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EL AMOR DE MI VIDA
La vida es un complejo mundo de incertidumbres, el futuro es incertidumbre, uno puede imaginar que desea ser, como verse en unos años, pero lo cierto es que solo el destino te lleva, te arrastra, uno se hace con la vida, y como una obra en arcilla, se va moldeando con el paso del tiempo.
Algunos prefieren transcurrir su existencia sin atarse a compromisos, otros forman su hogar, encuentran la mujer de su vida, el amor de su vida…
Otros encontramos la mujer de nuestra vida, también encontramos al amor de nuestra vida, pero no necesariamente, siempre son la misma persona, y esa, esa es mi historia…
Toda mi infancia y juventud la había pasado en Villa Hortensia, una modesta ciudad que honestamente era un pueblo grande, esos sitios que parecen congelados en el tiempo, porque año tras año podía verse casi igual, esos lugares que no se expanden, pero tampoco desaparecen.
No tengo recuerdos certeros, mi memoria no puede precisarlo, creo que tenía apenas cinco años cuando conocí a Solange, ella es dos años mayor que yo, mi vecinita del departamento contiguo al mío.
Vivíamos en unas modestas casitas internas, separadas por un pasillo, casi que éramos los únicos niños del lugar, así que era normal que yo estuviera en su casa, o ella en la mía
Nuestros padres congeniaban, en ese momento todo mi mundo era perfecto porque mi mundo se terminaba en ese pasillo.
Teníamos días de juegos de niños, jugábamos a la pelota, a los autitos, cosas de varones…
Pero esa tarde era turno de juego de niñas, jugábamos a ser familia, ella estaba con sus muñecas, y yo era su esposo, le dábamos la comidita, y los hacíamos dormir, ella de repente se acercó y me dio un beso fuerte, apoyando sus labios en los míos, fue muy dulce, aunque en ese momento la rechacé y me puse colorado como un tomate
Le recriminé por lo que había hecho, pero ella muy normal me dijo que eso es lo que hacían los papás y las mamás, y que siempre sus papás lo hacían…
Fue solo un inocente beso, pero siempre recordaré ese beso….
Crecimos, crecimos rápido, ella siempre me llevaba diez o quince centímetros de altura, pero las cosas cambiaron en nuestras adolescencias, poquito a poquito la alcancé, la pasé y la dejé enana, empecé a hacerme hombre, ella empezó a hacerse mujer, y sin proponerlo nos enamoramos, como tontos, como locos, como Romeo y Julieta, un amor perfecto en un mundo imperfecto.
Y fue ella quien volvió a robarme un nuevo beso, pero esta vez no fue un beso inocente, esta ves fue un beso de amor…
Aun éramos adolescentes, fui su primer hombre, fue mi primera mujer, hicimos el amor, un amor puro, eterno, perfecto.
Me enamoré perdidamente de Solange, aunque no fuera la mas bonita ni mucho menos, no destacaba por su altura, ni por sus pechos, ni por su cola, era raro, pero lo perfecto que tenía y me enloquecía eran sus piernas, tenía las mejoras piernas que vi en mi vida, sus muslos en especial, coquetos, compactos, sobresalían a primera vista, y mis ojos se iban a ellos inevitablemente, después de hacer me pasaba horas acariciándolos, y ella me dejaba hacer, mientras enrulaba mis cabellos entre sus dedos.
Qué mujer!, era mi mujer, y solo eso me importaba, no había nada mas bello que dormir a su lado, cuando ella se recostaba en mi cuerpo, poniendo su cabeza en mi pecho, cruzando una pierna sobre mis piernas, sintiendo su calor contra mi piel, acariciando sus cabellos, acariciando su silueta.
Pero las cosas estaban demasiado bien para ser ciertas, empezaron los problemas con sus padres, en verdad con su padre, yo podía ser el mejor amigo de su hija, pero jamás su novio, es que ante sus ojos yo era poca cosa, Solange debía aspirar a un médico, o a un ingeniero, o un abogado, alguien importante, como solía decir, y claro, yo era solo un tipo con las manos rasgadas de tanto trabajar…
Y las cosas fueron de mal en peor, yo estaba obstinado con Solange, su padre obstinado en que la dejara, y ella se vio tironeada por ambos lados, y las rispideces subieron y la situación se hizo insostenible, Solange estaba entre la espada y la pared, o perdía el amor de su vida, o perdía su familia…
Y como dije, en algún punto el destino te marca, en lo peor de la situación me surgió una importante posibilidad laboral al sur del país, en un lugar inhóspito a una vida de distancia.
No podía renunciar, era mucho dinero, le rogué a Solange casi de rodillas que me acompañara, una nueva vida, nuestra vida, pero ella no quiso, o no pudo, no la juzgo, llorando a mares me dijo que no podía dejar su familia, que le pedía demasiado…
Hicimos un pacto, yo viajaría a buscar mi fortuna, a hacerme de un título, para ser un candidato potable para su padre, ella me esperaría, el tiempo que fuese necesario, nos juramos amor eterno.
En esa despedida entre paredes de un hotel todo fueron mezclas de sensaciones, hacerle el amor al amor de mi vida y al mismo tiempo una melancólica despedida…
Ella quiso dejar un recuerdo, algo que nos marcara, una pavada, había llevado unas cintas rojas, ató una a mi muleca, y yo una a la suya, ese sería nuestro símbolo, cada vez que miráramos esa cinta nos recordaría que un amor nos esperaba a la distancia…
Tomé el tren temprano, mi familia y Solange me despidieron en el andén y como en las películas románticas ella me acompañó corriendo a la par del tren, hasta el final del andén…
Pasaron cinco años, Solange y yo habíamos trazado planes, pero el destino tenía los suyos…
La distancia, la soledad, la angustia, el desarraigo…
Siempre nos escribíamos, pero poco a poco empezamos a comprender que nuestros planes se encaminaban al fracaso, lo que habíamos imaginado no se ajustaba a la realidad, y poco a poco, nos fuimos soltando las manos, a pesar que la seguía amando, a pesar de todo… y nunca nos engañamos, nunca…
Le conté sobre Roxana, una compañera de trabajo muy bonita, de pechos turgentes, que me revoloteaba insistentemente, le conté que estábamos bien, y ella en ese sitio era todo para mi, no la sorprendió enterarse que nos iríamos a vivir juntos, y ella fue feliz por mi felicidad.
También ella me contó que Matías Peralta Ramos, un cerebrito cuatro ojos del pueblo de había recibido de médico, y que su padre buscaba entablar un vínculo, y que a ella mucho no le gustaba, pero lo que había en ese momento.
Tiempo después le conté que Roxana, mi mujer, estaba embarazada, mientras ella me aseguró que estaba por formar familia con Mati, como lo llamaba, que se había acostumbrado a la idea, pero lo loco, lo loco de todo esto, es que, en secreto, nos seguíamos amando, a pesar de todo, a pesar de la distancia…
Y como una macabra mueca de la vida, lo que el destino había separado, imprevistamente, volvería a juntarnos…
Mamá estaba grande, y me avisó que sufría unos problemas cardíacos, estaba complicada, y me urgió volver a mi pueblo, a mi querida Villa Hortensia, porque sabía que tal vez, no volvería a verla con vida, y eso era algo que no me hubiera perdonado.
Roxana había dado a luz, el pequeño Roman, nuestro hijo, que estaba con algunas complicaciones propias de recién nacidos, nada grave, solo temas de cuidado, y mi mujer recuperándose del parto, así que ella se quedó con mis suegros, fue la mejor salida.
A todo esto, Solange estaba a punto de casarse con el doctor, ese viejo conocido…
Tomé un avión, tenía prisa por ver a mi madre y mi padre, hacía tiempo que no los veía, pero honestamente, la sola idea de volver a cruzarme con el amor de mi vida me hacía saltar el corazón del pecho, y recordaba cada instante, cada detalle, cada secreto vivido junto a ella.
Todo fue vertiginoso, a la mañana estaba en el aeródromo, al medio día almorzando en casa con mis padres, como en las viejas épocas, y por la noche, estábamos invitados al casamiento…
Pero que mierda, yo no quería esto, pero era una sorpresa, Solange le había insistido a mamá y por nada del mundo justificaría que el viejo amigo de la infancia estuviera ausente en esa noche especial, claro… había una parte de la historia que solo nosotros dos conocíamos…
Y ahí fui, perdido, tontamente perdido…
La iglesia estaba como la recordaba, no había cambiado demasiado, apenas habían cambiado el color de las paredes, Matías el cuatro ojos, estaba en el altar, en un impecable frac negro, junto a su madre, Elisa, entallada en un vestido propio para su edad.
También vi a la madre de Solange, y recordé a su padre, entre broncas, frustraciones e impotencias, él era culpable de que yo estuviera como invitado en lugar de estar como anfitrión, porque mi lugar estaba en el altar, no como uno más de lugar…
La marcha nupcial me trajo a la realidad, todos se pararon para ver a la novia, y yo estiré mi cuello todo lo que pude, me llené de emoción, ella apareció como un ángel, radiante, enfundada en un puro blanco de tules y transparencias, con un vestido que llegaba al piso y una cola discreta, con un tocado en sus cabellos recogidos, con un par de mechones enrulados cayendo por delante de sus orejas, regalando sonrisas a un lado y a otro, de la mano de su padre, quien parecía exhibir a su hija como una joya preciosa…
Cuando ella pasó a mi lado, bajé la vista, no quería ni podía arruinar su momento, y si la hubiera mirado fijamente a los ojos, no sé qué hubiera pasado, no sé qué hubiera hecho ella, no sé qué hubiera hecho yo…
Pasé toda la ceremonia lo mejor que pude, dieron el si, y todo llegó a su fin, salieron a la puerta del templo, y como se acostumbra todos empezamos a saludar a los novios, felicité a cuatro ojos, a su madre, y también a su padre, quien me dio un abrazo desentendiéndose de todo pasado.
Y al fin fue mi turno se saludarla, la tomé por los hombros, besé su mejilla, y le dije
-Te felicito, estás hermosa, que seas muy feliz…
Me respondió con una sonrisa, pero saben que sentí? que ella no tenía poder sobre si misma en esa momento, que parecía querer desmayarse en mis brazos, que nuestro amor estaba intacto…
Un extraño la sacó de mis brazos para felicitarla y todo siguió normalmente…
Después fuimos al salón, el lugar mas coqueto del pueblo, el primer piso del hotel céntrico, donde todo estaba preparado. Los novios habían ido a sacarse fotos, y nos quedamos esperando, aproveché a saludar a viejos conocidos, hacía años que no los veía, y a cada uno les conté mi historia, mi trabajo, mi esposa, mi hijo recién nacido…
Hasta que se apagaron las luces, volvió a sonar la marcha nupcial, y un reflector potente alumbró la entrada, Solange entre del brazo de su flamante marido, entonces se acercaron un par de amigas a ayudarla y descubrimos que tenía un doble vestido, la parte inferior estaba sobrepuesta, y al soltarla y retirarla, el vestido quedó pegado a su cuerpo, apenas pasando sus nalgas, dejando desnudos esos muslos de ensueño, ahhh!!! mierda… se me hizo una novia pornográfica, pero esas piernas preciosas me trajeron tantos recuerdos…
Pasaron un par de horas de fiesta, donde yo era solo parte del decorado y ella era la reina de la noche, en algún momento me sentí agobiado por todo lo que sucedía, así que me abrí paso lentamente y me dirigí a las escaleras, subí escalón por escalón los cinco pisos superiores hasta llegar a la azotea…
Solo necesitaba desconectarme un rato, lejos del ruido, del bullicio, de la música, de la fiesta…
Ahí arriba, en las alturas la historia contrastaba con lo que se vivía en el primer piso, el cielo parecía una foto retratada en la pared, donde la negrura de la noche se azulaba por las luces de la ciudad, donde las estrellas titilaban en su vida infinita, la luna se mostraba enorme en cuarto creciente a un costado iluminando la escena. El silencio era apenas cortado por los coches que circulaban abajo, y una brisa tibia me pegaba en el rostro y me despeinaba los rulos que tanto me costaba acomodar…
Y ahí estaba yo, solo en mi soledad, recapacitando, cuando de pronto ella me sorprendió, me llamó por mi nombre, giré y ahí estaba, con una botella de champagne en una de sus manos, espléndida, radiante, sonreí…
Se acercó y se puso a mi lado, juntos contemplamos el infinito sin decir palabra, entonces ella me apuró diciendo que obviamente no tenía mucho tiempo, pronto notarían su ausencia…
-Estás espléndida… - le dije pasando el revés de mi mano por su rostro.
-Vos también estás igual, o mejor dicho, estás más guapo…
Y entramos en un torbellino de recuerdos, de risas, de nostalgias, me confesó que al enterarse que yo estaría presente había decidido modificar el vestido, solo por mí, porque recordaba cómo me gustaban sus piernas, y eso fue muy halagador, realmente era un detalle precioso…
Miré su muñeca, al igual que yo aun tenía anudada la cinta roja, solo que ya estaba descolorida por el paso del tiempo, y ambos sonreímos cómplices, porque solo nosotros sabíamos que significaban…
Abrí la botella, el ruido del tapón quedó flotando en el silencio de la noche, no había copas, tomamos un sorbo del pico, improvisamos, como adolescentes, reímos tontamente…
Solange de improviso se estiró en puntas de pies y besó mis labios con los suyos, era la tercera vez que me sorprendía, como había sido de niños, como había sido de jóvenes, fue dulce, fue eterno, fue mágico, en un abrir y cerrar de ojos giró el tema de conversación, la llama estaba intacta, ella susurró casi tan débil como la brisa que pegaba en mi rostro…
-Hazme el amor…
Quedé como paralizado aun sin creer lo que escuchaba, ella lo notó y cambió el léxico, más directa, más punzante
-Cogeme, cógeme toda… quiero sentirte dentro…
La besé profundamente, con esos besos de deseo, de locura, de pasión, y la hice recular hasta la pared de un lateral, sin dejar de besarnos, tomé la iniciativa, solo la giré, hice que apoyara sus manos es los ladrillos, la hice sacar cola, levanté su ajustado vestido hasta la cintura, sus pequeños y formados glúteos quedaron expuestos a mis ojos, apenas cubiertos por una diminuta tanga que se perdía entre los cachetes, acaricié su entrepierna mientras soltaba mi pene, mientras olía su perfume y me enredaba en nuestro amor…
Solo aparté su ropa interior, y en segundos fuimos uno, me sexo en su sexo, completo, íntegro, empecé a moverme en su interior, empujando con fuerza, en cada embate le arrancaba un suspiro profundo, y cada vez mas fuerte, hasta hacerla parar en puntas de pies…
Solange se fue entregando, perdiendo cordura, pronto su rostro quedó de lado contra la pared, los suspiros crecieron para transformarse en gemidos, los gemidos crecieron para transformarse en gritos… rítmicos, calientes, estridentes…
El fuego de la pasión nos consumía, era asegurar que ella era el amor de mi vida, siempre lo fue, siempre lo sería…
Volvía girarla, ahora frente a frente, la tome con mis brazos por sus perfectos muslos y puse una de sus piernas a cada lado, ella me sostuvo por mi cuello, rodeándome y con la otra tomó pene entre sus dedos para conducirlo a su cueva, la dejé caer suavemente, lo suficiente para sentirme todo dentro, su espalda quedó recostada en la pared y nuevamente empecé a arrancarle suspiros…
Ella me abrazaba con pasión, me rodeaba con sus piernas y con sus brazos, hacíamos equilibrio en el aire, su rostro en penumbras me dejaba ver sus ojos cerrados, su boca semiabierta jadeando en placer, me iba a venir, no podía evitarlo, Solange lo notó, incrementó inconscientemente la fuerza de sus quejidos, como reflejo de placer, y en el momento justo en que empezaba a llenar su sexo con mis jugos, ella me besó apasionadamente, apretando con tal fuerza sus labios con los míos que hasta sentí lastimarme, cruzamos nuestras lenguas, gemimos en uno, era el final…
Bajé lentamente a esa preciosa mujer, me temblaban las piernas, ella estaba inconexa, lentamente recuperamos la cordura, acomodé mi slip y mi pantalón, la camisa, ajusté el cinto mientras ella hacía lo propio con su tanga y su vestido, se acomodó el cabello con las manos y dijo
-Dios mio… tengo que volver, seguramente ya notarán mi ausencia… que locura…
Pero la retuve del brazo cuando me dio la espalda, tenía que jugar mi última carta, hice que me mirara a los ojos y le supliqué
-Te amo Solange, te amo como nunca amé a nadie, huyamos juntos, desaparezcamos de la tierra, empecemos de nuevo, en cualquier lugar, solo vos, solo yo, te lo juro que hablo en serio…
Ella miró al suelo y respondió
-Estás loco? realmente estás loco? porque no piensas un poco… te das cuenta que aun no consumo mi matrimonio y ya le he sido infiel? No puedo dejar todo ahora, y mis padres? Que hago con mis padres…
Intenté hablar pero ella no me dejó
-Y vos? que hay de tu esposa? solo la vas a dejar? Y tenes un hijo que te necesita… no te importa? solo le darás la espalda?
Ella tenía razón, era una locura, no lo hicimos antes, cuando podíamos hacerlo, no lo haríamos ahora, tuve que resignarme, tuve que aceptarlo…
Solo bajé la mirada y me encogí de hombros, al menos lo había intentado…
Solange volvió a la fiesta, yo lo hice minutos después… y el mundo siguió rodando…
Poco después emprendí el viaje para reencontrarme con Roxana, mi esposa y disfrutar de mi pequeño hijo.
Pasó el tiempo, casi no tengo contacto con Solange, su matrimonio con cuatro ojos no duró mucho, actualmente vive en Australia, cosas del destino…
Y esa es mi historia, la historia del amor de mi vida…
Si eres mayor de edad puedes escribirme a con título ’EL AMOR DE MI VIDA’ a dulces.placeres@live.com
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EL AMOR DE MI VIDA
La vida es un complejo mundo de incertidumbres, el futuro es incertidumbre, uno puede imaginar que desea ser, como verse en unos años, pero lo cierto es que solo el destino te lleva, te arrastra, uno se hace con la vida, y como una obra en arcilla, se va moldeando con el paso del tiempo.
Algunos prefieren transcurrir su existencia sin atarse a compromisos, otros forman su hogar, encuentran la mujer de su vida, el amor de su vida…
Otros encontramos la mujer de nuestra vida, también encontramos al amor de nuestra vida, pero no necesariamente, siempre son la misma persona, y esa, esa es mi historia…
Toda mi infancia y juventud la había pasado en Villa Hortensia, una modesta ciudad que honestamente era un pueblo grande, esos sitios que parecen congelados en el tiempo, porque año tras año podía verse casi igual, esos lugares que no se expanden, pero tampoco desaparecen.
No tengo recuerdos certeros, mi memoria no puede precisarlo, creo que tenía apenas cinco años cuando conocí a Solange, ella es dos años mayor que yo, mi vecinita del departamento contiguo al mío.
Vivíamos en unas modestas casitas internas, separadas por un pasillo, casi que éramos los únicos niños del lugar, así que era normal que yo estuviera en su casa, o ella en la mía
Nuestros padres congeniaban, en ese momento todo mi mundo era perfecto porque mi mundo se terminaba en ese pasillo.
Teníamos días de juegos de niños, jugábamos a la pelota, a los autitos, cosas de varones…
Pero esa tarde era turno de juego de niñas, jugábamos a ser familia, ella estaba con sus muñecas, y yo era su esposo, le dábamos la comidita, y los hacíamos dormir, ella de repente se acercó y me dio un beso fuerte, apoyando sus labios en los míos, fue muy dulce, aunque en ese momento la rechacé y me puse colorado como un tomate
Le recriminé por lo que había hecho, pero ella muy normal me dijo que eso es lo que hacían los papás y las mamás, y que siempre sus papás lo hacían…
Fue solo un inocente beso, pero siempre recordaré ese beso….
Crecimos, crecimos rápido, ella siempre me llevaba diez o quince centímetros de altura, pero las cosas cambiaron en nuestras adolescencias, poquito a poquito la alcancé, la pasé y la dejé enana, empecé a hacerme hombre, ella empezó a hacerse mujer, y sin proponerlo nos enamoramos, como tontos, como locos, como Romeo y Julieta, un amor perfecto en un mundo imperfecto.
Y fue ella quien volvió a robarme un nuevo beso, pero esta vez no fue un beso inocente, esta ves fue un beso de amor…
Aun éramos adolescentes, fui su primer hombre, fue mi primera mujer, hicimos el amor, un amor puro, eterno, perfecto.
Me enamoré perdidamente de Solange, aunque no fuera la mas bonita ni mucho menos, no destacaba por su altura, ni por sus pechos, ni por su cola, era raro, pero lo perfecto que tenía y me enloquecía eran sus piernas, tenía las mejoras piernas que vi en mi vida, sus muslos en especial, coquetos, compactos, sobresalían a primera vista, y mis ojos se iban a ellos inevitablemente, después de hacer me pasaba horas acariciándolos, y ella me dejaba hacer, mientras enrulaba mis cabellos entre sus dedos.
Qué mujer!, era mi mujer, y solo eso me importaba, no había nada mas bello que dormir a su lado, cuando ella se recostaba en mi cuerpo, poniendo su cabeza en mi pecho, cruzando una pierna sobre mis piernas, sintiendo su calor contra mi piel, acariciando sus cabellos, acariciando su silueta.
Pero las cosas estaban demasiado bien para ser ciertas, empezaron los problemas con sus padres, en verdad con su padre, yo podía ser el mejor amigo de su hija, pero jamás su novio, es que ante sus ojos yo era poca cosa, Solange debía aspirar a un médico, o a un ingeniero, o un abogado, alguien importante, como solía decir, y claro, yo era solo un tipo con las manos rasgadas de tanto trabajar…
Y las cosas fueron de mal en peor, yo estaba obstinado con Solange, su padre obstinado en que la dejara, y ella se vio tironeada por ambos lados, y las rispideces subieron y la situación se hizo insostenible, Solange estaba entre la espada y la pared, o perdía el amor de su vida, o perdía su familia…
Y como dije, en algún punto el destino te marca, en lo peor de la situación me surgió una importante posibilidad laboral al sur del país, en un lugar inhóspito a una vida de distancia.
No podía renunciar, era mucho dinero, le rogué a Solange casi de rodillas que me acompañara, una nueva vida, nuestra vida, pero ella no quiso, o no pudo, no la juzgo, llorando a mares me dijo que no podía dejar su familia, que le pedía demasiado…
Hicimos un pacto, yo viajaría a buscar mi fortuna, a hacerme de un título, para ser un candidato potable para su padre, ella me esperaría, el tiempo que fuese necesario, nos juramos amor eterno.
En esa despedida entre paredes de un hotel todo fueron mezclas de sensaciones, hacerle el amor al amor de mi vida y al mismo tiempo una melancólica despedida…
Ella quiso dejar un recuerdo, algo que nos marcara, una pavada, había llevado unas cintas rojas, ató una a mi muleca, y yo una a la suya, ese sería nuestro símbolo, cada vez que miráramos esa cinta nos recordaría que un amor nos esperaba a la distancia…
Tomé el tren temprano, mi familia y Solange me despidieron en el andén y como en las películas románticas ella me acompañó corriendo a la par del tren, hasta el final del andén…
Pasaron cinco años, Solange y yo habíamos trazado planes, pero el destino tenía los suyos…
La distancia, la soledad, la angustia, el desarraigo…
Siempre nos escribíamos, pero poco a poco empezamos a comprender que nuestros planes se encaminaban al fracaso, lo que habíamos imaginado no se ajustaba a la realidad, y poco a poco, nos fuimos soltando las manos, a pesar que la seguía amando, a pesar de todo… y nunca nos engañamos, nunca…
Le conté sobre Roxana, una compañera de trabajo muy bonita, de pechos turgentes, que me revoloteaba insistentemente, le conté que estábamos bien, y ella en ese sitio era todo para mi, no la sorprendió enterarse que nos iríamos a vivir juntos, y ella fue feliz por mi felicidad.
También ella me contó que Matías Peralta Ramos, un cerebrito cuatro ojos del pueblo de había recibido de médico, y que su padre buscaba entablar un vínculo, y que a ella mucho no le gustaba, pero lo que había en ese momento.
Tiempo después le conté que Roxana, mi mujer, estaba embarazada, mientras ella me aseguró que estaba por formar familia con Mati, como lo llamaba, que se había acostumbrado a la idea, pero lo loco, lo loco de todo esto, es que, en secreto, nos seguíamos amando, a pesar de todo, a pesar de la distancia…
Y como una macabra mueca de la vida, lo que el destino había separado, imprevistamente, volvería a juntarnos…
Mamá estaba grande, y me avisó que sufría unos problemas cardíacos, estaba complicada, y me urgió volver a mi pueblo, a mi querida Villa Hortensia, porque sabía que tal vez, no volvería a verla con vida, y eso era algo que no me hubiera perdonado.
Roxana había dado a luz, el pequeño Roman, nuestro hijo, que estaba con algunas complicaciones propias de recién nacidos, nada grave, solo temas de cuidado, y mi mujer recuperándose del parto, así que ella se quedó con mis suegros, fue la mejor salida.
A todo esto, Solange estaba a punto de casarse con el doctor, ese viejo conocido…
Tomé un avión, tenía prisa por ver a mi madre y mi padre, hacía tiempo que no los veía, pero honestamente, la sola idea de volver a cruzarme con el amor de mi vida me hacía saltar el corazón del pecho, y recordaba cada instante, cada detalle, cada secreto vivido junto a ella.
Todo fue vertiginoso, a la mañana estaba en el aeródromo, al medio día almorzando en casa con mis padres, como en las viejas épocas, y por la noche, estábamos invitados al casamiento…
Pero que mierda, yo no quería esto, pero era una sorpresa, Solange le había insistido a mamá y por nada del mundo justificaría que el viejo amigo de la infancia estuviera ausente en esa noche especial, claro… había una parte de la historia que solo nosotros dos conocíamos…
Y ahí fui, perdido, tontamente perdido…
La iglesia estaba como la recordaba, no había cambiado demasiado, apenas habían cambiado el color de las paredes, Matías el cuatro ojos, estaba en el altar, en un impecable frac negro, junto a su madre, Elisa, entallada en un vestido propio para su edad.
También vi a la madre de Solange, y recordé a su padre, entre broncas, frustraciones e impotencias, él era culpable de que yo estuviera como invitado en lugar de estar como anfitrión, porque mi lugar estaba en el altar, no como uno más de lugar…
La marcha nupcial me trajo a la realidad, todos se pararon para ver a la novia, y yo estiré mi cuello todo lo que pude, me llené de emoción, ella apareció como un ángel, radiante, enfundada en un puro blanco de tules y transparencias, con un vestido que llegaba al piso y una cola discreta, con un tocado en sus cabellos recogidos, con un par de mechones enrulados cayendo por delante de sus orejas, regalando sonrisas a un lado y a otro, de la mano de su padre, quien parecía exhibir a su hija como una joya preciosa…
Cuando ella pasó a mi lado, bajé la vista, no quería ni podía arruinar su momento, y si la hubiera mirado fijamente a los ojos, no sé qué hubiera pasado, no sé qué hubiera hecho ella, no sé qué hubiera hecho yo…
Pasé toda la ceremonia lo mejor que pude, dieron el si, y todo llegó a su fin, salieron a la puerta del templo, y como se acostumbra todos empezamos a saludar a los novios, felicité a cuatro ojos, a su madre, y también a su padre, quien me dio un abrazo desentendiéndose de todo pasado.
Y al fin fue mi turno se saludarla, la tomé por los hombros, besé su mejilla, y le dije
-Te felicito, estás hermosa, que seas muy feliz…
Me respondió con una sonrisa, pero saben que sentí? que ella no tenía poder sobre si misma en esa momento, que parecía querer desmayarse en mis brazos, que nuestro amor estaba intacto…
Un extraño la sacó de mis brazos para felicitarla y todo siguió normalmente…
Después fuimos al salón, el lugar mas coqueto del pueblo, el primer piso del hotel céntrico, donde todo estaba preparado. Los novios habían ido a sacarse fotos, y nos quedamos esperando, aproveché a saludar a viejos conocidos, hacía años que no los veía, y a cada uno les conté mi historia, mi trabajo, mi esposa, mi hijo recién nacido…
Hasta que se apagaron las luces, volvió a sonar la marcha nupcial, y un reflector potente alumbró la entrada, Solange entre del brazo de su flamante marido, entonces se acercaron un par de amigas a ayudarla y descubrimos que tenía un doble vestido, la parte inferior estaba sobrepuesta, y al soltarla y retirarla, el vestido quedó pegado a su cuerpo, apenas pasando sus nalgas, dejando desnudos esos muslos de ensueño, ahhh!!! mierda… se me hizo una novia pornográfica, pero esas piernas preciosas me trajeron tantos recuerdos…
Pasaron un par de horas de fiesta, donde yo era solo parte del decorado y ella era la reina de la noche, en algún momento me sentí agobiado por todo lo que sucedía, así que me abrí paso lentamente y me dirigí a las escaleras, subí escalón por escalón los cinco pisos superiores hasta llegar a la azotea…
Solo necesitaba desconectarme un rato, lejos del ruido, del bullicio, de la música, de la fiesta…
Ahí arriba, en las alturas la historia contrastaba con lo que se vivía en el primer piso, el cielo parecía una foto retratada en la pared, donde la negrura de la noche se azulaba por las luces de la ciudad, donde las estrellas titilaban en su vida infinita, la luna se mostraba enorme en cuarto creciente a un costado iluminando la escena. El silencio era apenas cortado por los coches que circulaban abajo, y una brisa tibia me pegaba en el rostro y me despeinaba los rulos que tanto me costaba acomodar…
Y ahí estaba yo, solo en mi soledad, recapacitando, cuando de pronto ella me sorprendió, me llamó por mi nombre, giré y ahí estaba, con una botella de champagne en una de sus manos, espléndida, radiante, sonreí…
Se acercó y se puso a mi lado, juntos contemplamos el infinito sin decir palabra, entonces ella me apuró diciendo que obviamente no tenía mucho tiempo, pronto notarían su ausencia…
-Estás espléndida… - le dije pasando el revés de mi mano por su rostro.
-Vos también estás igual, o mejor dicho, estás más guapo…
Y entramos en un torbellino de recuerdos, de risas, de nostalgias, me confesó que al enterarse que yo estaría presente había decidido modificar el vestido, solo por mí, porque recordaba cómo me gustaban sus piernas, y eso fue muy halagador, realmente era un detalle precioso…
Miré su muñeca, al igual que yo aun tenía anudada la cinta roja, solo que ya estaba descolorida por el paso del tiempo, y ambos sonreímos cómplices, porque solo nosotros sabíamos que significaban…
Abrí la botella, el ruido del tapón quedó flotando en el silencio de la noche, no había copas, tomamos un sorbo del pico, improvisamos, como adolescentes, reímos tontamente…
Solange de improviso se estiró en puntas de pies y besó mis labios con los suyos, era la tercera vez que me sorprendía, como había sido de niños, como había sido de jóvenes, fue dulce, fue eterno, fue mágico, en un abrir y cerrar de ojos giró el tema de conversación, la llama estaba intacta, ella susurró casi tan débil como la brisa que pegaba en mi rostro…
-Hazme el amor…
Quedé como paralizado aun sin creer lo que escuchaba, ella lo notó y cambió el léxico, más directa, más punzante
-Cogeme, cógeme toda… quiero sentirte dentro…
La besé profundamente, con esos besos de deseo, de locura, de pasión, y la hice recular hasta la pared de un lateral, sin dejar de besarnos, tomé la iniciativa, solo la giré, hice que apoyara sus manos es los ladrillos, la hice sacar cola, levanté su ajustado vestido hasta la cintura, sus pequeños y formados glúteos quedaron expuestos a mis ojos, apenas cubiertos por una diminuta tanga que se perdía entre los cachetes, acaricié su entrepierna mientras soltaba mi pene, mientras olía su perfume y me enredaba en nuestro amor…
Solo aparté su ropa interior, y en segundos fuimos uno, me sexo en su sexo, completo, íntegro, empecé a moverme en su interior, empujando con fuerza, en cada embate le arrancaba un suspiro profundo, y cada vez mas fuerte, hasta hacerla parar en puntas de pies…
Solange se fue entregando, perdiendo cordura, pronto su rostro quedó de lado contra la pared, los suspiros crecieron para transformarse en gemidos, los gemidos crecieron para transformarse en gritos… rítmicos, calientes, estridentes…
El fuego de la pasión nos consumía, era asegurar que ella era el amor de mi vida, siempre lo fue, siempre lo sería…
Volvía girarla, ahora frente a frente, la tome con mis brazos por sus perfectos muslos y puse una de sus piernas a cada lado, ella me sostuvo por mi cuello, rodeándome y con la otra tomó pene entre sus dedos para conducirlo a su cueva, la dejé caer suavemente, lo suficiente para sentirme todo dentro, su espalda quedó recostada en la pared y nuevamente empecé a arrancarle suspiros…
Ella me abrazaba con pasión, me rodeaba con sus piernas y con sus brazos, hacíamos equilibrio en el aire, su rostro en penumbras me dejaba ver sus ojos cerrados, su boca semiabierta jadeando en placer, me iba a venir, no podía evitarlo, Solange lo notó, incrementó inconscientemente la fuerza de sus quejidos, como reflejo de placer, y en el momento justo en que empezaba a llenar su sexo con mis jugos, ella me besó apasionadamente, apretando con tal fuerza sus labios con los míos que hasta sentí lastimarme, cruzamos nuestras lenguas, gemimos en uno, era el final…
Bajé lentamente a esa preciosa mujer, me temblaban las piernas, ella estaba inconexa, lentamente recuperamos la cordura, acomodé mi slip y mi pantalón, la camisa, ajusté el cinto mientras ella hacía lo propio con su tanga y su vestido, se acomodó el cabello con las manos y dijo
-Dios mio… tengo que volver, seguramente ya notarán mi ausencia… que locura…
Pero la retuve del brazo cuando me dio la espalda, tenía que jugar mi última carta, hice que me mirara a los ojos y le supliqué
-Te amo Solange, te amo como nunca amé a nadie, huyamos juntos, desaparezcamos de la tierra, empecemos de nuevo, en cualquier lugar, solo vos, solo yo, te lo juro que hablo en serio…
Ella miró al suelo y respondió
-Estás loco? realmente estás loco? porque no piensas un poco… te das cuenta que aun no consumo mi matrimonio y ya le he sido infiel? No puedo dejar todo ahora, y mis padres? Que hago con mis padres…
Intenté hablar pero ella no me dejó
-Y vos? que hay de tu esposa? solo la vas a dejar? Y tenes un hijo que te necesita… no te importa? solo le darás la espalda?
Ella tenía razón, era una locura, no lo hicimos antes, cuando podíamos hacerlo, no lo haríamos ahora, tuve que resignarme, tuve que aceptarlo…
Solo bajé la mirada y me encogí de hombros, al menos lo había intentado…
Solange volvió a la fiesta, yo lo hice minutos después… y el mundo siguió rodando…
Poco después emprendí el viaje para reencontrarme con Roxana, mi esposa y disfrutar de mi pequeño hijo.
Pasó el tiempo, casi no tengo contacto con Solange, su matrimonio con cuatro ojos no duró mucho, actualmente vive en Australia, cosas del destino…
Y esa es mi historia, la historia del amor de mi vida…
Si eres mayor de edad puedes escribirme a con título ’EL AMOR DE MI VIDA’ a dulces.placeres@live.com
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