Esta es la historia de Emilia, una mujer que a sus 30 años decide mirar hacia atrás y hacer un top 10 de sus mejores anécdotas de sexo, rememorando amantes, tríos, lugares exóticos y muchas cosas que la hicieron llegar a los mejores orgasmos de su vida. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
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Capítulo 4: Primeras experiencias – Puesto n° 7
A medida que avancen los puestos las historias se van a ir volviendo cada vez más calientes y rebuscadas, con tramas enredadas y giros inesperados que hicieron de la noche un momento único. Como en el puesto anterior, en el que mientras cogía con mi amante, Edgardo, su mujer llegó a la casa y estuvo a punto de descubrirnos, algo que a los dos nos excitó tanto que nos llevó a comportarnos como dos adolescentes calentones que se cogían como locos. O el 10mo puesto, en el que en medio de la noche descubrí que Javier, el chico con el que estaba cogiendo, era nada más y nada menos que el pibe con el que me calentaba cuando salía a caminar por el parque con la excusa de que iba a hacer ejercicio. Esos giros inesperados que tanto me excitan, hacen que muchas de mis historias terminen de esa forma. Sin embargo el siguiente puesto no tiene nada de eso, ya que es una historia simple de sexo, aunque una muy caliente.
Para hablar del 7mo puesto me tengo que remontar a cuando tenía 19 años, siendo esta la anécdota más antigua del top. Estaba en primer año de la facultad y recién me había hecho amiga de Luciana y Florencia, con quienes a veces nos sentábamos juntas y nos veíamos. Para ese entonces Mariano era simplemente un chico que me gustaba de la facultad y alguien en quien apenas me fijaba pues había oído que estaba de novio o en algo con una chica. Para ese entonces yo estaba saliendo de mi primera “relación formal” con un ex compañero del colegio y con quien había sido mi primera vez. El camino nos había separado y terminamos dejándolo todo, lo que me llevó a mí a querer buscar a alguien con quien suplantarlo automáticamente. Salí con algunos chicos durante ese verano antes de comenzar la facultad hasta que me encontré con Juan Pablo.
Juanpi era un conocido de una amiga mía de toda la vida y a quien conocí de pura casualidad en un boliche. Él me vio cara conocida, se acercó a saludarme, nos quedamos hablando un poco de todo y me pidió el teléfono con la excusa de volver a vernos. Pensando que nunca más iba a escribirme, le dije que sí y para mi sorpresa, me mandó un mensaje al día siguiente. “La pasé re bien con vos. Cuando quieras salimos a tomar algo” me escribió y yo acepté su propuesta, pero esperé que fuera él quien me invitara finalmente. La invitación llegó a los pocos días, un sábado de mucho calor el cual terminamos en una heladería para refrescarnos con un helado. Era claramente una cita más romántica, algo que yo buscaba en ese momento para mostrar en mis redes y darle celos al chico con el que había estado saliendo hasta ese momento. Era tan obvia que subí una foto a mis redes sociales dándole un beso en el cachete a Juan Pablo, como si este fuese mi novio. Obviamente nos besamos y con ganas, pero el sexo se hizo esperar.
Empezamos a salir y finalmente me animé a estar con él y me gustó. Juan Pablo cogía muy bien y sobre todo le gustaba mucho chuparla, algo que el otro chico no solía hacer. Era el cuarto hombre con el que me acostaba y el segundo con el que lo hacía en más de una oportunidad, por lo que la cosa se empezó a tornar un poco más seria. Cuando me preguntó si quería ser su novia le dije que no, pues no estaba lista para una relación seria, pero se lo compensé diciéndole que quería seguir viéndolo y haciéndole un pete que terminó con mi primera vez haciendo acabar a un hombre solo con la boca. Juan Pablo y yo seguimos saliendo, ya llevábamos unos cinco meses de exclusividad y se había convertido en una parte importante de mi vida, al punto que había ido a mi cumpleaños n° 19 bajo el mote de “el chico con el que estaba saliendo”.
A las pocas semanas me dijo que sentía cosas por mí y yo le dije que también, pero me apuré a frenarlo aclarándole que me gustaba como estaban yendo las cosas y que no veía la necesidad de que cambiaran mucho. Sentía que lo estaba frenando, pero a su vez él parecía no sentirme del todo cómodo con cómo estábamos. La noche en la que “cumpliríamos” seis meses saliendo, me propuso una cita más romántica. Fuimos a comer a un bar, después a tomar unos tragos y terminamos en su departamento, aprovechando que vivía con su hermano y que él esa noche no iba a estar pues se había vuelto a su pueblo. Rápidamente fuimos a la cama, nos empezamos a dar besos y todo se tornó tan caliente que nos dejamos llevar.
Juan Pablo me besaba de una forma mucho más suave y romántica que de costumbre. Se enfocaba mucho en mis labios, me besaba los cachetes y me miraba a los ojos entre beso y beso. “Estás muy linda, Emi” me dijo y sonriendo volvió a besarme. Se acomodó encima de mi cuerpo y yo lo abracé con fuerza para seguir besándolo, pero él cortó de nuevo los besos para mirarme una vez más a los ojos. “¿Te acordás de cuando vos me hiciste un pete con final feliz?” me preguntó con una sonrisa pícara y yo asentí con la cabeza. “Bueno, quiero devolverte el favor” me dijo y noté como su sonrisa se agudizaba. Como ya comenté, el chico con el que había salido antes de él, no solía ser tan complaciente a nivel oral y es por eso que me encantaba como Juanpi me la chupaba y sobre todo que él disfrutara de hacerlo. Claramente accedí y automáticamente él se arrodilló entre mis piernas y empezó a sacarme la ropa.
Me desvistió rápidamente y mientras lo iba haciendo, sus labios recorrían todo mi cuerpo. Me sacó el corpiño y me besó con ternura las tetas. Me desprendió del pantalón y pasó sus labios por mis piernas para luego volver a la cintura. Subía y bajaba de mi pecho a mi cuello y pasaba a centímetros de mis labios pero en lugar de besarlos me hacía desearlos. Él apenas se había quitado la remera y con el solo roce de sus labios y sus dedos había logrado calentarme muchísimo y excitarme al punto tal que casi le ruego que me la chupe. Él, sonriente por lo que estaba consiguiente, bajó hasta acomodar su cabeza entre mis piernas y tras pasarme la boca y la lengua muy cerca de la concha, terminó dándome un lengüetazo que me hizo temblar de arriba abajo.
- ¡Ay Dios!- Gemí sin poder controlarme y arqueé tanto la espalda que Juan Pablo tuvo que bajar aún más la cabeza para seguir chupándomela.
Comenzó a mover su lengua hacia arriba y hacia abajo con mucha presión y a un ritmo constante. Sentía de forma muy potente como esta rozaba los labios de mi concha y como los humedecía una y otra vez a medida que subía y bajaba por mi entrepierna. Rápidamente llevé una mano a su cabeza y lo agarré del pelo con fuerza, casi de forma impulsiva, mientras que con la otra empezaba a acariciarme los pezones sin darme cuenta de lo que hacía. Tenía los ojos cerrados y disfrutaba de cómo mi amante me complacía una y otra vez, moviendo su lengua sin detenerse. Notaba cada vez que esta llegaba a la parte más alta y como hacía presión, notando mi clítoris latir rápido para que luego su lengua bajara de nuevo.
Entonces dejó que una de sus manos entrara en camino y con esta me abrió los labios de forma muy sutil. “Que hermosa conchita que tenés” me dijo y me sorprendió ya que Juan Pablo solía ser muy callado a la hora del sexo. Continuó con su lengua pero ahora sentía como esta entraba en mi cuerpo, como me penetraba con ella una y otra vez, moviéndola ahora hacia adentro y hacia afuera. Me sujeté con más fuerza del pelo de su cabeza y me apreté uno de los pezones, sintiendo el placer crecer en mi cuerpo. Mi cintura se descontroló y empezó s girar en todas direcciones, siguiente el ritmo de su boca. Juanpi subió hasta mi clítoris, abrió aún más mis labios y comenzó a chuparlo descontroladamente. Lo apretaba, hacía fuerza, lo presionaba y lo lamía hacia un lado y hacia el otro a gran velocidad. “¡Ay sí! ¡Así!” noté que esas expresiones salían de mi boca, aunque yo no había tenido intenciones de decirlas, pues seguramente la calentura me había llevado a ello.
Juan Pablo no se detenía y tras lamerme el clítoris con ganas, volvía a bajar a mi concha y sentía como me cogía con su lengua. Posteriormente subía de nuevo, una vez más a mi punto G y lo lamía, lo chupaba y lo retorcía provocando que mi cintura se descontrolara, que mis manos apretaran con más fuerza su pelo y mi pezón y que de mi boca salieran algunos gemidos que vagamente podía controlar. Lo estaba logrando, estaba excitándome y calentándome solo con su boca y estaba segura que si seguía iba a conseguir mucho más. Levanté la cabeza y abrí los ojos y pude ver cómo me observaba fijo, con la mitad de su cara hundida entre mis piernas y agitándola hacia los costados para darme un placer que nunca antes ningún hombre me había dado.
De golpe sentí como uno de los dedos de su otra mano se abría lugar entre mis labios y comenzaba a penetrar mi cuerpo. Juanpi corrió la boca de lugar y empezó a meterlo lentamente hasta que lo tuve todo adentro. “¡Mmm sí!” le regalé para que supiera lo mucho que me gustaba aquello y entonces, muy lentamente, lo fue moviendo hacia adentro y hacia afuera, cogiéndome suavemente con él. Una vez más levanté la mirada y observé como mi amante me miraba fijo a la cara y como en su boca toda empapada se notaba una sonrisa de complaciente, de saber qué estaba haciendo un buen trabajo. Continuó cogiéndome con su dedo, metiéndolo y sacándolo suave de mi cuerpo, mientras que me abría los labios con la otra mano y me hacía sentir el calor de su respiración.
- ¡Chupámela!- Insistí al ver que seguía jugando con su dedo pero que su boca había quedado a un lado.
Automáticamente, Juan Pablo hundió sus labios en mi concha y fue directamente al clítoris. Mientras me cogía con su dedo, su lengua se concentraba en el punto clave de mi cuerpo y la combinación fue explosiva. Empezó a chupármelo tan rápido, que apenas pude darme cuenta que había acelerado también el ritmo de su dedo. Me estaba cogiendo y lamiendo de una forma increíble y no podía controlarme. Mi cintura comenzó a bajar y a subir a toda velocidad y noté un calor inmenso recorrer todo mi cuerpo. Mi boca se abrió de golpe y cada vez que mi cadera golpeaba contra la cama, de ella salía un grito de placer muy puro. Juan Pablo no se detenía, no paraba y seguía y seguía chupándomela como nunca antes me la habían chupado. “¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Acabo!” le advertí sintiendo como un orgasmo se aproximaba a mi cuerpo y noté el placer absoluto invadirme.
No llegué a acabar tan líquido como en ese entonces, pues todavía no había descubierto que era capaz de ello, pero si noté un placer inmenso recorrer todo mi cuerpo y me di cuenta que mi concha se había mojado más de la cuenta. Él frenó suavemente, levantó la cabeza y me dejó su dedo clavado bien a fondo de mi cuerpo, para mirarme con una sonrisa de satisfecho en el rostro. “Ahora estamos a mano” me dijo y sacó la lengua para lamer despacito mi concha y disfrutar de mi orgasmo, haciendo bivrar cada vez que su boca acariciaba mis labios. Sacó su dedo de adentro mío, volvió a levantar la cabeza y mirándome fijo a los ojos se lo metió en la boca y lo chupó para saborear el interior de mis jugos en su piel.
- ¡Ahora cogeme!- Le pedí muy caliente y él cumplió con mi deseo.
Se levantó y buscó a las apuradas un preservativo mientras se quitaba lo que le quedaba de ropa. Con la pija totalmente dura y el preservativo ya puesto, Juan Pablo se acostó encima de mí y me besó haciéndome sentir el gusto de mi cuerpo en sus labios. Me la metió bien a fondo y esta entró directo de lo empapada que estaba. Lo abracé con ambas manos y pegando su cuerpo al mío me empezó a coger a toda velocidad. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” gemía yo descontrolada y sumamente excitada de todo lo que estaba disfrutando ese momento. Él me besaba, me rizaba con sus labios y me cogía a toda velocidad, haciéndome sentir su pija entrar y salir en mi cuerpo. Estaba durísimo y se notaba que haberme hecho acabar con su boca lo había excitado y calentado tanto como a mí. Yo gemía y gemí, descontrolada, caliente como nunca antes lo había estado. De golpe el romanticismo y la ternura del principio habían desaparecido y ahora me cogía como una fiera.
El resto del encuentro siguió normal, acostándome yo encima de él y haciéndolo acabar a los pocos minutos con mis movimientos. Automáticamente me recosté sobre su cuerpo y comenzamos a besarnos apasionadamente, con su pija adentro de mi conchita. Estuvimos varios minutos así quietos hasta que él la sacó y fue al baño a limpiarse. Yo me quedé desnuda en su cama, regocijándome de mi orgasmo y súper caliente por lo que había pasado. Juan Pablo estaba convirtiéndose en un amante muy exquisito y me gustaba cada vez más estar con él, pero había algo de lo que me daba cuenta y era que no me veía en algo con él. Me gustaba coger con él, me gustaba como me complacía, pero yo aún seguía algo obsesionada con el chico con el que salía antes y no quería estar con nadie más con él.
Juan Pablo volvió a la habitación a los pocos minutos, totalmente desnudo, con su pecho y su cuerpo flaco luciendo la transpiración del encuentro y parado desde el costado de la cama, me miró a los ojos y me dijo que era hermosa y que me quería. Entonces supe lo que se venía y sabía que iba a volver a hacerme la pregunta, a pesar que mi posición no había cambiado en ese tiempo. Tenía que evitarlo, no quería arruinar ese momento tan caliente que estábamos teniendo. Rápidamente me arrodillé sobre el colchón y pegándolo a mi cuerpo empecé a besarlo con lengua, un beso muy caliente. Él me abrazó y apoyó sus manos en mi cola y no tardé en notar que su pija empezaba a endurecerse y supe que había una manera de hacer que su mente fuera hacia otro lado y no me preguntara si quería ser su novia.
Automáticamente lo empujé hacia atrás y él dio dos pasos hacia el otro lado. Yo me levanté rápido y mientras recuperaba el equilibrio, me arrodillé delante suyo y le agarré la pija con mi mano derecha. “Veo que te quedaste con ganas” le digo pues esta se le había puesto bien durita. Antes que Juan Pablo pudiera decirme algo, lo empecé a pajear y se quedó quieto y en silencio disfrutando de cómo la verga se le iba poniendo más dura entre mis dedos. Rápidamente llevé la otra mano a su cuerpo y dejando la marca con mis uñas, empecé a arañar desde su pecho hasta su pierna, haciéndole saber que aún no habíamos terminado. Él me había complacido muy bien y ahora quería devolverle el favor y quería hacerle saber que estaba muy feliz con nosotros dos cogiendo y la relación principalmente sexual que teníamos.
Me llevé su pija a la boca a pesar que todavía no estaba del todo dura y se la empecé a chupar con ganas, comiéndosela rápidamente a medida que lo seguía pajeando. “¡Ufff Emilia!” gimió él y noté como sus rodillas se quebraron de golpe. Su pija empezó a ponerse en forma y sentí como iba creciendo entre mis labios y mis dedos, a medida que yo seguía moviendo la cabeza hacia adelante y hacia atrás. Juan Pablo comenzó a temblar y noté una de sus manos apoyarse en mi cabeza, de la misma forma que yo lo hacía hecho. Levanté la mirada y pude ver sus ojos cerrados y su boca entreabierta mientras disfrutaba de ese pete que le estaba regalando. Con la otra mano seguía recorriendo todo su cuerpo, acariciándolo, arañándolo, dejándole marcas en la piel por cada lugar en el que pasaba.
- ¡Me vas a hacer acabar enseguida!- Me confesó cuando me focalicé en su cabecita y empecé a lamerla en forma de círculos sin detenerme.
- ¡Eso quiero!- Le respondí y él bajó la mirada para ver como le sonreía con la boca llena de su verga.
Entonces él se movió hasta la cama, se sentó en el borde y yo me di vuelta para quedar frente a él. Sin perder el tiempo fui a su cintura y me metí de nuevo su pija en la boca. Juan Pablo apoyó de nuevo su cabeza en mi nuca y acompañaba los movimientos que yo hacía hacia arriba y hacia abajo, pero haciendo una sutil presión para que me la tragara toda. Me ahogaba, pero me dejaba llevar por su calentura, quería complacerlo, quería satisfacerlo y que su cabeza solo pensara en ese pete que le estaba regalando. “¡Sos increíble Emi!” me dijo y noté como la boca le quedaba abierta para largar gemidos de excitación. No me detenía, no frenaba y la saliva que se iba acumulando en mi boca empezaba a caerse por el costado de su verga, la cual ya estaba toda dura.
De golpe, saqué la boca y utilizando solo mi mano, empecé a pajearlo a gran velocidad, lo más rápido que podía. Su cabecita aparecía y desaparecía cada vez que mi mano subía y bajaba por su pija totalmente dura y llena de baba. Juan Pablo tiró la cabeza hacia atrás y se dedicó a disfrutar de esa paja que claramente estaba a punto de hacerlo acabar por segunda vez. “¡Ay sí! ¡Ahí viene!” me advirtió y yo no me detuve, no paré. De golpe su verga empezó a latir y dando un golpe final bien hacia abajo, dejé su cabecita libre y noté como la leche empezaba a salir disparada. Dos grandes chorros saltaron primero los cuales cayeron sobre su cuerpo y mi mano y después, como si de un volcán se tratase, su pija siguió escupiendo semen hasta que se detuvo de golpe. Entonces mi amante abrió los ojos, me miró y nuevamente me dijo que era increíble.
Acto seguido nos fuimos a bañar y a relajarnos un rato para después quedarnos dormidos los dos juntos, completamente desnudos y en un abrazo muy romántico. Juan Pablo iba a preguntar nuevamente esa noche si quería ser su novia a lo que yo iba a rechazarlo, esta vez con mis palabras. Con el correr de las semanas la relación iba a tomar caminos separados y a pesar de que íbamos a tener sexo unas veces más, ninguna como esa noche. Esa noche increíble en la que por primera vez me hicieron acabar con la boca y que después yo hice lo mismo, logrando así manipularlo por unos minutos. El problema era que en ese entonces yo seguía obsesionada con mi ex chongo, una lástima, porque este ni siquiera llegó a entrar al top 10 a diferencia de Juan Pablo.
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