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Secretos de los vecinos Chang

¿No tuvieron una tienda en donde los dueños sean chinos? Es muy común en muchas partes, tanto porque los chinos son muchos y porque les encanta hacer negocios. En mi barrio la familia Chang era dueño de un autoservicio, ubicada algo cerca de mi casa.
Al parecer las cosas les iban bien, siempre con un auto nuevo, remodelaciones de casa y vacaciones en el exterior. La hija menor, Mei, iba al mismo instituto que yo, no era amiga mía pero solíamos charlar a veces y me enteraba de sus cosas por las redes sociales.
Si uno era un poco más listo podría darse cuente que los Chang gastaban más dinero de lo que un autoservicio podía suministrar.
Como me enteré no fue de la mejor forma. Todo comenzó una fría tarde, llovió todo el día y las nubes de tormenta amenazaban con quedarse ahí por varios días. Mis padres salieron y me quedé sola. Quise merendar café pero se había acabado de modo que salí al autoservicio para provisionarme de café y de alguna cosita dulce que estuviera en venta.
La tienda estaba cerrada. Pero a veces, como los Chang viven ahí, solíamos golpear el portón lateral y ellos muy amables te atendían de todas formas. Como llovía y ya estaba toda mojada yo no tenía nada que perder. Golpeé el portón y esperé, luego de algunos minutos escuché como del otro lado lo abrían.
Entré la guarecerme de la lluvia, dí las gracias y eso fue lo último que recuerdó. Lo siguiente que supe fue que estaba al parecer dentro de la casa de los Chang, en su sala, con las manos atadas a la espalda. Con la señora Chang y su hija Mei, totalmente desnudas en el suelo y con cinco hombres alrededor.
Uno pensaría que el pánico me ganaría, y efectivamente así fue, pero mantuve la boca cerrada. Estaba helada de miedo y no entendía nada. Uno de ellos, el que estaba más cerca mío y aparentemente el jefe del grupo se acercó a mí, se sentó en un de los almuadones, me agarró y me obligó a sentarme entre sus piernas. Comenzó a explicarme la situación, con la voz tan natural como si la cosa fuera cosa de todos los días.
"... debe dinero a mi jefe, el señor Quinteros. Pensó que podía salirse con la suya entonces mi Jefe, bondadoso él, le envía una última advertencia..."
No solo estaban desnudas ellas, todos ellos lo estaban también y no solo estaban ahí, sino que estaban teniendo sexo. O más bien ellos lo estaban teniendo porque claramente ellas no lo deseaban, al menos no de forma consciente. Mei lloraba mientras uno de ellos le acariciaba las pequeñas tetas. Su madre estaba en el piso y uno de ellos estaba encima de ella, entre sus piernas dándole caña con ímpetu.
"Normalmente el señor Quinteros solo manda a liquidarlos, al moroso y a toda su familia, pero ahora mostró mucha misericordia, este es una forma de aviso leve, un segunda oportunidad si quieres llamarlo así nena, espero que el tonto de Chang lo entienda. Solo mira, si el Chang tuviera un poco de ceso en su cabeza vacía hubiera pagado a tiempo y su familia ahora no tendría que pasar por esto. Pero nosotros también somos buenos, no la lastimamos, mientras cooperen un poco"
Los hombres se turnaban por la señora, se levantaba uno y otro ocupaba su lugar entre sus piernas, ella se quejaba pero el sonido inequívoco de sus fluidos mostraba que tan mal no la estaba pasando. Tenia unas tetas grandes y estaba alguno rellena, pero aún mantenía una buena figura, de seguro a través de cirugías pagadas por el señor Chang. Todo encajaba en mi mente, la buena vida tenía una oscura explicación, muy probablemente con el narcotráfico o algún tipo de mafia. El apellido Quinteros me sonaba, así como suenan todos los apellidos narcotraficantes famosos.
Mei en cambia, no tenía el cuerpo de su madre. Era una tabla, de bajo peso y piernas como palitos, casi nada de pecho y de un culito redondito pero muy chico. LA belleza, sin embargo lo tenía en cara. Oriental y muy blanca, parecía hecha de porcelana. Y ahora toda deshecha en lagrimas y despeinada, obligada a montar a uno de ellos mientras otro intentaba meterle el pene en la boca. Lo conseguía a ratos.
"Pero ahora tenemos un problema, un testigo. Tendremos que pensar que haremos contigo"
Era obvio que hablaba de mí. Quedé en silencio, en su regazo, atada de manos, viendo somo esos hombres abusaban de esas dos hermosas mujeres, madre e hija.
A la señora la estaban dando entre dos, ella acostada de lado y dos hombres, uno por delante y otro por detrás, la penetraban en un hermoso sándwich. Cada tanto rotaban y cambiaban de sujetos. Perdí la cuenta de cuantas veces la cogieron por cada entrada.
Mei lloraba más, por lo que recibía retos y golpes cada cierto tiempo. Pero ahora solo gemía, acostada sobre un tipo que la cogía por la vagina, mientras los demás la cogía por el culo. Ensartada en una doble penetración Mei entendió que mientras más ruido hacía más fuerte la follaban por lo que al final de la sesión ya no decía nada.
Por lo visto la situación ya había empezado antes de que yo llegara, por el jefe ya no las folló. Seguro fue el primero y ambas ya estaban muy maltratadas cuando yo recobré la consciencia.
Duraron bastante, debido a que todos tomaban descansos, por momentos las follaban a las dos por todos lados, pero a ratos solo uno follaba, como ahora, esta vez a Mei, con las delgadas piernas de ella en los hombros de un chico bastante fornido y dotado; mientras su mamá estaba en el suelo, tratando de tapar su desnudez mientras todos los demás miraban.
Y así la escena cambiaba. Pero a ambas las follaron por todos sus agujeros, estoy bastante segura que todos esos penes entraron mínimo una vez en cada agujero que las dos y toda mujer poseían.
Ya al final acostaron a Mei boca arriba y a la mamá la acostaron boca abajo, sobre Mei.
Ella comenzó a llorar y entre todos las agarraron del pelo a ambas y las obligaron a besarse. No pudieron evitarlo. Todos reían y vitoreaban mientras los labios de las dos rozaban, se movían y se besaban. Subió más de tono cuando uno de ellos puso su verga entre las dos bocas y ahora entre todos las obligaron a besarse con un pene entre las dos. Por supuesto todos pasaron por el privilegiado lugar, incluso el jefe que me vigilaba fue a disfrutar del oral a dos lenguas de madre e hija.
La cosa se calentó todavía más y varios comenzaron a follar a la señora allí mismo, le abrían las nalgas y la penetraban, tanto por la vagina como por el culo mientras ambas seguían besándose y chupando vergas.
Hasta que uno de ellos explotó entre ambas. Les llenó tanto de semen la cara ambas que parecía que más de uno había acabado. Entre todos las obligaron a lamer y limpiar la cara de la otra. Ambas quedaron sin rastro de semen.
Después fueron terminando uno a uno, más tranquilamente y ordenada. Usaban a Mei para eso. La colocaron a cuatro patas y la cogieron, lenta y profundamente por la entrada de atrás. A la mama la colocaron arrodillada muy cerca del culo de su hija y cada tanto, el que cogía, sacaba su verga del culo de Mei y la madre se la chupaba y ensalivaba, quizás con la esperanza de lubricarlo un poco.
De ese modo fue que acabaron todos, entre el ano de Mei y la boca de su mamá.
Las dejaron ahí y comenzaron a juntar sus cosas, borrar pistas y salir. El jefe, después de un rato, con el arma de fuego que tenía en la mano durante todo el evento, me habló.
"¿Qué haremos contigo? la política del jefe es sin testigos. Ya sabes, los únicos testigos que no hablan son los testigos que no están vivos"
Se me heló la sangre, ¿mi vida iba a acabar ahí? Mei y la señora Chang estaban en estasis y ni me miraban, ellas no dirían nada mucho menos después de esto y si el señor Chang no pagaba posiblemente iban a pasar a formar parte de las personas que no hablan que me explicaban.
-Prometo que no diré nada, por favor, por favor, por favor...- las lágrimas comenzaban a salirme y se me formó un nudo en la garganta tan grande que ya no pude hablar.
Hubo un momento de silencio y luego él habló.
-Tienes cinco minutos... - y con su arma se señaló la verga y luego se miró el reloj.
Al instante comprendí y debo decir que solo necesite de tres minutos.
Tragué su pene como nunca antes había tragado una verga. Literalmente mamé por mi vida.
Diría que medía como 17 centímetros, lo suficiente como para entrar en mi garganta y causarme ganas de vomitar. Pero no me importó y lo hice con tanta profesionalidad que apenas sentí dos arcadas. Lo metí tan dentro que mis labios se pegaron a su pelvis y con la pija en la garganta tragaba mi saliva y todo lo que él quisiera darme.
Como estaba atada no usé mis manos y tampoco el usó las suyas, todo quedo reducido al movimiento de mi cabeza que se movía solo para sacar medía pija de mi garganta y volver a entrar. Aunque cada cierto tiempo lo sacaba todo para chupar solo el glande, lo rodeada con mi lengua, rápidamente, me concentraba en estimular ese miembro lo mejor que podía aplicando todo lo que sabía. Lamiendo la zona baja de la cabeza, chupando y pasando la lengua suavemente. Metiendo en una garganta profunda toda la verga, tragando y sacando y metiendo con ritmo mantenido.
Sentí sus espasmos antes de la eyaculación, pero no me importo, seguí chupando, mi vida dependía de ello y di todo lo que podía. Él también lo hizo. Me lleno la boca de semen en el primer estallido, metí su pene profundo, con sus bolas en mi barbilla y ahí, dentro de mi garganta recibí los demás chorros. Tragué todo al instante.
"Muéstrame tu boca" Y lo hice, le abrí mi boca y le saqué la lengua, me palmeó la cabeza "Muy bien, eres una buena niña, así como te tragaste mi leche te vas a tragar lo que viste y lo le vas a decir a nadie ¿ok? ahora vamos, vamos afuera"





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