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La amiga de mi hermana - Capítulo 1

El capítulo de Last of Us había quedado muy emocionante y estaba deseando ver el siguiente. Miré la hora en el móvil y vi que eran las 1 de la noche. Mañana debía de despertarme temprano, que había quedado con los colegas para jugar un partidillo de fútbol, pero al menos un capítulo más me daba tiempo a ver antes de irme a dormir.


Me levanté para ir al aseo y cuando iba en dirección a la cocina me pareció escuchar algo en la puerta de la casa. Demasiado temprano para que fuera mi hermana volviendo de fiesta y mis padres ni siquiera estaban en el país. Me acerqué con cuidado a la puerta y cada vez oía más claramente el ruido de unas llaves traqueteando con la cerradura.


Me asomé a la mirilla y puede ver un bulto con el pelo negro que reconocí enseguida como mi hermana y un montón de pelo rubio muy cerca de la mirilla, por la posición se diría que tenía la cabeza apoyada en la puerta.


Quité rápidamente el pestillo de la puerta y abrí la puerta de golpe. Efectivamente, la chica rubia estaba apoyada en la puerta y casi se cae de bruces al perder su apoyo de una manera tan repentina. Tras tambalearse hacia delante, tuvo que recuperar el equilibrio apoyándose en mí, cosa que me clavó el manojo de llaves que tenía en la mano en mi hombro.

- Buenas noches, Sandra. ¿Qué hacéis aquí tan temprano? - Dije con un pequeño tono irónico.
- Buenas. David. - Me respondió entornando los ojos como intentando enfocar su vista y añadiendo mi nombre después de una pequeña pausa en lo que tardó en reconocerme.



La chica rubia que me devolvía la mirada en la puerta de mi casa era la mejor amiga de mi hermana. Se conocían desde que eran pequeñas, aunque ahora ya habían madurado a ojos vistas. Sandra llevaba un top rosa con un gran canalillo que dejaba poco de sus grandes tetas a la imaginación y una minifalda negra que tapaba hasta menos piel que el top. Me gustaría poder decir que llevaba más ropa, pero por cómo se le marcaban los pezones estaba seguro de que no llevaba sujetador.


- Ayúdame con tu hermana, anda guapo. Está que no se mantiene en pie.



Se fue hacia mi hermana y se agachó para levantarla del suelo. La minifalda hizo un intento heroico por intentar cumplir su función y tapar todo lo que tenía que tapar, pero si no vi más allá de un poco de sus nalgas no fue por ella, sino por la poca luz que había en el porche.


Me agaché a su lado y cogí a mi hermana por el brazo y me lo eché sobre mi hombro, tras esto, le pasé un brazo por su espalda y otro bajo sus piernas para levantarla en peso. Por suerte, mi hermana pesaba poco y se mantenía en muy buena forma, gracias, sobre todo, al gimnasio y a lo mucho que le gustaba bailar. A Lucia, mi hermana, y a Sandra les encantaba salir de fiesta e ir bailar a las discotecas, pero nunca la había visto que volviera tan temprano ni en semejante estado. La camisa blanca que llevaba tenía algunas manchas que, por el olor que desprendía, sin duda era alcohol y vómito. Sus pantalones de cuero negro no estaban en mejor estado, manchados por todos lados, sin duda no sólo se había caído en el porche.


Abre la puerta de su habitación. - Le dije a Sandra mientras me metía en la casa con ella.



Cruzamos el pasillo a oscuras. Sandra se conocía mi casa casi tan bien como yo mismo. Al entrar en su habitación Sandra encendió las luces y yo dejé a mi hermana en la silla de su escritorio manteniéndola sujeta para que no se cayera al suelo.

- No voy a meter a mi hermana en la cama con la ropa así. - Dije tras la pequeña mirada de confusión que me echó Sandra. 
- Sí, sí, cierto. - Respondió arrastrando un poquito las palabras.



Sandra se fue hacia el armario y enseguida sacó un camisón de mi hermana. Como ya he dicho, se conocía esta casa mejor que yo. Se acercó hacia mí y, tras dar dos pasos, se paró en seco llevándose la mano libre a la boca. Me tendió el camisón y me dijo:


- Puedes tú...


Dejó la frase a mitad cuando le llegó una pequeña arcada, enseguida me lanzó el camisón y salió corriendo en dirección al baño.


- Anda que venís las dos finas. - dije para mí mientras dejaba el camisón en el escritorio.



Empecé a desabrochar la camisa de mi hermana mientras intentaba que no se cayera al suelo de la silla y al abrirle la camisa me quedé de piedra. Mi hermana, al igual que su amiga, iba sin sujetador. Allí, delante mía, había dos tetas perfectas, ni muy grandes ni muy chicas, perfectas para que te cupieran en la mano. Desafiando a la gravedad y coronadas por dos pequeños pezones rosados.


Nunca había visto a mi hermana desnuda, en la playa no era de hacer topless y lo más que había llegado era a verla en ropa interior por accidente, alguna vez en la casa. Ésta era la primera vez que veía las tetas de mi hermana.


El ruido de Sandra vomitando en el cuarto de baño me sacó de mi estupor. Le terminé de quitar la camisa y la tiré al suelo, más tarde la echaría a lavar. Levanté a mi hermana de la silla para desabrocharle el pantalón de cuero. Me costó bastante más de lo que me gustaría admitir, quitarme de la cabeza los pensamientos que me generaban tener las tetas de mi hermana apoyadas contra mi hombro mientras luchaba por quitarle el pantalón.


Al desabrochar el pantalón y bajarle la cremallera vi que asomaba la tela de un tanga negro. No me enorgullece decir que me decepcioné un poco con que llevara ropa interior, pero bueno, tampoco era ése el momento ni el lugar para ver a mi hermana desnuda, y más como estaba. Empecé a luchar con su pantalón, que estaba increíblemente ajustado, y cuando conseguí bajárselo hasta los muslos, la tendí en su cama con las piernas fuera de ésta.


Le levanté las piernas, poniéndolas sobre uno de mis hombros, y empecé de nuevo a tirar del pantalón hasta que terminó por debajo de sus rodillas. Se tenía que poner polvos de talco o algo para poder embutirse en algo tan ajustado porque aquello no era normal. Una vez tan abajo, pude terminar de quitárselos sin mucho esfuerzo. Al darme la vuelta para coger el camisón, me encontré a Sandra apoyada en el marco de la puerta y con una sonrisa pintada en la cara.

- Por mí no te cortes, ni que fuera tu hermana o algo. 
-Calla y échame una mano.
 
Sandra cogió el camisón y se acercó a la cama. Incorporé a mi hermana poniéndome tras ella y levantándole los brazos para facilitarle a Sandra que se lo pusiera. Tras vestir a mi hermana, la metimos en la cama y la dejamos allí para que durmiera tranquila. Por la mañana tendría que lidiar con una resaca bastante gorda.
 -¿Tienes cerveza en la nevera? - me preguntó Sandra conforme salió de la habitación de mi hermana. 
-Sí, tengo un par. Steinburg. ¿No has tenido suficiente ya esta noche? 
-¿Eres mi padre ahora? Sólo son las 1. Prefiero quedarme un rato, si no te importa. Si vuelvo a mi casa a esta hora voy a tener que aguantar la sinfonía de gemidos de mi madrastra. 
-Bueno, venga, así me cuentas qué le ha pasado a mi hermana.



Pasé del tema de su madrastra porque todo el mundo en el barrio sabía que sus padres se habían divorciado, ya que su padre le había puesto los cuernos a su madre con una chiquilla que apenas le sacaba 5 años a Sandra. No tardó ni un mes en mudarse la chica a su casa. Sandra no la aguantaba y, por eso, pasaba todo el tiempo que podía fuera de casa.



Cuando llegamos a la cocina, Sandra abrió la nevera para coger ella misma la cerveza. Al agacharse pude ver que la minifalda se le había subido un poco y pude verle bien casi todo el culo y pude apreciar el inicio de su coño entre sus dos piernas. No sé si no se dio cuenta o lo hizo a propósito para calentarme.



Ésta no era la primera vez que me había intentado calentar, le gustaba jugar conmigo dándome abrazos sospechosamente largos mientras me clavaba sus tetas en el pecho, dándome besos demasiado cerca de la comisura de mi boca, apoyando su culo en mi paquete cuando coincidíamos en alguna discoteca. Incluso más de una vez la había visto desnuda por algún “descuido” como el de ahora, o que se le cayera la toalla al salir del baño cuando se duchaba aquí.



Hace dos años en la piscina de mi casa, ella estaba acostada en una tumbona y me pidió si le podía poner protector solar mientras mi hermana estaba nadando tranquilamente. Conforme empecé a pasar mis manos por su espalda comenzó a gemir bajito, lo suficiente para que mi hermana, con el chapoteo en la piscina, no la escuchara.



Al poco de estar así, mi hermana salió de la piscina, se secó un poco con una toalla mientras nos decía algo y se metió dentro de la casa. La verdad es que estaba tan embobado mirando el culo de Sandra que ni me enteré de lo que nos dijo.



Cuando mi hermana se fue, los gemidos de Sandra fueron subiendo de volumen. Yo ya estaba calentísimo viendo ese culazo entangado sacudiéndose de lado a lado al ritmo de sus gemidos y cómo se aplastaban sus tetas haciendo que salieran un poco hacia los lados. Poco a poco, mis manos iban ganando más terreno, acercándose más a ese culo y al inicio de sus tetas, hasta que al llegar con una a la cadera arrastrando un poco el hilo de su bañador, Sandra dejó de gemir de golpe. Me apartó la mano con un movimiento rápido, pero para nada brusco. Se ató de nuevo el sujetador del bikini y se levantó. “Muchas gracias” me dijo con una media sonrisa pícara en la cara y se fue hacia la piscina donde se tiró con un grácil clavado, dejándome allí solo y con una erección.



Desde ese momento supe que si algo pasaba entre nosotros sería porque ella quería, no volvería a intentar forzar su juego llevándolo más allá.



Sandra se irguió cerrando la nevera y dejándome sin aquella magnífica vista. Me pasó una lata de cerveza y abrió la suya, dándole un largo trago. Nos sentamos en los taburetes que había en la isla de la cocina, ella en el lado más corto, yo en el largo y apenas separados por la esquina. Mis ojos se fueron inmediatamente a sus piernas, esperaba tener algo de suerte y ver algo más, pero se había sentado con las piernas bien juntas y una mano en su regazo manteniendo en su lugar la minifalda. Con un poco de decepción le pregunté:


- Bueno, ¿qué es lo que ha pasado? 
- Pues estábamos en la Blue bailando, bebiendo, como casi siempre. Entonces tu hermana quiso ir al baño y no veas la cola que había. Parecía que todas en la discoteca se habían coordinado para ir a la vez. Así que nos fuimos para afuera, no es la primera vez que nos íbamos a mear al callejón que ahí detrás. Pero conforme llegamos al callejón, vimos una pareja liándose contra la pared. Por los movimientos de su mano hasta le había sacado la polla y le estaba haciendo una paja. Entonces la chica se arrodilló y empezó a comérsela allí mismo. 
- Se podrían haber ido a un motel o al coche. - dije mientras Sandra le pegaba un trago a la cerveza. 
- Eso mismo iba a decir yo, pero no se habían dado cuenta de que estábamos ahí. Tiré de tu hermana para irnos de ahí, pero tu hermana se había quedado congelada. No apartaba los ojos de la pareja. Entonces fue cuando me di cuenta de lo que estaba viendo tu hermana. El tío era Joaquín. 
- ¿Su novio? 
- Ajam. Exacto. 
- ¡Qué hijo de puta! 
- Entonces, tu hermana se volvió para la discoteca y empezó a beber como no la he visto beber nunca. Intenté pararla un poco, pero estaba ida. Al menos pude evitar que un par de moscones le hicieran algo. Ya sabes como sois los tíos en cuanto veis en una discoteca a una tía muy borracha. 
- Ya, bueno. No todos somos así tampoco 
- ¿Tú no eres así, de verdad? No me lo ha parecido por cómo te he visto mirar antes a tu hermana.



Esa última frase me pilló dándole un trago a la cerveza y casi me atraganto con ella. Me quedé mirando a Sandra sin saber bien qué decir.



- Tampoco pasa nada por eso, David. Con el cuerpo que tiene tu hermana, raro me parecería que no la miraras, ni aunque sea un momento. Y, ¿sabes una cosa? Tu hermana me ha contado que en alguna ocasión te ha visto desnudo.



Sandra puso una mano en mi pierna, justo por encima de la rodilla. Se inclinó hacia mí, todo lo que la isla de la cocina le dejó, hasta apoyar sus grandes tetas sobre esta. No pude evitar que la vista se me fuera hacia ese increíble escote que tenía delante de mí. Sandra, que evidentemente no se le escapó mi mirada, sonrió.



- Dice que no estás nada mal equipado.



Su mano comenzó a subir por mi muslo y cuando estaba a punto de llegar a mi paquete, se detuvo. Sandra se levantó del taburete y vino hacia mí. Sin la isla entre nosotros, volvió a colocar su mano derecha en mi pierna, mientras que con la otra mano tiraba hacia abajo de su top, haciendo aún más pronunciado su escote.


- ¿Me dejarías verla a mi también? - Me preguntó con una voz más suave de lo normal para su tono y mordiéndose el labio. 
- Para ya, anda. Deja de jugar conmigo.



Puse mi mano encima de la que tenía en mi muslo, pero sin hacer ningún tipo de presión o amago de quitarle su mano de ahí. No quería entrar en su juego, pero quería ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar.



- No estoy jugando a nada, desde que me contó eso tu hermana, tengo curiosidad por saber qué guardas ahí abajo. A tu hermana la dejaste bastante impresionada.



A estas alturas, mi cabeza empezó a llenarse con preguntas. ¿Mi hermana me había visto desnudo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué se lo había contado a Sandra? ¿Qué le habría contado a Sandra? ¿Impresionada? Sin darme cuenta, la mano de Sandra seguía ascendiendo lentamente y ella se acercó, aún más, hacia mí y me susurró al oído:


- Enséñamela y esta noche no será tu hermana la única chica a la que veas desnuda. 


El final de su frase llegó a la vez que su mano acariciando mi polla por encima del pijama. En ese momento, mi cabeza dejó de funcionar y empezó a actuar el instinto. Si quería guerra, la iba a tener.



Cuando estaba retirando su boca de mi oído, me eché hacia delante hasta estampar mis labios sobre los suyos. Ella me correspondió el beso y enseguida me dejó claro que no pretendía jugar conmigo y dejarme con una calentada. Fue un beso salvaje, húmedo, guarro. Ni con mi anterior novia había tenido un beso así nunca. Nuestras lenguas se entrelazaban danzando entre nuestras bocas. Nos mordíamos los labios y hasta las lenguas si no eran rápidas al salir de la boca del otro.



Llevé las manos a su culo, metiéndolas bajo la falda, y agarré sus nalgas, amasándolas. La punta de mis dedos llegaban hasta su coño y pude notar lo húmeda que ya estaba. Ella no se quedaba atrás y metió las manos por dentro de mi pijama. Con una tocándome el pecho y la otra internándose por el pantalón para agarrarse a mi dura polla. Comenzó a hacerme una paja.


Nos separamos de ese largo beso y ella sé bajó el top liberando sus increíbles tetas y dejándoselo en la cintura, como si fuera un cinturón rosa. Yo, por mi parte, me quité el pantalón del pijama, dejando libre mi enhiesta polla. No es que tuviera la polla de un actor porno, pero estoy bastante orgulloso de mis 17 cm. Además era un poquito gordita y la cabeza se arqueaba hacia arriba.
 
Sandra se agachó delante de mí y, con una mano sujetándola desde la base, se metió el capullo en la boca. Mientras succionaba ligeramente sentía como su lengua me envolvía el glande en movimientos circulares. Así siguió un rato hasta que comenzó a hacer vaivenes de cabeza tragándose más de mi polla cada vez.



Yo estaba en la gloria, nunca me habían hecho una mamada con tanta maestría, desde luego Sandra era una experta en esa materia. Al poco sentí que mi polla dejaba su boca y era rodeada por sus inmensas tetas.



Tienes una buena polla, David. Si lo llego a saber te habría dejado meterme mano antes. - Me dijo con una mirada cargada de lujuria increíble antes de volver a chuparme la punta del capullo que sobresalía entre sus tetas.



Cogí un pezón con dos dedos, apretando fuerte y tirando de él. Esto hacía que la cubana no fuera tan buena, pero no podía aguantar las ganas de magrear esas tetas teniéndolas delante. La obligué a levantarse, cogiéndola por las axilas, y le volví a estampar mis labios en su boca en un beso tan húmedo que nuestra saliva caía por nuestras barbillas hasta sus tetas, donde mis manos la esparcían por toda su superficie.



Ella, por su parte, no se quedó quieta y me volvió a sujetar la polla meneándomela arriba y abajo.


-Dios, no sabía que eras tan guarra. - Le dije, en un momento que nos separamos para tomar aire. 
-¿Te gusta? ¿Te gusta que sea una guarra, una putita? Aún no has visto nada.



Me dijo con una mirada que decía aún más que sus palabras. Una mirada que me recordaba las veces que veía en un documental a un depredador acechando a su presa. Como única contestación, la levanté en peso y la senté encima de la isla de la cocina. Con un gesto firme la empujé hacia atrás hasta que se quedó apoyada en sus codos y con el culo en el borde.


Comencé a chuparle los pezones alternadamente mientras amasaba sus tetas con las dos manos. Poco a poco, fui bajando por su estómago, que mantenía plano gracias al baile y el ejercicio, dejando un rastro de saliva por donde pasaba mi lengua. A veces le daba ligeros mordiscos aquí y allá hasta que llegué a su pubis, el cual lo tenía completamente depilado.



Sandra estaba intentando aguantarse y no gemir muy fuerte hasta que llegué a su coño. Le di un lametazo de abajo a arriba y ahí ya no pudo contenerse más. La cocina se llenó con una mezcla de sonidos entre sus gemidos y el sonido de mi lengua chapoteando en su coño.



Con una mano, aún en sus tetas, bajé la otra para dedicarme, con el pulgar, a acariciar su clítoris mientras con la lengua buscaba su orificio. Enseguida empecé a notar ese sabor un poco más dulce de sus fluidos. Podía notar en mi mano y mi lengua como se estremecía.



- Sigue. Sigue – Me dijo, entre gemidos, mientras con una mano me agarraba del pelo y me empujaba más hacia ella.



Atrapé su hinchado clítoris entre mis labios, succionándolo y lamiéndolo mientras le iba metiendo dos dedos dentro de ella. Con lo mojada que estaba, los dedos entraron suavemente. Seguí chupando y masturbándola hasta que se corrió entre alaridos y espasmos.


Me levanté, sacando mis dedos de dentro de ella y secándome la boca. Sandra se incorporó, aún jadeando, y me dio un beso, más ligero que los anteriores. Sentí una humedad en mi polla y, mirando hacia abajo, vi como esta reposaba sobre su coño. Me la sujeté desde la base y comencé a deslizarla entre sus labios. La humedad de la corrida anterior era un excelente lubricante. Cuando llegaba a su clítoris le daba ligeros azotes con la punta de mi polla que la hacían saltar y estremecerse.



Cuando estaba ya alineando mi polla con su orificio para metérsela, escuchamos un fuerte golpe en algún lugar de la casa. Sandra dio un bote, tapándose las tetas con los brazos instintivamente y cerrando las piernas.


- ¿Qué ha... - Empezó a preguntar Sandra. 
- Shhh... - le chisté, llevándome un dedo a la boca, haciéndole un gesto para que se quedara callada.



Rápidamente, me puse el pantalón del pijama y salí al pasillo. Vi qué salía luz de debajo de la puerta de la habitación de mi hermana. Dando dos golpes abrí un poco la puerta.



- Lucía, ¿estás bien? ¿Puedo entrar?



Un ligero balbuceo salió por la rendija de la puerta. La abrí bien y me encontré a mi hermana sentada en el suelo con la espalda apoyada en la cama. Supuse en ese momento, que se habría caído al suelo al intentar levantarse tras haberse despertado. Me agaché a su lado para cogerla y ayudarla a levantarse.


- Venga, te ayudo a subir a la cama. 
- Necesito... Baño... - me dijo balbuceando. 
- Vale.



Poniendo un brazo sobre mis hombros, la llevé hacia el baño. No sabía bien qué hacer ni lo que ella necesitaba. Cuando iba a gritarle a Sandra si podía venir a echarme una mano, vi que a mi hermana le vino una arcada. La incliné sobre la bañera, sujetándola con una mano por la cintura y la otra recogiéndole el pelo mientras vomitaba. Sobra decir que con todo ese espectáculo, a mí ya se me había bajado la erección por completo.


Cuando terminó de vomitar, le limpié la boca con un poco de papel del váter y la volví a llevar a la cama. No había terminado de taparla cuando ya se había quedado dormida. 
Volví a la cocina y me la encontré vacía. No estaba Sandra ni su ropa. Lo único que atestiguaba que ella había estado allí era el charco de fluidos de su corrida sobre la encimera de la isla y el suelo de la cocina. La busqué por el salón, pero tampoco estaba allí. En ese momento podría haberme cabreado con ella, pero la verdad es que se me había bajado por completo el calentón y preferí dejarlo así.



Sin darle muchas más vueltas, limpié la cocina y el baño, le dejé a mi hermana un vaso de agua en la mesilla, ya que al día siguiente se levantaría con un mal sabor de boca, y me fui a mi habitación. Miré el móvil para ver la hora, casi las 2, ya era demasiado tarde como para ponerse a ver otro capítulo de Last of Us. En ese momento el móvil vibró y me saltó una notificación del WhatsApp, de Sandra, en la que ponía: “Lo siento”



Abrí la conversación y enseguida me llegó otro mensaje: “No quería que tu hermana nos pillara así, te lo compensaré otro día” y el emoji del diablo y la cara sacando la lengua.




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