Todas las entregas
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa---parte-1-de-3-.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4389002/Mi-amada-esposa---parte-2-de-3-.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4436535/Mi-amada-esposa---parte-3-de-3.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4802856/Mi-amada-esposa-parte-4.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4802863/Mi-amada-esposa---parte-5.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4868469/Mi-amada-esposa---parte-6.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4896522/Mi-amada-esposa---parte-7.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4905961/Mi-amada-esposa---parte-8.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4915721/Mi-amada-esposa---parte-9.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4956318/Mi-amada-esposa---parte-10.html
Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos
LLEGASTE TARDE
Marcos está sentado a un lado, desparramado sobre el sillón, desentendido del mundo, sus dedos acarician el encordado de la guitarra, su hobby, su pasión, ignorando absolutamente todo, a escasos metros estoy parada con el rostro pegado al amplio ventanal, miro la nada en el exterior, en el fin del atardecer los gruesos nubarrones cubrieron el cielo y un impresionante aguacero se abate sobre la ciudad. Las gotas impiadosas golpean los vidrios y el ruido del constante repiquetear se entremezcla con el crepitar apenas audible del cigarro consumiéndose entre pitada y pitada.
Estoy harta, hastiada de esta vida, y lo extraño, lo extraño demasiado.
Miro nuevamente a Marcos, mi pareja, un joven apuesto de mi edad que jamás sabrá lo que es un verdadero hombre.
Miró las agujas del reloj de pared, se mueven sin prisa, pero sin pausa, voy a la planta alta, necesito una ducha.
Me desnudo dejando las prendas por el piso, desordenadas, abro la ducha y cuando la temperatura del agua está a mi gusto me interno bajo la misma, cierro los ojos, me lleno de jabón, imagino, paso el duchador de mano por mi piel, lo llevo adrede por mi cuello, por mis pezones y el agua parece lastimar como alfileres dulcemente mi sexualidad, bajo por mi vientre y luego a mi entrepierna, Darío, mi Darío, no puedo sacarte de mi mente, estás anclado en mi corazón
Imagino que son sus manos, pero nada será como sus manos
Interrumpo todo al borde del orgasmo, no, así no quiero que sucedan las cosas. Cierro el agua, me seco y tomo varios minutos en sacar la humedad de mis cabellos para darle forma, me miro al espejo y recuerdo una vez mas que el rubio fue idea de Darío
Salgo completamente desnuda, me asomo a la baranda, miro hacia la planta baja con la intención de provocar a Marcos, pero el sigue encerrado en su mundo de músico fracasado.
Vuelvo al dormitorio, descubro que ha cesado la lluvia y entre gruesos nubarrones cada tanto aparece la luz plateada de la luna casi llena, abro los amplios ventanales y un brisa fresca invade el cuarto, se me hace romántico, si Darío estuviera conmigo sabría que hacer.
Busco entre mis cosas, me pongo una remera blanca sin mangas, una que a el le gustaba como me quedaba, también una bombacha del mismo tono, de generosas dimensiones y unos soquetitos cortos a los tobillos, recientes regalos suyos
Estoy perdida, que estoy haciendo? corro el acolchado de la cama y me recuesto de lado, solo quiero dormir y soñar con él
Marcos es mi tercera pareja estable, y al igual que José, y Marcelo, los dos anteriores, me terminan resultando un fiasco, chicos jóvenes que cogen mucho, pero que aman poco, y llegando a los treinta me encontraba desencantada de los hombres, me encantan las vergas, coger y todo lo relacionado al sexo, pero después? después siento un vacío imposible de llenar.
Me gano la vida en una empresa de turismo, de viajes tanto nacionales como internacionales, tengo un sueldo fijo básico más una comisión por ventas, me gusta lo que hago, los horarios son abiertos, tengo capacitaciones permanentes, posibilidades de ascensos y hasta consigo paquetes de turismo a precios acomodados. La empresa es muy conocida, tiene la casa central en Buenos Aires y sucursales en varios puntos estratégicos del país.
Así conocería a Darío, el nuevo gerente de nuestra sucursal que venía directamente desde la casa central
En ese entonces mi nuevo jefe tenía cincuenta y tres años, alto, delgado, con un cabello platinado por la edad, siempre vestía perfecto y gustaba usar trajes en tonos azules y grises, esos tipos que estaban en cada detalle de su presencia, con unos ojos claros de mirar profundo y una sonrisa peligrosamente seductora. Venía solo por un par de años, tenía que acomodar algunas cosas y darle a la empresa un nuevo aire, mas acorde con los tiempos actuales.
Me designaron como su mano derecha y tuve que tramitarle algunas cosas personales, como su futuro hogar, colegio para los chicos y cosas típicas de una familia que llega a la ciudad.
El era casado, tenía una esposa bastante más joven que el y chicos pequeños para su edad, era evidente que se había casado muy de mayor. Y solo se fueron dando gestos, situaciones, él tenía una educación diferente, muy perdida en estos días, siempre era caballero, atento, me acomodaba la silla, me abría la puerta, me saludaba con cariño, siempre atento a regalarme una flor, o un chocolate, hablábamos mucho, no solo del trabajo, también de mi vida personal, y siempre estaba atento a que nada me pasara, a que nada me faltara. Eran sonseras, pero a mi me encantaban, me sentía protegida, y sentía que un verdadero hombre estaba pendiente de mi, algo que no encontraba en los chicos de mi edad.
Y si bien nunca fuimos directos, se hacía evidente cuanto nos estábamos mezclando uno con el otro, porque el notaba que yo me desarmaba con sus miradas. Me sentí perdida, enredada en sus brazos, y sabía que tarde o temprano, solo sucedería.
Me llamó un viernes casi a última hora, a solas en su oficina, todo estaba arreglado en un hotel a trescientos quilómetros de la ciudad, viajaríamos sábado por la mañana, volveríamos domingo antes del almuerzo, en teoría daría una charla y yo sería una de las participantes, pero esa historia era solo para su familia, la mía y la empresa.
Era una locura, pero no dejaría pasar la oportunidad
Marcos sospechó un poco, le pareció raro, pero sabía que en mi empleo había mucho de viajes y cuando el chofer de remisse pasó a buscarme, con las acreditaciones de la empresa todo le pareció mas normal
Pero ese remisse solo me llevaría a un punto neutral donde Darío me esperaba con su coche, lejos de todos.
Viajamos con normalidad, Darío puso algunos temas en la radio más propio de mi generación que de la suya, otro gesto de su caballerosidad. Al llegar, hicimos el check in y fuimos al cuarto, era una suite impresionante en los pisos superiores, con vista al exterior completa, en 360º, la sensación era espectacular y en ese momento yo solo quería que me cogiera, y cualquier chico de mi edad así lo hubiera hecho, pero Darío era diferente, mientras soltaba el nudo de su corbata me dijo
Tu en verdad no me conoces, soy un hombre con gustos un tanto particulares
No dijo más, Darío desestimó el sexo para llevarme de paseo, para que conociera la ciudad, quería hacerme algunos regalos pero era obvio que luego no podría explicarle a mi marido, así que solo fueron algunas cosas básicas y además nada estridentes, él quería que me viera como una dama exquisita a su lado, no le gustaba mostrar a una putita cualquiera y eso también me gustaba.
Después de recorrer parques, algunos lugares históricos y merendar en un barcito céntrico, volvimos al hotel cuando ya la noche había ganado la ciudad.
Fue mi turno de bañarme y en esos minutos, tuve la sorpresa de verlo a Darío parado bajo el marco de la puerta del baño, como siempre, impecable con su pantalón de vestir y su camisa blanca, rayando la perfección, lo miré a los ojos y descubrí como el recorría centímetro a centímetro mi desnudez y eso me supo tan ahhh!!!! mis pechos, mi cola, mi conchita, todo para el, despojada de todo, y el solo se llenaba la vista con mis curvas
Esperó con paciencia, luego tomó un toallón de generosas dimensiones y lo pasó con paciencia por mi piel para secar gota a gota, y mas me secaba, mas me mojaba, pero Darío ignoró cada gesto, mis miradas, la forma en que me mordía los labios, incluso mis pezones duros como piedras al borde del dolor en tanto deseo, solo me llevó sobre la cama, abrió mis piernas, sentía que mis jugos chorreaban y lo sentía hasta mojar mi esfínter, pero él volvió a ignorarlo y solo me aplicó una crema mentolada para depilarme por completo la conchita.
No lo supo, ó si lo supo lo ignoró adrede, pero en esos roces sobre clítoris ya no pude retener un pequeño orgasmo.
Nos cambiamos y fuimos al primer piso, al comedor, a una mesa acomodada por nuestra cena, elegimos con paciencia, y nos trajeron un buen vino para degustar, lo miraba con intriga, y mi rostro le preguntaba sin hablar
Acaso no piensas hacerme el amor? ya no puedo soportarlo, ya me duele en las entrañas
Y seguramente Darío leyó mi rostro, mientras giraba una copa con el vino tinto en pequeños círculos, con su mirada perdida en la bebida disparó de la nada
Te dije que soy un hombre con gustos diferentes, no soy como los chicos con los que te has acostado, ni como tu esposo, el sexo es un juego, y estamos jugando, disfruta la cena, y después subiremos a la habitación
Cenamos, comimos postre y llegó el momento que tanto había deseado, el se paró, lo observé una vez mas, con su pantalón de vestir en gris claro, su remera negra pegada al torso, y mientras se ponía el saco del mismo color me dijo
Vamos?
Subimos por el ascensor, el mantenía una prudencial distancia, como observándome, entramos al cuarto, el momento había llegado.
Abrió todos los cortinados en los 360°, las luces de la ciudad se entremezclaron con la luminosidad de la luna y las estrellas, y la habitación se tornó en un sugerente violáceo que nos mantenía a media luz, una vez mas, me pidió que me desnudara por completo y una vez más me dijo que él era un hombre de gustos diferentes, al tiempo que sacaba de su valija de mano una caja mas pequeña, para ponerla sobre la cama. Fue cuando la abrió, y en su interior pude ver un montón de cosas raras, un consolador transparente de generosas dimensiones, esposas, látigos y demás accesorios.
Lo miré sin hablar, ya ni siquiera tenía mi ropa interior y él ni siquiera se había sacado el saco, tomó un pañuelo de seda y después de doblarlo prolijamente tapó mis ojos para anudarlo fuertemente por detrás de mi cabeza, fue lo último que vi y el no ver era una sensación mezcla de angustia y excitación por lo desconocido
Darío tomo mis muñecas, las puso por delante de mi vientre, entonces sentí el frio de las esposas que se cerraban en las mismas, luego pasó un collar en mi cuello para ajustarlo demasiado, protesté un poco pero recibí una nalgada como respuesta y me dijo que ya no protestara, que yo haría lo que él quisiera que hiciese. En ese punto, sentía mis jugos chorrear por el interior de mis piernas.
Sentí que me tiraba desde el cuello y comprendí que estaba como una mascota, como una perra, Dario tiró de la correa y me llevo hacia un lado, no sabía bien mi posición exacta pero me hizo arrodillar sobre la mullida alfombra, no tenía control de mi cuerpo, solo hacía lo que él deseaba que hiciera.
Empezó entonces a lubricar mi esfínter con algún gel, a colar sus dedos poco a poco para dilatarme sin que me doliera, y cuando estuve lista, noté que acomodó el dildo transparente que había visto poco antes, tenía mis rodillas y mis pies en el piso y solo me hizo bajar mi cola centímetro a centímetro, y ese juguete fue penetrando en mi trasero, me indicó que me moviera y sola empecé a comérmelo todo, era largo, era grueso, pero me encantaba complacerlo, sabía que el miraba desde algún punto, pero o sabía donde, gemí, mis manos estaban esposadas entre si, intenté llevarlas a mi clítoris, pero descubrí que también estaban unidas al collar, y no podía bajarla mucho más de la altura de mi ombligo, lo maldije, solo seguía haciendo lo que él me había pedido
Lo sentí acomodarse, fue cuando su pene pegó en mi rostro, por un lado y por otro, quería chupársela, pero el me evadía y yo estiraba mi boca en forma ciega, sabía que estaba cerca pero él solo jugaba conmigo mientras sentía todo mi culo dilatado, me estaba muriendo!
Darío al fin me la metió en la boca y dejó que se la lamiera a su antojo, hacía lo que podía, no podía tocarme la conchita con mis manos pero tampoco me dejaba que le tocara su pija, me conformaba con sentir su glande acariciar mis labios, o mi lengua, y solo cuando el quería me hacía alguna penetración profunda.
Después de un rato, Darío tomó mi cabellera y tiró con fuerzas mi cabeza hacia atrás, haciendo que naturalmente mi boca se abriera, comprendí el juego, saqué mi lengua y sentí sobre ella apoyarse su glande tibio y húmedo, fueron unos segundos y en el clímax de mi placer, sentí como su esperma lentamente corría por mis papilas gustativas y se dirigía por mi garganta hasta el interior. Fue demasiado placentero, sabía que él estaba mirando y le regalé beberme todos su jugos, saborearlo, disfrutarlo, para al fin tener en mi interior parte de el.
Cuando terminamos, él sacó el juguete de mi trasero, me hizo incorporar, sentía como alfileres en mis rodillas, me levantó en brazos, noté que ni siquiera se había sacado el saco, y yo estaba completamente desnuda, me llevó sobre la cama, soltó mis esposas pero tiró mis brazos hacia atrás y las amarró por el espaldar
Basta Darío! me vas a matar! ya no lo soporto! - dije casi implorando -
Te dije que era un hombre con gustos diferentes - respondió sin tomar en cuneta mi súplica
Estaba inmóvil, amarrada, ciega, tendida boca arriba en una cama de hotel, lo sentí hacer algunos ruidos, también encender un fósforo y recibir un agradable olor perfumado, fue increíble descubrir como estar privada de la visión agudizaba mis otros sentidos.
Lo sentí venir a mi lado, muy cerca, entonces me beso, mi primer beso con el, sus labios se fundieron con los míos en un beso eterno, cruzamos nuestras lenguas pero solo se retiró a su antojo dejándome con ganas de mas, y volvía a repetir con su boca el mismo juego de deseos que había realizado con su verga
Era desesperante, no podía besarlo, no podía tocarlo, no podía verlo, no podía saber que diablos estaba haciendo
Mi pecho derecho recibió entonces por sorpresa una gota helada de agua de hielo, me sacó una exhalación por lo inesperado, luego fue sobre el izquierdo, pero sería ahora una gota de cera caliente, mierda, me retorcí como una serpiente, pero de alguna manera el contraste entre frío y caliente empezó a enloquecerme, porque no sabía donde caería la próxima gota y solo trataba de adivinar si sería hielo o cera, y tenía que adivinar en que parte de mi cuerpo sería. Tenía los puños cerrados tironeando sin suerte tratando de liberarme, tenía las pulsaciones a mil, y nada podía hacer, le rogaba que se detuviera, pero el mundo estaba girando a sus pies.
Cuando se cansó, levantó mis piernas y al fin pasó su lengua por mi inflamado clítoris, apenas la punta, y por mis labios depilados, y solo fueron segundos, porque yo estaba al borde de la locura, estaba tan sensible que hasta dolía el placer, entonces aferró mis piernas entre sus brazos para inmovilizarme y ya no pude dejar de gritar perdida en una catarata de orgasmos.
Volvió a soltarme las esposas, me hizo parar, aun estaba ciega, me llevó tirando del collar que tenía en el cuello, levantó mis brazos y los apoyó sobre el frio ventanal, pude notarlo, estaba parada, me hizo abrir las piernas y lo sentí cogerme con rudeza, estaba completamente desnuda casi pegada a un ventanal público, sin poder ver, indefensa, y él aun tenía su traje impoluto, ese contraste me excitaba, el sentirme observada por extraños, en compartir mi gozo sin saber con quien mantener en mi cabeza un morbo por imaginar que me vieran desnuda, cogiendo, como una puta.
Por si no bastara, la hermosa verga de mi jefe me llenó de placer arrancándome nuevos orgasmos y cuando la sentí hincharse para escupir todo su jugo en mi interior supe que había sido lo mejor de mi vida.
Soltó el vendaje de mis ojos, sacó las esposas, el collar, cerró las cortinas y se tomó unos minutos en higienizar todo, en especial el juguete que había quedado abandonado a sus suerte, mientras yo secaba mi piel y retiraba los restos de cera que me había quedado, y limpiar mi sexualidad llena de gel, semen y mis propios jugos. El reloj marcaba ya cerca de las cuatro de la mañana.
Darío entonces se desnudó, fue la primera vez que lo vi completamente desnudo, se metió en la cama y yo fui a su lado, me abrazó, crucé una pierna sobre las suyas y un brazo sobre su pecho, también apoyé mi cabeza, mientras él me acarició los cabellos hasta quedarme dormida
Cuando abrí los ojos la luz del sol trataba de invadir la habitación, buscando colarse por los espacios casi imperceptibles de los cortinados, me dolía todo el cuerpo, como si un tren me hubiera arroyado, bostecé mientras me ubicaba en tiempo y espacio, Darío dormía plácidamente, con un leve ronquido, lo observé por unos segundos, estaba boca arriba, aun desnudo, y su verga estaba dura como una piedra, ladeada hacia mi lado, se veía tan inocente, tan vulnerable
Bajé con sigila, entonces se la besé una y otra vez, pasé la lengua por su cuerpo esponjoso y cuando abrió los ojos se encontró con la mejor escena, su joven amante chupándole la pija, un perfecto despertar
El, casi incrédulo por mi accionar me regaló una sonrisa y se llenó la vista con la chupada muy de puta que le estaba pegando.
Me sentí como nunca me había sentido, jamás hubiera hecho algo así con ningún hombre, pero Darío sacaba lo peor de mi. De pronto tomó un par de almohadones y los acomodó encimados sobre el colchón, me puso boca abajo, con esos almohadones justo por debajo de mi cintura, mi culo quedo apuntando al techo, indefenso, entonces se acomodó sobre mi, y el bastardo con solo ensalivar un poco me la metió toda por el atrás.
Me arrancó un rico gemido, no lo vi venir, no lo imaginé por ahí, y solo se movió dentro muy rico, muy placentero, su verga tenía el tamaño justo para llenarme de placer, ni grande, ni pequeña, solo justa.
Darío tomó mis brazos y los llevó por detrás, a mis espaldas y con su fuerza masculina me inmovilizó, estaba entregada, indefensa y solo pude morder las sábanas para acallar mis gemidos de placer, le bastardo me dio la culeada de mi vida.
Minutos después bajaríamos al comedor a desayunar, fuimos cómplices y en esas miradas le dejaba saber que sentía mi esfínter todo dilatado y lleno de esperma, su esperma, y entre los extraños y casuales clientes del hotel me sentí una perra sin igual.
Había llegado la hora de volver, ese momento que no quería que llegara, porque por primera vez había conocido a un hombre, pero el tenía mujer, hijos, y yo a Marcos, que nos esperaban en mi ciudad.
Ese viaje de regreso fue demasiado silencioso, melancólico, no cruzamos muchas palabras, pero entre esas pocas palabras en algún momento mi jefe me dijo
Llegaste tarde, lo sabes?
Me encogí de hombros, tratando de comprender, y lo miré inquieta animándolo a seguir
No hago esto con todas, es más, tiene que ser alguien especial, y vos sos especial, pero llegaste diez o veinte años tarde a mi vida, sabes que tengo esposa, una familia y solo no puedo ofrecerte mas de lo que te he ofrecido, secreto, sin compromisos, sin ataduras.
Le dije que estaba bien, en verdad estaba bien, porque yo sabía los riesgos que tomaba y no podía reprocharle nada, de alguna manera él tenía razón, cuando llegué a su vida, su vida ya estaba armada, y solo me conformé con tomar para mi un pedacito de lo que tenía su mujer
Y fuimos amantes por el resto del tiempo, hasta que terminaron esos dos años y lo vi partir nuevamente hacia su lugar en el mundo, su trabajo estaba terminado.
Me pongo de costado en la cama, atravieso la almohada entre mis piernas imaginando que es él, apenas si nos escribimos de vez en cuando por el mail laboral, me sabe a tan poco, me hace tanta falta.
Cuelo mi mano por el frente de la ropa interior solo para comprobar mi excitación, saco los dedos embardunados y pruebo mis propios jugos, aprieto las piernas imaginando tenerte, pero solo estás en mi cabeza.
Suspiro, por al amplio ventanal empieza a entrar un frescor que me obliga a taparme, baja la temperatura, está oscuro y creo que nuevamente comenzará a llover, trato de calmarme y conciliar el sueño, pero es imposible, me duele demasiado su ausencia, paso el revés de mis dedos por mis labios imaginando que son sus labios, luego paso mi mano bajo le remera, acaricio mis pechos con dulzura, en mi cabeza revivo una y otra vez sus juegos perversos, llevo mi otra mano entre mis piernas, me meto un par de dedos y me toco por dentro mientras la palma de la mano hace su trabajo sobre el clítoris, aprieto con fuerzas mis labios para acallar mis gemidos, me vengo por él, solo para él.
Respiro, me tranquilizo, tengo que disimular, asumo que Marcos, mi marido, subirá de un momento a otro, solo apago la luz, solo cierro mis ojos, quiero dormir
Si te gustó esta historia puedes escribirme con título 'LLEGASTE TARDE' a dulces.placeres@live.com
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa---parte-1-de-3-.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4389002/Mi-amada-esposa---parte-2-de-3-.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4436535/Mi-amada-esposa---parte-3-de-3.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4802856/Mi-amada-esposa-parte-4.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4802863/Mi-amada-esposa---parte-5.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4868469/Mi-amada-esposa---parte-6.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4896522/Mi-amada-esposa---parte-7.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4905961/Mi-amada-esposa---parte-8.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4915721/Mi-amada-esposa---parte-9.html
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4956318/Mi-amada-esposa---parte-10.html
Como siempre, podes escribirnos a dulces.placeres@live.com, te leemos
LLEGASTE TARDE
Marcos está sentado a un lado, desparramado sobre el sillón, desentendido del mundo, sus dedos acarician el encordado de la guitarra, su hobby, su pasión, ignorando absolutamente todo, a escasos metros estoy parada con el rostro pegado al amplio ventanal, miro la nada en el exterior, en el fin del atardecer los gruesos nubarrones cubrieron el cielo y un impresionante aguacero se abate sobre la ciudad. Las gotas impiadosas golpean los vidrios y el ruido del constante repiquetear se entremezcla con el crepitar apenas audible del cigarro consumiéndose entre pitada y pitada.
Estoy harta, hastiada de esta vida, y lo extraño, lo extraño demasiado.
Miro nuevamente a Marcos, mi pareja, un joven apuesto de mi edad que jamás sabrá lo que es un verdadero hombre.
Miró las agujas del reloj de pared, se mueven sin prisa, pero sin pausa, voy a la planta alta, necesito una ducha.
Me desnudo dejando las prendas por el piso, desordenadas, abro la ducha y cuando la temperatura del agua está a mi gusto me interno bajo la misma, cierro los ojos, me lleno de jabón, imagino, paso el duchador de mano por mi piel, lo llevo adrede por mi cuello, por mis pezones y el agua parece lastimar como alfileres dulcemente mi sexualidad, bajo por mi vientre y luego a mi entrepierna, Darío, mi Darío, no puedo sacarte de mi mente, estás anclado en mi corazón
Imagino que son sus manos, pero nada será como sus manos
Interrumpo todo al borde del orgasmo, no, así no quiero que sucedan las cosas. Cierro el agua, me seco y tomo varios minutos en sacar la humedad de mis cabellos para darle forma, me miro al espejo y recuerdo una vez mas que el rubio fue idea de Darío
Salgo completamente desnuda, me asomo a la baranda, miro hacia la planta baja con la intención de provocar a Marcos, pero el sigue encerrado en su mundo de músico fracasado.
Vuelvo al dormitorio, descubro que ha cesado la lluvia y entre gruesos nubarrones cada tanto aparece la luz plateada de la luna casi llena, abro los amplios ventanales y un brisa fresca invade el cuarto, se me hace romántico, si Darío estuviera conmigo sabría que hacer.
Busco entre mis cosas, me pongo una remera blanca sin mangas, una que a el le gustaba como me quedaba, también una bombacha del mismo tono, de generosas dimensiones y unos soquetitos cortos a los tobillos, recientes regalos suyos
Estoy perdida, que estoy haciendo? corro el acolchado de la cama y me recuesto de lado, solo quiero dormir y soñar con él
Marcos es mi tercera pareja estable, y al igual que José, y Marcelo, los dos anteriores, me terminan resultando un fiasco, chicos jóvenes que cogen mucho, pero que aman poco, y llegando a los treinta me encontraba desencantada de los hombres, me encantan las vergas, coger y todo lo relacionado al sexo, pero después? después siento un vacío imposible de llenar.
Me gano la vida en una empresa de turismo, de viajes tanto nacionales como internacionales, tengo un sueldo fijo básico más una comisión por ventas, me gusta lo que hago, los horarios son abiertos, tengo capacitaciones permanentes, posibilidades de ascensos y hasta consigo paquetes de turismo a precios acomodados. La empresa es muy conocida, tiene la casa central en Buenos Aires y sucursales en varios puntos estratégicos del país.
Así conocería a Darío, el nuevo gerente de nuestra sucursal que venía directamente desde la casa central
En ese entonces mi nuevo jefe tenía cincuenta y tres años, alto, delgado, con un cabello platinado por la edad, siempre vestía perfecto y gustaba usar trajes en tonos azules y grises, esos tipos que estaban en cada detalle de su presencia, con unos ojos claros de mirar profundo y una sonrisa peligrosamente seductora. Venía solo por un par de años, tenía que acomodar algunas cosas y darle a la empresa un nuevo aire, mas acorde con los tiempos actuales.
Me designaron como su mano derecha y tuve que tramitarle algunas cosas personales, como su futuro hogar, colegio para los chicos y cosas típicas de una familia que llega a la ciudad.
El era casado, tenía una esposa bastante más joven que el y chicos pequeños para su edad, era evidente que se había casado muy de mayor. Y solo se fueron dando gestos, situaciones, él tenía una educación diferente, muy perdida en estos días, siempre era caballero, atento, me acomodaba la silla, me abría la puerta, me saludaba con cariño, siempre atento a regalarme una flor, o un chocolate, hablábamos mucho, no solo del trabajo, también de mi vida personal, y siempre estaba atento a que nada me pasara, a que nada me faltara. Eran sonseras, pero a mi me encantaban, me sentía protegida, y sentía que un verdadero hombre estaba pendiente de mi, algo que no encontraba en los chicos de mi edad.
Y si bien nunca fuimos directos, se hacía evidente cuanto nos estábamos mezclando uno con el otro, porque el notaba que yo me desarmaba con sus miradas. Me sentí perdida, enredada en sus brazos, y sabía que tarde o temprano, solo sucedería.
Me llamó un viernes casi a última hora, a solas en su oficina, todo estaba arreglado en un hotel a trescientos quilómetros de la ciudad, viajaríamos sábado por la mañana, volveríamos domingo antes del almuerzo, en teoría daría una charla y yo sería una de las participantes, pero esa historia era solo para su familia, la mía y la empresa.
Era una locura, pero no dejaría pasar la oportunidad
Marcos sospechó un poco, le pareció raro, pero sabía que en mi empleo había mucho de viajes y cuando el chofer de remisse pasó a buscarme, con las acreditaciones de la empresa todo le pareció mas normal
Pero ese remisse solo me llevaría a un punto neutral donde Darío me esperaba con su coche, lejos de todos.
Viajamos con normalidad, Darío puso algunos temas en la radio más propio de mi generación que de la suya, otro gesto de su caballerosidad. Al llegar, hicimos el check in y fuimos al cuarto, era una suite impresionante en los pisos superiores, con vista al exterior completa, en 360º, la sensación era espectacular y en ese momento yo solo quería que me cogiera, y cualquier chico de mi edad así lo hubiera hecho, pero Darío era diferente, mientras soltaba el nudo de su corbata me dijo
Tu en verdad no me conoces, soy un hombre con gustos un tanto particulares
No dijo más, Darío desestimó el sexo para llevarme de paseo, para que conociera la ciudad, quería hacerme algunos regalos pero era obvio que luego no podría explicarle a mi marido, así que solo fueron algunas cosas básicas y además nada estridentes, él quería que me viera como una dama exquisita a su lado, no le gustaba mostrar a una putita cualquiera y eso también me gustaba.
Después de recorrer parques, algunos lugares históricos y merendar en un barcito céntrico, volvimos al hotel cuando ya la noche había ganado la ciudad.
Fue mi turno de bañarme y en esos minutos, tuve la sorpresa de verlo a Darío parado bajo el marco de la puerta del baño, como siempre, impecable con su pantalón de vestir y su camisa blanca, rayando la perfección, lo miré a los ojos y descubrí como el recorría centímetro a centímetro mi desnudez y eso me supo tan ahhh!!!! mis pechos, mi cola, mi conchita, todo para el, despojada de todo, y el solo se llenaba la vista con mis curvas
Esperó con paciencia, luego tomó un toallón de generosas dimensiones y lo pasó con paciencia por mi piel para secar gota a gota, y mas me secaba, mas me mojaba, pero Darío ignoró cada gesto, mis miradas, la forma en que me mordía los labios, incluso mis pezones duros como piedras al borde del dolor en tanto deseo, solo me llevó sobre la cama, abrió mis piernas, sentía que mis jugos chorreaban y lo sentía hasta mojar mi esfínter, pero él volvió a ignorarlo y solo me aplicó una crema mentolada para depilarme por completo la conchita.
No lo supo, ó si lo supo lo ignoró adrede, pero en esos roces sobre clítoris ya no pude retener un pequeño orgasmo.
Nos cambiamos y fuimos al primer piso, al comedor, a una mesa acomodada por nuestra cena, elegimos con paciencia, y nos trajeron un buen vino para degustar, lo miraba con intriga, y mi rostro le preguntaba sin hablar
Acaso no piensas hacerme el amor? ya no puedo soportarlo, ya me duele en las entrañas
Y seguramente Darío leyó mi rostro, mientras giraba una copa con el vino tinto en pequeños círculos, con su mirada perdida en la bebida disparó de la nada
Te dije que soy un hombre con gustos diferentes, no soy como los chicos con los que te has acostado, ni como tu esposo, el sexo es un juego, y estamos jugando, disfruta la cena, y después subiremos a la habitación
Cenamos, comimos postre y llegó el momento que tanto había deseado, el se paró, lo observé una vez mas, con su pantalón de vestir en gris claro, su remera negra pegada al torso, y mientras se ponía el saco del mismo color me dijo
Vamos?
Subimos por el ascensor, el mantenía una prudencial distancia, como observándome, entramos al cuarto, el momento había llegado.
Abrió todos los cortinados en los 360°, las luces de la ciudad se entremezclaron con la luminosidad de la luna y las estrellas, y la habitación se tornó en un sugerente violáceo que nos mantenía a media luz, una vez mas, me pidió que me desnudara por completo y una vez más me dijo que él era un hombre de gustos diferentes, al tiempo que sacaba de su valija de mano una caja mas pequeña, para ponerla sobre la cama. Fue cuando la abrió, y en su interior pude ver un montón de cosas raras, un consolador transparente de generosas dimensiones, esposas, látigos y demás accesorios.
Lo miré sin hablar, ya ni siquiera tenía mi ropa interior y él ni siquiera se había sacado el saco, tomó un pañuelo de seda y después de doblarlo prolijamente tapó mis ojos para anudarlo fuertemente por detrás de mi cabeza, fue lo último que vi y el no ver era una sensación mezcla de angustia y excitación por lo desconocido
Darío tomo mis muñecas, las puso por delante de mi vientre, entonces sentí el frio de las esposas que se cerraban en las mismas, luego pasó un collar en mi cuello para ajustarlo demasiado, protesté un poco pero recibí una nalgada como respuesta y me dijo que ya no protestara, que yo haría lo que él quisiera que hiciese. En ese punto, sentía mis jugos chorrear por el interior de mis piernas.
Sentí que me tiraba desde el cuello y comprendí que estaba como una mascota, como una perra, Dario tiró de la correa y me llevo hacia un lado, no sabía bien mi posición exacta pero me hizo arrodillar sobre la mullida alfombra, no tenía control de mi cuerpo, solo hacía lo que él deseaba que hiciera.
Empezó entonces a lubricar mi esfínter con algún gel, a colar sus dedos poco a poco para dilatarme sin que me doliera, y cuando estuve lista, noté que acomodó el dildo transparente que había visto poco antes, tenía mis rodillas y mis pies en el piso y solo me hizo bajar mi cola centímetro a centímetro, y ese juguete fue penetrando en mi trasero, me indicó que me moviera y sola empecé a comérmelo todo, era largo, era grueso, pero me encantaba complacerlo, sabía que el miraba desde algún punto, pero o sabía donde, gemí, mis manos estaban esposadas entre si, intenté llevarlas a mi clítoris, pero descubrí que también estaban unidas al collar, y no podía bajarla mucho más de la altura de mi ombligo, lo maldije, solo seguía haciendo lo que él me había pedido
Lo sentí acomodarse, fue cuando su pene pegó en mi rostro, por un lado y por otro, quería chupársela, pero el me evadía y yo estiraba mi boca en forma ciega, sabía que estaba cerca pero él solo jugaba conmigo mientras sentía todo mi culo dilatado, me estaba muriendo!
Darío al fin me la metió en la boca y dejó que se la lamiera a su antojo, hacía lo que podía, no podía tocarme la conchita con mis manos pero tampoco me dejaba que le tocara su pija, me conformaba con sentir su glande acariciar mis labios, o mi lengua, y solo cuando el quería me hacía alguna penetración profunda.
Después de un rato, Darío tomó mi cabellera y tiró con fuerzas mi cabeza hacia atrás, haciendo que naturalmente mi boca se abriera, comprendí el juego, saqué mi lengua y sentí sobre ella apoyarse su glande tibio y húmedo, fueron unos segundos y en el clímax de mi placer, sentí como su esperma lentamente corría por mis papilas gustativas y se dirigía por mi garganta hasta el interior. Fue demasiado placentero, sabía que él estaba mirando y le regalé beberme todos su jugos, saborearlo, disfrutarlo, para al fin tener en mi interior parte de el.
Cuando terminamos, él sacó el juguete de mi trasero, me hizo incorporar, sentía como alfileres en mis rodillas, me levantó en brazos, noté que ni siquiera se había sacado el saco, y yo estaba completamente desnuda, me llevó sobre la cama, soltó mis esposas pero tiró mis brazos hacia atrás y las amarró por el espaldar
Basta Darío! me vas a matar! ya no lo soporto! - dije casi implorando -
Te dije que era un hombre con gustos diferentes - respondió sin tomar en cuneta mi súplica
Estaba inmóvil, amarrada, ciega, tendida boca arriba en una cama de hotel, lo sentí hacer algunos ruidos, también encender un fósforo y recibir un agradable olor perfumado, fue increíble descubrir como estar privada de la visión agudizaba mis otros sentidos.
Lo sentí venir a mi lado, muy cerca, entonces me beso, mi primer beso con el, sus labios se fundieron con los míos en un beso eterno, cruzamos nuestras lenguas pero solo se retiró a su antojo dejándome con ganas de mas, y volvía a repetir con su boca el mismo juego de deseos que había realizado con su verga
Era desesperante, no podía besarlo, no podía tocarlo, no podía verlo, no podía saber que diablos estaba haciendo
Mi pecho derecho recibió entonces por sorpresa una gota helada de agua de hielo, me sacó una exhalación por lo inesperado, luego fue sobre el izquierdo, pero sería ahora una gota de cera caliente, mierda, me retorcí como una serpiente, pero de alguna manera el contraste entre frío y caliente empezó a enloquecerme, porque no sabía donde caería la próxima gota y solo trataba de adivinar si sería hielo o cera, y tenía que adivinar en que parte de mi cuerpo sería. Tenía los puños cerrados tironeando sin suerte tratando de liberarme, tenía las pulsaciones a mil, y nada podía hacer, le rogaba que se detuviera, pero el mundo estaba girando a sus pies.
Cuando se cansó, levantó mis piernas y al fin pasó su lengua por mi inflamado clítoris, apenas la punta, y por mis labios depilados, y solo fueron segundos, porque yo estaba al borde de la locura, estaba tan sensible que hasta dolía el placer, entonces aferró mis piernas entre sus brazos para inmovilizarme y ya no pude dejar de gritar perdida en una catarata de orgasmos.
Volvió a soltarme las esposas, me hizo parar, aun estaba ciega, me llevó tirando del collar que tenía en el cuello, levantó mis brazos y los apoyó sobre el frio ventanal, pude notarlo, estaba parada, me hizo abrir las piernas y lo sentí cogerme con rudeza, estaba completamente desnuda casi pegada a un ventanal público, sin poder ver, indefensa, y él aun tenía su traje impoluto, ese contraste me excitaba, el sentirme observada por extraños, en compartir mi gozo sin saber con quien mantener en mi cabeza un morbo por imaginar que me vieran desnuda, cogiendo, como una puta.
Por si no bastara, la hermosa verga de mi jefe me llenó de placer arrancándome nuevos orgasmos y cuando la sentí hincharse para escupir todo su jugo en mi interior supe que había sido lo mejor de mi vida.
Soltó el vendaje de mis ojos, sacó las esposas, el collar, cerró las cortinas y se tomó unos minutos en higienizar todo, en especial el juguete que había quedado abandonado a sus suerte, mientras yo secaba mi piel y retiraba los restos de cera que me había quedado, y limpiar mi sexualidad llena de gel, semen y mis propios jugos. El reloj marcaba ya cerca de las cuatro de la mañana.
Darío entonces se desnudó, fue la primera vez que lo vi completamente desnudo, se metió en la cama y yo fui a su lado, me abrazó, crucé una pierna sobre las suyas y un brazo sobre su pecho, también apoyé mi cabeza, mientras él me acarició los cabellos hasta quedarme dormida
Cuando abrí los ojos la luz del sol trataba de invadir la habitación, buscando colarse por los espacios casi imperceptibles de los cortinados, me dolía todo el cuerpo, como si un tren me hubiera arroyado, bostecé mientras me ubicaba en tiempo y espacio, Darío dormía plácidamente, con un leve ronquido, lo observé por unos segundos, estaba boca arriba, aun desnudo, y su verga estaba dura como una piedra, ladeada hacia mi lado, se veía tan inocente, tan vulnerable
Bajé con sigila, entonces se la besé una y otra vez, pasé la lengua por su cuerpo esponjoso y cuando abrió los ojos se encontró con la mejor escena, su joven amante chupándole la pija, un perfecto despertar
El, casi incrédulo por mi accionar me regaló una sonrisa y se llenó la vista con la chupada muy de puta que le estaba pegando.
Me sentí como nunca me había sentido, jamás hubiera hecho algo así con ningún hombre, pero Darío sacaba lo peor de mi. De pronto tomó un par de almohadones y los acomodó encimados sobre el colchón, me puso boca abajo, con esos almohadones justo por debajo de mi cintura, mi culo quedo apuntando al techo, indefenso, entonces se acomodó sobre mi, y el bastardo con solo ensalivar un poco me la metió toda por el atrás.
Me arrancó un rico gemido, no lo vi venir, no lo imaginé por ahí, y solo se movió dentro muy rico, muy placentero, su verga tenía el tamaño justo para llenarme de placer, ni grande, ni pequeña, solo justa.
Darío tomó mis brazos y los llevó por detrás, a mis espaldas y con su fuerza masculina me inmovilizó, estaba entregada, indefensa y solo pude morder las sábanas para acallar mis gemidos de placer, le bastardo me dio la culeada de mi vida.
Minutos después bajaríamos al comedor a desayunar, fuimos cómplices y en esas miradas le dejaba saber que sentía mi esfínter todo dilatado y lleno de esperma, su esperma, y entre los extraños y casuales clientes del hotel me sentí una perra sin igual.
Había llegado la hora de volver, ese momento que no quería que llegara, porque por primera vez había conocido a un hombre, pero el tenía mujer, hijos, y yo a Marcos, que nos esperaban en mi ciudad.
Ese viaje de regreso fue demasiado silencioso, melancólico, no cruzamos muchas palabras, pero entre esas pocas palabras en algún momento mi jefe me dijo
Llegaste tarde, lo sabes?
Me encogí de hombros, tratando de comprender, y lo miré inquieta animándolo a seguir
No hago esto con todas, es más, tiene que ser alguien especial, y vos sos especial, pero llegaste diez o veinte años tarde a mi vida, sabes que tengo esposa, una familia y solo no puedo ofrecerte mas de lo que te he ofrecido, secreto, sin compromisos, sin ataduras.
Le dije que estaba bien, en verdad estaba bien, porque yo sabía los riesgos que tomaba y no podía reprocharle nada, de alguna manera él tenía razón, cuando llegué a su vida, su vida ya estaba armada, y solo me conformé con tomar para mi un pedacito de lo que tenía su mujer
Y fuimos amantes por el resto del tiempo, hasta que terminaron esos dos años y lo vi partir nuevamente hacia su lugar en el mundo, su trabajo estaba terminado.
Me pongo de costado en la cama, atravieso la almohada entre mis piernas imaginando que es él, apenas si nos escribimos de vez en cuando por el mail laboral, me sabe a tan poco, me hace tanta falta.
Cuelo mi mano por el frente de la ropa interior solo para comprobar mi excitación, saco los dedos embardunados y pruebo mis propios jugos, aprieto las piernas imaginando tenerte, pero solo estás en mi cabeza.
Suspiro, por al amplio ventanal empieza a entrar un frescor que me obliga a taparme, baja la temperatura, está oscuro y creo que nuevamente comenzará a llover, trato de calmarme y conciliar el sueño, pero es imposible, me duele demasiado su ausencia, paso el revés de mis dedos por mis labios imaginando que son sus labios, luego paso mi mano bajo le remera, acaricio mis pechos con dulzura, en mi cabeza revivo una y otra vez sus juegos perversos, llevo mi otra mano entre mis piernas, me meto un par de dedos y me toco por dentro mientras la palma de la mano hace su trabajo sobre el clítoris, aprieto con fuerzas mis labios para acallar mis gemidos, me vengo por él, solo para él.
Respiro, me tranquilizo, tengo que disimular, asumo que Marcos, mi marido, subirá de un momento a otro, solo apago la luz, solo cierro mis ojos, quiero dormir
Si te gustó esta historia puedes escribirme con título 'LLEGASTE TARDE' a dulces.placeres@live.com
1 comentarios - Llegaste tarde