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El teléfono suena

El teléfono suena; es Grace, preguntando cómo estoy.
Caliente, le contesto; ella sabe que es mi estado habitual, sin solución.
Ella estalla en una carcajada, diciéndome que tiene la solución para ello.
Ahora estoy intrigada, mientras Grace se apura a darme algunos detalles.
Me dice que tiene un par de mancebos muy bien dotados en su propia casa.
Le pregunto si son menores de edad, pero me jura y perjura que no.
Me dice que necesita mi ayuda; de paso, ello podría calmar mi ansiedad.
En veinte minutos estoy tocando a la puerta de su casa.
Grace me recibe sonriente, vistiendo solo un breve camisón, que deja al descubierto su pubis desnudo. Su sonrisa vertical se ve empapada.
Me besa y me arrastra hasta el comedor.
Allí sentados en dos amplios sillones, están los dos muchachitos en cuestión.
Se ven muy jóvenes; la interrogo a Grace con la mirada, pero ella sonríe, asegurándome que esos chicos ya pueden votar…
Ambos me miran, abriendo los ojos con una expresión de completo terror.
Están desnudos y amarrados, las manos a sus espaldas, los tobillos a las patas de cada sillón. Se ven totalmente inmovilizados...
También están amordazados, pero no pienso pedirles sus nombres.
El detalle más evidente, son sus potentes virilidades muy rígidas, apuntando al cielorraso. Además de la dureza, se ven bastante largas y gruesas.
Los glandes brillan con humedad; veo que Grace no ha perdido el tiempo.
Ella suena entusiasmada, me dice que yo puedo elegir.
El de la izquierda se ve mejor dotado; así que, ni siquiera lo dudo.
Grace entonces monta al compañero, que gime a través de la mordaza.
Mientras yo voy descendiendo despacio, acomodando la gruesa cabeza entre mis labios verticales, Grace ya está aullando como una perra, colgada del cuello del joven efebo y balanceándose como enloquecida.
A pesar de la locura de mi amiga, yo acabo antes, sintiendo que ese chico se derrama en el interior de mi vientre al mismo tiempo. Me mira agradecido.
Le quito la mordaza para besarlo y él responde a ese beso con verdadera pasión. Creo que nunca ha tenido sexo con una mujer madura…
Grace por fin acaba, gritando como una desaforada, como si la estuvieran matando. Pero creo que sí, a pesar de estar maniatado, ese chico la mató.
Mientras me visto, mis ojos caen sobre unos uniformes de secundaria.
Una mochila con libros de Filosofía, Higiene y Física; materias que yo cursaba en la secundaria, a los dieciséis años.
Le recrimino a Grace. Ella sonríe con cierto dejo de cinismo.
“Te dije que ya podían votar…

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