Nos situamos en el año en el que estaba cursando 5to año por aquel entonces. Aún 17.
Mi chongo legal (Lucas), estaba en Babia y me había abandonado por supuestos temas del colegio que debía afrontar (muchos trabajos prácticos).
Mi cola no podía quedarse quietita. Algo debía hacer. A pesar de que seguía siendo analmente virgen y que se lo guardaba para él, yo sabía profundamente que la relación ya se había terminado. Así que… procedí a continuar.
Pero, claro, como todo en esta vida, las cosas se encuentran cuando menos se las buscan.
Tiempo largo viendo si algún compañerito o algún profe me daba bola. Nada. Cero cabida.
En el camino, yendo al baño del club, nos ponemos a hablar de sexo como dos virgos que éramos.
Me comentó de sus proezas sexuales (o las pocas que teníamos). Me hizo saber sobre la vez que lo peteó una compañera en común que teníamos. Obviamente, todo eso era mentira. Pero me calentaba lo detallista que se ponía para describir una fellatio. Hasta me describió la consistencia de su propio semen. Se me hacía agua la cola. Parecía saber al respecto.
Yo le conté sobre mi experiencia. Los petes que hice. Parecía importarle bastante.
Al ver esta actitud, como que no me detuve y procedí a ser más y más explícito. No estaba para nada incómodo como solía pasar. Por el contrario, me pedía más y más.
Mientras meamos, como no había nadie, me bajé el pantalón por debajo de la cola, quedando en tanga. Él se asombró. No paraba de ficharla de costado. Hasta le dio un chirlo. Me encantó lo atrevido.
Me dirijo hacia el lavamanos y, quedándome agachado, procedo a hacerme el que se lava la cara.
Piropea mi cola, dando a entender que es una pena que esté sin estrenar. Siento un dedo que aterriza sobre uno de mis cachetes. Lo miro a través del espejo. Le comento que a mí no me molesta eso, con lo hermoso que es cabecear pupos, mi culito puede esperar.
Cuando me hace dar vuelta, noto que la tiene paradísima. Le doy un beso, bajo al cuello y, mientras tanto, le manoseo la pija. La tenía cada vez mas dura, a punto caramelo. Casi que lo dejo así de caliente. Sí, soy una putita muy mala.
Pero como él me agarró fuerte, me dio vuelta de nuevo y me frotó la verga para que se la sienta por detrás, no aguanté. Supe que todo terminaría en final feliz.
Me tomó de atrás. Me llevó al cubículo del baño donde está el inodoro. Me puso contra la pared. Me tocó zarpadamente mis pompas. Me hizo arrodillar ante él. Me puso cara a cara con su poronga.
Su pantalón no ocultaba para nada esa hermosa erección. Le bajé su prenda de vestir hasta quedar en bóxer. Desprendió los botones y, ahora sí, empezó lo bueno.
Miré su miembro, le brotaba babita del cabezón. Esto mismo, era indicio de que no aguantaba más.
Comencé por su glande, lo saboreé. Mi mano derecha lo pajeaba, la izquierda jugaba con sus huevos. De a poquito, el goce se hacía más presente. Estábamos terriblemente extasiados.
Mi lengua, casi sin querer, tantea su frenillo, lugar donde la pija tiene mas terminaciones nerviosas y es capaz de llevarte al punto más álgido del placer.
Y eso pasó, sus gemidos se descontrolaron. Pensé que nos descubrirían nuestros compañeritos, pero, por suerte, no. Nadie se hizo sentir... o, al menos, eso creo.
Tras largar su frenillo, prosigo con el tronco de su venosa chota, hasta solo dejar fuera de mi boca, sus dos deliciosos huevos. No puedo explicar, ni describir lo mucho que disfrutábamos esto. Estábamos en otro planeta.
Agarro su pito y lo pongo contra su panza, para, ahora sí, comerle las bolas. Primero me metí una. Después la otra. Repetía. Mientras tanto, lo pajeaba. Sobre todo, le hacía cosquillitas en el frenillo, hasta que decidí subir hasta ahí con la lengua. Pero antes, pasé por sus huevos, su tronco otra vez.
Qué deliciosa era. Me encantaba. La puse derecha de nuevo. Continué cabeceándolo. Nos miramos.
Sus gritos me advirtieron que se venía un rico chorro de semen. Así fue. A los segundos, vi cómo se expulsaron dos lechazos directo a mi rostro.
Casi todo entró a mi boca, pero, como saltó bastante, me rebalsó. Quedando un poco salpicadas mi comisura y mi mentón.
Me limpié pasándole la lengua y el dedo donde no alcanzaba. Lo mismo hice con él, se la seguí chupándosela hasta que quede semi dormida en mi cabidad bucal.
Si bien ya había acabado, no paraba de disfrutar la peteada que le seguía pegando.
Qué rico, dijo, mirando para arriba. Nunca me hicieron una mejor mamada. Me felicitó. Estaba sorprendido de mi talento.
Pasa que, no hubo un finde que no se lo hiciera a mi ex chongo. Aprendí bastante con él a darle amor al chori.
Me puse de pie, me subí bien el pantalón y emprendimos viaje a nuestras casas. Este era nuestro secretito ahora.
Durante las clases, no paramos de mirarnos y hacernos gestos, ¿será él el indicado para mi primer anal? Ya lo sabremos prontamente.
Mi chongo legal (Lucas), estaba en Babia y me había abandonado por supuestos temas del colegio que debía afrontar (muchos trabajos prácticos).
Mi cola no podía quedarse quietita. Algo debía hacer. A pesar de que seguía siendo analmente virgen y que se lo guardaba para él, yo sabía profundamente que la relación ya se había terminado. Así que… procedí a continuar.
Pero, claro, como todo en esta vida, las cosas se encuentran cuando menos se las buscan.
Tiempo largo viendo si algún compañerito o algún profe me daba bola. Nada. Cero cabida.
En el camino, yendo al baño del club, nos ponemos a hablar de sexo como dos virgos que éramos.
Me comentó de sus proezas sexuales (o las pocas que teníamos). Me hizo saber sobre la vez que lo peteó una compañera en común que teníamos. Obviamente, todo eso era mentira. Pero me calentaba lo detallista que se ponía para describir una fellatio. Hasta me describió la consistencia de su propio semen. Se me hacía agua la cola. Parecía saber al respecto.
Yo le conté sobre mi experiencia. Los petes que hice. Parecía importarle bastante.
Al ver esta actitud, como que no me detuve y procedí a ser más y más explícito. No estaba para nada incómodo como solía pasar. Por el contrario, me pedía más y más.
Mientras meamos, como no había nadie, me bajé el pantalón por debajo de la cola, quedando en tanga. Él se asombró. No paraba de ficharla de costado. Hasta le dio un chirlo. Me encantó lo atrevido.
Me dirijo hacia el lavamanos y, quedándome agachado, procedo a hacerme el que se lava la cara.
Piropea mi cola, dando a entender que es una pena que esté sin estrenar. Siento un dedo que aterriza sobre uno de mis cachetes. Lo miro a través del espejo. Le comento que a mí no me molesta eso, con lo hermoso que es cabecear pupos, mi culito puede esperar.
Cuando me hace dar vuelta, noto que la tiene paradísima. Le doy un beso, bajo al cuello y, mientras tanto, le manoseo la pija. La tenía cada vez mas dura, a punto caramelo. Casi que lo dejo así de caliente. Sí, soy una putita muy mala.
Pero como él me agarró fuerte, me dio vuelta de nuevo y me frotó la verga para que se la sienta por detrás, no aguanté. Supe que todo terminaría en final feliz.
Me tomó de atrás. Me llevó al cubículo del baño donde está el inodoro. Me puso contra la pared. Me tocó zarpadamente mis pompas. Me hizo arrodillar ante él. Me puso cara a cara con su poronga.
Su pantalón no ocultaba para nada esa hermosa erección. Le bajé su prenda de vestir hasta quedar en bóxer. Desprendió los botones y, ahora sí, empezó lo bueno.
Miré su miembro, le brotaba babita del cabezón. Esto mismo, era indicio de que no aguantaba más.
Comencé por su glande, lo saboreé. Mi mano derecha lo pajeaba, la izquierda jugaba con sus huevos. De a poquito, el goce se hacía más presente. Estábamos terriblemente extasiados.
Mi lengua, casi sin querer, tantea su frenillo, lugar donde la pija tiene mas terminaciones nerviosas y es capaz de llevarte al punto más álgido del placer.
Y eso pasó, sus gemidos se descontrolaron. Pensé que nos descubrirían nuestros compañeritos, pero, por suerte, no. Nadie se hizo sentir... o, al menos, eso creo.
Tras largar su frenillo, prosigo con el tronco de su venosa chota, hasta solo dejar fuera de mi boca, sus dos deliciosos huevos. No puedo explicar, ni describir lo mucho que disfrutábamos esto. Estábamos en otro planeta.
Agarro su pito y lo pongo contra su panza, para, ahora sí, comerle las bolas. Primero me metí una. Después la otra. Repetía. Mientras tanto, lo pajeaba. Sobre todo, le hacía cosquillitas en el frenillo, hasta que decidí subir hasta ahí con la lengua. Pero antes, pasé por sus huevos, su tronco otra vez.
Qué deliciosa era. Me encantaba. La puse derecha de nuevo. Continué cabeceándolo. Nos miramos.
Sus gritos me advirtieron que se venía un rico chorro de semen. Así fue. A los segundos, vi cómo se expulsaron dos lechazos directo a mi rostro.
Casi todo entró a mi boca, pero, como saltó bastante, me rebalsó. Quedando un poco salpicadas mi comisura y mi mentón.
Me limpié pasándole la lengua y el dedo donde no alcanzaba. Lo mismo hice con él, se la seguí chupándosela hasta que quede semi dormida en mi cabidad bucal.
Si bien ya había acabado, no paraba de disfrutar la peteada que le seguía pegando.
Qué rico, dijo, mirando para arriba. Nunca me hicieron una mejor mamada. Me felicitó. Estaba sorprendido de mi talento.
Pasa que, no hubo un finde que no se lo hiciera a mi ex chongo. Aprendí bastante con él a darle amor al chori.
Me puse de pie, me subí bien el pantalón y emprendimos viaje a nuestras casas. Este era nuestro secretito ahora.
Durante las clases, no paramos de mirarnos y hacernos gestos, ¿será él el indicado para mi primer anal? Ya lo sabremos prontamente.
0 comentarios - Me fuí por la rama.