto, él ya no era un chaval que las podría complacer sin ningún problema. Sino era un hombre ya de 40 años, tenía la experiencia suficiente, para dejar satisfecha a cada una por separada, no obstante, hacerla con las dos a la vez, podría resultar su perdición. 

A diferencias de sus sobrinas, Josefina e Ignacia, eran unas zorritas con una larga trayectoria, pese a ser tan jóvenes. Además eran insaciables cuando algo les gustaba, si mostraba debilidad ante ellas, todo acabaría mal para él, pues por dársela de chulito iba a quedar como un completo payaso y engreído, que no estuvo a la altura de esas perritas. Lo único que lo aferraba a que cumpliría con las expectativas de esas putitas, era el ritmo intenso que mantenía con su mujer, a la hora follar.

Volviendo a sentirse seguro, por todo ese tiempo que ha estado junto a una mujer tan fogosa y explosiva como April. Dejó de cuestionarse y solo pensaba en gozar esa tarde. Tras recoger a Josefina, su verga se le había endurecido, al verla tan hermosa, ella no le quitaba los ojos de encima a ese voluminoso bulto. Solo quería agacharse, bajarle la cremallera y envolver la palanqueta de su cuñado con su boquita, haciendo magia al desaparecerla completamente. 

El tráfico no les generó ningún problema, llegaron antes de la hora acordada al hotel y tras aparcarse, Tomás miro a su cuñada, la cual no tenía contemplado en esperar más por esa tranca robusta. Aproximándose tocó los labios de su cuñado y tímidamente fue metiendo su lengua en la boca de él. El maduro quedó anonadado por ese inesperado beso, era tierno y a la vez candente, sus lenguas danzaban a un ritmo lento, pero cada roce que se daban, era estimulante. 

Poco a poco, Josefina fue perdiendo sus escrúpulos, besaba con más pasión y vehemencia esa boca veterana. Subiéndose en las piernas de su cuñado, fue frotando su vulva contra esa estaca empalmada. Pesé a la ropa que había entremedio, las sobaduras se sentían maravillosas para los dos. Las manos de Tomás fueron directamente a esa cola endiablada y la apretó. Sus lenguas se desataron y sus bocas se alejaron paulatinamente, mientras que sus alientos se mezclaron en un suspiro. 

–“Vaya, sí que estás anhelosa por comenzar. Sin embargo, debes seguir teniendo paciencia cariño”- dijo el hombre, observando como los ojitos claros de su cuñada, proyectaban la lujuria que recorría por todo su cuerpo en ese instante. –“No quiero. Conociendo a la Nacha, va a tardar en llegar”- contesto la jovencita, desabotonando, los primeros botones de la camisa de su cuñado. No tardó en acercar su boca hacía el pecho de él y delinear hasta su cuello. 

Chupándolo, dejaba su marca en esa piel, mientras sus dedos dibujaban sobre esa verga endurecida. Tomás suspiraba de lo bien que estimulaba esa jovencita, que después de pintar en ese cuello, fue a morder y lamer la oreja. –“Ooohh… Nenaaa…”- exclamo con la voz quebrada, –“Eres buena, ahora me toca a mí a estimularte”- agrego comenzando a amasar esos glúteos. No obstante, Josefina se negó a caer en ese juego, sabía que él podía hacer el tiempo suficiente hasta que llegase Ignacia, sin que cogieran. 

–“Noo, vamos directo al grano, cuñadito. Dame tu enorme vergota y empótrame de una vez”- expreso la muchacha decidida y hambrienta por recibir esa polla en su interior. –“Tranquila, falta poco para que llegue tu hermana”- dijo él, intentando mantener quieta a su cuñada. Sin embargo, no sirvió de nada, ya que comenzó hacer un berrinche como si fuera una niña pequeña que no le daban el juguete que quería o no le compraban el caramelo que le gustaba.    

No le quedó de otra que proponerle un pequeño adelanto, tal como lo hizo aquel día en la boda de Axel e Ignacia. La chica se tranquilizó al oír esas palabras, una sonrisa se le forjó en su bello y travieso rostro. Besándolo otra vez, le fue desabrochando el cinturón, le quitó el botón y le bajó el cierre. Tomando ese gordo miembro entre sus manos, le murmuró en el oído, –“Vamos hacerlo afuera”- jalando ese tronco con más intensidad, consiguiendo un aullido de su cuñado. 

Ella no paró hasta que finalmente él acede a cumplirle esa fantasía, de darle esa probadita afuera del coche. Ambos salieron, Tomás lo hizo con un poco de vergüenza, miró a cada lado antes de salir completamente del auto. Al no ver a nadie por alrededor, suspiro aliviado, aunque el morbo de estar expuesto lo excitaba también. Josefina se quitaba el blazer y se bajaba el pantalón, mostrando su coñito empapado, en esa braguita que apenas se lo cubría. 

Ella echándose en el capote del carro, le hace señas con sus dedos para que se aproxime. Tomás obedece sin decir nada, y con su pene erecto entre sus manos. –“Embarduna ese sable en mi vagina y luego me lo metes en el culo, ¿ok?”- manifestó la rubia, mordiéndose los labios y sin dejar de apreciar esa verga que le brillaba la cabeza y estaba rodeada de venas en el falo. –“Oye, recuerda que es una probadita, no te hagas tantas ilusiones”- respondió el maduro, cortando la distancia entre ambos y mirando por los costados. 

–“Lo sé, pero ya me diste una probadita en el coño. Así que quiero que le des a mi culo también, para que no se sienta celoso”- afirmo ella, coquetamente. Tomás la miraba detenidamente, lucía preciosa con esa carita de niña buena y traviesa con esa sonrisa que se marcaba en sus labios. Tenía las piernas bien abiertas, para darle la bienvenida a esa tranca de nuevo. Con el solo roce entre sus sexos, el hombre se dio cuenta de lo ansioso que se encontraba por estar dentro de ese coñito. 

Observando lentamente a su alrededor, no vio a nadie, así que metió sin ningún reparo su verga dentro de Josefina. Su babeante vagina le bañó la polla con sus jugos, ella gimió, torciéndose de placer, mientras que él disfrutaba el viaje de estar dentro de ese chochito, que envolvía deliciosamente su tronco, con esas paredes. Cuando llegó al fondo, no quiso retirarlo inmediatamente, pues le estaba encantando como era estrujado por esos músculos.    

–“¡¡Uuufff… Diooosss… Bátelo!!”- dijo la chica, rodeando las caderas de su cuñado con sus piernas. –“Lo que tú digas, nena”- murmuro, hechizado por la gran fuerza del coño de la joven. Moviendo suavemente su pelvis hacía atrás y adelante, fue revolviendo esas entrañas, golpeando ese útero y empapando su tronco con esos cálidos fluidos. Olvidándose completamente de Ignacia, empezó a ir cada vez más frenético, dándole a Josefina, lo que tanto anhelaba. 

Los gemidos de la chica iban en aumento, a la vez que esas estocadas se hacían más violentas. En su carita se veía claramente la satisfacción, mientas que, el animal que tenía Tomás por dentro, se apoderaba cada vez más de él. Sin embargo, por un leve lapso, recordó en dónde estaba, aterrado y enojado por haber caído en las garras de esa chica, sacó su verga dentro de esa cómoda cueva. Todo su pene estaba babeante por el néctar de su cuñada, quien agitada, abrió su culo con las manos, –“Ahora métemelo aquí”- solicitó. 

Tomás embrujado por ese orto que se veía tan apetitoso, no lo dudo y lo enterró. Al principio le costó entrar en ese esfínter, por lo angosto que era. Pero una vez que su cabeza entró, todo el cuerpo de su miembro se fue deslizando con facilidad por dentro del ano de su cuñada. Al clavarlo todo, ella dio un pequeño salto, por el espasmo que le generó tener toda esa tranca dentro y bramo de gozo. El hombre también bufo, por lo acogedor que era ese agujero. 

Sacándola lentamente, hasta notar que su glande estaba al borde de abandonar ese recto que lo chupaba como una boca hacía dentro, la vuelve embestir. Causándole otro espasmo que regocijo a la muchacha, que buscaba algo de que aferrarse, mientras comenzaba ese intenso bombeo. –“¡¡Uuugghh… Qué delicia, cuñadooooo!!…”- expresaba con la voz entrecortada y con la mente en blanco. Tomás iba notando la presión de ese orificio en cada una de sus arremetidas, lo que hacía más exquisito esa experiencia. 

Él apartándole el pelo de su fino cuello, comenzó a dibujar, marcando esa suave piel con sus labios, que estimulaban más a esa jovencita que se retorcía en el capote. Dejando de besarla, el maduro sopla su cálido aliento, estremeciendo aún más a su cuñada. –“Uuufff… Qué culo, tienes nena”- susurro, cargándola y metiéndole con más furia su verga. Josefina extasiada con cada una de esas estocadas, apoyaba sus manos en los hombros de su cuñado y arqueaba su espalda. 

–“¡¡Aaaaaahhhh… Cuñis!!… ¡¡Me vengo, me vengo, me vengo!!…”- exclamaba, mirando el techo y todo dándole vuelta en la cabeza. Esas palabras motivaron más al hombre, que comenzó a arremeter con más fuerza contra el gordo culo de su cuñada y atrapando esa boquita coqueta. Sus lenguas se enroscaban de forma lasciva, ella estaba asombrada por la manera tan agresiva que la besaba su cuñado, era como si quisiera comerle toda la boca, y le encantaba. 

Sumergida en el placer infinito que le daba ese maduro, con su polla robusta, su lengua inquieta y sus caricias ardientes, terminó convulsionando en un gran orgasmo. Tomás sentía cómo ese culo apretaba más que antes, cuando se suponía que la fuerza de esa chica debía haber cedido, tras la corrida que tuvo. Ahora era él, el que se sentía en su límite, agitado, le murmura que ya estaba cerca. –“Hazlo en mi culo, rellánamelo de tu cremosa leche”- dijo que ella, succionando esa tranca con más ganas.   
    
Tomás con una sonrisa maliciosa marcada en su rostro, le da un azote a su cuñada en su carnoso trasero. Generando un fuerte ruido, del choque de su palma con ese glúteo, acompañado de un maullido de ella. –“Te he consentido mucho, ahora es tiempo que tú lo hagas”- le murmuro, sacando toda su polla de ese agujero de circunferencia perfecta, que se la estaba devorando. –“Querida cuñada, ponte de rodillas y trágate toda mi carga, para demostrarme que te mereces mi verga”- añadió, bajándola al piso. 

La chica jadeando, saca su lengua entre su boca abierta y la pasa sobre ese glande que estaba palpitando. Fueron unas suaves pinceladas, antes de envolverlo entre sus delgados labios. El sabor fuerte de esa polla, mezclada con la de su ano fogoso, le derritió el paladar, que quería más y más. Tomás mordiendo sus labios, cerrando sus ojos, suspiró y dejó salir toda su leche, en esa boquita, que a diferencia del día viernes, no dejaría que ninguna gota se desperdiciada. 

Tragando el viscoso manjar blanco que le deposito su cuñado en la boca, Josefina, tomó entre sus finas manos, ese tronco que iba perdiendo su rigidez, pero mantenía su calor. –“Creo que si me la merezco después de todo”- aseveró la muchacha, pasando su lengua por alrededor de esa cabeza y dejándola brillante. Tomás no dijo nada, solo la miró sorprendido y con una sonrisa ingenua. Ella se levantó, para recoger su jean y blazer para vestirse, mientras el hombre hacía lo propio. 

Compartiendo el morboso y acalorado momento, se fueron hacía donde se encontraba el elevador. Él caminando detrás de ella, sentía cómo su miembro recobraba vida por el roce constante contra el divino culo de su cuñada. Antes de que las puertas del ascensor se abrieran, Tomás respiro el perfumen meloso de Josefina, en tanto ella, pegaba sus nalgas contra esa tranca que regresaba a tener su vigor. Sus miradas lascivas impulsaban a que aproximaran sus bocas, sin embargo, el elevador se abrió y sus ojos se hicieron enorme con la imagen que se encontraron. 

Había una chica de melena negra, apoyada contra una de las paredes, con su enorme trasero en popa, con las piernas temblando, soltando suaves pero prolongados, chillidos, mientras una tipa, estaba de lo más tranquila, comiéndole el culo. –“¡¿Nacha?!”- exclamó, atónita Josefina, reconociendo inmediatamente a su gemela. Ella al oír su nombre, percibió un escalofrío que descendió por toda su espina dorsal y un miedo opresor. Tomás sin creer que esa muchacha a la que le devoraban la cola era su nuera, trago saliva. 

Minutos más tardes, en la habitación que Tomás había reservado, se encontraba él en pelotas, sentado en la cama. Entre sus piernas se hallaba Ignacia extendida, recibiendo unas nalgadas, como si fuera una niña a la que reprendían después de haber hecho algo malo. Por otra parte, Josefina desnuda se encontraba de rodillas, cubriendo de saliva al pene de su cuñado, como una paleta ella lamía, mientras observaba cada latigazo que le daban a su hermana. 

–“Aaaahh… ¿No crees que ya es suficiente suegro?…”- manifestaba la esposa de Axel, que era la única vestida en ese cuarto. –“¿Suficiente?, no lo creo”- respondió el hombre, dando otro golpe que estremeció a Ignacia. –“Eres muy puta, nuerita. Así que ahora te aguantas a tu castigo”- agrego, enrojeciendo esos glúteos y viendo como su palma quedaba tatuada en ellos. Josefina jocosa, le pregunta a su gemela, cómo terminó dándole el culo a esa tipa, la cual parecía una piraña agarrada en esas posaderas.
 
Ignacia: Jo-joder, que yo no se lo di… Que se me pegó como una sanguijuela… 

Tomás: Y tú como la zorrita que eres, dejaste después que te haga lo que quiera. 

Expreso con cierto enojo en su timbre de voz. 

Ignacia: No, juro que intenté zafarme de ella, pero su lengua se sentía tan bien en mi ano, que me resultaba difícil usar fuerza para empujarla. 

Mientras decía eso Ignacia, en su depravada cabecita, revivía aquel instante en el que se subió en el elevador. Ella estaba ardiendo en lujuria, las miradas en la calle tanto de hombres como mujeres, la enloquecieron. Muy pocos tuvieron el valor de sobar sus yemas contra sus nalgas desnudas, pero ninguno se atrevió a darle un azote o ir más lejos. A pesar de eso, la llama libidinosa corría por su cuerpo, ansiando llegar a la habitación en donde su suegro la iba a coger. 

Tras subirse, vio cómo la mujer que estaba a su lado, se le dilataron las pupilas al observarla. La miró de pies a cabeza y luego fijó sus ojos de leopardo en su cola. Esto no le molestó ni incomodó para nada, solo hacía que ese fuego en ella creciera más. No obstante, las cosas cambiaron cuando la tipa que debía tener su edad o ser mayor por un año, disminuyó la distancia entre las dos, e inesperadamente su mano derecha se apoyó en el culo de la rubia. 

Ignacia ingenua, creyendo que sería solo un toqueteo y luego la dejaría, solo sonrió, sin embargo, esa chavala que tenía a su lado, se animó a magrearle los glúteos, llegando hacerle salir un pequeño y tierno suspiro. Pero las cosas no acabarían ahí, la tipa fue metiendo sus dedos entremedio de sus cachetes, llegando a acariciar el esfínter de la culoncita. El suspiro se transformó en un jadeo denso, entonces, el ascensor paró y las puertas se abrieron. 

Habían llegado al piso, en donde Ignacia debía bajarse. La joven, intentó huir de las garras de su depredadora, sin embargo, ella la sujetó con fuerza, impidiendo que diera un paso fuera del elevador. Fue en ese instante, en que esa chica, la acorraló contra la pared, hizo que se afirme en ella, mientras apretaba el botón, para bajar hasta al parking. Sin decir nada, vio cómo esa tipa se puso en cuclillas y allegó su rostro contra su cola. Ignacia se mostró débil y sumisa, porque su cuerpo, ya no resistía más y a ella siempre le ha encantado quienes muestran valor. 

Sentir los labios de esa extraña, besando lascivamente sus nalgas, mordiéndolas y lamiéndolas. La excitaron, aun así, intentó desprenderse de ella, algo que no pudo hacer, porque justo cuando intentaba darse vuelta y empujarla. Esa traviesa chica, clavó su lengua revoltosa en su recto. Los lengüetazos que daba, eran letales, imposibles de resistir a su encanto. La culoncita, mordiendo sus labios trató de ahogar sus gemidos, de no perder la cordura ante esa manera tan cerda que le comían el culo. 

Por más que intentó de liberarse de ese embrujó, no pudo hacerlo sin ayuda. La cual llegó justo cuando su hermana y su suegro, presenciaron esa escena. Tras ser vista por ellos, tomó fuerza para alejarse de la tipa que la tenía acorralada e irse a los brazos de Tomás, para buscar cobijo y protección. Tanto el hombre como Josefina, no le dijeron nada la mujer, la cual dejó de estar controlada por el demonio y se ruborizó. Salió del elevador y desapareció, sin decir ninguna palabra. 

–“¡¡Uuuuuhhh!!”- exclamo la mujer de Axel, al percibir los habilidosos dedos de su suegro, entrando en su culo. A diferencia de las acosadoras cuchillas de esa extraña, las penetraciones del maduro eran más profundas y estimuladoras. El rostro de la culoncita con la boca abierta y la lengua afuera, mientras unas hilazas de salivas unían ambos labios, era toda una poesía. Ella observaba esa dura y robusta verga, siendo comida por su hermana, luego mira a los ojos de avellanas a su suegro, para pedirle esa tranca. 

–“Tranquila. Te la daré, pero ahora deja que Josefina, la lubrique”- le dijo, sin dejar de hurgar su esfínter. Ignacia embriagada por esas punzadas, se quejaba de placer, mirando con recelos a su gemela, que envolvía con mimo la polla de su suegro y la hacía desaparecer en su boca. Se sentía provocada por los sonidos que producía Josefina con su garganta, o cuando se retiraba esa babeante estaca y se pegaba en los labios, –“¿Qué pasa hermanita?”- le preguntó, relamiéndose. 

Ignacia tomó aquello como otra provocación, ya estaba cabreada de ser humillada de esa forma, ella necesitaba de ese mástil, que cubierto de baba, lucía jodidamente atractivo. Las venas que se marcaban en el falo, eran muy gruesas, algo que le parecía anormal. Intentando tomar ese garrote con su mano derecha, fue golpeada suavemente por Josefina, la cual no quería compartirle ese caramelo a su gemela. Ambas hermanas, solían compartir muchas cosas, sin embargo, el egoísmo en ese instante resaltaba en ambas. 

Sus miradas, mezcladas de celos y envidia, tensaban lo que debía ser un trabajo en equipo. Tomás flipando por los ojos amenazadores de ambas chicas, que parecían ser dos leonas de distinta manada que peleaban por una presa. –“Ok, no sé qué está pasando entre ustedes dos, pero basta de juegos”- expreso el maduro, colocando fin a esa guerra que se quería desatar entre las gemelas. Las dos fijaron su mirada en él, expectante a lo que iba hacer.  

–“Josefina, quédate ahí mismo y tu nuerita, colócate en cuatro”- fueron las primeras órdenes del hombre, mientras se colocaba de pie. Las dos rubiecitas se miraron, ya no con tanta hostilidad, aunque si con tensión. Pese al conflicto que había surgido entre las dos, ninguna se atrevió a desobedecer a Tomás. Tras colocarse en la posición que le pidió su suegro, Ignacia meneo su cola, sin darse cuenta que su empapado coño, chocaría con la boca de su hermana. 

Josefina entendió lo que quería su cuñado, y dejando de lado esa pequeña bronca con su hermana, abrió su boca y pasó su lengua por esa húmeda rajita. Ignacia al sentir la inquieta lengua de su gemela, pasando por sus labios vaginales, se regocijó. Si había una persona que además de Axel conocía su cuerpo a la perfección, esa era sin duda Josefina. –“¡¡Aaaaahhh!!”- exclamo, mordiendo sus labios y cerrando sus ojos. La lengua de su hermana se movía pese a la dificultad -porque no se había quitado el pantalón-, por toda su hendidura. 

Cada trazo que le daba, se sentía mejor que el anterior, la forma en que usaba su boca, era maravillosa. Sumergida en ese gozo, no se percata cómo sus nalgas eran abiertas de par en par y el grueso pene de su suegro, apuntaba hacía su ano. Tomás suspiró y luego de ejercer un poco de presión contra ese orificio, clavó la cabeza de su polla, haciendo que su nuera pegue un fuerte alarido, abra las ojos y se retuerza de satisfacción, al mismo tiempo que ansiaba tener más placer.   
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