Abrí la puerta y lo encontré de pie ahí, un chico realmente hermoso.
Preguntó si yo sabía para qué había venido a mi casa. Le dije que sí.
Lo invité a pasar, sintiéndome excitada mientras lo veía caminar.
Parecía algo inseguro, casi a punto de arrepentirse.
Pero entonces exhaló una bocanada de aire y dijo que estaba listo.
Mi amiga lo había enviado, sabiendo que yo podría cumplir su fantasía.
Comenzó a quitarse la ropa y casi me humedecí al verlo desnudo.
Tenía un cuerpo menudo, grácil, delicado, casi parecía una nena.
Le ofrecí unas piezas de lencería muy sexy y él eligió lo que vestiría.
Después se maquilló y quedé asombrada del resultado.
Le pregunté si era virgen y se puso colorado al confesar que sí.
Le mostré el juguete adherido a la silla y él sonrió satisfecho.
Le corrí la tanga a un lado e hice que se sentara despacio.
Suspiró y lagrimeó un poco, mientras lo sentía llegar a fondo.
Le pregunté si le gustaba y me aseguró que le encantaba.
Dije que le azotaría esos firmes glúteos y aceptó sin decir nada.
La fusta silbó en el aire y ese chico tímido se sobresaltó con la primera caricia sobre su delicada piel. Me miró, dejando escapar una lágrima…
Supe que íbamos a pasar una tarde entretenida, ella y yo…
Preguntó si yo sabía para qué había venido a mi casa. Le dije que sí.
Lo invité a pasar, sintiéndome excitada mientras lo veía caminar.
Parecía algo inseguro, casi a punto de arrepentirse.
Pero entonces exhaló una bocanada de aire y dijo que estaba listo.
Mi amiga lo había enviado, sabiendo que yo podría cumplir su fantasía.
Comenzó a quitarse la ropa y casi me humedecí al verlo desnudo.
Tenía un cuerpo menudo, grácil, delicado, casi parecía una nena.
Le ofrecí unas piezas de lencería muy sexy y él eligió lo que vestiría.
Después se maquilló y quedé asombrada del resultado.
Le pregunté si era virgen y se puso colorado al confesar que sí.
Le mostré el juguete adherido a la silla y él sonrió satisfecho.
Le corrí la tanga a un lado e hice que se sentara despacio.
Suspiró y lagrimeó un poco, mientras lo sentía llegar a fondo.
Le pregunté si le gustaba y me aseguró que le encantaba.
Dije que le azotaría esos firmes glúteos y aceptó sin decir nada.
La fusta silbó en el aire y ese chico tímido se sobresaltó con la primera caricia sobre su delicada piel. Me miró, dejando escapar una lágrima…
Supe que íbamos a pasar una tarde entretenida, ella y yo…
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