El Doctor García es un poderoso hombre, fiscal del distrito, con tanto poder social y económico que te hace sentir pequeña solo con su presencia, ayudado un poco de su mole, con metro ochenta, barriga prominente y cincuenta tantos años era un hombre que se hacía notar.
Nos ayudó, a mi mamá y a mí en varias ocasiones; a ganar el divorcio de ella, a salir victoriosas en cierta demanda, a conseguir una casa en otra ciudad, el préstamo para el auto, mi recomendación para la universidad, el puesto donde está ahora mi mamá y miles de favores más. Siempre podías contar con él.
Me había acostado dos veces con él. Y estoy muy segura que mi mamá lo había hecho también.
- Y como te lo comenté - decía el mensaje de WhatsApp - Eli querida, es el domingo a las diecinueve horas. Si aceptas necesito que me lo digas ahora mismo, porque tengo que arreglar algo y si no, pues debo buscar a otra persona y la verdad, no frecuento mucho a personas que lo harían. Prefiero que el dinero se quedé con personas a las que quiero.
Acepté el asunto en cuestión y cuando llegó el domingo el Doctor envío un Uber a recogerme. Nos encontramos en un lugar y luego el Doc me llevó hacia la zona residencial, donde iríamos a la casa de un conocido y rival secreto suyo, el señor Mendoza, quien no parecía darse cuenta de la enemistad del Doctor.
Cuando estacionamos, me pasó un sobre grande. Dentro había dos mil verdes y un iPhone, de los nuevos al parecer.
- Ten, acéptalo por favor.
Y obvio que lo acepté. Le di un beso picarón en su mejilla. La verdad si me gustaba ayudarlo, no era un mal tipo y el dinero no me venía nada mal. El iPhone tampoco. Aunque técnicamente era un pago y yo me convertía en una prostituta prefiero verlo como un intercambio de favores.
Y que favores. El Doctor me había pedido que participe en una fiesta swinger. Así es, de esas donde van los casados y se intercambian las parejas. Según me explicó, Mendoza suele organizarlas y en la noche de hoy había seis parejas confirmadas. Todos de la alta sociedad y todo en un inmenso secreto. Mi Doctor había aceptado ir, pero su problema es que con su esposa no iban las cosas bien desde hacía años, ella vivía en el exterior. Eso no lo sabía casi nadie. El doctor mantiene su vida privada fuera de los medios. Y casualidades de la vida, yo, con mi pelo rojo, mi metro sesenta, medio gordita, grandes tetas y tez blanca soy bastante parecida a su esposa que no me ha de superar tanto en años. El Doctor me explicó que había mandado fotos mías y me aceptaron sin dudar. Incluso me había comprado dos anillos, de compromiso y de alianza, igual al de él que tenía puesto esa noche. Por supuesto, el Doctor me había hecho una identificación falsa, con nombre de su esposa, porque en tal hasta fiesta se muestran esos documentos para ingresar.
La verdadera motivación del Doctor no era tener sexo con otras mujeres, capaz sí en parte, pero el podía conseguir a cual Miss que quisiera si él lo deseara, pero su deseo era Mendoza, bueno, no él claro está, sino su esposa. El odio era tanto que el Doctor deseaba poder echarle encima la mano a las esposa de su rival.
Entramos y hubo una pequeña recepción con canapés y champán. La casa era una mansión y todos estaban tan elegantes, que yo, con mi caro vestido regalado encajaba perfectamente. Nadie dudo de que era la verdadera esposa del Doctor, las conversaciones eran tranquilas y no tuve que mentir demasiado.
Luego pasamos a la acción, en una habitación preparada, con tenues luces amarillas y rojas, habían seis camas, que eran más bien una serie de grandes almohadones, cómodos y blancos, repartidos en las equitativamente en el enorme salón, separados estratégicamente por mamparos orientales de papel y grandes trozos de tela sedosa.
Por lo que había visto, los demás participantes no eran la gran cosa, físicamente, era evidente que ellos saldrían ganando en el intercambio, eso me deprimió un poco, pero con el dinero asegurado trate de pensar en cosas más positivas. Las demás esposas tampoco estaban mal, pero yo era la reina del salón y más de uno no me sacaba los ojos de encima, claramente el Doctor se sintió bastante orgulloso de eso.
El evento tenía reglas, que Mendoza fue recitando, a modo de resumen de las digo: Al inicio cada pareja estaría en una cama. Las camas eran seleccionadas al azar, de modo que nadie sabía que pareja estaba cerca tuyo. Después de diez minutos se inicia el intercambio. Los hombres quedan en las camas y las mujeres hacen la rotación, yendo a la cama que les quedaba a la derecha. El evento termina cuando todos hayan estando con todas las parejas, así que duraría sesenta minutos.
Diez minutos con cada hombre y seis hombres en una noche. Era la primera vez que estaría con tantos, pero al menos no sería con todos al mismo tiempo, no podría salir caminando si fuera así. También era una pena que no sería un intercambio bisexual, pero las reglas no las ponía yo.
De modo que comenzamos, desnudé a mi Doctor, le quité los zapatos y luego me desnudé yo, aunque me dejé las medias finas y los zapatos y la pequeña tanga roja que llevaba toda la noche. El Doc no me hizo nada, en esos diez minutos hablamos de sus ganas de romperle el culo a las esposa de Mendoza, yo lo escuchaba, acostada con él y haciéndole una suave paja mientras hablaba. Si me manoseó un poco y me dio un beso cuando sonó una ligera campana indicando la finalización de los diez minutos. Me despedí y fui a la cama de la derecha, entre mamparos y sedas la atmósfera era mágica y especial, yo semidesnuda yendo a la cama de un extraño para ser suya.
Sorpresa, el siguiente era Mendoza. Una casualidad que me alegré que el Doctor tenga, pues significaba, por la rotación, que la última que le tocaría sería la esposa de Mendoza. No había reglas respecto a que tienen que hacer ni que con la última debían de eyacular. Si no querían hacer nada podían pasar los diez minutos como yo lo pase con el doctor, capaz él haga eso con todas así solo se reservaba para la esposa de Mendoza. No lo sé. Tampoco lo pensé demasiado porque Mendoza quería aprovechar al máximo. Me llamó hermosa, alabó mi cuerpo y me cubrió de besos y caricias. Me acostó boca abajo en la cama, apartó el hilo de mi tanga y hundió su cara en mis nalgas. Me lamió como un perro lame un helado. Su lengua pasaba de mi vulva a mi ano y por todos los lugares adyacente. Era una locura. Me comió la cola y yo cedí por completo al placer. Abrí mi culo con mis manos para ayudarlo en su tarea y hasta mis dedos chupó. No sé cuanto tiempo pasó pero fueron gloriosos. Él decidió que ya tenía suficiente y en un solo movimiento me subió encima mío y me metió su pene en la vagina. Estaba tan mojada que entró sin problemas, tan mojada que cuando lo metió por completo lo volvió a sacar y ni sentí dolor cuando me lo metió de igual forma por el culo. No dije nada, tampoco había reglas del tipo de sexo que tendríamos, oral, anal y vaginal, todo debería de ser de mutuo acuerdo. Y yo no dije que no. Mendoza sacaba y metía su pene de mis dos agujeros. Por mi culo y luego por la vagina y volvía cambiar, una penetración en cada uno. Yo gemía, abría mis nalgas e imploraba mentalmente que me coja con fuerzas. Lo necesitaba, aquel viejo me había llevado a las nubes. Pero Mendoza no lo hizo, solo siguió metiendo y sacando su pene, que a juzgar por lo que sentía era largo y angosto, de mis orificios. Igual lo disfruté, los diez minutos pasaron y el se despidió de mí.
Fui por el siguiente, era un vejete, al parecer el mayor de todos, todo cano pero con el cuerpo todavía con signos atractivos, se notaba que en su juventud era bastante bello y hacía ejercicio, tal vez algún deporte. Estaba tumbado boca arriba, con su verga semi flácida esperando a la siguiente pareja. Me subí a la cama y no quise esperar nada, estaba muy caliente. Tomé su verga y lo hundí en mi garganta. El señor me tomó de la cabeza y yo decidí no sacarla. Me llovían halagos por mi habilidad y no tardé en sentir como la sangra ponía bien duro el pene en mi boca. Resistí estoicamente la garganta profunda, sin sacarlo por alrededor de unos tres minutos, estaba por superar mi récord pero no quería gastar el tiempo. Me levanté, me aparté la tanga de mis labios y me introduje la verga por la vagina. De tamaño regular me hizo sentir muy bien. Monté y todo el miembro, en su máxima profunda, me hizo sentir la mujer más dichosa del mundo. El viejo me tomó de la cintura y yo le regalé la visión de mis tetas desnudas. Comencé a cabalgar, primero lentamente para pasar a una frenética danza. Subía y bajaba rápidamente dando saltos sobre el pobre viejo que se movía intentando resistir. Apoyé mis tacones en la cama y utilicé mis horas de hacer sentadillas para dar los mejores sentones de la existencia. Ambos gemíamos y mi vagina explotó varias veces. Me detuvo el tremendo orgasmo que pateó mi útero y caí sobre el viejo, que me arropó con sus brazos. Estaba exhausta. Di bocanadas de aire y traté de recuperar el aliento. Me acosté al lado de él y fue entonces cuando lo vi. El pene estaba lleno de mis fluidos, y de los suyos. En algún momento el viejo no se aguanto y había terminado. Asustada miré mi entrepierna y lo encontré repleto de semen. ¡Había terminado tanto!
Justo en ese momento sonó la campana, no supe muy bien que hacer pero tenía que mudarme. Caminé hasta el próximo mientras sentía el semen caer por el interior de mis muslos. Para colmo de males el siguiente era un magnate de finanzas, fino pero que miraba a todos por encima del hombro. Cuando vio el desordenado espectáculo entre mis piernas hizo un gesto de asco.
- Alguien se divirtió mucho contigo, ¿No?
- Si, bueno, yo no me contuve - reí nerviosamente mientras intentaba limpiarme con la sabana, era increíble la cantidad de semen que el viejo guardaba, me había llenado tanto que creo que nunca había visto tanto semen junto. Simplemente no dejaba de salir. Sentía un poco de vergüenza, justo me tocaba alguien que no iba a manchar su popote con leche de otro. Yo no quería arruinar la diversión de nadie y hasta ahora me había divertido y me habían tratado bien. - ¿Te molesta? puedo hacerte una mamada si quieres, no tienes que cogerme.
- La otra que pasó me lo chupó por diez minutos, tampoco quería follar, no follé a mi esposa, la verdad que la quería poner, pero así no - pensó un instante en tanto nuestros diez minutos pasaban - Vale, bueno, no importa, puedes usar la boca...
- ¿Y si usas mi culo? - le interrumpí, el abrió mucho los ojos y yo me giré un poco para mostrarle las nalgas que iba a partir si quería.
Aceptó.
Me quité la tanga y me puse de cuatro. Quedé a su disposición. Ubicó su pene y batalló unos segundos antes de poder penetrarme. Yo aflojé el ano y lo recibí. Gloria de los dioses. Su pene era un poco grande, al principio me dolió pero cuando mi esfínter se rindió y acomodó todo fluyó como la seda. Me sujetó de la cintura y me folló como Dios manda. Me doble ante sus embestidas y me mordí el labio, no iba a quejarme y lo hice, el hombre me ensanchó el recto a expensas de mis gemidos. Sude frío y vi flores y colores mientras disfrutaba de mi entrada trasera, haciendo sonar mis nalgas cuando sus testículos chocaban con ellas. Con el tiempo perdido solo debieron pasar como cinco minutos de intensa cogida, aunque se sintió tan lento como el mes de enero. también aproveché para limpiar el semen que tenía con la tanga que me había quitado. Con tanto sexo anal mi vagina pedía otra vez una penetración, pero el pene del Magnate solo salió de mi culo cuando la campana marcó el final.
Contando con mi falso esposo ya había estado con cuatro hombre, faltaban dos. Al siguiente no lo conocía, creo que era abogado o algo así, en la recepción lo vi junto a mujer muy alta que le quitaba una cabeza de altura, el hombre no era tampoco precisamente algo, apenas me pasaba a mí. Nada de eso fue impedimento para que me hiciera suya. En diez minutos chupe su pene, me follo la vagina en misionero, volví a chupar su pene, me follo en cuatro patas, me lo monté y volví a chupar. Tenía el pene bien duro y he de reconocer que tenía mucha energía, si había estado con varias esposas antes que yo no se notaba porque durar tanto tiempo era toda una proeza. Me regaló otro hermoso orgasmo.
Sonó la campana. Solo quedaba uno más.
Era todo un caballero. Me atendió amablemente y se disculpó porque ya había acabado dentro de la esposa de alguien y no estaba en condiciones de un segundo round. Igual disfrutamos de nuestras diferencias físicas. Me halagó con poemas, me acarició las piernas, las nalgas y mis pechos, me masturbó con tan alta profesionalidad que disfruté casi tanto como todo lo demás, incluso puede ser que más. Metió dedos dentro de mí, me mordió y jugamos un montón. Me hizo chupar sus pies y él devoró los míos. Aunque su pene y ano estaba en condiciones igual se lo chupe y también atendí muy bien sus bolas. Que demonios, ese hombre me trato tan bien que incluso bajé más y use mi lengua en su culo.
Con mis tetas acaricié su verga y fue tan gentil que incluso al final, se masturbó y me regaló con mucho esfuerzo unas gotas de su semen. Quedó prácticamente muerto.
Cuando terminó el evento se encendieron las luces principales y todos nos levantamos y nos dirigimos con nuestras parejas hacía los baños que nos habían mostrado antes. Estábamos todos ahí, seis parejas desnudas y semidesnudas, de nuevo yo me llevé el auto premio de la superación, era evidente que estaba mucho mejor que todas las demás. Todos nosotros y en especial las mujeres estábamos bastante apaleadas, despeinadas y folladas por seis hombres diferentes.
El Doctor se acercó a mí, me rodeó la cintura y nos dirigimos la cuarto de baño. Llenó la tina con hidromasaje y ambos entramos en él. Me contó lo que suponía, no había perdido energía con las demás, las había acariciado y jugado pero solo follo a una de ellas, aparte de su gran final. Me contó lo mucho que habia usado a la esposa de Mendoza, le había destrozado la vagina y le dio tan duro por el culo que ella le había pedido que se detuviese.
- Cuando me chupaba yo le follaba también, se atragantaba a cada instante - rió el Doctor García.
- Con tu verga me lo imagino - dije pícaramente, el baño y el relato me habían encendido. El estaba igual, se había sentado en el borde de la bañera con sus piernas dentro. Yo entendí al instante y fui a poner mi rostro entre sus bolas, yo sabia lo que le gustaba al Doctor.
- Su culo era muy apretado, yo diría que el inútil de Mendoza no lo usa.
Recordé mi turno con Mendoza y como si uso el mio. Seguí escuchando al Doctor mientras le estaba dando una mamada a toda regla. - ¿Dónde acabaste Doc? - pregunté intentado no atragantarme, metí todo el pene en mi garganta. El Doctor gimió antes de responder.
- En su vagina, por supuesto, incluso no me molestaría hacerle un hijo a la zorra esa.
- Espero que eso no pienses de mí Doc.
- ¿Lo de ser zorra? Eli, por favor, tu eres como una hija para mi.
- Lo de hacer un hijo.
- Ah, ¿por qué? ¿no quieres tener un hijo conmigo?
- ¿Quieres tener un hijo con tu hija?
- Si tuviera una hija como tú, no me importaría.
Y para dar énfasis me agarró por la nuca con su mano regordeta y comenzó a darme el ritmo para la mamada que estaba haciéndole. En realidad el Doctor no tenía hijos, así que estaba bromeando con toda esa conversación, al menos no tenía hijos reconocidos públicamente, tendría que pensar mejor sus palabras en un futuro. Por el momento me dedique a chupar ese regalo del cielo que tenía en la boca.
- Pero si tu no quieres hijos ahora, podemos mandar a los mis renacuajos en otro lugar - No tardó mucho, chupé un poco más y luego el Doc usó su otra mano para exprimirse el semen, directo a mi boca. Al instante lo rodeé con mis labios, recibí la leche caliente y me encargué de tragarlo.
- Trágalo Eli, por favor, si. Puta madre eres una joya Eli. - Recibí sus elogios y su semen muy complacida. Como no me soltó de la nuca, seguí chupando un poco más.
Realmente me caía bien el Doctor. Era buena persona. Después del evento me llevó a cenar en usos restaurantes que son caros pero no esencialmente lujosos. Donde aún se puede comer comida de verdad. Comimos hasta el hartazgo con postre incluido. Como había ensuciado mi tanga con semen no me lo había vuelto a poner, por lo que toda la cena la pasé sin nada bajo el vestido que el Doc me dejó quedármelo, junto con los anillos.
Al final nos despedimos y pidió un Uber para que yo regresara al departamento. Al llegar usé mi iPhone nuevecito y solo ahí vi las diecisiete llamadas perdidas de mí madre. Tenía algo que contarme, pero esa es una historia para las siguiente ocasión.
**Puedes dejarme tus comentarios, me gusta interactuar con mis lectores, dame tus opiniones. Si quieres verme pásate por mi perfil. Tienes permiso de masturbarte con todas mis fotos. Gracias.
Nos ayudó, a mi mamá y a mí en varias ocasiones; a ganar el divorcio de ella, a salir victoriosas en cierta demanda, a conseguir una casa en otra ciudad, el préstamo para el auto, mi recomendación para la universidad, el puesto donde está ahora mi mamá y miles de favores más. Siempre podías contar con él.
Me había acostado dos veces con él. Y estoy muy segura que mi mamá lo había hecho también.
- Y como te lo comenté - decía el mensaje de WhatsApp - Eli querida, es el domingo a las diecinueve horas. Si aceptas necesito que me lo digas ahora mismo, porque tengo que arreglar algo y si no, pues debo buscar a otra persona y la verdad, no frecuento mucho a personas que lo harían. Prefiero que el dinero se quedé con personas a las que quiero.
Acepté el asunto en cuestión y cuando llegó el domingo el Doctor envío un Uber a recogerme. Nos encontramos en un lugar y luego el Doc me llevó hacia la zona residencial, donde iríamos a la casa de un conocido y rival secreto suyo, el señor Mendoza, quien no parecía darse cuenta de la enemistad del Doctor.
Cuando estacionamos, me pasó un sobre grande. Dentro había dos mil verdes y un iPhone, de los nuevos al parecer.
- Ten, acéptalo por favor.
Y obvio que lo acepté. Le di un beso picarón en su mejilla. La verdad si me gustaba ayudarlo, no era un mal tipo y el dinero no me venía nada mal. El iPhone tampoco. Aunque técnicamente era un pago y yo me convertía en una prostituta prefiero verlo como un intercambio de favores.
Y que favores. El Doctor me había pedido que participe en una fiesta swinger. Así es, de esas donde van los casados y se intercambian las parejas. Según me explicó, Mendoza suele organizarlas y en la noche de hoy había seis parejas confirmadas. Todos de la alta sociedad y todo en un inmenso secreto. Mi Doctor había aceptado ir, pero su problema es que con su esposa no iban las cosas bien desde hacía años, ella vivía en el exterior. Eso no lo sabía casi nadie. El doctor mantiene su vida privada fuera de los medios. Y casualidades de la vida, yo, con mi pelo rojo, mi metro sesenta, medio gordita, grandes tetas y tez blanca soy bastante parecida a su esposa que no me ha de superar tanto en años. El Doctor me explicó que había mandado fotos mías y me aceptaron sin dudar. Incluso me había comprado dos anillos, de compromiso y de alianza, igual al de él que tenía puesto esa noche. Por supuesto, el Doctor me había hecho una identificación falsa, con nombre de su esposa, porque en tal hasta fiesta se muestran esos documentos para ingresar.
La verdadera motivación del Doctor no era tener sexo con otras mujeres, capaz sí en parte, pero el podía conseguir a cual Miss que quisiera si él lo deseara, pero su deseo era Mendoza, bueno, no él claro está, sino su esposa. El odio era tanto que el Doctor deseaba poder echarle encima la mano a las esposa de su rival.
Entramos y hubo una pequeña recepción con canapés y champán. La casa era una mansión y todos estaban tan elegantes, que yo, con mi caro vestido regalado encajaba perfectamente. Nadie dudo de que era la verdadera esposa del Doctor, las conversaciones eran tranquilas y no tuve que mentir demasiado.
Luego pasamos a la acción, en una habitación preparada, con tenues luces amarillas y rojas, habían seis camas, que eran más bien una serie de grandes almohadones, cómodos y blancos, repartidos en las equitativamente en el enorme salón, separados estratégicamente por mamparos orientales de papel y grandes trozos de tela sedosa.
Por lo que había visto, los demás participantes no eran la gran cosa, físicamente, era evidente que ellos saldrían ganando en el intercambio, eso me deprimió un poco, pero con el dinero asegurado trate de pensar en cosas más positivas. Las demás esposas tampoco estaban mal, pero yo era la reina del salón y más de uno no me sacaba los ojos de encima, claramente el Doctor se sintió bastante orgulloso de eso.
El evento tenía reglas, que Mendoza fue recitando, a modo de resumen de las digo: Al inicio cada pareja estaría en una cama. Las camas eran seleccionadas al azar, de modo que nadie sabía que pareja estaba cerca tuyo. Después de diez minutos se inicia el intercambio. Los hombres quedan en las camas y las mujeres hacen la rotación, yendo a la cama que les quedaba a la derecha. El evento termina cuando todos hayan estando con todas las parejas, así que duraría sesenta minutos.
Diez minutos con cada hombre y seis hombres en una noche. Era la primera vez que estaría con tantos, pero al menos no sería con todos al mismo tiempo, no podría salir caminando si fuera así. También era una pena que no sería un intercambio bisexual, pero las reglas no las ponía yo.
De modo que comenzamos, desnudé a mi Doctor, le quité los zapatos y luego me desnudé yo, aunque me dejé las medias finas y los zapatos y la pequeña tanga roja que llevaba toda la noche. El Doc no me hizo nada, en esos diez minutos hablamos de sus ganas de romperle el culo a las esposa de Mendoza, yo lo escuchaba, acostada con él y haciéndole una suave paja mientras hablaba. Si me manoseó un poco y me dio un beso cuando sonó una ligera campana indicando la finalización de los diez minutos. Me despedí y fui a la cama de la derecha, entre mamparos y sedas la atmósfera era mágica y especial, yo semidesnuda yendo a la cama de un extraño para ser suya.
Sorpresa, el siguiente era Mendoza. Una casualidad que me alegré que el Doctor tenga, pues significaba, por la rotación, que la última que le tocaría sería la esposa de Mendoza. No había reglas respecto a que tienen que hacer ni que con la última debían de eyacular. Si no querían hacer nada podían pasar los diez minutos como yo lo pase con el doctor, capaz él haga eso con todas así solo se reservaba para la esposa de Mendoza. No lo sé. Tampoco lo pensé demasiado porque Mendoza quería aprovechar al máximo. Me llamó hermosa, alabó mi cuerpo y me cubrió de besos y caricias. Me acostó boca abajo en la cama, apartó el hilo de mi tanga y hundió su cara en mis nalgas. Me lamió como un perro lame un helado. Su lengua pasaba de mi vulva a mi ano y por todos los lugares adyacente. Era una locura. Me comió la cola y yo cedí por completo al placer. Abrí mi culo con mis manos para ayudarlo en su tarea y hasta mis dedos chupó. No sé cuanto tiempo pasó pero fueron gloriosos. Él decidió que ya tenía suficiente y en un solo movimiento me subió encima mío y me metió su pene en la vagina. Estaba tan mojada que entró sin problemas, tan mojada que cuando lo metió por completo lo volvió a sacar y ni sentí dolor cuando me lo metió de igual forma por el culo. No dije nada, tampoco había reglas del tipo de sexo que tendríamos, oral, anal y vaginal, todo debería de ser de mutuo acuerdo. Y yo no dije que no. Mendoza sacaba y metía su pene de mis dos agujeros. Por mi culo y luego por la vagina y volvía cambiar, una penetración en cada uno. Yo gemía, abría mis nalgas e imploraba mentalmente que me coja con fuerzas. Lo necesitaba, aquel viejo me había llevado a las nubes. Pero Mendoza no lo hizo, solo siguió metiendo y sacando su pene, que a juzgar por lo que sentía era largo y angosto, de mis orificios. Igual lo disfruté, los diez minutos pasaron y el se despidió de mí.
Fui por el siguiente, era un vejete, al parecer el mayor de todos, todo cano pero con el cuerpo todavía con signos atractivos, se notaba que en su juventud era bastante bello y hacía ejercicio, tal vez algún deporte. Estaba tumbado boca arriba, con su verga semi flácida esperando a la siguiente pareja. Me subí a la cama y no quise esperar nada, estaba muy caliente. Tomé su verga y lo hundí en mi garganta. El señor me tomó de la cabeza y yo decidí no sacarla. Me llovían halagos por mi habilidad y no tardé en sentir como la sangra ponía bien duro el pene en mi boca. Resistí estoicamente la garganta profunda, sin sacarlo por alrededor de unos tres minutos, estaba por superar mi récord pero no quería gastar el tiempo. Me levanté, me aparté la tanga de mis labios y me introduje la verga por la vagina. De tamaño regular me hizo sentir muy bien. Monté y todo el miembro, en su máxima profunda, me hizo sentir la mujer más dichosa del mundo. El viejo me tomó de la cintura y yo le regalé la visión de mis tetas desnudas. Comencé a cabalgar, primero lentamente para pasar a una frenética danza. Subía y bajaba rápidamente dando saltos sobre el pobre viejo que se movía intentando resistir. Apoyé mis tacones en la cama y utilicé mis horas de hacer sentadillas para dar los mejores sentones de la existencia. Ambos gemíamos y mi vagina explotó varias veces. Me detuvo el tremendo orgasmo que pateó mi útero y caí sobre el viejo, que me arropó con sus brazos. Estaba exhausta. Di bocanadas de aire y traté de recuperar el aliento. Me acosté al lado de él y fue entonces cuando lo vi. El pene estaba lleno de mis fluidos, y de los suyos. En algún momento el viejo no se aguanto y había terminado. Asustada miré mi entrepierna y lo encontré repleto de semen. ¡Había terminado tanto!
Justo en ese momento sonó la campana, no supe muy bien que hacer pero tenía que mudarme. Caminé hasta el próximo mientras sentía el semen caer por el interior de mis muslos. Para colmo de males el siguiente era un magnate de finanzas, fino pero que miraba a todos por encima del hombro. Cuando vio el desordenado espectáculo entre mis piernas hizo un gesto de asco.
- Alguien se divirtió mucho contigo, ¿No?
- Si, bueno, yo no me contuve - reí nerviosamente mientras intentaba limpiarme con la sabana, era increíble la cantidad de semen que el viejo guardaba, me había llenado tanto que creo que nunca había visto tanto semen junto. Simplemente no dejaba de salir. Sentía un poco de vergüenza, justo me tocaba alguien que no iba a manchar su popote con leche de otro. Yo no quería arruinar la diversión de nadie y hasta ahora me había divertido y me habían tratado bien. - ¿Te molesta? puedo hacerte una mamada si quieres, no tienes que cogerme.
- La otra que pasó me lo chupó por diez minutos, tampoco quería follar, no follé a mi esposa, la verdad que la quería poner, pero así no - pensó un instante en tanto nuestros diez minutos pasaban - Vale, bueno, no importa, puedes usar la boca...
- ¿Y si usas mi culo? - le interrumpí, el abrió mucho los ojos y yo me giré un poco para mostrarle las nalgas que iba a partir si quería.
Aceptó.
Me quité la tanga y me puse de cuatro. Quedé a su disposición. Ubicó su pene y batalló unos segundos antes de poder penetrarme. Yo aflojé el ano y lo recibí. Gloria de los dioses. Su pene era un poco grande, al principio me dolió pero cuando mi esfínter se rindió y acomodó todo fluyó como la seda. Me sujetó de la cintura y me folló como Dios manda. Me doble ante sus embestidas y me mordí el labio, no iba a quejarme y lo hice, el hombre me ensanchó el recto a expensas de mis gemidos. Sude frío y vi flores y colores mientras disfrutaba de mi entrada trasera, haciendo sonar mis nalgas cuando sus testículos chocaban con ellas. Con el tiempo perdido solo debieron pasar como cinco minutos de intensa cogida, aunque se sintió tan lento como el mes de enero. también aproveché para limpiar el semen que tenía con la tanga que me había quitado. Con tanto sexo anal mi vagina pedía otra vez una penetración, pero el pene del Magnate solo salió de mi culo cuando la campana marcó el final.
Contando con mi falso esposo ya había estado con cuatro hombre, faltaban dos. Al siguiente no lo conocía, creo que era abogado o algo así, en la recepción lo vi junto a mujer muy alta que le quitaba una cabeza de altura, el hombre no era tampoco precisamente algo, apenas me pasaba a mí. Nada de eso fue impedimento para que me hiciera suya. En diez minutos chupe su pene, me follo la vagina en misionero, volví a chupar su pene, me follo en cuatro patas, me lo monté y volví a chupar. Tenía el pene bien duro y he de reconocer que tenía mucha energía, si había estado con varias esposas antes que yo no se notaba porque durar tanto tiempo era toda una proeza. Me regaló otro hermoso orgasmo.
Sonó la campana. Solo quedaba uno más.
Era todo un caballero. Me atendió amablemente y se disculpó porque ya había acabado dentro de la esposa de alguien y no estaba en condiciones de un segundo round. Igual disfrutamos de nuestras diferencias físicas. Me halagó con poemas, me acarició las piernas, las nalgas y mis pechos, me masturbó con tan alta profesionalidad que disfruté casi tanto como todo lo demás, incluso puede ser que más. Metió dedos dentro de mí, me mordió y jugamos un montón. Me hizo chupar sus pies y él devoró los míos. Aunque su pene y ano estaba en condiciones igual se lo chupe y también atendí muy bien sus bolas. Que demonios, ese hombre me trato tan bien que incluso bajé más y use mi lengua en su culo.
Con mis tetas acaricié su verga y fue tan gentil que incluso al final, se masturbó y me regaló con mucho esfuerzo unas gotas de su semen. Quedó prácticamente muerto.
Cuando terminó el evento se encendieron las luces principales y todos nos levantamos y nos dirigimos con nuestras parejas hacía los baños que nos habían mostrado antes. Estábamos todos ahí, seis parejas desnudas y semidesnudas, de nuevo yo me llevé el auto premio de la superación, era evidente que estaba mucho mejor que todas las demás. Todos nosotros y en especial las mujeres estábamos bastante apaleadas, despeinadas y folladas por seis hombres diferentes.
El Doctor se acercó a mí, me rodeó la cintura y nos dirigimos la cuarto de baño. Llenó la tina con hidromasaje y ambos entramos en él. Me contó lo que suponía, no había perdido energía con las demás, las había acariciado y jugado pero solo follo a una de ellas, aparte de su gran final. Me contó lo mucho que habia usado a la esposa de Mendoza, le había destrozado la vagina y le dio tan duro por el culo que ella le había pedido que se detuviese.
- Cuando me chupaba yo le follaba también, se atragantaba a cada instante - rió el Doctor García.
- Con tu verga me lo imagino - dije pícaramente, el baño y el relato me habían encendido. El estaba igual, se había sentado en el borde de la bañera con sus piernas dentro. Yo entendí al instante y fui a poner mi rostro entre sus bolas, yo sabia lo que le gustaba al Doctor.
- Su culo era muy apretado, yo diría que el inútil de Mendoza no lo usa.
Recordé mi turno con Mendoza y como si uso el mio. Seguí escuchando al Doctor mientras le estaba dando una mamada a toda regla. - ¿Dónde acabaste Doc? - pregunté intentado no atragantarme, metí todo el pene en mi garganta. El Doctor gimió antes de responder.
- En su vagina, por supuesto, incluso no me molestaría hacerle un hijo a la zorra esa.
- Espero que eso no pienses de mí Doc.
- ¿Lo de ser zorra? Eli, por favor, tu eres como una hija para mi.
- Lo de hacer un hijo.
- Ah, ¿por qué? ¿no quieres tener un hijo conmigo?
- ¿Quieres tener un hijo con tu hija?
- Si tuviera una hija como tú, no me importaría.
Y para dar énfasis me agarró por la nuca con su mano regordeta y comenzó a darme el ritmo para la mamada que estaba haciéndole. En realidad el Doctor no tenía hijos, así que estaba bromeando con toda esa conversación, al menos no tenía hijos reconocidos públicamente, tendría que pensar mejor sus palabras en un futuro. Por el momento me dedique a chupar ese regalo del cielo que tenía en la boca.
- Pero si tu no quieres hijos ahora, podemos mandar a los mis renacuajos en otro lugar - No tardó mucho, chupé un poco más y luego el Doc usó su otra mano para exprimirse el semen, directo a mi boca. Al instante lo rodeé con mis labios, recibí la leche caliente y me encargué de tragarlo.
- Trágalo Eli, por favor, si. Puta madre eres una joya Eli. - Recibí sus elogios y su semen muy complacida. Como no me soltó de la nuca, seguí chupando un poco más.
Realmente me caía bien el Doctor. Era buena persona. Después del evento me llevó a cenar en usos restaurantes que son caros pero no esencialmente lujosos. Donde aún se puede comer comida de verdad. Comimos hasta el hartazgo con postre incluido. Como había ensuciado mi tanga con semen no me lo había vuelto a poner, por lo que toda la cena la pasé sin nada bajo el vestido que el Doc me dejó quedármelo, junto con los anillos.
Al final nos despedimos y pidió un Uber para que yo regresara al departamento. Al llegar usé mi iPhone nuevecito y solo ahí vi las diecisiete llamadas perdidas de mí madre. Tenía algo que contarme, pero esa es una historia para las siguiente ocasión.
**Puedes dejarme tus comentarios, me gusta interactuar con mis lectores, dame tus opiniones. Si quieres verme pásate por mi perfil. Tienes permiso de masturbarte con todas mis fotos. Gracias.
4 comentarios - Me casé para hacer un intercambio (mamá l)