Primera parte: La tragedia y mi historia con Sofía.
Hola. Me llamo Carlos. Les voy a contar una historia que me cambió la vida.
Para empezar, debo decir que soy un tipo que está llegando a la frontera de los 40 años, de ninguna manera podría decirse que es una aventura de un adolescente cachondo ni mucho menos. Embaracé a mi novia y a su mamá.
Esta historia en realidad inicia cuando cumplí 19 años, en ese momento conocí a la mujer que me acompañaría por 16 años, y que me daría el mejor regalo del planeta, nuestra hija. Juana tenía 32 años cuando nos conocimos, era una verdadera fiera en la cama, un bombón que cuidaba su cuerpo con intensas sesiones de yoga todos los días, con unas tetas enormes, suaves y naturales que fueron la perdición de muchos de sus estudiantes universitarios, que estoy seguro perdían su materia solamente para poder compartir el mismo espacio tiempo que ella en las aulas y admirar su culo, mientras les impartía clases. Nunca en mi vida he sido tan feliz, ni he estado tan sexualmente satisfecho como lo estuve con ella, durante 16 años siempre exploramos los límites de nuestra curiosidad, sin perder el amor ni el respeto por nuestra relación, experimentamos con otras parejas, con desconocidos, en lugares impensables, con juguetes, con comida, en fin, fui un tipo que disfrutó del cuerpo de su mujer con toda la libertad que se puedan imaginar.
Sin embargo, todo cambió hace dos años. Juana y mi hija salieron a una fiesta familiar a la que no pude ir por mi trabajo y al volver bien entrada la noche a casa ocurrió lo impensable, un conductor borracho se estrelló contra nuestro auto matándolas en el acto. Recibí una llamada de mi abogado que me contó la terrible noticia, él y yo éramos el contacto de emergencia de Juana y la primera llamada de la policía fue a Luis, quién tuvo que darme la noticia que destruiría mi mundo. Mi mujer y mi hija no sufrieron, su muerte fue casi instantánea, mientras que su asesino luego de cometer tal delito se quedó dormido en su camioneta, sin saber lo que había hecho.
Sin tener nada que perder, mi abogado Luis y yo, dedicamos nuestro esfuerzo para que el criminal pague en la cárcel su delito, y mensualmente hago un pago en efectivo para que su vida sea lo más miserable posible en ese lugar, el país en el que vivo es tan corrupto que este tipo de actos ni siquiera llaman la atención de las autoridades.
Luego la muerte de Juana caí en una depresión horrible, después de 16 años de alegría, no sabía que hacer, pedí un sabático en mi trabajo, volver a la casa y deshacer toda una vida compartida se me hacía casi irreal, así que empaqué una maleta con ropa, tomé mi pasaporte y salí a viajar, mis hermanos se hicieron cargo de mi casa y de las cosas, así que no tuve que preocupar.
Debido a que Juana y mi hija tenían seguros de vida, este momento gozo de una generosa pensión que me permite cubrir mis gastos más fundamentales sin preocupaciones, así que con el tiempo, poco a poco empecé nuevamente a salir y concer nuevas personas, viajé bastante, volví a follar con chicas y con chicos, al final, mi depresión era tan grande que vivía en negación, así que cogía literalmente con lo primero que se movía y si tenía que pagar por sexo, lo hacía sin remordimientos.
Casi un año después de la catástrofe volví a mi país, volví a mi ciudad sólo para recordar que el dolor seguía ahí, oculto y dormido bajo litros de alcohol, drogras y sexo desenfrenado. Mis hermanos habían rentado la casa que construí con mi difunta esposa y se habían echo cargo de donar sus pertenencias, vender mi auto y básicamente borrar todos los recuerdos físicos que me pudieran hacer daño. Entendí al poco tiempo que no podía seguir así, por lo que empecé a ir a terapia.
Mi terapista, un tipo casi de mi edad muy profesional, me acogió y con mucha paciencia me ayudó a aceptar mi situación. Entendí que el ciclo de autodestrucción en el que me había involucrado los últimos 10 meses eran mi vía de escape al dolor que me causó la partida de Juana, que el sexo desenfrenado era un mecanismo de defensa ante la posibilidad de volver a sentir un dolor tan intenso como su ausencia. Luego de semanas y meses de terpia decidí que era el momento de volver a encarrilar mi vida y es realmente en este momento que empieza la historia. Les pido disculpas por el preludio tan largo, pero era necesario para entender la compleja trama en la que se ha convertido mi vida.
Durante años me ofrecieron una cátedra en la universidad en la que Juana era docente y la verdad es que nunca me interesó la academia, en la empresa en la que trabajé durante años siempre gané mucho más de lo que esperaba sin hacer mayor esfuerzo, tenía a mi cargo un equipo de 35 personas que hacían casi todo el trabajo y mi rol siempre fue tangencial, así que no veía la necesidad de complicar mi vida conviviendo con estudiantes entrando en sus 20s llenos de hormonas y con ganas de "comerse el mundo", ingenuos.
El tema es que cuando mis amigos y colegas se enteraron de mi regreso a la ciudad, no solamente se acercaron para saber cómo estuve y qué había hecho de mi vida, sino que también me ofrecieron mi anterior trabajo y por supuesto una cátedra en la universidad nuevamente.
Puesto que tenía mucho tiempo libre, ya que había dejado un poco de lado la lascivia con la que había llegado, acepté ambos. Lo uno porque me mantenía ocupado sin necesidad de mucho esfuerzo y lo otro, pues he de ser honesto, mera curiosidad. El primer día en la universidad fue un verdadero desastre, tan vergonzoso que tenía ganas de abandonar ese mismo momento, no encontré el aula a la que tenía que llegar, no había revisando en profundidad los documentos que me desde el rectorado me hicieron llegar, no sabía quiénes eran mis estudiantes ni tampoco tenía la lista de asistencia disponible.
Por supuesto llegué con retraso a mi clase, los chios estaban esperando, algunos jugaban cartas y otros bebían, otros solamente tenían una peor cara que la mía en mi momento más bajo, así que si una chica no me reconocía lo más seguro es que hubiese seguido de largo sin volver jamás.
En fin, cuando escuché "buen día profe" no hubo marcha atrás y tuve que ingresar y enfrentarme al destino.
Vanessa es una chica increíblemente lista, una niña que apenas está llegando a los 20 años, pero que por su inteligencia y sagacidad había logrado ingresar muy rápido a la universidad y en la cual no tenía pensado quedarse mucho tiempo, fue ella quién como a un bebé me guió a través de la incomprensible burocracia de la academia, quién me dijo a quién saludar y a quién no, se convirtió en poco tiempo en mis ojos y manos para que la pesadilla en la que se estaba convirtiendo mi aventura como docente universitario no terminara en otro desastre y fracaso en mi vida. Fue Vanessa quién se autonombró asistente académica en mi materia y de esta manera formalizaría nuestro primer acercamiento.
En este punto creo que lo más justo es que les describa un poco a los personajes de la siguiente parte de esta historia. Soy Carlos, tengo 38 años, mido 1,85 mts, ojos verdes y abundante cabello largo, con dos pronunciados mechones de canas en las sienes. Antes de que esta crisis empezara estaba algo pasado de peso, pero debido a todo lo que ha paso en el último año he perdido mucho peso, principalmente debido a la depresión, a los medicamentos que tomo para la ansiedad y a que he dejado de beber alcohol, así que estoy en la frontera de los 80-85 kgs, bastante demacrado diría yo. Vanessa por su parte es todo lo que una muchacha de 20 años podría ser, todo está en su sitio, unas tetas turgentes y generosas, unas piernas largas para el 1,70mts de estatura que tiene, cabello negro azabache recortado a la altura de lo hombros, un par de ojos color caramelo del desierto que seguramente son lo más bello que he podido ver en este planeta.
No me mal entiendan, una vez que me acostumbré al funcionamiento universitario necesité cada vez menos del apoyo de Vanessa, salvo para corregir exámenes, ensayos y un par de temas muy concretos con estudiantes en dificultades. Puesto que llegué a valorar mucho la estabilidad que me ofreció la universidad, había decidido con firmeza en no cagarla y no responder a las descaradas insinuaciones de Vanessa y un grupo de estudiante que se habían empeñado en conquistarme.
Por lo tanto empecé a establecer relaciones con mi colegas profesores, me dí cuenta de que no era el único ser roto en ese lugar, tenía colegas cuya vida era un absoluto desastre, comparadas con su propia tragedia, mi vida marchaba sobre ruedas, así que me volví a deprimir. Con la ayuda de mi terapeuta entendí que cada persona lleva su propia carga y que es asunto de cada quién resolverlo, pero también ví que la academia era un nido de depredadores y depravados; tipos que habían ingresado como docentes con el único propósito de conquistar chicas de 20 años, ofrecerles el cielo, tener sexo con muchachas que prácticamente habían terminado la preparatoria, en fin, un grupo de tipos asquerosamente interesantes, porque vamos, con mi recuperación del trauma también había perdido la cuenta de las semanas que me había mantenido "limpio" y por lo tanto sin tener sexo con nadie... fue una época muy compleja.
El caso es que a los pocos meses terminé en una relación de lo más simpática con una de las secretarias de la facultad, una mujer que bordeaba los 45, la llamaremos Sofía, mujer divorciada con dos hijos grandes y con bastante tiempo libre, con Sofía nos hicimos amigos casi a las dos semanas desde mi ingreso en la facultad, básicamente porque pasaba buena parte de mi tiempo tratando de resolver con su ayuda los problemas en los que yo mismo me había metido por no conocer los procedimientos de la institución. La primera vez que la ví no me causó ninguna impresión, pues estaba tanto bajo estrés por hacer las cosas bien que ni me fijé en quién era, solemente en que la persona de la ventanilla 4 me ayudó mucho, por lo que empecé a ir todos los días en ocasiones más de una vez por día. Con el tiempo Sofía me confesó que ella pensaba que estaba coqueteando con ella desde el primer momento. En este punto creo que es justo que les describa a Sofía, es una mujer bajita, 1,60 mts, de un cuerpo más bien esbelto, cada cosa estaba en su lugar principalmente porque al no tener obligaciones de pareja ni con sus hijos que ya no vivían con ella pasaba bastante tiempo en el gym, en donde intuí mantenía una aventura con alguna persona. Una tarde de cierre de semestre nos encontramos con Sofía en el aula de profesores, algo bastante inusual, pues en la academia hay ciertas reglas no escritas sobre las jerarquías, es bastante estúpido pero por ejemplo que un profesor salga con una estudiante es menos escandaloso que ver a una secretaria conversando con un docente. Esa tarde Sofía llevaba puesto el típico uniforme de secretaria, con tacos, unas pantymedias color marrón, falda sobre las rodillas azul marino y una blusa de color blanco, a la que les obligaban incluir un ridículo pañuelo amarillo chillón mezclado con azul marino. Sofía es una mujer muy atractiva en su estilo, de rostro alargado, lentes, pecas en las mejillas, cabello pelirojo y de ojos negros, en su estilo resulta atractiva, pero también algo agresiva. Como les dije, su cuerpo es bastante entallado, calculo que sus tetas son un 34c, turgentes y generosas, en un escote que se escapa con dos botones abiertos al descuido. En todo caso, esa es la mujer con la que me encontré esa tarde de manera imprevista.
- Hola Carlos, tengo que hacerte una pregunta un poco personal, pero me da pena.
-Sofi, dime con toda confianza.
-¿Es verdad que tu eres viudo?
Pese a que la pregunta me tomó desprevenido, no sentí con toda al intensidad de otros momentos el recuerdo de Juana y toda nuestra vida juntos.
- Pues sí, parece que fue en otra vida, pero sí. Hace un poco más de un año enviudé y pasé un momento muy doloroso en mi vida, soy profe debido a que no tengo muchas más cosas que hacer y quiero saber que mi existencia tiene un futuro, antes de pegarme un tiro en la sien.
- ¡Hay que pena! ¡Discúlpame! Es un chisme de corredor y no pensé que era cierto. Me dijo.
- Pues no pasa nada, ¿porqué lo preguntas?
- Es que los estudiantes te han puesto un apodo, pero ahora me da mucha más pena decírtelo. Replicó.
- Creo que en este punto me lo vas a decir quiera o no quiera saberlo, ¿verdad?
- ¡Ay, pues es verdad! Los chicos, pero sobre todo las chicas te dicen "Doctor viudito". Y cuando lo dijo, hubo un extraño destello en su mirada.
- Pienso que es un apodo de mierda, pero es verdad. Cuando respondí esto le regalé una sonrisa delicada y la miré fijamente a los ojos. ¿No crees?
- Qué pena contigo, no sabía que era cierto.
Se acercó un paso hacia mí y pude percibir el olor de su perfume mientras que sin ningún pudor le veía las tetas escondidas en el escote. Puse mi mano en su cadera sin saber muy bien qué hacer, pero fue ella la que tomó la iniciativa y me abrazó. La verdad es que su acto me sorprendió, pero debo ser sincero, me gustó mucho sentir la firmeza de sus tetas contra mi abdomen, el olor de su cabello y su perfume pronto me hipnotizaron y mi mano agarró con firmeza su cadera para atraerla hacia mí. Mi verga, tanto tiempo sin diversión reaccionó por puro instinto y si bien no tengo un pene gigante, me defiendo bien con mis 18 cms. No se cuánto tiempo estuvimos así, mi pene erecto dentro mi pantalón contra su vientre bajo, sus tetas contra mi ombligo y mi mano en su cadera, muy cerca del culo... pero sé que se terminó cuando entraron los demás profesores al mismo lugar, afortunadamente venían hablando alto, por lo que alcanzamos a separarnos con tiempo y me percaté de que una lágrima caía por su mejilla derecha, alcancé a tomar su rostro y limpiarla con mi dedo pulgar, mientras me miraba a los ojos y de manera inesperada lo lamió. Dos segundos después Sofía se iba de la sala, dejándome con una erección que me duraría horas y que me hizo pasar más de un bochorno a lo largo del día.
Por ahora les dejo mi historia aquí, muy pronto van a conocer mejor a Vanessa y el resto de mi historia con Sofía, pero como este relato es parte de mi terapia, la recomendación que he recibido es que por ahora lo deje aquí.
¡Gracias por leerme!
Hola. Me llamo Carlos. Les voy a contar una historia que me cambió la vida.
Para empezar, debo decir que soy un tipo que está llegando a la frontera de los 40 años, de ninguna manera podría decirse que es una aventura de un adolescente cachondo ni mucho menos. Embaracé a mi novia y a su mamá.
Esta historia en realidad inicia cuando cumplí 19 años, en ese momento conocí a la mujer que me acompañaría por 16 años, y que me daría el mejor regalo del planeta, nuestra hija. Juana tenía 32 años cuando nos conocimos, era una verdadera fiera en la cama, un bombón que cuidaba su cuerpo con intensas sesiones de yoga todos los días, con unas tetas enormes, suaves y naturales que fueron la perdición de muchos de sus estudiantes universitarios, que estoy seguro perdían su materia solamente para poder compartir el mismo espacio tiempo que ella en las aulas y admirar su culo, mientras les impartía clases. Nunca en mi vida he sido tan feliz, ni he estado tan sexualmente satisfecho como lo estuve con ella, durante 16 años siempre exploramos los límites de nuestra curiosidad, sin perder el amor ni el respeto por nuestra relación, experimentamos con otras parejas, con desconocidos, en lugares impensables, con juguetes, con comida, en fin, fui un tipo que disfrutó del cuerpo de su mujer con toda la libertad que se puedan imaginar.
Sin embargo, todo cambió hace dos años. Juana y mi hija salieron a una fiesta familiar a la que no pude ir por mi trabajo y al volver bien entrada la noche a casa ocurrió lo impensable, un conductor borracho se estrelló contra nuestro auto matándolas en el acto. Recibí una llamada de mi abogado que me contó la terrible noticia, él y yo éramos el contacto de emergencia de Juana y la primera llamada de la policía fue a Luis, quién tuvo que darme la noticia que destruiría mi mundo. Mi mujer y mi hija no sufrieron, su muerte fue casi instantánea, mientras que su asesino luego de cometer tal delito se quedó dormido en su camioneta, sin saber lo que había hecho.
Sin tener nada que perder, mi abogado Luis y yo, dedicamos nuestro esfuerzo para que el criminal pague en la cárcel su delito, y mensualmente hago un pago en efectivo para que su vida sea lo más miserable posible en ese lugar, el país en el que vivo es tan corrupto que este tipo de actos ni siquiera llaman la atención de las autoridades.
Luego la muerte de Juana caí en una depresión horrible, después de 16 años de alegría, no sabía que hacer, pedí un sabático en mi trabajo, volver a la casa y deshacer toda una vida compartida se me hacía casi irreal, así que empaqué una maleta con ropa, tomé mi pasaporte y salí a viajar, mis hermanos se hicieron cargo de mi casa y de las cosas, así que no tuve que preocupar.
Debido a que Juana y mi hija tenían seguros de vida, este momento gozo de una generosa pensión que me permite cubrir mis gastos más fundamentales sin preocupaciones, así que con el tiempo, poco a poco empecé nuevamente a salir y concer nuevas personas, viajé bastante, volví a follar con chicas y con chicos, al final, mi depresión era tan grande que vivía en negación, así que cogía literalmente con lo primero que se movía y si tenía que pagar por sexo, lo hacía sin remordimientos.
Casi un año después de la catástrofe volví a mi país, volví a mi ciudad sólo para recordar que el dolor seguía ahí, oculto y dormido bajo litros de alcohol, drogras y sexo desenfrenado. Mis hermanos habían rentado la casa que construí con mi difunta esposa y se habían echo cargo de donar sus pertenencias, vender mi auto y básicamente borrar todos los recuerdos físicos que me pudieran hacer daño. Entendí al poco tiempo que no podía seguir así, por lo que empecé a ir a terapia.
Mi terapista, un tipo casi de mi edad muy profesional, me acogió y con mucha paciencia me ayudó a aceptar mi situación. Entendí que el ciclo de autodestrucción en el que me había involucrado los últimos 10 meses eran mi vía de escape al dolor que me causó la partida de Juana, que el sexo desenfrenado era un mecanismo de defensa ante la posibilidad de volver a sentir un dolor tan intenso como su ausencia. Luego de semanas y meses de terpia decidí que era el momento de volver a encarrilar mi vida y es realmente en este momento que empieza la historia. Les pido disculpas por el preludio tan largo, pero era necesario para entender la compleja trama en la que se ha convertido mi vida.
Durante años me ofrecieron una cátedra en la universidad en la que Juana era docente y la verdad es que nunca me interesó la academia, en la empresa en la que trabajé durante años siempre gané mucho más de lo que esperaba sin hacer mayor esfuerzo, tenía a mi cargo un equipo de 35 personas que hacían casi todo el trabajo y mi rol siempre fue tangencial, así que no veía la necesidad de complicar mi vida conviviendo con estudiantes entrando en sus 20s llenos de hormonas y con ganas de "comerse el mundo", ingenuos.
El tema es que cuando mis amigos y colegas se enteraron de mi regreso a la ciudad, no solamente se acercaron para saber cómo estuve y qué había hecho de mi vida, sino que también me ofrecieron mi anterior trabajo y por supuesto una cátedra en la universidad nuevamente.
Puesto que tenía mucho tiempo libre, ya que había dejado un poco de lado la lascivia con la que había llegado, acepté ambos. Lo uno porque me mantenía ocupado sin necesidad de mucho esfuerzo y lo otro, pues he de ser honesto, mera curiosidad. El primer día en la universidad fue un verdadero desastre, tan vergonzoso que tenía ganas de abandonar ese mismo momento, no encontré el aula a la que tenía que llegar, no había revisando en profundidad los documentos que me desde el rectorado me hicieron llegar, no sabía quiénes eran mis estudiantes ni tampoco tenía la lista de asistencia disponible.
Por supuesto llegué con retraso a mi clase, los chios estaban esperando, algunos jugaban cartas y otros bebían, otros solamente tenían una peor cara que la mía en mi momento más bajo, así que si una chica no me reconocía lo más seguro es que hubiese seguido de largo sin volver jamás.
En fin, cuando escuché "buen día profe" no hubo marcha atrás y tuve que ingresar y enfrentarme al destino.
Vanessa es una chica increíblemente lista, una niña que apenas está llegando a los 20 años, pero que por su inteligencia y sagacidad había logrado ingresar muy rápido a la universidad y en la cual no tenía pensado quedarse mucho tiempo, fue ella quién como a un bebé me guió a través de la incomprensible burocracia de la academia, quién me dijo a quién saludar y a quién no, se convirtió en poco tiempo en mis ojos y manos para que la pesadilla en la que se estaba convirtiendo mi aventura como docente universitario no terminara en otro desastre y fracaso en mi vida. Fue Vanessa quién se autonombró asistente académica en mi materia y de esta manera formalizaría nuestro primer acercamiento.
En este punto creo que lo más justo es que les describa un poco a los personajes de la siguiente parte de esta historia. Soy Carlos, tengo 38 años, mido 1,85 mts, ojos verdes y abundante cabello largo, con dos pronunciados mechones de canas en las sienes. Antes de que esta crisis empezara estaba algo pasado de peso, pero debido a todo lo que ha paso en el último año he perdido mucho peso, principalmente debido a la depresión, a los medicamentos que tomo para la ansiedad y a que he dejado de beber alcohol, así que estoy en la frontera de los 80-85 kgs, bastante demacrado diría yo. Vanessa por su parte es todo lo que una muchacha de 20 años podría ser, todo está en su sitio, unas tetas turgentes y generosas, unas piernas largas para el 1,70mts de estatura que tiene, cabello negro azabache recortado a la altura de lo hombros, un par de ojos color caramelo del desierto que seguramente son lo más bello que he podido ver en este planeta.
No me mal entiendan, una vez que me acostumbré al funcionamiento universitario necesité cada vez menos del apoyo de Vanessa, salvo para corregir exámenes, ensayos y un par de temas muy concretos con estudiantes en dificultades. Puesto que llegué a valorar mucho la estabilidad que me ofreció la universidad, había decidido con firmeza en no cagarla y no responder a las descaradas insinuaciones de Vanessa y un grupo de estudiante que se habían empeñado en conquistarme.
Por lo tanto empecé a establecer relaciones con mi colegas profesores, me dí cuenta de que no era el único ser roto en ese lugar, tenía colegas cuya vida era un absoluto desastre, comparadas con su propia tragedia, mi vida marchaba sobre ruedas, así que me volví a deprimir. Con la ayuda de mi terapeuta entendí que cada persona lleva su propia carga y que es asunto de cada quién resolverlo, pero también ví que la academia era un nido de depredadores y depravados; tipos que habían ingresado como docentes con el único propósito de conquistar chicas de 20 años, ofrecerles el cielo, tener sexo con muchachas que prácticamente habían terminado la preparatoria, en fin, un grupo de tipos asquerosamente interesantes, porque vamos, con mi recuperación del trauma también había perdido la cuenta de las semanas que me había mantenido "limpio" y por lo tanto sin tener sexo con nadie... fue una época muy compleja.
El caso es que a los pocos meses terminé en una relación de lo más simpática con una de las secretarias de la facultad, una mujer que bordeaba los 45, la llamaremos Sofía, mujer divorciada con dos hijos grandes y con bastante tiempo libre, con Sofía nos hicimos amigos casi a las dos semanas desde mi ingreso en la facultad, básicamente porque pasaba buena parte de mi tiempo tratando de resolver con su ayuda los problemas en los que yo mismo me había metido por no conocer los procedimientos de la institución. La primera vez que la ví no me causó ninguna impresión, pues estaba tanto bajo estrés por hacer las cosas bien que ni me fijé en quién era, solemente en que la persona de la ventanilla 4 me ayudó mucho, por lo que empecé a ir todos los días en ocasiones más de una vez por día. Con el tiempo Sofía me confesó que ella pensaba que estaba coqueteando con ella desde el primer momento. En este punto creo que es justo que les describa a Sofía, es una mujer bajita, 1,60 mts, de un cuerpo más bien esbelto, cada cosa estaba en su lugar principalmente porque al no tener obligaciones de pareja ni con sus hijos que ya no vivían con ella pasaba bastante tiempo en el gym, en donde intuí mantenía una aventura con alguna persona. Una tarde de cierre de semestre nos encontramos con Sofía en el aula de profesores, algo bastante inusual, pues en la academia hay ciertas reglas no escritas sobre las jerarquías, es bastante estúpido pero por ejemplo que un profesor salga con una estudiante es menos escandaloso que ver a una secretaria conversando con un docente. Esa tarde Sofía llevaba puesto el típico uniforme de secretaria, con tacos, unas pantymedias color marrón, falda sobre las rodillas azul marino y una blusa de color blanco, a la que les obligaban incluir un ridículo pañuelo amarillo chillón mezclado con azul marino. Sofía es una mujer muy atractiva en su estilo, de rostro alargado, lentes, pecas en las mejillas, cabello pelirojo y de ojos negros, en su estilo resulta atractiva, pero también algo agresiva. Como les dije, su cuerpo es bastante entallado, calculo que sus tetas son un 34c, turgentes y generosas, en un escote que se escapa con dos botones abiertos al descuido. En todo caso, esa es la mujer con la que me encontré esa tarde de manera imprevista.
- Hola Carlos, tengo que hacerte una pregunta un poco personal, pero me da pena.
-Sofi, dime con toda confianza.
-¿Es verdad que tu eres viudo?
Pese a que la pregunta me tomó desprevenido, no sentí con toda al intensidad de otros momentos el recuerdo de Juana y toda nuestra vida juntos.
- Pues sí, parece que fue en otra vida, pero sí. Hace un poco más de un año enviudé y pasé un momento muy doloroso en mi vida, soy profe debido a que no tengo muchas más cosas que hacer y quiero saber que mi existencia tiene un futuro, antes de pegarme un tiro en la sien.
- ¡Hay que pena! ¡Discúlpame! Es un chisme de corredor y no pensé que era cierto. Me dijo.
- Pues no pasa nada, ¿porqué lo preguntas?
- Es que los estudiantes te han puesto un apodo, pero ahora me da mucha más pena decírtelo. Replicó.
- Creo que en este punto me lo vas a decir quiera o no quiera saberlo, ¿verdad?
- ¡Ay, pues es verdad! Los chicos, pero sobre todo las chicas te dicen "Doctor viudito". Y cuando lo dijo, hubo un extraño destello en su mirada.
- Pienso que es un apodo de mierda, pero es verdad. Cuando respondí esto le regalé una sonrisa delicada y la miré fijamente a los ojos. ¿No crees?
- Qué pena contigo, no sabía que era cierto.
Se acercó un paso hacia mí y pude percibir el olor de su perfume mientras que sin ningún pudor le veía las tetas escondidas en el escote. Puse mi mano en su cadera sin saber muy bien qué hacer, pero fue ella la que tomó la iniciativa y me abrazó. La verdad es que su acto me sorprendió, pero debo ser sincero, me gustó mucho sentir la firmeza de sus tetas contra mi abdomen, el olor de su cabello y su perfume pronto me hipnotizaron y mi mano agarró con firmeza su cadera para atraerla hacia mí. Mi verga, tanto tiempo sin diversión reaccionó por puro instinto y si bien no tengo un pene gigante, me defiendo bien con mis 18 cms. No se cuánto tiempo estuvimos así, mi pene erecto dentro mi pantalón contra su vientre bajo, sus tetas contra mi ombligo y mi mano en su cadera, muy cerca del culo... pero sé que se terminó cuando entraron los demás profesores al mismo lugar, afortunadamente venían hablando alto, por lo que alcanzamos a separarnos con tiempo y me percaté de que una lágrima caía por su mejilla derecha, alcancé a tomar su rostro y limpiarla con mi dedo pulgar, mientras me miraba a los ojos y de manera inesperada lo lamió. Dos segundos después Sofía se iba de la sala, dejándome con una erección que me duraría horas y que me hizo pasar más de un bochorno a lo largo del día.
Por ahora les dejo mi historia aquí, muy pronto van a conocer mejor a Vanessa y el resto de mi historia con Sofía, pero como este relato es parte de mi terapia, la recomendación que he recibido es que por ahora lo deje aquí.
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