Cuando ya me había distanciado de Lucas (el chico al que le hice mi primer pete), en una de mis primeras vacaciones sólo (tendría unos 18), fui a Córdoba (especificamente para ver un recital de la renga, una banda que me gusta mucho).
Me alojé en casa de unos tíos. Uno de sus hijos, era un pendejo pajero un año menor que yo. Más alzado que primer nieto.
Me tocó dormir en su cuarto. Yo tenía la costumbre de no usar pijama. Solía dormir desnudo o en tanga, si no estaba en casa.
Me acosté en un colchón. Él, en su cama al lado mío, por supuesto.
En un momento, se ve que quedé destapado, por lo que quedé con la cola al aire.
Según me contó, se empezó a pajear mirándome. Se levantó de su cama, se puso cerca de mis labios y se pajeó. Le entró a dar duro. Rozaba su glande por el borde de mi boca. Casi apoyándola. Sus manos recorrían de arriba a abajo toda su poronga bien fuerte, lo que lo hacía calentar más. Miraba mi culito para tener más material en que pensar. Hasta que todo culminó en un lechazo largo que fue a parar en mi cara (cachete y pelo).
Horas mas tarde, yo seguía durmiendo, como si nada, con el lechazo en la cara.
Se ve que volvió a calentarse, pero, esta vez, lo hizo sobre mis pompis.
Me contó que, verme así, lo puso al palo mal. No recordaba haberse pajeado tan rico. Hasta que largó de nuevo todo el guascaso sobre mis nalguitas redonditas. Durmió como un bebé después de eso.
Al otro día, cuando me desperté, me levanté a bañarme y prepararme para ir al banquete (así se le llama a los recitales de la banda). Jamás me percaté de lo sucedido hasta que me lo confesó tiempo después. Pendejo de mierda, me hubiera despertado. Quizás, un pete hubiera ligado. Durmió por gil.
Me alojé en casa de unos tíos. Uno de sus hijos, era un pendejo pajero un año menor que yo. Más alzado que primer nieto.
Me tocó dormir en su cuarto. Yo tenía la costumbre de no usar pijama. Solía dormir desnudo o en tanga, si no estaba en casa.
Me acosté en un colchón. Él, en su cama al lado mío, por supuesto.
En un momento, se ve que quedé destapado, por lo que quedé con la cola al aire.
Según me contó, se empezó a pajear mirándome. Se levantó de su cama, se puso cerca de mis labios y se pajeó. Le entró a dar duro. Rozaba su glande por el borde de mi boca. Casi apoyándola. Sus manos recorrían de arriba a abajo toda su poronga bien fuerte, lo que lo hacía calentar más. Miraba mi culito para tener más material en que pensar. Hasta que todo culminó en un lechazo largo que fue a parar en mi cara (cachete y pelo).
Horas mas tarde, yo seguía durmiendo, como si nada, con el lechazo en la cara.
Se ve que volvió a calentarse, pero, esta vez, lo hizo sobre mis pompis.
Me contó que, verme así, lo puso al palo mal. No recordaba haberse pajeado tan rico. Hasta que largó de nuevo todo el guascaso sobre mis nalguitas redonditas. Durmió como un bebé después de eso.
Al otro día, cuando me desperté, me levanté a bañarme y prepararme para ir al banquete (así se le llama a los recitales de la banda). Jamás me percaté de lo sucedido hasta que me lo confesó tiempo después. Pendejo de mierda, me hubiera despertado. Quizás, un pete hubiera ligado. Durmió por gil.
2 comentarios - Un primo (no tan) lejano.