cuando mi marido tuvo que ausentarse con frecuencia ya que la compañía para la que trabaja también tiene contratos fuera de la ciudad donde vivimos y con frecuencia requiere trasladar temporalmente Después de estar acostumbrada a tener verga todos los días, y de repente ¡nada! Así que fue natural aprender a masturbarme y hacerlo cada vez con mayor pericia. No lo había requerido antes pues desde que empezamos a ser novios, mi esposo me excitaba con rapidez y al poco tiempo tuvimos relaciones sexuales
Mi trabajo es sencillo, el sueldo que gano nos ayuda mucho los patrones son personas que entienden mi situación de madre Todo eso está bien, pero hace poco me pusieron bajo las órdenes de un nuevo jefe y me fue mejor debido a su trato, buen carácter y amplia cultura. Observé que cuando tenía que trabajar muy cerca de él yo empezaba a sentirme muy arrecha, incluso me humedecía fácilmente. Mi jefe, hombre casado y de más edad que mi marido, yo lo veía muy atractivo a pesar de los 25 años mayor que yo, y que nunca había mirado a nadie más que mi esposo. Desde antes de trabajar juntos, siempre me trató con amabilidad y cortesía, lo que se incrementó cuando me trasladaron a su área además de enseñarme muchas cosas para desempeñarme bien en el nuevo puesto.
me excitaba lo estimulaba mucho a él. Sí veía que el bulto que tiene entre sus piernas crecía cuando yo le coqueteaba y, al principio me pareció divertido hacerlo. Una vez, , llevé una blusa con un escote provocativo con el fin de darle un buen espectáculo mientras estuviéramos juntos. No lo pensó dos veces, sacó su celular y me pidió permiso de tomarme unas fotos.
—¿Me dejas tomarte unas fotos? Hoy viniste muy hermosa. — Dijo como justificación.
—¿Así o me pongo el sacquito – Pregunté
—¡Claro que así! –Exclamó y empezó a fotografiarme.
Yo posaba coqueta y sonriente ante la cámara. Me inclinaba hacia adelante para que colgara mi busto y se viera con claridad la línea entre mis tetas. Al terminar me agradeció la aceptación y le pregunté.
—¿Para que las quiere? ¿Qué va a hacer con ellas?
—Ya veré cómo las uso cuando me acuerde de ti, ya tendré que inventar menos y no te digo cómo te pienso porque podrías enojarte —me dijo, dándole un tono de deseo a sus palabras, sin dejar dudas de que se masturbaría con ellas, cosa que me excitó más que otras veces, pero creí que debería cambiar de tema porque complicaría mi situación.
Mi situación... ¿Cómo creía yo que era mi situación en ese momento? Ya dije que empezaba a sentir atracción por mi jefe y si no quería yo ir más lejos por respeto a mi esposo, entonces, ¿por qué le coqueteaba a este señor? Un par de días estuve pensándolo y me pareció que estaba bien en no avanzar, porque era yo quien provocaba esos acercamientos y deseos, en tanto que mi jefe no hacía insinuaciones si yo no daba lugar. Sin embargo, al completarse una semana de que mi esposo se había ausentado sin haber tenido oportunidad de visitarnos el fin de semana por la lejanía y sabiendo que pasarían varios días más sin tenerlo conmigo, no me eran suficientes las masturbaciones diarias. Así, me pareció muy natural coquetearle a mi jefe para sentirme deseada.
Era lunes. Me levanté muy temprano, me bañé y al terminar me perfumé adecuadamente; me peiné echando el pelo hacia atrás y me puse un broche grande para sujetarlo, de tal manera que mis orejas y cuello quedaban descubiertos; me vestí, sin sostén, con una blusa holgada de tela clara y suave que dejara marcar mis pezones, más si se me llegaban a poner erectos, y sin mangas para que al agacharme dejara ver una buena parte de mi pecho . Completé mi vestuario con unos pantalones ajustados que resaltaban lo que más le gusta a mi esposo: mis nalgas. Me sentía como una verdadera puta que trata de encontrar pija
Llegué al trabajo muy temprano, a sabiendas de que sé que mi jefe es quien abre las oficinas al personal de limpieza, al entrar lo saludé y volví a cerrar la puerta. Él estaba de espaldas a mí, y mientras esperaba que volteara para contestar mi saludo, me quité el saco y lo colgué en el perchero dando la primera visión de tantas que ese día le quería mostrar. Me puse de perfil para que viera la silueta de mis nalgas y alcé las manos para colgar el saco. En esa posición lo volteé a ver y me hizo gracia el gesto de asombro que tenía, se quedó, ¡literalmente, con la boca abierta!
Ya no me dejó sentarme, se acercó por atrás y me abrazó, me besó el cuello. ¡Sentí hermoso, era un abrazo muy tierno y yo no sabía qué tanto me podía excitar un beso en el cuello! También me besó el pabellón de la oreja y lo metió con suavidad a su boca para que la lengua jugueteara con él, ¡Me estaba derritiendo, sentía cómo se me mojaba lmi tanga No cabía duda que este señor sí sabía cómo tratar a una dama... Mi esposo nunca me besó ni acarició con tanta ternura. Volteé para corresponder al beso, en el cual nos fundimos, al tiempo que sus manos fueron hacia mis nalgas. Lo abracé y al sentir cómo me tallaba, apretándome y sobándome con lujuria. Sentía que su lascivia me contagiaba, no pude evitar preguntarle “¿Te gustan?”
—Sí, las tienes muy buenas —decía suavemente en mi oído si dejar de magrearlas.
Después me volvió a besar en el cuello, esta vez por el frente. La boca y sus manos fueron a mi pecho acarició suavemente las copas sobre la ropa, después fueron apretones.
—Están bonitas estas tetas...
Bajé mi mano para sentir su turgencia y sobarla, después le di un par de apretones diciéndole “Se nota que sí te gustaron”. Le ofrecí mi boca para recibir otro beso, metí la mano bajo su pantalón y desde la cintura y masajeé su tronco un poco para después jugar con la gran humedad acumulada entre el glande y el prepucio. Él abrió mi pantalón y metió la mano abajo de mi tanga después su dedo masajeó mi clítoris y lo introdujo en la vagina, que estaba babeante de jugos acumulados desde las primeras caricias. A eso había ido decidida... así que yo también abrí su pantalón y saqué su pene, me agaché para chupárselo. Le di unas mamadas como las que le gustan a mi esposo y con las que se lo paro para que no pueda negarse a coger. ¡Eso quería yo, que mi jefe me cogiera! Seguí mamando. Le chupé las bolas como me lo pidió, intenté meterme las dos a la boca al mismo tiempo, pero no pude, las tenía más grandes que las de mi marido, las cuales sí me caben juntas, y volví al glande, el cual al sentir muy crecido y el tronco durísimo creí que se vendría ya, pero no pasó nada; al contrario, se retiró intempestivamente, me bajó los pantalones y la tanga por completo y empezó a mamarme la cocncha ¡Me sentí en el cielo, me estaba viniendo una y otra vez! En verdad, no esperaba este goce,
Por si hubiera sido poco, me cargó para llevarme a acostar al sillón, me quitó toda la ropa y él también se encueró después de ponerle el seguro a la puerta. Se sentó a mi lado y me acarició y besó toda, sí TODA, ni las plantas de los pies le faltaron. Yo cerraba los ojos disfrutando de sus caricias y de vez en cuando los abría para verle la verga bien parada. Cuando terminó de besarme, tomó mis piernas y las puso sobre sus hombros, quedé abierta y con las nalgas al aire, acercó su pene a mi raja y me apresuré a acomodarlo para que entrara sin problema, ¡Y bien que entró, de un solo golpe! Estaba yo bien abierta y lo sentí hasta el útero, no la tiene tan grande como la de mi marido, aunque sí más gruesa, pero yo nunca había sentido la verga hasta adentro. A los primeros viajes de entrar y salir, me vine una y otra vez, no sé cómo se me vería la cara con la sonrisota de felicidad y las lágrimas de alegría, además de los muchos quejidos y lloriqueos que en voz baja daba. Después de algunos minutos me dejó descansar, sin sacármela, bajó mis piernas, se acostó sobre mí, puso una mano en mis tetas y la otra en mis nalgas y me dio un beso largo jugando su lengua con la mía. Sentí las caricias simultáneas en mi pecho y en mi trasero y el paseo de su lengua en el interior de mi boca, pronto dejé abierta la boca para que hiciera lo que quisiera, sentí que algo de saliva se desbordaba por mis labios, pero él lo impidió, también con su lengua.
Después de un frenético movimiento de cadera, cuando mi experiencia me dijo que se vendría, se separó violentamente y su pene empezó a lanzar chorros de semen, el primero me llegó a mi boca el segundo en las tetas y lo demás cayó cerca de mi ombligo, ¡qué espectáculo, nunca lo había visto! Miré su cara que mostraba un gesto inequívoco de extenuación y mueca de que estaba satisfecho. Esperé a que abriera los ojos para verme y con coquetería me limpié con el dedo la boca y luego me lo metí a la boca entrecerrando los ojos para simular que estaba chupando su pene. Sonrió y entendió que quería limpiárselo, así que me lo acercó a la boca y lo mamé, flácido me cabía completo... pero pronto creció saliéndose el tronco, dejando sólo el glande con mi lengua jugueteando con él. Aproveché para tomarme la leche que quedaba Me empecé a vestir y me fui muy bien cogida por mi jefe
Mi trabajo es sencillo, el sueldo que gano nos ayuda mucho los patrones son personas que entienden mi situación de madre Todo eso está bien, pero hace poco me pusieron bajo las órdenes de un nuevo jefe y me fue mejor debido a su trato, buen carácter y amplia cultura. Observé que cuando tenía que trabajar muy cerca de él yo empezaba a sentirme muy arrecha, incluso me humedecía fácilmente. Mi jefe, hombre casado y de más edad que mi marido, yo lo veía muy atractivo a pesar de los 25 años mayor que yo, y que nunca había mirado a nadie más que mi esposo. Desde antes de trabajar juntos, siempre me trató con amabilidad y cortesía, lo que se incrementó cuando me trasladaron a su área además de enseñarme muchas cosas para desempeñarme bien en el nuevo puesto.
me excitaba lo estimulaba mucho a él. Sí veía que el bulto que tiene entre sus piernas crecía cuando yo le coqueteaba y, al principio me pareció divertido hacerlo. Una vez, , llevé una blusa con un escote provocativo con el fin de darle un buen espectáculo mientras estuviéramos juntos. No lo pensó dos veces, sacó su celular y me pidió permiso de tomarme unas fotos.
—¿Me dejas tomarte unas fotos? Hoy viniste muy hermosa. — Dijo como justificación.
—¿Así o me pongo el sacquito – Pregunté
—¡Claro que así! –Exclamó y empezó a fotografiarme.
Yo posaba coqueta y sonriente ante la cámara. Me inclinaba hacia adelante para que colgara mi busto y se viera con claridad la línea entre mis tetas. Al terminar me agradeció la aceptación y le pregunté.
—¿Para que las quiere? ¿Qué va a hacer con ellas?
—Ya veré cómo las uso cuando me acuerde de ti, ya tendré que inventar menos y no te digo cómo te pienso porque podrías enojarte —me dijo, dándole un tono de deseo a sus palabras, sin dejar dudas de que se masturbaría con ellas, cosa que me excitó más que otras veces, pero creí que debería cambiar de tema porque complicaría mi situación.
Mi situación... ¿Cómo creía yo que era mi situación en ese momento? Ya dije que empezaba a sentir atracción por mi jefe y si no quería yo ir más lejos por respeto a mi esposo, entonces, ¿por qué le coqueteaba a este señor? Un par de días estuve pensándolo y me pareció que estaba bien en no avanzar, porque era yo quien provocaba esos acercamientos y deseos, en tanto que mi jefe no hacía insinuaciones si yo no daba lugar. Sin embargo, al completarse una semana de que mi esposo se había ausentado sin haber tenido oportunidad de visitarnos el fin de semana por la lejanía y sabiendo que pasarían varios días más sin tenerlo conmigo, no me eran suficientes las masturbaciones diarias. Así, me pareció muy natural coquetearle a mi jefe para sentirme deseada.
Era lunes. Me levanté muy temprano, me bañé y al terminar me perfumé adecuadamente; me peiné echando el pelo hacia atrás y me puse un broche grande para sujetarlo, de tal manera que mis orejas y cuello quedaban descubiertos; me vestí, sin sostén, con una blusa holgada de tela clara y suave que dejara marcar mis pezones, más si se me llegaban a poner erectos, y sin mangas para que al agacharme dejara ver una buena parte de mi pecho . Completé mi vestuario con unos pantalones ajustados que resaltaban lo que más le gusta a mi esposo: mis nalgas. Me sentía como una verdadera puta que trata de encontrar pija
Llegué al trabajo muy temprano, a sabiendas de que sé que mi jefe es quien abre las oficinas al personal de limpieza, al entrar lo saludé y volví a cerrar la puerta. Él estaba de espaldas a mí, y mientras esperaba que volteara para contestar mi saludo, me quité el saco y lo colgué en el perchero dando la primera visión de tantas que ese día le quería mostrar. Me puse de perfil para que viera la silueta de mis nalgas y alcé las manos para colgar el saco. En esa posición lo volteé a ver y me hizo gracia el gesto de asombro que tenía, se quedó, ¡literalmente, con la boca abierta!
Ya no me dejó sentarme, se acercó por atrás y me abrazó, me besó el cuello. ¡Sentí hermoso, era un abrazo muy tierno y yo no sabía qué tanto me podía excitar un beso en el cuello! También me besó el pabellón de la oreja y lo metió con suavidad a su boca para que la lengua jugueteara con él, ¡Me estaba derritiendo, sentía cómo se me mojaba lmi tanga No cabía duda que este señor sí sabía cómo tratar a una dama... Mi esposo nunca me besó ni acarició con tanta ternura. Volteé para corresponder al beso, en el cual nos fundimos, al tiempo que sus manos fueron hacia mis nalgas. Lo abracé y al sentir cómo me tallaba, apretándome y sobándome con lujuria. Sentía que su lascivia me contagiaba, no pude evitar preguntarle “¿Te gustan?”
—Sí, las tienes muy buenas —decía suavemente en mi oído si dejar de magrearlas.
Después me volvió a besar en el cuello, esta vez por el frente. La boca y sus manos fueron a mi pecho acarició suavemente las copas sobre la ropa, después fueron apretones.
—Están bonitas estas tetas...
Bajé mi mano para sentir su turgencia y sobarla, después le di un par de apretones diciéndole “Se nota que sí te gustaron”. Le ofrecí mi boca para recibir otro beso, metí la mano bajo su pantalón y desde la cintura y masajeé su tronco un poco para después jugar con la gran humedad acumulada entre el glande y el prepucio. Él abrió mi pantalón y metió la mano abajo de mi tanga después su dedo masajeó mi clítoris y lo introdujo en la vagina, que estaba babeante de jugos acumulados desde las primeras caricias. A eso había ido decidida... así que yo también abrí su pantalón y saqué su pene, me agaché para chupárselo. Le di unas mamadas como las que le gustan a mi esposo y con las que se lo paro para que no pueda negarse a coger. ¡Eso quería yo, que mi jefe me cogiera! Seguí mamando. Le chupé las bolas como me lo pidió, intenté meterme las dos a la boca al mismo tiempo, pero no pude, las tenía más grandes que las de mi marido, las cuales sí me caben juntas, y volví al glande, el cual al sentir muy crecido y el tronco durísimo creí que se vendría ya, pero no pasó nada; al contrario, se retiró intempestivamente, me bajó los pantalones y la tanga por completo y empezó a mamarme la cocncha ¡Me sentí en el cielo, me estaba viniendo una y otra vez! En verdad, no esperaba este goce,
Por si hubiera sido poco, me cargó para llevarme a acostar al sillón, me quitó toda la ropa y él también se encueró después de ponerle el seguro a la puerta. Se sentó a mi lado y me acarició y besó toda, sí TODA, ni las plantas de los pies le faltaron. Yo cerraba los ojos disfrutando de sus caricias y de vez en cuando los abría para verle la verga bien parada. Cuando terminó de besarme, tomó mis piernas y las puso sobre sus hombros, quedé abierta y con las nalgas al aire, acercó su pene a mi raja y me apresuré a acomodarlo para que entrara sin problema, ¡Y bien que entró, de un solo golpe! Estaba yo bien abierta y lo sentí hasta el útero, no la tiene tan grande como la de mi marido, aunque sí más gruesa, pero yo nunca había sentido la verga hasta adentro. A los primeros viajes de entrar y salir, me vine una y otra vez, no sé cómo se me vería la cara con la sonrisota de felicidad y las lágrimas de alegría, además de los muchos quejidos y lloriqueos que en voz baja daba. Después de algunos minutos me dejó descansar, sin sacármela, bajó mis piernas, se acostó sobre mí, puso una mano en mis tetas y la otra en mis nalgas y me dio un beso largo jugando su lengua con la mía. Sentí las caricias simultáneas en mi pecho y en mi trasero y el paseo de su lengua en el interior de mi boca, pronto dejé abierta la boca para que hiciera lo que quisiera, sentí que algo de saliva se desbordaba por mis labios, pero él lo impidió, también con su lengua.
Después de un frenético movimiento de cadera, cuando mi experiencia me dijo que se vendría, se separó violentamente y su pene empezó a lanzar chorros de semen, el primero me llegó a mi boca el segundo en las tetas y lo demás cayó cerca de mi ombligo, ¡qué espectáculo, nunca lo había visto! Miré su cara que mostraba un gesto inequívoco de extenuación y mueca de que estaba satisfecho. Esperé a que abriera los ojos para verme y con coquetería me limpié con el dedo la boca y luego me lo metí a la boca entrecerrando los ojos para simular que estaba chupando su pene. Sonrió y entendió que quería limpiárselo, así que me lo acercó a la boca y lo mamé, flácido me cabía completo... pero pronto creció saliéndose el tronco, dejando sólo el glande con mi lengua jugueteando con él. Aproveché para tomarme la leche que quedaba Me empecé a vestir y me fui muy bien cogida por mi jefe
2 comentarios - mi calentura pudo mas