Series de Relatos Publicados (Click en el link)
Capítulo 21.
La Oficina del Decano.
Después de lo que ocurrió con Brenda Ramallo, los ánimos en el club de detectives decayeron un poco. A ninguna de las integrantes le agradaba saber que, por sus acciones, una profesora fue despedida.
Ya habían pasado tres días desde esa incómoda reunión con la “junta directiva” y desde entonces no habían vuelto a estar las cuatro juntas en el mismo lugar. Esta vez el punto de reunión fue el dormitorio de Siara que era la antítesis del cuarto de Erika. Aquí todo estaba muy pulcro y ordenado, los muebles parecían antiguos y costosos, en perfecto estado de conservación. Oriana pensó que era como estar dentro de una casa de muñecas y se preguntó cómo sería vivir entre tanto dinero y lujo… y fama, porque además Verónica LeClerc, la madre de Siara, era una famosa diseñadora de modas. Oriana se sintió incómoda, este era un mundo al que ella no pertenecía. Aún así en ningún momento notó que Siara intentara hacer alarde de sus ostentosas posesiones.
―Para estar más cómodas, vamos a la otra sala ―dijo Siara.
Entraron por una puerta que estaba dentro del mismo dormitorio. Oriana se quedó boquiabierta. Esta sala estaba dedicada pura y exclusivamente a consolas de videojuego. Había un montón, desde clásicas como la Super Nintendo o la Sega Génesis, hasta las más modernas, como la PlayStation 5 o la Xbox Series X.
―¡Wow! ―Exclamó Oriana―, no sabía que te gustaran tanto los videojuegos.
―¿Viste? ―Comentó Erika―. No tiene el perfil de una chica adicta a los videojuegos, cualquiera que la vea con ese corte de pelo tan prolijo y sin gracia y esos anteojos gigantes piensa que es una chica que se pasa el día estudiando.
―Admito que yo pensé lo mismo ―dijo Xamira―. También me sorprende ver tantos videojuegos.
―A Siara le encantan ―aseguró Erika―, y a mí también… aunque mi fanatismo por los videojuegos no llega tan lejos como el de Siara. Ella juega de todo. ¿Y ustedes juegan a algo?
―Yo nunca juego a nada ―aseguró Xamira―. Lo mío son los deportes. Me pongo nerviosa si tengo que pasar muchas horas sentada frente a una pantalla. Necesito moverme.
―Entonces podés probar con la Nintendo Wii ―le dijo Siara―, tiene muchos juegos que implican moverse, a mí me molesta un poco tener que jugar así, sinceramente prefiero estar tirada en el sofá.
A Siara le incomodó un poco que descubrieran su gran afición a los videojuegos, aún no estaba acostumbrada a compartir eso con otra persona que no fuera Erika, sin embargo las chicas parecieron tomárselo de buena manera.
―¿Y vos, Oriana? ―Preguntó Siara, ya más animada―. ¿Jugás a algo?
―No mucho, algún jueguito del celu, y alguna cosita en la compu. Juegos sencillos, que no pidan mucha potencia, como Stardew Valley. Me gustan los videojuegos, hay varios que quisiera probar; pero mi computadora es bastante vieja.
―¿Y cuál te gustaría probar? ―Quiso saber Siara.
―Em… me hablaron muy bien de Zelda: Breath of the Wild, pero… los únicos Zelda que jugué son los viejos… usando emuladores.
―No digas malas palabras frente a Siara ―dijo Erika―, ella odia los emuladores.
―Ay, perdón ―Oriana se tapó la boca.
―Los odio porque yo me puedo permitir comprar los juegos y las consolas originales; pero entiendo que no todo el mundo puede hacerlo. ―Siara se acercó a una caja llena de stickers de personajes de Super Mario, Zelda, Kirby, y muchos otros. Le tendió esta caja a Oriana―. Tomá, acá tenés la Nintendo Switch, para que puedas jugar al Zelda. Te la presto.
―¿Qué? No… no… no puedo aceptar que me prestes algo así. ¿Qué pasa si se me rompe? Yo no puedo comprarte una de repuesto.
―No te preocupes por eso ―dijo Siara―, Erika ya me rompió más controles y consolas de las que puedo contar ―Erika sonrió y asintió con la cabeza―. Si se rompe, compro una nueva y ya está.
―No sé… no puedo…
―Aceptalo, Oriana ―dijo Xamira―, no seas boluda. Lo hace con buena intención y vas a poder probar el juego que tanto querés.
―Y podés tenerla todo el tiempo que quieras ―dijo Siara―, porque esta es la Switch estándar, ya no la uso, tengo el modelo nuevo. Y antes de que la rompa Erika, prefiero que la rompas vos.
―Emm… bueno, si lo ponés de esa manera, lo acepto.
A pesar de sus miedos, Oriana se moría de ganas de tener esa consola en sus manos. Al llegar a su casa debía pasar muchas horas encerrada en su habitación, para evitar las estrictas normas de convivencia de sus padres. Kaito, su hermano mayor, prefiere pasarse el día en la calle, con sus amigos, como si fuera un miembro de la Yakuza. Ahora Oriana puede hacer algo parecido, porque por fin tiene amigas; pero no puede estar todo el día con ellas, y tener algo con qué divertirse en su casa le viene como anillo al dedo.
Siara y Oriana prepararon todo para la presentación. Luego las cuatro chicas se sentaron en el sofá frente al televisor y Siara dijo:
―A ver qué pudiste conseguir, Ori.
―Ay, sí… al fin. Llevo tres días aguantándome las ganas de mostrarles esto. No sí si Erika y Xamira lo saben, pero justo antes de que finalizara la reunión con Brenda Ramallo, Siara me pidió que entrara a la oficina de Mario Dalessi para esconder mi celular. Por suerte la oficina estaba vacía y justo al lado de la silla hay un archivero. Arriba está lleno de adornos, como fotos en portarretratos y plantas. Escondí mi celu detrás de una de las macetas, con la cámara encendida apuntando justo a la silla… edité un poquito la grabación, para eliminar los minutos previos en los que no pasó nada, y esto es lo que conseguimos.
En la pantalla del televisor apareció el mismísimo Mario Dalessi, estaba sentado en la silla, detrás de su escritorio, con una erección más que evidente. Su pantalón parecía una carpa. Escucharon cómo la puerta de la oficina se abría y luego se cerraba. Brenda Ramallo apareció en escena.
―Te estaba esperando ―dijo Mario.
―Se nota ―Brenda señaló el bulto en el pantalón―. Se ve que ya estuviste pensando en cómo vamos a negociar mi despido. Bueno, arranquemos con eso de una vez.
Brenda comenzó a desnudarse de la cintura para abajo.
―Pensé que opondrías más resistencia al despido ―dijo Mario.
―No tiene sentido. Mis días como profesora en este instituto ya se terminaron. Ahora lo único que me preocupa es mi indemnización… y sé que vos te vas a esforzar para que yo la consiga.
Brenda colocó su culo a la altura de la cara de Mario Dalessi y apoyó los codos en el escritorio. Mario no perdió tiempo, se mandó de una a chupar esos gajos vaginales y también se encargó de darle una buena lubricación al culo de Brenda.
Luego de unos minutos de lamidas, decidió pasar a la acción usando su herramienta. Sacó del pantalón la verga completamente erecta y comenzó frotarla contra la concha de Brenda.
―Andá directamente por el culo ―dijo la profesora―. Sé que te gusta, y no tenemos mucho tiempo. La metiche de Noemí García podría aparecer en cualquier momento.
―A esa sí que le hace falta una buena cogida ―dijo Mario.
―¿Y por qué no se la das? Estoy segura de que cuando vea el pedazo de pija que tenés, se va a dejar garchar toda.
―Si a esa frígida le llego hacer la menor insinuación sexual, me denuncia.
―Es posible, sí.
La verga de Mario comenzó a entrar por el culo de Brenda, las chicas recordaron cómo la profesora le pidió a Sofía Levitz que se lo dilatara, justamente para esta ocasión.
Por el ángulo de la cámara, pudieron ver perfectamente como el agujero del culo se abría para dar paso a la potente verga de Mario.
―Uf… mamita querida. Extrañaba esta pija.
―Y yo extrañaba este culo. Es hermoso.
―Gracias… y gracias a él conseguí varios aumentos ―Brenda sonrió mientras disfrutaba de la penetración anal―, y bueno, tu verga también tuvo un poco que ver con eso. Si me dejé garchar tantas veces es porque la paso bien.
―Si querés, después del pago de la indemnización, nos podríamos encontrar en algún lado… hasta me gustaría conocer a tu amiga Lola.
―Eso te va a costar caro. Lola no es de las que cobren barato… y yo tampoco. Es más, de ahora en adelante voy a aumentar mis precios, ya que va a ser mi único trabajo.
Oriana pausó la grabación.
―Esta parte me pone un poco mal. Me siento responsable de que ahora Brenda Ramallo deba dedicarse a la prostitución.
―Brenda ya era prostituta ―dijo Siara―. Le cobraba a los alumnos para coger con ella. Solo que ahora se va a dedicar a eso a tiempo completo. No me siento culpable porque ella misma se metió en esta situación. Perdió la sutileza.
―Sí, quiso llamar demasiado la atención, y lo consiguió ―dijo Erika.
―Bueno, sí… es posible.
―Las chicas tienen razón, Ori ―dijo Xamira―. Nosotras solo juntamos las evidencias y las expusimos; pero a Brenda la hubieran echado tarde o temprano.
―Es posible, sí… bueno, de ahora en adelante no hay más conversación. Es puro sexo. ¿Lo quieren ver?
―Lo quiero ver… pero me voy a poner más cómoda ―dijo Erika, al mismo tiempo que se ponía de pie. Comenzó a quitarse el pantalón y también se despojó de la tanga―. No me miren así, chicas. Creo que ya tenemos la confianza suficiente. A Xamira la vi comiendo verga como si fuera una actriz porno; y a vos, Ori… te vi con la concha abierta mientras la hija de Mario Dalessi te la chupaba toda. Eso sin contar la sesión de fotos que hiciste con Mariela. A mí me da cierto… morbo ver como una profesora se deja coger por el decano del instituto.
―Siempre tuviste una vena voyeurista ―dijo Siara.
Ella también se puso de pie y se desnudó de la cintura para abajo. Le avergonzaba un poco desnudarse de esa manera frente a Xamira y Oriana, pero no quería dejar sola a Erika, además, ella también tenía ganas de tocarse. Las imágenes en pantalla eran demasiado eróticas.
―Gracias, chicas ―dijo Oriana, con una amplia sonrisa. Las otras dos no entendieron nada y con la mirada le expresaron su confusión―. Es que… yo también quiero hacer lo mismo. Y con esto me hacen sentir menos culpable, porque durante los últimos tres días me la pasé pajeándome mientras miraba estos videos. Desde que me anoté en el club de detectives ando más pajera que nunca. Les juro que yo no era así.
―Lo mismo digo ―dijo Xamira―. Y no voy a ser la única que se quede con la ropa puesta. Si bien mi relación con Dalma no es la mejor en este momento, aprendí algo importante con ella: La “paja entre amigas” tiene un gustito especial.
Xamira no añadió que, además de amigas, podía compartir ese momento tan íntimo con su madre. Tampoco quiso pensar en eso. Al fin y al cabo llegó al acuerdo con su mamá de no volver a caer en esas prácticas, porque podían llegar muy lejos en poco tiempo.
Xamira miró las conchas de sus amigas, todas las tenían completamente depilada, ella era la única que mantenía una delgada franja de vello púbico. De pronto esas conchas empezaron a bombardear su cerebro con imágenes “inapropiadas” que incluían sexo lésbico. También quería evitar pensar en eso.
El video se reanudó. Ahora las cuatro chicas estaban sentadas, con las piernas abiertas, lo que las obligaba a apoyarlas sobre el muslo de la que tuvieran al lado, o dejar que la pierna de una de sus amigas se posara sobre la de ellas. En el centro estaban Oriana y Erika, a la izquierda de Oriana se encontraba Xamira, y en el otro extremo, a la derecha de Erika, estaba Siara. Se podían ver cómo los dedos de las cuatro ya estaban acariciando su zona genital. Estaban nerviosas y algo incómodas; pero al mismo tiempo las cuatro creían que esto ayudaría a fortalecer mucho la amistad y la confianza.
Mientras admiraban las rítmicas penetraciones que recibía el culo de Brenda, Xamira pensó que era bastante morboso estar viendo a una profesora, con la que había tenido tantas clases, en una actitud sexual que parecía sacada de una película porno. Esto le permitió excitarse con la masturbación.
No lo sabía, pero fue la única de las cuatro en llegar a ese estado de excitación. Las otras tres se mantuvieron con toqueteos nerviosos y no llegaron a experimentar la calentura del momento. Hasta la misma Erika pensó que quizás no fue tan buena idea esto de la “paja entre amigas”, quizás era demasiado pronto.
La que más incómoda se sintió fue la dueña de casa. Siara se limitó a dejar su mano frente a su vagina, ya no mostraba la seguridad de minutos antes, cuando salió a respaldar a su mejor amiga. No era la primera vez que terminaba en una situación incómoda por culpa de Erika y sabía que no sería la última. Además le resultaba demasiado grotesco ver a la profesora Ramallo gimiendo de placer mientras la gruesa verga del decano le taladraba el culo.
Mario Dalessi y Brenda Ramallo debieron interrumpir todo repentinamente cuando alguien golpeó la puerta de la oficina. Brenda estaba con los ojos en blanco, como si estuviera sumergida en un nirvana sexual mientras disfrutaba de las potentes penetraciones anales del decano, y su reacción fue como si alguien le hubiera tirado un baldazo de agua fría para devolverla a la realidad.
Rápidamente se puso el pantalón y tomó asiento del lado opuesto del escritorio. Mario Dalessi ocultó su verga, aún erecta, dentro del pantalón, y dijo: “Adelante”.
La que entró fue la mismísima Sofía Levitz, con su impecable ropa de oficinista y sus anteojos que la hacían ver sexy y a la vez profesional.
―Ah, sos vos… ―dijo Brenda como si estuviera diciendo: “De haberlo sabido, no hubiera detenido la cogida”.
―Perdón, ¿estoy interrumpiendo algo? ―Preguntó la rubia.
―Ejem… ―Mario carraspeó―, la profesora Ramallo y yo estábamos hablando sobre los términos de su despido. Necesitás algo? ―El decano recorrió el cuerpo delgado, de marcadas curvas, de Sofía como si fuera un lobo feroz.
―Solo… hablar sobre un temita. Puede esperar.
―No hace falta ―dijo Brenda―, yo ya me iba. Mario, si querés podemos terminar nuestras negociaciones en un ambiente más cómodo, donde haya menos interrupciones ―le guiñó un ojo―. Este sábado te espero en mi casa.
―Muy bien, hasta luego, Brenda ―dijo mientras esta se retiraba―, y lamento mucho que tu trabajo en este instituto haya terminado de esta manera.
―Hubiera terminado mejor si una que yo conozco no hubiera metido la nariz donde no le conviene. Creo que Sofía necesita una lección sobre hipocresía. Parece ignorar por completo el significado de esa palabra.
―Eso lo charlaré con ella ―prometió Mario―. ¿De qué querías hablar, chiquita?
Brenda se retiró y Sofía Levitz se quedó a solas con Mario Dalessi, que no dejaba de desnudarla con la mirada.
―Em… no sé cómo decir esto… yo… em… creo que…
―Vamos, Sofía. No tengo mucho tiempo.
―Perdón. Lo que quiero decir es que… usted tuvo ciertas actitudes conmigo que las puedo considerar… inapropiadas, y yo…
―Y vos sos una hipócrita. Brenda tenía razón. Creo que cometí un gran error al seleccionarte como presidente del centro de estudiantes. Sos demasiado joven, todavía estás muy verde para desempeñar un cargo tan importante mientras, al mismo tiempo, sos alumna del instituto.
―Eso me parece injusto, hice mi trabajo lo mejor posible. Además mis calificaciones son excelentes y…
―Y también me contaron los métodos que usaste para mantener esas “excelentes calificaciones”. ―Sofía se puso tensa―. ¿Acaso creés que los profesores no hablan conmigo? ¿Sabés las veces que escuché la frase: “Qué bien la chupa esa putita de Sofía Levitz”? ―La aludida se puso pálida como una hoja de papel―. Vení… te quiero mostrar algo. ―Con timidez Sofía dio la vuelta al escritorio y se encontró con la gran verga erecta de Mario Dalessi, venosa e implacable―. Es increíble que me hables de “actitudes inapropiadas” cuando le comiste la pija a varios profesores para que te pusieran buenas notas en los exámenes. Incluso Brenda me contó cómo le chupaste la concha, así que no solo va de pijas tu menú, no le hacés asco a las argollas. Intercambiar sexo oral por buenas calificaciones. No te imaginaba tan putita.
―Yo… em… no lo hice por eso…
―Podés engañarte todo lo que quieras, Sófía; pero los profesores y yo tenemos muy claro que a vos te encanta trepar. Te encanta ser “la chica perfecta”, y cuando te das cuenta que no podés cumplir con tus altos objetivos, empleás métodos “poco éticos”. Bien que te dejaste manosear en cada reunión que tuvimos.
―De eso quería hablar, yo…
―Y cómo me agarraste la pija en la reunión con las pendejas del club de detectives, que por cierto… están todas para comérselas crudas. En especial la tetona japonesa. Dios, qué ganas tengo de amasar esas tetas y llenárselas de leche.
―Esa parte me da mucho asco. Viejo degenerado ―protestó Oriana―. Si me llega a tocar un pelo, le pongo una denuncia.
Aún así, siguió masturbándose mientras miraba la escena en pantalla. Estaba absorta por lo que había logrado filmar y aunque lo hubiera visto varias aún le producía escalofríos el comentario del decano hacia su persona, para colmo lo decía mientras se acariciaba la verga, como si estuviera diciendo: “Estoy pensando en las tetas de la japonesa”.
―Vení, acercate más ―dijo Mario Dalessi desde la pantalla. Sofía Levitz dio dos pasos hacia él, dubitativa―. Mirá esto como una oportunidad para mantener tu puesto en el centro de estudiantes… y para progresar aún más. Sé que lo que más querés es llegar lejos en la vida, y que estás dispuesta a hacer lo que sea para lograrlo. Vení… ya sabés qué hacer ―señaló su propia verga.
Sofía Levitz se mordió el labio inferior, por un minuto las chicas del club (excepto Oriana que ya sabía lo que iba a ocurrir), pensaron que la rubia daría media vuelta y se marcharía de la oficina. Realmente parecía decidida a irse.
Sin embargo, dio un paso hacia adelante y no hacia atrás. Lentamente se arrodilló frente al decano, admiró ese falo erecto ante sus ojos y lo agarró con una mano.
―Ya sabía que ibas a ser una chica obediente y servicial. Demostrame que querés llegar lejos, y yo te voy a ayudar a conseguirlo.
Sofía abrió la boca y se tragó buena parte de esa verga. Sus mejillas se pusieron rojas al instante y las chicas del club fueron testigo de cómo se esforzaba para meter la mayor porción de ese falo dentro de su boca. Le costó trabajo, porque era demasiado ancha para su boca; pero Sofía demostró que en esto del sexo oral tiene experiencia.
―¡Qué puta! ―Comentó Erika―. Se nota que no es la primera vez que lo hace.
―Ya sabíamos que lo hizo con un profesor ―dijo Siara.
―Sí, ya sé… pero es distinto verlo. Además Sofía aseguraba que no lo hizo para obtener alguna ventaja. Ahora no me quedan dudas…
―Exacto ―dijo Oriana―. Ya sabemos que Sofía está dispuesta a comerle la pija… o la concha, a cualquiera, si eso le da alguna ventaja. Además… a mí me parece que le gusta, le da cierto morbo. O sea, miren cómo la chupa. La primera vez que vi esto sentí un poco de pena por ella, porque prácticamente la están obligando a chuparla; pero después de verlo varias veces me di cuenta de que lo está disfrutando. Le brillan los ojos y se la traga toda con muchas ganas, incluso… miren… ahí… ―señaló la pantalla―. Está sonriendo… y ahora se manda a lamerle los huevos. Es como si se estuviera esforzando mucho para que Mario Dalessi lo disfrute.
Ahora la incomodidad invadió a Xamira, ella se estaba pajeando a buen ritmo y también lo estaba disfrutando. Las palabras de Oriana le recordaron lo que ocurrió con Alexis y como ella… ¿lo disfrutó? ¿realmente llegó a disfrutarlo?
Se sintió culpable. Sintió que ella y Sofía Levitz en realidad no eran tan distintas.
―Uf… cómo te gusta comer pija ―dijo el decano, desde la pantalla―. Si lo hubiera sabido antes, te hubiera tenido todo el año arrodillada detrás del escritorio. Este es el mejor lugar para vos en este instituto. Es una pena que Brenda se haya ido. Me hubiera encantado que vos también participaras en la… negociación. Estoy seguro de que te hubieras portado muy bien con ella.
― Fíjense como, a pesar de las palabras humillantes ―comentó Oriana―, Sofía la chupa cada vez más rápido. Es como si le calentara que la humillen.
Una vez más esas palabras resonaron en la psiquis de Xamira. Alexis también la había humillado, y ella le siguió el juego. Lo dejó hacerlo. ¿Por qué? ¿Por qué cayó tan bajo? ¿Por qué Sofía permite que el decano la trate como una puta barata? ¿Por qué la chupa cada vez con más ganas?
Xamira pensó que quizás Sofía no estaba disfrutando, solo quería terminar lo antes posible. Sin embargo, cuando llegó el momento del gran final y la leche de Mario empezó a saltar para todos lados, Xamira vio como los ojos de Sofía Levitz se iluminaron, la rubia recibió toda la descarga con la boca abierta y permitió que el semen le cayera por toda la cara. Eso lo podría haber evitado, ya había cumplido su objetivo. La única explicación que Xamira encontró es que, efectivamente, Sofía Levitz lo estaba disfrutando.
El video llegó a su fin.
Las chicas dejaron de tocarse y una vez más las volvió a invadir la vergüenza, a todas menos a Erika, ella sí estaba contenta con lo ocurrido. Sufrió un poco en algunos momentos, pero sobre el final del video realmente llegó a disfrutar de unos minutos de masturbación. Las otras pensaban que quizás se les había ido un poco la mano, incluso Xamira, que ya había vivido algo parecido con Dalma. Ahora su mente estaba poblada por las dudas y pensó que quizás esto era forzar demasiadola confianza entre ellas.
―Esto es fantástico ―dijo Siara, con ganas de dirigir el tema de conversación hacia un punto en el que no fuera necesario hablar de la incómoda sesión de masturbación―. Con este material podemos protegernos del Mario Dalessi si, en algún momento, quiere echarnos del instituto o algo así.
―¿Y por qué habría de echarnos? ―Preguntó Oriana.
―Y… ya viste que no le gustó nada que nos metiéramos en el asunto de Brenda, y en el instituto pasan muchas cosas raras. Si nosotras llegamos a esclarecer alguno de esos asuntos, seguramente vamos a tener problemas con el decano.
―Creen que él pueda estar involucrado con la web porno, Uvisex? ―Preguntó Xamira.
―Es muy posible ―dijo Erika―. Por el miedo que mostró Emilia al hablar de las personas involucradas da para pensar que Mario Dalessi podría estar involucrado.
―Además ―continuó Siara―, es una web porno que contrata alumnas del instituto. Es muy difícil que el decano no sepa nada de eso, aunque la página se mantenga súper exclusiva.
―También hay que tener en cuenta ―dijo Oriana―, que su hija es una de esas actrices porno. Me pregunto si Mario Dalessi lo sabrá.
―Hay que averiguarlo ―dijo Erika―. Tenemos que hacer una lista de todo lo que tenemos que investigar con temas relacionados a Uvisex. Yo no me voy a quedar tranquila hasta saber quién está detrás de todo eso.
―¿Te molesta que usen a las alumnas del instituto de esa forma? ―Preguntó Oriana.
―Sinceramente, no ―respondió Erika―. Porque, al fin y al cabo, todas entran por voluntad propia. Te tientan un poco con el asunto de la beca, es cierto; eso sí que está mal; pero más allá de eso, no creo que estén obligando a nadie. Quiero averiguarlo solo porque me da mucha curiosidad. Me gustan los misterios.
―Y yo lo veo como un desafío ―aseguró Siara, mientras se ponía el pantalón. Las demás chicas también comenzaron a vestirse―. Me encantan los desafíos. Quien esté detrás de Uvisex se empeñó mucho para que esta web funcionara de forma casi clandestina dentro de un instituto de alto prestigio. Hacer eso no es nada fácil.
―Sí, yo también quiero llegar al fondo del asunto ―dijo Xamira―, en especial porque la mamá de mi mejor amiga estuvo involucrada.
―Bueno, de momento así estamos ―dijo Siara―. Tenemos algunas aristas sobre las cuáles trabajar; pero también necesitamos un nuevo caso. Si alguna encuentra algo, no dude en compartirlo.
Erika se puso tensa, ella tenía un caso en mente: La misteriosa desaparición del bolso de Kamilexia. Sin embargo no se animó a compartir nada del asunto. La estaban pasando muy bien y considero que no era el momento más apropiado para decirle a sus amigas que su hermana las había acusado de ladronas. Ese asunto puede esperar.
La reunión sumamente informal se dio por finalizada cuando todas salieron del cuarto de juegos de Siara. Erika y Oriana se fueron a sus casa, pero Xamira tenía otros planes. Había algo ocupando su cabeza desde hacía varios días y ya no aguantaba más. Tenía que hablar con la madre de su ex-mejor amiga.
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Xamira tocó el timbre en la casa de Emilia y Dalma, aguardó durante varios minutos y tuvo que presionar el timbre tres veces. Cuando la puerta por fin se abrió se encontró con la mismísima Emilia que la hizo pasar rápidamente. Xamira se quedó sorprendida al ver que Emilia estaba completamente desnuda, su cuerpo estaba cubierto de pequeñas gotas de sudor y parecía acalorada.
―Ay, perdón… ¿interrumpo algo? ―Preguntó Xamira.
―Sí, la verdad es que sí. Estaba cogiendo… con una chica, ya no tiene sentido ocultarlo. Soy lesbiana y estoy aprendiendo a vivir con eso. Espero que no se lo cuentes a nadie… aunque me odies por todo lo que pasó.
―Quedate tranquila, no pretendo arruinarte la vida ni nada por el estilo. Justamente por eso quería verte. Necesito pedirte perdón por todo lo que pasó.
―Perdón por haberte metido en mi cama solo para sacarme información o perdón por haberme obligado a poner fin a mis becas?
―Em… por todo…
―A ver, Xamira. Sé que para vos el sexo no significó nada, ya me queda totalmente claro que solo te acostaste conmigo para darle información a tus amiguitas del instituto. Quizás hasta te dio asco chuparme la concha. Pero cuando yo dije que vos me excitás, lo dije en serio. Sos una chica preciosa… y disfruté mucho de vos, y de tu cuerpo. Me apena que las cosas entre nosotras hayan terminado tan mal. También me apena por Dalma, ella también está en una etapa de descubrimiento en su vida, y no le vendría mal tener una buena amiga. Pero bueno, estoy segura de que ni Dalma ni yo cumplimos con tus parámetros éticos.
―Emm… se nota que estás enojada conmigo, Emilia, y no te culpo. No sé si algún día podré confiar en Dalma otra vez, pero… quería pedirle disculpas.
―Sí, ya lo dijiste… y esas palabras suenan vacías. Vos no querés disculparte, Xamira. Solo querés tener la conciencia tranquila. Querés que yo te perdone por la forma en que me usaste.
Xamira se quedó en silencio. Las palabras de Emilia eran tan hirientes como certeras.
―¿Ves? Me lo imaginaba ―continuó la mujer―. Te importa una mierda cómo me siento yo o qué va a pasar con Dalma. Solo querés dormir tranquila, sin remordimientos.
―No me dio asco ―dijo Xamira, con los brazos cruzados sobre su pecho.
―¿Eh?
―Acostarme con vos… no me dio asco. Todo lo que pasó en la cama, con vos y con Dalma, me dejó sumamente confundida… pero en el momento lo disfruté. Le puse ganas de verdad. Me gustó… em… me gustó chuparte la concha. Se sintió… excitante. Y vos también sos una mujer hermosa. Cometiste algunos errores, sin embargo no creo que seas mala persona.
―Mm… ¿lo decís en serio?
―Sí, estoy siendo totalmente honesta. Más de lo que me gustaría. Para mí, en este momento de mi vida, es muy difícil reconocer que disfruté teniendo sexo con una mujer. Porque jamás dudé de mi sexualidad… y ahora no sé qué pensar. Hasta… em… hasta llegué a fantasear con la idea de acostarme con otras mujeres.
―¿Te quedaste con ganas de volver a chupar una concha?
―Puede ser… sí.
―Demostralo.
―Eh? ―Xamira la miró confundida, con los ojos muy abiertos.
Emilia se sentó en el sofá del living y subió los pies, dejando su concha totalmente abierta y expuesta.
―Chupala. Me lo debés, por todo lo que me hiciste.
Xamira tuvo una extraña sensación de deja vú, esto se parecía a la situación que presenció entre Sofía Levitz y Brenda Ramallo. Una “compensación sexual” por el daño causado.
―¿No estabas con una amiga? ―Preguntó Xamira.
―Mi amiga puede esperar… o quién sabe, quizás hasta tengas ganas de sumarte a la fiestita. Pero… sin presiones. Con que la chupes un ratito, me alcanza. Me muero de ganas de volver a sentir esa lengua en mi concha.
Xamira estaba más confundida que nunca. Podría dar media vuelta y marcharse, o podría arrodillarse y meter la cara entre esas piernas, como ya había hecho antes.
Sintió un fuerte impulso en su interior que la empujaba a hacer lo indebido… en parte por culpa, porque sentía que había traicionado a Emilia, y también por puro deseo sexual. Su líbido le pedía a gritos que volviera a probar el sexo femenino. Necesitaba asegurarse de si esto era un gusto pasajero, o si las experiencias lésbicas pasarían a formar parte de su vida.
No aguantó más esa encrucijada mental y, una vez más, se dejó llevar por la corriente. Se arrodilló frente a Emilia y pegó su boca a esos húmedos labios vaginales. Otra mujer había estado chupándola recientemente y eso, en lugar de incomodarle, le pareció morboso. Las primeras lamidas fueron tímidas, pero a la tercera o cuarta perdió la compostura. Se aferró a las piernas con ambas manos y comenzó a succionar con fuerza todos los jugos que salían de esa vagina. Escuchó los gemidos de Emilia y eso la reconfortó, era como estar diciéndole: “Con esto pago mi deuda con vos”.
Mientras más chupaba, más se excitaba, podía sentir como su propia vagina estaba mojándose dentro de la ropa interior y cuando Emilia le sacó la remera, ella no opuso resistencia. Debajo no tenía nada, había decidido salir a la calle sin corpiño, de todas maneras sus pechos no eran muy grandes, no necesitaban tanta sujeción. Aunque la falta de corpiño hacía que se le marcaran mucho los pezones, que siempre parecían estar duros como tapitas de dentífrico.
Pasaron algunos minutos y Xamira encontró su ritmo. Su mente se puso en blanco y las lamidas sobre la concha de Emilia se volvieron automáticas. Incluso llegó a disfrutarlas, por un momento se olvidó de los problemas que había entre ellas y creyó haber vuelto a ese pequeño momento de felicidad en el que aún podía confiar en Emilia (o al menos creía que podía confiar en ella).
Lamentablemente la sesión de sexo oral no duró demasiado.
Xamira se detuvo en seco cuando su visión periférica detectó un movimiento a su derecha. Al girar la cabeza se encontró con una chica de unos veinticinco años de pechos firmes y redondos, cabello negro cortado a la altura de los hombros y labios sensuales. Estaba completamente desnuda y si bien su pose era casual, apoyada contra el marco de la puerta, Xamira sintió que estaba viendo a una mujer sumamente sensual… que le resultaba extrañamente familiar. Sin embargo, era incapaz de decir dónde había visto esa cara antes.
―Ah, hola Mercedes ―dijo Emilia―, veo que te cansaste de esperar. No creas que me olvidé de vos… es que, Xamira y yo teníamos algunos asuntos pendientes. Vení, sentate acá, ya está por terminar.
―Em… puedo esperar en la pieza, solo quería saber por qué tardabas tanto. Hola Xamira, encantada de conocerte. Imagino que vamos a ser discretas, ¿no?
―¿Eh? ―Xamira se puso de pie, estaba confundida, ya no tenía ganas de seguir chupando la concha de Emilia―. ¿Discretas en qué sentido?
―Lo que Mercedes quiere decir es que no le cuentes a nadie que la viste acá.
―Y por qué habría de contarle a alguien? Además, ni siquiera la conozco.
―¿Segura? Mirala bien…
Xamira se concentró en la cara de la joven y de a poco esos rasgos familiares comenzaron a tomar forma. Se quedó boquiabierta cuando su cerebro fue capaz de hacer la asociación.
―Vos sos… Mercedes Navarro. No lo puedo creer.
Mercedes Navarro era una joven actriz que se hizo famosa interpretando a la protagonista de una serie para público adolescente, una serie algo melosa, para los gustos de Xamira; pero hasta ella conocía el famoso personaje que interpretaba: Minerva Santos. Y eso no era todo, Mercedes además había actuado en al menos cuatro películas de gran éxito, una interpretando a la propia Minerva Santos, y otras tres con personajes nuevos. La prensa aseguraba que Mercedes Navarro era la actriz más prometedora del país y que tenía un gran futuro artístico por delante.
Xamira no podía entender por qué esa chica, con una fama en alza constante, ahora estaba desnuda frente a ella… y con Emilia.
―No entiendo nada ―dijo Xamira―. ¿Por qué está acá?
―No es obvio? A Mercedes le gusta comer concha ―dijo Emilia, con una gran sonrisa, la aludida se puso roja―. Pero eso tiene que quedar en un secreto. ¿Puedo confiar en vos o vas a traicionarme como la última vez?
―Te prometo que no voy a contarle a nadie; pero… sigo sin entender qué hace Mercedes acá. O sea, ¿de dónde se conocen?
―Eso también tiene explicación. No sé si lo sabrás, pero Mercedes cursó en el mismo instituto que vos. Al ser un instituto tan prestigioso, le ayudó a impulsar su carrera artística. Ahora Mercedes tiene un buen pasar económico, como te imaginarás…
―Pero imagino que no siempre fue así. Antes tenía una beca en el instituto ―dijo Xamira―. Tu beca. Ahora entiendo todo. Mercedes es una de tus… “amiguitas”.
―Algo así. Aunque es un poco más complejo que eso. Aunque con lo de la beca acertaste. Ah, se me acaba de ocurrir una idea muy loca
―No voy a participar en un trío ―dijo Xamira.
―Oh, qué lástima, ya me había ilusionado con que eso podía pasar ―dijo Emilia, cabizbaja―. De todas maneras la idea que tengo es otra. Vos y tus amiguitas del instituto tienen la manía de meterse donde nadie las llama. Si lo sabré yo. Les gusta jugar a las detectives. ¿Por qué no ayudan a Mercedes con un problema? Siempre y cuando prometan que lo van a manejar con muchísima discreción. Este es un asunto que no puede hacerse público.
―No hace falta que involucres a nadie ―dijo Mercedes, nerviosa.
―No te preocupes, nena. Xamira me debe una, y una bien grande. Estoy segura de que se muere de ganas de remediar el daño que hizo. Porque de lo contrario no va a poder dormir tranquila. Hagamos un trato, Xami. Si ayudás a Mercedes con esto, yo me olvido de todo el asunto. Quedás perdonada… y además estarías ayudando a otra persona.
―Ayudándola con qué?
―Sentate, Mercedes. Explicale tu problema.
―No sé… no la conozco.
―Es cierto, no nos conocemos ―dijo Xamira―. Pero lo que dijo Emilia es totalmente cierto. Me siento como la mierda por… porque le hice algo malo. No soy así. No me gusta dañar a la gente. Si escucharte a vos me ayuda a estar en paz con Emilia, entonces lo voy a hacer. Podés contarme todo. Te juro que no se lo cuento a nadie… solo lo compartiría con las otras tres integrantes del club, si es que realmente podemos ayudarte. Si considero que no podemos hacer nada, entonces no les cuento nada.
―¿Ves? No perdés nada por contarle ―dijo Emilia―. Aprovechá esta oportunidad. Te va a venir bien ayuda externa, en especial si viene de personas que no están directamente vinculadas a vos. Y estas chicas están podridas en guita, ninguna te va a chantajear ni nada por el estilo.
Xamira pensó que el término “podridas en guita” solo aplicaba para Siara, Erika y para ella. Oriana tiene una posición económica más humilde. Aún así no la imaginaba chantajeando a nadie para conseguir dinero.
―Está bien. Veo que confiás mucho en esta chica, Emilia. De lo contrario no hubieras permitido que me vea así ―señaló su propio cuerpo―. Y yo tampoco estoy dispuesta a hacer un trío con una chica que no conozco, así que sacate esa fantasía de la cabeza.
―Está bien, está bien ―Emilia puso los ojos en blanco―, nada de trío. Pero no pienso vestirme… y me gustaría que vos también te quedaras desnuda.
―Con eso no tengo problemas, ya sabés lo que pienso de la desnudez.
―Es un secreto ―dijo Emilia, mirando a Xamira―. A Mercedes le encanta andar en concha. No lo hace en todos lados por eso de ser famosa y que los paparazzi la persiguen por todas partes.
―¿El problema tiene que ver con esto? ―Preguntó Xamira.
―No exactamente ―dijo Mercedes, mientras tomaba asiento―. Aunque sí involucra a paparazzi y periodistas. Vení, sentate y te cuento todo. Estoy desesperada. Ya no sé qué hacer. Toda mi carrera… toda mi vida, se puede ir a la mierda si no encuentro una solución urgente.
Xamira tomó asiento a su lado. Al principio se sintió incómoda al estar conversando con una mujer famosa… y desnuda; pero luego de unos minutos quedó absorta en el relato de Mercedes y ya no pudo pensar en otra cosa. Quería ayudarla, era un asunto complicado. Aún así estaba convencida de haber encontrado el nuevo caso para el club de detectives.
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Capítulo 21.
La Oficina del Decano.
Después de lo que ocurrió con Brenda Ramallo, los ánimos en el club de detectives decayeron un poco. A ninguna de las integrantes le agradaba saber que, por sus acciones, una profesora fue despedida.
Ya habían pasado tres días desde esa incómoda reunión con la “junta directiva” y desde entonces no habían vuelto a estar las cuatro juntas en el mismo lugar. Esta vez el punto de reunión fue el dormitorio de Siara que era la antítesis del cuarto de Erika. Aquí todo estaba muy pulcro y ordenado, los muebles parecían antiguos y costosos, en perfecto estado de conservación. Oriana pensó que era como estar dentro de una casa de muñecas y se preguntó cómo sería vivir entre tanto dinero y lujo… y fama, porque además Verónica LeClerc, la madre de Siara, era una famosa diseñadora de modas. Oriana se sintió incómoda, este era un mundo al que ella no pertenecía. Aún así en ningún momento notó que Siara intentara hacer alarde de sus ostentosas posesiones.
―Para estar más cómodas, vamos a la otra sala ―dijo Siara.
Entraron por una puerta que estaba dentro del mismo dormitorio. Oriana se quedó boquiabierta. Esta sala estaba dedicada pura y exclusivamente a consolas de videojuego. Había un montón, desde clásicas como la Super Nintendo o la Sega Génesis, hasta las más modernas, como la PlayStation 5 o la Xbox Series X.
―¡Wow! ―Exclamó Oriana―, no sabía que te gustaran tanto los videojuegos.
―¿Viste? ―Comentó Erika―. No tiene el perfil de una chica adicta a los videojuegos, cualquiera que la vea con ese corte de pelo tan prolijo y sin gracia y esos anteojos gigantes piensa que es una chica que se pasa el día estudiando.
―Admito que yo pensé lo mismo ―dijo Xamira―. También me sorprende ver tantos videojuegos.
―A Siara le encantan ―aseguró Erika―, y a mí también… aunque mi fanatismo por los videojuegos no llega tan lejos como el de Siara. Ella juega de todo. ¿Y ustedes juegan a algo?
―Yo nunca juego a nada ―aseguró Xamira―. Lo mío son los deportes. Me pongo nerviosa si tengo que pasar muchas horas sentada frente a una pantalla. Necesito moverme.
―Entonces podés probar con la Nintendo Wii ―le dijo Siara―, tiene muchos juegos que implican moverse, a mí me molesta un poco tener que jugar así, sinceramente prefiero estar tirada en el sofá.
A Siara le incomodó un poco que descubrieran su gran afición a los videojuegos, aún no estaba acostumbrada a compartir eso con otra persona que no fuera Erika, sin embargo las chicas parecieron tomárselo de buena manera.
―¿Y vos, Oriana? ―Preguntó Siara, ya más animada―. ¿Jugás a algo?
―No mucho, algún jueguito del celu, y alguna cosita en la compu. Juegos sencillos, que no pidan mucha potencia, como Stardew Valley. Me gustan los videojuegos, hay varios que quisiera probar; pero mi computadora es bastante vieja.
―¿Y cuál te gustaría probar? ―Quiso saber Siara.
―Em… me hablaron muy bien de Zelda: Breath of the Wild, pero… los únicos Zelda que jugué son los viejos… usando emuladores.
―No digas malas palabras frente a Siara ―dijo Erika―, ella odia los emuladores.
―Ay, perdón ―Oriana se tapó la boca.
―Los odio porque yo me puedo permitir comprar los juegos y las consolas originales; pero entiendo que no todo el mundo puede hacerlo. ―Siara se acercó a una caja llena de stickers de personajes de Super Mario, Zelda, Kirby, y muchos otros. Le tendió esta caja a Oriana―. Tomá, acá tenés la Nintendo Switch, para que puedas jugar al Zelda. Te la presto.
―¿Qué? No… no… no puedo aceptar que me prestes algo así. ¿Qué pasa si se me rompe? Yo no puedo comprarte una de repuesto.
―No te preocupes por eso ―dijo Siara―, Erika ya me rompió más controles y consolas de las que puedo contar ―Erika sonrió y asintió con la cabeza―. Si se rompe, compro una nueva y ya está.
―No sé… no puedo…
―Aceptalo, Oriana ―dijo Xamira―, no seas boluda. Lo hace con buena intención y vas a poder probar el juego que tanto querés.
―Y podés tenerla todo el tiempo que quieras ―dijo Siara―, porque esta es la Switch estándar, ya no la uso, tengo el modelo nuevo. Y antes de que la rompa Erika, prefiero que la rompas vos.
―Emm… bueno, si lo ponés de esa manera, lo acepto.
A pesar de sus miedos, Oriana se moría de ganas de tener esa consola en sus manos. Al llegar a su casa debía pasar muchas horas encerrada en su habitación, para evitar las estrictas normas de convivencia de sus padres. Kaito, su hermano mayor, prefiere pasarse el día en la calle, con sus amigos, como si fuera un miembro de la Yakuza. Ahora Oriana puede hacer algo parecido, porque por fin tiene amigas; pero no puede estar todo el día con ellas, y tener algo con qué divertirse en su casa le viene como anillo al dedo.
Siara y Oriana prepararon todo para la presentación. Luego las cuatro chicas se sentaron en el sofá frente al televisor y Siara dijo:
―A ver qué pudiste conseguir, Ori.
―Ay, sí… al fin. Llevo tres días aguantándome las ganas de mostrarles esto. No sí si Erika y Xamira lo saben, pero justo antes de que finalizara la reunión con Brenda Ramallo, Siara me pidió que entrara a la oficina de Mario Dalessi para esconder mi celular. Por suerte la oficina estaba vacía y justo al lado de la silla hay un archivero. Arriba está lleno de adornos, como fotos en portarretratos y plantas. Escondí mi celu detrás de una de las macetas, con la cámara encendida apuntando justo a la silla… edité un poquito la grabación, para eliminar los minutos previos en los que no pasó nada, y esto es lo que conseguimos.
En la pantalla del televisor apareció el mismísimo Mario Dalessi, estaba sentado en la silla, detrás de su escritorio, con una erección más que evidente. Su pantalón parecía una carpa. Escucharon cómo la puerta de la oficina se abría y luego se cerraba. Brenda Ramallo apareció en escena.
―Te estaba esperando ―dijo Mario.
―Se nota ―Brenda señaló el bulto en el pantalón―. Se ve que ya estuviste pensando en cómo vamos a negociar mi despido. Bueno, arranquemos con eso de una vez.
Brenda comenzó a desnudarse de la cintura para abajo.
―Pensé que opondrías más resistencia al despido ―dijo Mario.
―No tiene sentido. Mis días como profesora en este instituto ya se terminaron. Ahora lo único que me preocupa es mi indemnización… y sé que vos te vas a esforzar para que yo la consiga.
Brenda colocó su culo a la altura de la cara de Mario Dalessi y apoyó los codos en el escritorio. Mario no perdió tiempo, se mandó de una a chupar esos gajos vaginales y también se encargó de darle una buena lubricación al culo de Brenda.
Luego de unos minutos de lamidas, decidió pasar a la acción usando su herramienta. Sacó del pantalón la verga completamente erecta y comenzó frotarla contra la concha de Brenda.
―Andá directamente por el culo ―dijo la profesora―. Sé que te gusta, y no tenemos mucho tiempo. La metiche de Noemí García podría aparecer en cualquier momento.
―A esa sí que le hace falta una buena cogida ―dijo Mario.
―¿Y por qué no se la das? Estoy segura de que cuando vea el pedazo de pija que tenés, se va a dejar garchar toda.
―Si a esa frígida le llego hacer la menor insinuación sexual, me denuncia.
―Es posible, sí.
La verga de Mario comenzó a entrar por el culo de Brenda, las chicas recordaron cómo la profesora le pidió a Sofía Levitz que se lo dilatara, justamente para esta ocasión.
Por el ángulo de la cámara, pudieron ver perfectamente como el agujero del culo se abría para dar paso a la potente verga de Mario.
―Uf… mamita querida. Extrañaba esta pija.
―Y yo extrañaba este culo. Es hermoso.
―Gracias… y gracias a él conseguí varios aumentos ―Brenda sonrió mientras disfrutaba de la penetración anal―, y bueno, tu verga también tuvo un poco que ver con eso. Si me dejé garchar tantas veces es porque la paso bien.
―Si querés, después del pago de la indemnización, nos podríamos encontrar en algún lado… hasta me gustaría conocer a tu amiga Lola.
―Eso te va a costar caro. Lola no es de las que cobren barato… y yo tampoco. Es más, de ahora en adelante voy a aumentar mis precios, ya que va a ser mi único trabajo.
Oriana pausó la grabación.
―Esta parte me pone un poco mal. Me siento responsable de que ahora Brenda Ramallo deba dedicarse a la prostitución.
―Brenda ya era prostituta ―dijo Siara―. Le cobraba a los alumnos para coger con ella. Solo que ahora se va a dedicar a eso a tiempo completo. No me siento culpable porque ella misma se metió en esta situación. Perdió la sutileza.
―Sí, quiso llamar demasiado la atención, y lo consiguió ―dijo Erika.
―Bueno, sí… es posible.
―Las chicas tienen razón, Ori ―dijo Xamira―. Nosotras solo juntamos las evidencias y las expusimos; pero a Brenda la hubieran echado tarde o temprano.
―Es posible, sí… bueno, de ahora en adelante no hay más conversación. Es puro sexo. ¿Lo quieren ver?
―Lo quiero ver… pero me voy a poner más cómoda ―dijo Erika, al mismo tiempo que se ponía de pie. Comenzó a quitarse el pantalón y también se despojó de la tanga―. No me miren así, chicas. Creo que ya tenemos la confianza suficiente. A Xamira la vi comiendo verga como si fuera una actriz porno; y a vos, Ori… te vi con la concha abierta mientras la hija de Mario Dalessi te la chupaba toda. Eso sin contar la sesión de fotos que hiciste con Mariela. A mí me da cierto… morbo ver como una profesora se deja coger por el decano del instituto.
―Siempre tuviste una vena voyeurista ―dijo Siara.
Ella también se puso de pie y se desnudó de la cintura para abajo. Le avergonzaba un poco desnudarse de esa manera frente a Xamira y Oriana, pero no quería dejar sola a Erika, además, ella también tenía ganas de tocarse. Las imágenes en pantalla eran demasiado eróticas.
―Gracias, chicas ―dijo Oriana, con una amplia sonrisa. Las otras dos no entendieron nada y con la mirada le expresaron su confusión―. Es que… yo también quiero hacer lo mismo. Y con esto me hacen sentir menos culpable, porque durante los últimos tres días me la pasé pajeándome mientras miraba estos videos. Desde que me anoté en el club de detectives ando más pajera que nunca. Les juro que yo no era así.
―Lo mismo digo ―dijo Xamira―. Y no voy a ser la única que se quede con la ropa puesta. Si bien mi relación con Dalma no es la mejor en este momento, aprendí algo importante con ella: La “paja entre amigas” tiene un gustito especial.
Xamira no añadió que, además de amigas, podía compartir ese momento tan íntimo con su madre. Tampoco quiso pensar en eso. Al fin y al cabo llegó al acuerdo con su mamá de no volver a caer en esas prácticas, porque podían llegar muy lejos en poco tiempo.
Xamira miró las conchas de sus amigas, todas las tenían completamente depilada, ella era la única que mantenía una delgada franja de vello púbico. De pronto esas conchas empezaron a bombardear su cerebro con imágenes “inapropiadas” que incluían sexo lésbico. También quería evitar pensar en eso.
El video se reanudó. Ahora las cuatro chicas estaban sentadas, con las piernas abiertas, lo que las obligaba a apoyarlas sobre el muslo de la que tuvieran al lado, o dejar que la pierna de una de sus amigas se posara sobre la de ellas. En el centro estaban Oriana y Erika, a la izquierda de Oriana se encontraba Xamira, y en el otro extremo, a la derecha de Erika, estaba Siara. Se podían ver cómo los dedos de las cuatro ya estaban acariciando su zona genital. Estaban nerviosas y algo incómodas; pero al mismo tiempo las cuatro creían que esto ayudaría a fortalecer mucho la amistad y la confianza.
Mientras admiraban las rítmicas penetraciones que recibía el culo de Brenda, Xamira pensó que era bastante morboso estar viendo a una profesora, con la que había tenido tantas clases, en una actitud sexual que parecía sacada de una película porno. Esto le permitió excitarse con la masturbación.
No lo sabía, pero fue la única de las cuatro en llegar a ese estado de excitación. Las otras tres se mantuvieron con toqueteos nerviosos y no llegaron a experimentar la calentura del momento. Hasta la misma Erika pensó que quizás no fue tan buena idea esto de la “paja entre amigas”, quizás era demasiado pronto.
La que más incómoda se sintió fue la dueña de casa. Siara se limitó a dejar su mano frente a su vagina, ya no mostraba la seguridad de minutos antes, cuando salió a respaldar a su mejor amiga. No era la primera vez que terminaba en una situación incómoda por culpa de Erika y sabía que no sería la última. Además le resultaba demasiado grotesco ver a la profesora Ramallo gimiendo de placer mientras la gruesa verga del decano le taladraba el culo.
Mario Dalessi y Brenda Ramallo debieron interrumpir todo repentinamente cuando alguien golpeó la puerta de la oficina. Brenda estaba con los ojos en blanco, como si estuviera sumergida en un nirvana sexual mientras disfrutaba de las potentes penetraciones anales del decano, y su reacción fue como si alguien le hubiera tirado un baldazo de agua fría para devolverla a la realidad.
Rápidamente se puso el pantalón y tomó asiento del lado opuesto del escritorio. Mario Dalessi ocultó su verga, aún erecta, dentro del pantalón, y dijo: “Adelante”.
La que entró fue la mismísima Sofía Levitz, con su impecable ropa de oficinista y sus anteojos que la hacían ver sexy y a la vez profesional.
―Ah, sos vos… ―dijo Brenda como si estuviera diciendo: “De haberlo sabido, no hubiera detenido la cogida”.
―Perdón, ¿estoy interrumpiendo algo? ―Preguntó la rubia.
―Ejem… ―Mario carraspeó―, la profesora Ramallo y yo estábamos hablando sobre los términos de su despido. Necesitás algo? ―El decano recorrió el cuerpo delgado, de marcadas curvas, de Sofía como si fuera un lobo feroz.
―Solo… hablar sobre un temita. Puede esperar.
―No hace falta ―dijo Brenda―, yo ya me iba. Mario, si querés podemos terminar nuestras negociaciones en un ambiente más cómodo, donde haya menos interrupciones ―le guiñó un ojo―. Este sábado te espero en mi casa.
―Muy bien, hasta luego, Brenda ―dijo mientras esta se retiraba―, y lamento mucho que tu trabajo en este instituto haya terminado de esta manera.
―Hubiera terminado mejor si una que yo conozco no hubiera metido la nariz donde no le conviene. Creo que Sofía necesita una lección sobre hipocresía. Parece ignorar por completo el significado de esa palabra.
―Eso lo charlaré con ella ―prometió Mario―. ¿De qué querías hablar, chiquita?
Brenda se retiró y Sofía Levitz se quedó a solas con Mario Dalessi, que no dejaba de desnudarla con la mirada.
―Em… no sé cómo decir esto… yo… em… creo que…
―Vamos, Sofía. No tengo mucho tiempo.
―Perdón. Lo que quiero decir es que… usted tuvo ciertas actitudes conmigo que las puedo considerar… inapropiadas, y yo…
―Y vos sos una hipócrita. Brenda tenía razón. Creo que cometí un gran error al seleccionarte como presidente del centro de estudiantes. Sos demasiado joven, todavía estás muy verde para desempeñar un cargo tan importante mientras, al mismo tiempo, sos alumna del instituto.
―Eso me parece injusto, hice mi trabajo lo mejor posible. Además mis calificaciones son excelentes y…
―Y también me contaron los métodos que usaste para mantener esas “excelentes calificaciones”. ―Sofía se puso tensa―. ¿Acaso creés que los profesores no hablan conmigo? ¿Sabés las veces que escuché la frase: “Qué bien la chupa esa putita de Sofía Levitz”? ―La aludida se puso pálida como una hoja de papel―. Vení… te quiero mostrar algo. ―Con timidez Sofía dio la vuelta al escritorio y se encontró con la gran verga erecta de Mario Dalessi, venosa e implacable―. Es increíble que me hables de “actitudes inapropiadas” cuando le comiste la pija a varios profesores para que te pusieran buenas notas en los exámenes. Incluso Brenda me contó cómo le chupaste la concha, así que no solo va de pijas tu menú, no le hacés asco a las argollas. Intercambiar sexo oral por buenas calificaciones. No te imaginaba tan putita.
―Yo… em… no lo hice por eso…
―Podés engañarte todo lo que quieras, Sófía; pero los profesores y yo tenemos muy claro que a vos te encanta trepar. Te encanta ser “la chica perfecta”, y cuando te das cuenta que no podés cumplir con tus altos objetivos, empleás métodos “poco éticos”. Bien que te dejaste manosear en cada reunión que tuvimos.
―De eso quería hablar, yo…
―Y cómo me agarraste la pija en la reunión con las pendejas del club de detectives, que por cierto… están todas para comérselas crudas. En especial la tetona japonesa. Dios, qué ganas tengo de amasar esas tetas y llenárselas de leche.
―Esa parte me da mucho asco. Viejo degenerado ―protestó Oriana―. Si me llega a tocar un pelo, le pongo una denuncia.
Aún así, siguió masturbándose mientras miraba la escena en pantalla. Estaba absorta por lo que había logrado filmar y aunque lo hubiera visto varias aún le producía escalofríos el comentario del decano hacia su persona, para colmo lo decía mientras se acariciaba la verga, como si estuviera diciendo: “Estoy pensando en las tetas de la japonesa”.
―Vení, acercate más ―dijo Mario Dalessi desde la pantalla. Sofía Levitz dio dos pasos hacia él, dubitativa―. Mirá esto como una oportunidad para mantener tu puesto en el centro de estudiantes… y para progresar aún más. Sé que lo que más querés es llegar lejos en la vida, y que estás dispuesta a hacer lo que sea para lograrlo. Vení… ya sabés qué hacer ―señaló su propia verga.
Sofía Levitz se mordió el labio inferior, por un minuto las chicas del club (excepto Oriana que ya sabía lo que iba a ocurrir), pensaron que la rubia daría media vuelta y se marcharía de la oficina. Realmente parecía decidida a irse.
Sin embargo, dio un paso hacia adelante y no hacia atrás. Lentamente se arrodilló frente al decano, admiró ese falo erecto ante sus ojos y lo agarró con una mano.
―Ya sabía que ibas a ser una chica obediente y servicial. Demostrame que querés llegar lejos, y yo te voy a ayudar a conseguirlo.
Sofía abrió la boca y se tragó buena parte de esa verga. Sus mejillas se pusieron rojas al instante y las chicas del club fueron testigo de cómo se esforzaba para meter la mayor porción de ese falo dentro de su boca. Le costó trabajo, porque era demasiado ancha para su boca; pero Sofía demostró que en esto del sexo oral tiene experiencia.
―¡Qué puta! ―Comentó Erika―. Se nota que no es la primera vez que lo hace.
―Ya sabíamos que lo hizo con un profesor ―dijo Siara.
―Sí, ya sé… pero es distinto verlo. Además Sofía aseguraba que no lo hizo para obtener alguna ventaja. Ahora no me quedan dudas…
―Exacto ―dijo Oriana―. Ya sabemos que Sofía está dispuesta a comerle la pija… o la concha, a cualquiera, si eso le da alguna ventaja. Además… a mí me parece que le gusta, le da cierto morbo. O sea, miren cómo la chupa. La primera vez que vi esto sentí un poco de pena por ella, porque prácticamente la están obligando a chuparla; pero después de verlo varias veces me di cuenta de que lo está disfrutando. Le brillan los ojos y se la traga toda con muchas ganas, incluso… miren… ahí… ―señaló la pantalla―. Está sonriendo… y ahora se manda a lamerle los huevos. Es como si se estuviera esforzando mucho para que Mario Dalessi lo disfrute.
Ahora la incomodidad invadió a Xamira, ella se estaba pajeando a buen ritmo y también lo estaba disfrutando. Las palabras de Oriana le recordaron lo que ocurrió con Alexis y como ella… ¿lo disfrutó? ¿realmente llegó a disfrutarlo?
Se sintió culpable. Sintió que ella y Sofía Levitz en realidad no eran tan distintas.
―Uf… cómo te gusta comer pija ―dijo el decano, desde la pantalla―. Si lo hubiera sabido antes, te hubiera tenido todo el año arrodillada detrás del escritorio. Este es el mejor lugar para vos en este instituto. Es una pena que Brenda se haya ido. Me hubiera encantado que vos también participaras en la… negociación. Estoy seguro de que te hubieras portado muy bien con ella.
― Fíjense como, a pesar de las palabras humillantes ―comentó Oriana―, Sofía la chupa cada vez más rápido. Es como si le calentara que la humillen.
Una vez más esas palabras resonaron en la psiquis de Xamira. Alexis también la había humillado, y ella le siguió el juego. Lo dejó hacerlo. ¿Por qué? ¿Por qué cayó tan bajo? ¿Por qué Sofía permite que el decano la trate como una puta barata? ¿Por qué la chupa cada vez con más ganas?
Xamira pensó que quizás Sofía no estaba disfrutando, solo quería terminar lo antes posible. Sin embargo, cuando llegó el momento del gran final y la leche de Mario empezó a saltar para todos lados, Xamira vio como los ojos de Sofía Levitz se iluminaron, la rubia recibió toda la descarga con la boca abierta y permitió que el semen le cayera por toda la cara. Eso lo podría haber evitado, ya había cumplido su objetivo. La única explicación que Xamira encontró es que, efectivamente, Sofía Levitz lo estaba disfrutando.
El video llegó a su fin.
Las chicas dejaron de tocarse y una vez más las volvió a invadir la vergüenza, a todas menos a Erika, ella sí estaba contenta con lo ocurrido. Sufrió un poco en algunos momentos, pero sobre el final del video realmente llegó a disfrutar de unos minutos de masturbación. Las otras pensaban que quizás se les había ido un poco la mano, incluso Xamira, que ya había vivido algo parecido con Dalma. Ahora su mente estaba poblada por las dudas y pensó que quizás esto era forzar demasiadola confianza entre ellas.
―Esto es fantástico ―dijo Siara, con ganas de dirigir el tema de conversación hacia un punto en el que no fuera necesario hablar de la incómoda sesión de masturbación―. Con este material podemos protegernos del Mario Dalessi si, en algún momento, quiere echarnos del instituto o algo así.
―¿Y por qué habría de echarnos? ―Preguntó Oriana.
―Y… ya viste que no le gustó nada que nos metiéramos en el asunto de Brenda, y en el instituto pasan muchas cosas raras. Si nosotras llegamos a esclarecer alguno de esos asuntos, seguramente vamos a tener problemas con el decano.
―Creen que él pueda estar involucrado con la web porno, Uvisex? ―Preguntó Xamira.
―Es muy posible ―dijo Erika―. Por el miedo que mostró Emilia al hablar de las personas involucradas da para pensar que Mario Dalessi podría estar involucrado.
―Además ―continuó Siara―, es una web porno que contrata alumnas del instituto. Es muy difícil que el decano no sepa nada de eso, aunque la página se mantenga súper exclusiva.
―También hay que tener en cuenta ―dijo Oriana―, que su hija es una de esas actrices porno. Me pregunto si Mario Dalessi lo sabrá.
―Hay que averiguarlo ―dijo Erika―. Tenemos que hacer una lista de todo lo que tenemos que investigar con temas relacionados a Uvisex. Yo no me voy a quedar tranquila hasta saber quién está detrás de todo eso.
―¿Te molesta que usen a las alumnas del instituto de esa forma? ―Preguntó Oriana.
―Sinceramente, no ―respondió Erika―. Porque, al fin y al cabo, todas entran por voluntad propia. Te tientan un poco con el asunto de la beca, es cierto; eso sí que está mal; pero más allá de eso, no creo que estén obligando a nadie. Quiero averiguarlo solo porque me da mucha curiosidad. Me gustan los misterios.
―Y yo lo veo como un desafío ―aseguró Siara, mientras se ponía el pantalón. Las demás chicas también comenzaron a vestirse―. Me encantan los desafíos. Quien esté detrás de Uvisex se empeñó mucho para que esta web funcionara de forma casi clandestina dentro de un instituto de alto prestigio. Hacer eso no es nada fácil.
―Sí, yo también quiero llegar al fondo del asunto ―dijo Xamira―, en especial porque la mamá de mi mejor amiga estuvo involucrada.
―Bueno, de momento así estamos ―dijo Siara―. Tenemos algunas aristas sobre las cuáles trabajar; pero también necesitamos un nuevo caso. Si alguna encuentra algo, no dude en compartirlo.
Erika se puso tensa, ella tenía un caso en mente: La misteriosa desaparición del bolso de Kamilexia. Sin embargo no se animó a compartir nada del asunto. La estaban pasando muy bien y considero que no era el momento más apropiado para decirle a sus amigas que su hermana las había acusado de ladronas. Ese asunto puede esperar.
La reunión sumamente informal se dio por finalizada cuando todas salieron del cuarto de juegos de Siara. Erika y Oriana se fueron a sus casa, pero Xamira tenía otros planes. Había algo ocupando su cabeza desde hacía varios días y ya no aguantaba más. Tenía que hablar con la madre de su ex-mejor amiga.
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Xamira tocó el timbre en la casa de Emilia y Dalma, aguardó durante varios minutos y tuvo que presionar el timbre tres veces. Cuando la puerta por fin se abrió se encontró con la mismísima Emilia que la hizo pasar rápidamente. Xamira se quedó sorprendida al ver que Emilia estaba completamente desnuda, su cuerpo estaba cubierto de pequeñas gotas de sudor y parecía acalorada.
―Ay, perdón… ¿interrumpo algo? ―Preguntó Xamira.
―Sí, la verdad es que sí. Estaba cogiendo… con una chica, ya no tiene sentido ocultarlo. Soy lesbiana y estoy aprendiendo a vivir con eso. Espero que no se lo cuentes a nadie… aunque me odies por todo lo que pasó.
―Quedate tranquila, no pretendo arruinarte la vida ni nada por el estilo. Justamente por eso quería verte. Necesito pedirte perdón por todo lo que pasó.
―Perdón por haberte metido en mi cama solo para sacarme información o perdón por haberme obligado a poner fin a mis becas?
―Em… por todo…
―A ver, Xamira. Sé que para vos el sexo no significó nada, ya me queda totalmente claro que solo te acostaste conmigo para darle información a tus amiguitas del instituto. Quizás hasta te dio asco chuparme la concha. Pero cuando yo dije que vos me excitás, lo dije en serio. Sos una chica preciosa… y disfruté mucho de vos, y de tu cuerpo. Me apena que las cosas entre nosotras hayan terminado tan mal. También me apena por Dalma, ella también está en una etapa de descubrimiento en su vida, y no le vendría mal tener una buena amiga. Pero bueno, estoy segura de que ni Dalma ni yo cumplimos con tus parámetros éticos.
―Emm… se nota que estás enojada conmigo, Emilia, y no te culpo. No sé si algún día podré confiar en Dalma otra vez, pero… quería pedirle disculpas.
―Sí, ya lo dijiste… y esas palabras suenan vacías. Vos no querés disculparte, Xamira. Solo querés tener la conciencia tranquila. Querés que yo te perdone por la forma en que me usaste.
Xamira se quedó en silencio. Las palabras de Emilia eran tan hirientes como certeras.
―¿Ves? Me lo imaginaba ―continuó la mujer―. Te importa una mierda cómo me siento yo o qué va a pasar con Dalma. Solo querés dormir tranquila, sin remordimientos.
―No me dio asco ―dijo Xamira, con los brazos cruzados sobre su pecho.
―¿Eh?
―Acostarme con vos… no me dio asco. Todo lo que pasó en la cama, con vos y con Dalma, me dejó sumamente confundida… pero en el momento lo disfruté. Le puse ganas de verdad. Me gustó… em… me gustó chuparte la concha. Se sintió… excitante. Y vos también sos una mujer hermosa. Cometiste algunos errores, sin embargo no creo que seas mala persona.
―Mm… ¿lo decís en serio?
―Sí, estoy siendo totalmente honesta. Más de lo que me gustaría. Para mí, en este momento de mi vida, es muy difícil reconocer que disfruté teniendo sexo con una mujer. Porque jamás dudé de mi sexualidad… y ahora no sé qué pensar. Hasta… em… hasta llegué a fantasear con la idea de acostarme con otras mujeres.
―¿Te quedaste con ganas de volver a chupar una concha?
―Puede ser… sí.
―Demostralo.
―Eh? ―Xamira la miró confundida, con los ojos muy abiertos.
Emilia se sentó en el sofá del living y subió los pies, dejando su concha totalmente abierta y expuesta.
―Chupala. Me lo debés, por todo lo que me hiciste.
Xamira tuvo una extraña sensación de deja vú, esto se parecía a la situación que presenció entre Sofía Levitz y Brenda Ramallo. Una “compensación sexual” por el daño causado.
―¿No estabas con una amiga? ―Preguntó Xamira.
―Mi amiga puede esperar… o quién sabe, quizás hasta tengas ganas de sumarte a la fiestita. Pero… sin presiones. Con que la chupes un ratito, me alcanza. Me muero de ganas de volver a sentir esa lengua en mi concha.
Xamira estaba más confundida que nunca. Podría dar media vuelta y marcharse, o podría arrodillarse y meter la cara entre esas piernas, como ya había hecho antes.
Sintió un fuerte impulso en su interior que la empujaba a hacer lo indebido… en parte por culpa, porque sentía que había traicionado a Emilia, y también por puro deseo sexual. Su líbido le pedía a gritos que volviera a probar el sexo femenino. Necesitaba asegurarse de si esto era un gusto pasajero, o si las experiencias lésbicas pasarían a formar parte de su vida.
No aguantó más esa encrucijada mental y, una vez más, se dejó llevar por la corriente. Se arrodilló frente a Emilia y pegó su boca a esos húmedos labios vaginales. Otra mujer había estado chupándola recientemente y eso, en lugar de incomodarle, le pareció morboso. Las primeras lamidas fueron tímidas, pero a la tercera o cuarta perdió la compostura. Se aferró a las piernas con ambas manos y comenzó a succionar con fuerza todos los jugos que salían de esa vagina. Escuchó los gemidos de Emilia y eso la reconfortó, era como estar diciéndole: “Con esto pago mi deuda con vos”.
Mientras más chupaba, más se excitaba, podía sentir como su propia vagina estaba mojándose dentro de la ropa interior y cuando Emilia le sacó la remera, ella no opuso resistencia. Debajo no tenía nada, había decidido salir a la calle sin corpiño, de todas maneras sus pechos no eran muy grandes, no necesitaban tanta sujeción. Aunque la falta de corpiño hacía que se le marcaran mucho los pezones, que siempre parecían estar duros como tapitas de dentífrico.
Pasaron algunos minutos y Xamira encontró su ritmo. Su mente se puso en blanco y las lamidas sobre la concha de Emilia se volvieron automáticas. Incluso llegó a disfrutarlas, por un momento se olvidó de los problemas que había entre ellas y creyó haber vuelto a ese pequeño momento de felicidad en el que aún podía confiar en Emilia (o al menos creía que podía confiar en ella).
Lamentablemente la sesión de sexo oral no duró demasiado.
Xamira se detuvo en seco cuando su visión periférica detectó un movimiento a su derecha. Al girar la cabeza se encontró con una chica de unos veinticinco años de pechos firmes y redondos, cabello negro cortado a la altura de los hombros y labios sensuales. Estaba completamente desnuda y si bien su pose era casual, apoyada contra el marco de la puerta, Xamira sintió que estaba viendo a una mujer sumamente sensual… que le resultaba extrañamente familiar. Sin embargo, era incapaz de decir dónde había visto esa cara antes.
―Ah, hola Mercedes ―dijo Emilia―, veo que te cansaste de esperar. No creas que me olvidé de vos… es que, Xamira y yo teníamos algunos asuntos pendientes. Vení, sentate acá, ya está por terminar.
―Em… puedo esperar en la pieza, solo quería saber por qué tardabas tanto. Hola Xamira, encantada de conocerte. Imagino que vamos a ser discretas, ¿no?
―¿Eh? ―Xamira se puso de pie, estaba confundida, ya no tenía ganas de seguir chupando la concha de Emilia―. ¿Discretas en qué sentido?
―Lo que Mercedes quiere decir es que no le cuentes a nadie que la viste acá.
―Y por qué habría de contarle a alguien? Además, ni siquiera la conozco.
―¿Segura? Mirala bien…
Xamira se concentró en la cara de la joven y de a poco esos rasgos familiares comenzaron a tomar forma. Se quedó boquiabierta cuando su cerebro fue capaz de hacer la asociación.
―Vos sos… Mercedes Navarro. No lo puedo creer.
Mercedes Navarro era una joven actriz que se hizo famosa interpretando a la protagonista de una serie para público adolescente, una serie algo melosa, para los gustos de Xamira; pero hasta ella conocía el famoso personaje que interpretaba: Minerva Santos. Y eso no era todo, Mercedes además había actuado en al menos cuatro películas de gran éxito, una interpretando a la propia Minerva Santos, y otras tres con personajes nuevos. La prensa aseguraba que Mercedes Navarro era la actriz más prometedora del país y que tenía un gran futuro artístico por delante.
Xamira no podía entender por qué esa chica, con una fama en alza constante, ahora estaba desnuda frente a ella… y con Emilia.
―No entiendo nada ―dijo Xamira―. ¿Por qué está acá?
―No es obvio? A Mercedes le gusta comer concha ―dijo Emilia, con una gran sonrisa, la aludida se puso roja―. Pero eso tiene que quedar en un secreto. ¿Puedo confiar en vos o vas a traicionarme como la última vez?
―Te prometo que no voy a contarle a nadie; pero… sigo sin entender qué hace Mercedes acá. O sea, ¿de dónde se conocen?
―Eso también tiene explicación. No sé si lo sabrás, pero Mercedes cursó en el mismo instituto que vos. Al ser un instituto tan prestigioso, le ayudó a impulsar su carrera artística. Ahora Mercedes tiene un buen pasar económico, como te imaginarás…
―Pero imagino que no siempre fue así. Antes tenía una beca en el instituto ―dijo Xamira―. Tu beca. Ahora entiendo todo. Mercedes es una de tus… “amiguitas”.
―Algo así. Aunque es un poco más complejo que eso. Aunque con lo de la beca acertaste. Ah, se me acaba de ocurrir una idea muy loca
―No voy a participar en un trío ―dijo Xamira.
―Oh, qué lástima, ya me había ilusionado con que eso podía pasar ―dijo Emilia, cabizbaja―. De todas maneras la idea que tengo es otra. Vos y tus amiguitas del instituto tienen la manía de meterse donde nadie las llama. Si lo sabré yo. Les gusta jugar a las detectives. ¿Por qué no ayudan a Mercedes con un problema? Siempre y cuando prometan que lo van a manejar con muchísima discreción. Este es un asunto que no puede hacerse público.
―No hace falta que involucres a nadie ―dijo Mercedes, nerviosa.
―No te preocupes, nena. Xamira me debe una, y una bien grande. Estoy segura de que se muere de ganas de remediar el daño que hizo. Porque de lo contrario no va a poder dormir tranquila. Hagamos un trato, Xami. Si ayudás a Mercedes con esto, yo me olvido de todo el asunto. Quedás perdonada… y además estarías ayudando a otra persona.
―Ayudándola con qué?
―Sentate, Mercedes. Explicale tu problema.
―No sé… no la conozco.
―Es cierto, no nos conocemos ―dijo Xamira―. Pero lo que dijo Emilia es totalmente cierto. Me siento como la mierda por… porque le hice algo malo. No soy así. No me gusta dañar a la gente. Si escucharte a vos me ayuda a estar en paz con Emilia, entonces lo voy a hacer. Podés contarme todo. Te juro que no se lo cuento a nadie… solo lo compartiría con las otras tres integrantes del club, si es que realmente podemos ayudarte. Si considero que no podemos hacer nada, entonces no les cuento nada.
―¿Ves? No perdés nada por contarle ―dijo Emilia―. Aprovechá esta oportunidad. Te va a venir bien ayuda externa, en especial si viene de personas que no están directamente vinculadas a vos. Y estas chicas están podridas en guita, ninguna te va a chantajear ni nada por el estilo.
Xamira pensó que el término “podridas en guita” solo aplicaba para Siara, Erika y para ella. Oriana tiene una posición económica más humilde. Aún así no la imaginaba chantajeando a nadie para conseguir dinero.
―Está bien. Veo que confiás mucho en esta chica, Emilia. De lo contrario no hubieras permitido que me vea así ―señaló su propio cuerpo―. Y yo tampoco estoy dispuesta a hacer un trío con una chica que no conozco, así que sacate esa fantasía de la cabeza.
―Está bien, está bien ―Emilia puso los ojos en blanco―, nada de trío. Pero no pienso vestirme… y me gustaría que vos también te quedaras desnuda.
―Con eso no tengo problemas, ya sabés lo que pienso de la desnudez.
―Es un secreto ―dijo Emilia, mirando a Xamira―. A Mercedes le encanta andar en concha. No lo hace en todos lados por eso de ser famosa y que los paparazzi la persiguen por todas partes.
―¿El problema tiene que ver con esto? ―Preguntó Xamira.
―No exactamente ―dijo Mercedes, mientras tomaba asiento―. Aunque sí involucra a paparazzi y periodistas. Vení, sentate y te cuento todo. Estoy desesperada. Ya no sé qué hacer. Toda mi carrera… toda mi vida, se puede ir a la mierda si no encuentro una solución urgente.
Xamira tomó asiento a su lado. Al principio se sintió incómoda al estar conversando con una mujer famosa… y desnuda; pero luego de unos minutos quedó absorta en el relato de Mercedes y ya no pudo pensar en otra cosa. Quería ayudarla, era un asunto complicado. Aún así estaba convencida de haber encontrado el nuevo caso para el club de detectives.
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