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La china - 4 de 6 - resubido

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Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos

LA CHINA
CAPITULO 4
PROBLEMAS GREMIALES



La puerta se cerró, y Carlos empezó a monologar, el quería hablar conmigo y yo solo respondía con monosílabos, mi cabeza estaba en otro sitio, tratando de recordar donde diablos estaba mi tanga, no habría vuelta atrás si ella la encontraba, y para colmo de males sentía que mi concha desnuda no paraba de expulsar leche, sentía mi intimidad toda húmeda y mi conciencia sucia me hacía imaginar un escenario catastrófico…
Las palabras del encargado empezaban a hastiarme, Carlos era de esos tipos bonachones que le encantaba hablar, de esos que te cuentas sus historias una y mil veces y que no le importa que nadie los escuche, yo quería limpiar mi conchita, ir al baño, ponerme presentable, acomodar mis ropas, pero el parecía anclado al costado de mi escritorio, así que solo me resignaba a ver las agujas del reloj de pared, tratando de escuchar algo de lo que sucedía al otro lado, por encima del bullicio atolondrado de Carlos.

Al fin se abrió la puerta que separaba ambas oficinas, Valeria salió con sus aires de diva y apenas si me saludó al pasar, se fue meneando como de costumbre su culo perfecto, secundada por Carlos, que oficiaba de alcahuete de turno cada vez que era necesario. Tenía las manos transpiradas, Claudio me miraba desde el marco de la puerta que separaba ambas oficinas, con una sonrisa morbosa muy marcada, lo que me tranquilizó, evidentemente nada había pasado…
El caminó hacia la planta baja, hacia el taller, y al pasar a mi lado me tiró la tanga en la cara, y riéndose me dijo

- Chinita, chinita, no seas tan puta… deberías tener mas cuidado donde dejas tus cosas…

Así eran los días con mi jefe, mezclar trabajo con placer, si las paredes de esa oficina hubieran hablado…

Mi vida se encarrilaba poco a poco, ya me había adaptado a vivir nuevamente con papá y mamá, Jorge, mi ex, ya era solo un recuerdo de un amargo pasado que no hubiera querido vivir, estaba bien como estaba, no quería nuevos amoríos, no quería compromisos, mi rol de puta con mi jefe era muy bueno, si, ciertamente yo vivía a espaldas de su mujer, siendo apenas una parte pequeña en la vida de Claudio, también era cierto que toda nuestra sexualidad se reducía a esas oficinas, y era cierto que no podía aventurarme a imaginar mucho más, era consiente que las cosas así eran y así se mantendrían…
El me cogía a su manera, cuando, como y donde quería, yo era quien le sacaba las ganas, la reina de sus fantasías, y era quien ejecutaba sus perversas locuras, porque admiraba en él la astucia para sorprenderme, como ese día de los obsequios, como ese día en que me depiló por completo, porque yo solo me excitaba con sus órdenes, hubiera hecho cualquier cosa que ese hombre me hubiera ordenado, como la tarde en que me crucé con la señorita Micaela Astudillo.

Estaba totalmente sometida a los juegos de mi jefe, me excitaban sus juegos, me tenían siempre caliente, pero nunca imaginé que llegaría a hacer lo que hice…
Esa mañana el tenía una cita de trabajo con una representante gremial, había algunos problemas en el taller con los empleados, supuestos incumplimientos de parte de Claudio y todo había desencadenado en una charla conciliadora con una representante gremial.
Yo misma, bajo su pedido, había hablado por teléfono con Micaela Astudillo, incluso había intercambiado con ella varios correos electrónicos, pero jamás sospeché que solo se trataba de otra espectacular puesta en escena de mi jefe…

Ella llegó muy puntual, demasiado, incluso antes que Claudio, por lo que me vi obligada a entretenerla café mediante, Micaela era una mujer de unos cincuenta años, al menos esa impresión me dio por las arrugas de su rostro, delgada, alta, muy alta para ser mujer, de cabello negro azabache teñido, brilloso, lacio a media espalda, su rostro me llamaba la atención, una cara cuadrada, de rasgos duros, donde se adivinaban varias operaciones, inclusos labios saltones seguramente inflamados con Botox, profundo maquillaje disimulaba un poco el paso de los años, honestamente, dadas sus facciones y su altura, pensé que en verdad era un travesti.
Lucía una camisa blanca con flores bordadas en hilos dorados, y un trajecito muy de moda, de chaqueta y pantalón recto en rojo furioso, además zapatos cerrados en negro mate, con altos tacos que en verdad no le hacía falta usar.

Charlamos un poco, su voz ronca acentuó mis sospechas sobre su sexualidad, ella había dejado la carpeta y su cartera de mano sobre el escritorio, se había cruzado de piernas y tomaba el café saboreando cada trago. Solamente en esos minutos, que intercambiamos palabras, hablamos tonteras, eso me sorprendió un poco, normalmente, una representante sindical hubiera tratado de sacarme información para usar en beneficio propio.
Claudio llegó media hora después y se excusó por temas de tránsito, saludaron con mucho respeto, como señor Monardes y señorita Astudillo, y se dirigieron hacia la otra oficina, cerrando la puerta tras sus pasos.
En minutos me había desentendido del tema y me encaminé en mis actividades diarias.

En poco tiempo la voz de mi jefe me llamaba por el intercomunicador, al entrar, mi él estaba parado cerca de la puerta, Micaela sentada en una de las sillas, noté que se había sacado su trajecito, solo estaba con su pantalón rojo furioso y su camisa blanca, por la cual se marcaban llamativamente sus pezones, seguramente excitados por el frío extremo del acondicionador de aire.
Estaba cruzada de piernas en una forma muy femenina, Claudio, a mis espaldas cerró la puerta y lo sentí echar llave, empezó a acariciarme el pelo sutilmente y le dijo a la mujer que escuchaba con suma atención.
- Creo que ya se conocen, la señorita Astudillo, o Micaela para nosotros, y Ana, aunque nosotros le decimos ‘la china’, es de quien te hablé, ya lo veras… es muy obediente y hará todo lo que yo quiera que haga…

No supe como era la historia, pero era evidente que no había una entrevista sindical, ni nada por el estilo, era el inicio de otra de las locuras de mi jefe, solo que yo no era un robot, no era su juguete, como todas necesitaba ponerme en clima y mi cabeza estaba en otro lado, así que protesté

- Pará Claudio… de que trata esto? yo no voy a hacer siempre lo que vos quieras que haga…

El marcó una sonrisa macabra en sus labios, y mirándola a ella, e ignorándome a mí, le dijo

- No te preocupes, siempre es así, pero ya verás… dale tiempo…

Y me dio un leve empujón hacia su lado, como para que me acercara a Micaela, pero yo me detuve como estaca al piso apenas terminó el impulso que me había dado, estaba molesta, empacada como mula, no quería que fueran así las cosas…
Micaela empezó a soltar uno a uno los botones de su camisa para desnudar su torso, luego se quitó el sostén dejando ante mis ojos unos pechos pequeños y planos, con pezones oscuros y saltones, me miró fijamente y me dijo

- Vení chinita, quiero que me des placer…

Qué mierda, estaba molesta, cual era el juego? Claudio volvió a darme otro empujón y dijo

- Vamos… quiero ver como le chupas las tetas…

Qué? resulta que ahora tendría sexo con otra mujer? esto era demasiado, le dije que no, que no y que no…
Fue cuando mi jefe soltó nuevamente el nudo de su corbata, vino a mi lado y lo pasó por mi cabeza, como si fuera una lazo, como si yo fuera un animal, lo dejé hacer, es que eso era muy fuerte, eso rompía mis defensas, me dejé arrastrar, el tenía un poder fuerte sobre mí, sobre mi voluntad, me llevó cerca de Micaela, me arrodillé entre sus piernas, sentí su respiración cerca de la mía, sabía lo que sucedería, solo cerré los ojos…
Los labios de esa mujer se pegaron a los míos, lentamente, fue raro, eran suaves, fue dulce, una vez, otra vez, de pronto su lengua invadió mi boca, me sentía a la defensiva, ella pareció explorar mis reacciones y conforme yo iba cediendo ella iba avanzando…

Sin darme cuenta los tímidos besos habían pasado a ser besos calientes, profundos, húmedos, sentí mojarme, sentí mis pezones duros, sentí latir mi clítoris, ella estaba cómodamente sentada, con sus piernas abiertas, y yo arrodillada entre ellas, mientras el era espectador de lujo en todo el juego…

Un leve tirón de la corbata me trajo a la realidad, Claudio quería que bajara un poco, quería que le chupara las tetas, era claro que la idea era que yo le diera placer a ella, humillarme, haciéndome sentir una lesbiana y ella parecía disfrutar del juego…
Bajé un poco, sus tetas eran flácidas, caídas, pequeñas, los husos de las costillas se le marcaban llamativamente, pasé mi lengua, por un lado, por otro, sus pezones saltaban como dos piedras, los llené de saliva, los mordí dulcemente, ella empezó a perderse, reclinó su cabeza para solo disfrutar acariciando mis cabellos, y yo solo trataba se hacer mi trabajo lo mejor posible.

Micaela me apartó, hizo espacio, se incorporó y se sacó los pantalones, sus piernas eran largas y flacas, un culote beige quedó ante mis ojos, solo se lo sacó quedándose completamente desnuda, fue aun costado a acomodar sus prendas, en esos segundos, aun arrodillada en el piso contemplé su huesuda figura, ella volvió al sillón, solo que ahora se había acomodado con sus piernas bien abiertas y me dijo

- Vení... chúpame la conchita…
- Estás loca… - le dije – yo no voy a chuparte la concha…
- No te preocupes – terció Claudio – es una perra fiel, a veces se queja, pero te complacerá… solo tira de la soga…
Micaela tomó la corbata anudada a mi cuello y tiró, solo tiró, y mi resistencia solo lograba que el nudo se ajustara más y más a mi cuello, lentamente me llevó a su lado, mis ojos se centraron en su sexo, tenía un tajo enorme entre las piernas, una concha depilada por completo, saltona, llamativa, recordé que había dudado si realmente era mujer…


La china - 4 de 6 - resubido


Solo sabía que había un culpable en todo esto, se llamaba Claudio, si no hubiera sido por el nada de esto sería posible, y asumí que era cierto, nada de lo que hacia lo hubiera hecho si no fuera por él, por sus locos juegos, por su locura, y si lo excitaba la idea de verme sometida bajo el sexo de otra mujer, pues entonces le daría la mejor de las respuestas.

Fui de lleno a ella, sin importarme nada, solo empecé a lamerle la concha de la mejor manera posible, aprendiendo como hacerlo, yendo por sus labios, por sus jugos, por su esfínter, por su pubis, jugando con mi lengua por toda su enorme concha, Micaela disfrutaba de mi sexo oral, Claudio del juego lésbico y yo, yo solo miraba de reojo a mi jefe y veía el placer en sus ojos, y su placer era mi placer…
Estaba concentrada chupándole la concha a la señora Astudillo cuando sentí las manos de Claudio en mis nalgas, el solo hizo que me acomodara mejor, levantó mi pollera, corrió mi tanga y me la metió por completo, empezó a cogerme como animal, mientras me empujaba la cabeza mas y mas contra la concha de la delgada mujer, pero poco a poco fui perdiendo la concentración de lo que hacía con mi boca, es que él me cogía tan rico que solo empecé a tener pequeños orgasmos, los gemidos de Micaela se apagaron poco a poco, y se encendieron los gemidos de Ana, la china… mierda…

El no tardó mucho, se vino por completo dentro mío, estaba agotada…
El sacó su preservativo lleno de semen, con sumo cuidado y mientras me lo ofrecía le dijo a Micaela
- Mirá, mirá que linda perrita me he ganado, mirá como la tengo a mis pies...
Claudio tenía muy marcado el fetiche del preservativo, lo tomé como a el le gustaba y lentamente dejé escurrir el contenido en mi boca, con sumo cuidado de que ellos no perdieran detalle, dejé correr la leche de lado a lado saboreándola, mostrando mi lengua blancuzca y mis labios pegotes, por algún motivo me excitaba hacer eso. Pero esta vez tomé la iniciativa y no la tragué como hubiera deseado mi jefe, por el contrario, fui sobre los labios de Micaela y le di un interminable beso boca a boca, esos besos increíbles donde poco a poco compartí con ella la leche de Claudio, como compartiendo un postre, donde ambas quedamos bebiendo el jugo prohibido.

Cuando terminó el juego, y a medida que nos vestíamos nuevamente, Claudio me explicó de que se trataba todo el juego, Micaela en verdad era una prostituta con la que el ya había planificado todo a mis espaldas, y yo me quedé encerrada en mis pensamientos, en verdad ese hombre tenía una mente tan ingeniosa como perversa, y a mi me seducía que así fuera. Una hora mas tarde se presentaba ante mí una mujer de unos sesenta años, gorda, envejecida, de carácter cortante, preguntó por el señor Claudio, era la verdadera señora Micaela Astudillo, la representante gremial.

En los siguientes sesenta días mi jefe se obsesionaría con ese jueguito, y contrató unas treinta prostitutas que desfilaban por el taller, en una actitud que era sospechosa para todos los empleados, unas treinta prostitutas a las que me hizo chuparles la concha y me fui haciendo especialista en el hecho, y entre nosotros, algo que hice con recelo esa primera vez con Micaela, se transformó para mi en un exquisito placer, chupar conchas me gustaba tanto como chupar pijas…

Pero el juego de tríos con prostitutas se había vuelto tan rico como peligroso, Claudio parecía no entender, o lo que era peor, ignorar los comentarios de su personal, y a menudo Valeria, su mujer andaba dando vueltas por el lugar, como esas leonas que huelen sangre, y toda esa situación me crispaba los nervios…

Una propuesta de mi jefe cambiaría el eje de los juegos, una reunión corporativa en la capital, cosas de negocios, una semana, la parte buena era que necesitaba su secretaria para que como de costumbre, llevara adelante su agenda, la parte mala era que también sería un viaje de placer, Valeria, su esposa, viajaría con nosotros…

CONTINUARA

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