La miro alejarse, disfrutando del contoneo de sus caderas.
Gira la cabeza, porque sabe que la estoy observando, mis ojos clavados en esa ajustada falda, que apenas logra cubrir su hermoso trasero de pendeja tan atrevida.
Además, ese profundo tajo al costado me recuerda que no lleva ni siquiera una micro tanga debajo.
Me regala una última sonrisa y entonces mi propia sonrisa vertical se humedece y no es por la fría llovizna que está cayendo de ese cielo plomizo.
Tendría que haberle pedido que se quedara un rato más, compartiendo el calor de mi estrecha cama, en lugar de apurarse para regresar al encuentro de su esposo.
Seguramente, él nunca podrá darle lo que yo le doy. Su verga debe ser increíble, según lo que me describe ella. Pero él jamás la besará como yo la beso, ni la tocará como yo la toco y menos todavía la poseerá como yo la poseo.
La próxima vez, quizás, pueda convencerla de no abandonar mis brazos con tanto apuro. Que se quede un rato más a disfrutar de mis besos y de un buen café…
No se arrepentirá…
Gira la cabeza, porque sabe que la estoy observando, mis ojos clavados en esa ajustada falda, que apenas logra cubrir su hermoso trasero de pendeja tan atrevida.
Además, ese profundo tajo al costado me recuerda que no lleva ni siquiera una micro tanga debajo.
Me regala una última sonrisa y entonces mi propia sonrisa vertical se humedece y no es por la fría llovizna que está cayendo de ese cielo plomizo.
Tendría que haberle pedido que se quedara un rato más, compartiendo el calor de mi estrecha cama, en lugar de apurarse para regresar al encuentro de su esposo.
Seguramente, él nunca podrá darle lo que yo le doy. Su verga debe ser increíble, según lo que me describe ella. Pero él jamás la besará como yo la beso, ni la tocará como yo la toco y menos todavía la poseerá como yo la poseo.
La próxima vez, quizás, pueda convencerla de no abandonar mis brazos con tanto apuro. Que se quede un rato más a disfrutar de mis besos y de un buen café…
No se arrepentirá…
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