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El choripete.

Nos encontramos en mi casa, tenía que dirigirme a la Costanera (la parte de CABA). Paro un tacho y le pido que me lleve. Prepara el relojito para la cobranza y nos vamos. Después de un rato manejando, cuando estábamos cerca del lugar, noto que la tarifa sobrepasa la cantidad de plata que llevo. Como tanta diferencia no era, le pido que me baje ahí.
El chofer me dice "no, pibe, es horrible esta zona. Como mínimo, te rompen el orto por acá". Mi cara de chinwenwencha me delata siempre. A lo que el tachero me dice "te acerco, si igual no es lejos". Una penita, por que no me importaría que me hagan la colita un ratito, pensé. Estoy con tiempo todavía. Llegamos, le agradezco mil veces nuevamente la buena onda. Le digo en chiste que, en agradecimiento y para abonarle lo que le debo, le haría un petardo. Me mira con cara de "noooo, pibe, mil años que no me manosean el prepucio". Ok.
Dobla por una calle oscura que había ahí nomás. Apaga el auto, nos quedamos mirando. Era un canoso, no tan baqueteado, se notaba que se ocupa de sí mismo. Con buen porte. Lindito. Con manos y brazos grandes. Pancita. Buenas piernas. Me hace un gesto de "¿y ahora?".
Arranco yo, manoseándole todo lo que vendría siendo el ganso. Se le pone tiesa como una roca. Le bajo la bragueta, tan velozmente, que casi ni se percata de ello. De allí, sale un pedazo gordo, no tan grande, pero lo suficientemente delicioso. Con una cabeza que sobresalía de su pellejo. Mi boca, segrega saliva de manera exagerada. Acerco mis labios a su miembro, lo escupo, lo devoro, le confieso mi amor al pene. Siento cada venita latiendo en mi cavidad bucal. Mi lengua traviesa, juguetea con su falo.
De la desesperación, me hace soltarlo. Se desabotona el pantalón. Cae hasta la altura de sus rodillas. Descubro que no tenía ni calzones, si quiera. Ya vino preparado por si las dudas, o será que le parece cómodo. No lo sé. Me sujeta del cabello de la nuca, comienza a mover su pelvis. De arriba a abajo, velozmente. Era toda una fiera salvaje. Me garchaba la jeta él, LITERALMENTE. Se derrama litros y litros de mi baba, por no poder tragar. Por tener la trompita ocupada. Queda totalmente empapada.
¡QUE HOMBRE! Se va para el asiento trasero. Me llama. Reclama mi colita. Menea sus caderas, haciendo que su pija parada se mueva como una bandera que flamea en el asta. Ese contoneo me provoca. Me voy con él. Estábamos en la cúspide de la calentura. Me bajé el joggin que tenía. Él me ayuda, pero también se da cuenta que no tenía ropita interior puesta, por lo que, esperaba coger. Levanta la vista. Nos reímos. Cómplices.
Me toma de la cintura, me pone de espaldas y me hace sentar encima suyo, pero... de una forma tan rápida, que no me rescato. Ni bien me entero, lo tengo entero adentro mío. Me muevo encima de su pinocho. Adentro, afuera. Arriba, abajo. Qué delicia. Era un mantra que se repitió hasta el hartazgo. Vuela a la mierda mi pantalón. Me sujeta de las piernas, las levanta. Quedan apoyadas sobre el techo. Como era mas grandote que yo, logra ponerse de la forma menos incómoda para poder romperme bien el orto. Caigo de costado, quedamos como cuchareando. Continúa. Era incansable ese hombre. Pero todo llega a su fin y empieza a hacérmelo cada vez mas despacio. Hasta que sus piernas flaquearon. Temblorosas.
Ya casi viene mi premio. Me arrodillo ante él, como puedo. Mi culito estaba abierto. Algo dolorido. Con el escaso espacio que nos permite, estoy delante suyo. Mirándonos. Sin hablar, yo, le pedía mi mema. Él, me contaba lo bueno que estuvo y la de lechota que me quería dar. Se venía una cantidad exuberante. Un Tsunami. Y así fue, tal como me lo prometió sin largar ni media letra, todos sus hijos crudos salieron disparados de ese cañón de carne directo a mi rostro. Todo mi rostro. Fue el lechazo mas largo que recibí en la vida. Un manjar que nunca olvidaré.
Me dice que el peaje está más que pago. No hay deuda. Era más de lo que esperaba. Me limpio un poco la carita con un trapito que tenía en su guantera. Nos vestimos. Me deja justo en la misma calle del lugar donde habíamos acordado con los pibes. Salgo. Me da su Whatsapp, por si requiero de otro viaje. Por si ando corto de billete. Le agradezco agregándolo al toque.
Para mi sorpresa, ni bien me encuentro con mis amigos, nos saludamos. Nos contamos sobre la vida y, al cabo de un rato, uno me pregunta si quiero chori. Se me escapa una carcajada inconscientemente. Meneo la cabeza, negativamente. Me sonrojo. "No gracias, ya comí un buen chori hace un rato", fue mi respuesta.

1 comentarios - El choripete.

Nachodel80 +1
Que culeada te dio
Gabivdp
De solo recordarlo, se me moja la cola.