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Jefe obsesionado con su joven empleada

Jefe obsesionado con su joven empleada
La vida de casado con hijos es complicada, más aún si hablamos de sexo. No es que no ame a mi esposa, pero necesito algo que perdimos. Las ganas se acumularon, y se volvieron deseos cada vez más morbosos, por eso lo que me pasó esa noche de invierno fue un milagro que no podía (ni quería) evitar.
Una de mis empleadas se había vuelto mi interés personal. Una hermosa joven de piel morena con un cuerpo de escándalo. En el debate interminable de culo o tetas, ella tenía las dos dignas de deseo, imaginarla en ropa interior o desnuda fue algo común durante semanas. A veces intentaba acercarme a ella con mucho cuidado, y para mí sorpresa respondía; ya sea con una sonrisa pícara o acercándose a mí... Tan cerca que podía sentir su cuerpo aunque sea con ropa.
Finalmente, ese día donde nadie trabajaba hasta tarde más que ella, y claro yo por ser el jefe, nos encontramos solos, aunque cada uno con su labor. Ya por la noche fuimos a guardar el dinero a mí oficina, en un momento me senté y la miré. Mientras ordenaba cosas, con el culo en punta, quisiera haber detenido el tiempo, bajarle el pantalón y pajearme mientras la veía. Pensando en eso se me paró, y justo ella se quejó de algo.
-¡Ay!-
Se había cortado con una hoja. Fui corriendo para ayudarla y lo primero que vio fue un bulto notorio. Juro que no fue a propósito, pero en cuanto vio eso su cara cambió, empezó a tocarme mientras me miraba fijamente.
-¿Te gusto, jefe? Porque me miras mucho, y ahora veo que te excito.
-Claro que me gustas.
-¿Que tanto? ¿Que me harías?
Me tentaba, mí cabeza cegada por un deseo incontrolable.
"Quiero verte desnuda"le dije. Solo soy un fan más de su cuerpo.
-Puedo darte más... Pero si eso quiere el jefe.
Se apartó y me dijo que me siente en la silla, en medio de la oficina. Puso música en su celular y empezó un strip dance. Una a una sus prendas caían al piso, yo también empecé a sacarme todo, hasta que ambos quedamos en ropa interior. Se quitó el brasier de espaldas, cuando se dio vuelta tapaba sus tetas con sus manos, revelándolas poco a poco. Se acercó y se las besé, con chupones apasionados.
Ya estando encima mío empezamos a besarnos. Juro que sus labios me devolvieron años de vida, ese cuerpo joven quería tenerlo para mí, en mí cama o en el piso de la oficina. Me levanté y la cargué hasta el escritorio. Mientras bajaba con mis besos hasta su panza, también le bajaba su panty rojo hasta que quedara colgando de un pie.
Llegué abajo, para descubrir que lo que guardaba entre sus piernas era realmente las puertas al cielo. Le comí la vagina como nunca lo hice con mí esposa.
-¡Por dios! ¡Jefe! ¡Me va a hacer venir!
No me detuve, también intenté meterle un dedo en el culo.
-¡AH! ¡AH! ¡JEFE POR FAVOR!
Cuando paré ella estaba totalmente mojada, excitada, casi temblando. Me dejé llevar y no era lo último.
-¿Cómo... Se llama su esposa, jefe?- pregunta, agitada.
-María.
-¿Alguna vez vio a María... Cómo me ve ahora?
La callé con un beso, puse sus dos piernas en mis hombros y preparé mí pene, erecto hace rato; por fin entraría en el cielo de aquella mujer. Con la fuerza de un hombre promedio, la penetré de forma salvaje, sin descanso.
-Quiero que seas mí María, mí esposa, quiero ver tu cuerpo todos los días- Le susurré.
-Hágalo jefe, ¡llámeme así y no pare!
El sonido de sus nalgas chocando, sus gemidos fuertes, sus tetas que se movían traviesas, su cadera que yo agarraba para mantener el ritmo. Estaba soñando y acabaría cualquier momento. No quería correr el riesgo de dejarla embarazada pero...
-No puedo más, ¡me voy a venir!
-¡Yo también! Jefe quiero que me llene con su semen.
-¡Ahhhhhhh!
Lo solté todo. Dejé toda esa abstinencia dentro suyo. Nos venimos a la vez, fue un momento mágico. Acabamos tirados el suelo, satisfechos y agotados. La veía abriendo las piernas aún, chorreando mí leche mientras se seguía tocando. Me acerqué para acostarme a su lado, la abracé y le dije que no quería soltarla.
-No tiene que dejar a su esposa... Pero puedo hacer las cosas que ella olvida, ¿No cree?
-Claro que si, quiero hacer esto todos los días, cojerte en la oficina, en el pasillo, en mí casa, en mí auto. Donde quieras, pero repitamos esto.
En algún momento me dijeron que no piense con la cabeza de abajo, pero estaba tan caliente que podría haber tirado toda mí vida a la basura por una noche con ella, el cuerpo de una joven mujer fue mí salvación.
Mientras nos cambiábamos, quedamos en chatear y planear más y mejor sexo. Aún sabiendo nuestros verdaderos nombres, nos agendamos y quedamos en decirnos así en la intimidad. "Jefe y María".
Con ella podía ser libre, cumplir fantasías y deseos que había perdido hace mucho.
¿Lo siguiente? Bueno, mentiría si no dijera que quiero que ese culo tenga mí nombre, y mí pene dándole sin piedad. Pero por ahora, me queda esa gran noche.


Fin.

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