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Sara, un baile y su vestido negro como la noche

SARA, UN BAILE Y SU VESTIDO NEGRO COMO LA NOCHE



Siempre me gustó la musica, pero realmente nunca fui bueno bailando. Me sorprendió cuando mi amiga Sara me pidió ayuda con una coreografía que estaba practicando. Quedamos en vernos en casa, la idea era que la ayudase a encontrar la canción adecuada para su coreografía, encontrarnos entrada la tarde y que caiga la noche. El horario no tenía otro motivo sino los tiempos de ella, por trabajo no podía más temprano.Ya que nos íbamos a encontrar a esa hora, me encargué de comprar algo para tomar y comer, después de todo no sabía cuanto tiempo íbamos a estar, encontrar la canción perfecta no es tarea fácil, y tarde o temprano íbamos a tener que cenar. Yo tenía todo listo, y después de unos mensajes coordinando con ella, me senté en el sofá y prendí uno mientras esperaba.

Ella llegó pasadas las 7PM, algo agitada y cansada porque pensaba que estaba llegando tarde, habíamos quedado en vernos a las 6:30PM, pero se había retrasado en la salida del trabajo. Le resté importancia al percance, no me había molestado para nada. Entramos a casa y ella me pidió permiso para usar mi baño, quería bañarse y cambiarse, hacía calor y estaba bastante incómoda por el camino del trabajo a casa.
Dejó la puerta entreabierta para que pudiéramos hablar mientras ella se duchaba. Por mi parte puse algo de música en la computadora, solo para ambientar la "velada". Hacía tiempo que no nos veíamos, teníamos mucho de lo que ponernos al corriente. Me senté en el sofá, pero me percaté de que, desde ahí, podía ver directo al espejo del baño por la apertura de la puerta, y en el reflejo podía ver perfectamente como Sara se desvestía y se preparaba para entrar a la ducha. No tenía intenciones de espiarla, pero no pude resistir en cuanto vi el reflejo de sus pechos en el espejo. Ella siempre me había llamado la atención, su físico no era perfecto, pero a la vez me parecía extremadamente atractivo; de piernas anchas, nalgas rellenas y suaves y pechos armoniosos, un poco más grandes que el promedio, pero no realmente "grandes".

Pude relajarme recién cuando entró a la ducha y cerró la cortina, mientras la veía, no podía pensar en otra cosa más que en su reflejo y, por supuesto, las respuestas a todo lo que ella me decía, eran torpes y casi monosilábicas. Salió poco después con un vestidito corto, negro, con flecos en la falda y brillos en el escote. Posó con una sonrisa y me explicó que era la ropa que iban a usar en la coreografía.
Entre mi timidez y el recuerdo de lo que había visto en el espejo, las palabras de mi boca no salían claras, incluso llegaba a tartamudear, pero con confianza me puse de pie y me acerqué a ella. Tomé su mano y la hice girar para verla en detalle. El vestido carecía completamente de espalda, y en la parte más baja podía ver como sutilmente asomaba el nacimiento de su nalgas. Me empujó con una sonrisa y golpeó mi brazo con su puño, se dio cuenta del momento exacto en el que me quedé embobado viendo sus nalgas, aunque su risa me hizo salir del bochorno que sentí, después de todo había confianza.

Se acercó a mí y me agarró de las manos para bailar. En ese momento sonaba "Dr. Beat", de Miami Sound Machine. Le advertí que era pésimo bailando y ella lo sabía de igual manera, pero aun así me obligó a intentarlo. Su risa no tenía disimulo, y en ella había una mezcla de felicidad, simpatía y ternura al verme hacer uno de los mayores ridículos de mi vida. Por suerte para mí, no duró mucho ese sufrimiento, la canción terminó y, entre risas, ella me agarró del cuello de la camisa y apoyó su frente en mi pecho mientras decía que "me iba a sacar bueno" aunque fuese de madera.
La música no me dio tregua, y ella estaba lista para seguir bailando cuando empezó a sonar "I just called to sai I love you", de Stevie Wonder. Nuevamente se hizo presente su risa y una burla por mis gustos musicales "anticuados", pero no parecía disgustarle tampoco. Rodeó mi cuello con sus brazos y yo la tomé de la cintura, el ritmo era mucho más amable para mis pies claramente torpes para el baile, y ella recompensaba mi progreso con una sonrisa bastante sincera, aunque con instrucciones constantes que, en principio decía en voz alta, pero poco a poco empezó a susurrar en mi oído.

Nuestro baile siguió, me dejé llevar, ya casi no prestaba atención a sus instrucciones y ella casi no las daba tampoco. Nos habíamos dejado llevar por el momento y por la música, y en un impulso de estupidez, antes de que termine la canción, la besé. Ella dejó de bailar, se quedó completamente quieta y aunque no interrumpió el beso, se separó de mi. Tocó sus labios con dos dedos y alzó la mirada hacia mis ojos, nerviosos y temerosos, no podía verla bien, sus rubios cabellos ocultaban parte de su rostro. Pensé que lo había arruinado todo y, por los 5 o 10 segundos que duró su silencio, me sentí completamente incómodo.
Intenté disculparme, pero entonces sus manos reposaron en mis mejillas y se acercó nuevamente, posando un beso sobre mis labios que duró una pequeña pero muy dulce eternidad. Rodeé su cintura con mis manos, ella se acercó más a mí, presionando sus pechos contra mi cuerpo. Ella me empujó lentamente hasta el sofá, donde me senté y se subió sobre mí. Por la ventana solo entraban destellos naranjas de que el sol se estaba ocultando, hacían resaltar el dorado de su pelo, contrastando la penumbra al ver su rostro a contraluz. Sonreía de una manera muy tierna pero a la vez me tentaba y provocaba con su sonrisa. Volví a besarla, ella correspondió. Abría su boca para recibir mi lengua y con la suya daba suaves masajes en la mía al encontrarnos.

Bajé las manos para aferrarme a sus nalgas. Ella las movió al sentir el contacto y empezó a frotarse contra mí. Subió las manos para soltar la parte de arriba de su vestido, quedando sus pechos desnudos frente a mí. No me dio tiempo a decir nada cuando se abalanzó hacia adelante para ponerlos contra mi cara. Solo una mano rompió el contacto con sus nalgas, una mano que fue al encuentro de su suave seno que, con el simple tacto, me hacía volar en fantasías.
Empezó a mover la cadera, aun vestidos, su vagina comenzó a frotarse sobre el bulto que mi pene hacía en el pantalón. Dejó salir unos cuantos gemidos contenidos al morder sus labios. Mi lengua jugaba con su pezón que se erizaba cada vez más al rodearlo y rozar suavemente los dientes sobre él.

Ella finalmente bajó su mano y bajó el cierre de mi pantalón para meterla allí. Luchó por un momento para desprender el botón y poder escurrir sus dedos entre mi ropa interior, pero finalmente y entre risas, lo agarró y empezó a masajearlo mientras volvía a besarme apasionadamente con su lengua. Se separó de mi tras un breve momento y se arrodilló en el piso, entre mis piernas. Bajó mis pantalones y comenzó a besar mi pene tiernamente, posando sus labios carnosos sobre él mientras miraba fijamente a mis ojos. Comenzó a chuparla poco a poco, empezó con lamidas suaves, luego metiendo solo el glande en su boca, finalmente, y para mi deleite, lo metió completo.
No fui consciente del tiempo, en ese momento me dejé llevar por el placer, y no se cuanto duró, ella lo hacía muy bien y su lengua me daba más placer del que me hubiera imaginado. Acariciaba su pelo y entrelazaba mis dedos en él mientras acompañaba los movimientos de su cabeza. La música de fondo había pasado a muy segundo plano, en ese momento solo sentía el húmedo sonido de su lengua llenando de saliva mis genitales... pero sentía que estaba a punto de explotar. No quería terminar con todo tan rápido, por lo que coloqué mi mano en su nuca y presioné para hacerla acercarse a mí, besé otra vez sus labios, pero esta vez me encargué de quitar su vestido.

Pude distinguir un leve destello en su tanga negra, el reflejo de la luz sobre la humedad que la empapaba. Sonreí y le guiñé un ojo, ella se mordió un dedo mientras me miraba. Aun sentado y con ella arriba de mí, hice a un lado su tanga y la metí en su empapada vagina que me recibió gustosa y ansiosa. Ella tenía el control por la posición, y se movía suave y lento, como sabiendo de mi estado actual después de tan magistral trabajo oral que había hecho momentos atrás.
Ocultaba su rostro en mi hombro, como si la timidez la hubiera invadido al momento de empezar a coger. Una de mis manos acariciaba el arco de su espalda mientras la otra frotaba su pierna, casi masajeandola entre cada embestida que ella daba sobre mí.

La oscuridad de la noche finalmente había cubierto la totalidad del departamento, pero con certeza sabíamos los dos donde estábamos cada uno, como si nuestros cuerpos se conocieran a la perfección de toda la vida. Sus gemidos me guiaban, su respiración me indicaba su excitación; pero más evidente era al escuchar el chapoteo de su vagina cada vez que golpeaba mis testículos en cada embestida. No pude evitar dejar salir un gemido de placer tras sus constantes embestidas, suspiré y, tímidamente, confesé que estaba por acabar.
Ella se detuvo y me sacó de su interior para volver a arrodillarse frente a mí. Su mano derecha empezó a masajear mis testículos mientras su lengua hacía lo propio con mi pene. Otra vez avisé cuando estuve a punto, pero no se separó de mí, dejando que saliera todo dentro de su boca. Tras eso, apoyó las nalgas sobre sus talones y abrió la boca, mostrando el líquido blanco en su lengua, jugando por un momento con una sonrisa pícara y atrevida, aunque poco después fue al baño a escupir.
Volvió poco después, aunque sin decir nada, pasó de mi y fue a la cocina, volvió poco después con una botella de vino y dos copas y se sentó junto a mí en el sofá.

1 comentarios - Sara, un baile y su vestido negro como la noche

Ulilegii77 +1
Tremenda Sara, muy bien relato campeón!!!!