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Inpirado en el libro Memorias de Adriano

Quizás fueron esas lecturas nocturnas que me fueron invadiendo sutilmente como sicuta desde los interiores secretos de mis venas, eran casi reflejos de un aroma nuevo mezclando su veneno perfumado transformando mi sangre deslizando su mortal aroma hipnótico.  Viaja por los poros, se desliza en cavidades inciertas, en escondidas y cavernosas zonas vaciando su deseo profundo, silencioso, repitiendo alguna señal antigua atávica y erógena, una especie de extasis recorriendo mis pies, mi pelvis, en absoluto silencio y sin embargo es muy presente, parecido a los sueños que en su mundo trascendente nos van tocando sutilmente la conciencia aún dormida, como digo fueron esos libros tocados por la sabiduría de saberse descubiertos en estas almas perdidas, esos deseos que nacieron así y que transmutándose en imágenes paganas me llevaron a los palacios, y sus fuentes, a las cortinas vaporosas, a verme en un camastro de emperador en sus baños de vapor y frutas frescas, esa armonía que se mezcla en un tierno esclavo tan suave y sereno, y encallo en su mirada expectante, en el brillo de sus ojos y de sus labios que obedecen ante mi mirada y que tímidos declinan encendidos abriéndose sensualmente regalándome la blancura fresca de sus dientes, observó con deleit ese nubil cuerpo desnudo que se acerca con gracias y va rozándome con sus delicadas piernitas jugueteando con sus piececillos entre mis tobillos que le abre el camino a su enredo de maleza joven, siento sus bellos suaves como plumas, su encender erizadondolo todo en un camino de tiernas caricias, observo sus manos que como todos su femenina figura se va entregando al hombre que lo contiene y lo hace suyo, su instinto ya ha madurado un lenguaje silencioso y como un amor desnuda toda su magia para cumplir con su destinado viaje hacia la taciturna noche de sabanas, sudores, repliegues y sabores salvajes del sexo, irán posándose sus dedos en pliegues infinitos, se abrían sus labios a la humedad de los besos, sentirá los dibujos que se acoplan a sus pechos, los caminos entre los bellos trémulos donde las caricias de unas manos firmes se inquietan al ondar entre sus piernas, las siente recorrer su espalda en sintonía con sus músculos que transpiran como pétalos emanando su aroma, hay calma y calor, el aire se espesa como niebla y mientras confluyen pequeñas miradas delatoras, su pequeña ereccion es sorprendida en los labios de su hombre, siente su lengua recorrer enteramente su sexo casí infantil, siente él tembloroso deseo que palpitan un incierto final, son instantes sin tiempo ni pensamientos, y como una doncella sabe que toda su nívea  hermosura descansa en esa rendondez perfecta donde palpitante, y firme  su hombre dejará en lo más hondo de sus entrañas el anhelado néctar se sur ser.

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