(La experiencia es real; las imágenes de Angel Young, pornstar parecida a Melina)
La hermosa Melina es mi vecina, con su casa frente a la mía. Es una yegua impresionante: rubia, sin tacos, su altura supera el metro setenta. Pechos grandes, caderas y cola firme, piernas largas. Y si su erótico cuerpo ya atraía, poseía un bonito rostro blanco, fino. Ojos grandes color celeste, mirada intensa, labios carnosos. 30 años.
Enseguida advertí que era una escort. Una puta cara. De martes a sábado salía de su casa a las 16, vestida como pendeja, también elegante, siempre provocativa, desparramando sensualidad. Subía a su auto y regresaba a la noche, generalmente acompañada de hombres indudablemente adinerados.
Estaba atento a verla, espiarla, para pajearme. Estoy seguro que se dio cuenta, pues muchas veces se movía y mostraba, como si me dijera “tomá, pajeate con esto…”
Logré averiguar que por un polvo rápido en un telo cobraba, mínimo, 50 dólares. Y estar con ella toda la noche, en su casa, entre 150 y 250 dólares. Demasiado para mí, por lo que me conformaba con mirarla, imaginarla y pajearme.
En varias oportunidades la vi llegar sola, borracha. Pero una noche me asustó su estado. Apenas abrió la portezuela de su auto, aún sentada, se agachó y vomitó en la calle.
Intento incorporarse, trastabillo, vomitó nuevamente, y cayó sobre la calzada. Quedó inmóvil. Temí algo grave, por lo que manoteé una bermuda y fui a ayudarla.
Me tranquilicé al comprobar que respiraba. Tomé su cartera, cerré el auto, busqué las llaves de su casa y levanté en mis brazos a Melina.
El momento fue sabrosísimo. El olor del vómito y alcohol se combinó con su caro perfume. Y sostener a la hermosa mujer de mis sueños, sentir su piel, mirar sus piernas, tetas, cara deliciosa, logró una erección total.
Del modo más inesperado, la inalcanzable estaba conmigo…
Llevé a Melina hasta su dormitorio y la acosté sobre la cama de dos plazas. Su vestido se levantó y vi una tanguita blanca. Probé despertarla, pero fue inútil, dormía profundamente.
Entonces, excitado como estaba, me di cuenta que tenía una extraordinaria oportunidad. Levanté más el vestido y corrí la bombachita. ¡Apareció una conchita preciosísima!
Labios vaginales carnosos, clítoris prominente, y como si fuera poco, caliente y mojada…
Primero toqué suavemente sus maravillas con mis dedos, y luego me arrojé para recorrer con mi lengua ansiosa, mis labios sedientos, cada milímetro del hoyito.
¡Estaba comiendo a una hermosa mujer!
Deleitado, le separé los labios, dándome cuenta de la presencia de restos de semen. ¡La puta había cogido!
Entonces, Melina comenzó a gemir, mover su cadera, y salieron de la concha dulces y salados juguitos.
Y repentinamente, la belleza despertó, se incorporó, me empujó bruscamente y buscó con su preciosa boca mi pija.
-¡Gracias vecino! – dijo y a continuación se sentó sobre mi verga.
-Estoy en deuda con vos… Disfrutame… - y abrió las piernas.
Sería muy estúpido si acababa enseguida, por lo que moderé mi ritmo, saliendo y entrando, poniéndola a Melina en distintas posiciones…
-¡Ay qué rico papi! ¡Cogés hermoso, me encanta tu pija…! Me has sacado la borrachera dándome orgasmos… ¡Quiero tu leche!
La hermosa cara de Melina estaba arrebatada por el placer. Y dejé que estalle mi verga…
En la concha, en la cola, en su boca…
La hermosa Melina es mi vecina, con su casa frente a la mía. Es una yegua impresionante: rubia, sin tacos, su altura supera el metro setenta. Pechos grandes, caderas y cola firme, piernas largas. Y si su erótico cuerpo ya atraía, poseía un bonito rostro blanco, fino. Ojos grandes color celeste, mirada intensa, labios carnosos. 30 años.
Enseguida advertí que era una escort. Una puta cara. De martes a sábado salía de su casa a las 16, vestida como pendeja, también elegante, siempre provocativa, desparramando sensualidad. Subía a su auto y regresaba a la noche, generalmente acompañada de hombres indudablemente adinerados.
Estaba atento a verla, espiarla, para pajearme. Estoy seguro que se dio cuenta, pues muchas veces se movía y mostraba, como si me dijera “tomá, pajeate con esto…”
Logré averiguar que por un polvo rápido en un telo cobraba, mínimo, 50 dólares. Y estar con ella toda la noche, en su casa, entre 150 y 250 dólares. Demasiado para mí, por lo que me conformaba con mirarla, imaginarla y pajearme.
En varias oportunidades la vi llegar sola, borracha. Pero una noche me asustó su estado. Apenas abrió la portezuela de su auto, aún sentada, se agachó y vomitó en la calle.
Intento incorporarse, trastabillo, vomitó nuevamente, y cayó sobre la calzada. Quedó inmóvil. Temí algo grave, por lo que manoteé una bermuda y fui a ayudarla.
Me tranquilicé al comprobar que respiraba. Tomé su cartera, cerré el auto, busqué las llaves de su casa y levanté en mis brazos a Melina.
El momento fue sabrosísimo. El olor del vómito y alcohol se combinó con su caro perfume. Y sostener a la hermosa mujer de mis sueños, sentir su piel, mirar sus piernas, tetas, cara deliciosa, logró una erección total.
Del modo más inesperado, la inalcanzable estaba conmigo…
Llevé a Melina hasta su dormitorio y la acosté sobre la cama de dos plazas. Su vestido se levantó y vi una tanguita blanca. Probé despertarla, pero fue inútil, dormía profundamente.
Entonces, excitado como estaba, me di cuenta que tenía una extraordinaria oportunidad. Levanté más el vestido y corrí la bombachita. ¡Apareció una conchita preciosísima!
Labios vaginales carnosos, clítoris prominente, y como si fuera poco, caliente y mojada…
Primero toqué suavemente sus maravillas con mis dedos, y luego me arrojé para recorrer con mi lengua ansiosa, mis labios sedientos, cada milímetro del hoyito.
¡Estaba comiendo a una hermosa mujer!
Deleitado, le separé los labios, dándome cuenta de la presencia de restos de semen. ¡La puta había cogido!
Entonces, Melina comenzó a gemir, mover su cadera, y salieron de la concha dulces y salados juguitos.
Y repentinamente, la belleza despertó, se incorporó, me empujó bruscamente y buscó con su preciosa boca mi pija.
-¡Gracias vecino! – dijo y a continuación se sentó sobre mi verga.
-Estoy en deuda con vos… Disfrutame… - y abrió las piernas.
Sería muy estúpido si acababa enseguida, por lo que moderé mi ritmo, saliendo y entrando, poniéndola a Melina en distintas posiciones…
-¡Ay qué rico papi! ¡Cogés hermoso, me encanta tu pija…! Me has sacado la borrachera dándome orgasmos… ¡Quiero tu leche!
La hermosa cara de Melina estaba arrebatada por el placer. Y dejé que estalle mi verga…
En la concha, en la cola, en su boca…
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