A los pocos días de graduarnos, con los pibes decidimos hacer una fiesta de despedida. Para esto, nos dispusimos a ponernos de acuerdo para poder hacer una cena entre el curso completo (o lo que se pudiera). De 22 compañeros, logramos que vengan 16. Bastante. Fue una cena multitudinaria. Hicimos la reserva y nos encontramos.
Entre la multitud, ni me esperé que estuviera Marty también incluído. Digamos que me alegró la noche.
La reunión transcurrió tranquila. Todos tomamos moderadamente. Yo, debo de admitir, terminé algo "picado", pero tranqui. Lo único recalcable, son las veces que nos encontrábamos en el baño con él. Era algo mágico y sexual. No parábamos de besarnos y tocarnos. Las ganas no se hacían esperar.
Tras la ingesta, algunos decidimos continuar la parranda. Pool mediante, le recordé la primera vez que nos conocimos. Me confesó que le calentó más apoyarme a mí, que a la novia. Obviamente, la calentura dijo hola de nuevo.
Nos intentamos escabullir al baño para, al menos, besarnos, pero estaba repleto de gente. Nos fuimos a la parte de afuera para hacernos los que íbamos a "fumar" (aunque ninguno lo hacía). Intentamos dar una "vuelta manzana", pero los que fumaban marihuana entendieron que queríamos eso.
Él ya no podía verme jugando al pool, porque lo calentaba verme agachándome. Mi shorcito, que no era corto (pero sí apretado), lo calentaba. Yo creo que ya estaba hasta el cerebro de leche. A pesar de sus muchas pajas en mi honor, no podía aguantarse. Le pedí que banque un poco, que ya nos íbamos.
Cuando, al fin, dieron las 6, todos parecían empezar a dirigirse a la puerta. Mucho sueño había en esos rostros. Menos en Marto y en mí.
Como ya era Diciembre, el sol acostumbraba salir a las 5 y 30, así que tampoco podíamos hacer nada sexual en plena calle con tanta luz. Por aquel entonces, mi vieja laburaba de domingo a domingo de 6 a 14, con un franco cada cuatro días. Ese domingo a la matina, fue laboral. En conclusión, tenía la casa sola para los dos. Encima, él debía patear unas 20 cuadras más todavía.
Le digo, vení a casa a "descansar". Tenés hasta las dos de la tarde para que estemos a solas. Aceptó al toque, sin pensarlo.
Ni bien pisé el umbral de mi edificio, las manoseadas no se hicieron esperar. Sus manos empezaron a recorrer de pe a pa todo lo que se llame glúteo. Estaba hecho un toro. Con mucho esfuerzo, logré meter la llave para entrar al pasillo de la edificación y ya estábamos en plena previa.
Como vivía en el último piso de un edificio de 3, tuvimos que usar la escalera. En el transcurso, me bajé el shorcito y le mostré la tanga blanca que tenía puesta. Ni bien lo hice, no dudó un segundo en hundir su rostro y darle una bofetada. Qué delicia. Sus manos y su lengua, lograron aumentarme la temperatura.
Una vez llegados, me agarró de la cintura y me llevó a un lavadero que había antes de pasar a la terraza al costado del depto donde yo me alojaba. Me besó con tal calentura, que me enloqueció.
Los besos y los toqueteos continuaron. Mientras eso ocurría, yo, le tocaba la pija y le hacía la paja por encima del pantalón. Él, me colaba sus extremidades, que eran largas y finas.
Era tocar el cielo, al fin lo íbamos a hacer, hasta que... ¡sonó mi celular! Era mi señora madre preguntándome si ya había llegado.
Aprovechando ese arrebato a la concentración, mensajeó a su madre, avisando que llegaría tarde. Que se quedaría en mi casa.
Mientras hablaba, noté que su pija empezaba a encogerse, por lo que me dispuse a masajeársela, a darle mimitos.
Estaba totalmente tiesa. Nunca vi una poronga tan erecta. Era delgada, pero larga. Como de unos 19 cms, acompañado de un par de huevos que colgaban. Lampiños. Impolutos. Ambos pedían amor.
Le empezó a hablar tanto, que me aburrí y me arrodillé. Lo miré con ojitos de golosa. Le pelé la pija y procedí a comérsela toda.
Puse todas mis habilidades en hacer ese pete, que casi ni entendió lo que le decía la madre. Me esforcé tanto, que siento que le hice poner los ojitos en blanco.
Soltó el celular, me sujetó del pelo y me cogió la boca. Mi perspectiva me permitía ver cómo su pupo iba y venía. Levanté la mirada y noté que su cara apuntaba al techo. Sus quejidos me decían que estaba en las nubes. Extasiados. Paraba para permitirme a mí tomar las riendas.
Así fue, volví a tener el control del asunto. No me gustaba tanto como el dominio que sostenía sobre mi boca, pero me dejaba saborearle todo su miembro.
Se sentó. Aprovechando que estaba de rodillas, me hizo ponerme de espaldas a él para hacerme el orto. Como estaba contra él, cogiéndome bien fuerte, las nalgadas no se hicieron esperar.
Después de un rato así, bombeándome el culo, me pone frente a él. Era una delicia hasta cuando se le patinaba.
Los besos siguieron, los pijazos también. Hasta que, en un momento, caigo al suelo boca arriba. Su pija se desprende de mis interiores. Se pone a pajearse al lado de mi cara.
Yo, de goloso que soy, me puse boca abajo, paré las patitas, le dije que no y me prendí al pete de nuevo. Mientras se pajeaba, mi boca lo ayudaba a estimularse más rapidamente. Cerró los ojos, gimió y todo fluyó.
Toda la leche que se venía preparando, pasó por todo su pito hermoso hasta salir expulsado con la fuerza orgásmica que sentía.
El primero, fue directo a mi cabello. El segundo a uno de mis ojos. El tercero, a mi nariz, casi mi boca. Hasta que, el último poquito cuando le exprimo la verga, todo a mi mentón. Lo limpio con mi dedo. Me lo chupo. Lo miro con carita de putita golosa. Suspiraba de placer con los ojos cerrados. Sonrisa de oreja a oreja. Sudorosos.
Otro chorrazo conseguido. Otro orgasmo alcanzado. Otro chongo satisfecho.
Entre la multitud, ni me esperé que estuviera Marty también incluído. Digamos que me alegró la noche.
La reunión transcurrió tranquila. Todos tomamos moderadamente. Yo, debo de admitir, terminé algo "picado", pero tranqui. Lo único recalcable, son las veces que nos encontrábamos en el baño con él. Era algo mágico y sexual. No parábamos de besarnos y tocarnos. Las ganas no se hacían esperar.
Tras la ingesta, algunos decidimos continuar la parranda. Pool mediante, le recordé la primera vez que nos conocimos. Me confesó que le calentó más apoyarme a mí, que a la novia. Obviamente, la calentura dijo hola de nuevo.
Nos intentamos escabullir al baño para, al menos, besarnos, pero estaba repleto de gente. Nos fuimos a la parte de afuera para hacernos los que íbamos a "fumar" (aunque ninguno lo hacía). Intentamos dar una "vuelta manzana", pero los que fumaban marihuana entendieron que queríamos eso.
Él ya no podía verme jugando al pool, porque lo calentaba verme agachándome. Mi shorcito, que no era corto (pero sí apretado), lo calentaba. Yo creo que ya estaba hasta el cerebro de leche. A pesar de sus muchas pajas en mi honor, no podía aguantarse. Le pedí que banque un poco, que ya nos íbamos.
Cuando, al fin, dieron las 6, todos parecían empezar a dirigirse a la puerta. Mucho sueño había en esos rostros. Menos en Marto y en mí.
Como ya era Diciembre, el sol acostumbraba salir a las 5 y 30, así que tampoco podíamos hacer nada sexual en plena calle con tanta luz. Por aquel entonces, mi vieja laburaba de domingo a domingo de 6 a 14, con un franco cada cuatro días. Ese domingo a la matina, fue laboral. En conclusión, tenía la casa sola para los dos. Encima, él debía patear unas 20 cuadras más todavía.
Le digo, vení a casa a "descansar". Tenés hasta las dos de la tarde para que estemos a solas. Aceptó al toque, sin pensarlo.
Ni bien pisé el umbral de mi edificio, las manoseadas no se hicieron esperar. Sus manos empezaron a recorrer de pe a pa todo lo que se llame glúteo. Estaba hecho un toro. Con mucho esfuerzo, logré meter la llave para entrar al pasillo de la edificación y ya estábamos en plena previa.
Como vivía en el último piso de un edificio de 3, tuvimos que usar la escalera. En el transcurso, me bajé el shorcito y le mostré la tanga blanca que tenía puesta. Ni bien lo hice, no dudó un segundo en hundir su rostro y darle una bofetada. Qué delicia. Sus manos y su lengua, lograron aumentarme la temperatura.
Una vez llegados, me agarró de la cintura y me llevó a un lavadero que había antes de pasar a la terraza al costado del depto donde yo me alojaba. Me besó con tal calentura, que me enloqueció.
Los besos y los toqueteos continuaron. Mientras eso ocurría, yo, le tocaba la pija y le hacía la paja por encima del pantalón. Él, me colaba sus extremidades, que eran largas y finas.
Era tocar el cielo, al fin lo íbamos a hacer, hasta que... ¡sonó mi celular! Era mi señora madre preguntándome si ya había llegado.
Aprovechando ese arrebato a la concentración, mensajeó a su madre, avisando que llegaría tarde. Que se quedaría en mi casa.
Mientras hablaba, noté que su pija empezaba a encogerse, por lo que me dispuse a masajeársela, a darle mimitos.
Estaba totalmente tiesa. Nunca vi una poronga tan erecta. Era delgada, pero larga. Como de unos 19 cms, acompañado de un par de huevos que colgaban. Lampiños. Impolutos. Ambos pedían amor.
Le empezó a hablar tanto, que me aburrí y me arrodillé. Lo miré con ojitos de golosa. Le pelé la pija y procedí a comérsela toda.
Puse todas mis habilidades en hacer ese pete, que casi ni entendió lo que le decía la madre. Me esforcé tanto, que siento que le hice poner los ojitos en blanco.
Soltó el celular, me sujetó del pelo y me cogió la boca. Mi perspectiva me permitía ver cómo su pupo iba y venía. Levanté la mirada y noté que su cara apuntaba al techo. Sus quejidos me decían que estaba en las nubes. Extasiados. Paraba para permitirme a mí tomar las riendas.
Así fue, volví a tener el control del asunto. No me gustaba tanto como el dominio que sostenía sobre mi boca, pero me dejaba saborearle todo su miembro.
Se sentó. Aprovechando que estaba de rodillas, me hizo ponerme de espaldas a él para hacerme el orto. Como estaba contra él, cogiéndome bien fuerte, las nalgadas no se hicieron esperar.
Después de un rato así, bombeándome el culo, me pone frente a él. Era una delicia hasta cuando se le patinaba.
Los besos siguieron, los pijazos también. Hasta que, en un momento, caigo al suelo boca arriba. Su pija se desprende de mis interiores. Se pone a pajearse al lado de mi cara.
Yo, de goloso que soy, me puse boca abajo, paré las patitas, le dije que no y me prendí al pete de nuevo. Mientras se pajeaba, mi boca lo ayudaba a estimularse más rapidamente. Cerró los ojos, gimió y todo fluyó.
Toda la leche que se venía preparando, pasó por todo su pito hermoso hasta salir expulsado con la fuerza orgásmica que sentía.
El primero, fue directo a mi cabello. El segundo a uno de mis ojos. El tercero, a mi nariz, casi mi boca. Hasta que, el último poquito cuando le exprimo la verga, todo a mi mentón. Lo limpio con mi dedo. Me lo chupo. Lo miro con carita de putita golosa. Suspiraba de placer con los ojos cerrados. Sonrisa de oreja a oreja. Sudorosos.
Otro chorrazo conseguido. Otro orgasmo alcanzado. Otro chongo satisfecho.
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