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La puta de Pedro 2

Ese día daría el primer paso en lo que sin imaginar sería mi nueva vida, entraría en el círculo de amigos de Pedro con un rol activo y sexual, y sin darme cuenta las partidas de naipes pasarían a ser partidas de naipes y sexo. 
De pronto me sentí el trofeo por el cual se disputaban los hombres, la joya más preciada, no me molestó hacer cornudas a muchas mujeres y por mucho era la más joven de las aburridas esposas de turno. 
Empecé a coger con uno, con otro, a saciar mi instinto de mujer, si Pedro ganaba, ganaba dinero, si Pedro perdía, yo pagaba, ese era el trato. 
Esa necesidad de tener sexo fue cumplida en demasía, me transformé en una especie de ninfómana que necesitaba cada vez más verga, y Pedro disfrutaba a su manera con todo esto, él tenía la más bella y la más puta de las mujeres y él era el único dueño de esa mujer, aunque la compartiera con todos… 
Cambié poco a poco mis costumbres, de pasar casi desapercibida en las reuniones comencé a ser centro de las mismas, empecé a vestirme cada vez más provocativa, empecé a beber y a fumar también… 
Era muy loco, a veces me cogía alguno en la habitación y yo gritaba exagerando un poco, dolo para que los que estaban afuera me escucharan… 

Por lo bajo, sus amigos empezaron a referirse a mi como ‘la puta de Pedro’ y si bien no me molestaba por mí, me molestaba por el… 


Y Pedro verdaderamente hacía honor a su promesa, siempre me haría sentir mujer, aunque el ya casi no pudiera cogerme, y siempre me sorprendía, de una forma o de otra, sus locuras y sus ideas se me hacían un pecado irresistible… 
Cuando llegó a los sesenta hicimos una gran fiesta con sus amigos, el cáncer de pulmón lo estaba matando, usaba un bastón para soportar su cuerpo, a pesar de todo, su familia lo había olvidado. 
Fiel a su costumbre, me dijo 

- Quiero que te vistas hermosa para mí, quiero disfrutar de mi mujer… 

No quiso decirme mucho, él no era de decirme mucho acerca de sus planes… 

Esa noche me bañé, depilé mi sexo como a él le gustaba, me puse una pequeña tanga calada, de esas que dejan los glúteos al aire, me calcé en mis tacos altos y desfilé para el como solía hacerlo, es gracioso, el repetía que el cáncer no lo mataría, que sería yo quien le provocaría un paro cardíaco. 
Lo dejé elegir un vestido entre tantos, seleccionó uno negro rasado un tanto ajustado, corto abajo apenas pasando mi sexo, dejando mis torneados muslos descubiertos. 
Cuando llegó el remisse se apoyó en el bastón y puso su brazo libre en jarra, para que yo lo tomara y con su habitual sentido del humor dijo 

- Por las dudas… tu solo dime ‘papá’ 

El viaje en el coche fue un tanto loco, a pesar de todo Pedro mantenía ese lobo hambriento en algún lugar de su cuerpo, noté como miraba con poca discreción mis piernas, sentada en el asiento trasero de coche el vestido se levantaba más de lo aconsejado, dejando mi tanga al límite del precipicio. Tomé una de sus manos y la apoyé sobre mi muslo, entonces discretamente la subió hasta llegar a mi entrepierna, solo me abrí un poco para que sintiera la temperatura caliente de mi concha, amaba demasiado a ese hombre y me mojaba con solo un roce, no pasó mucho más, pero con ganas hubiera congelado en mi mente ese momento… 

Llegamos a la casa de Rogelio quien oficiaba de anfitrión, un solterón mujeriego empedernido, quien por supuesto ya me había cogido varias veces, era la única mujer, todos amigos de Pedro con quienes solían hacer esas ruedas de naipes hasta altas hora de la madrugada, incluso mi hombre especial, Ezequiel estaba esa noche.
Me sentía intrigada, tantos hombres, yo la única, sabía que algo se traían entre manos, pero no sabía que… 
Trajeron un gran pastel, cantaron el feliz cumpleaños, comimos, brindamos, bebimos, jugaron unas manos de naipes, fumaron, y yo permanecí todo el tiempo junto a Pedro. 
En algún momento de la madrugada, Rogelio le preguntó a Pedro 

- Amigo… es tarde… quieres el regalo que nos pediste? 

El solterón al decir estas palabras me miró de una forma que hasta me incomodó, pero mi esposo, sonrió y asintió con la cabeza, al tiempo que me miró y me guiño un ojo. 
Uno de los hombres me tomó de la mano y me llevó a unos metros de donde estábamos, ante la atenta mirada del resto y en especial de la de Pedro, llegamos a una mesa de pool, el tipo me tomó de la cintura y me ayudó a sentarme sobre la misma colándose entre mis piernas, haciendo que el vestido se subiera más de lo aconsejado, tomó entonces la tanga entre sus dedos y me la retiró con cuidado para dejarla a un costado, sacó su pija delante de todos y zas! Me la enterró sin preámbulos, me sentí tan puta, tan sucia siendo cogida ante tantos hombres… 

Empezó a moverse en mi interior, empecé a mojarme y a gemir poco a poco, mirando fijamente a Pedro, solo lo miraba a él, para mí solo estaba el, solo me importaba el, solo quería verlo gozar a él, cada gemido era para él, cada gesto era para él, era puta, pero solo para él… 
Yo sentí en ese momento como si mi esposo me estuviera cogiendo, aunque solo manteníamos contacto visual, intuí que el sentía lo mismo que yo… 
El tipo no taró mucho en acabarse, salió y le dio lugar a otro, que hizo exactamente lo mismo, me cogió sobre la mesa hasta llenarme la concha de leche, Ezequiel siguió, y otro, y otro más, uno a uno me fueron cogiendo como a la peor de las putas, mi concha pronto se llenó en un crisol de semen, y comenzó a formarse un pequeño charco sobre la verde felpa… 

Cuando todos habían pasado por mi sexo me ayudaron a incorporarme, esa mezcla de leche chorreó en forma incontenible por mis piernas llegando a mis rodillas. Me limpié como pude, aun con mi sexo ardido por tanta verga, me puse la tanga y me acomodé el vestido como toda una dama… 

No fue mucho más por esa noche, pronto llegó el remisse, todos los viejos amigos saludaron a Pedro y a su puta, afuera hacía frío y mi esposo puso su saco sobre mis hombros… 
De regreso ambos estábamos en silencio, me sentía un tanto incómoda porque solo sentía fluir semen de mis entrañas, sabía que mi tanga estaba toda impregnada y que posiblemente ya se estaría manchando el vestido, y quizás, hasta el asiento del coche. 
Pedro se veía feliz, como si hubiera tenido la mejor noche de sexo de su vida, lo miré y le dije en un tono como para que solo él me escuchara y a su vez no llamara la atención del chofer 

- Por qué lo haces? Te gusta ver como extraños se cogen a tu mujer? 
- Para mí no hay extraños, para mí solo estás tú, solo estoy yo… 
- Eres loco… y no te preocupan lo que dicen tus amigos a tus espaldas? 
- No se… que dicen? 

Él sabía bien como me apodaban, solo jugaba conmigo 

- Qué soy la ‘puta de Pedro’, no crees que deberían respetarme? O por lo menos respetarte a ti? 

Mi marido miró entonces por la ventanilla del coche, se acarició la barbilla y dijo 

- Déjalos, no me importa, yo solo quiero verte feliz, y si eres feliz, pues yo soy feliz… 

La verdad que hasta me parece increíble todo lo que viví, muchas veces hablábamos con mi amor y nos sincerábamos, muchas veces me comentó que en algún punto sentía envidia de sus amigos, pero se contentaba con poder cogerme muy de tanto en tanto, el me adulaba, me decía que era hermosa, que era única, que era especial, y que no le importaba cuantos tipos me cogieran, porque él sabía que él era el dueño de lo más hermoso que yo tenía, mi corazón. Y muchas veces le dije cosas como ‘basta! fue la última vez’, pero sabía que había una próxima vez… 

A llegar a los sesenta y dos Pedro ya no podía con su cuerpo, estaba inválido, postrado y sus amigos ya no fueron tan amigos, poco a poco se esfumaron y solían visitarlo más por compasión que por otro motivo, ya no me cogían, nunca nadie me iba a coger a espaldas de Pedro, no lo hubiera permitido porque a mi manera, en alguna forma le era fiel. 
Pedro, a pesar de todo mantenía una lucidez envidiable, sus razonamientos, sus pensamientos, su sagacidad no se condecían con el despojo de huesos que se había transformado en poco tiempo, a pesar de todo seguía fumando y ya no tenía sentido impedírselo. 

Pasaba largas horas con su adicción, los naipes, solo que ahora tenía amigos de internet, jugaba con su notebook, tras la pantalla, con desconocidos. 
Pedro con su cerebro perverso, tendría aun sorpresas para esta puta que llevaba en mi interior, porque otra vez habían regresado mis días se sequía, y esa no era la mujer que quería mi amado esposo… 

Pedro, a pesar de su edad y sus problemas, era muy seguidor de las redes sociales, en especial le gustaba el face. Buscando y buscando, se hizo parte de un grupo cerrado de intercambios, tríos y todas esas cosas que suelen rayar con la moralidad y buenas costumbres. Cuando él me lo comentó ya estaba demasiado metido en el tema y como siempre, hacía y deshacía a mis espaldas. 
Se lo que tramaba, porque me comentó algunas veces, como siempre, tanteando mi reacción, al fin, lo hizo, tomó una de mis fotos, tenía unos años ya, estaba en la playa, me veía muy bonita, y debajo un anuncio que decía 

Busco hombres para realizar un gangbang con mi esposa, comunicarse por privado. 

La respuesta fue casi inmediata, llegaron solicitudes tras solicitudes, tipos interesados a los que yo ni conocía, como moscas atraídos por mi foto. 
Pensé en algún momento que Pedro solo bromeaba para gastar su tiempo, pero quien conocía a Pedro sabía cuándo bromeaba y cuando no lo hacía, y cuando me llamaba a cada rato para mostrarme las fotos de los postulantes y hacerme elegir por si o por no, bueno, ya no me quedaron dudas… 
Una noche, mientras hacíamos sobre mesa disfrutando un buen vino y mientras pitábamos ambos de un mismo cigarro, compartiendo segundos de intimidad le dije 

- De veras quieres hacerlo? o mejor dicho, de veras quieres que lo haga? 
- Creo que será una de las últimas cosas que disfrute… 

Su respuesta sonó póstuma, creo que adivinó la angustia en mi rostro, por lo que tiró una bocanada de humo sobre mí y rompimos la tensión con una sonrisa. 


Contrariamente a lo que puedan imaginar, ese día estaba demasiado tranquila, me sentía dueña de la situación y no me incomodaron los caballeros que uno a uno fueron llegando a casa, perfectos desconocidos para mí, y para él, no entendí nunca como hay personas que solo se disponen a tener sexo como animales, sin al más atisbo de un pobre sentimiento… 
De pronto nuestro dormitorio estaba colmado, catorce tipos desnudos, Pedro en un rincón y yo, la única mujer. 

Puedo decir que entre todos me cogieron como una puta reventada, no había restricciones, todo estaba permitido, se turnaban en mi rededor como si fuera una perra alzada a la que la siguen un montón de perros calientes solo para montarla. 
Me la pusieron en cuanta posición imaginen, en cuanta situación imaginen, en cuanta forma imaginen, porque uno se retiraba y venían dos, y se iban dos y venían tres, me la dieron por la concha, por el culo, por ambos lados, por mi boca, interminables manos acariciaron todo mi cuerpo, perdí la noción del tiempo y del espacio, me dilataron por todos lados, chupé pijas, una, dos, todas, a medida que pasaban los minutos más puta me sentía y más me gustaba. 
Me transpiré toda, medio excitación, medio locura, trataba de mantener contacto visual con Pedro en todo momento, pero el enjambre de hombres que me rodeaba lo hacía imposible, gritaba, gemía, lloraba… 
Podría contar muchos detalles del sexo en sí, pero creo que no viene al caso… 

Solo resumir que al terminar la cama parecía un campo minado, había perdido la cuenta cuanta leche había tragado y cuantas vergas había mamado, tenía la quijada un tanto acalambrada, mi concha rebalsaba leche y me dolía en lo profundo de tantos vergazos que había recibido, al culo ya no lo sentía y lo tenía tan abierto que no podía cerrarlo, las tetas me dolían, no podía ni rozar los pezones, tenía como pinceladas rastros de semen por todos lados, por todo mi cuerpo, por mi rostro, hasta en mis cabellos, a un costado Pedro parecía el hombre más feliz de la tierra, con esa sonrisa en su rostro que tanto me enamoraba, lo miré tumbada de lado, no tenía fuerzas para siquiera levantarme, diablos, que culeada que me habían dado! Solo respondí a su sonrisa, cerré los ojos y me dormí. 


Poco después Pedro estaba realmente mal, hacía quince días que estaba internado con pronóstico reservado, había perdido demasiado peso y estaba postrado en la cama, por mi parte había algo que estaba cambiado en mí, no me sentía bien de salud y la ausencia de mi período me hizo sospechar, compré un test de embarazo, si! positivo!!! 
Corrí a contarle a Pedro, me senté a su lado y le dije pausadamente 

- Mi amor, no sé si me escuchas, pero tengo una noticia para darte, vamos a ser padres! 

Una lágrima corría por mi rostro en ese momento, Pedro parecía inconsciente y no supe se en verdad podía escuchar lo que le decía, no tenía la más puta idea de quien era realmente ese espermatozoide, pero para mí, sin sudas el amor que me tenía Pedro lo convertía en el padre. 

Pedro falleció al día siguiente, no acudió mucha gente a su despedida, a pesar de avisarles a todos sus ‘amigos’ solo tres fueron un rato, como para cumplir, me extrañó no ver a Ezequiel. Mis padres fueron también quienes me hicieron compañía y olvidaron viejos rencores, claro sin imaginar todo lo que estoy narrando. 
Pasaron algunos vecinos, amigos de la vida, parientes, ya saben… 
Muchos me preguntaron por su ex esposa, una ausencia notoria, solo Bianca, su hija, mi amiga perdida que hacía años que no veía estuvo al lado de su padre, sin embargo, no nos dirigimos la palaba, apenas cruzamos unas miradas… 

Hoy estoy rehaciendo mi vida, y estoy enamorada nuevamente de un hombre de mi edad, algo más normal, lejos de toda esa locura, el pequeño Pedro va a cumplir tres años, de alguna manera, él siempre me recordará a su padre, el amor de mi vida

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