Este es el primer corte que decidimos publicar con mi mujer para que nos conozcan un poco. Ojalá sea la primera de muchas aventuras en forma escrita y que lo disfruten tanto como nosotros!
Primera parte: Humillado en mi propia casa.
¿Que podemos hacer? - Me preguntó ella. Rapidamente reconocí un dejo de suplica para arrastrar las palabras - Sería una lástima que tengamos que dejar la casa así... estamos cómodos y bien acá.
El tipo del alquiler, viejo comisario y caudillo del lugar, había llegado para el cierre del local, y discutía conmigo sobre el nuevo aumento exorbitante, mientras mi mujer se encargaba del almacén. Una vez fuera el último cliente, con un ademán le indique al viejo que me siguiera adentro, para asi poder tratar el tema con más tranquilidad. Nos colamos por debajo de las persianas de hierro, y un silencio sepulcral se apoderó de la habitación casi de manera instantánea. Cintia había dejado de limpiar la máquina de fiambre, y nos observaba como si algo maravilloso estuviera a punto de seceder.
¿Que tal? - lo saludó ella expectante.
Naturalmente, me volví para oír su respuesta, y entonces fue cuando lo encontré pasmado. Todo rastro de enojo y agitación debido a la discusión que teníamos hacia rato se había esfumado. Tenía los ojos clavados en mi esposa como si acabara de ver al mismísimo demonio, pero la expresión en su rostro no era de miedo o de reprobación. Más bien todo lo contrario, parecía maravillado.
Forzado por su naturaleza de cazador implacable, replicó de forma tardía pero con cierto interés - Hola Cintia, muy bien, ¿Y vos? No te había visto ahí atrás.
- Le parece linda - Pensé algo fastidioso - A todo el mundo le parece linda..
Acto seguido, luego de sacarse el delantal, Cintia rodeo el mostrador y se acercó a estrecharle la mano. Tenía en la cara la misma sonrisa estúpida que le devolvía el viejo comisario.
- Metiéndole al local, a full. Hoy tuvimos un día movido después de mucho tiempo - Era verdad. Después del furor en la inauguración del almacén, el flujo de clientes había disminuido considerablemente.
- La gente no tiene plata. Está todo muy difícil. Usted que cuenta de nuevo, ¿Todo bien? - Me buscó a mi intentando descifrar el motivo de la visita del sujeto, pero por mi cara se dió cuenta de que algo andaba mal.
Cintia - ¿Está todo bien? - Volvió a preguntar.
Él tardó unos segundos, pero volvió a contestar con el tono agrio que se suele utilizar normalmente para dar una mala noticia.
Coronel - De eso charlaba con tu novio, querida - El énfasis en la palabra novio logró irritarme todavía más que antes - Hace más de medio año que se mudaron acá y yo acepte su situación en aquel momento, ¿no? pero ahora es diferente. Dadas las circunstancias, como se dispararon los alquileres, los vine a ver para comunicarles que a partir del mes que viene va a haber un aumento del 20%.
Cintia me miró horrorizada. Estaba claro que con el nuevo alquiler nos iba a ser imposible cubrir todos los gastos de la casa.
Cintia - Discúlpeme Comisario - Se había acercado un poco más al tipo, y le hablaba de una forma tan sumisa que hacía que me herviera la sangre - Cuando llegamos acá, mi marido y yo le comentamos nuestra inquietud con respecto a nuestro bebé. Nos interesa tener todas las comodidades para él y sin su ayuda nos hubiera sido imposible. ¿Usted se da cuenta que no es viable para nosotros pagar esa cantidad de plata? - El silencio reinó por unos segundos y luego continuo - El día que le consulte por la casa usted hablo conmigo y me dijo que estuviera tranquila, que de alguna manera podíamos llegar a algún acuerdo si nos surgía algún inconveniente.
Comisario - Yo me acuerdo todo lo que hablé con vos corazón - Sentencio - ¿Cómo me voy a olvidar? Pero tenemos que resolverlo de alguna forma. Yo estoy siendo comprensivo con ustedes, pero ustedes no lo están siendo conmigo...
- ¿Esto que nos decís es en serio?¿¡Vos estás hablando en serio!? - grité.
Por un segundo me pareció que el tipo se me iba a tirar encima pero no sucedió. Se le veía imponente y respiraba con dificultad. Incluso reparé en su revolver clavado en uno de los costados y pensé que podía llegar al punto de usarlo para intimidarme. Cintia lo sostenía de la muñeca como desesperada.
- ¿Que haces? - Le pregunté a ella. Me sentí abatido. Extrañado.
Él también había tardado en reparar en que lo habían detenido del brazo antes de que hiciera algo.
Cintia - Mi vida, por favor. ¿Que podemos hacer? - Con los ojos llorosos me pedía que cooperará de alguna manera, pero no estaba siendo capaz de ver lo que había dentro de su cabeza, ni cuál era aquella solución que tanto necesitabamos - Sería una lástima que tengamos que dejar la casa así... estamos cómodos y bien acá.
Coronel - Me parece que tu mujer tiene razón. Levantandonos la voz no vamos a llegar a ninguna parte.
Intenté despegar los labios pero no hubo caso, me quedé estático observandolos.
Mi esposa, en un arrebato de torpeza y gratitud, le tendió su mano para mostrarse de acuerdo con la paz establecida y acto seguido el viejo comisario la consoló con más suspicacia y delicadeza de la que nadie jamás hubiera imaginado.
Coronel - Tranquila bella, vos y yo estamos de acuerdo en que Matías va a encontrar alguna solución a nuestro problema, y que todo va a salir bien. ¿No Matías?
Mientras veía como el viejo le sujetaba la mano y hacia caricias sobre sus dedos, mi cabeza intentaba traducir una situación que parecía ficticia, sacada de un videojuego o algo parecido. El odio que me estaba corroyendo por dentro pocos segundos atrás, parecía transformarse en otra cosa diferente. Algo un poco menos desagradable.
¿Por qué mi mujer se comportaba así tan repentinamente? ¿Por qué el viejo la trataba de forma tan melosa y la tomaba de la mano como si sintiera toda la confianza del mundo?
Incluso ahora mientras recuerdo la escena casi casi en su perfección, no logro comprender como la trama se fue retorciendo más y más hasta un punto casi irreal. ¿Que me estaban sugiriendo?
Cintia - Mi amor, ¿Está bien? - Volvió a insistir ¿Que estaba bien? Se estaban aprovechando de mi y de mi señora adelante de mis ojos - Me parece que podríamos pensar mas como él, antes de tomar una decisión apresurada.
-"Más como él"- ...
Luego de lo dicho, se acercó pegando el costado de su cadera a la de el y le dió un empujoncito suave. Una especie de culazo sutil, como si con eso hubiera querido darme a entender que estaban ambos del mismo bando.
Me sentí tan sucio. Entonces fue cuando comprendí que la solución era dejar que las cosas ocurrieran y sentarme a observar los resultados. ¿A caso eso estaba bien?
Cintia todavía me observaba con el rostro surcando por mil sentimientos indescifrables. Tenía los cachetes rojos y respiraba entrecortadamente.
Comisario - Tranquila, seguro que él ya lo entendió - Las facciones se le contorscionaban por el morbo, aunque aún así no perdía la compostura ni por un momento - ¿No Matías?¿Te vas a calmar vos también?
El tipo entonces había tomado confianza y se ergía como un gigante. Del nerviosismo, lo único que atiné a hacer fue dar un par de pasos hacía atrás y terminé tirando un pequeño estante con algunos productos adentro. Tenía el cuerpo paralizado.
Mi esposa y el viejo se pegaron un poco más, y el la fue rodeando con el brazo derecho por detrás. Pude ver cómo deslizaba su mano por la parte baja de la espalda, recorriendo su cadera y envolviendola finalmente por el otro lado para apretujarla aún más. Podía sentir todo lo que el le hacía, conocía aquella piel casi como la palma de mi mano. Una vez descubiertas su caderas, continuo recorriendo su cuerpo hacía arriba. Arrastro las yemas por su vientre de forma delicada y se topo con su ombligo describiendo movimientos círculares. Afilaba el tacto por encima del vestido floreado de Cintia que, como todas las mañanas, se ponía para estar más cómoda trabajando. Intuyo que en aquel momento se dió cuenta de que ya no iba a reaccionar para impedir lo que ocurría, porque se entregó a los movimientos acompasados del comisario y dejó que le apoyaran el culo con alevosía.
Se le dibujo en el rostro una expresión de placer que únicamente le había conocido en la intimidad y un morbo inexplicable se apoderó de todo mi cuerpo. La rubia se retorcía con el tipo detrás mientras el jugaba con sus tetas. Las hacía rebotar en el lugar y después las apretaba con descaro. Después le estiraba los pezones como si fueran de goma y otra vez volvían las muecas de puro placer. Era el verdadero infierno.
Repentinamente, después de un rato de manoseos y caricias perversas en total silencio, el viejo se sacó a mi mujer de encima, la recostó boca abajo sobre la heladera de fiambres y le apoyó una mano en el culo para delimitar territorio. Mi mujer miraba embelesada, dirigía la cabeza de un lado a otro sin dar total crédito a lo que ocurría, al igual que yo.
Comisario - Presta atención - me dijo mirándome fijo - Si no podés mantener a tu familia, yo te voy a dar una mano para que aprendas a cuidarlos. Si entendés lo que te digo... el alquiler no les va a ser un problema.
Asentí. No me interesaba escucharlo, no podía hacer otra cosa más que observar la fotografía que tenía delante como un autómata. Cómo recompensa a mí afirmación, le metió un chirlo con violencia que nos hizo estremecer a mi y a ella en el lugar.
Cintia - !Ay! - Exclamó - ¿Que me vas a hacer?
Comisario - No te preocupes - la tranquilizó - Recién nos estamos conociendo un poco mejor, Cintia, ¿No te parece? Sería una falta de respeto hacer algo que vos no quieras. Además de que ahora no tengo mucho tiempo, tengo que volver a la calle. - Volvió a observarme aún con la mano apoyada en su culo y preguntó - ¿Te parece que desfile un poco para mi? Me gustaría verla un poquito más antes de irme.
Mi mujer se incorporó radiante, y cumplió con las instrucciones del tipo al pie de la letra.
Coronel - ¿Podés pasear por el local? Aunque me gustaría que te sacarás el vestido para eso.
Ella muy obediente cumplió, y con su ayuda se retiró el vestido por encima, quedándose parada en el medio del local únicamente con su ropa interior de color negra.
- Sos una mina hermosa, Cintia - Le dijo - ¿Me podés hacer un último favor? Antes de que te pongas a gatear por todo el lugar, por qué si, vas a gatear por todo el almacén, ¿podrías sacarte el corpiño? Que lo hagas en tetas en la única condición.
Ella escuchaba atentamente. Largó una risita tonta y una vez de rodillas, se desprendió del corpiño dejándonos ver dos tetas rebosantes, hinchadas por el periodo de lactancia.
Cintia - ¿Así está bien?
Comisario - Así está perfecto, preciosa. No te desesperes, pero yo te voy a escoltar. Dame un momento.
Por un minuto lo miré desconcertado. Se acomodó la panza con un poco de dificultad, y se retiró el cinto del pantalón. No sin antes dejar sobre el mostrador el revolver y una serie de porquerías que llevaba en los bolsillos. Cuando descubrí las intenciones del comisario volví a sentir un calor intenso en mi entrepierna. Unas ganas de tocarme me surgian incontenibles, pero no quería darle el gusto al tipo de verme así en frente de ella.
- Te voy a poner correa y collar, así te moves pero por dónde yo te diga.
Cintia - dale.
Sin más preámbulos, le dió un tironcito del cuello y ella comenzó a pasear junto a él como una perrita de buenos modales. No podía creer que mi mujer estuviera gateando por todo el negocio únicamente con una tanga metida en el culo. ¡Y con un tipo llevandola de la correa!
Coronel - ¿Te querés correr, Matías? - Habían dado la vueltita de prueba y otra vez esperaban a la mitad del negocio - ¿Te la imaginas así limpiando la heladeras? ¿O cortando fiambre para los clientes? Me parece que está idea te va a gustar tanto como a mi.
Le dió un nuevo tironcito para poder rodear los dos juntos el mostrador y se la llevó maneando la cola provocativamente hasta el fondo en dónde estaba la máquina de fiambres.
Continuará...
Les agradeceríamos muchos los comentarios y criticas constructivas, como también los puntos. Todo suma para que podamos crear un contenido mejor para ustedes. Besos de mi señora para todos! Buena semana.
Primera parte: Humillado en mi propia casa.
¿Que podemos hacer? - Me preguntó ella. Rapidamente reconocí un dejo de suplica para arrastrar las palabras - Sería una lástima que tengamos que dejar la casa así... estamos cómodos y bien acá.
El tipo del alquiler, viejo comisario y caudillo del lugar, había llegado para el cierre del local, y discutía conmigo sobre el nuevo aumento exorbitante, mientras mi mujer se encargaba del almacén. Una vez fuera el último cliente, con un ademán le indique al viejo que me siguiera adentro, para asi poder tratar el tema con más tranquilidad. Nos colamos por debajo de las persianas de hierro, y un silencio sepulcral se apoderó de la habitación casi de manera instantánea. Cintia había dejado de limpiar la máquina de fiambre, y nos observaba como si algo maravilloso estuviera a punto de seceder.
¿Que tal? - lo saludó ella expectante.
Naturalmente, me volví para oír su respuesta, y entonces fue cuando lo encontré pasmado. Todo rastro de enojo y agitación debido a la discusión que teníamos hacia rato se había esfumado. Tenía los ojos clavados en mi esposa como si acabara de ver al mismísimo demonio, pero la expresión en su rostro no era de miedo o de reprobación. Más bien todo lo contrario, parecía maravillado.
Forzado por su naturaleza de cazador implacable, replicó de forma tardía pero con cierto interés - Hola Cintia, muy bien, ¿Y vos? No te había visto ahí atrás.
- Le parece linda - Pensé algo fastidioso - A todo el mundo le parece linda..
Acto seguido, luego de sacarse el delantal, Cintia rodeo el mostrador y se acercó a estrecharle la mano. Tenía en la cara la misma sonrisa estúpida que le devolvía el viejo comisario.
- Metiéndole al local, a full. Hoy tuvimos un día movido después de mucho tiempo - Era verdad. Después del furor en la inauguración del almacén, el flujo de clientes había disminuido considerablemente.
- La gente no tiene plata. Está todo muy difícil. Usted que cuenta de nuevo, ¿Todo bien? - Me buscó a mi intentando descifrar el motivo de la visita del sujeto, pero por mi cara se dió cuenta de que algo andaba mal.
Cintia - ¿Está todo bien? - Volvió a preguntar.
Él tardó unos segundos, pero volvió a contestar con el tono agrio que se suele utilizar normalmente para dar una mala noticia.
Coronel - De eso charlaba con tu novio, querida - El énfasis en la palabra novio logró irritarme todavía más que antes - Hace más de medio año que se mudaron acá y yo acepte su situación en aquel momento, ¿no? pero ahora es diferente. Dadas las circunstancias, como se dispararon los alquileres, los vine a ver para comunicarles que a partir del mes que viene va a haber un aumento del 20%.
Cintia me miró horrorizada. Estaba claro que con el nuevo alquiler nos iba a ser imposible cubrir todos los gastos de la casa.
Cintia - Discúlpeme Comisario - Se había acercado un poco más al tipo, y le hablaba de una forma tan sumisa que hacía que me herviera la sangre - Cuando llegamos acá, mi marido y yo le comentamos nuestra inquietud con respecto a nuestro bebé. Nos interesa tener todas las comodidades para él y sin su ayuda nos hubiera sido imposible. ¿Usted se da cuenta que no es viable para nosotros pagar esa cantidad de plata? - El silencio reinó por unos segundos y luego continuo - El día que le consulte por la casa usted hablo conmigo y me dijo que estuviera tranquila, que de alguna manera podíamos llegar a algún acuerdo si nos surgía algún inconveniente.
Comisario - Yo me acuerdo todo lo que hablé con vos corazón - Sentencio - ¿Cómo me voy a olvidar? Pero tenemos que resolverlo de alguna forma. Yo estoy siendo comprensivo con ustedes, pero ustedes no lo están siendo conmigo...
- ¿Esto que nos decís es en serio?¿¡Vos estás hablando en serio!? - grité.
Por un segundo me pareció que el tipo se me iba a tirar encima pero no sucedió. Se le veía imponente y respiraba con dificultad. Incluso reparé en su revolver clavado en uno de los costados y pensé que podía llegar al punto de usarlo para intimidarme. Cintia lo sostenía de la muñeca como desesperada.
- ¿Que haces? - Le pregunté a ella. Me sentí abatido. Extrañado.
Él también había tardado en reparar en que lo habían detenido del brazo antes de que hiciera algo.
Cintia - Mi vida, por favor. ¿Que podemos hacer? - Con los ojos llorosos me pedía que cooperará de alguna manera, pero no estaba siendo capaz de ver lo que había dentro de su cabeza, ni cuál era aquella solución que tanto necesitabamos - Sería una lástima que tengamos que dejar la casa así... estamos cómodos y bien acá.
Coronel - Me parece que tu mujer tiene razón. Levantandonos la voz no vamos a llegar a ninguna parte.
Intenté despegar los labios pero no hubo caso, me quedé estático observandolos.
Mi esposa, en un arrebato de torpeza y gratitud, le tendió su mano para mostrarse de acuerdo con la paz establecida y acto seguido el viejo comisario la consoló con más suspicacia y delicadeza de la que nadie jamás hubiera imaginado.
Coronel - Tranquila bella, vos y yo estamos de acuerdo en que Matías va a encontrar alguna solución a nuestro problema, y que todo va a salir bien. ¿No Matías?
Mientras veía como el viejo le sujetaba la mano y hacia caricias sobre sus dedos, mi cabeza intentaba traducir una situación que parecía ficticia, sacada de un videojuego o algo parecido. El odio que me estaba corroyendo por dentro pocos segundos atrás, parecía transformarse en otra cosa diferente. Algo un poco menos desagradable.
¿Por qué mi mujer se comportaba así tan repentinamente? ¿Por qué el viejo la trataba de forma tan melosa y la tomaba de la mano como si sintiera toda la confianza del mundo?
Incluso ahora mientras recuerdo la escena casi casi en su perfección, no logro comprender como la trama se fue retorciendo más y más hasta un punto casi irreal. ¿Que me estaban sugiriendo?
Cintia - Mi amor, ¿Está bien? - Volvió a insistir ¿Que estaba bien? Se estaban aprovechando de mi y de mi señora adelante de mis ojos - Me parece que podríamos pensar mas como él, antes de tomar una decisión apresurada.
-"Más como él"- ...
Luego de lo dicho, se acercó pegando el costado de su cadera a la de el y le dió un empujoncito suave. Una especie de culazo sutil, como si con eso hubiera querido darme a entender que estaban ambos del mismo bando.
Me sentí tan sucio. Entonces fue cuando comprendí que la solución era dejar que las cosas ocurrieran y sentarme a observar los resultados. ¿A caso eso estaba bien?
Cintia todavía me observaba con el rostro surcando por mil sentimientos indescifrables. Tenía los cachetes rojos y respiraba entrecortadamente.
Comisario - Tranquila, seguro que él ya lo entendió - Las facciones se le contorscionaban por el morbo, aunque aún así no perdía la compostura ni por un momento - ¿No Matías?¿Te vas a calmar vos también?
El tipo entonces había tomado confianza y se ergía como un gigante. Del nerviosismo, lo único que atiné a hacer fue dar un par de pasos hacía atrás y terminé tirando un pequeño estante con algunos productos adentro. Tenía el cuerpo paralizado.
Mi esposa y el viejo se pegaron un poco más, y el la fue rodeando con el brazo derecho por detrás. Pude ver cómo deslizaba su mano por la parte baja de la espalda, recorriendo su cadera y envolviendola finalmente por el otro lado para apretujarla aún más. Podía sentir todo lo que el le hacía, conocía aquella piel casi como la palma de mi mano. Una vez descubiertas su caderas, continuo recorriendo su cuerpo hacía arriba. Arrastro las yemas por su vientre de forma delicada y se topo con su ombligo describiendo movimientos círculares. Afilaba el tacto por encima del vestido floreado de Cintia que, como todas las mañanas, se ponía para estar más cómoda trabajando. Intuyo que en aquel momento se dió cuenta de que ya no iba a reaccionar para impedir lo que ocurría, porque se entregó a los movimientos acompasados del comisario y dejó que le apoyaran el culo con alevosía.
Se le dibujo en el rostro una expresión de placer que únicamente le había conocido en la intimidad y un morbo inexplicable se apoderó de todo mi cuerpo. La rubia se retorcía con el tipo detrás mientras el jugaba con sus tetas. Las hacía rebotar en el lugar y después las apretaba con descaro. Después le estiraba los pezones como si fueran de goma y otra vez volvían las muecas de puro placer. Era el verdadero infierno.
Repentinamente, después de un rato de manoseos y caricias perversas en total silencio, el viejo se sacó a mi mujer de encima, la recostó boca abajo sobre la heladera de fiambres y le apoyó una mano en el culo para delimitar territorio. Mi mujer miraba embelesada, dirigía la cabeza de un lado a otro sin dar total crédito a lo que ocurría, al igual que yo.
Comisario - Presta atención - me dijo mirándome fijo - Si no podés mantener a tu familia, yo te voy a dar una mano para que aprendas a cuidarlos. Si entendés lo que te digo... el alquiler no les va a ser un problema.
Asentí. No me interesaba escucharlo, no podía hacer otra cosa más que observar la fotografía que tenía delante como un autómata. Cómo recompensa a mí afirmación, le metió un chirlo con violencia que nos hizo estremecer a mi y a ella en el lugar.
Cintia - !Ay! - Exclamó - ¿Que me vas a hacer?
Comisario - No te preocupes - la tranquilizó - Recién nos estamos conociendo un poco mejor, Cintia, ¿No te parece? Sería una falta de respeto hacer algo que vos no quieras. Además de que ahora no tengo mucho tiempo, tengo que volver a la calle. - Volvió a observarme aún con la mano apoyada en su culo y preguntó - ¿Te parece que desfile un poco para mi? Me gustaría verla un poquito más antes de irme.
Mi mujer se incorporó radiante, y cumplió con las instrucciones del tipo al pie de la letra.
Coronel - ¿Podés pasear por el local? Aunque me gustaría que te sacarás el vestido para eso.
Ella muy obediente cumplió, y con su ayuda se retiró el vestido por encima, quedándose parada en el medio del local únicamente con su ropa interior de color negra.
- Sos una mina hermosa, Cintia - Le dijo - ¿Me podés hacer un último favor? Antes de que te pongas a gatear por todo el lugar, por qué si, vas a gatear por todo el almacén, ¿podrías sacarte el corpiño? Que lo hagas en tetas en la única condición.
Ella escuchaba atentamente. Largó una risita tonta y una vez de rodillas, se desprendió del corpiño dejándonos ver dos tetas rebosantes, hinchadas por el periodo de lactancia.
Cintia - ¿Así está bien?
Comisario - Así está perfecto, preciosa. No te desesperes, pero yo te voy a escoltar. Dame un momento.
Por un minuto lo miré desconcertado. Se acomodó la panza con un poco de dificultad, y se retiró el cinto del pantalón. No sin antes dejar sobre el mostrador el revolver y una serie de porquerías que llevaba en los bolsillos. Cuando descubrí las intenciones del comisario volví a sentir un calor intenso en mi entrepierna. Unas ganas de tocarme me surgian incontenibles, pero no quería darle el gusto al tipo de verme así en frente de ella.
- Te voy a poner correa y collar, así te moves pero por dónde yo te diga.
Cintia - dale.
Sin más preámbulos, le dió un tironcito del cuello y ella comenzó a pasear junto a él como una perrita de buenos modales. No podía creer que mi mujer estuviera gateando por todo el negocio únicamente con una tanga metida en el culo. ¡Y con un tipo llevandola de la correa!
Coronel - ¿Te querés correr, Matías? - Habían dado la vueltita de prueba y otra vez esperaban a la mitad del negocio - ¿Te la imaginas así limpiando la heladeras? ¿O cortando fiambre para los clientes? Me parece que está idea te va a gustar tanto como a mi.
Le dió un nuevo tironcito para poder rodear los dos juntos el mostrador y se la llevó maneando la cola provocativamente hasta el fondo en dónde estaba la máquina de fiambres.
Continuará...
Les agradeceríamos muchos los comentarios y criticas constructivas, como también los puntos. Todo suma para que podamos crear un contenido mejor para ustedes. Besos de mi señora para todos! Buena semana.
9 comentarios - Soy cornudo primerizo, conocé a Cintia. Primera parte:
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