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Capítulo 9.
—1—
Julián estaba sentado frente al televisor del living, mirando aquella serie humorística que quiso ver el día en que a su madre le negaron el préstamo en el banco. En esta ocasión pudo disfrutarla mucho más, ya que sus problemas económicos habían sido resueltos. La empresa alemana que lo había contratado a él como fotógrafo y a su madre como modelo, pagaba muy bien y siempre lo hacía dentro de la fecha acordada.
Se estaba riendo de uno de los chistes de la serie cuando vio aparecer a Diana, ella vestía solamente una remera blanca, los pezones formaban un relieve; debajo no tenía nada. A Julián le bastó con dar un solo vistazo para darse cuenta de que su madre tenía la concha húmeda.
—Sí, me la estuve tocando, —dijo ella, como si hubiera adivinado los pensamientos de su hijo—. Estoy muy caliente y me gustaría probar una vez más.
—Yo no dije nada…
—Pero se nota lo que estás pensando. —Diana vio, con cierta alegría, cómo el bulto de su hijo empezaba a crecer. Antes de salir de la habitación se había mirado al espejo, y esa imagen, con los pechos apenas cubiertos, y la concha completamente al aire, le pareció de lo más excitante. Le agradaba pensar que cualquier hombre heterosexual reaccionaría de la misma manera que Julián—. Estuve dándole vueltas al asunto de las fotos, y creo que ya sé qué es lo que tengo que hacer para que todo funcione bien.
—¿Y qué tenés que hacer?
—Tengo que cambiar mi actitud, no puedo actuar con miedo y bajo presión constante. Por más que me resulta sumamente difícil, lo tengo que hacer. Es la mejor manera de llevar esto adelante. Así que… sacá la pija, me la voy a meter en la boca.
Julián se quedó paralizado, no era la primera vez que su madre le hablaba de forma tan directa con respecto al sexo, pero en esta ocasión lo agarró con la guardia baja. En cuanto su cerebro reaccionó, se apresuró a apagar el televisor y a quitarse el pantalón junto con el bóxer. Cuando volvió a sentarse en el sofá, su pene había ganado aún más tamaño. Diana se puso de rodillas y acercó su cabeza.
—Estuve fantaseando mucho con la idea de chupar una pija como ésta. Eso es bueno, ¿no? O sea, debería ayudarme a perder la vergüenza.
—Sí, mamá. Todo lo que te ayude a soltarte un poco está bien. Supongo.
—Bueno, allá vamos, otra vez…
Diana abrió su boca lo suficiente como para poder tragar todo el pene de su hijo y al instante toda la calentura que llevaba dentro del cuerpo se intensificó. Se lo metió completo en la boca. No podía evitar sentirse incómoda en esa situación, así como tampoco podía evitar sentir placer, al fin y al cabo ese era un pene, el cual estaba creciendo dentro de su boca.
Lo dejó salir, sólo para recomponer un poco sus pensamientos, y se dedicó a sacudirlo lentamente con una mano, no pasó mucho tiempo hasta que la verga quedó completamente dura. Fue allí cuando levantó la cabeza para encontrarse con la mirada de su hijo.
—Lo voy a hacer una vez más, —le dijo—, vos tenés que decirme cuánto tiempo lo tengo que tener en la boca, para que puedas sacar un par de fotos.
—Está bien.
Aferrándose a ese grueso tronco de carne, Diana se aproximó una vez más, tragando hasta donde pudo. Su saliva comenzó a chorrear por la comisura de sus labios y a acumularse dentro de su boca. Los segundos se le hicieron interminables y su lengua comenzaba a inquietarse, se movía de un lado a otro, como si estuviera buscando un lugar libre de ese falo, pero no hacía más que acariciar la piel que recubría al pene.
—Bueno, ya está, —dijo Julián, por fin—, ya podés sacarla, —y así lo hizo Diana.
—Es más tiempo del que me imaginé.
—Es más o menos el tiempo que necesito para poder sacar dos o tres fotos, y permitir que la lente enfoque bien.
—Bueno, está bien… entonces andá a buscar la cámara.
—¿Lo vamos a hacer ahora?
—Sí, preferiría que sí… aprovechemos que ya estoy caliente.
Julián sintió que la verga se le ponía repentinamente más dura, de una forma casi dolorosa. Su madre lo miraba arrodillada en el piso, y en sus ojos podía ver un brillo de lujuria. Ella tenía razón, debían aprovechar ese momento. Sin dudarlo más, se puso de pie y fue en busca de su cámara.
Cuando regresó encontró a Diana aún de rodillas, pero se había apartado un poco del sillón, ella se estaba acariciando la vagina lentamente.
—¿Me quedo parado? —Preguntó él.
—Sí, al menos para las primeras fotos. Espero que esta vez salga bien.
Su hijo se acercó y ella dejó de tocarse, con esa misma mano sujetó la erecta verga de Julián, la posó sobre sus labios, como si le estuviera dando un beso, y miró hacia la cámara. Ésta se disparó prácticamente al instante, eso la ayudó a meterse más en su papel. «Estás actuando, Diana, —se dijo a sí misma—, ponele un poquito de ganas y todo va a salir bien». Cerró los ojos y comenzó a juguetear con el glande, usando la punta de su lengua, no quiso abusar demasiado de esto ya que todo lo que incluyera movimiento lo asociaba con un acto sexual real, y se suponía que esto no debía ser así. Solamente lo hizo durante el tiempo suficiente como para que su hijo pudiera tomarle las fotos, luego se detuvo. A continuación abrió la boca, procurando mantener una expresión seductora, e introdujo parte de la verga. La apretó con los labios y una vez más miró hacia la cámara, como si estuviera mirando hacia los ojos de su amante e, implícitamente, le preguntara: «¿Te gusta cómo la chupo?». Sabía que a los hombres que vieran esas fotografías les gustaría ese pequeño gesto. Tragó un poco más de la verga y se dio cuenta de que no le resultaba tan desagradable como antes, evidentemente la calentura era un factor positivo. Para meterla un poco más dentro de su boca tuvo que hacer un esfuerzo, primero para poder contener tanta cantidad de carne dentro, y segundo para evitar las arcadas; pero ella no era una inexperta a la hora de chupar vergas grandes. Los conocimientos adquiridos con su viejo amante, aún estaban latentes en ella, a pesar de que hubieran pasado tantos años.
—Tenés la verga grande, —dijo, dejando salir el falo—, y todavía no sé si eso es algo positivo o negativo.
—¿Por qué lo decís?
—Bueno, imagino que a quienes miren estas fotos les gustará verme con una verga grande en la boca; es más excitante. Sin embargo, como a mí me calientan las vergas grandes, hacer esto me resulta muy tentador. No sé si me explico.
—Sí, creo que entendí perfectamente… pero no lo veo como algo malo, como te dije antes: si te gusta algo, aprovechalo para que las fotos se vean más naturales.
—Lo sé, pero igual hay que medirse un poco…
—Sí, eso es cierto. Pero bueno, vos por ahora usá eso de forma positiva, yo te voy a decir si creo que te estás pasando.
—¿De verdad me lo vas a decir? —Preguntó Diana.
—Sí, claro… no me gustaría que esto termine en algo que no es.
—Entiendo… a mí tampoco.
—Bien, una vez aclarado eso… ¿qué te gusta de todo esto?
—Mm… me gusta tenerla adentro de la boca.
Ella cerró sus ojos y volvió a metérsela dentro de la boca, pero lo fue haciendo lentamente, deteniéndose en distintos segmentos el tiempo suficiente como para que su hijo la fotografiara. Intentaba no mover demasiado la lengua, pero era un acto reflejo que a duras penas podía controlar. Sintió cómo la concha se le humedecía aún más al ir tragando cada vez más de esa verga y al sentir toda la virilidad dentro de la boca. Se moría de ganas de chupar una verga así de grande, pero no podía olvidar que esa era la de su hijo. Sin embargo eso no detuvo su mano izquierda, la cual bajó hasta encontrarse con su clítoris, y lo frotaba lentamente, presionándolo ocasionalmente, como si con eso pudiera concentrar el placer en un solo punto. Una vez que tragó tanta verga como le era posible, se quedó quieta durante unos segundos, sabiendo que Julián estaba tomando fotos, sin embargo su pose duró más tiempo del que debía. No quería admitirlo, pero una parte de ella se quería quedar allí, con toda la verga dentro de la boca. Le agradaba la tensión en sus propios labios, como si su boca le estuviera diciendo que la verga era demasiado grande como para retenerla dentro.
—Ya está, —dijo Julián, y esto la hizo volver a la realidad.
—¿Salieron buenas fotos? —Preguntó, luego de quitar la verga de su boca.
—Sí, realmente muy buenas.
—¡Qué bien! Yo me quedé re caliente, y necesito tocarme.
—Hacelo tranquila, mientras tanto yo sigo sacándote fotos.
—Me parece una excelente idea, —dijo, con una sonrisa libidinosa.
Diana se colocó de rodillas en el sofá, dándole la espalda a su hijo, se inclinó sobre el respaldar para que su culo y su concha se lucieran. Llevó una mano hacia su sexo y comenzó a masturbarse sin miramientos. Mientras lo hacía no podía dejar de pensar en la sensación que le produjo volver a tener una pija dura dentro la boca.
Julián se tomó un buen rato con cada una de las fotos, en ocasiones bajaba la cámara y admiraba la forma en la que su madre se estaba masturbando; y él hacía lo mismo. Diana, al mirar de reojo, se dio cuenta de que su hijo se pajeaba sin sacar fotos; pero ésto no le molestó, quería que él también tuviera sus pequeños momentos para disfrutar. Además le producía cierto morbo saber que un hombre, con la pija grande, se estaba masturbando mirándola a ella.
—Si estás por acabar, avisame, —dijo Diana.
—¿Para no manchar el sofá?
—No, no… para que me acabes en la cara.
—¿Qué…? ¿En la cara? ¿Estás segura?
—No estoy segura, me pone incómoda… pero ya te vi acabar, y ya me tiraste semen en el cuerpo. Estoy segura de que esas fotos fueron de las mejores. ¿No sería mucho más excitante hacerlas con el semen en la cara? No sería la primera eyaculación facial de mi vida… El Tano me llenó la cara de leche en más de una ocasión, y a mí me volvía loca.
—Bueno, está bien… —Julián estaba algo aturdido por la actitud de su madre, pero no quería desaprovechar la inmejorable oportunidad que tenía.
—Entonces dale, —ella se puso de rodillas en el piso y cerró los ojo—. Acabame en la cara… espero que salga mucha leche.
Julián sintió una potente ráfaga de calentura en todo su cuerpo. Se masturbó tan rápido como pudo, y muy cerca de la cara de su madre; tanto que a veces le terminaba dando golpecitos con la verga, o se la frotaba por los labios. A Diana no pareció molestarle ésto, por lo que él deslizó el glande por todo el ancho de esa preciosa boca; primero hacia un lado, luego hacia el otro, y repitió la acción varias veces. La rubia se dio cuenta de que su hijo necesitaba algo de ayuda para acabar, ella sabía cómo dársela, pero no era correcto. Él solito podía realizar el trabajo. Sin embargo esa verga estaba tan pegada a su boca que la tentación de hacer algo era inmensa. Abrió levemente los labios y el glande entró un poco, abriéndole aún más la boca. La cabeza de la pija se posó sobre su lengua, y ella la lamió lentamente y con sensualidad. No tuvo que hacerlo mucho tiempo, el primer chorro de semen apareció, y fue a parar justo dentro de su boca. Julián se apresuró a sacar la verga, se impacientó tanto que por poco se le cae la cámara de la otra mano. Siguió pajéandose, y sus cargados chorros de semen fueron cubriéndole toda la cara a su madre. Especialmente en la zona de su boca, y su mentón.
Diana se quedó tan quieta como pudo, con parte del semen aún en la boca. El corazón le latía tan deprisa que tuvo miedo de que le ocurriera algo malo; pero en realidad era símbolo de que lo estaba disfrutando, aunque no quisiera admitirlo. Se sentía una puta con toda la cara llena de leche. Esperaba que su hijo estuviera tomando buenas fotografías.
Julián estaba tan nervioso ante la imagen tan pornógráfica que brindaba su madre, que las manos le temblaron mientras sacaba las fotos. Intentó serenarse, pero no pudo. El semen se escurría por la cara de la rubia, cayendo sobre sus voluminosas tetas.
—Quedate quieta un ratito más, mamá. Ya casi termino, —dijo, preocupado.
Diana mantuvo la calma, aunque una de sus manos ya estaba acariciándole la concha. Estaba muy cerca del orgasmo. Quería decirle algo a su hijo, y en lugar de dejar salir el semen de la boca, lo tragó. Lo hizo como un acto reflejo, adiestrada por su amante, que siempre la obligaba a tragar la leche. No fue hasta después de hacerlo que cayó en la cuenta de que ése era el semen de su propio hijo.
—Meteme la pija en la boca, —Pidió, manteniendo los ojos cerrados. Sabía que había semen en sus párpados—. Así sacamos algunas fotos con el panorama completo.
Julián, sin decir nada, le metió la verga, aún erecta, dentro de la boca. Ella la agarró con una mano, y la tragó aún más. Después la fue sacando muy lentramente, con los labios apretados, llenándose la boca con pequeños chorros de semen que aún salían de la pija. Esta vez los tragó a propósito, ya lo había hecho una vez, y no le había desagradado. Era el semen de su hijo, pero estaba delicioso. Cuando llegó a la punta de la verga, no la soltó, sino que hizo el camino contrario, y la fue tragando toda otra vez. Repitió este proceso unas cuatro veces, sin acelerar demasiado.
—Parece que estuvieras haciendo un pete, —dijo Julián, refiriéndose a las fotos.
—Y bueno… un poquito te estoy peteando… pero sólo un poquito. Es inevitable, —dijo Diana, justo antes de volver a tragarse la pija.
Este comentario hizo que la verga de Julián quedara aún más rígida. Diana se dio cuenta de que ella era la culpable de esa reacción, pero no podía culpar a su hijo de calentarse, cuando ella misma se estaba haciendo una paja monumental, y el jugo de su concha ya estaba goteando en el piso.
Diana se esforzaba por mantenerse quieta cuando tenía la verga en la boca, pero le resultaba imposible. Aún no había superado el miedo que le producía meterse el pene de su hijo en la boca, pero se sentía lo suficientemente confiada como para dejar que su “insitinto de petera” se activara. A pesar de que no se movía mucho, sus labios recorrían todo el largo de la verga, deteniéndose unos segundos al llegar al glande, allí era cuando su lengua entraba en acción, recorriéndolo en círculos. De haberse tratado de otro hombre, Diana ya estaría dándole fuertes chupones, y moviendo su cabeza rítimicamente de atrás hacia adelante. Pero no podía hacer eso, no si la verga era la de Julián.
Notó cierto palpitar en la pija, se la sacó rápidamente de la boca, y masturbó a su hijo. Tan sólo tuvo que hacerlo durante un breve instante, el semen empezó a saltar a chorros; ella los dirigió hacia sus tetas. Sus grandes melones quedaron cruzados por líneas blancas que se deslizaban lentamente. Sonrió a la cámara con su mejor cara de puta, y le dio a Julián unos instantes para recobrarse de esa potente acabada. Cuando el chico ya estuvo bien, continuó sacando fotos. No podía calcular la cantidad de pajas que se haría mirando esas fotos; lo que sí podía calcular era cuánto dinero recibiría por ellas.
—Bueno, em… —Diana se puso de pie, estaba algo desorientada por lo que acababa de hacer. No era la primera vez que su hijo le acababa en el cuerpo, pero sí la primera en la que lo hizo tan cerca de la cara. Incluso estuvo tentada de abrir la boca y dejar que más chorros de semen le cayeran dentro—. Ya sabés, me voy a bañar… vos…. eh… hacé lo que quieras.
—Yo también me quiero bañar.
—Bueno, esperá un rato entonces; porque primero me baño yo… tengo derecho, mirá como estoy. —La verga de Julián mantuvo la rigidez al vez el escultural cuerpo de su madre cubierto con su propio semen.
—¿Y si nos bañamos juntos? —Preguntó el chico—. De todas maneras, ya nos vimos desnudos más de una vez.
—En eso tenés razón, pero… preferiría hacerlo sola. —Diana no quería admitir que pasaría los primeros minutos masturbándose, y que, posiblemente, se llevaría el semen a la boca. Pero eso era una locura, ya lo había hecho una vez… y no debía repetirlo.
—Dale, mamá. No te cuesta nada. Me baño rápido.
—Bueno, está bien, nos bañamos juntos. —Terminó accediendo porque si su hijo estaba allí no podía caer en el impulso de tragarse el semen.
Entraron juntos al baño, Julián abrió la ducha y esperó a que el agua se calentara un poco. Mientras tanto, se sacudió la verga, sin poder apartar la mirada de las tetas de su madre. Tenía ganas de llenarlas de semen otra vez.
—¿Todavía tenés ganas de pajearte? —Preguntó la rubia.
—¿Te molesta?
—No, sonso, —ella lo miró con una sonrisa maternal—. Para nada… pajeate todo lo que quieras. Es sólo que me sorprende el aguante que tenés. Más de una vez se te puso dura enseguida, después de acabar. Tu padre no podía hacer eso… pero el tipo del que te conté, —guiñó un ojo—. Él sí podía. Me encantaba que me cogiera más de una vez. No me daba ni tiempo a descansar, que ya me estaba llenando la concha de pija. —Ella también estaba muy excitada, y no le importó llevar la mano a su entrepierna, y frotarla. Al fin y al cabo su hijo ya la había visto pajeándose varias veces.
Diana se metió debajo de la ducha, el agua comenzó a lavar el semen y el sudor de su cuerpo. Julián se le paró delante, tomó el jabón y, sin pedir permiso, le agarró las tetas a su madre. La rubia se sorprendió, pero no le dijo nada. Julián comenzó a enjabonar y masajear esos grandes pechos, presionando con fuerza. Diana cerró los ojos y siguió masturbándose, mientras disfrutaba de las fuertes manos de su hijo.
—Me parece bien que vos me limpies las tetas, —dijo—. Después de todo vos fuiste el que me las dejó llenas de leche.
—Sí, lo sé… —Él se acercó más, hasta que la punta de su pene rozó la mano con la que su madre se hacía la paja—. Y no me molesta hacerlo, es divertido apretar tetas.
—Bien, porque a mí me agrada cuando me hacen masajes en las tetas. Así que seguí, con confianza. Tomate todo el tiempo que quieras.
Se sintió culpable al decir eso, pero no podía evitarlo, de verdad le producía mucho placer. Se justificó pensando que era sólo un inocente masaje que le brindaba su hijo. Ya tenían confianza, no había que hacer un escándalo al respecto. Aunque su hijo estuviera pellizcando sus pezones, y estrujando sus pechos como si fuera un amante apasionado.
Diana sintió la verga de su hijo rozando el dorso de su mano, la ignoró todo lo que pudo, pero al sentir un nuevo pellizco en uno de sus pezones, dejó de masturbarse para aferrarse a esa rígido miembro masculino. La dureza le trajo viejos recuerdos de su amante, era prácticamente como tener en mano esa verga que tanto placer le había dado. Sabía que su hijo sería capaz de satisfacer mucho a una mujer. Lo que no quería pensar era si sería capaz de satisfacerla a ella.
Casi sin darse cuenta, acercó su cadera a Julián, y dirigió la cabeza de la verga hacia su concha. Separó un poco las piernas y se frotó el clítoris usando el glande de su hijo. Ésto le produjo mucho más placer del que obtenía al tocarse ella misma. Esa verga estaba peligrosamente cerca del agujero, pero ese riesgo sólo la embriagaba más.
Se masturbó, disfrutando del placer que le brindaba esa verga que parecía apunto de entrar, y el golpe de realidad llegó cuando Julián la sujetó por la cadera y ella pudo sentir cómo la concha se le iba dilatando de a poco, por la presión ejercida por el pene.
Se apartó inmediatamente, con el corazón acelerado. Se esforzó por sonreírle a su hijo, para que él no se sintiera incómodo, pero su actitud había dejado en claro que esos peligros juegos sexuales tenían un límite.
Diana salió de la ducha, con una toalla en mano y le dijo a Julián:
—Bueno, me parece que ya podés terminar solito. Yo me voy a la pieza a hacer lo mismo.
Julián vio cómo su madre salía del baño. De pronto el chico ya no tenía ganas de masturbarse, estaba enojado por haberse quedado solo, pero la bronca no era hacia su madre, sino hacia él mismo. Había sido imprudente, si no hubiera intentado penetrarla, ella seguiría allí, frotándose contra su verga. Él ni siquiera había pensado en penetrarla, fue un acto instintivo, tenía la verga muy dura y lo invadía la gran necesidad de meterlo dentro de ese hueco cálido y húmedo. Cuando Diana se marchó, la verga empezó a bajarle lentamente.
Para Diana el efecto fue el contrario, a ella no se le fue la calentura. Se tendió en su cama, con las piernas bien abiertas y el consolador en mano. Se penetró con él tan fuerte como pudo, quería sentir algo duro dentro de la concha. Soltó un fuerte gemido de placer, como si su amante estuviera allí con ella. La reacción de su hijo la había tomado por sorpresa, y la asustó; pero el miedo no fue debido a la actitud de Julián, sino a la de ella misma. Se había frotado contra la verga de su hijo como si fuera una puta en celo. Una puta que no era capaz de diferenciar la verga de otro hombre de la de su propio hijo. Estaba desesperada por coger con alguien, y que la penetraran bien fuerte. Usando el consolador, se hizo una paja muy vigorosa, se sacudió en la cama y gimió todo el tiempo, mientras el pene plástico le exploraba cada centímetro del interior de su concha. Empezó a susurrar palabras como: “Sí, metémela toda”. “Sí, soy muy puta… me encanta la verga”. Palabras que no repetía desde la vez que le contó a su hijo la anécdota de su amante. Quería sentirse una puta, al menos una vez más, lo necesitaba. Llevaba muchos meses sin ser penetrada por una buena verga, y el tener tan cerca la verga de Julián le estaba haciendo perder la cabeza.
Cuando acabó se tranquilizó un poco, e hizo un gran esfuerzo por apartar todo pensamiento sexual de su cabeza. Decidió que ocuparía el resto de su día en alguna actividad que no estuviera relacionada con el sexo. Aunque sabía que eso le duraría poco.
Continúa en el siguiente Post: La MILF más Deseada [09] - Parte 2.
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Capítulo 9.
—1—
Julián estaba sentado frente al televisor del living, mirando aquella serie humorística que quiso ver el día en que a su madre le negaron el préstamo en el banco. En esta ocasión pudo disfrutarla mucho más, ya que sus problemas económicos habían sido resueltos. La empresa alemana que lo había contratado a él como fotógrafo y a su madre como modelo, pagaba muy bien y siempre lo hacía dentro de la fecha acordada.
Se estaba riendo de uno de los chistes de la serie cuando vio aparecer a Diana, ella vestía solamente una remera blanca, los pezones formaban un relieve; debajo no tenía nada. A Julián le bastó con dar un solo vistazo para darse cuenta de que su madre tenía la concha húmeda.
—Sí, me la estuve tocando, —dijo ella, como si hubiera adivinado los pensamientos de su hijo—. Estoy muy caliente y me gustaría probar una vez más.
—Yo no dije nada…
—Pero se nota lo que estás pensando. —Diana vio, con cierta alegría, cómo el bulto de su hijo empezaba a crecer. Antes de salir de la habitación se había mirado al espejo, y esa imagen, con los pechos apenas cubiertos, y la concha completamente al aire, le pareció de lo más excitante. Le agradaba pensar que cualquier hombre heterosexual reaccionaría de la misma manera que Julián—. Estuve dándole vueltas al asunto de las fotos, y creo que ya sé qué es lo que tengo que hacer para que todo funcione bien.
—¿Y qué tenés que hacer?
—Tengo que cambiar mi actitud, no puedo actuar con miedo y bajo presión constante. Por más que me resulta sumamente difícil, lo tengo que hacer. Es la mejor manera de llevar esto adelante. Así que… sacá la pija, me la voy a meter en la boca.
Julián se quedó paralizado, no era la primera vez que su madre le hablaba de forma tan directa con respecto al sexo, pero en esta ocasión lo agarró con la guardia baja. En cuanto su cerebro reaccionó, se apresuró a apagar el televisor y a quitarse el pantalón junto con el bóxer. Cuando volvió a sentarse en el sofá, su pene había ganado aún más tamaño. Diana se puso de rodillas y acercó su cabeza.
—Estuve fantaseando mucho con la idea de chupar una pija como ésta. Eso es bueno, ¿no? O sea, debería ayudarme a perder la vergüenza.
—Sí, mamá. Todo lo que te ayude a soltarte un poco está bien. Supongo.
—Bueno, allá vamos, otra vez…
Diana abrió su boca lo suficiente como para poder tragar todo el pene de su hijo y al instante toda la calentura que llevaba dentro del cuerpo se intensificó. Se lo metió completo en la boca. No podía evitar sentirse incómoda en esa situación, así como tampoco podía evitar sentir placer, al fin y al cabo ese era un pene, el cual estaba creciendo dentro de su boca.
Lo dejó salir, sólo para recomponer un poco sus pensamientos, y se dedicó a sacudirlo lentamente con una mano, no pasó mucho tiempo hasta que la verga quedó completamente dura. Fue allí cuando levantó la cabeza para encontrarse con la mirada de su hijo.
—Lo voy a hacer una vez más, —le dijo—, vos tenés que decirme cuánto tiempo lo tengo que tener en la boca, para que puedas sacar un par de fotos.
—Está bien.
Aferrándose a ese grueso tronco de carne, Diana se aproximó una vez más, tragando hasta donde pudo. Su saliva comenzó a chorrear por la comisura de sus labios y a acumularse dentro de su boca. Los segundos se le hicieron interminables y su lengua comenzaba a inquietarse, se movía de un lado a otro, como si estuviera buscando un lugar libre de ese falo, pero no hacía más que acariciar la piel que recubría al pene.
—Bueno, ya está, —dijo Julián, por fin—, ya podés sacarla, —y así lo hizo Diana.
—Es más tiempo del que me imaginé.
—Es más o menos el tiempo que necesito para poder sacar dos o tres fotos, y permitir que la lente enfoque bien.
—Bueno, está bien… entonces andá a buscar la cámara.
—¿Lo vamos a hacer ahora?
—Sí, preferiría que sí… aprovechemos que ya estoy caliente.
Julián sintió que la verga se le ponía repentinamente más dura, de una forma casi dolorosa. Su madre lo miraba arrodillada en el piso, y en sus ojos podía ver un brillo de lujuria. Ella tenía razón, debían aprovechar ese momento. Sin dudarlo más, se puso de pie y fue en busca de su cámara.
Cuando regresó encontró a Diana aún de rodillas, pero se había apartado un poco del sillón, ella se estaba acariciando la vagina lentamente.
—¿Me quedo parado? —Preguntó él.
—Sí, al menos para las primeras fotos. Espero que esta vez salga bien.
Su hijo se acercó y ella dejó de tocarse, con esa misma mano sujetó la erecta verga de Julián, la posó sobre sus labios, como si le estuviera dando un beso, y miró hacia la cámara. Ésta se disparó prácticamente al instante, eso la ayudó a meterse más en su papel. «Estás actuando, Diana, —se dijo a sí misma—, ponele un poquito de ganas y todo va a salir bien». Cerró los ojos y comenzó a juguetear con el glande, usando la punta de su lengua, no quiso abusar demasiado de esto ya que todo lo que incluyera movimiento lo asociaba con un acto sexual real, y se suponía que esto no debía ser así. Solamente lo hizo durante el tiempo suficiente como para que su hijo pudiera tomarle las fotos, luego se detuvo. A continuación abrió la boca, procurando mantener una expresión seductora, e introdujo parte de la verga. La apretó con los labios y una vez más miró hacia la cámara, como si estuviera mirando hacia los ojos de su amante e, implícitamente, le preguntara: «¿Te gusta cómo la chupo?». Sabía que a los hombres que vieran esas fotografías les gustaría ese pequeño gesto. Tragó un poco más de la verga y se dio cuenta de que no le resultaba tan desagradable como antes, evidentemente la calentura era un factor positivo. Para meterla un poco más dentro de su boca tuvo que hacer un esfuerzo, primero para poder contener tanta cantidad de carne dentro, y segundo para evitar las arcadas; pero ella no era una inexperta a la hora de chupar vergas grandes. Los conocimientos adquiridos con su viejo amante, aún estaban latentes en ella, a pesar de que hubieran pasado tantos años.
—Tenés la verga grande, —dijo, dejando salir el falo—, y todavía no sé si eso es algo positivo o negativo.
—¿Por qué lo decís?
—Bueno, imagino que a quienes miren estas fotos les gustará verme con una verga grande en la boca; es más excitante. Sin embargo, como a mí me calientan las vergas grandes, hacer esto me resulta muy tentador. No sé si me explico.
—Sí, creo que entendí perfectamente… pero no lo veo como algo malo, como te dije antes: si te gusta algo, aprovechalo para que las fotos se vean más naturales.
—Lo sé, pero igual hay que medirse un poco…
—Sí, eso es cierto. Pero bueno, vos por ahora usá eso de forma positiva, yo te voy a decir si creo que te estás pasando.
—¿De verdad me lo vas a decir? —Preguntó Diana.
—Sí, claro… no me gustaría que esto termine en algo que no es.
—Entiendo… a mí tampoco.
—Bien, una vez aclarado eso… ¿qué te gusta de todo esto?
—Mm… me gusta tenerla adentro de la boca.
Ella cerró sus ojos y volvió a metérsela dentro de la boca, pero lo fue haciendo lentamente, deteniéndose en distintos segmentos el tiempo suficiente como para que su hijo la fotografiara. Intentaba no mover demasiado la lengua, pero era un acto reflejo que a duras penas podía controlar. Sintió cómo la concha se le humedecía aún más al ir tragando cada vez más de esa verga y al sentir toda la virilidad dentro de la boca. Se moría de ganas de chupar una verga así de grande, pero no podía olvidar que esa era la de su hijo. Sin embargo eso no detuvo su mano izquierda, la cual bajó hasta encontrarse con su clítoris, y lo frotaba lentamente, presionándolo ocasionalmente, como si con eso pudiera concentrar el placer en un solo punto. Una vez que tragó tanta verga como le era posible, se quedó quieta durante unos segundos, sabiendo que Julián estaba tomando fotos, sin embargo su pose duró más tiempo del que debía. No quería admitirlo, pero una parte de ella se quería quedar allí, con toda la verga dentro de la boca. Le agradaba la tensión en sus propios labios, como si su boca le estuviera diciendo que la verga era demasiado grande como para retenerla dentro.
—Ya está, —dijo Julián, y esto la hizo volver a la realidad.
—¿Salieron buenas fotos? —Preguntó, luego de quitar la verga de su boca.
—Sí, realmente muy buenas.
—¡Qué bien! Yo me quedé re caliente, y necesito tocarme.
—Hacelo tranquila, mientras tanto yo sigo sacándote fotos.
—Me parece una excelente idea, —dijo, con una sonrisa libidinosa.
Diana se colocó de rodillas en el sofá, dándole la espalda a su hijo, se inclinó sobre el respaldar para que su culo y su concha se lucieran. Llevó una mano hacia su sexo y comenzó a masturbarse sin miramientos. Mientras lo hacía no podía dejar de pensar en la sensación que le produjo volver a tener una pija dura dentro la boca.
Julián se tomó un buen rato con cada una de las fotos, en ocasiones bajaba la cámara y admiraba la forma en la que su madre se estaba masturbando; y él hacía lo mismo. Diana, al mirar de reojo, se dio cuenta de que su hijo se pajeaba sin sacar fotos; pero ésto no le molestó, quería que él también tuviera sus pequeños momentos para disfrutar. Además le producía cierto morbo saber que un hombre, con la pija grande, se estaba masturbando mirándola a ella.
—Si estás por acabar, avisame, —dijo Diana.
—¿Para no manchar el sofá?
—No, no… para que me acabes en la cara.
—¿Qué…? ¿En la cara? ¿Estás segura?
—No estoy segura, me pone incómoda… pero ya te vi acabar, y ya me tiraste semen en el cuerpo. Estoy segura de que esas fotos fueron de las mejores. ¿No sería mucho más excitante hacerlas con el semen en la cara? No sería la primera eyaculación facial de mi vida… El Tano me llenó la cara de leche en más de una ocasión, y a mí me volvía loca.
—Bueno, está bien… —Julián estaba algo aturdido por la actitud de su madre, pero no quería desaprovechar la inmejorable oportunidad que tenía.
—Entonces dale, —ella se puso de rodillas en el piso y cerró los ojo—. Acabame en la cara… espero que salga mucha leche.
Julián sintió una potente ráfaga de calentura en todo su cuerpo. Se masturbó tan rápido como pudo, y muy cerca de la cara de su madre; tanto que a veces le terminaba dando golpecitos con la verga, o se la frotaba por los labios. A Diana no pareció molestarle ésto, por lo que él deslizó el glande por todo el ancho de esa preciosa boca; primero hacia un lado, luego hacia el otro, y repitió la acción varias veces. La rubia se dio cuenta de que su hijo necesitaba algo de ayuda para acabar, ella sabía cómo dársela, pero no era correcto. Él solito podía realizar el trabajo. Sin embargo esa verga estaba tan pegada a su boca que la tentación de hacer algo era inmensa. Abrió levemente los labios y el glande entró un poco, abriéndole aún más la boca. La cabeza de la pija se posó sobre su lengua, y ella la lamió lentamente y con sensualidad. No tuvo que hacerlo mucho tiempo, el primer chorro de semen apareció, y fue a parar justo dentro de su boca. Julián se apresuró a sacar la verga, se impacientó tanto que por poco se le cae la cámara de la otra mano. Siguió pajéandose, y sus cargados chorros de semen fueron cubriéndole toda la cara a su madre. Especialmente en la zona de su boca, y su mentón.
Diana se quedó tan quieta como pudo, con parte del semen aún en la boca. El corazón le latía tan deprisa que tuvo miedo de que le ocurriera algo malo; pero en realidad era símbolo de que lo estaba disfrutando, aunque no quisiera admitirlo. Se sentía una puta con toda la cara llena de leche. Esperaba que su hijo estuviera tomando buenas fotografías.
Julián estaba tan nervioso ante la imagen tan pornógráfica que brindaba su madre, que las manos le temblaron mientras sacaba las fotos. Intentó serenarse, pero no pudo. El semen se escurría por la cara de la rubia, cayendo sobre sus voluminosas tetas.
—Quedate quieta un ratito más, mamá. Ya casi termino, —dijo, preocupado.
Diana mantuvo la calma, aunque una de sus manos ya estaba acariciándole la concha. Estaba muy cerca del orgasmo. Quería decirle algo a su hijo, y en lugar de dejar salir el semen de la boca, lo tragó. Lo hizo como un acto reflejo, adiestrada por su amante, que siempre la obligaba a tragar la leche. No fue hasta después de hacerlo que cayó en la cuenta de que ése era el semen de su propio hijo.
—Meteme la pija en la boca, —Pidió, manteniendo los ojos cerrados. Sabía que había semen en sus párpados—. Así sacamos algunas fotos con el panorama completo.
Julián, sin decir nada, le metió la verga, aún erecta, dentro de la boca. Ella la agarró con una mano, y la tragó aún más. Después la fue sacando muy lentramente, con los labios apretados, llenándose la boca con pequeños chorros de semen que aún salían de la pija. Esta vez los tragó a propósito, ya lo había hecho una vez, y no le había desagradado. Era el semen de su hijo, pero estaba delicioso. Cuando llegó a la punta de la verga, no la soltó, sino que hizo el camino contrario, y la fue tragando toda otra vez. Repitió este proceso unas cuatro veces, sin acelerar demasiado.
—Parece que estuvieras haciendo un pete, —dijo Julián, refiriéndose a las fotos.
—Y bueno… un poquito te estoy peteando… pero sólo un poquito. Es inevitable, —dijo Diana, justo antes de volver a tragarse la pija.
Este comentario hizo que la verga de Julián quedara aún más rígida. Diana se dio cuenta de que ella era la culpable de esa reacción, pero no podía culpar a su hijo de calentarse, cuando ella misma se estaba haciendo una paja monumental, y el jugo de su concha ya estaba goteando en el piso.
Diana se esforzaba por mantenerse quieta cuando tenía la verga en la boca, pero le resultaba imposible. Aún no había superado el miedo que le producía meterse el pene de su hijo en la boca, pero se sentía lo suficientemente confiada como para dejar que su “insitinto de petera” se activara. A pesar de que no se movía mucho, sus labios recorrían todo el largo de la verga, deteniéndose unos segundos al llegar al glande, allí era cuando su lengua entraba en acción, recorriéndolo en círculos. De haberse tratado de otro hombre, Diana ya estaría dándole fuertes chupones, y moviendo su cabeza rítimicamente de atrás hacia adelante. Pero no podía hacer eso, no si la verga era la de Julián.
Notó cierto palpitar en la pija, se la sacó rápidamente de la boca, y masturbó a su hijo. Tan sólo tuvo que hacerlo durante un breve instante, el semen empezó a saltar a chorros; ella los dirigió hacia sus tetas. Sus grandes melones quedaron cruzados por líneas blancas que se deslizaban lentamente. Sonrió a la cámara con su mejor cara de puta, y le dio a Julián unos instantes para recobrarse de esa potente acabada. Cuando el chico ya estuvo bien, continuó sacando fotos. No podía calcular la cantidad de pajas que se haría mirando esas fotos; lo que sí podía calcular era cuánto dinero recibiría por ellas.
—Bueno, em… —Diana se puso de pie, estaba algo desorientada por lo que acababa de hacer. No era la primera vez que su hijo le acababa en el cuerpo, pero sí la primera en la que lo hizo tan cerca de la cara. Incluso estuvo tentada de abrir la boca y dejar que más chorros de semen le cayeran dentro—. Ya sabés, me voy a bañar… vos…. eh… hacé lo que quieras.
—Yo también me quiero bañar.
—Bueno, esperá un rato entonces; porque primero me baño yo… tengo derecho, mirá como estoy. —La verga de Julián mantuvo la rigidez al vez el escultural cuerpo de su madre cubierto con su propio semen.
—¿Y si nos bañamos juntos? —Preguntó el chico—. De todas maneras, ya nos vimos desnudos más de una vez.
—En eso tenés razón, pero… preferiría hacerlo sola. —Diana no quería admitir que pasaría los primeros minutos masturbándose, y que, posiblemente, se llevaría el semen a la boca. Pero eso era una locura, ya lo había hecho una vez… y no debía repetirlo.
—Dale, mamá. No te cuesta nada. Me baño rápido.
—Bueno, está bien, nos bañamos juntos. —Terminó accediendo porque si su hijo estaba allí no podía caer en el impulso de tragarse el semen.
Entraron juntos al baño, Julián abrió la ducha y esperó a que el agua se calentara un poco. Mientras tanto, se sacudió la verga, sin poder apartar la mirada de las tetas de su madre. Tenía ganas de llenarlas de semen otra vez.
—¿Todavía tenés ganas de pajearte? —Preguntó la rubia.
—¿Te molesta?
—No, sonso, —ella lo miró con una sonrisa maternal—. Para nada… pajeate todo lo que quieras. Es sólo que me sorprende el aguante que tenés. Más de una vez se te puso dura enseguida, después de acabar. Tu padre no podía hacer eso… pero el tipo del que te conté, —guiñó un ojo—. Él sí podía. Me encantaba que me cogiera más de una vez. No me daba ni tiempo a descansar, que ya me estaba llenando la concha de pija. —Ella también estaba muy excitada, y no le importó llevar la mano a su entrepierna, y frotarla. Al fin y al cabo su hijo ya la había visto pajeándose varias veces.
Diana se metió debajo de la ducha, el agua comenzó a lavar el semen y el sudor de su cuerpo. Julián se le paró delante, tomó el jabón y, sin pedir permiso, le agarró las tetas a su madre. La rubia se sorprendió, pero no le dijo nada. Julián comenzó a enjabonar y masajear esos grandes pechos, presionando con fuerza. Diana cerró los ojos y siguió masturbándose, mientras disfrutaba de las fuertes manos de su hijo.
—Me parece bien que vos me limpies las tetas, —dijo—. Después de todo vos fuiste el que me las dejó llenas de leche.
—Sí, lo sé… —Él se acercó más, hasta que la punta de su pene rozó la mano con la que su madre se hacía la paja—. Y no me molesta hacerlo, es divertido apretar tetas.
—Bien, porque a mí me agrada cuando me hacen masajes en las tetas. Así que seguí, con confianza. Tomate todo el tiempo que quieras.
Se sintió culpable al decir eso, pero no podía evitarlo, de verdad le producía mucho placer. Se justificó pensando que era sólo un inocente masaje que le brindaba su hijo. Ya tenían confianza, no había que hacer un escándalo al respecto. Aunque su hijo estuviera pellizcando sus pezones, y estrujando sus pechos como si fuera un amante apasionado.
Diana sintió la verga de su hijo rozando el dorso de su mano, la ignoró todo lo que pudo, pero al sentir un nuevo pellizco en uno de sus pezones, dejó de masturbarse para aferrarse a esa rígido miembro masculino. La dureza le trajo viejos recuerdos de su amante, era prácticamente como tener en mano esa verga que tanto placer le había dado. Sabía que su hijo sería capaz de satisfacer mucho a una mujer. Lo que no quería pensar era si sería capaz de satisfacerla a ella.
Casi sin darse cuenta, acercó su cadera a Julián, y dirigió la cabeza de la verga hacia su concha. Separó un poco las piernas y se frotó el clítoris usando el glande de su hijo. Ésto le produjo mucho más placer del que obtenía al tocarse ella misma. Esa verga estaba peligrosamente cerca del agujero, pero ese riesgo sólo la embriagaba más.
Se masturbó, disfrutando del placer que le brindaba esa verga que parecía apunto de entrar, y el golpe de realidad llegó cuando Julián la sujetó por la cadera y ella pudo sentir cómo la concha se le iba dilatando de a poco, por la presión ejercida por el pene.
Se apartó inmediatamente, con el corazón acelerado. Se esforzó por sonreírle a su hijo, para que él no se sintiera incómodo, pero su actitud había dejado en claro que esos peligros juegos sexuales tenían un límite.
Diana salió de la ducha, con una toalla en mano y le dijo a Julián:
—Bueno, me parece que ya podés terminar solito. Yo me voy a la pieza a hacer lo mismo.
Julián vio cómo su madre salía del baño. De pronto el chico ya no tenía ganas de masturbarse, estaba enojado por haberse quedado solo, pero la bronca no era hacia su madre, sino hacia él mismo. Había sido imprudente, si no hubiera intentado penetrarla, ella seguiría allí, frotándose contra su verga. Él ni siquiera había pensado en penetrarla, fue un acto instintivo, tenía la verga muy dura y lo invadía la gran necesidad de meterlo dentro de ese hueco cálido y húmedo. Cuando Diana se marchó, la verga empezó a bajarle lentamente.
Para Diana el efecto fue el contrario, a ella no se le fue la calentura. Se tendió en su cama, con las piernas bien abiertas y el consolador en mano. Se penetró con él tan fuerte como pudo, quería sentir algo duro dentro de la concha. Soltó un fuerte gemido de placer, como si su amante estuviera allí con ella. La reacción de su hijo la había tomado por sorpresa, y la asustó; pero el miedo no fue debido a la actitud de Julián, sino a la de ella misma. Se había frotado contra la verga de su hijo como si fuera una puta en celo. Una puta que no era capaz de diferenciar la verga de otro hombre de la de su propio hijo. Estaba desesperada por coger con alguien, y que la penetraran bien fuerte. Usando el consolador, se hizo una paja muy vigorosa, se sacudió en la cama y gimió todo el tiempo, mientras el pene plástico le exploraba cada centímetro del interior de su concha. Empezó a susurrar palabras como: “Sí, metémela toda”. “Sí, soy muy puta… me encanta la verga”. Palabras que no repetía desde la vez que le contó a su hijo la anécdota de su amante. Quería sentirse una puta, al menos una vez más, lo necesitaba. Llevaba muchos meses sin ser penetrada por una buena verga, y el tener tan cerca la verga de Julián le estaba haciendo perder la cabeza.
Cuando acabó se tranquilizó un poco, e hizo un gran esfuerzo por apartar todo pensamiento sexual de su cabeza. Decidió que ocuparía el resto de su día en alguna actividad que no estuviera relacionada con el sexo. Aunque sabía que eso le duraría poco.
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