Nos terminamos de bañar los tres, apurados y ya sin más jugueteos. Mica nos dijo que nos termináramos de bañar Rodri y yo y que ella quedaba última en la ducha porque se iba a tener que sacar la leche del pelo. Esa mención me volvió a excitar. Cuando salimos de la ducha nos estábamos secando y mientras la mirábamos como se terminaba de bañar, tan preciosa, limpiándose todo lo que yo le había eyaculado en el pelo y en la cara, de espaldas a nosotros, la colita firme y parada. Rodri me miró y me tocó con el codo. Vi que su pija, igual que la mía, ya estaba a medio parar de nuevo.
Realmente se quería coger a su sobrinita, y yo tenía ganas de verlo, pero antes, esta noche, me tocaba a mi. Agarré la ropa que me había sacado para vestirme y me dijo “no, vení así en pelotas, vamos a la pieza”. Fuimos caminando desnudos los dos. En el camino, como si me hubiera leído el pensamiento, me dijo “que envidia pendejo, la pendejita que te vas a comer esta noche. Disfrutala mucho”. Después agregó sonriendo “otro día me la prestás y yo te presto a la tía, vas a ver lo que es, te va a pasar por encima como una aplanadora Cele”. La pija se me terminó deparar, cuando llegamos a la pieza los dos teníamos una erección completa.
Cerró la puerta, pero en seguida la abrió Cele, que venía con una tijerita en la mano. Nos vio las pijas y dijo “Ah, como estamos de nuevo, eh”. Se acercó a mi, se agachó y me dijo “quieto que te voy a emprolijar, tenés que estar lindo para la nena” y me empezó a recortar un poco el vello púbico, que yo no tenía tanto pero sí lo tenía un poco desprolijo. “A ella también le voy a recortar” me dijo mientras me agarraba la pija parada para corrermela y poder cortar unos pelitos rebeldes. Me la imaginé recortandole los pelitos de la conchita a Mica y me excité aún más.
“Bueno, terminá de ponerlo lindo” le dijo a Rodrigo y se fue. Otra vez, como si me hubiera leído el pensamiento, Rodri dijo “leva a recortar los pelos de la conchita, me vuelvo loco”. Después me dio la ropa que estaba sobre la cama y me dijo “vestite, acá te dejo un perfume”. Mientras me empezaba a poner la ropa, toda nueva, incluido un boxer negro que parecía bastante caro y mejor que los que yo solía usar, me siguió hablando. “Tratala bien, dale placer, no te apures, chupala toda con calma, la conchita, la cola, está enamorada de vos, le va a encantar todo lo que le hagas, vos nomás tomate tu tiempo”. Yo asentía a todo lo que me decía.
Me señaló la cama matrimonial. “Pendejo, te estamos dando nuestra cama. Si cuando volvamos no está toda manchada de leche y de la conchita mojada de tu novia nos vamos a sentir ofendidos” dijo sonriendo. Me señaló la cómoda y me mostró unas rayas ya armadas, ron y coca cola. “Y les dejamos esto. Tomen de a poco. Una, y esperan media hora por lo menos, no sean pelotudos. Dosifiquen para disfrutar. Lo mismo el alcohol. Es para soltarse un poquito, pero no se pongan en pedo mal, que se van a perder lo mejor”. Me terminé de vestir. Al rato entró Cele de nuevo y dijo “bueno, la nena está casi lista, va a venir cuando ya esté. Tratala bien pendejo, disfruten mucho, nosotros no vamos a volver temprano. Cojan hasta quedarse dormidos, duerman en esta cama, nosotros nos arreglamos en las de ustedes cuando lleguemos”.
Se fueron. Yo me quedé solo en la pieza, con la pija re parada, haciendome la cabeza, esperando a Mica. Como a los quince minutos golpearon la puerta. Abrí. Era Mica, y estaba más hermosa y radiante que nunca. Le habían hecho poner un vestidito blanco brilloso tipo de novia, pero cortito, con portaligas, y cuando se movía se le veía un poco la bombachita, también blanca y brillosa, no sé si de seda, raso, o qué. Nos miramos y sonreimos, un poco ruborizados los dos. “Te gusta?” me dijo, y dio una vueltita sobre sí misma que le levantó la pollerita y me dejó verle fugazmente la cola. “Estás divina” le dije. “Me quedo corta, que divina, no sé, diosa total”. No sabía como expresarle lo que sentía por ella. Se acercó, se apoyó contra mi, sintiendo mi pija dura. Yo le agarré la cola. Con la cara contra lamía me dijo “que bueno que te guste. Porque esta noche me vas acoger, sabías? Que coger, me vas a re coger, toda la noche” y sonrió. Su aliento dulce en mi cara me extasió.
“Y me dijo la tía que tenes un boxer lindo, me mostrás?”. Me saqué el pantalón. “Que lindo” me dijo mientras me pasaba la mano por la pija. La di vuelta y la apoyé contra la cómoda, poniéndole mi pija parada, todavía dentro del boxer, en la cola. “Ay, sos un tierno, pero me encanta cuando te ponés medio rudo” me dijo con la voz entrecortada por la agitación. En eso vio que contra la cómoda estaban la cocaína y el ron que nos habían dejado los tíos. “Ay, tomamos algo antes? Tomemos algo mientras nos besamos” me dijo.
Preparamos dos rones con coca. Los tomamos medio apurados, ansiosos por las cosas que queríamos hacer, mientras nos besábamos, y mi mano se iba por abajo de su pollerita. Me dejó tocarla por encima de la bombacha, y después me dijo “pará, no seas apurado”, sonriendo. Nos seguimos besando, mientras mis manos andaban por sus tetas, y las suyas alternaban entre la parte de atrás y la de adelante de mi boxer. “¿Sabés?” susurró entre beso y beso, con la boca toda mojada de mi saliva, “cuando era más chica, cuando teníamos tipo 9 años, yo fantaseaba con jugar al doctor con vos, con que me revises” y se rió en forma traviesa. “Siempre pensaba en eso, siempre que te veía”.
Le confesé que yo a esa edad tenía fantasías parecidas con ella, aunque ni sabía bien lo que era el sexo todavía. “Que tontos, lo hubiéramos hecho. Tomamos eso?” me dijo. Nos acercamos a la cómoda. Nuestras ropas impecables ya estaban bastante desacomodadas, nuestras bocas estaban rojas y mojadas por los besos, los pelos transpirados. Ella se agachó para tomar la cocaína, y al levantarsele la pollerita noté que su bombacha ya estaba mojada. Después fui yo. Tomé y sentí un rush de adrenalina, una energía que electrificó mi cuerpo. Y acto seguido, una oleada aún mayor de electricidad cuando Micaela, también euforica y visiblemente alterada por la excitación, la droga y el alcohol me dijo “Me querés revisar? Me querés revisar la conchita?”.
Ibamos a jugar al doctor como dos nenes. Se tiró sobre la cama. Estaba preciosa con su vestido como de novia. Cuando se tiró se le subió un poco y quedó a la vista la bombachita. “Bien, acuestese señora, la voy a revisar” dije tratando de conservar algo de compostura. “Sáquese la bombacha por favor”. “Ay doctor, me la saca usted? Yo no puedo” dijo mirandome con picardía. Me apoyé sobre la cama, agarré los elásticos de la bombacha, ella levantó la cola, tiré… Y quedé maravillado. Estaba completamente depilada, depilada a cero. La belleza, la suavidad, la delicadeza de esa conchita eran algo de otro mundo. Ella sonreía pícara. “Me depiló la tía hace un rato. Todavía me arde un poquito”. Me quedé un poco paralizado, deslumbrado por lo que acababa de ver. por el espectáculo de esa conchita lampiña, suave, sin bombacha de esa nena en portaligas.
No sabía muy bien como seguir, hasta que Mica me dijo “Dale, revisala. Es tuya”. Entonces le acerqué la cara, la olí, le pasé un poco los labios por encima para sentir su suavidad, que era impactante. Se la abrí un poco con los dos pulgares, observé como se abría rosadita, húmeda y con olor a limpio. La acaricié un poco. La conchita rezumaba líquido, un líquido límpido, viscoso, brillante. Mi primita estaba muy caliente y se había mojado mucho. Le hice unas caricias superficiales que la hicieron suspirar y abrirse más de piernas. Seguí acariciandola, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, con dos dedos, hasta que me agarró la mano y la estiró hasta su cara y se metió uno de mis dedos en su boca, completo, lo chupó, lo soltó y se volvió a recostar.
Obviamente no hacía falta lubricación en mi dedo, con lo mojadita que estaba. Pero esa era la señal, era la manera de decirme ¿me metés el dedo?. Así que con toda la delicadeza que me permitía mi calentura extrema coloqué la punta de mi dedo en la entrada de su conchita y empujé despacito. Fui entrando, sintiendo la tibieza, la suavidad, la humedad viscosa, sintiendo como mi dedo se iba abriendo paso hasta el interior de mi primita, que gemía cada vez más agitada, con las piernitas cada vez más abiertas, y hacía unos movimientos pélvicos como acompañando el entrar y salir de mi dedo, como para sentirlo más intensamente. Esto duró varios minutos, hasta que le pregunté “Te la puedo besar?” le pregunté. “Sí” me dijo.
Y comencé a besarla como antes la había besado en la boca, a chaparle la conchita directamente. Así estuvimos unos minutos más hasta que, gimiendo a más no poder, me dijo “dedo, puede ser dedo de nuevo?”. Aparté la cara de su pubis y le empecé a meter el dedo de nuevo, y después dos dedos, el índice y el anular, cada vez más rápido, cada vez más profundo, mientras sentía en mi boca todavía el gusto de esa conchita, y veía como se iban mojando cada vez más mis manos y la cama con ese fluido precioso, hasta que finalmente explotó en un orgasmo que hizo que se tensionaran todos los músculos de su pancita chata, de sus piernas, de sus brazos, de su cara.
Colorada y transpirada, acabó más fuerte que nunca. Quedó rendida. Cuando se recuperó me dijo “aguantame dos minutos. Yo no había tenido acabada preventiva como vos, ja”. La dejé descansar dos minutos, literalmente, hasta que se recuperó. Ella estaba acostada con los ojos cerrados, yo miraba su conchita mojada, la cama empapada, me olía los dedos, saboreaba todavía el gusto que la conchita más linda del mundo había dejado en mi boca, y esperaba el momento para, ahora sí, cogerla bien cogida.
Realmente se quería coger a su sobrinita, y yo tenía ganas de verlo, pero antes, esta noche, me tocaba a mi. Agarré la ropa que me había sacado para vestirme y me dijo “no, vení así en pelotas, vamos a la pieza”. Fuimos caminando desnudos los dos. En el camino, como si me hubiera leído el pensamiento, me dijo “que envidia pendejo, la pendejita que te vas a comer esta noche. Disfrutala mucho”. Después agregó sonriendo “otro día me la prestás y yo te presto a la tía, vas a ver lo que es, te va a pasar por encima como una aplanadora Cele”. La pija se me terminó deparar, cuando llegamos a la pieza los dos teníamos una erección completa.
Cerró la puerta, pero en seguida la abrió Cele, que venía con una tijerita en la mano. Nos vio las pijas y dijo “Ah, como estamos de nuevo, eh”. Se acercó a mi, se agachó y me dijo “quieto que te voy a emprolijar, tenés que estar lindo para la nena” y me empezó a recortar un poco el vello púbico, que yo no tenía tanto pero sí lo tenía un poco desprolijo. “A ella también le voy a recortar” me dijo mientras me agarraba la pija parada para corrermela y poder cortar unos pelitos rebeldes. Me la imaginé recortandole los pelitos de la conchita a Mica y me excité aún más.
“Bueno, terminá de ponerlo lindo” le dijo a Rodrigo y se fue. Otra vez, como si me hubiera leído el pensamiento, Rodri dijo “leva a recortar los pelos de la conchita, me vuelvo loco”. Después me dio la ropa que estaba sobre la cama y me dijo “vestite, acá te dejo un perfume”. Mientras me empezaba a poner la ropa, toda nueva, incluido un boxer negro que parecía bastante caro y mejor que los que yo solía usar, me siguió hablando. “Tratala bien, dale placer, no te apures, chupala toda con calma, la conchita, la cola, está enamorada de vos, le va a encantar todo lo que le hagas, vos nomás tomate tu tiempo”. Yo asentía a todo lo que me decía.
Me señaló la cama matrimonial. “Pendejo, te estamos dando nuestra cama. Si cuando volvamos no está toda manchada de leche y de la conchita mojada de tu novia nos vamos a sentir ofendidos” dijo sonriendo. Me señaló la cómoda y me mostró unas rayas ya armadas, ron y coca cola. “Y les dejamos esto. Tomen de a poco. Una, y esperan media hora por lo menos, no sean pelotudos. Dosifiquen para disfrutar. Lo mismo el alcohol. Es para soltarse un poquito, pero no se pongan en pedo mal, que se van a perder lo mejor”. Me terminé de vestir. Al rato entró Cele de nuevo y dijo “bueno, la nena está casi lista, va a venir cuando ya esté. Tratala bien pendejo, disfruten mucho, nosotros no vamos a volver temprano. Cojan hasta quedarse dormidos, duerman en esta cama, nosotros nos arreglamos en las de ustedes cuando lleguemos”.
Se fueron. Yo me quedé solo en la pieza, con la pija re parada, haciendome la cabeza, esperando a Mica. Como a los quince minutos golpearon la puerta. Abrí. Era Mica, y estaba más hermosa y radiante que nunca. Le habían hecho poner un vestidito blanco brilloso tipo de novia, pero cortito, con portaligas, y cuando se movía se le veía un poco la bombachita, también blanca y brillosa, no sé si de seda, raso, o qué. Nos miramos y sonreimos, un poco ruborizados los dos. “Te gusta?” me dijo, y dio una vueltita sobre sí misma que le levantó la pollerita y me dejó verle fugazmente la cola. “Estás divina” le dije. “Me quedo corta, que divina, no sé, diosa total”. No sabía como expresarle lo que sentía por ella. Se acercó, se apoyó contra mi, sintiendo mi pija dura. Yo le agarré la cola. Con la cara contra lamía me dijo “que bueno que te guste. Porque esta noche me vas acoger, sabías? Que coger, me vas a re coger, toda la noche” y sonrió. Su aliento dulce en mi cara me extasió.
“Y me dijo la tía que tenes un boxer lindo, me mostrás?”. Me saqué el pantalón. “Que lindo” me dijo mientras me pasaba la mano por la pija. La di vuelta y la apoyé contra la cómoda, poniéndole mi pija parada, todavía dentro del boxer, en la cola. “Ay, sos un tierno, pero me encanta cuando te ponés medio rudo” me dijo con la voz entrecortada por la agitación. En eso vio que contra la cómoda estaban la cocaína y el ron que nos habían dejado los tíos. “Ay, tomamos algo antes? Tomemos algo mientras nos besamos” me dijo.
Preparamos dos rones con coca. Los tomamos medio apurados, ansiosos por las cosas que queríamos hacer, mientras nos besábamos, y mi mano se iba por abajo de su pollerita. Me dejó tocarla por encima de la bombacha, y después me dijo “pará, no seas apurado”, sonriendo. Nos seguimos besando, mientras mis manos andaban por sus tetas, y las suyas alternaban entre la parte de atrás y la de adelante de mi boxer. “¿Sabés?” susurró entre beso y beso, con la boca toda mojada de mi saliva, “cuando era más chica, cuando teníamos tipo 9 años, yo fantaseaba con jugar al doctor con vos, con que me revises” y se rió en forma traviesa. “Siempre pensaba en eso, siempre que te veía”.
Le confesé que yo a esa edad tenía fantasías parecidas con ella, aunque ni sabía bien lo que era el sexo todavía. “Que tontos, lo hubiéramos hecho. Tomamos eso?” me dijo. Nos acercamos a la cómoda. Nuestras ropas impecables ya estaban bastante desacomodadas, nuestras bocas estaban rojas y mojadas por los besos, los pelos transpirados. Ella se agachó para tomar la cocaína, y al levantarsele la pollerita noté que su bombacha ya estaba mojada. Después fui yo. Tomé y sentí un rush de adrenalina, una energía que electrificó mi cuerpo. Y acto seguido, una oleada aún mayor de electricidad cuando Micaela, también euforica y visiblemente alterada por la excitación, la droga y el alcohol me dijo “Me querés revisar? Me querés revisar la conchita?”.
Ibamos a jugar al doctor como dos nenes. Se tiró sobre la cama. Estaba preciosa con su vestido como de novia. Cuando se tiró se le subió un poco y quedó a la vista la bombachita. “Bien, acuestese señora, la voy a revisar” dije tratando de conservar algo de compostura. “Sáquese la bombacha por favor”. “Ay doctor, me la saca usted? Yo no puedo” dijo mirandome con picardía. Me apoyé sobre la cama, agarré los elásticos de la bombacha, ella levantó la cola, tiré… Y quedé maravillado. Estaba completamente depilada, depilada a cero. La belleza, la suavidad, la delicadeza de esa conchita eran algo de otro mundo. Ella sonreía pícara. “Me depiló la tía hace un rato. Todavía me arde un poquito”. Me quedé un poco paralizado, deslumbrado por lo que acababa de ver. por el espectáculo de esa conchita lampiña, suave, sin bombacha de esa nena en portaligas.
No sabía muy bien como seguir, hasta que Mica me dijo “Dale, revisala. Es tuya”. Entonces le acerqué la cara, la olí, le pasé un poco los labios por encima para sentir su suavidad, que era impactante. Se la abrí un poco con los dos pulgares, observé como se abría rosadita, húmeda y con olor a limpio. La acaricié un poco. La conchita rezumaba líquido, un líquido límpido, viscoso, brillante. Mi primita estaba muy caliente y se había mojado mucho. Le hice unas caricias superficiales que la hicieron suspirar y abrirse más de piernas. Seguí acariciandola, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, con dos dedos, hasta que me agarró la mano y la estiró hasta su cara y se metió uno de mis dedos en su boca, completo, lo chupó, lo soltó y se volvió a recostar.
Obviamente no hacía falta lubricación en mi dedo, con lo mojadita que estaba. Pero esa era la señal, era la manera de decirme ¿me metés el dedo?. Así que con toda la delicadeza que me permitía mi calentura extrema coloqué la punta de mi dedo en la entrada de su conchita y empujé despacito. Fui entrando, sintiendo la tibieza, la suavidad, la humedad viscosa, sintiendo como mi dedo se iba abriendo paso hasta el interior de mi primita, que gemía cada vez más agitada, con las piernitas cada vez más abiertas, y hacía unos movimientos pélvicos como acompañando el entrar y salir de mi dedo, como para sentirlo más intensamente. Esto duró varios minutos, hasta que le pregunté “Te la puedo besar?” le pregunté. “Sí” me dijo.
Y comencé a besarla como antes la había besado en la boca, a chaparle la conchita directamente. Así estuvimos unos minutos más hasta que, gimiendo a más no poder, me dijo “dedo, puede ser dedo de nuevo?”. Aparté la cara de su pubis y le empecé a meter el dedo de nuevo, y después dos dedos, el índice y el anular, cada vez más rápido, cada vez más profundo, mientras sentía en mi boca todavía el gusto de esa conchita, y veía como se iban mojando cada vez más mis manos y la cama con ese fluido precioso, hasta que finalmente explotó en un orgasmo que hizo que se tensionaran todos los músculos de su pancita chata, de sus piernas, de sus brazos, de su cara.
Colorada y transpirada, acabó más fuerte que nunca. Quedó rendida. Cuando se recuperó me dijo “aguantame dos minutos. Yo no había tenido acabada preventiva como vos, ja”. La dejé descansar dos minutos, literalmente, hasta que se recuperó. Ella estaba acostada con los ojos cerrados, yo miraba su conchita mojada, la cama empapada, me olía los dedos, saboreaba todavía el gusto que la conchita más linda del mundo había dejado en mi boca, y esperaba el momento para, ahora sí, cogerla bien cogida.
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