Llegas a casa después de una larga jornada. Mil retos diferentes te han puesto a prueba cada una de las horas que has pasado alli fuera y nuevamente los has superado poniendo la mejor de tus caras aun y cuando te sientes agotada.
Casi sin darte cuenta, como una autómata, dejas el bolso sobre la cama y bajas la cremallera del vestido dejándolo caer al suelo. Los pies se levantan alternamente arrastrando tus sandalias de tacón y dejas atrás la veraniega prenda. Manos atrás para buscar el broche del sujetador mientras te diriges a la cómoda en busca de un un pijama que llevarte a la ducha cuando te cruzas con tu propia mirada en el espejo.
-Solo te dejaría esos zapatos puestos.
Sus palabras resuenan en tu cabeza y te detienes ante el espejo.
Contemplas tu cuerpo semidesnudo en el espejo recordando las muchas veces que te ha piropeado en la oficina, retiras el sujetador dejando tus pechos al descubierto y te examinas con ojo crítico poniendo defectos a tu cuerpo mientras recuerdas todas y cada una de sus frases.
-¡Eres una preciosidad!
-¿Será realmente sincero? ¿En verdad me cree atractiva? –Te preguntas sorprendida al notar como se endurecen tus pezones.
-Solo te dejaría puestos los zapatos.
La frase taladra tu mente y sientes como te vuelve a invadir una extraña sensación mezcla de calor, inquietud y algo de vergüenza. Dejas caer el sujetador al suelo y llevándote las manos a las caderas, introduces los pulgares bajo la goma de las braguitas, las deslizás hacia abajo sin dejar de mirarte en el espejo. Tu pubis aparece reflejado y sientes la caricia del aire en tu cuerpo desnudo, la piel se eriza mientras moviendo las rodillas dejas que las braguitas caigan al suelo.
Liberas el pie izquierdo y luego con un movimiento del derecho arrojas lejos la prenda. Te observas frente al espejo tan solo con los zapatos puestos, tal como él quisiera tenerte. Te sientes sexi y hermosa mientras notas el calor que te invade y tu corazón palpita al imaginar lo que él diría al verte así.
Casi puedes verle también a él reflejado en el espejo, lo imaginas detrás de ti, apartándote el cabello un lado y besándote el hombro mientras inclinas la cabeza a un lado ofreciéndole el cuello. Pronto sus labios lo recorren con suaves caricias, besos y pequeños mordiscos que te hacen estremecer mientras sus manos avanzan por tus caderas rodeándote con los brazos y atrayéndote hacía él.
Sientes su excitación y la haces propia al desear que las imaginarias manos suban hasta tus pechos para apretarlos, acariciarlos y que sus dedos sientan los sensibles pezones reaccionando a las caricias. Late el pecho desbocado y la respiración se agita al desear que no se viertan más caricias sobre el papel y que por una vez sea tu piel el papiro que las reciba.
Pero el ruido y la discusión llegan a tus oídos, los niños te reclaman y pronto será la hora de la cena. La realidad te expulsa de tu sueño y te despides de él hasta mañana por la mañana.
Casi sin darte cuenta, como una autómata, dejas el bolso sobre la cama y bajas la cremallera del vestido dejándolo caer al suelo. Los pies se levantan alternamente arrastrando tus sandalias de tacón y dejas atrás la veraniega prenda. Manos atrás para buscar el broche del sujetador mientras te diriges a la cómoda en busca de un un pijama que llevarte a la ducha cuando te cruzas con tu propia mirada en el espejo.
-Solo te dejaría esos zapatos puestos.
Sus palabras resuenan en tu cabeza y te detienes ante el espejo.
Contemplas tu cuerpo semidesnudo en el espejo recordando las muchas veces que te ha piropeado en la oficina, retiras el sujetador dejando tus pechos al descubierto y te examinas con ojo crítico poniendo defectos a tu cuerpo mientras recuerdas todas y cada una de sus frases.
-¡Eres una preciosidad!
-¿Será realmente sincero? ¿En verdad me cree atractiva? –Te preguntas sorprendida al notar como se endurecen tus pezones.
-Solo te dejaría puestos los zapatos.
La frase taladra tu mente y sientes como te vuelve a invadir una extraña sensación mezcla de calor, inquietud y algo de vergüenza. Dejas caer el sujetador al suelo y llevándote las manos a las caderas, introduces los pulgares bajo la goma de las braguitas, las deslizás hacia abajo sin dejar de mirarte en el espejo. Tu pubis aparece reflejado y sientes la caricia del aire en tu cuerpo desnudo, la piel se eriza mientras moviendo las rodillas dejas que las braguitas caigan al suelo.
Liberas el pie izquierdo y luego con un movimiento del derecho arrojas lejos la prenda. Te observas frente al espejo tan solo con los zapatos puestos, tal como él quisiera tenerte. Te sientes sexi y hermosa mientras notas el calor que te invade y tu corazón palpita al imaginar lo que él diría al verte así.
Casi puedes verle también a él reflejado en el espejo, lo imaginas detrás de ti, apartándote el cabello un lado y besándote el hombro mientras inclinas la cabeza a un lado ofreciéndole el cuello. Pronto sus labios lo recorren con suaves caricias, besos y pequeños mordiscos que te hacen estremecer mientras sus manos avanzan por tus caderas rodeándote con los brazos y atrayéndote hacía él.
Sientes su excitación y la haces propia al desear que las imaginarias manos suban hasta tus pechos para apretarlos, acariciarlos y que sus dedos sientan los sensibles pezones reaccionando a las caricias. Late el pecho desbocado y la respiración se agita al desear que no se viertan más caricias sobre el papel y que por una vez sea tu piel el papiro que las reciba.
Pero el ruido y la discusión llegan a tus oídos, los niños te reclaman y pronto será la hora de la cena. La realidad te expulsa de tu sueño y te despides de él hasta mañana por la mañana.
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