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Sueño de infidelidad

Estoy sentado con ella a mi lado. Nos miramos a la cara. Le pregunto: -alguna vez ¿quisiste estar con otro que no sea yo?
Ella me mira y sonríe con cariño. Con sinceridad me dice: - ¿por qué me preguntas eso? Sabes que con él único que quiero estar toda mi vida es con vos.

Yo respiro aliviado. Le creo. Me saco ese peso de encima.

Entonces suena el timbre. Ella mira hacia la puerta y después me mira a mí y dice: - uy, me olvidé que hoy venía un amigo. Disculpame. Podes quedarte ahí sí querés, no me jode.
No entiendo la situación. De pronto ella me está tratando como si el tiempo no hubiera pasado y yo fuera su novio que fue a visitarla a su departamento.

Pero la situación que sigue me confunde un poco más. Ella recibe a su amigo con un abrazo afectuoso, tierno, y un beso en la mejilla. Entonces le dá la mano y lo hace entrar, y así, de la mano, lo guía hasta el sofá enfrente mío. Recién ahí noto cómo está vestida. Lleva puesto un vestido en dos partes que suele usar para fiestas en calurosas noches de verano. Es un vestido de un azul eléctrico: una mini corta, muy corta y en la parte de arriba es como un top que se ajusta al cuerpo por encima del ombligo y que termina casi en su garganta como si fuera una especie de collar, dejando los brazos, los hombros y la espalda totalmente al descubierto. En los pies también lleva tacos de fiesta.

A partir de éste punto es como si yo no existiera, no solo para ella, sino también para él que ni me mira ni me saluda.
Él se sienta en el medio del sofá, con las piernas abiertas y ambos brazos estirados sobre el respaldar. Ella se acomoda a su lado y sube las rodillas al sofá, dejando a la vista todo el largo de sus piernas. No puedo sacarle la vista de encima, ella está hermosa, sutilmente maquillada y con el pelo bien tirante recogido en una colita atrás de las orejas.

Por el momento no pasa nada raro. Solo charlan. Pero ella se ríe, se ríe mucho. Lo mira fijo, directo a la cara, todo el tiempo. Por momentos, sin quitarle la vista, entornando un poco sus grandes ojos. De a ratos lo toca un poco: le apoya una mano en el hombro, en el pecho. Un instante se apoya sobre su muslo. Siempre mirándolo, siempre sonriéndole.

Después pareciera que él fuera a contarle un secreto, porque ella se le acerca y aproxima su oído a la boca de él. No logro escuchar lo que le dice, pero ella entrecierra los ojos, se muerde el labio de abajo y suspira.
Lo que sí noto es cómo, de pronto, el bulto se empieza a marcar en el pantalón de él. Es como una filmación en cámara lenta, interminable. No me puedo imaginar el tamaño y grosor que tendrá esa poronga. Entonces ella se acomoda encima de él. Aprisionándolo con sus piernas lo mira cara a cara mientras a mí me da la espalda.

Ahora la tengo en frente, a menos de dos metros. En la posición en la que está puedo verle toda la cola y reconozco esa tanga gris que le encanta ponerse y que sé que le gusta usar cuando sabe que va a coger.
Ella le apoya la concha sobre el bulto y se lo masajea, se lo frota de adelante hacia atrás. Veo cómo, por momentos, en ese vaivén, se le corre un poco la tela de la tanga dejando al aire esa hermosa vulva, jugosa, mojada y veo cómo le mancha el pantalón con ese delicioso néctar. Mientras, sin dejar de moverse, ella le tira la boca desesperada, lo besa fuerte. Le muerde los labios, le chupa la cara y el cuello.
Él sigue ahí, cómodo, disfrutando. Yo, estático, desesperado por dentro pero excitado y caliente por fuera, me doy cuenta que me estoy apretando la pija con dureza.

Entonces ella, sin cambiar de posición y en un solo movimiento, le saca la descomunal poronga del pantalón, se corre la tanga al costado y así, de una y sin forro, se la acomoda y se sienta encima, mientras larga un grito de placer total.
Yo no puedo creer lo que veo, mi mujer ahí, frente a mis ojos, arrodillada encima de un tipo que no conozco, con la pija totalmente adentro y ella empezando a subir y bajar la cola cada vez más fuerte, cada vez más rápido para metérsela y sacársela mientras el tipo le levanta el top y le come los pechos como si fueran frutas llenas de miel.

Ella no para de gemir, no para de moverse, le dice: “voy a acabar así. ¿Puedo?”. Y él le responde: “hacé lo quieras, es tú pija”. No termina de decirlo y ella ya está gritando descontrolada llegando al orgasmo.
Él la observa todo el tiempo, se nota que disfruta verla tan puta, tan entregada. Yo los veo a los dos, con la pija dura que me late como nunca y con una sensación como de haber sido cagado a palos. Me duele todo el cuerpo.

En eso veo que ella, ya repuesta, le dice, mientras empieza a moverse otra vez sobre el trozo totalmente metido dentro suyo.- ¿Querés acabar adentro? ¿O querés, mejor, que me tome toda la lechita?
Él suspicaz, misterioso le dice: -No. – y sonriendo pero cortante agrega: - Esperá un poco.
Por un instante ella se pone seria, no lo termina de comprender, la respuesta la sorprende. Entonces él le dice: - Es que me olvidé de avisarte que hoy invité un amigo.

Ella lo mira, tarda un segundo en entender y después achinando un poco la vista le sonríe y le dice “¡Aaay que hijo de puta!” en un tono entre sorprendida y encantada, pero sobre todo encantada.
Y ahí, de la nada, aparece otro flaco en pantalón de vestir y camisa que, acercandose por detrás, le apoya el bulto a mi mujer en la espalda y se agacha un poco para besarle el cuello. En eso la veo a ella cerrando los ojos, veo cómo le sube la temperatura, siento cómo su corazón se acelera. La veo tratando de respirar suave y profundo, deleitándose. Veo cómo se le hace agua la boca.

El flaco ahora viene hacia mí y se acomoda a mi lado en el sofá donde estoy yo. Tampoco él se percata de mi presencia.
Ella, aun con la pija entera metida adentro, se debate entre mirar a su amigo y al recién llegado. Pasa la mirada de uno a otro, quiere moverse, no sabe qué hacer. Está exasperada. Entonces con ojos suplicantes lo mira a su amigo y él le dice: “Andá... Andá si queres. Eso sí, no seas tímida con mi amigo” Y ella no duda, en un impulso se levanta. Deja rebotando la pija de su amigo, se agacha y así, gateando, con los ojos fijos en el bulto del flaco sentado al lado mío, se acerca. Y, como una cachorrita, le apoya la nariz en el pantalón y lo huele. Aspira profundo, saboreando el olor de esa verga, anticipando su sabor y por un momento acomoda la carita encima como si fuera una almohada. En su cara se vé cómo disfruta.

Despacito baja el cierre y saca una poronga larga y gorda pero no totalmente dura. Entonces ella empieza a golpeársela en la cara, en la frente, en los cachetes, en la boca. Saca un poquito la lengua y se la golpea dos, tres veces. Ya está bien dura. Mientras se acerca por abajo, sin dejar de masturbarlo (el flaco ya se sacó el pantalón), ella comienza a lamerle los huevos. Se los chupa, se los muerde, se los pone enteros en la boca. Así juega un largo rato. Al final lo mira y, como pidiendo permiso, le dice:- Te quiero coger. ¿Puedo?- Y él le responde con un gesto. No dice una palabra pero ella lo entiende perfectamente. Y así en la misma posición en la que hace un rato se estaba cogiendo a su amigo, ahora se lo coge a éste también. Pero a este lo busca ella, ella es la que se saca el top, ella es la que le pone los pechos en la boca y le dice:- ¡Chupá! ¡Chupame las tetas!
A todo esto el amigo se acerca desde atrás con el miembro duro en la mano y yo ya sé que intención tiene. Mientras ella no deja de moverse arriba del flaco, él se apoya por detrás y le corre la tanga para liberar la entrada a ese canal que él venía a conquistar. Ella al sentirlo atrás se frena un poco y le pregunta con cierto temor: - ¿qué vas a hacer? – Y él, muy tranquilo, le responde: - Te voy a hacer el orto. Ahora mismo. – ella le contesta: - Pero nunca tuve dos pijas metidas dentro mío.- Y él le dice:- Portate bien y ésta no va a ser la última vez. Y lentamente le fue acomodando todo el pedazo adentro.

¡Qué escena! De alguna manera, el flaco en el sofá, aunque con la pija metida adentro de ella, estaba tan pintado como yo en el asunto. Porque una vez que su amigo la penetró, mi mujer solo se movía para él.

La oí acabar dos veces seguidas en ese momento. Nunca la había visto disfrutar así. Yo estaba extasiado, pero, de pronto, sentí celos. Celos de no ser el protagonista de todo ese placer, de todo ese disfrute. Celos de estar siendo superados por dos desconocidos que tenían el descaro de cogerse a mi mujer frente a mi cara. A mí mujer, ella es mía. Y ahí me levante, con la pija a punto de explotar, pensando que si bien ellos ya se la habían cogido ella solamente iba a probar mí leche esa noche. Esa boca era mí territorio y yo lo iba a marcar con leche y fuego. ¡Esa lengua, que me pertenecía, no iba a probar otro jugo que no fuera el mío!

Pero al acercarme… ella, por primera vez, me mira de frente y pone cara de desconcertada. Sus ojos me decían “¿Qué haces acá?”. Y yo le queriendo acercarme a su boca para que se trague mi leche pero ella, haciendo equilibrio mientras la embestían con fuerza por detrás, me apoya la palma de la mano en el pecho, me empuja hacia atrás, me dice “NO” con la cabeza.
Y mientras yo doy un paso atrás, casi perdiendo la estabilidad, su amigo le saca la pija del culo y se la acerca a su boca para que ella, en rápidos y sedientos movimientos de lengua, le permita liberar toda esa carga que mi mujer recibe con pasión, con hambre, con locura y con una sonrisa muy cariñosa.

Yo también acabé ahí.

Y debo haber gritado o algo porque mi mujer, que descansaba a mi lado, se sobresaltó y entredormida me preguntó: - ¿Todo bien? –Y yo:- Nada. Fue solo un sueño.

Y al darse vuelta en la cama, al tiempo que me dice “seguro soñaste que te cogías a otra”, veo que tiene puesta la misma tanguita gris que tenía en el sueño

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