Eran las tres de la mañana parte1
Eran las tres de la mañana, como en la canción, y yo estaba conectado a internet viendo páginas bastantes subiditas de tono, por no empezar siendo grosero mencionando lo que realmente eran. En cualquier caso, me había excitado y me estaba masturbando en el salón de mi casa, cuando oí la llegada de mi hija y me asaltó, como otras veces, la misma duda: ¿cierro las pantallas o me guardo el miembro? No entiendo mis propias dudas, está claro que lo primero es guardar el miembro y después, con toda tranquilidad, cierras las páginas con el botón derecho y pulsar cerrar grupo. Para ello, aunque es bastante inevitable cuando visitas páginas porno, es mejor tener abiertas un montón y, así, no tienes que cerrarlas de una en una.
Como quiera que sea, cuando mi hija llegó al salón, yo ya estaba “correctamente” escribiendo el trabajo que nunca acabo, pero que siempre abro por si tengo que representar el papel de padre responsable que trabaja hasta altas horas de la mañana, igual que hago ahora mientras escribo este relato.
Ni a mi esposa ni a mis hijos se les ocurre preguntar por lo que estoy escribiendo y, mucho menos, interesarse por leer lo que está en la pantalla, afortunadamente. Decía que se acercó mi hija y vi que iba acompañada de una de las amigas que, en ocasiones, trae a dormir a casa. No quiero negar que, a mis cuarenta y seis años, me atraen las amigas de mi hija, cuando comprobé que un par de sus amigas tenían una pareja de pechos bastante más generosos que los que yo ...
... había podido disfrutar a lo largo de mi vida y, por supuesto, bastante más duros y turgentes que los que me había estado beneficiando en los últimos años.
La amiga que acompañaba a mi hija es una chica de casi metro ochenta y no debe pesar ni los cincuenta kilos, rubia de ojos azules y poco pecho. En definitiva; la típica modelo andrógina de moda, aunque últimamente un poco menos de moda, al fin y al cabo, la anorexia está mal vista. De hecho, sabía por mi hija que su amiga estaba haciendo sus pinitos en el mundo de la moda como modelo y ya salía anunciando trapos en una revista juvenil y en un catálogo de Zara o Mango, no recuerdo bien, todo ello para gran satisfacción de mi hija y sus amigas, o eso parecía y, lo más sorprendente, sin asomo de envidia.
De hecho, creo que consideraban que las características físicas de esa niña le conducían a ese trabajo como algo absolutamente natural. Por otro lado, la niña tenía un carácter francamente adorable y sin ningún atisbo de soberbia. Con todo, no era mi tipo, nunca me había sentido atraído por ella porque, aunque no negaba que era atractiva, la veía como una nena, en definitiva, como me hubiera gustado ver al resto de “amiguitas” de mi hija o a las “novietas” de mi hijo, en lugar de haberme masturbado multitud de veces pensando en ellas y a su salud.
Después de darme el parte de guerra de la noche de viernes sucintamente subieron a sus habitaciones. Oí como hacían uso del baño y, al rato, todo quedó en silencio. En un par de minutos ya tenía la página de internet donde la había dejado gracias al historial del Explorer que, en otras ocasiones, tanto me preocupaba que mis hijos pudieran ver accediendo a mi portátil. Una preocupación muy inferior a la que me asalta por si alguien de mi entorno llega a leer lo que estoy escribiendo.
Mientras había reiniciado mi masturbación con todo el énfasis paseando por colegialasputas.com, sin demasiadas colegialas y con muchas putas, por cierto, oigo una vocecita que me dice:
- Perdón.
Levanto la mirada y veo de pie en pijama a la amiga de mi hija a unos cuatro metros de mí y, aunque con un sofá de por medio que me tapaba bastante, con la altura de la niña no tenía ninguna duda de que no sólo había visto mi cara y mis movimientos, sino que también tenía que verme el pene dentro de mi mano totalmente excitado.
En el tiempo que me la guardaba a toda prisa, unos cuatro segundos calculo, se me quedó morcillona como si la hubiera metido en agua helada. Me recompuse como pude y le contesté.
- ¿Si?
- Quería tomar un poco de leche y no sé...
- Claro ahora voy−dije balbuceando y apagando el portátil con el botón de encendido y pasando de si cascaba la configuración; como si se quería pegar fuego.
Sólo pensaba ¿Qué hago? Como lo comenté con mi hija o, peor aún, con sus amigas. Maldita sea. Me levanté con dirección a la cocina he intentado aparentar la máxima naturalidad le pregunté:
- ¿Cómo te gusta le leche? –Y pensé: vaya pregunta imbécil ...
... –
- Tibia.
Abrí la nevera para sacar el brik de leche e iba a preguntarle si quería azúcar y alguna pasta cuando me suelta:
- Se estaba usted masturbando. ¿No?
Lo dijo con la voz más dulce que he oído en mi vida, lo dijo de tal modo que me dio la impresión de que le parecía lo más normal del mundo, para mí lo era desde luego, pero en ese momento sentía en el estómago un sentimiento de culpa considerable.
- Le puedo ayudar, si quiere.
- ¿Cómo?
- Que le puedo ayudar a satisfacerse. Si quiere, claro.
- ¿Cómo? -No era capaz de articular más palabras-
- Que si quiere podemos pasar un rato agradable. Por eso le decía lo de la leche tibia.
- Pero ¿cómo? -No sabía que decir, estaba alucinando.
- ¿Subimos al cuarto de su hijo?
Mi hijo estaba fuera desde hacía semanas y la “nena” tenía que dormir allí sola. Me cogió de la mano y como si flotara en el aire subió las escaleras, iba descalza y la seguí como si fuera un ángel que me llevara al paraíso.
Ella misma comprobó que las puertas de las habitaciones de mi hija y la mía, con mi mujer dentro, estaban cerradas, cerrando por dentro la habitación de mi hijo: Por un momento me sentí en peligro como si estuviera acorralado y fuera a sufrir daños irreparables, pero al oír de nuevo su voz angelical me sentí nuevamente lleno de paz interior. Empezó diciéndome:
- Verá. Si le apetece podemos pasar un rato juntos y, si le apetece, sólo si le apetece, me hace algún regalo. Lo que usted quiera.
- ¿Un regalo? ¿Qué tipo de regalo?
- Lo que usted quiera, aunque lo cierto es que me iría muy bien poder elegir lo que más me guste y, para ello, lo mejor es el dinero.
La amiga de dieciocho años que mi hija había traído a dormir a mi casa era una putita colegiala. Joder. Y en ese momento, como si me estuviera leyendo el pensamiento a través de mis ojos de pazguato abiertos como platos y sin pestañear desde hacía rato, como si me reprendiera pero con un tono suave, infantil y pícaro en su voz, me dice:
- No soy una putita ¿sabe? No cobro por sexo, no está obligado a darme absolutamente nada, bueno, si me da un poco de placer mejor, pero si no me da ni eso tampoco pasa nada. Creo, por lo que he visto abajo, que usted está necesitado de un poco de cariño y estoy dispuesto a dárselo y no lo hago a cambio de dinero. Por eso no soy una putita.
- Vale, yo ... –Soy gilipollas, me ha delatado mi cara- Debió ver que no sabía cómo reaccionar y tomó la iniciativa absolutamente y lo hizo de tal modo que ni me di cuenta, me parecía que yo estaba controlando lo que hacía, cuando en realidad no había dicho más de once palabras en mis últimas cinco intervenciones. La verdad, no necesitaba hablar y, aunque la situación era de los más excitante, la tenía tan pequeña que me daba vergüenza imaginar que la pudiera ver así.
- ¿Qué le apetece hacer?
Mientras me desabrochaba la camisa, ni me había dado cuenta de que ya me había quitado una rebeca con cremallera, que estoy seguro que ...
... llevaba puesta, empezó a besarme el pezón izquierdo, recuerdo perfectamente que era el izquierdo y que mi polla empezaba a tomar forma para mi tranquilidad, en ese momento reaccioné.
- Perdona un momento, voy a asearme un poco, no tardo nada. Ponte cómoda y no te quites el pijama por favor. ¿Te apetece algo? ¿Un vaso de agua o de leche? Lo que sea.
Lo dije de un tirón y sin respirar, estaba más nervioso que el día de mi boda o el de mi primera vez.
- Nada, sólo que no tarde usted mucho, o se nos va a hacer muy tarde.
Había tomado, por un momento, la iniciativa y ya estaba bloqueado por una duda: ¿se nos iba a hacer muy tarde porque era algo desagradable que se le hacía largo o porque contaba con estar ocupada bastante tiempo y ansiaba empezar? Mientras lo pensaba, le pedí que abriera la puerta y viera si el pasillo estaba despejado y todo tranquilo. No quería ni pensar lo que podía pasar si me pillaban saliendo de la habitación y, encima, sin haber hecho nada, salí y me fui a mi baño pasando junto a mi esposa comprobando que estaba roque. Me limpie a toda velocidad los dientes y enjuague la boca con elixir, intentando no hacer mucho ruido. Me baje los pantalones y me quité los calzoncillos, me limpie bien los genitales y me subí los pantalones sin calzoncillos. Me apetecía ducharme, pero iba a hacer ruido y tardar demasiado. Salí de mi habitación y me dirigí a la de mi hijo que estaba abierta. Cerré tras entrar y vi a la niña acostadita y tapada. Me acosté a su lado, por cierto, que buena idea montar una cama grande a mi hijo. Le pedí:
- ¿Te sabría mal hacerme un striptease?
continuara...
si les gusto se agradece comentarios sobre lo que más les gusto y putos para seguir creciendo.
gracias
Eran las tres de la mañana, como en la canción, y yo estaba conectado a internet viendo páginas bastantes subiditas de tono, por no empezar siendo grosero mencionando lo que realmente eran. En cualquier caso, me había excitado y me estaba masturbando en el salón de mi casa, cuando oí la llegada de mi hija y me asaltó, como otras veces, la misma duda: ¿cierro las pantallas o me guardo el miembro? No entiendo mis propias dudas, está claro que lo primero es guardar el miembro y después, con toda tranquilidad, cierras las páginas con el botón derecho y pulsar cerrar grupo. Para ello, aunque es bastante inevitable cuando visitas páginas porno, es mejor tener abiertas un montón y, así, no tienes que cerrarlas de una en una.
Como quiera que sea, cuando mi hija llegó al salón, yo ya estaba “correctamente” escribiendo el trabajo que nunca acabo, pero que siempre abro por si tengo que representar el papel de padre responsable que trabaja hasta altas horas de la mañana, igual que hago ahora mientras escribo este relato.
Ni a mi esposa ni a mis hijos se les ocurre preguntar por lo que estoy escribiendo y, mucho menos, interesarse por leer lo que está en la pantalla, afortunadamente. Decía que se acercó mi hija y vi que iba acompañada de una de las amigas que, en ocasiones, trae a dormir a casa. No quiero negar que, a mis cuarenta y seis años, me atraen las amigas de mi hija, cuando comprobé que un par de sus amigas tenían una pareja de pechos bastante más generosos que los que yo ...
... había podido disfrutar a lo largo de mi vida y, por supuesto, bastante más duros y turgentes que los que me había estado beneficiando en los últimos años.
La amiga que acompañaba a mi hija es una chica de casi metro ochenta y no debe pesar ni los cincuenta kilos, rubia de ojos azules y poco pecho. En definitiva; la típica modelo andrógina de moda, aunque últimamente un poco menos de moda, al fin y al cabo, la anorexia está mal vista. De hecho, sabía por mi hija que su amiga estaba haciendo sus pinitos en el mundo de la moda como modelo y ya salía anunciando trapos en una revista juvenil y en un catálogo de Zara o Mango, no recuerdo bien, todo ello para gran satisfacción de mi hija y sus amigas, o eso parecía y, lo más sorprendente, sin asomo de envidia.
De hecho, creo que consideraban que las características físicas de esa niña le conducían a ese trabajo como algo absolutamente natural. Por otro lado, la niña tenía un carácter francamente adorable y sin ningún atisbo de soberbia. Con todo, no era mi tipo, nunca me había sentido atraído por ella porque, aunque no negaba que era atractiva, la veía como una nena, en definitiva, como me hubiera gustado ver al resto de “amiguitas” de mi hija o a las “novietas” de mi hijo, en lugar de haberme masturbado multitud de veces pensando en ellas y a su salud.
Después de darme el parte de guerra de la noche de viernes sucintamente subieron a sus habitaciones. Oí como hacían uso del baño y, al rato, todo quedó en silencio. En un par de minutos ya tenía la página de internet donde la había dejado gracias al historial del Explorer que, en otras ocasiones, tanto me preocupaba que mis hijos pudieran ver accediendo a mi portátil. Una preocupación muy inferior a la que me asalta por si alguien de mi entorno llega a leer lo que estoy escribiendo.
Mientras había reiniciado mi masturbación con todo el énfasis paseando por colegialasputas.com, sin demasiadas colegialas y con muchas putas, por cierto, oigo una vocecita que me dice:
- Perdón.
Levanto la mirada y veo de pie en pijama a la amiga de mi hija a unos cuatro metros de mí y, aunque con un sofá de por medio que me tapaba bastante, con la altura de la niña no tenía ninguna duda de que no sólo había visto mi cara y mis movimientos, sino que también tenía que verme el pene dentro de mi mano totalmente excitado.
En el tiempo que me la guardaba a toda prisa, unos cuatro segundos calculo, se me quedó morcillona como si la hubiera metido en agua helada. Me recompuse como pude y le contesté.
- ¿Si?
- Quería tomar un poco de leche y no sé...
- Claro ahora voy−dije balbuceando y apagando el portátil con el botón de encendido y pasando de si cascaba la configuración; como si se quería pegar fuego.
Sólo pensaba ¿Qué hago? Como lo comenté con mi hija o, peor aún, con sus amigas. Maldita sea. Me levanté con dirección a la cocina he intentado aparentar la máxima naturalidad le pregunté:
- ¿Cómo te gusta le leche? –Y pensé: vaya pregunta imbécil ...
... –
- Tibia.
Abrí la nevera para sacar el brik de leche e iba a preguntarle si quería azúcar y alguna pasta cuando me suelta:
- Se estaba usted masturbando. ¿No?
Lo dijo con la voz más dulce que he oído en mi vida, lo dijo de tal modo que me dio la impresión de que le parecía lo más normal del mundo, para mí lo era desde luego, pero en ese momento sentía en el estómago un sentimiento de culpa considerable.
- Le puedo ayudar, si quiere.
- ¿Cómo?
- Que le puedo ayudar a satisfacerse. Si quiere, claro.
- ¿Cómo? -No era capaz de articular más palabras-
- Que si quiere podemos pasar un rato agradable. Por eso le decía lo de la leche tibia.
- Pero ¿cómo? -No sabía que decir, estaba alucinando.
- ¿Subimos al cuarto de su hijo?
Mi hijo estaba fuera desde hacía semanas y la “nena” tenía que dormir allí sola. Me cogió de la mano y como si flotara en el aire subió las escaleras, iba descalza y la seguí como si fuera un ángel que me llevara al paraíso.
Ella misma comprobó que las puertas de las habitaciones de mi hija y la mía, con mi mujer dentro, estaban cerradas, cerrando por dentro la habitación de mi hijo: Por un momento me sentí en peligro como si estuviera acorralado y fuera a sufrir daños irreparables, pero al oír de nuevo su voz angelical me sentí nuevamente lleno de paz interior. Empezó diciéndome:
- Verá. Si le apetece podemos pasar un rato juntos y, si le apetece, sólo si le apetece, me hace algún regalo. Lo que usted quiera.
- ¿Un regalo? ¿Qué tipo de regalo?
- Lo que usted quiera, aunque lo cierto es que me iría muy bien poder elegir lo que más me guste y, para ello, lo mejor es el dinero.
La amiga de dieciocho años que mi hija había traído a dormir a mi casa era una putita colegiala. Joder. Y en ese momento, como si me estuviera leyendo el pensamiento a través de mis ojos de pazguato abiertos como platos y sin pestañear desde hacía rato, como si me reprendiera pero con un tono suave, infantil y pícaro en su voz, me dice:
- No soy una putita ¿sabe? No cobro por sexo, no está obligado a darme absolutamente nada, bueno, si me da un poco de placer mejor, pero si no me da ni eso tampoco pasa nada. Creo, por lo que he visto abajo, que usted está necesitado de un poco de cariño y estoy dispuesto a dárselo y no lo hago a cambio de dinero. Por eso no soy una putita.
- Vale, yo ... –Soy gilipollas, me ha delatado mi cara- Debió ver que no sabía cómo reaccionar y tomó la iniciativa absolutamente y lo hizo de tal modo que ni me di cuenta, me parecía que yo estaba controlando lo que hacía, cuando en realidad no había dicho más de once palabras en mis últimas cinco intervenciones. La verdad, no necesitaba hablar y, aunque la situación era de los más excitante, la tenía tan pequeña que me daba vergüenza imaginar que la pudiera ver así.
- ¿Qué le apetece hacer?
Mientras me desabrochaba la camisa, ni me había dado cuenta de que ya me había quitado una rebeca con cremallera, que estoy seguro que ...
... llevaba puesta, empezó a besarme el pezón izquierdo, recuerdo perfectamente que era el izquierdo y que mi polla empezaba a tomar forma para mi tranquilidad, en ese momento reaccioné.
- Perdona un momento, voy a asearme un poco, no tardo nada. Ponte cómoda y no te quites el pijama por favor. ¿Te apetece algo? ¿Un vaso de agua o de leche? Lo que sea.
Lo dije de un tirón y sin respirar, estaba más nervioso que el día de mi boda o el de mi primera vez.
- Nada, sólo que no tarde usted mucho, o se nos va a hacer muy tarde.
Había tomado, por un momento, la iniciativa y ya estaba bloqueado por una duda: ¿se nos iba a hacer muy tarde porque era algo desagradable que se le hacía largo o porque contaba con estar ocupada bastante tiempo y ansiaba empezar? Mientras lo pensaba, le pedí que abriera la puerta y viera si el pasillo estaba despejado y todo tranquilo. No quería ni pensar lo que podía pasar si me pillaban saliendo de la habitación y, encima, sin haber hecho nada, salí y me fui a mi baño pasando junto a mi esposa comprobando que estaba roque. Me limpie a toda velocidad los dientes y enjuague la boca con elixir, intentando no hacer mucho ruido. Me baje los pantalones y me quité los calzoncillos, me limpie bien los genitales y me subí los pantalones sin calzoncillos. Me apetecía ducharme, pero iba a hacer ruido y tardar demasiado. Salí de mi habitación y me dirigí a la de mi hijo que estaba abierta. Cerré tras entrar y vi a la niña acostadita y tapada. Me acosté a su lado, por cierto, que buena idea montar una cama grande a mi hijo. Le pedí:
- ¿Te sabría mal hacerme un striptease?
continuara...
si les gusto se agradece comentarios sobre lo que más les gusto y putos para seguir creciendo.
gracias
2 comentarios - Eran las tres de la mañana parte1