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Átame a ti: Capítulo 5

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Átame a ti: Capítulo 5


Capítulo 5
Estrés


Un fuerte portazo acompañó las pisadas firmes que atravesaron la sala hasta la habitación. So lanzó la mochila con violencia y rabia, haciendo que rebotara de la cama y se estrellara contra la pared. Sacó el teléfono celular del bolsillo trasero de su pantalón vaquero y notó que no tenía ninguna notificación de mensajes. Gruñó y lo dejó con brusquedad sobre el escritorio.


Empezó a deshacerse de la ropa rápidamente, casi con desesperación, y caminó con paso firme hasta al baño, dispuesta a darse una ducha helada.


No estaba enojada, sino lo siguiente. Y lo peor de todo es que ni siquiera sabía si tenía sentido o derecho de estarlo. Pero estaba encabronadísima y no podía ocultarlo.


Su día, desde que comenzó, había ido mal. La noche anterior se había desvelado por terminar un estúpido trabajo que, se suponía, debía entregar durante el transcurso del día y que tenía comiéndole la cabeza dos semanas ¡Dos semanas! Cuando por fin pudo entender del todo lo que debía hacer, se apresuró en completarlo y, al finalizar, eran las jodidas tres de la madrugada. Se resignó, sabía que dormiría tan solo un par de horas. Desgraciadamente, estaba tan exhausta que apenas tocó la comodidad de su cama, se durmió sin activar la alarma del teléfono.


Para colmo, Ana Lucía no se dignó si quiera a despertarla.


Llegó tan tarde a la universidad que ni siquiera le dio tiempo de asistir a la primera clase del día. Para empeorar la situación, el profesor que debía recibirle el trabajo con el cual se quemó las pestañas hasta las tres de la mañana, no fue, y ni siquiera tuvo la decencia de notificar su falta.
Cuando llegó la hora de la comida, el humor de So era el de una gárgola sedienta de sangre… pero aun iba a empeorar. Estaba a punto de pedir su almuerzo, pero se dio cuenta que había dejado la billetera. Gruñó, desesperada.


Estaba furiosa, con hambre y sin dinero. El estrés del estúpido trabajo había afectado su ánimo y la suma de factores desafortunados habían conseguido que este se deteriorara aún más. La primera solución que se cruzó por su mente, era la más obvia; llamar a Lu. Ella podría pagar su almuerzo ese día y, en caso de que no tuviera dinero, podría llevarla rápidamente hasta el departamento en la motocicleta para que buscara su billetera, ya que no le daba tiempo de prepararse algo. Pero era obvio que ese día nada saldría como ella quería, ni algo tan rutinario como que su hermana le respondiera.


La llamó tres veces seguidas y en todas cayó directamente el buzón de voz. Le dejó más de diez mensajes y no recibió respuesta en ninguno. Ana Lucía no tenía entrenamiento ese día, tampoco tenía clases al mediodía, por lo que no había nada que ella supiera que la mantuviera tan ocupada como para no responderle un maldito mensaje.


Me está ignorando. Concluyó.


Si esto formaba parte de alguno de sus juegos de Ama y Sumisa, lo sentía mucho, pero no estaba de humor para ello y las reglas implícitas o lo que sea que existieran en su relación no le importaban en ese momento. Era el volcán Vesubio a punto de entrar en erupción y dispuesta a llevarse a todos por el medio. Después de todo, ella no había firmado ningún contrato, ni había aceptado condiciones ni nada, por lo que no tenía que aguantar ese tipo de desplantes… especialmente en un momento donde realmente la necesitaba.


Cuando las clases finalizaron, So tuvo que caminar todo la vía de regreso hasta la urbanización. Si bien era cierto que la distancia entre el campus universitario y los apartamentos era relativamente corta en un vehículo, cuando se hacía caminando era realmente pesado. Especialmente en días tan calurosos como éste, con la brisa seca y cálida del verano golpeando sin misericordia. Los pies se movían veloces y el ceño jamás dejó de estar fruncido en ningún momento. Parecía que estaba exigiéndose al máximo para caminar lo más rápido posible, como si se tratase de una maratonista.


Por suerte, o porque el destino es un maldito irónico, se encontró con un compañero de clases que le ofreció llevarla en su auto las últimas dos cuadras que faltaban para llegar a su residencia. El aire acondicionado del vehículo fue un placebo inmediato que acarició su rostro húmedo y sonrosado por el calor, pero eso no aplacó el mal humor.


Apenas entró al departamento, miró en todas direcciones y afinó el oído. No escuchó nada, miró a la cocina y hacia la sala y no había rastro de su hermana. La casa estaba en completo silencio, lo que indicaba que estaba sola, cosa que, por algún motivo, la enfureció más. Lanzó la puerta con toda la rabia y se dirigió hasta su habitación.


So estuvo por más de una hora bajo la cascada de agua helada que caía de la ducha. Cuando salió, sentía los músculos entumecidos y estaba cansada. Miró el reloj en su teléfono y eran pasadas las cinco de la tarde Ana Lucía seguía sin dar señales de vida. Suspiró sonoramente e intentó aclarar su mente, ella sabría cuando se dignaría a aparecer y molestarse por ello carecía de sentido, pero no podía evitarlo.


En ese momento descubrió que, más enfadada, estaba dolida; ser ignorada por su hermana era el peor sentimiento que podía sentir, lo que le hizo evocar momentos pasados. Aquellos cuando Lu había decidido alejarse.


Con una dolorosa opresión en el pecho, decidió que lo mejor sería distraerse y su mejor opción fue, como no, Twitter.


Al menos pasaría las horas leyendo como otras personas eran más miserables que ella.
2
Eran casi las ocho de la noche cuando escuchó el familiar sonido metálico de la cerradura al abrirse. Supo inmediatamente que se trataba de su hermana, pero ella o se movió. Se forzó a no ir a recibirla y frunció el ceño, anclando la mirada en la pantalla del celular, aunque sabía que la concentración se había esfumado.


Los pasos de la mayor se escucharon perfectamente en el silencioso pasillo. So notó la sombra de su hermana cuando pasó frente a la puerta abierta de la habitación hasta alcanzar la suya. Minutos después, salió envuelta en una toalla en dirección al baño, donde se encerró por más de media hora.


Durante todo ese tiempo, Lu no dijo una palabra; no la saludó, no explicó su repentina desaparición, no hizo nada. Y esa actitud comenzó a encender la llama de la ira nuevamente.


— ¿No hay nada para comer? Muero de hambre


So volteó con un movimiento lento y mecánico, mirándola con cara de póker. Mantuvo el duelo de miradas por unos segundos en los que repasó el enorme monólogo lleno de reclamos e insultos que quería tirarla a la cara… pero no dijo nada, era lo mejor. Volvió la vista hacia su teléfono, sin ver nada realmente.


— ¿So?
— Hay huevos y harina, hazte una arepa o algo — respondió al fin con tono brusco y ponzoñoso. Sabía perfectamente que su hermana no sabía cocinar muy bien, pero no le importaba en ese momento.
— Eh… ok — dijo. Hizo el ademán de retirarse, pero no lo hizo y giró nuevamente en dirección a So. — ¿Sucede algo?
— En absoluto. — Otra respuesta tajante.
Ana Lucía la miró, ahora, seria. — ¿Por qué me hablas así?
— Al menos yo te hablo… —  ironizó.
— ¿Qué?
— Nada, vale. Ve a preparar la cena, no puedes acostarte sin comer.
— No — dijo adentrándose en la habitación y parándose frente a ella. — ¿Qué pasa?
— ¿Quieres saber qué pasa? — Preguntó irónicamente y le mostró su celular. — Esto pasa, doña estrella. Te escribí como diez mensajes y te llamó más de una vez durante el día y ni un solo mensaje. Ni uno, ni siquiera para avisarme que no te vería la cara en todo el día.
— ¿Estás molesta por que no te escribí?
— Estoy molesta porque no sabía dónde demonios estabas, si estabas bien, mal, si estabas en la universidad o en otro maldito estado — dijo casi gritando. — Y no te creas… sé que no tienes que decirme nada — el tono de su voz se volvió extraño, más suave. Pero rápidamente aumentó en decibeles. — Pero, ¿sabías que me quedé dormida y no tuviste ni la consideración de despertarme?, ¿Sabías que por eso olvidé mi billetera y estuve todo el día sin comer nada? Te llamaba para ver si podías prestarme algo para comer. Pero no, miss independencia no tiene por qué notificarle nada a nadie, ¿verdad? Sólo ella tiene derecho a preguntar y a exigir. Tú eres la Ama y yo la Sumisa, ¿no?


Respiró profundamente, dándose cuenta que no lo había hecho durante la retahíla de palabras que había escupido presa de la ira. Estaba ansiosa por oír las excusas que le daría, pero los segundos pasaron y no escuchó nada. Lu solo estaba ahí, parada, mirándola sin expresión alguna. No podía leerla, no sabía que pensaba o si lo hacía siquiera. Solo veía sus ojos fríos atravesándolas como lanzas de hielo.


Lu giró sobre sus talones y caminó hacia la cocina. Odiaba cocinar, lo detestaba y por eso había llegado al acuerdo de hacerlo solo los domingos, pero su hermana tenía razón en una cosa; mañana tenía entrenamiento a primera hora de la mañana y acostarse sin cenar correctamente le restaría demasiadas energías.


Tomó un delantal de mala gana y se amarró la melena rojiza en una cola de cabello alta, dispuesta a cocinar… o al menos a intentarlo. Después de todo, era una arepa con huevos fritos, su escasa habilidad culinaria debían ser suficientes.


Los ruidos de sartenes y platos cesaron. Minutos después, las luces del hogar se apagaron y, por primera vez en muchísimo tiempo, se acostaron sin despedirse.
3
Eran las una y treinta y uno de la madrugada y So no había pegado un ojo.


Su cabeza era una montaña rusa de emociones. Por momentos sentía que tenía todo del derecho de haber dicho aquello, su molestia estaba más que justificada, pero la mirada que recibió al final deshizo todos sus esquemas ¿Era molestia? ¿Decepción? ¿Dolor? ¿Ganas de golpearla? ¿Qué quería decir su hermana con esa expresión? So se dio cuenta que, por primera vez, no podía comprenderla.


Se levantó intentando hacer el menor ruido posible y caminó hasta el baño. Se sentó en el inodoro dispuesta a orinar, pero un lejano sonido le llamó la atención. Afinó el oído y percibió que venía de la habitación de Lu. Tampoco estaba dormida.


Se aseó y bajó la cadena. Salió del baño y se dirigió a la cocina, encontrándose con un pequeño reguero de una sartén y algunos cubiertos sucios. Sonrió, era gracioso que su hermana, con veintitrés años, aun no pudiera cocinar decentemente.


Pero para eso estoy yo. Pensó, con orgullo. Y con ese sentimiento caminó hasta la habitación de su hermana.


Tocó suavemente la puerta antes de abrirla, a sabiendas de que nunca la cerraba con llave. Efectivamente, Lu se encontraba viendo videos en el celular. So hizo una mueca. Ella debía descansar para poder rendir correctamente en el entrenamiento de mañana.


— Hola…
— Hola.
— ¿No puedes dormir?
— Uhm…
— Yo tampoco puedo — dijo y caminó hasta el pie de la cama. Se sentó en el suelo y descansó la espalda en el colchón.


Estuvieron en silencio varios minutos que parecieron ser años. Al punto de que la incomodidad era palpable en el ambiente. So suspiró sonoramente, sin saber que su hermana también lo había hecho disimuladamente.


— Había un trabajo que, supuestamente debía entregar hoy, pero el profesor no asistió. Ese trabajo me tiene estresada… bueno, viste que no estuve de tan buen humor la última semana — bromeó, pero al ver que su hermana no emitía ningún sonido, continuó —, en fin, una serie de circunstancias destruyó mi estado de ánimo y que no me contestaras pudrió todo. Lo pagué contigo. Lo siento…


Lu había dejado el teléfono a un lado y miró al techo un instante antes de hablar: — Estaba en una reunión con el decano. — Explicó, So frunció el ceño, extrañada. — Hablábamos sobre una posibilidad de conseguir una beca. El dinero es suficiente para pagar el departamento, al menos, así aliviaríamos un poco a papá… — intentó bromear, pero la voz sonó extraña. — Discutimos varios asuntos para que me la pudieran dar y no pudo contestar. Lo siento, estaba algo nerviosa y no presté atención a nada.


Ambas se sintieron apenadas ante su actitud y como esta había derivado en algo que muy pocas veces ocurría entre ellas; tensión. En ese momento, se dieron cuenta de algo, cuanto menos, curioso ¿Qué hermanos normales no peleaban entre ellos? Bueno, su relación no podía definirse como una normal…


El mutismo volvió a envolverlas, pero por alguna razón, ninguna quería que la otra se apartase de ella. Solo el viento frío que se colaba por la ventana abierta de la habitación y los pequeños rayos de luz proveniente de la luna bañaban apenas el lugar. Pero al cabo de unos minutos de incertidumbre, fue Lu quien quebrantó el silencio.


— ¿Sigues estresada?
So rio irónicamente. — No tienes idea.
— Bueno — carraspeó. — Conocía a una chica que, cuando estaba estresada… decía que la mejor solución era sentir sensaciones que abrumaran tus sentidos. Pero no era una sensación normal, debía ser algo que empezara en lo más superficial de tu cuerpo y fuese penetrando cada fibra de tu ser, hasta colarse en tú mente y llevarse todo por el medio como un huracán. Que lo único que hubiera en tú cabeza era lo que sentías en ese preciso instante.


Un pequeño silencio se formó de nuevo. So había escuchado cada palabra, pero no se atrevía a decir nada hasta no asimilarlas completamente. De repente, una vorágine de deseo comenzó a manar desde el interior de su pecho, recorriendo sus venas, llenándola completamente. Su pecho se sintió apretado y comenzó a subir y a bajar drásticamente. El calor subió desde su vientre hasta el rostro, tiñéndolo de rojo.


Asustada y ansiosa por partes iguales, tragó saliva y preguntó: — ¿Qué clase de sensaciones? ¿Qué… qué hacía?
— Tú lo viste. En mi computadora. Morena, rulos, bajita…


No respondió nada. Sintió como se le paraba el corazón y se le helaba la sangre, solo para comenzar a bombear como una locomotora y hacer hervir el torrente que corría por sus arterias. Había visto muchas cosas en su computadora, algunas bastante fuertes e, incluso, peligrosas, o que sencillamente sobrepasaban su límite. Al menos por el momento… sin embargo, había otras que, sin duda, podría hacer. La descripción de la mujer llegó como un flash a su mente y, entonces, lo supo.


Se levantó, sin emitir una sola palabra, su pecho ardía y el corazón latía sin control. Lu miró fijamente, con una expresión seria, pero segura, aunque por dentro estuviera igual de nerviosa con su hermana. Observó como la menor llevaba las manos hasta las caderas y enganchaba el elástico de sus bragas, tirando de ellas hasta que la diminuta prenda de algodón cayó al piso, quedando desnuda de la cintura para abajo.


So trepó sobre la cama y Lu se sentó, dándole espacio y observando con más claridad. La cabeza de la más pequeña era un huracán de emociones, tal cual había comentado la mayor. Y aún no habían hecho nada, pero ser consciente que estaba exhibiendo, no solo su culo, también su coño totalmente desnudo, le transmitía un pudor que solo podía compararse con la imperiosa necesidad de transmitir que entendía lo que le había dicho y que necesitaba con urgencia que la hiciera sentir esas sensaciones que arrancarían de su pecho el maldito estrés.


Gateó sobre el colchón hasta posicionarse al lado de Lu y se acostó suavemente. El estómago descansó sobre su regazo y los dorados ojos no perdieron la oportunidad de admirar el suave trasero a su disposición. La mano siniestra se alzó suavemente y se acercó hasta la tersa piel; la yema de los dedos acarició, apenas con un roce que se apreciaba imperceptible, pero que había significado un shock en ambas mujeres. Inmediatamente, la lujuria y el placer comenzaron a encenderse en los sexos.


Lu no aceleró el momento, delineó cada curva como si estuviera dibujándola en su mente, grabándola a fuego para no olvidarla nunca. Pasó el dedo índice y medio por la parte posterior de los muslos, recorriendo a lo largo la piel, sintiendo como esta ardía al tacto. Escaló la voluptuosidad de su hermana, acarició los sexys hoyuelos de Venus hasta alcanzar su otra nalga. Cuando estuvo sobre ella, usó la totalidad de su mano para apretar los suaves y voluptuosos músculos, recreándose con el tacto. No podía negarlo, su hermana estaba ridículamente buena y ella no era de acero; le gustaban las mujeres, no era un secreto para nadie, mucho menos para So. Incluso pensó que aquello era una especie de tetra para hacerla perder los estribos. Pero se mantuvo firme.


Dejó de manosearla y alzó la mano izquierda, dejándola suspendida sobre su cabeza. Los músculos del brazo se tensaron antes de dejarlo caer con violencia. Un sonido similar a un chapoteo explotó en el mutismo de la habitación, combinado con un sonoro gemido camuflado de grito. So pegó un brinco en el mismo lugar ante la sorpresa e, inmediatamente, sintió un calor abrazador en su nalga derecha. Mismo calor que sentía Lu en la palma de la mano.


Un segundo estallido y otro grito resonaron en la habitación, esta vez cruzando su glúteo izquierdo. Le ardía, le producía comezón, le quemaba… pero aun así arqueó la espalda y alzó más su culo, dándole mejor acceso,  una tercera nalgada cayó con una fiereza casi cruel. Esta vez el grito fue ahogado por el colchón desordenado. So había pegado el rostro a la cama y se había anclado con ambas manos a la sábana, arrugándola. Lu la miró desde arriba, con la mano alzada, pero antes de continuar su castigo, se dobló lo suficiente para poder susurrar en su oído con una voz ronca y cargada de deseo:


— Quiero oírte.


Un cuarto trallazo magulló la piel de la menor de las Menotti, arrancándole un grito que vibró en su garganta y retumbó en toda la habitación. Apretó aún más las sábanas, sintiendo como las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas. Su rostro ardía y su entrepierna se contraía ante cada nalgada ¿Había perdido la cabeza? Era bastante probable… pero esa era su intención desde un principio. Entendía los riesgos y los asumía gustosa con total responsabilidad.


Los azotes continuaron hasta alcanzar el décimo. Lu podía sentir la mano metida en fuego, quemándole incesantemente, estaba roja y levemente hinchada, pero ese era el precio a pagar para poder crear una obra de arte como aquella. Sus ojos ambarinos se recrearon con el culo magullado y casi violáceo de So, quien sollozaba de forma apenas audible, temblando sobre su regazo.


So se sentía humillada, había sido vejada por voluntad propia, pero su mente estaba en éxtasis, en blanco, sin estrés, sin miedos, sin rastros del rencor o la ansiedad que le habían acompañado hasta hace una hora.


Sin retirar a su hermana del regazo, la mayor se inclinó hasta la mesa ratona y se estiró todo lo que pudo hasta alcanzar un pequeño bote redondo y ancho. Lo destapó y tomó una buena porción de crema humectante. Acarició suavemente el cabello de su hermana y dejó caer la fría y pringosa sustancia sobre los glúteos, provocando un respingo de sorpresa.


So sintió como la pomada se esparcía por la magullada piel y un tremendo alivio la socorrió. El dolor sofocante que percibía desde su trasero poco a poco se transformó en una cálida y placentera sensación que la abrumó, adormeciendo sus sentidos hasta un punto donde el control de su cuerpo no era suyo.


Y así escapó un gemido.


Un gemido suave y húmedo salió de los labios de So cuando apretó con fuerza las sábanas, arrastrándolas y arrugándolas. Su espalda se arqueó en un espasmo de placer mientras un goce asfixiante se apoderaba de su coño desnudo, finalizando con un líquido tibio bañando los muslos de Lu y dejándola totalmente exhausta y en estado delectado.


Corrieron unos cuantos minutos necesarios de recuperación que lograron que la respiración se compensara. Lu la sostuvo por la cintura y dejó que su cuerpo se relajara sobre la suavidad del colchón y las sábanas, que significaron un alivio inmediato al ardor en su culo. Inmediatamente se posicionó de medio lado y cerró las piernas lo más que pudo, So no quería mostrarle un primer plano de su coño hinchado, dilatado y húmedo, aunque estaba segura que su hermana podía intuirlo por su estado.


Aun así, no hizo nada, se quedó en esa posición, sintiéndose ligera y el cansancio le arropaba como si el mismo Morfeo le estuviera acurrucando. Estiró la mano hasta tocar la izquierda de su hermana, sabiendo que era esta extremidad el arma que había sido usada para azotarla hasta correrse. La besó suavemente antes de susurrar un apenas audible «¿Puedo dormir aquí?», pero no pudo escuchar la respuesta; cayó rendida al sueño en ese preciso instante.
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Notas de autora:
Un nuevo capítulo que va construyendo la relación de estas pervertidas xD Poco a poco So se va a ir destapando más, no se me impacienten. Recuerden que pueden seguirme en mi twitter: @andy_relatos ♥ Este semana será doble capítulo!

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