Relato de sexo infiel de una mujer casada.
A Ignacio (Nacho), mi marido, nos conocimos en primer año de la secundaria.
Cuando sus granos de acné se desvanecieron y poco después de que me vino la regla, me di cuenta de que era realmente lindo y con físico, sobresaliente, moldeado por años de gimnasio y natación.
Fácilmente podría conquistar a cualquier chica en nuestra pequeña ciudad.
Pero me brindaba un especial cariño a mí.
Ya en la facultad, nos pusimos de novios y fue una tarde de verano que me entregué a él, segura de que se lo había merecido por los años de devoción hacia mí.
Al contrario de lo que tenía asumido, por los dichos de mi madre y tías, mi primera vez fue realmente deliciosa y nada traumática. Nacho tuvo una sensibilidad casi femenina al sobarme, casi como si tuviera miedo de lastimarme, fue muy tierno pero apasionado.
Imposible no disfrutar de su modo de hacerme el amor.
Al finalizar los estudios, nos casamos. A mis 25 años teníamos dos hijitos y por despecho, por primera vez le fui infiel con Nicolás (Nico, con el que reincidí algunas veces durante tres años seguidos).
Con Nacho la relación y matrimonio era impecable: amor, pasión, eros, complicidad.
Luego de mi primera infidelidad por despecho (por su ausencia inconsulta), siguió reinando el sentimiento (nos amamos), pero la convivencia comenzó a desvanecerse y, el erotismo, el placer sexual, a convertirse en algo parecido a un hábito.
Sexo casi por convención en lugar de complicidad efervescente.
En mis adentros, una molesta sensación de aburrimiento.
Nacho, enfrascado en su trabajo, probablemente no se había percatado pero, yo le había dado la debida importancia.
No tuve (ni tengo) ganas de enfrascarme en discusiones que hubieran resquebrajado la armonía que, al fin y al cabo, siempre ha/había sido una constante en nuestro convivir.
Decidí esperar la evolución natural de la situación y, en el mientras tanto, concederme “paréntesis”, bocanadas de deleites eróticos, con mi amante cuarentón, Nicolás (En todas las ocasiones que venía a Buenos Aires).
Nacho + Nico eran los dos, únicos, varones en cogerme. Hasta que un día, casualmente, añadí una nueva infidelidad con nuevos cómplices.
Se llamaban Manuel e Kevin.
Sucedió una tarde de verano en la cual Nacho había salido del País, (por una semana por trabajo) y mis dos nenitos, en Mundo Marino – San Clemente del Tuyú, con mis padres.
A poco de mi regreso del trabajo, sonó el timbre de calle.
“El cartero” pensé, pero en el intercomunicador del portero eléctrico, escuché:
-Buenas tardes, soporte técnico de Mo….r, …. –
Recién ahí recordé que mi marido, el jueves de la semana anterior, había solicitado reparación del video cable que teníamos contratado, y que la visita del técnico quedó programada para el lunes siguiente a la tarde.
Al abrir la puerta del departamento me encontré con dos muchachos, bien parecidos, con un físico admirable. No vestían uniforme, su ropa era cuidada y de calidad, cara diría.
Sus modales eran amables pero decididos, desenvueltos.
Los acompañé en sus idas y vueltas, a los dos televisores que tenemos instalados, durante la reparación.
Uno de ellos concentrado en su instrumental y herramientas. Su colega husmeaba en el ambiente, de turno, donde estábamos los tres, y a menudo su mirada se fijaba en mí, como si me estuviera inspeccionando.
En un momento me di cuenta que estaba vestida con ropa escasa, de modo indecente: bombacha, shortcito ajustado, corpiño y solo una bata ligera. Era un día caluroso y no pensaba salir ni recibir visitas. Fingí no darme cuenta, con la esperanza de que los dos chicos, terminado el servicio, se irían rápidamente.
No fue así.
Dialogaron en voz baja y luego, uno de ellos:
-Listo, era el decodificador, lo cambiamos!- me dijo
Luego, con una expresión en los ojos sugestiva, agregó:
-Disculpe señora, ¿puedo pasar al baño un momento?-
Asentí con la cabeza y le mostré dónde estaba el baño de invitados.
Confieso que en mi imaginación vislumbré al chico, buen mozo, con la verga en la mano mientras orinaba y mi cuerpo, se inflamó de deseo.
Tal vez fue por el descuido y ausencia de mi marido y el largo tiempo transcurrido desde la última visita de mi amante, Nico, a la ciudad.
Me dí vuelta para borrar esa puerca fantasía de mi mente pero me encontré cara a cara con el otro muchacho que, en prestancia, no era menos que su compañero.
Como si hubiera leído mis pensamientos, sonrió con picardía y, entre dientes, soltó:
-¡No solo sos amable sino también muyyy hermosa!... ¡No tenés idea de cómo me calentás!-
El inesperado, explícito, sincero y vulgar, comentario, no me escandalizó ni me asustó.
Reavivó, aumentada, la sucia fantasía que me había acalorado segundos antes.
Kevin, ese era su nombre, se percató, me vino encima, me sobó y manoseó lascivamente. Después de un par de amagos de rechazo, dejé que me besase con pasión y deseo ardiente.
“Rápido para el mandado” me llevó, en vilo, al dormitorio, me desvistió, me empaló y me cogió con fuerza y vehemencia. No llegué a verle la verga, hasta bastante después del orgasmo delicioso que me regaló, la gocé, adentro.
Transcurrido un breve relax, se arrodilló en la cama, dejándome a la vista una verga realmente enorme casi recta y, sin tacto y vulgarmente me dijo lo que pretendía:
-Chupámela toda!-
Como fascinada, me puse en cuatro frente a él y culo afuera de la cama, agarré con la mano el garrote palpitante pretendiendo, en vano, hacerlo desaparecer dentro de mi boca. Sobraba glande y algo más.
Mientras disfrutaba lamiendo y tragando aquella fiera caliente, algo duro, también caliente, comenzó a “escarbar” entre los grandes labios de mi concha.
Ahí me acordé que eran dos y el otro, Manuel, después de lamérmela y frotármela me clavó hasta el fondo su miembro en la chocha, ardiente.
Era la primera vez que le metía los cuernos a Nacho, con dos y no sentía ningún sentimiento de culpa, al contrario me sentía tan excitada como pocas veces antes. Dos pijas potentes me llenaban de placer y me regalaron orgasmos múltiples que, paradójicamente, me estaban poniendo más y más hambrienta de goce.
Kevin acabó en mi boca casi ahogándome en semen y, instantes después, mi cachucha se llenó del ídem de su colega que había explotado dentro de mí haciéndome tocar el cielo con las manos.
Como, el de mi video cable había sido el último service del día, me siguieron cogiendo de todas las formas posibles obsequiándome múltiples orgasmos de los que nunca me he arrepentido.
A Nacho + Nico su sumaron en un solo día Kevin + Manuel.
Pasé a tener cuatro vergas en mi haber.
A Ignacio (Nacho), mi marido, nos conocimos en primer año de la secundaria.
Cuando sus granos de acné se desvanecieron y poco después de que me vino la regla, me di cuenta de que era realmente lindo y con físico, sobresaliente, moldeado por años de gimnasio y natación.
Fácilmente podría conquistar a cualquier chica en nuestra pequeña ciudad.
Pero me brindaba un especial cariño a mí.
Ya en la facultad, nos pusimos de novios y fue una tarde de verano que me entregué a él, segura de que se lo había merecido por los años de devoción hacia mí.
Al contrario de lo que tenía asumido, por los dichos de mi madre y tías, mi primera vez fue realmente deliciosa y nada traumática. Nacho tuvo una sensibilidad casi femenina al sobarme, casi como si tuviera miedo de lastimarme, fue muy tierno pero apasionado.
Imposible no disfrutar de su modo de hacerme el amor.
Al finalizar los estudios, nos casamos. A mis 25 años teníamos dos hijitos y por despecho, por primera vez le fui infiel con Nicolás (Nico, con el que reincidí algunas veces durante tres años seguidos).
Con Nacho la relación y matrimonio era impecable: amor, pasión, eros, complicidad.
Luego de mi primera infidelidad por despecho (por su ausencia inconsulta), siguió reinando el sentimiento (nos amamos), pero la convivencia comenzó a desvanecerse y, el erotismo, el placer sexual, a convertirse en algo parecido a un hábito.
Sexo casi por convención en lugar de complicidad efervescente.
En mis adentros, una molesta sensación de aburrimiento.
Nacho, enfrascado en su trabajo, probablemente no se había percatado pero, yo le había dado la debida importancia.
No tuve (ni tengo) ganas de enfrascarme en discusiones que hubieran resquebrajado la armonía que, al fin y al cabo, siempre ha/había sido una constante en nuestro convivir.
Decidí esperar la evolución natural de la situación y, en el mientras tanto, concederme “paréntesis”, bocanadas de deleites eróticos, con mi amante cuarentón, Nicolás (En todas las ocasiones que venía a Buenos Aires).
Nacho + Nico eran los dos, únicos, varones en cogerme. Hasta que un día, casualmente, añadí una nueva infidelidad con nuevos cómplices.
Se llamaban Manuel e Kevin.
Sucedió una tarde de verano en la cual Nacho había salido del País, (por una semana por trabajo) y mis dos nenitos, en Mundo Marino – San Clemente del Tuyú, con mis padres.
A poco de mi regreso del trabajo, sonó el timbre de calle.
“El cartero” pensé, pero en el intercomunicador del portero eléctrico, escuché:
-Buenas tardes, soporte técnico de Mo….r, …. –
Recién ahí recordé que mi marido, el jueves de la semana anterior, había solicitado reparación del video cable que teníamos contratado, y que la visita del técnico quedó programada para el lunes siguiente a la tarde.
Al abrir la puerta del departamento me encontré con dos muchachos, bien parecidos, con un físico admirable. No vestían uniforme, su ropa era cuidada y de calidad, cara diría.
Sus modales eran amables pero decididos, desenvueltos.
Los acompañé en sus idas y vueltas, a los dos televisores que tenemos instalados, durante la reparación.
Uno de ellos concentrado en su instrumental y herramientas. Su colega husmeaba en el ambiente, de turno, donde estábamos los tres, y a menudo su mirada se fijaba en mí, como si me estuviera inspeccionando.
En un momento me di cuenta que estaba vestida con ropa escasa, de modo indecente: bombacha, shortcito ajustado, corpiño y solo una bata ligera. Era un día caluroso y no pensaba salir ni recibir visitas. Fingí no darme cuenta, con la esperanza de que los dos chicos, terminado el servicio, se irían rápidamente.
No fue así.
Dialogaron en voz baja y luego, uno de ellos:
-Listo, era el decodificador, lo cambiamos!- me dijo
Luego, con una expresión en los ojos sugestiva, agregó:
-Disculpe señora, ¿puedo pasar al baño un momento?-
Asentí con la cabeza y le mostré dónde estaba el baño de invitados.
Confieso que en mi imaginación vislumbré al chico, buen mozo, con la verga en la mano mientras orinaba y mi cuerpo, se inflamó de deseo.
Tal vez fue por el descuido y ausencia de mi marido y el largo tiempo transcurrido desde la última visita de mi amante, Nico, a la ciudad.
Me dí vuelta para borrar esa puerca fantasía de mi mente pero me encontré cara a cara con el otro muchacho que, en prestancia, no era menos que su compañero.
Como si hubiera leído mis pensamientos, sonrió con picardía y, entre dientes, soltó:
-¡No solo sos amable sino también muyyy hermosa!... ¡No tenés idea de cómo me calentás!-
El inesperado, explícito, sincero y vulgar, comentario, no me escandalizó ni me asustó.
Reavivó, aumentada, la sucia fantasía que me había acalorado segundos antes.
Kevin, ese era su nombre, se percató, me vino encima, me sobó y manoseó lascivamente. Después de un par de amagos de rechazo, dejé que me besase con pasión y deseo ardiente.
“Rápido para el mandado” me llevó, en vilo, al dormitorio, me desvistió, me empaló y me cogió con fuerza y vehemencia. No llegué a verle la verga, hasta bastante después del orgasmo delicioso que me regaló, la gocé, adentro.
Transcurrido un breve relax, se arrodilló en la cama, dejándome a la vista una verga realmente enorme casi recta y, sin tacto y vulgarmente me dijo lo que pretendía:
-Chupámela toda!-
Como fascinada, me puse en cuatro frente a él y culo afuera de la cama, agarré con la mano el garrote palpitante pretendiendo, en vano, hacerlo desaparecer dentro de mi boca. Sobraba glande y algo más.
Mientras disfrutaba lamiendo y tragando aquella fiera caliente, algo duro, también caliente, comenzó a “escarbar” entre los grandes labios de mi concha.
Ahí me acordé que eran dos y el otro, Manuel, después de lamérmela y frotármela me clavó hasta el fondo su miembro en la chocha, ardiente.
Era la primera vez que le metía los cuernos a Nacho, con dos y no sentía ningún sentimiento de culpa, al contrario me sentía tan excitada como pocas veces antes. Dos pijas potentes me llenaban de placer y me regalaron orgasmos múltiples que, paradójicamente, me estaban poniendo más y más hambrienta de goce.
Kevin acabó en mi boca casi ahogándome en semen y, instantes después, mi cachucha se llenó del ídem de su colega que había explotado dentro de mí haciéndome tocar el cielo con las manos.
Como, el de mi video cable había sido el último service del día, me siguieron cogiendo de todas las formas posibles obsequiándome múltiples orgasmos de los que nunca me he arrepentido.
A Nacho + Nico su sumaron en un solo día Kevin + Manuel.
Pasé a tener cuatro vergas en mi haber.
2 comentarios - De dos a cuatro de una.