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SODOMIZANDO A MI MARIDO
Braulio y yo nos conocimos años atrás, en una agencia de empleos temporarios. Era solo un aviso de cultura en general, buscaban de todo un poco y en esos años de adolescencia, mis padres me empujaban un poco a probar suerte en una carrera de modelo de pasarela que nunca se daría. Sin embargo, en esos días, mi cuerpo delgado y mis piernas estilizadas daban para imaginar.
Recuerdo al llegar había una treintena de personas haciendo cola, y Braulio era el último.
El me dio charla, y en esos quince minutos que esperamos hasta que nos atendieran congeniemos bastante, su oficio nada que ver con el mío, como hobby el dibujaba cómics, me mostró algunos bocetos que había llevado y eran realmente muy llamativos, yo no entendía mucho del tema pero pero cualquiera podía darse cuenta de la calidad de los mismos. El tampoco se vio sorprendido cuando le conté mis intenciones para estar ahí, con atino me dijo que mi altura, incluso mas alta que él era ideal para intentar una carrera de modelo profesional.
Como sea, después de esa mañana nos perdimos el rastro y jamás imaginé volver a verlo. Tres semanas después, me citaron para una nueva entrevista, necesitaban mas información y otras pruebas, en una carrera que íntimamente sabía que no era lo mío.
Mi sorpresa fue encontrarme nuevamente con Braulio, fue un tanto cómico, puesto que a el lo habían seleccionado para tareas de marketing, y entre otras cosas, de dibujar cómics pasó a bosquejos de modelos, aun conservo las curvas de mi cuerpo llevadas a papel por la persona que mas adelante se transformaría en mi marido.
Braulio en ese momento me dijo que no repetiría el error de nuestro primer encuentro, y que no me presionaría a nada que no quisiera hacer, pero no perdería la esperanza, me dejó notar que el pie de uno de los dibujos que me regalaba, además de su firma estaba su número de celular. No era un tipo muy atractivo, pero si se veía un tanto intelectual y ese tipo de hombres por el que yo suelo sentir una curiosa atracción.
Fue una buena jugada de su parte, jamás volvieron a llamarme de la agencia, no daba la talla, pero él me había dado una llave para llegar a él, solo estaba en mi usarla. Tras un par de llamados empezamos a salir, congeniemos, Braulio era un chico sencillo, amable, educado y poco a poco me fui enamorando. Pasada ese primer momento de mera atracción física, llegó la instancia de congeniar, y creo que cada uno era complemento del otro, Braulio era un hombre un tanto indeciso, timorato, y honestamente yo siempre fui de carácter fuerte, lanzada, de las que se enojan con facilidad y esas personas que siempre necesitan hacer las cosas a su manera, una chica complicada según decía mi padre.
Nos casamos, fuimos a convivir bajo el mismo techo y en poco tiempo quedó claro que sería yo quien llevaría las riendas de la relación, yo decidía todo, que gastar, en que invertir, donde ir de paseo, donde vacacionar, hasta elegí el coche, y si bien ambos manejábamos, cuando estábamos juntos era yo quien lo hacía.
Lo que hacíamos no era consiente, solo las cosas se acomodaron y naturalmente cada quien se amoldó en el traje que mejor le quedaba.
Y parte de nuestra vida se trasladó a la cama, siempre fui una mujer muy caliente, muy inquieta, de esas que siempre quieren experimentar cosas nuevas y como mi marido decía siempre bromeando, 'era ninfómana'.
Braulio era bueno, pero predecible, y una vez mas, el ponía sexo, pero yo sexo y cerebro, era quien siempre estaba inventando, probando, cambiando, solía tomar los roles activos, elegir posiciones, que hacer, como hacerlo y dónde hacerlo.
Así un día fui por lencería erótica, probé disfraces, algo de latex, jugamos al amo y la esclava, cosa que por cierto fue un fiasco puesto que en verdad la situación funcionaba opuesta a lo que pretendía, me armé una colección de juguetes sexuales, penes de todas formas, con y sin vibrador, con y sin sopapa, pequeños, medianos y grandes y mi favorito uno con dos penes para jugar a dobles penetraciones.
Pero todas mis ideas de nuevas locuras se fueron agotando y luego de cuatro años de matrimonio otro hombre llegaría a mi vida.
Sergio era un nuevo vecino, había puesto una carnicería a dos cuadras de casa, y cada tanto pasaba a hacer las compras, y la confianza del día a día se hizo peligrosa, él era un tipo casado pero de esos que iban al frente y rápidamente tanteó mis defensas y sin quererlo, de alguna manera quedo expuesta mi insatisfacción en la cama. Poco a poco las charlas con el carnicero se hicieron más y mas picantes, yo evadía su juego dialéctico con evasivas pero cada vez que dejaba su negocio, lo hacía con toda mi ropa interior mojada. No tardó mucho en que fuera más de una vez con cualquier excusa, solo para que el endulzara mis oídos.
Así empezó mi romance con Sergio, fuimos a la cama una y cien veces, fue la primera vez que le metí los cuernos a Braulio y resultó que el carnicero tenía una verga terrible, enorme, quedaba toda adolorida, me hacía gritar y a veces realmente me dejaba lastimada, de cama, y esos días tenía que evitar sexualmente a mi marido, o complacerlo usando mi boca, y como era yo quien siempre decidía todo, me era fácil tener todo bajo control.
Pero esa situación no duró mucho tiempo, Sergio tenía un ego tan grande como su verga y no pudo mantener la boca cerrada, tuvo que contarle a sus amigos que 'se cogía a la modelo del barrio', como solía llamarme, y los chimentos fueron regueros de pólvora, en un abrir y cerrar de ojos media ciudad comentaba por lo bajo que éramos amantes, y que había dos personas que lucían hermosos cuernos.
Terminé con el carnicero, lo insulté, sabía que era un estúpido, y tampoco le fue bien con su mujer, poco tiempo después se divorciaron, se terminó la carnicería, vendieron todo y jamás volví a saber de ellos.
Con Braulio las cosas fueron diferentes, el proceso fue paso a paso, primero los rumores, luego mi repetida negación, asumir la verdad y sentarnos frente a frente. Hubiera aceptado cualquier decisión, la peor, pero después de unos días mi marido pareció resignarse a sus cuernos, y seguimos adelante, como si nada hubiera pasado.
Hoy, viendo en retrospectiva creo que fue un punto de quiebre, el dejarme pasar eso por alto, lejos de corregirme, solo me impulsó a pensar 'si me perdonó una vez, lo hará otras...'
Y hay cosas que no se pueden cambiar, manchas que se llevan por siempre, para nuestros vecinos, nuestros entorno, él siempre sería un cornudo, y yo, la modelito, la chica fácil que se acostaba con cualquiera.
Y cuando una chica cuenta con esa reputación, bueno, fue como un as en la manga para que varios lo intentaran.
Y la que peca una vez...
No pasó mucho tiempo en que echara de menos a Sergio, extrañaba su verga y todo lo que él me hacía, había vuelto a los grises de mi matrimonio y a mis consoladores, y me enredé con un striper en una despedidas de solteras, y otra vez a empezar la historia.
Braulio aceptó nuevamente sus cuernos, y ya no hubo reparos, ni reproches, empecé a acostarme con quien me diera la gana, solo 'touch and go', sin nada serio, mi esposo todo lo permitía.
Pero a pesar de todo, había algo que me enfurecía en el, su pasividad, no entendía como podía soportar todo sin decir nada, creo que todo mortal tiene un límite pero que pasaba con él?
El sabía que en esos días andaba de amoríos con Brian, un muchacho mas joven que yo, que me enloquecía por su arrojo, era un loco, y el sexo con el era vivir en una montaña rusa, se animaba a todo, me había cogido en el último asiento de un tren, hizo que se la chupara en un baño público y hasta me hacía usar un plug anal a su antojo, por mencionar algunas cosas. El sabía mi historia, mi vida, la de mi esposo, sus dibujos, fue cuando se le ocurrió una nueva idea, quería tener sexo conmigo en sus narices, y que Braulio nos retratara con su lápiz mágico en papel.
La idea era loca, me negué rotundamente, pero excitante...
Y solo insistió, sabía que me había metido eso en la cabeza y era solo presionar para convencerme.
Así empezó esa locura, mi esposo se negó en principio, lógicamente era demasiado para si ego, pero cuando tengo una idea en la cabeza nadie me la quita.
El primer encuentro se daría tiempo después, fue raro en principio, mi marido, mi amante, los tres en un mismo cuarto, comenzando a transitar un camino que sabíamos donde empezaba pero no donde terminaba.
En resumen, la situación sexual fue un fiasco, no hubo buen sexo, ni pasión, ni locura, fuimos un poco modelos estáticos para que mi marido llevara al papel ciertas situaciones y en verdad a Brain se le dificultaba mantener una erección en lo que parecía ser un set de modelos.
Si dudas, lo mejor pasó por la morbosidad, por la cabeza, situaciones de tener la conchita llena por la pija de mi amante, o que me metiera los dedos en el culito, o lamerle sus sexo por completo, o que me llenara de semen los pechos ante la atenta mirada de mi marido, se hizo demasiado caliente, o que el sintiera mis gemidos, gemidos que me arrancaba un extraño para él...
Lo realmente curioso llegaría por la noche, Braulio después de la tarde vivida, se mostraría para mi sorpresa extremadamente caliente, como un toro, y creo que fue la primera vez que yo tuve que pedir terminar el juego.
Hablamos mucho sobre el tema, sus sentimientos, los míos y el papel que desempeñaría Brain, un tercer, un extraño, metido en nuestras vidas, sabíamos que de alguna manera nos estábamos exponiendo demasiado, tal vez las cosas podrían terminar mal entre nosotros, y a pesar de nuestras locuras nos seguíamos amando, mientras miraba los bocetos que reposaban sobre la mesa, donde veía la perfección de sus trazos, donde veía mi rostro, decidimos dar por cerrado el tema, ya no se repetirían estos encuentros con terceros.
Solo un pequeño detalle, Brain, él vino una mañana a casa, era temprano, evidentemente quería mas, fue cuando Braulio y yo nos plantamos y le explicamos en detalle lo que sucedía y lo que habíamos decidido. Solo que este chico no era fácil de convencer, incluso siempre terminaba doblegando mi voluntad a pesar de mi férreo carácter y si lo hacía conmigo ni hablar de mi esposo, quien casi ni opinaba.
Empezamos a discutir, levantamos el tono de voz y saben como terminó esa mañana?
Mi esposo mudo, sentado en una silla, en silencio, solo observando, Brain un tigre enfurecido, jadeando baba, saciando su instinto asesino, y yo... yo sentada sobre la mesada de la cocina, despeinada, con el vestido roto, mis pechos semidesnudos, mis muslos temblando y mi sexo ardido, húmedo, expulsando el líquido blanco de su interior, si, Brain lo había hecho nuevamente.
Y fue un imán difícil de rechazar, ese hombre poco a poco se transformó en una espina que se acuño entre mis esposo y yo, solo él tomo las riendas y se hizo evidente que lo que mas le excitaba era cogerme en las narices de mi marido, humillarlo, y en poco tiempo solo los hacía cuando él estaba presente.
Braulio seguía tan pasivo como siempre, no reaccionaba, nunca reaccionaba y parecía no tener valor para enfrentar a mi amante, para poner las cosas en su lugar, aunque también el, desde su lugar parecía disfrutar la relación. Por mi parte estaba confundida, era raro, no estaba muy de acuerdo con todo esto pero lo disfrutaba y en ese momento hasta temí que Brain me abandonara. Saben, muchas veces tuve fantasías de que mi marido se uniera y jugar con los dos hombres, lo hablé con ambos, pero ambos se negaron, parecía que en ese maldito juego cada uno debía ocupar su lugar y mis fantasías nunca se cumplieron.
Con el pasar del tiempo, Braian fue acaparando todo, físicamente y lo peor, psicológicamente, empezó a agredirlo a mi esposo mientras me hacía el amor, que era poco hombre, que el me cogía mejor, que yo prefería su verga, y todo ese juego dialéctico que poco a poco lo fue arrinconando a Braulio hasta transformarlo en un títere inerte que mi amante manejaba a su antojo.
Seguramente el principio del fin fue esta tarde de noviembre, las cosas ya no iban del todo bien, puertas adentro había demasiado frío, era como que una rutina nos había invadido y puertas afuera todo era un infierno, todo el mundo hablaba por lo bajo del misterioso hombre que rutinariamente nos visitaba, mis antecedentes con el carnicero y demás hombres que se supieron no me ayudaban, y Braulio que ya no podía con el peso de sus enormes cuernos.
Brain esta vez cambió el juego, se sentó en el sillón en el que habitualmente se sentaba mi marido, nos dijo que esta vez sería su turno de mirar, pero solo le interesaba ver como yo sodomizaba a mi esposo, creo que para él era el punto máximo de la degradación de Braulio, y aunque parezca mentira fui yo quien mas resistencia opuse, pero como de costumbre, se salió con la suya.
En minutos Braulio se había desnudado colocándose pasivamente en cuatro, dándole el mejor plano a Brain, quien tenía un brillo particular y libidinoso, tomé mi lubricante íntimo y jugué sobre el esfínter de mi marido, seguí con uno de mis juguetes, era grandote y empecé e forzar poco a poco, en ese momento no me era nada excitante lo que estaba sucediendo, no quería hacerle doler a mi esposo, no me parecía justo.
Con el correr de los minutos las cosas fueron cambiando, pude enterrarle en juguete por el culo y empecé a simular que lo cogía, metiendo, sacando, una y otra vez, mi marido empezó a quejarse rítmicamente a medida que lo hacía, y su placer empezó a llenar mis oídos, y Brain me empujaba a hacerlo, a que le rompiera el culo, lo miraba a los ojos y veía el placer en ese hombre, quien había sacado su verga y se masturbaba lentamente a centímetros de donde nosotros estábamos.
Y empezó a aflorar la mujer salvaje que llevo dentro, a disfrutar de romperle el culo, cada vez con mas fuerza, con más ímpetu, todo se fue saliendo de control, los gemidos de Braulio se transformaron en gritos contenidos y con palabras entrecortadas el también me pedía más y más, sentí como mi ropa interior se mojaba toda, incluso traspasando hasta las calzas negras que llevaba puestas, tenía un orgasmo a flor de piel, solo frotando mi sexo en la espalda de mi marido.
Brain me incitaba a mas, dejé el juguete de lado y metiéndole los dedos en el culo le mostré como se lo había dejado todo abierto.
Largos chorros de semen me sorprendieron, desde donde estaba sentado Brain comenzó a acabar, como nunca lo había hecho, la leche caliente pegó en mi rostro, cabellos, brazos, nalgas y piernas de Braulio y todo lo que se interpusiera en el camino, había sido algo nuevo, algo distinto.
Seguimos unos meses mas con el nuevo juego, habíamos cambiado los roles y siempre era yo quien se la daba a mi marido, a veces con juguetes, a veces usaba algún arnés y Brain solo observando.
El tres de abril quedaría siempre marcado en mi vida, trabajaba de portera en un colegio cercano, y ese día estaba en mis días femeninos, indispuesta, con terribles cólicos, fatal, así que pedí retirarme antes de lo previsto, solo quería ir a casa a recostarme un poco.
Pero menuda sorpresa me llevaría, mi cama estaba ocupada, estaban tan concentrados que ni me sintieron llegar, Brain se lo estaba cogiendo a Braulio, terrible e impactante imagen, nunca lo había sospechado.
No hice muchas preguntas, no pedí explicaciones que no me interesaba escuchar, solo me di cuenta quien era la persona que sobraba en todo el juego.
En este presente, Braulio y yo estamos divorciados, me dejó la casa, él y Brain formaron pareja y viven no muy lejos, quedamos como amigos, cada tanto cruzamos algunas palabras, pero no mucho mas. Yo vivo sola, ya no quiero atarme a ningún hombre y por lo que se rumorea en el barrio no hay muchos hombres dispuestos a atarse a mi, más que por unas horas. No importa, soy feliz y aunque no lo sepan, hice cornuda a muchas de las vecinas que me saludan día a día.
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Braulio y yo nos conocimos años atrás, en una agencia de empleos temporarios. Era solo un aviso de cultura en general, buscaban de todo un poco y en esos años de adolescencia, mis padres me empujaban un poco a probar suerte en una carrera de modelo de pasarela que nunca se daría. Sin embargo, en esos días, mi cuerpo delgado y mis piernas estilizadas daban para imaginar.
Recuerdo al llegar había una treintena de personas haciendo cola, y Braulio era el último.
El me dio charla, y en esos quince minutos que esperamos hasta que nos atendieran congeniemos bastante, su oficio nada que ver con el mío, como hobby el dibujaba cómics, me mostró algunos bocetos que había llevado y eran realmente muy llamativos, yo no entendía mucho del tema pero pero cualquiera podía darse cuenta de la calidad de los mismos. El tampoco se vio sorprendido cuando le conté mis intenciones para estar ahí, con atino me dijo que mi altura, incluso mas alta que él era ideal para intentar una carrera de modelo profesional.
Como sea, después de esa mañana nos perdimos el rastro y jamás imaginé volver a verlo. Tres semanas después, me citaron para una nueva entrevista, necesitaban mas información y otras pruebas, en una carrera que íntimamente sabía que no era lo mío.
Mi sorpresa fue encontrarme nuevamente con Braulio, fue un tanto cómico, puesto que a el lo habían seleccionado para tareas de marketing, y entre otras cosas, de dibujar cómics pasó a bosquejos de modelos, aun conservo las curvas de mi cuerpo llevadas a papel por la persona que mas adelante se transformaría en mi marido.
Braulio en ese momento me dijo que no repetiría el error de nuestro primer encuentro, y que no me presionaría a nada que no quisiera hacer, pero no perdería la esperanza, me dejó notar que el pie de uno de los dibujos que me regalaba, además de su firma estaba su número de celular. No era un tipo muy atractivo, pero si se veía un tanto intelectual y ese tipo de hombres por el que yo suelo sentir una curiosa atracción.
Fue una buena jugada de su parte, jamás volvieron a llamarme de la agencia, no daba la talla, pero él me había dado una llave para llegar a él, solo estaba en mi usarla. Tras un par de llamados empezamos a salir, congeniemos, Braulio era un chico sencillo, amable, educado y poco a poco me fui enamorando. Pasada ese primer momento de mera atracción física, llegó la instancia de congeniar, y creo que cada uno era complemento del otro, Braulio era un hombre un tanto indeciso, timorato, y honestamente yo siempre fui de carácter fuerte, lanzada, de las que se enojan con facilidad y esas personas que siempre necesitan hacer las cosas a su manera, una chica complicada según decía mi padre.
Nos casamos, fuimos a convivir bajo el mismo techo y en poco tiempo quedó claro que sería yo quien llevaría las riendas de la relación, yo decidía todo, que gastar, en que invertir, donde ir de paseo, donde vacacionar, hasta elegí el coche, y si bien ambos manejábamos, cuando estábamos juntos era yo quien lo hacía.
Lo que hacíamos no era consiente, solo las cosas se acomodaron y naturalmente cada quien se amoldó en el traje que mejor le quedaba.
Y parte de nuestra vida se trasladó a la cama, siempre fui una mujer muy caliente, muy inquieta, de esas que siempre quieren experimentar cosas nuevas y como mi marido decía siempre bromeando, 'era ninfómana'.
Braulio era bueno, pero predecible, y una vez mas, el ponía sexo, pero yo sexo y cerebro, era quien siempre estaba inventando, probando, cambiando, solía tomar los roles activos, elegir posiciones, que hacer, como hacerlo y dónde hacerlo.
Así un día fui por lencería erótica, probé disfraces, algo de latex, jugamos al amo y la esclava, cosa que por cierto fue un fiasco puesto que en verdad la situación funcionaba opuesta a lo que pretendía, me armé una colección de juguetes sexuales, penes de todas formas, con y sin vibrador, con y sin sopapa, pequeños, medianos y grandes y mi favorito uno con dos penes para jugar a dobles penetraciones.
Pero todas mis ideas de nuevas locuras se fueron agotando y luego de cuatro años de matrimonio otro hombre llegaría a mi vida.
Sergio era un nuevo vecino, había puesto una carnicería a dos cuadras de casa, y cada tanto pasaba a hacer las compras, y la confianza del día a día se hizo peligrosa, él era un tipo casado pero de esos que iban al frente y rápidamente tanteó mis defensas y sin quererlo, de alguna manera quedo expuesta mi insatisfacción en la cama. Poco a poco las charlas con el carnicero se hicieron más y mas picantes, yo evadía su juego dialéctico con evasivas pero cada vez que dejaba su negocio, lo hacía con toda mi ropa interior mojada. No tardó mucho en que fuera más de una vez con cualquier excusa, solo para que el endulzara mis oídos.
Así empezó mi romance con Sergio, fuimos a la cama una y cien veces, fue la primera vez que le metí los cuernos a Braulio y resultó que el carnicero tenía una verga terrible, enorme, quedaba toda adolorida, me hacía gritar y a veces realmente me dejaba lastimada, de cama, y esos días tenía que evitar sexualmente a mi marido, o complacerlo usando mi boca, y como era yo quien siempre decidía todo, me era fácil tener todo bajo control.
Pero esa situación no duró mucho tiempo, Sergio tenía un ego tan grande como su verga y no pudo mantener la boca cerrada, tuvo que contarle a sus amigos que 'se cogía a la modelo del barrio', como solía llamarme, y los chimentos fueron regueros de pólvora, en un abrir y cerrar de ojos media ciudad comentaba por lo bajo que éramos amantes, y que había dos personas que lucían hermosos cuernos.
Terminé con el carnicero, lo insulté, sabía que era un estúpido, y tampoco le fue bien con su mujer, poco tiempo después se divorciaron, se terminó la carnicería, vendieron todo y jamás volví a saber de ellos.
Con Braulio las cosas fueron diferentes, el proceso fue paso a paso, primero los rumores, luego mi repetida negación, asumir la verdad y sentarnos frente a frente. Hubiera aceptado cualquier decisión, la peor, pero después de unos días mi marido pareció resignarse a sus cuernos, y seguimos adelante, como si nada hubiera pasado.
Hoy, viendo en retrospectiva creo que fue un punto de quiebre, el dejarme pasar eso por alto, lejos de corregirme, solo me impulsó a pensar 'si me perdonó una vez, lo hará otras...'
Y hay cosas que no se pueden cambiar, manchas que se llevan por siempre, para nuestros vecinos, nuestros entorno, él siempre sería un cornudo, y yo, la modelito, la chica fácil que se acostaba con cualquiera.
Y cuando una chica cuenta con esa reputación, bueno, fue como un as en la manga para que varios lo intentaran.
Y la que peca una vez...
No pasó mucho tiempo en que echara de menos a Sergio, extrañaba su verga y todo lo que él me hacía, había vuelto a los grises de mi matrimonio y a mis consoladores, y me enredé con un striper en una despedidas de solteras, y otra vez a empezar la historia.
Braulio aceptó nuevamente sus cuernos, y ya no hubo reparos, ni reproches, empecé a acostarme con quien me diera la gana, solo 'touch and go', sin nada serio, mi esposo todo lo permitía.
Pero a pesar de todo, había algo que me enfurecía en el, su pasividad, no entendía como podía soportar todo sin decir nada, creo que todo mortal tiene un límite pero que pasaba con él?
El sabía que en esos días andaba de amoríos con Brian, un muchacho mas joven que yo, que me enloquecía por su arrojo, era un loco, y el sexo con el era vivir en una montaña rusa, se animaba a todo, me había cogido en el último asiento de un tren, hizo que se la chupara en un baño público y hasta me hacía usar un plug anal a su antojo, por mencionar algunas cosas. El sabía mi historia, mi vida, la de mi esposo, sus dibujos, fue cuando se le ocurrió una nueva idea, quería tener sexo conmigo en sus narices, y que Braulio nos retratara con su lápiz mágico en papel.
La idea era loca, me negué rotundamente, pero excitante...
Y solo insistió, sabía que me había metido eso en la cabeza y era solo presionar para convencerme.
Así empezó esa locura, mi esposo se negó en principio, lógicamente era demasiado para si ego, pero cuando tengo una idea en la cabeza nadie me la quita.
El primer encuentro se daría tiempo después, fue raro en principio, mi marido, mi amante, los tres en un mismo cuarto, comenzando a transitar un camino que sabíamos donde empezaba pero no donde terminaba.
En resumen, la situación sexual fue un fiasco, no hubo buen sexo, ni pasión, ni locura, fuimos un poco modelos estáticos para que mi marido llevara al papel ciertas situaciones y en verdad a Brain se le dificultaba mantener una erección en lo que parecía ser un set de modelos.
Si dudas, lo mejor pasó por la morbosidad, por la cabeza, situaciones de tener la conchita llena por la pija de mi amante, o que me metiera los dedos en el culito, o lamerle sus sexo por completo, o que me llenara de semen los pechos ante la atenta mirada de mi marido, se hizo demasiado caliente, o que el sintiera mis gemidos, gemidos que me arrancaba un extraño para él...
Lo realmente curioso llegaría por la noche, Braulio después de la tarde vivida, se mostraría para mi sorpresa extremadamente caliente, como un toro, y creo que fue la primera vez que yo tuve que pedir terminar el juego.
Hablamos mucho sobre el tema, sus sentimientos, los míos y el papel que desempeñaría Brain, un tercer, un extraño, metido en nuestras vidas, sabíamos que de alguna manera nos estábamos exponiendo demasiado, tal vez las cosas podrían terminar mal entre nosotros, y a pesar de nuestras locuras nos seguíamos amando, mientras miraba los bocetos que reposaban sobre la mesa, donde veía la perfección de sus trazos, donde veía mi rostro, decidimos dar por cerrado el tema, ya no se repetirían estos encuentros con terceros.
Solo un pequeño detalle, Brain, él vino una mañana a casa, era temprano, evidentemente quería mas, fue cuando Braulio y yo nos plantamos y le explicamos en detalle lo que sucedía y lo que habíamos decidido. Solo que este chico no era fácil de convencer, incluso siempre terminaba doblegando mi voluntad a pesar de mi férreo carácter y si lo hacía conmigo ni hablar de mi esposo, quien casi ni opinaba.
Empezamos a discutir, levantamos el tono de voz y saben como terminó esa mañana?
Mi esposo mudo, sentado en una silla, en silencio, solo observando, Brain un tigre enfurecido, jadeando baba, saciando su instinto asesino, y yo... yo sentada sobre la mesada de la cocina, despeinada, con el vestido roto, mis pechos semidesnudos, mis muslos temblando y mi sexo ardido, húmedo, expulsando el líquido blanco de su interior, si, Brain lo había hecho nuevamente.
Y fue un imán difícil de rechazar, ese hombre poco a poco se transformó en una espina que se acuño entre mis esposo y yo, solo él tomo las riendas y se hizo evidente que lo que mas le excitaba era cogerme en las narices de mi marido, humillarlo, y en poco tiempo solo los hacía cuando él estaba presente.
Braulio seguía tan pasivo como siempre, no reaccionaba, nunca reaccionaba y parecía no tener valor para enfrentar a mi amante, para poner las cosas en su lugar, aunque también el, desde su lugar parecía disfrutar la relación. Por mi parte estaba confundida, era raro, no estaba muy de acuerdo con todo esto pero lo disfrutaba y en ese momento hasta temí que Brain me abandonara. Saben, muchas veces tuve fantasías de que mi marido se uniera y jugar con los dos hombres, lo hablé con ambos, pero ambos se negaron, parecía que en ese maldito juego cada uno debía ocupar su lugar y mis fantasías nunca se cumplieron.
Con el pasar del tiempo, Braian fue acaparando todo, físicamente y lo peor, psicológicamente, empezó a agredirlo a mi esposo mientras me hacía el amor, que era poco hombre, que el me cogía mejor, que yo prefería su verga, y todo ese juego dialéctico que poco a poco lo fue arrinconando a Braulio hasta transformarlo en un títere inerte que mi amante manejaba a su antojo.
Seguramente el principio del fin fue esta tarde de noviembre, las cosas ya no iban del todo bien, puertas adentro había demasiado frío, era como que una rutina nos había invadido y puertas afuera todo era un infierno, todo el mundo hablaba por lo bajo del misterioso hombre que rutinariamente nos visitaba, mis antecedentes con el carnicero y demás hombres que se supieron no me ayudaban, y Braulio que ya no podía con el peso de sus enormes cuernos.
Brain esta vez cambió el juego, se sentó en el sillón en el que habitualmente se sentaba mi marido, nos dijo que esta vez sería su turno de mirar, pero solo le interesaba ver como yo sodomizaba a mi esposo, creo que para él era el punto máximo de la degradación de Braulio, y aunque parezca mentira fui yo quien mas resistencia opuse, pero como de costumbre, se salió con la suya.
En minutos Braulio se había desnudado colocándose pasivamente en cuatro, dándole el mejor plano a Brain, quien tenía un brillo particular y libidinoso, tomé mi lubricante íntimo y jugué sobre el esfínter de mi marido, seguí con uno de mis juguetes, era grandote y empecé e forzar poco a poco, en ese momento no me era nada excitante lo que estaba sucediendo, no quería hacerle doler a mi esposo, no me parecía justo.
Con el correr de los minutos las cosas fueron cambiando, pude enterrarle en juguete por el culo y empecé a simular que lo cogía, metiendo, sacando, una y otra vez, mi marido empezó a quejarse rítmicamente a medida que lo hacía, y su placer empezó a llenar mis oídos, y Brain me empujaba a hacerlo, a que le rompiera el culo, lo miraba a los ojos y veía el placer en ese hombre, quien había sacado su verga y se masturbaba lentamente a centímetros de donde nosotros estábamos.
Y empezó a aflorar la mujer salvaje que llevo dentro, a disfrutar de romperle el culo, cada vez con mas fuerza, con más ímpetu, todo se fue saliendo de control, los gemidos de Braulio se transformaron en gritos contenidos y con palabras entrecortadas el también me pedía más y más, sentí como mi ropa interior se mojaba toda, incluso traspasando hasta las calzas negras que llevaba puestas, tenía un orgasmo a flor de piel, solo frotando mi sexo en la espalda de mi marido.
Brain me incitaba a mas, dejé el juguete de lado y metiéndole los dedos en el culo le mostré como se lo había dejado todo abierto.
Largos chorros de semen me sorprendieron, desde donde estaba sentado Brain comenzó a acabar, como nunca lo había hecho, la leche caliente pegó en mi rostro, cabellos, brazos, nalgas y piernas de Braulio y todo lo que se interpusiera en el camino, había sido algo nuevo, algo distinto.
Seguimos unos meses mas con el nuevo juego, habíamos cambiado los roles y siempre era yo quien se la daba a mi marido, a veces con juguetes, a veces usaba algún arnés y Brain solo observando.
El tres de abril quedaría siempre marcado en mi vida, trabajaba de portera en un colegio cercano, y ese día estaba en mis días femeninos, indispuesta, con terribles cólicos, fatal, así que pedí retirarme antes de lo previsto, solo quería ir a casa a recostarme un poco.
Pero menuda sorpresa me llevaría, mi cama estaba ocupada, estaban tan concentrados que ni me sintieron llegar, Brain se lo estaba cogiendo a Braulio, terrible e impactante imagen, nunca lo había sospechado.
No hice muchas preguntas, no pedí explicaciones que no me interesaba escuchar, solo me di cuenta quien era la persona que sobraba en todo el juego.
En este presente, Braulio y yo estamos divorciados, me dejó la casa, él y Brain formaron pareja y viven no muy lejos, quedamos como amigos, cada tanto cruzamos algunas palabras, pero no mucho mas. Yo vivo sola, ya no quiero atarme a ningún hombre y por lo que se rumorea en el barrio no hay muchos hombres dispuestos a atarse a mi, más que por unas horas. No importa, soy feliz y aunque no lo sepan, hice cornuda a muchas de las vecinas que me saludan día a día.
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2 comentarios - Sodomizando a mi marido (resubido)