Me llamo Esteban, tengo 35 años, soy casado, mi mujer se llama Estela, tiene 33 años, está muy fuerte y yo, según dicen, estoy muy bien, ambos conformamos una pareja muy enamorada y fogosa, pero algo en nuestro pasado que nos impactó tanto que aún hoy lo recordamos con mucha calentura.
A mis 20 años debía complir con el servicio militar -en esa época se hacía a esas edad- y me destinaron al sur en la loma del orto. No voy a mencionar el lugar para no deschavarme, aunque algunos cuando lo lean van a saber de quién se trata. Ya en ese entonces estaba de novia con mi actual mujer. La separación me afectó mucho, estaba enamorado pero además extrañaba el sexo pues me acostaba con ella desde hacía dos años. La soledad es terrible y en lugares tan desolados, sin una mujer, se agudiza.
Empecé a hacer amistad con un muchacho de Zárate, nos confiabamos todo, él también tenía novia y era muy común que nos contásemos los polvos que nos echábamos con nuestras respectivas novias. Nos calentábamos mucho y terminamos con una erección; un día nos encerramos en un cuartito donde guardaban rompa limpia pero en desuso, nos tiramos sobre un montón de ropa y nos masturbamos mientras recordábamos nuestrras encamadas. Pude observar que mi amigo tenía un buen pedazo, bastante más grande que el mío y eso me excitó; estaba un poco confundido pero no podía sacar los ojos de esa hermosa pija.
Con el tiempo se convirtió en un hábito: era nuestra manera de tener sexo. Claro que hicimos ciertos progresos. El primer paso fue que yo lo masturbaba a él y luego él a mí; era la primera vez que tocaba una pija que no fuera la ḿía, tenía entre mis manos una flor de poronga y la estaba pajeando frenéticamente. La siguiente sesión fuimos un poco más lejos y se la chupé. Era la primera vez que hacíamos eso y sin embargo me encantó. Se la mamé hasta que me acabó en la boca y me tragué la leche; después él me la chupó a mí y yo también acabé.
El tercer paso fué la penetración, y así un día me convenció y me cogió, me hizo poner en cuatro patas y me la fue metiendo de a poco permitiendo que mi esfínter se acostumbrara; luego empezó un leve vaivén. Me gustaba, me gustaba mucho y empecé a gemir, entonces él comenzó a cogerme violentamente, la sacaba y enterraba hasta las pelotas a mucha velocidad hasta que me llenó el culo y yo estaba feliz, me hice la paja y acabé.
De ahí en más, cada vez que estábamos calientes y siempre y cuando fuera posible, íbamos al cuartito y me culeaba. Mientras me cogía yo me las arreglaba para hacerme la paja y trataba de acabar al mismo tiempo que él eyaculaba en mi culo. Yo también me lo quería coger a él y me costó mucho tiempo conseguirlo, pero al final lo logré y lo desvirgué. A él mucho no le gustaba, así que algunas veces yo lo culeaba pero en realidad la mayoría de las veces era él quien me cogía. Yo no tenía problemas ya que me encantaba y gozaba haciéndomela dar por mi amigo.
A pesar de todo había algo que ambos extrañabamos: las minas. Pasaron los meses y hasta que recibí una carta de mi novia en la que me comunicaba que me visitaría un de semana y se instalaría en un hotel de un pueblo cercano, a 30 kilómetros. En realidad era un hotelucho pero ella lo ignoraba. Se lo conté a mi amigo, le dije que al fin iba a coger a con mi novia y se alegró por mí y allí me comentó que su novia también lo visitaría pero en 20 días más tarde. Fue entonces cuando planeamos lo siguiente: ¿Por qué coger solo un fin de semana? ¿No sería mejor dos?
El plan era más o menos así. El se cogería a mi novia hasta sacarse las ganas y luego lo haría yo y cuando 20 más tarde llegase su novia yo me acostaría con ella y después lo haría él. Era algo alocado pero interesante. El siguiente paso era tratar de convencer a nuestras respectivas novias Por carta era muy difícil pero lo logramos y ambas asintieron.
Llegó el día esperado, mi ya estaba alojada en el hotel pero surgieron algunas complicaciones: no nos dejaban salir de franco. Al final hablamos con el cabo primero y dio permiso. Eran las 18 y deberíamos presentarnos al otro día a las 6 de la mañana: no era el ideal, pero desde ya que agarramos viaje. Llegamos al hotel, le dimos unos mangos al encargado para que nos dejara subir al cuarto de mi novia y no nos jodiera.
Cuando entramos noté que ella estaba muy nerviosa. Todos lo estábamos. La abracé y le dije que cuánto la quería. Permanecimos unos minutos callados hasta que le señalé a mi novia que fuera al dormitorio, se desnudara y aguardara acostada en la cama. Así lo hizo. De acuerdo a lo pactado sería mi amigo el primero; entró, cerró la puerta con llave y la sacó de la cerradura por las dudas yo me arrepintiese a último momento. Se me hizo un nudo en la garganta, respiraba con dificultad, caminaba de un lado al otro del cuartucho hasta que que me decidí y espiando por el ojo de la cerradura pude observar a mi amiga de espaldas a mí y enfrentando la cama donde se encontraba mi novia bajarse los pantalones y el slip; su culo peludo quedó al aire, lí a mi novia emitir una exclamación, seguramente al ver el pedazo que tenía entre las piernas.
Luego se dirigió hacia la cama, entonces me incorporé y dejé de espiar; estaba nervioso, angustiado. Al rato empecé a oír como mi amigo gemía cada vez más pero no mi novia. Pensé que que era un miserable por hacer pasar un momento desagradable a mi amada; decidí volver a mirar por el ojo de la cerradura y… ¡Qué sorpresa me llevé! Mi novia no emitía sonido porque tenía la boca ocupada con la super pija de él. ¡Qué manera de chupar! Se la mamaba mientras le tocaba los huevos, él se retorcía en la cama y gemía.
–Ah… ah… qué bien.. así…ah…
Me levanté y me senté en un sillón viejo cuando escuché la voz de mi amada Estela diciendo:
–¡Ay, cogeme, por favor, cogeme, hace ocho meses que no cojo! ¡Metemela pijudo! -No pasaron ni veinte segundos cuando oí la voz de Estela exclamando–: ¡Aaahhh! –seguida de los ruidos típicos de una cama con una pareja cogiendo y más y más gemidos.
Yo me encontraba con bronca, celoso, pero tampoco podía dejar de exitarme. Sí, sí, estaba caliente y tenía la pija parada, veía el culo peludo de mi amigo moviéndose rítmicamente entre las piernas de mi novia, que aullaba como una gata en celo. No podía apartar la vista de esa escena y sentía la presión de mi pija parada contra la tela del pantalón, al final me dije: ¡ma sí!, me bajé el pantalón y el slip hasta las rodillas y me hice flor de paja mientras miraba como se cogían a mi novia. Cuando estaba acabando no me pude contener más, lancé un chorro de leche contra la puerta mojándola; me apresuré a subierme los lompas, no quería que me encontraran así, y esperé a que abrieran la puerta pero ésta permaneció cerrada. En cambio se reiteró el traqueteo de la cama y los gemidos, miré, y sí, se la estaba cogiendo nuevamente.
Otra vez mi vista se detuvo en el movimiento de sube y baja del culo de mi amigo, y dale que dale que dale, meta y saca, meta y saca. y yo como un cornudo mirando por el ojo de la cerradura. Mi novia gritaba:
–Ay, que divino sí sí , sí ahh, ah, ah!
Me bajé otra vez la ropa y me hice la paja. Yo no quería pero no podía evitarlo, me re calentaba ver a mi novia cogiendo con otro, y otra vez saltó mi leche viéndolos acabar. Pero la puerta no se abría, pasó un largo rato, yo dormité en el sillón hasta que otra vez me despertaron los gemidos y gritos de Estela. Cuando miré me quería morir, le estaba echando un polvo de locos, me msaturbé frenetricamente hasta que acabé, ellos seguían cogiendo, yo me tiré exhausto sobre el sillón y me dormí arrullado por los gemidos y el traqueteo de la cama.
Me dormí profundamente. En algún momento de la noche escuché más gemidos y esa maldita cama haciendo tanto bochinche, pero yo no daba más y continué durmiendo.
De repente mi amigo me despertó:
– Dale, apurate que se nos hizo tarde. Son las cinco de la mañana.
Yo no entendía nada, ya había pasado todo, me acerqué a la cama, mi novia estaba en la cama boca arriba con el pelo revuelto, concha peluda estaba empapada de leche lo mismo que las sábanas. La bese tiernamente, le dije que lamentaba no haber hecho el amor con ella a lo que Estela respondió:
– No te preocupes, tu amigo me hizo acabar como 25 veces.
Una semana después esperaba ansiosamente la llegada de la novia de mi amigo, entonces sucedió algo insólito: ¡Me dieron de baja! Sí, junto con otros compañeros. Qué cara habré puesto que me preguntaron si no estaba contento de volver a casa. Me encontré con mi amigo en el cuartito y desaté toda mi furia contra él, que trataba de hacerme entender que no era su culpa, que después de todo yo regresaba a casa y él debía quedarse. Le dije que tenía bronca, que me sentía cornudo, que estaba con mucha bronca. Me contestó que sabía cómo sacarme la furia. ¡Me bajó los pantalones y me cogió! Yo no entendía nada pero me gustó, entonces agregó:
– ¡Te hice bien cornudo y ahora te rompo el culo! ¡Tomá, Tomá… aaaahhhhh! – y acabó salvajemente.
Recuerdo que fue a la estación a despedirme. Fue la última vez que lo vi.
Durante la luna de miel le confesé a mi señora como los había espiado por la cerradura y las pajas que me había hecho.
– ¡Sos un cornudo divino, cómo cogimos!
Y aún hoy, cada vez que lo recordamos culiamos como locos. A todo esto, estamos planeando ir a conocer Zárate. Soy un cornudo feliz.
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A mis 20 años debía complir con el servicio militar -en esa época se hacía a esas edad- y me destinaron al sur en la loma del orto. No voy a mencionar el lugar para no deschavarme, aunque algunos cuando lo lean van a saber de quién se trata. Ya en ese entonces estaba de novia con mi actual mujer. La separación me afectó mucho, estaba enamorado pero además extrañaba el sexo pues me acostaba con ella desde hacía dos años. La soledad es terrible y en lugares tan desolados, sin una mujer, se agudiza.
Empecé a hacer amistad con un muchacho de Zárate, nos confiabamos todo, él también tenía novia y era muy común que nos contásemos los polvos que nos echábamos con nuestras respectivas novias. Nos calentábamos mucho y terminamos con una erección; un día nos encerramos en un cuartito donde guardaban rompa limpia pero en desuso, nos tiramos sobre un montón de ropa y nos masturbamos mientras recordábamos nuestrras encamadas. Pude observar que mi amigo tenía un buen pedazo, bastante más grande que el mío y eso me excitó; estaba un poco confundido pero no podía sacar los ojos de esa hermosa pija.
Con el tiempo se convirtió en un hábito: era nuestra manera de tener sexo. Claro que hicimos ciertos progresos. El primer paso fue que yo lo masturbaba a él y luego él a mí; era la primera vez que tocaba una pija que no fuera la ḿía, tenía entre mis manos una flor de poronga y la estaba pajeando frenéticamente. La siguiente sesión fuimos un poco más lejos y se la chupé. Era la primera vez que hacíamos eso y sin embargo me encantó. Se la mamé hasta que me acabó en la boca y me tragué la leche; después él me la chupó a mí y yo también acabé.
El tercer paso fué la penetración, y así un día me convenció y me cogió, me hizo poner en cuatro patas y me la fue metiendo de a poco permitiendo que mi esfínter se acostumbrara; luego empezó un leve vaivén. Me gustaba, me gustaba mucho y empecé a gemir, entonces él comenzó a cogerme violentamente, la sacaba y enterraba hasta las pelotas a mucha velocidad hasta que me llenó el culo y yo estaba feliz, me hice la paja y acabé.
De ahí en más, cada vez que estábamos calientes y siempre y cuando fuera posible, íbamos al cuartito y me culeaba. Mientras me cogía yo me las arreglaba para hacerme la paja y trataba de acabar al mismo tiempo que él eyaculaba en mi culo. Yo también me lo quería coger a él y me costó mucho tiempo conseguirlo, pero al final lo logré y lo desvirgué. A él mucho no le gustaba, así que algunas veces yo lo culeaba pero en realidad la mayoría de las veces era él quien me cogía. Yo no tenía problemas ya que me encantaba y gozaba haciéndomela dar por mi amigo.
A pesar de todo había algo que ambos extrañabamos: las minas. Pasaron los meses y hasta que recibí una carta de mi novia en la que me comunicaba que me visitaría un de semana y se instalaría en un hotel de un pueblo cercano, a 30 kilómetros. En realidad era un hotelucho pero ella lo ignoraba. Se lo conté a mi amigo, le dije que al fin iba a coger a con mi novia y se alegró por mí y allí me comentó que su novia también lo visitaría pero en 20 días más tarde. Fue entonces cuando planeamos lo siguiente: ¿Por qué coger solo un fin de semana? ¿No sería mejor dos?
El plan era más o menos así. El se cogería a mi novia hasta sacarse las ganas y luego lo haría yo y cuando 20 más tarde llegase su novia yo me acostaría con ella y después lo haría él. Era algo alocado pero interesante. El siguiente paso era tratar de convencer a nuestras respectivas novias Por carta era muy difícil pero lo logramos y ambas asintieron.
Llegó el día esperado, mi ya estaba alojada en el hotel pero surgieron algunas complicaciones: no nos dejaban salir de franco. Al final hablamos con el cabo primero y dio permiso. Eran las 18 y deberíamos presentarnos al otro día a las 6 de la mañana: no era el ideal, pero desde ya que agarramos viaje. Llegamos al hotel, le dimos unos mangos al encargado para que nos dejara subir al cuarto de mi novia y no nos jodiera.
Cuando entramos noté que ella estaba muy nerviosa. Todos lo estábamos. La abracé y le dije que cuánto la quería. Permanecimos unos minutos callados hasta que le señalé a mi novia que fuera al dormitorio, se desnudara y aguardara acostada en la cama. Así lo hizo. De acuerdo a lo pactado sería mi amigo el primero; entró, cerró la puerta con llave y la sacó de la cerradura por las dudas yo me arrepintiese a último momento. Se me hizo un nudo en la garganta, respiraba con dificultad, caminaba de un lado al otro del cuartucho hasta que que me decidí y espiando por el ojo de la cerradura pude observar a mi amiga de espaldas a mí y enfrentando la cama donde se encontraba mi novia bajarse los pantalones y el slip; su culo peludo quedó al aire, lí a mi novia emitir una exclamación, seguramente al ver el pedazo que tenía entre las piernas.
Luego se dirigió hacia la cama, entonces me incorporé y dejé de espiar; estaba nervioso, angustiado. Al rato empecé a oír como mi amigo gemía cada vez más pero no mi novia. Pensé que que era un miserable por hacer pasar un momento desagradable a mi amada; decidí volver a mirar por el ojo de la cerradura y… ¡Qué sorpresa me llevé! Mi novia no emitía sonido porque tenía la boca ocupada con la super pija de él. ¡Qué manera de chupar! Se la mamaba mientras le tocaba los huevos, él se retorcía en la cama y gemía.
–Ah… ah… qué bien.. así…ah…
Me levanté y me senté en un sillón viejo cuando escuché la voz de mi amada Estela diciendo:
–¡Ay, cogeme, por favor, cogeme, hace ocho meses que no cojo! ¡Metemela pijudo! -No pasaron ni veinte segundos cuando oí la voz de Estela exclamando–: ¡Aaahhh! –seguida de los ruidos típicos de una cama con una pareja cogiendo y más y más gemidos.
Yo me encontraba con bronca, celoso, pero tampoco podía dejar de exitarme. Sí, sí, estaba caliente y tenía la pija parada, veía el culo peludo de mi amigo moviéndose rítmicamente entre las piernas de mi novia, que aullaba como una gata en celo. No podía apartar la vista de esa escena y sentía la presión de mi pija parada contra la tela del pantalón, al final me dije: ¡ma sí!, me bajé el pantalón y el slip hasta las rodillas y me hice flor de paja mientras miraba como se cogían a mi novia. Cuando estaba acabando no me pude contener más, lancé un chorro de leche contra la puerta mojándola; me apresuré a subierme los lompas, no quería que me encontraran así, y esperé a que abrieran la puerta pero ésta permaneció cerrada. En cambio se reiteró el traqueteo de la cama y los gemidos, miré, y sí, se la estaba cogiendo nuevamente.
Otra vez mi vista se detuvo en el movimiento de sube y baja del culo de mi amigo, y dale que dale que dale, meta y saca, meta y saca. y yo como un cornudo mirando por el ojo de la cerradura. Mi novia gritaba:
–Ay, que divino sí sí , sí ahh, ah, ah!
Me bajé otra vez la ropa y me hice la paja. Yo no quería pero no podía evitarlo, me re calentaba ver a mi novia cogiendo con otro, y otra vez saltó mi leche viéndolos acabar. Pero la puerta no se abría, pasó un largo rato, yo dormité en el sillón hasta que otra vez me despertaron los gemidos y gritos de Estela. Cuando miré me quería morir, le estaba echando un polvo de locos, me msaturbé frenetricamente hasta que acabé, ellos seguían cogiendo, yo me tiré exhausto sobre el sillón y me dormí arrullado por los gemidos y el traqueteo de la cama.
Me dormí profundamente. En algún momento de la noche escuché más gemidos y esa maldita cama haciendo tanto bochinche, pero yo no daba más y continué durmiendo.
De repente mi amigo me despertó:
– Dale, apurate que se nos hizo tarde. Son las cinco de la mañana.
Yo no entendía nada, ya había pasado todo, me acerqué a la cama, mi novia estaba en la cama boca arriba con el pelo revuelto, concha peluda estaba empapada de leche lo mismo que las sábanas. La bese tiernamente, le dije que lamentaba no haber hecho el amor con ella a lo que Estela respondió:
– No te preocupes, tu amigo me hizo acabar como 25 veces.
Una semana después esperaba ansiosamente la llegada de la novia de mi amigo, entonces sucedió algo insólito: ¡Me dieron de baja! Sí, junto con otros compañeros. Qué cara habré puesto que me preguntaron si no estaba contento de volver a casa. Me encontré con mi amigo en el cuartito y desaté toda mi furia contra él, que trataba de hacerme entender que no era su culpa, que después de todo yo regresaba a casa y él debía quedarse. Le dije que tenía bronca, que me sentía cornudo, que estaba con mucha bronca. Me contestó que sabía cómo sacarme la furia. ¡Me bajó los pantalones y me cogió! Yo no entendía nada pero me gustó, entonces agregó:
– ¡Te hice bien cornudo y ahora te rompo el culo! ¡Tomá, Tomá… aaaahhhhh! – y acabó salvajemente.
Recuerdo que fue a la estación a despedirme. Fue la última vez que lo vi.
Durante la luna de miel le confesé a mi señora como los había espiado por la cerradura y las pajas que me había hecho.
– ¡Sos un cornudo divino, cómo cogimos!
Y aún hoy, cada vez que lo recordamos culiamos como locos. A todo esto, estamos planeando ir a conocer Zárate. Soy un cornudo feliz.
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7 comentarios - ¡Soy un feliz cornudo!
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