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Mi camino bisex 3

Abrí los ojos y me encontré a Nicole entrando sonriente en mi habitación para despertarme con un profundo y húmedo beso. “¿Te sentís mejor? El desayuno está pronto, vamos!” Me dijo mirándome pícara por sobre su hombro mientras salía de mi cuarto tan rápido como había entrado y al hacerlo se levantó la pollerita para mostrarme su cola con una tanguita roja que le quedaba divina. Yo me destapé somnoliento y al sentarme sobre la cama sentí un ardor en mi cola que instintivamente me llevó a tocarla con mis dedos. Estaba dilatada, algo hinchada y húmeda, entonces miré para atrás y aterrorizado descubrí que en las sabanas había una gran mancha de semen con algunas gotitas de sangre. El sueño se me fue en un instante y me invadieron los recuerdos de la noche anterior. — “Te voy a volver adicta a esto putita, me tenés loco”. una de sus manos volvió a mi cadera mientras que la otra esparcía sobre su pene un líquido viscoso, yo simplemente observaba quieta y ansiosa hasta que lo vi acercarse desde atrás y sentí la cabeza de su pene en la puerta de mi ano. Cerré los ojos y esperé, estaba segura de que me dolería pero Pablo era un caballero y en vez de meterla de golpe, comenzó a hacer círculos con su glande alrededor de mi ano empapado en su saliva. Esos masajes se sentían tan bien que me fui aflojando y casi sin querer sentí como la cabeza ya estaba dentro de mí. Entonces él me tomó con ambas manos de la cadera y muy despacio fue entrando y saliendo de mí cola con cada entrada siendo más lenta y más profunda a la vez. Al principio fue extraño y molesto, yo estaba acostumbrado a tener el control del objeto que me penetraba y esto era muy distinto, pero muy rápido me encontré a mi misma agarrando fuerte las sábanas y empujando mi cadera hacia atrás para lograr una penetración más profunda. Recuerdo como si fuera hoy el momento en el que finalmente sentí su pelvis chocar contra mis amplias nalgas, su pene totalmente en mi interior y a él apretando nuestros cuerpos juntos desde mis caderas. Nos quedamos quietos así, pegados y en silencio, yo sudaba y respiraba fuerte con esa sensación de estar llena y bajo el control de mi macho que tanto había fantaseado mientras que él me miraba desde arriba con lujuria. “Tu culo es mejor que todas conchas que he probado putita, te lo voy a llenar todo” Ahí fue cuando comenzó a moverse, la saco toda haciéndome sentir algo de dolor y un vacío imposible de sostener. Sentía como el aire invadía mi cuerpo a través de mi cola abierta, pero sobre todo sentía la necesidad de volver a sentirme llena así que sin dudarlo empuje con mis caderas para atrás y él volvió a entrar completamente en mi dando comienzo a un vaivén frenético que parecía nunca acabar e ir cada vez más rápido. El sudor de nuestros cuerpos y el ruido del golpeteo de su pelvis contra mis nalgas vibrantes eran solo opacados por los bramidos de él y mis gemidos de pasión. Me hizo chillar como una perra sin poder controlarlo, la sensación de ser poseída y llenada por un pene caliente y duro era muy distinta a lo que sentía con mis juguetes. En ese momento, llena de carne, me sentí hembra como nunca antes. No había duda, él era el macho fuerte y yo la femenina criatura que recibía sus embates con placer. Mientras tanto comencé a sentir esa presión interior que ya conocía, pero que esta vez se multiplicaba por mil, la sentía acumularse en mi interior desde mi ano hasta la base de mi aún flácido pene atrapado bajo la tanguita. En la misma medida en que mi presión interior aumentaba también lo hacía el ritmo de la penetración y el pene de Pablo se sentía cada vez más duro y profundo. Todo esto fue aumentando hasta que no pude más y con un temblor que me debilitó el cuerpo entero caí acostada sobre el colchón mientras sentía como de mi pene flácido chorreaba leche inundando la tanguita de mi suegra. Pablo acompañó mi caída y así acostada, ensartada y completamente aplastada por su cuerpo sentí el orgasmo más grande de mi vida. Mientras yo me aflojaba él me dió un par de estocadas más hasta que lo sentí a él también explotar en mi interior y desplomarse bufando mientras que mis entrañas se llenaban de un cálido líquido que lo invadió todo. Tras unos minutos de respiración profunda y silencio Pablo tomó mi cara entre sus manos y con su pene todavía en mi interior me dió un profundo beso de amantes. Al terminar el beso se levantó saliendo en ese mismo acto su pene de mi cola y dejándome ahí tirada en el colchón, boca abajo, con las piernas abiertas y la cola aún más. Esa sensación de vacío me tomaba nuevamente, podía sentir el aire en mi interior ocupando el lugar que antes se había ganado Pablo. “Nena, estuviste bárbara, necesitaba una buena descarga, hoy repetimos. Te quiero acá de vuelta a la misma hora. Ahora levantate y andá para tu dormitorio antes de que se despierte mi mujer”. Callada y como pude me levanté tambaleante, acomodé la tanga, me puse mi ropa de hombre y volví directo al baño de la casa de huéspedes. Al cerrar la puerta, prender la luz y verme en el espejo fue como que todo se volvió real. Vi el lapiz de labios corrido por toda mi cara y sentí la tanga empapada de nuestros jugos. Me quité mi ropa de hombre, luego el soutien y por último la tanga que estaba realmente empapada del semen de ambos. De mi cola también podía sentir como chorreaba aún más semen que intenté liberar en el baño. Puse la lencería de nuevo en el canasto de la ropa sucia sin pensar demasiado, me lavé lo mejor que pude y caminé aún sobre incrédulas piernas temblantes hasta mi cama. Al acostarme no paraban de venirme imágenes de lo que había pasado esa noche, sentimientos que me abrumaban y confundían. Finalmente me quedé dormido con una mano tomando mi pene flácido y la otra acariciando mi ano dilatado. Agradezco sus comentarios y si les gusta seguiré contando.

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