Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Capítulo 08.
Irrupción Nocturna.
Durante el segundo día de “vacaciones por enfermedad” Silvana le pidió a Renzo que la visitara. Le gustó pasar el día con su novio, tuvieron sexo y todo. Aunque el sexo duró apenas unos minutos y no fue tan satisfactorio como Silvana esperaba, al menos le sirvió para alejar de su mente el recuerdo de los juguetes anales que se escondían en el último cajón de la cómoda.
Si bien la visita de Renzo fue prácticamente rutinaria, a Silvana le gustó tener a alguien que le hiciera compañía. Se lamentó de no poder contarle sobre las andanzas de Paulina, incluso tuvo que luchar contra la tentación de mostrarle las fotos porno que ella le había pasado. No tenía miedo a la reacción que pudiera tener Renzo, ella estaba convencida de que a él le encantaría comentar imágenes porno con su novia. Tiempo atrás ya le había propuesto esa idea (de ver porno juntos) y Silvana la rechazó. Hoy se sentía medio tonta por haber rechazado eso, podría haber sido una buena forma de conocerse mejor, de saber más a fondo qué es lo que le gusta al otro. Pero los prejuicios sociales la hicieron retroceder: “¿Por qué mi novio tiene que mirar fotos porno de otra mujer? ¿Acaso yo no soy suficiente?”.
Paulina fue quien, sin darse cuenta, la ayudó a cambiar de opinión al respecto. Esa charla sobre sexo tan franca, tan sincera, tan directa había causado un potente impacto en Silvana y se moría de ganas por replicarla. Con su novio, claro… no con Osvaldo.
Aunque… no podía negar que la visita de Osvaldo había sido… interesante. Humillante, sí; pero… no estaba tan lejos de lo que ella quería lograr con Renzo.
La próxima vez que viera a Paulina le preguntaría si podía compartir esas fotos con su novio, porque no quería vulnerar la confianza que esa chica había depositado en ella.
—----------
Silvana se sorprendió al ver cuánto esfuerzo tenía que hacer para no tocar el timbre de Malik y pedirle que, por favor, dejara de hacer ruido. Sabía que podía usar la excusa de “mañana tengo que trabajar”; pero esta vez sería mentira.
Aún así, quería dormir… y ese era motivo suficiente para pedirle a su vecino que deje de meterle la pija a esa putita tan fuerte, porque la putita no para de gritar… y si la putita no deja de gritar, ella no puede dormir.
Sin embargo en esta ocasión prefirió jugar la carta de “buena vecina” y aguantar hasta que el ruido cesara. Algún día podría usar eso a su favor: “Esa noche hiciste mucho ruido y yo no dije nada”.
Esperó y esperó, mirando siempre hacia el cielo raso en penumbra. La tenue luz que entraba al cuarto provenía de la luna y del alumbrado público. A Silvana le gusta dormir con el gran ventanal que da a su balcón completamente abierto, en especial cuando hace calor, porque puede dejar que el aire fresco de la noche ventile su habitación. También le da un poquito de morbo estar completamente desnuda y con la ventana abierta, como si estuviera enseñando su cuerpo al mundo; pero sin mostrar nada. Está segura de que no hay ningún edificio lo suficientemente cerca como para que la espíen mientras duerme.
Pajearse con la ventana abierta también le acelera el pulso de forma increíble y aguantó todo lo que pudo sin tocarse. El traqueteo y los gemidos femeninos terminaron por subirle la temperatura y no tuvo más alternativa que comenzar a masturbarse. Una vez más el aburrimiento tenía mucho que ver con sus acciones, y se odió un poquito por eso.
Se abstrajo tanto con el ritmo de la masturbación que ni siquiera se dio cuenta de que los gemidos del cuarto contiguo se habían detenido.
—Hola, Silvana… ¿puedo pasar?
—Ay, la puta madre!
Saltó en la cama como un gato que ve aparecer un perro de repente. Esta vez no se asustó tanto como en la anterior, su cerebro le recordó que si alguien se materializaba en su balcón en mitad de la noche, entonces debía tratarse de Paulina. Y así era.
Su joven y bonita vecina la saludó con una mano, Silvana se quedó anonadada mirando su cuerpo completamente desnudo brillando bajo la luz de la luna.
—Estás toda llena de leche —dijo Silvana, sin poder creerlo.
—Sí, es que… bueno, ni hace falta que te lo explique, ya te podés imaginar quién me dejó así.
Había líneas de semen bien definidas en todo su estómago, algunas llegaban hasta sus tetas.
—Si querés, puedo compartir un poco con vos —le dijo a Silvana, con una sonrisa picarona.
Acto seguido entró al cuarto y antes de que la dueña de casa pudiera reaccionar, se subió a la cama. Puso las rodillas a los lados de la cabeza de Silvana y se abrió la concha.
Silvana ni siquiera atinó a moverse, se quedó mirando ese sexo femenino boquiabierta y eso fue un gran error. Desde el interior de la vagina salió una buena cantidad de ese líquido blanco y fue a parar sobre su cara… buena parte del mismo le cayó dentro de la boca.
No entendía por qué Paulina estaba haciendo eso, pero en lugar de escupir el semen y pedirle que por favor se apartara, se quedó allí viendo como su vecina se metía los dedos en la concha, provocando que más leche saliera de ella.
Silvana se sorprendió a sí misma masturbándose mientras el néctar blanco de Malik le caía directamente en la cara. No era la primera vez que probaba el semen, a Renzo le tenía estrictamente prohibido acabarle en la boca. Una novia no debería someterse a ese tipo de actividades con su novio. Eso de tragar leche es de puta… pero en algunas de sus andanzas, previas al noviazgo con Renzo, hubo algunos hombres que le acabaron dentro de la boca y la hicieron probar el sabor del semen.
Y ahora lo estaba haciendo… con el semen de su vecino… que además provenía directamente de una concha. Silvana no podía creer cuánta cantidad salió. Esto le recordó al video que Paulina le había mandado, donde recibía una eyaculación impresionante, la más potente que había visto en su vida. Ahora estaba viendo en primera persona las consecuencias de esa acabada.
Paulina retrocedió un poco y se sentó sobre las tetas de Silvana, llenándolas con los restos de semen que aún salían de la vagina. Se frotó, de atrás hacia adelante, sin dejar de masturbarse. Esto provocó que la propia Silvana acelerase el ritmo de su propia paja. Se metió los dedos en la concha y castigó su clítoris con vehemencia.
Las barreras defensivas de su cerebro no funcionaron. Silvana se quedó allí, haciéndose la paja, y por puro instinto tragó lo que tenía dentro de la boca. Esa sensación le trajo recuerdos muy morbosos en los que prefería no pensar. No era la primera vez que había tanto semen dentro de su boca y no quería recordar por qué eso había ocurrido. Así como también intentaría borrar de su memoria el sabor del semen de su vecino.
—Yo también quiero probar un poco —dijo Paulina.
Se lanzó hacia adelante, dejando todo su cuerpo encima del de Silvana, y comenzó a lamerle la cara, recolectando con su lengua los restos de leche. Ninguna de las dos dejó de masturbarse. Silvana se asombró al notar como su cuerpo y el de Paulina formaban una amalgama de tetas, sudor y semen.
Los pechos se deslizaban, entreverados entre ellos, como si estuvieran en una lucha constante por hacerse con un pequeño lugar entre los dos cuerpos apretados. El mismo movimiento de la paja hacía que sus piernas y sus vientres se encontraran en situaciones incómodas. Silvana incluso soltó un gemido cuando sintió el contacto directo de los labios vaginales de Paulina contra los suyos. Eso fue… demasiado lésbico para su gusto.
Y la situación se puso aún peor cuando Paulina se cansó de buscar semen en las mejillas de Silvana y decidió ir a buscarlo dentro de su boca. Las lenguas de las dos mujeres lucharon entre ellas, como si las dos quisieran ser la dominante. Esto activó el viejo recuerdo de aquella preciosa pelirroja de ojos verdes que conoció en una discoteca. No pudo resistirlo, era un recuerdo culposo, pero demasiado dulce. Sujetó a Paulina por la nuca y la besó con pasión.
Minutos atrás ella estaba sola en su cuarto, escuchando cómo los vecinos cogían, y ahora estaba en un enriedo de sábanas, sudor y semen con su vecina. Una chica que ya consideraba una de sus mejores amigas… y a falta de otra amiga, podía decir que era la mejor. Silvana no podía creer cómo habían llegado tan lejos en tan poco tiempo; pero eso también contaba para la pelirroja de la discoteca. Ni siquiera se habían visto antes y compartieron juntas un momento sumamente erótico.
De pronto una idea se instaló en la mente de Silvana: “¿Vas a coger con una mujer en la misma cama que compartís con tu novio?”
No, absolutamente no. Ella no tenía planeado tener relaciones sexuales con Paulina, sin importar lo excitada que estuviera. Era momento de frenarlo todo, aunque le apasionaba la tibieza del cuerpo sudoroso contra el suyo y esa lengua que parecía más interesada en explorar la garganta que en un beso convencional.
—Ay, me vas a ensuciar toda la cama —dijo, cuando por fin pudo apartar un poco a su amiga. Paulina sonreía, sin dejar de pajearse, como si estuviera poseída por un espíritu lujurioso—. Vamos a bañarnos.
—¿Juntas?
—Y… ya nos vimos en concha… además, mirá cómo me dejaste… estoy toda enchastrada. Yo también quiero bañarme. Vamos…
A Paulina le entusiasmó mucho la idea. Tomó a su nueva gran amiga del brazo y las dos fueron hasta el baño, riéndose como viejas amigas. Abrieron la ducha, el agua estaba fresca; pero agradable, ideal para un día tan caluroso. Silvana cerró los ojos y permitió que su cuerpo se llevara, con el agua llevándose toda evidencia de un acto de lujuria desenfrenada. No alcanzó a quitarse del todo esta sensación de “suciedad sexual” porque Paulina se aferró a sus tetas desde atrás.
Todo el cuerpo de Silvana se estremeció al sentir el contacto de esos dedos suaves acariciando una zona tan sensible, y más aún la desestabilizó sentir las tetas de Paulina apoyándose en su espalda.
Las caricias bajaron y subieron, una de esas manos exploradoras llegó hasta la concha de Silvana y ella soltó un gemido. Los dedos tocaron su clítoris con la delicadeza y la presión justas… ya quisiera ella que su novio pudiera tocarla de esa manera. Pero en ese momento ni siquiera estaba pensando en Renzo. Su mente era un torbellino confuso.
—Vos y Malik me cambiaron la vida —dijo Paulina, mientras le metía un dedo en la concha. Otro suspiro escapó de la garganta de Silvana.
—¿Ah, sí?
—Sí. Estaba pasando un mal momento en mi vida, andaba un poco deprimida… por boludeces. Pero cuando conocí a Malik… se podría decir que me sacó la depresión a pijazos —soltó una risita picarona. Sus dedos se movieron más rápidos en la concha de Silvana y aprovechó la pausa para acariciarle el cuello con sus labios. Se sintió satisfecha al ver que había causado el efecto esperado: Silvana gimió de placer. Lo celebró dándole un pellizco a un pezón con su mano izquierda—. Y después empecé a charlar con vos… y me hiciste dar cuenta que puedo sentir atracción sexual por una mujer.
El corazón de Silvana dio un vuelco. ¿Había escuchado bien?
—Uy… con razón andás tan… lésbica. Incluso le chupaste la concha a tu amiga. Eso me sorprendió mucho. La última vez que estuvimos acá me dijiste que hicieron fisting… pero sin ninguna intención lésbica.
—Y eso fue cierto. Con Belén me calenté un montón; pero fue porque estábamos metiéndonos los dedos en la concha. A pesar de que ella es preciosa, no la miré con ganas de cogerla. Sin embargo… —le dio unas buenas caricias al clítoris de Silvana—, cuando te vi desnuda a vos fue… una revelación. Por primera vez en mi vida sentí ganas de comerle la concha a una mujer. Espero que no te moleste que te lo diga así, de forma tan directa.
—No me molesta ni un poquito —dijo Silvana. Las palabras de Paulina le aceleraron el corazón, la hicieron sentir más segura de sí misma… y más hermosa—. Me lo tomo como un halago. De verdad. Es muy loco que una chica heterosexual me diga algo así. Pero… ya sabés que yo tengo novio. Además… uff… ah…
Paulina le estaba demostrando lo buena que era con la masturbación femenina, sus dedos se movían sin detenerse tanto dentro como fuera de su vagina. Silvana cerró los ojos y disfrutó de los dulces besos en el cuello, el agua cayendo sobre su cara y las manos de Paulina haciendo maravillas en su concha y en sus tetas, mientras le frotaba todo el cuerpo por detrás. Le resultó sumamente agradable sentir la presión de su pubis contra sus nalgas. A pesar de que Paulina no contaba con un pene para arrimarla, aún así lo hacía con un movimiento tan sensual y contagioso que la misma Silvana comenzó a menear sus caderas.
¿Por qué no puede tener estos momentos tan románticos con su novio? ¿Por qué tiene que ser una mujer la que la toque y la bese de esa manera? ¿Y por qué lo está disfrutando tanto?
Silvana giró sobre sus talones y quedó mirando a los ojos de Paulina. Quería explicarle que no podían seguir adelante con esto; pero al mismo tiempo debía agradecerle por hacerle vivir un momento tan agradable. Por eso la tomó de la cara con las dos manos y la besó en la boca.
No la besó como haría con Renzo, el beso fue mucho más apasionado. Le recordó a aquella pelirroja que le comió la boca en la discoteca. Se dejó llevar de la misma manera. Paulina le acarició la espalda y las nalgas, luego metió un par de dedos entre ellas y le acarició la concha. Silvana sintió la necesidad de hacer lo mismo. La espalda de su (nueva mejor amiga) era tan suave como la seda. Y la misma sensación le produjo tocarle las nalgas. Bien firmes, producto de hacer ejercicio con cierta regularidad. Buscó los labios vaginales de Paulina y comenzó a tocarlos, imitando los movimientos de los dedos que jugaban con su concha.
Se sintió culpable, no solo por estar besando a una mujer desnuda en la ducha, mientras su novio no está, sino también porque así inician muchas relaciones sexuales. Y no quería, por nada del mundo, que Paulina creyera que esto era una invitación a coger.
“¿Y entonces qué es?”, le preguntó la voz de su consciencia.
Silvana no sabía cómo responder a esa inoportuna pregunta. Ella veía esto como un acto de gentileza, un pequeño agradecimiento para Paulina, por confiar en ella.
—Bueno, mejor volvamos a la pieza —dijo Silvana, apartándose.
—Sí, me parece bien.
La sonrisa de Paulina la hizo sospechar que la chica no había comprendido la intención de suspender este acto. No se trataba de continuarlo en la cama, sino de ponerle fin de forma definitiva. Aún así Silvana no hizo nada para sacarla de su error. Las dos secaron sus cuerpos con toallones de primera calidad, eran tan buenos que parecían de un hotel de cinco estrellas. Si hay algo en lo que Silvana puede invertir dinero sin culpas es en toallas y sábanas.
Regresaron al dormitorio y escucharon los gemidos provenientes del departamento de al lado.
—¿Malik está con tu mamá?
—No, no… la que grita como puta es Belén.
—Ah… es que pensé que habías huido del departamento de Malik porque justo llegó tu mamá.
—No, esta vez fue solo porque quería verte. ¿Hice mal?
—No, no… claro que no. Incluso ya me estaba enojando un poquito de que no vinieras a visitarme.
Dejaron los toallones en el perchero y Silvana se acostó en su cama, con las tetas apuntando al techo. Paulina la miró de frente, aún estando de pie.
—Qué diosa que sos —le dijo—. Pensé que me ibas a rechazar, porque me dijiste que no te gustan las mujeres —comenzó a gatear en la cama, acercándose a Silvana.
—Em… sí, con respecto a eso… ah… ufff… ah…
No tuvo chance de completar la oración. Paulina se tendió sobre ella una vez más y sus dedos atacaron directamente su clítoris, produciendo un agradable estremecimiento en todo su cuerpo. Luego la penetró con dos dedos.
Lo que hizo que Silvana volviera a perder sus defensas heterosexuales fue la boca de Paulina, porque se aferró con fuerza a uno de sus pezones. Se lo lamió, se lo chupó… lo succionó con fervor al mismo tiempo que la masturbaba.
—Ay… dios… —Silvana comenzó a mover su cuerpo de forma involuntaria y sus gemidos le hicieron coro a los de Belén.
En ese momento pensó en Malik. ¿Cómo podía ser que le estuviera dando tan fuerte a Belén justo después de eyacular sobre Paulina? Ella nunca consiguió que Renzo la siguiera cogiendo después de acabar una vez… y este tipo parecía no sufrir ningún efecto post-eyaculación. La pared retumbaba y los gritos de Belén deberían escucharse en todo el edificio. Silvana los oía como si estuvieran en el mismo cuarto, porque los balcones estaban abiertos y conectados.
—Amo tus tetas —dijo Paulina, con una sonrisa seductora.
—Muchas gracias… las tuyas también son muy lindas.
—¿Querés probar una?
Silvana quería decirle que solo le había hecho un cumplido. Nada más, no le estaba pidiendo chuparle nada. Pero no llegó a responder, una de las tetas de su amiga quedó justo sobre su boca y como no quiso que ella se sintiera rechazada, lamió el pezón.
“Ay, Silvana, ¿qué estás haciendo? ¿Te volviste loca?”
Y más loca aún se creyó cuando sus dedos se movieron sin pedirle permiso y fueron en busca de la concha de Paulina. Su cerebro no paraba de recordarle que estaba yendo demasiado lejos, que en algún momento debería detenerse. Besar a una mujer era algo que ella podía tomar como un simple juego (poniendo mucha voluntad); pero compartir la cama desnudas mientras se tocan la concha y se chupan las tetas ya era mucho más difícil de justificar.
Para colmo Malik parecía haber encontrado un segundo aire, y le estaba dando a Belén una cogida monumental, haciendo vibrar las paredes del departamento con cada topetazo.
—Meté más —le dijo Paulina—. Dale, meté los dedos sin miedo… van a entrar. Va a entrar todo.
Silvana entendió lo que le estaba pidiendo. Sabía que Paulina había estado cogiendo con Malik, por lo que su concha debería estar sumamente dilatada. De pronto la invadió la curiosidad. ¿Podía meter toda su mano dentro de la vagina de esa chica?
Empujó con tres dedos, luego con cuatro… y entró todo con sorprendente facilidad. Apoyó su codo en el colchón y Paulina se montó sobre ella, dejando apoyados una rodilla y un pie. Comenzó a bajar y a subir lentamente, consiguiendo una buena penetración de los cuatro dedos. Silvana admiró la escena asombrada. Ella también estaba recibiendo los dedos de Paulina; pero solo eran dos. Nada en comparación. Meter cuatro dedos se siente como mucho más que el doble. No podría soportar eso.
Pero la concha de Paulina tenía lugar para más.
—Ahora vamos por todo, mantené los dedos bien juntos…
Silvana colocó el pulgar sobre su palma y mantuvo los otros dedos bien rectos. Paulina bajó de golpe, creyó que necesitaría dos o tres embestidas para meter la mano completa; pero la pija de Malik ya se había encargado de abrirla. Entró todo, hasta la muñeca de Silvana. No lo podía creer. Paulina sonreía con entusiasmo.
—¿No te duele?
—No, para nada… y se siente super rico.
—Yo jamás podría hacer algo como esto… soy muy estrecha. Me da pánico.
—Está bien, tranquila, lo entiendo. No voy a intentarlo con vos. Pero no tengas miedo de hacerlo conmigo. Ya estuve practicando con Belén… y la pija de Malik es más ancha que tu mano, si puedo con eso, esto es como un juego. Mirá, probemos una cosa: formá un puño.
Silvana hizo lo que le pedía y vio cómo Paulina se montaba sobre su puño y empezaba a dar pequeños saltos provocando que este entrara y saliera. La concha se abría cuando el puño entraba o salía, y volvía a cerrarse a la altura de la muñeca. Era impresionante. Y lo mejor era que Paulina no dejaba de masturbarla, así que ella también estaba disfrutando.
Por supuesto su mente molesta le recordó a Renzo y en cómo se estaba pasando de la raya con estos jueguitos sexuales improvisados. Intentaba convencerse de que solo estaba ayudando a Paulina con esto del fisting; pero le costaba encontrar una forma de justificar todo lo que estaba ocurriendo. Aún así, no quería que la palabra “infidelidad” se instalara en su cabeza. A pesar de que estaba sonando cada vez más fuerte.
Si Malik se detuviera y esa puta de Belén dejara de gritar, todo sería mucho más fácil.
Estuvieron así un rato, Silvana no dejó de mirar asombrada cómo la concha de Paulina era capaz de resistir tanto castigo y eso la excitó muchísimo. Más de lo que había imaginado al ver los videos. Presenciarlo era una experiencia muy potente.
—Silvi… ¿querés que te chupe la concha?
—¿Eh? No, no… eso ya es demasiado, Paulina. Yo… no soy lesbiana, ni tengo intenciones de empezar a serlo.
—Ay, pero nadie dice que vas a ser lesbiana… ni siquiera yo me considero así. Tener sexo lésbico no te hace lesbiana.
—¿Ah no? Yo creí que justamente eso es lo que te hace lesbiana.
—No, para nada. Ser lesbiana implica mucho más. Por ejemplo: ¿vos te pondrías de novia con una mujer?
—No, claro que no.
—Yo tampoco. Pero sí le chuparía la concha a una… en especial si es tan linda como vos. A mí me gusta la pija, me gustan los hombres; a pesar de eso reconozco que la puedo pasar muy bien cogiendo con una chica. Lo veo más como un medio de entretenimiento.
—Mmm… está bien, entiendo y lo respeto… pero yo no lo veo de la misma forma que vos. No te voy a chupar la concha.
—No te pedí que me la chupes. Te pregunté si yo podía chupar la tuya… si te da asquito eso de comer concha, no pasa nada. Yo me conformo con chupar la tuya. No sabés las ganas que le tengo a este clítoris tan… llamativo.
Lo acarició con la yema de sus dedos y Silvana soltó un gemido. Lo tenía sumamente sensible. Cerró los ojos y evaluó la situación, se di cuenta de que su mente estaba muy obnubilada por la calentura y que le estaba costando mucho tomar decisiones razonables.
Mientras pensaba, Paulina aprovechó. Se movió como una gata en celo y se posicionó entre las piernas de Silvana. Antes de que ésta pudiera reaccionar, le dio una lamida al clítoris con la punta de la lengua.
—Uf… qué rico —dijo Paulina—. Dale, decime que sí… te prometo que lo vas a disfrutar mucho.
—Yo… tengo novio.
—Eso no tiene nada que ver. No te estoy pidiendo que seas mi novia. Es solo… una noche entre amigas. Tomalo como una devolución por el favor que me hiciste la vez anterior. Te prometo que lo vas a disfrutar.
Esta vez dio un fuerte chupón al clítoris, cosa que hizo gemir aún más fuerte a Silvana. Ella no supo qué contestar, no le salían las palabras. Decirle “Sí, podés chuparme la concha” implicaba demasiada voluntad de su parte. No lo podía verbalizar. Por eso tomó la cabeza de Paulina y la atrajo más hacia el centro de sus piernas.
Paulina entendió el mensaje, tenía vía libre y su siguiente paso fue darle una fuerte chupada a toda la concha en su conjunto, luego metió la lengua y siguió con lamidas en todos los rincones. Silvana se estremeció de gusto, sus tetas parecieron inflarse cuando su espalda se arqueó, sus pulmones se llenaron de aire y éste salió de golpe, en forma de un potente gemido.
Esto entusiasmó aún más a Paulina, que repitió todas las acciones con presteza, como si llevara años comiendo concha. Silvana había recibido sexo oral pocas veces en su vida. Le generaba rechazo que Renzo intentara hacerlo, quizás porque lo hacía muy mal, y eso terminaba causándole mucha bronca. Por eso nunca se lo pedía. Y como ella no lo pedía, él no lo hacía.
En cambio Paulina… era otra cosa. Su nivel de “chupadora de concha” estaba muy alto. De lo más alto que Silvana podía recordar. Su mente se llenó de preguntas que no tenían respuesta. “ ¿Cómo puede ser que me guste tanto que una chica me chupe la concha?” “¿Por qué carajo se lo permití?” “¿Esto me hace lesbiana?”
Su cuerpo no estaba sincronizado con su mente. Se movía por puro instinto. Se sacudía y sus piernas rodeaban la cabeza de Paulina, y a veces se separaban la una de la otra, como si quisieran dejar libre la vía hasta la gloria. Seguramente estaría dando un espectáculo sumamente erótico… si es que hubiera alguien mirando. Y como el gran ventanal estaba abierto, Silvana comenzó a fantasear con la idea de que alguien estaba siendo testigo de este acto tan lésbico. ¿Quién sería ese alguien? No importaba. Un sujeto anónimo de la noche. Alguien que, ayudado por la luz de la luna y el iluminado público pudiera ser capaz de notar a dos mujeres desnudas en la cama, con una practicándole sexo oral a otra.
—Así… uf… así… seguí, seguí…
Silvana no daba crédito a lo que salía de su boca. Estaba alentando a Paulina y la respuesta fue inmediata. La intensidad de la chupada aumentó. Su clítoris fue castigado por succión de los labios de su amiga y después la lengua exploró su agujero. También recibió varias lamidas en los labios vaginales, eso le provocó un cosquilleo sumamente agradable.
—Date vuelta —le pidió Paulina.
Silvana lo hizo sin dudarlo. Se colocó boca a bajo y dejó sus nalgas bien levantadas, con las piernas ligeramente separadas. Creyó que Paulina atacaría una vez más la concha; pero esta vez fue por su culo. Esto sí que la tomó por sorpresa. ¿Una chupada de culo? Esto es nuevo. Nunca nadie le había pasado la lengua por allí, ni había intentado meterla. El cosquilleo fue agradable y le bastó para poder masturbarse a gusto.
—Mmm… me vas a volver loca…
—Solo intento que te diviertas —respondió Paulina.
Luego volvió a pasar la lengua entre las nalgas de Silvana. Le gustó ver cómo ella se hacía tremenda paja al mismo tiempo que disfrutaba de las lamidas.
Después de unos segundos Silvana dijo:
—Te voy a pedir que pares… por favor…
—¿Por qué?
—Porque sino me vas a hacer acabar…
—¿Y cuál es el problema?
—Es que… cuando yo acabo, me salta mucho juguito… no lo puedo evitar.
—Ay… ¿en serio? Si pensás que eso me va a molestar, estás muy equivocada. A mí me va a encantar verte acabar.
—No, no… ese no es el problema. Lo que pasa es que voy a mojar todas las sábanas… y no quiero. Son sábanas finas. Uf… porfis… pará… ahhh… en serio. No quiero acabar.
—Uy… mmm me da mucha pena que no quieras; pero no voy a seguir si vos no querés. Al fin y al cabo, yo me doy por satisfecha. Tuve una noche de sexo súper intensa. Aunque… algún día me gustaría ver cómo acabás.
—Algún día te lo muestro, si querés. Aunque… me da un poco de vergüenza, me va a costar animarme. —Silvana se acostó boca arriba y Paulina se puso medio sobre y la otra mitad sobre el colchón, quedaron abrazadas, como si fueran viejas amantes. Se dieron un dulce beso, Silvana pudo saborear sus propios jugos vaginales—. Perdón por el final tan… anticlimático.
—No pasa nada, Silvi. Es tu primera experiencia con una mujer… no puedo pedir demasiado.
—No es mi primera experiencia con una mujer.
—Epa! Esa no me la esperaba.
—Ay, pero no te hagas toda la película lésbica. No es lo que vos estás pensando. No cogí con una mujer… fue algo que pasó en una discoteca. Besos y toqueteos, no mucho más.
—Mmm… está bien, algún día me gustaría que me cuentes esa experiencia.
—¿De verdad tenés ganas de escucharla?
—Claro… ¿acaso no somos amigas?
—Sí, sí lo somos —dijo Silvana, con una radiante sonrisa, y luego volvió a besarla en la boca—. Aunque quizás las amigas no se besen de esta manera.
—¿Por qué no? Nosotras podemos ser de la clase de amigas que sí se besan.
—Eso no lo sé. Digamos que por hoy lo permito; pero… ya te lo dije mil veces, Paulina…
—Sí, sí… ya sé. Tenés novio. Eso lo entiendo. Pero… yo no considero esto como infidelidad. Ya te dije. Es noche de amigas. Vos ni siquiera sos lesbiana. Quizás sería infidelidad si te gustaran las mujeres. Esto más bien es como que nos ayudamos mutuamente a acabar… y encima vos ni siquiera querés acabar.
—Es una buena forma de verlo —Silvana quiso comprar esa versión de los hechos, porque la ayudaba a disminuir la culpa—. ¿Te querés quedar a dormir?
—¿De verdad? ¿Puedo?
—Solo si prometés que nada de jueguitos sexuales. Solo dormir.
—Sí, claro. Total, Belén seguramente se habrá quedado dormida en la cama de Malik… o la mataron a pijazos.
Soltó una risita. Silvana se dio cuenta que los gemidos ya se habían detenido.
—Uf, al fin ese tipo paró de coger. Así podemos descansar, sin una orquesta sexual sonando de fondo. Estoy fundida, hoy tuve un largo día.
—¿Mucho trabajo?
—No, todo lo contrario… y eso es lo que me agota.
Paulina la miró confundida—. No importa, yo me entiendo. Después te explico. Así me conocés mejor.
—Me encantaría conocerte mejor —dijo Paulina al mismo tiempo que la besaba. Sus dedos dieron una tenue caricia a la concha de Silvana, y ella no dijo nada. Lo tomó como un pequeño gesto cariñoso.
Luego Paulina giró, dándole la espalda, y las dos quedaron acostadas de lado. Las tetas de Silvana contra la espalda de su amiga. La abrazó con fuerza y se alegró de no tener que pasar la noche sola. También la entusiasmaba saber que estaba formando una relación tan fuerte con ella. No tenía amigas, llevaba años esperando encontrar una y ahora que la había conseguido no la quería perder, por nada del mundo. Por eso le apretó las tetas con ambas manos y le susurró al oído:
—Vos y yo vamos a ser muy buenas amigas.
—Las mejores —respondió Paulina.
Con esas palabras Silvana logró conciliar el sueño, aunque en un rincón de su mente seguía rondando una molesta frase: “No dejaste que te hiciera acabar, porque eso sí hubiera sido infidelidad”.
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Irrupción Nocturna.
Durante el segundo día de “vacaciones por enfermedad” Silvana le pidió a Renzo que la visitara. Le gustó pasar el día con su novio, tuvieron sexo y todo. Aunque el sexo duró apenas unos minutos y no fue tan satisfactorio como Silvana esperaba, al menos le sirvió para alejar de su mente el recuerdo de los juguetes anales que se escondían en el último cajón de la cómoda.
Si bien la visita de Renzo fue prácticamente rutinaria, a Silvana le gustó tener a alguien que le hiciera compañía. Se lamentó de no poder contarle sobre las andanzas de Paulina, incluso tuvo que luchar contra la tentación de mostrarle las fotos porno que ella le había pasado. No tenía miedo a la reacción que pudiera tener Renzo, ella estaba convencida de que a él le encantaría comentar imágenes porno con su novia. Tiempo atrás ya le había propuesto esa idea (de ver porno juntos) y Silvana la rechazó. Hoy se sentía medio tonta por haber rechazado eso, podría haber sido una buena forma de conocerse mejor, de saber más a fondo qué es lo que le gusta al otro. Pero los prejuicios sociales la hicieron retroceder: “¿Por qué mi novio tiene que mirar fotos porno de otra mujer? ¿Acaso yo no soy suficiente?”.
Paulina fue quien, sin darse cuenta, la ayudó a cambiar de opinión al respecto. Esa charla sobre sexo tan franca, tan sincera, tan directa había causado un potente impacto en Silvana y se moría de ganas por replicarla. Con su novio, claro… no con Osvaldo.
Aunque… no podía negar que la visita de Osvaldo había sido… interesante. Humillante, sí; pero… no estaba tan lejos de lo que ella quería lograr con Renzo.
La próxima vez que viera a Paulina le preguntaría si podía compartir esas fotos con su novio, porque no quería vulnerar la confianza que esa chica había depositado en ella.
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Silvana se sorprendió al ver cuánto esfuerzo tenía que hacer para no tocar el timbre de Malik y pedirle que, por favor, dejara de hacer ruido. Sabía que podía usar la excusa de “mañana tengo que trabajar”; pero esta vez sería mentira.
Aún así, quería dormir… y ese era motivo suficiente para pedirle a su vecino que deje de meterle la pija a esa putita tan fuerte, porque la putita no para de gritar… y si la putita no deja de gritar, ella no puede dormir.
Sin embargo en esta ocasión prefirió jugar la carta de “buena vecina” y aguantar hasta que el ruido cesara. Algún día podría usar eso a su favor: “Esa noche hiciste mucho ruido y yo no dije nada”.
Esperó y esperó, mirando siempre hacia el cielo raso en penumbra. La tenue luz que entraba al cuarto provenía de la luna y del alumbrado público. A Silvana le gusta dormir con el gran ventanal que da a su balcón completamente abierto, en especial cuando hace calor, porque puede dejar que el aire fresco de la noche ventile su habitación. También le da un poquito de morbo estar completamente desnuda y con la ventana abierta, como si estuviera enseñando su cuerpo al mundo; pero sin mostrar nada. Está segura de que no hay ningún edificio lo suficientemente cerca como para que la espíen mientras duerme.
Pajearse con la ventana abierta también le acelera el pulso de forma increíble y aguantó todo lo que pudo sin tocarse. El traqueteo y los gemidos femeninos terminaron por subirle la temperatura y no tuvo más alternativa que comenzar a masturbarse. Una vez más el aburrimiento tenía mucho que ver con sus acciones, y se odió un poquito por eso.
Se abstrajo tanto con el ritmo de la masturbación que ni siquiera se dio cuenta de que los gemidos del cuarto contiguo se habían detenido.
—Hola, Silvana… ¿puedo pasar?
—Ay, la puta madre!
Saltó en la cama como un gato que ve aparecer un perro de repente. Esta vez no se asustó tanto como en la anterior, su cerebro le recordó que si alguien se materializaba en su balcón en mitad de la noche, entonces debía tratarse de Paulina. Y así era.
Su joven y bonita vecina la saludó con una mano, Silvana se quedó anonadada mirando su cuerpo completamente desnudo brillando bajo la luz de la luna.
—Estás toda llena de leche —dijo Silvana, sin poder creerlo.
—Sí, es que… bueno, ni hace falta que te lo explique, ya te podés imaginar quién me dejó así.
Había líneas de semen bien definidas en todo su estómago, algunas llegaban hasta sus tetas.
—Si querés, puedo compartir un poco con vos —le dijo a Silvana, con una sonrisa picarona.
Acto seguido entró al cuarto y antes de que la dueña de casa pudiera reaccionar, se subió a la cama. Puso las rodillas a los lados de la cabeza de Silvana y se abrió la concha.
Silvana ni siquiera atinó a moverse, se quedó mirando ese sexo femenino boquiabierta y eso fue un gran error. Desde el interior de la vagina salió una buena cantidad de ese líquido blanco y fue a parar sobre su cara… buena parte del mismo le cayó dentro de la boca.
No entendía por qué Paulina estaba haciendo eso, pero en lugar de escupir el semen y pedirle que por favor se apartara, se quedó allí viendo como su vecina se metía los dedos en la concha, provocando que más leche saliera de ella.
Silvana se sorprendió a sí misma masturbándose mientras el néctar blanco de Malik le caía directamente en la cara. No era la primera vez que probaba el semen, a Renzo le tenía estrictamente prohibido acabarle en la boca. Una novia no debería someterse a ese tipo de actividades con su novio. Eso de tragar leche es de puta… pero en algunas de sus andanzas, previas al noviazgo con Renzo, hubo algunos hombres que le acabaron dentro de la boca y la hicieron probar el sabor del semen.
Y ahora lo estaba haciendo… con el semen de su vecino… que además provenía directamente de una concha. Silvana no podía creer cuánta cantidad salió. Esto le recordó al video que Paulina le había mandado, donde recibía una eyaculación impresionante, la más potente que había visto en su vida. Ahora estaba viendo en primera persona las consecuencias de esa acabada.
Paulina retrocedió un poco y se sentó sobre las tetas de Silvana, llenándolas con los restos de semen que aún salían de la vagina. Se frotó, de atrás hacia adelante, sin dejar de masturbarse. Esto provocó que la propia Silvana acelerase el ritmo de su propia paja. Se metió los dedos en la concha y castigó su clítoris con vehemencia.
Las barreras defensivas de su cerebro no funcionaron. Silvana se quedó allí, haciéndose la paja, y por puro instinto tragó lo que tenía dentro de la boca. Esa sensación le trajo recuerdos muy morbosos en los que prefería no pensar. No era la primera vez que había tanto semen dentro de su boca y no quería recordar por qué eso había ocurrido. Así como también intentaría borrar de su memoria el sabor del semen de su vecino.
—Yo también quiero probar un poco —dijo Paulina.
Se lanzó hacia adelante, dejando todo su cuerpo encima del de Silvana, y comenzó a lamerle la cara, recolectando con su lengua los restos de leche. Ninguna de las dos dejó de masturbarse. Silvana se asombró al notar como su cuerpo y el de Paulina formaban una amalgama de tetas, sudor y semen.
Los pechos se deslizaban, entreverados entre ellos, como si estuvieran en una lucha constante por hacerse con un pequeño lugar entre los dos cuerpos apretados. El mismo movimiento de la paja hacía que sus piernas y sus vientres se encontraran en situaciones incómodas. Silvana incluso soltó un gemido cuando sintió el contacto directo de los labios vaginales de Paulina contra los suyos. Eso fue… demasiado lésbico para su gusto.
Y la situación se puso aún peor cuando Paulina se cansó de buscar semen en las mejillas de Silvana y decidió ir a buscarlo dentro de su boca. Las lenguas de las dos mujeres lucharon entre ellas, como si las dos quisieran ser la dominante. Esto activó el viejo recuerdo de aquella preciosa pelirroja de ojos verdes que conoció en una discoteca. No pudo resistirlo, era un recuerdo culposo, pero demasiado dulce. Sujetó a Paulina por la nuca y la besó con pasión.
Minutos atrás ella estaba sola en su cuarto, escuchando cómo los vecinos cogían, y ahora estaba en un enriedo de sábanas, sudor y semen con su vecina. Una chica que ya consideraba una de sus mejores amigas… y a falta de otra amiga, podía decir que era la mejor. Silvana no podía creer cómo habían llegado tan lejos en tan poco tiempo; pero eso también contaba para la pelirroja de la discoteca. Ni siquiera se habían visto antes y compartieron juntas un momento sumamente erótico.
De pronto una idea se instaló en la mente de Silvana: “¿Vas a coger con una mujer en la misma cama que compartís con tu novio?”
No, absolutamente no. Ella no tenía planeado tener relaciones sexuales con Paulina, sin importar lo excitada que estuviera. Era momento de frenarlo todo, aunque le apasionaba la tibieza del cuerpo sudoroso contra el suyo y esa lengua que parecía más interesada en explorar la garganta que en un beso convencional.
—Ay, me vas a ensuciar toda la cama —dijo, cuando por fin pudo apartar un poco a su amiga. Paulina sonreía, sin dejar de pajearse, como si estuviera poseída por un espíritu lujurioso—. Vamos a bañarnos.
—¿Juntas?
—Y… ya nos vimos en concha… además, mirá cómo me dejaste… estoy toda enchastrada. Yo también quiero bañarme. Vamos…
A Paulina le entusiasmó mucho la idea. Tomó a su nueva gran amiga del brazo y las dos fueron hasta el baño, riéndose como viejas amigas. Abrieron la ducha, el agua estaba fresca; pero agradable, ideal para un día tan caluroso. Silvana cerró los ojos y permitió que su cuerpo se llevara, con el agua llevándose toda evidencia de un acto de lujuria desenfrenada. No alcanzó a quitarse del todo esta sensación de “suciedad sexual” porque Paulina se aferró a sus tetas desde atrás.
Todo el cuerpo de Silvana se estremeció al sentir el contacto de esos dedos suaves acariciando una zona tan sensible, y más aún la desestabilizó sentir las tetas de Paulina apoyándose en su espalda.
Las caricias bajaron y subieron, una de esas manos exploradoras llegó hasta la concha de Silvana y ella soltó un gemido. Los dedos tocaron su clítoris con la delicadeza y la presión justas… ya quisiera ella que su novio pudiera tocarla de esa manera. Pero en ese momento ni siquiera estaba pensando en Renzo. Su mente era un torbellino confuso.
—Vos y Malik me cambiaron la vida —dijo Paulina, mientras le metía un dedo en la concha. Otro suspiro escapó de la garganta de Silvana.
—¿Ah, sí?
—Sí. Estaba pasando un mal momento en mi vida, andaba un poco deprimida… por boludeces. Pero cuando conocí a Malik… se podría decir que me sacó la depresión a pijazos —soltó una risita picarona. Sus dedos se movieron más rápidos en la concha de Silvana y aprovechó la pausa para acariciarle el cuello con sus labios. Se sintió satisfecha al ver que había causado el efecto esperado: Silvana gimió de placer. Lo celebró dándole un pellizco a un pezón con su mano izquierda—. Y después empecé a charlar con vos… y me hiciste dar cuenta que puedo sentir atracción sexual por una mujer.
El corazón de Silvana dio un vuelco. ¿Había escuchado bien?
—Uy… con razón andás tan… lésbica. Incluso le chupaste la concha a tu amiga. Eso me sorprendió mucho. La última vez que estuvimos acá me dijiste que hicieron fisting… pero sin ninguna intención lésbica.
—Y eso fue cierto. Con Belén me calenté un montón; pero fue porque estábamos metiéndonos los dedos en la concha. A pesar de que ella es preciosa, no la miré con ganas de cogerla. Sin embargo… —le dio unas buenas caricias al clítoris de Silvana—, cuando te vi desnuda a vos fue… una revelación. Por primera vez en mi vida sentí ganas de comerle la concha a una mujer. Espero que no te moleste que te lo diga así, de forma tan directa.
—No me molesta ni un poquito —dijo Silvana. Las palabras de Paulina le aceleraron el corazón, la hicieron sentir más segura de sí misma… y más hermosa—. Me lo tomo como un halago. De verdad. Es muy loco que una chica heterosexual me diga algo así. Pero… ya sabés que yo tengo novio. Además… uff… ah…
Paulina le estaba demostrando lo buena que era con la masturbación femenina, sus dedos se movían sin detenerse tanto dentro como fuera de su vagina. Silvana cerró los ojos y disfrutó de los dulces besos en el cuello, el agua cayendo sobre su cara y las manos de Paulina haciendo maravillas en su concha y en sus tetas, mientras le frotaba todo el cuerpo por detrás. Le resultó sumamente agradable sentir la presión de su pubis contra sus nalgas. A pesar de que Paulina no contaba con un pene para arrimarla, aún así lo hacía con un movimiento tan sensual y contagioso que la misma Silvana comenzó a menear sus caderas.
¿Por qué no puede tener estos momentos tan románticos con su novio? ¿Por qué tiene que ser una mujer la que la toque y la bese de esa manera? ¿Y por qué lo está disfrutando tanto?
Silvana giró sobre sus talones y quedó mirando a los ojos de Paulina. Quería explicarle que no podían seguir adelante con esto; pero al mismo tiempo debía agradecerle por hacerle vivir un momento tan agradable. Por eso la tomó de la cara con las dos manos y la besó en la boca.
No la besó como haría con Renzo, el beso fue mucho más apasionado. Le recordó a aquella pelirroja que le comió la boca en la discoteca. Se dejó llevar de la misma manera. Paulina le acarició la espalda y las nalgas, luego metió un par de dedos entre ellas y le acarició la concha. Silvana sintió la necesidad de hacer lo mismo. La espalda de su (nueva mejor amiga) era tan suave como la seda. Y la misma sensación le produjo tocarle las nalgas. Bien firmes, producto de hacer ejercicio con cierta regularidad. Buscó los labios vaginales de Paulina y comenzó a tocarlos, imitando los movimientos de los dedos que jugaban con su concha.
Se sintió culpable, no solo por estar besando a una mujer desnuda en la ducha, mientras su novio no está, sino también porque así inician muchas relaciones sexuales. Y no quería, por nada del mundo, que Paulina creyera que esto era una invitación a coger.
“¿Y entonces qué es?”, le preguntó la voz de su consciencia.
Silvana no sabía cómo responder a esa inoportuna pregunta. Ella veía esto como un acto de gentileza, un pequeño agradecimiento para Paulina, por confiar en ella.
—Bueno, mejor volvamos a la pieza —dijo Silvana, apartándose.
—Sí, me parece bien.
La sonrisa de Paulina la hizo sospechar que la chica no había comprendido la intención de suspender este acto. No se trataba de continuarlo en la cama, sino de ponerle fin de forma definitiva. Aún así Silvana no hizo nada para sacarla de su error. Las dos secaron sus cuerpos con toallones de primera calidad, eran tan buenos que parecían de un hotel de cinco estrellas. Si hay algo en lo que Silvana puede invertir dinero sin culpas es en toallas y sábanas.
Regresaron al dormitorio y escucharon los gemidos provenientes del departamento de al lado.
—¿Malik está con tu mamá?
—No, no… la que grita como puta es Belén.
—Ah… es que pensé que habías huido del departamento de Malik porque justo llegó tu mamá.
—No, esta vez fue solo porque quería verte. ¿Hice mal?
—No, no… claro que no. Incluso ya me estaba enojando un poquito de que no vinieras a visitarme.
Dejaron los toallones en el perchero y Silvana se acostó en su cama, con las tetas apuntando al techo. Paulina la miró de frente, aún estando de pie.
—Qué diosa que sos —le dijo—. Pensé que me ibas a rechazar, porque me dijiste que no te gustan las mujeres —comenzó a gatear en la cama, acercándose a Silvana.
—Em… sí, con respecto a eso… ah… ufff… ah…
No tuvo chance de completar la oración. Paulina se tendió sobre ella una vez más y sus dedos atacaron directamente su clítoris, produciendo un agradable estremecimiento en todo su cuerpo. Luego la penetró con dos dedos.
Lo que hizo que Silvana volviera a perder sus defensas heterosexuales fue la boca de Paulina, porque se aferró con fuerza a uno de sus pezones. Se lo lamió, se lo chupó… lo succionó con fervor al mismo tiempo que la masturbaba.
—Ay… dios… —Silvana comenzó a mover su cuerpo de forma involuntaria y sus gemidos le hicieron coro a los de Belén.
En ese momento pensó en Malik. ¿Cómo podía ser que le estuviera dando tan fuerte a Belén justo después de eyacular sobre Paulina? Ella nunca consiguió que Renzo la siguiera cogiendo después de acabar una vez… y este tipo parecía no sufrir ningún efecto post-eyaculación. La pared retumbaba y los gritos de Belén deberían escucharse en todo el edificio. Silvana los oía como si estuvieran en el mismo cuarto, porque los balcones estaban abiertos y conectados.
—Amo tus tetas —dijo Paulina, con una sonrisa seductora.
—Muchas gracias… las tuyas también son muy lindas.
—¿Querés probar una?
Silvana quería decirle que solo le había hecho un cumplido. Nada más, no le estaba pidiendo chuparle nada. Pero no llegó a responder, una de las tetas de su amiga quedó justo sobre su boca y como no quiso que ella se sintiera rechazada, lamió el pezón.
“Ay, Silvana, ¿qué estás haciendo? ¿Te volviste loca?”
Y más loca aún se creyó cuando sus dedos se movieron sin pedirle permiso y fueron en busca de la concha de Paulina. Su cerebro no paraba de recordarle que estaba yendo demasiado lejos, que en algún momento debería detenerse. Besar a una mujer era algo que ella podía tomar como un simple juego (poniendo mucha voluntad); pero compartir la cama desnudas mientras se tocan la concha y se chupan las tetas ya era mucho más difícil de justificar.
Para colmo Malik parecía haber encontrado un segundo aire, y le estaba dando a Belén una cogida monumental, haciendo vibrar las paredes del departamento con cada topetazo.
—Meté más —le dijo Paulina—. Dale, meté los dedos sin miedo… van a entrar. Va a entrar todo.
Silvana entendió lo que le estaba pidiendo. Sabía que Paulina había estado cogiendo con Malik, por lo que su concha debería estar sumamente dilatada. De pronto la invadió la curiosidad. ¿Podía meter toda su mano dentro de la vagina de esa chica?
Empujó con tres dedos, luego con cuatro… y entró todo con sorprendente facilidad. Apoyó su codo en el colchón y Paulina se montó sobre ella, dejando apoyados una rodilla y un pie. Comenzó a bajar y a subir lentamente, consiguiendo una buena penetración de los cuatro dedos. Silvana admiró la escena asombrada. Ella también estaba recibiendo los dedos de Paulina; pero solo eran dos. Nada en comparación. Meter cuatro dedos se siente como mucho más que el doble. No podría soportar eso.
Pero la concha de Paulina tenía lugar para más.
—Ahora vamos por todo, mantené los dedos bien juntos…
Silvana colocó el pulgar sobre su palma y mantuvo los otros dedos bien rectos. Paulina bajó de golpe, creyó que necesitaría dos o tres embestidas para meter la mano completa; pero la pija de Malik ya se había encargado de abrirla. Entró todo, hasta la muñeca de Silvana. No lo podía creer. Paulina sonreía con entusiasmo.
—¿No te duele?
—No, para nada… y se siente super rico.
—Yo jamás podría hacer algo como esto… soy muy estrecha. Me da pánico.
—Está bien, tranquila, lo entiendo. No voy a intentarlo con vos. Pero no tengas miedo de hacerlo conmigo. Ya estuve practicando con Belén… y la pija de Malik es más ancha que tu mano, si puedo con eso, esto es como un juego. Mirá, probemos una cosa: formá un puño.
Silvana hizo lo que le pedía y vio cómo Paulina se montaba sobre su puño y empezaba a dar pequeños saltos provocando que este entrara y saliera. La concha se abría cuando el puño entraba o salía, y volvía a cerrarse a la altura de la muñeca. Era impresionante. Y lo mejor era que Paulina no dejaba de masturbarla, así que ella también estaba disfrutando.
Por supuesto su mente molesta le recordó a Renzo y en cómo se estaba pasando de la raya con estos jueguitos sexuales improvisados. Intentaba convencerse de que solo estaba ayudando a Paulina con esto del fisting; pero le costaba encontrar una forma de justificar todo lo que estaba ocurriendo. Aún así, no quería que la palabra “infidelidad” se instalara en su cabeza. A pesar de que estaba sonando cada vez más fuerte.
Si Malik se detuviera y esa puta de Belén dejara de gritar, todo sería mucho más fácil.
Estuvieron así un rato, Silvana no dejó de mirar asombrada cómo la concha de Paulina era capaz de resistir tanto castigo y eso la excitó muchísimo. Más de lo que había imaginado al ver los videos. Presenciarlo era una experiencia muy potente.
—Silvi… ¿querés que te chupe la concha?
—¿Eh? No, no… eso ya es demasiado, Paulina. Yo… no soy lesbiana, ni tengo intenciones de empezar a serlo.
—Ay, pero nadie dice que vas a ser lesbiana… ni siquiera yo me considero así. Tener sexo lésbico no te hace lesbiana.
—¿Ah no? Yo creí que justamente eso es lo que te hace lesbiana.
—No, para nada. Ser lesbiana implica mucho más. Por ejemplo: ¿vos te pondrías de novia con una mujer?
—No, claro que no.
—Yo tampoco. Pero sí le chuparía la concha a una… en especial si es tan linda como vos. A mí me gusta la pija, me gustan los hombres; a pesar de eso reconozco que la puedo pasar muy bien cogiendo con una chica. Lo veo más como un medio de entretenimiento.
—Mmm… está bien, entiendo y lo respeto… pero yo no lo veo de la misma forma que vos. No te voy a chupar la concha.
—No te pedí que me la chupes. Te pregunté si yo podía chupar la tuya… si te da asquito eso de comer concha, no pasa nada. Yo me conformo con chupar la tuya. No sabés las ganas que le tengo a este clítoris tan… llamativo.
Lo acarició con la yema de sus dedos y Silvana soltó un gemido. Lo tenía sumamente sensible. Cerró los ojos y evaluó la situación, se di cuenta de que su mente estaba muy obnubilada por la calentura y que le estaba costando mucho tomar decisiones razonables.
Mientras pensaba, Paulina aprovechó. Se movió como una gata en celo y se posicionó entre las piernas de Silvana. Antes de que ésta pudiera reaccionar, le dio una lamida al clítoris con la punta de la lengua.
—Uf… qué rico —dijo Paulina—. Dale, decime que sí… te prometo que lo vas a disfrutar mucho.
—Yo… tengo novio.
—Eso no tiene nada que ver. No te estoy pidiendo que seas mi novia. Es solo… una noche entre amigas. Tomalo como una devolución por el favor que me hiciste la vez anterior. Te prometo que lo vas a disfrutar.
Esta vez dio un fuerte chupón al clítoris, cosa que hizo gemir aún más fuerte a Silvana. Ella no supo qué contestar, no le salían las palabras. Decirle “Sí, podés chuparme la concha” implicaba demasiada voluntad de su parte. No lo podía verbalizar. Por eso tomó la cabeza de Paulina y la atrajo más hacia el centro de sus piernas.
Paulina entendió el mensaje, tenía vía libre y su siguiente paso fue darle una fuerte chupada a toda la concha en su conjunto, luego metió la lengua y siguió con lamidas en todos los rincones. Silvana se estremeció de gusto, sus tetas parecieron inflarse cuando su espalda se arqueó, sus pulmones se llenaron de aire y éste salió de golpe, en forma de un potente gemido.
Esto entusiasmó aún más a Paulina, que repitió todas las acciones con presteza, como si llevara años comiendo concha. Silvana había recibido sexo oral pocas veces en su vida. Le generaba rechazo que Renzo intentara hacerlo, quizás porque lo hacía muy mal, y eso terminaba causándole mucha bronca. Por eso nunca se lo pedía. Y como ella no lo pedía, él no lo hacía.
En cambio Paulina… era otra cosa. Su nivel de “chupadora de concha” estaba muy alto. De lo más alto que Silvana podía recordar. Su mente se llenó de preguntas que no tenían respuesta. “ ¿Cómo puede ser que me guste tanto que una chica me chupe la concha?” “¿Por qué carajo se lo permití?” “¿Esto me hace lesbiana?”
Su cuerpo no estaba sincronizado con su mente. Se movía por puro instinto. Se sacudía y sus piernas rodeaban la cabeza de Paulina, y a veces se separaban la una de la otra, como si quisieran dejar libre la vía hasta la gloria. Seguramente estaría dando un espectáculo sumamente erótico… si es que hubiera alguien mirando. Y como el gran ventanal estaba abierto, Silvana comenzó a fantasear con la idea de que alguien estaba siendo testigo de este acto tan lésbico. ¿Quién sería ese alguien? No importaba. Un sujeto anónimo de la noche. Alguien que, ayudado por la luz de la luna y el iluminado público pudiera ser capaz de notar a dos mujeres desnudas en la cama, con una practicándole sexo oral a otra.
—Así… uf… así… seguí, seguí…
Silvana no daba crédito a lo que salía de su boca. Estaba alentando a Paulina y la respuesta fue inmediata. La intensidad de la chupada aumentó. Su clítoris fue castigado por succión de los labios de su amiga y después la lengua exploró su agujero. También recibió varias lamidas en los labios vaginales, eso le provocó un cosquilleo sumamente agradable.
—Date vuelta —le pidió Paulina.
Silvana lo hizo sin dudarlo. Se colocó boca a bajo y dejó sus nalgas bien levantadas, con las piernas ligeramente separadas. Creyó que Paulina atacaría una vez más la concha; pero esta vez fue por su culo. Esto sí que la tomó por sorpresa. ¿Una chupada de culo? Esto es nuevo. Nunca nadie le había pasado la lengua por allí, ni había intentado meterla. El cosquilleo fue agradable y le bastó para poder masturbarse a gusto.
—Mmm… me vas a volver loca…
—Solo intento que te diviertas —respondió Paulina.
Luego volvió a pasar la lengua entre las nalgas de Silvana. Le gustó ver cómo ella se hacía tremenda paja al mismo tiempo que disfrutaba de las lamidas.
Después de unos segundos Silvana dijo:
—Te voy a pedir que pares… por favor…
—¿Por qué?
—Porque sino me vas a hacer acabar…
—¿Y cuál es el problema?
—Es que… cuando yo acabo, me salta mucho juguito… no lo puedo evitar.
—Ay… ¿en serio? Si pensás que eso me va a molestar, estás muy equivocada. A mí me va a encantar verte acabar.
—No, no… ese no es el problema. Lo que pasa es que voy a mojar todas las sábanas… y no quiero. Son sábanas finas. Uf… porfis… pará… ahhh… en serio. No quiero acabar.
—Uy… mmm me da mucha pena que no quieras; pero no voy a seguir si vos no querés. Al fin y al cabo, yo me doy por satisfecha. Tuve una noche de sexo súper intensa. Aunque… algún día me gustaría ver cómo acabás.
—Algún día te lo muestro, si querés. Aunque… me da un poco de vergüenza, me va a costar animarme. —Silvana se acostó boca arriba y Paulina se puso medio sobre y la otra mitad sobre el colchón, quedaron abrazadas, como si fueran viejas amantes. Se dieron un dulce beso, Silvana pudo saborear sus propios jugos vaginales—. Perdón por el final tan… anticlimático.
—No pasa nada, Silvi. Es tu primera experiencia con una mujer… no puedo pedir demasiado.
—No es mi primera experiencia con una mujer.
—Epa! Esa no me la esperaba.
—Ay, pero no te hagas toda la película lésbica. No es lo que vos estás pensando. No cogí con una mujer… fue algo que pasó en una discoteca. Besos y toqueteos, no mucho más.
—Mmm… está bien, algún día me gustaría que me cuentes esa experiencia.
—¿De verdad tenés ganas de escucharla?
—Claro… ¿acaso no somos amigas?
—Sí, sí lo somos —dijo Silvana, con una radiante sonrisa, y luego volvió a besarla en la boca—. Aunque quizás las amigas no se besen de esta manera.
—¿Por qué no? Nosotras podemos ser de la clase de amigas que sí se besan.
—Eso no lo sé. Digamos que por hoy lo permito; pero… ya te lo dije mil veces, Paulina…
—Sí, sí… ya sé. Tenés novio. Eso lo entiendo. Pero… yo no considero esto como infidelidad. Ya te dije. Es noche de amigas. Vos ni siquiera sos lesbiana. Quizás sería infidelidad si te gustaran las mujeres. Esto más bien es como que nos ayudamos mutuamente a acabar… y encima vos ni siquiera querés acabar.
—Es una buena forma de verlo —Silvana quiso comprar esa versión de los hechos, porque la ayudaba a disminuir la culpa—. ¿Te querés quedar a dormir?
—¿De verdad? ¿Puedo?
—Solo si prometés que nada de jueguitos sexuales. Solo dormir.
—Sí, claro. Total, Belén seguramente se habrá quedado dormida en la cama de Malik… o la mataron a pijazos.
Soltó una risita. Silvana se dio cuenta que los gemidos ya se habían detenido.
—Uf, al fin ese tipo paró de coger. Así podemos descansar, sin una orquesta sexual sonando de fondo. Estoy fundida, hoy tuve un largo día.
—¿Mucho trabajo?
—No, todo lo contrario… y eso es lo que me agota.
Paulina la miró confundida—. No importa, yo me entiendo. Después te explico. Así me conocés mejor.
—Me encantaría conocerte mejor —dijo Paulina al mismo tiempo que la besaba. Sus dedos dieron una tenue caricia a la concha de Silvana, y ella no dijo nada. Lo tomó como un pequeño gesto cariñoso.
Luego Paulina giró, dándole la espalda, y las dos quedaron acostadas de lado. Las tetas de Silvana contra la espalda de su amiga. La abrazó con fuerza y se alegró de no tener que pasar la noche sola. También la entusiasmaba saber que estaba formando una relación tan fuerte con ella. No tenía amigas, llevaba años esperando encontrar una y ahora que la había conseguido no la quería perder, por nada del mundo. Por eso le apretó las tetas con ambas manos y le susurró al oído:
—Vos y yo vamos a ser muy buenas amigas.
—Las mejores —respondió Paulina.
Con esas palabras Silvana logró conciliar el sueño, aunque en un rincón de su mente seguía rondando una molesta frase: “No dejaste que te hiciera acabar, porque eso sí hubiera sido infidelidad”.
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2 comentarios - Mi Vecino Superdotado [08].