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Soy un hombre de 28 años, que, hasta hace poco tiempo, se consideraba heterosexual.
Aun así, he de decir que desde hace un tiempo he ido teniendo sueños húmedos con hombres, fantasías reprimidas rápidamente y me he sorprendido mirando a alguno en las duchas del vestuario. Pero he de decir que no llegué a tener contacto físico y mucho menos íntimo con ninguno hasta el día que relataré a continuación.
Me divorcié hace un año, y fue entonces cuando sucedió. Al separarme de mi mujer, busqué un depto en alquiler en mi ciudad, Rosario.
Tengo la suerte de tener un buen trabajo en una multinacional, así que tras escoger el piso decidí reformarlo en parte. Lo primero que decidí cambiar fue el cuarto de baño. Así, unos días después de instalarme, los trabajadores de la empresa de reformas me dijeron que ese día dejarían la nueva ducha instalada antes de volver a casa desde el trabajo. Pero mi sorpresa fue que al llegar a eso de las 21:00 me encontré sin ducha, sin agua y con una nota pidiéndome disculpas y prometiéndome una explicación la mañana siguiente.
Después de mi enojo inicial, pensé en soluciones. Y me dije a mi mismo, es hora de conocer a mis vecinos. Recordé haber saludado en el ascensor a una pareja muy agradable que resultaron vivir en la puerta de enfrente. Ella era una mujer muy atractiva de unos 40 años, él algo más mayor, alto, fuerte y muy elegante.
Así me acerqué y piqué al timbre, eso si, algo tembloroso, me cuesta pedir favores y más uno así.
-Hola vecino, perdona que te moleste, pero estoy sin ducha ni agua, ¿podría pedirte un gran favor?
-Hola, claro que sí, pasa. Mi mujer no está, trabaja hoy de turno de noche.
-Me da vergüenza pedírtelo, pero volví ahora del trabajo y necesito una ducha.
-No, hombre, tranquilo, pasa al fondo.
Mi dirigí al baño. Era un cuarto grande, con una ducha enorme y una mampara totalmente transparente.
Me desnudé rápidamente pensando en acabar pronto y no molestarlo. Pero entonces sucedió algo que me sorprendió: yo ya estaba desnudo y en la ducha remojado cuando entró él, con una toalla en la mano.
-He recordado que no había toallas.
Me sentí avergonzado por mi desnudez, y me giré.
-Gracias, vecino.
De repente, noté como él no marchaba y sentí como me estaba mirando, aunque yo no lo veía a él. Mi tensión creció cuando empecé a notar una erección por la situación. Los nervios a veces juegan malas pasadas, pensé. Pero realmente estaba excitado porque sabía que me estaba mirando. No decía nada, así que intenté seguir con mi ducha. Cerré el grifo y busqué el gel, pero no lo encontré. Entonces noté como se acercaba a la parte donde no había cristalera y me dijo:
-Supongo que buscas esto.
Me giré para coger el gel que venía a entregarme, pero mi sorpresa me dejó paralizado. Estaba completamente desnudo y con una erección descomunal. Su miembro debía medir unos 16-18 cm y era gruesa.
-¿Sabes qué vecino?, yo tampoco me había duchado aún. ¿Puedo?
Entonces me tembló la voz, y con un tono ridículo, con una voz casi infantil dije:
-Buuueno,ejem,...es tu polla, PERDON, tu casa, tu baño.
Entró y comencé a temblar como una hoja al viento.
-Tranquilo vecino, solo quiero que te sientas a gusto en mi casa.
Acto seguido, acercó su mano lentamente a mi sexo, lo acarició sin dejar de mirarme y me pidió que me diera la vuelta para que pudiera enjabonarme la espalda.
- Si te parece bien, voy a frotarte donde tú no llegas.
Y así hizo. Agarró una esponja, le puso gel, y empezó a frotarme en la espalda suavemente. Aquello me estaba empezando a gustar, aunque no sabía como quería que acabara.
De repente paró en seco y noté como una de sus manos descendía por mi espalda. Se detuvo justo donde empiezan mis nalgas y allí se quedó haciendo movimientos cortos. Eso me hizo estremecer.
-Vecino, tienes un trasero muy bonito. ¿Puedo acariciarlo?
Respondí suavemente un sí que me sorprendió.
Entonces sentí sus dos manos acariciando mis nalgas de una forma sensual, suave. Lo siguiente fue acercar su mano derecha a mi zona anal, y la izquierda pasó a agarrar mi polla, erecta como una piedra. En ese momento volví a temblar.
En ese momento empecé a asimilar que o bien lo frenaba en seco y marchaba, o me entregaba para que hiciera conmigo lo que deseara. Opté por la segunda.
Su mano comenzó a masturbarme suavemente, a la vez que empecé a notar como uno de sus dedos de la otra recorría mi ano en círculos. Después se lo humedeció con saliva y comenzó en su intento de penetrarme con él. Notar como su dedo se abría paso y entraba dentro de mí me produjo un placer inesperado. Entre lo mojado que estaba por la ducha, la delicadeza con la que lo introdujo y los besos que me estaba dando en el cuello y los lóbulos de mis orejas, aquello me gustó. Entonces paró en seco y se fue del cuarto. Yo me quedé sorprendido, cortado y pensando, ¿habré hecho algo que le molestó?. Pero no, al momento apareció con un bote de lubricante en una mano.
-Te voy a dilatar, ya sabes que vendrá después.
De repente fui consciente de que aquello no se acabaría con unos roces, una masturbación o felación... aquello iba en serio, y él tenía una polla demasiado grande para ser mi primera vez.
Él lo vio en mi cara.
- Vaya vecino, ¿no te han garchado nunca?
- No, (dije avergonzado).
- Ummm, un primerizo, me encanta. Tranquilo, sé como hace que te duela lo mínimo.
Me secó con una toalla y me agarró de una mano para llevarme a su habitación. Me iba a garchar en la misma cama donde dormía con aquella mujer tan bonita. No pude evitar fijarme en algunas fotos de ellos dos que había allí.
- ¿Te gusta mi mujer, eh?. A ella también le cojo el culo y no tiene ninguna queja.
Me dijo aquello con una sonrisa que me encantó, me quedé como hipnotizado.
- Túmbate boca abajo.
Así lo hice. Me puse, estirado y acto seguido, separó mis piernas e introdujo su cabeza entre mis nalgas. No puedo explicar que sentí en ese momento, pero fue mucho mejor que cualquier felación que me hubiera hecho ninguna mujer. Mi cuerpo entero tembló y sentí como un río de placer lo recorría, de mi ano a mi cabeza, y del mismo a mis pies. Aquello era nuevo para mí, tuve la sensación de que solo así podía haberme corrido si no fuera por lo extraño que me sentía. En parte luchaba porque aquello no me gustara, no era moralmente correcto. Me gustaba y por momentos me tensionaba. Él también lo notó.
- ¿Sabes una cosa? No vamos a hacer nada que tú no quieras, puedes pararme cuando lo desees. ¿Sigo?
- Sí, sigue por favor.
Colocó una almohada debajo de mi cuerpo, a la altura de mi cintura, con lo cual mi trasero quedó elevado y con la curvatura suficiente para que él hurgara en mi culo. Agarró el lubricante y empezó a untar aquella substancia fría y viscosa en mí. Mis suspiros se volvieron gemidos cuando comenzó de nuevo a introducirme un dedo primero, luego dos, finalmente un tercero.
No sé el tiempo que había pasado, porque todo aquello era tan nuevo y placentero que perdí la noción. Entonces me sobresalté al oír como se abría una puerta que me pareció la de la entrada. Oí unas llaves caer en un recipiente y una voz femenina gritar:
- Cariño, ya estoy en casa. Entonces la sorpresa que superó con creces todas las anteriores: él no se inmutó, se quedó quieto, con sus dedos dentro de mí, incluso siguió moviéndolos mientras me decía:
- Tranquilo, no pasa nada, relájate.
Oí unos pasos que se acercaban, unos zapatos que su dueña se extraía y dejaba caer, y unos pasos ligeros de pies descalzos aproximarse.
- Cariño, no me habías avisado de la fiesta. Veo que habéis empezado sin mí.
Yo seguía boca abajo, con los dedos de él, entrando y saliendo de mi culo mientras la oía acercarse.
- Hola guapo, ¿lo estás pasando bien?
- Sí. Hola vecina.
- Llámame Ana. Te vamos a hacer sentir como nunca. ¿Tienes experiencia con el sexo anal?
- No, - contestó él. Tiene el culito muy cerrado. Será todo un reto para mí.
- Para nosotros cariño, que yo también participo.
Aquello me dejó aún más descolocado:¿ me iban a penetrar los dos?
Noté como se besaban, se susurraban y reían.
- Pues si hay que desvirgarlo, mejor empiezo yo,- dijo ella.
Fue a la mesita de luz y la vi sacar una bolsa. Se acercó a mí y me besó dulcemente.
- Guapo, voy a estrenarte y no lo olvidarás jamás.
Sentía una mezcla de miedo, vergüenza y excitación. Mi polla estaba aprisionada por el peso de mi cuerpo contra el colchón, y estaba dura como nunca. De hecho sentía como si en cualquier momento fuera a eyacular.
Y así fue cuando ella se puso el arnés, y tras el retirar los dedos de mi orificio anal, se colocó encima mío y me penetró con el dildo.
Había bastado una caricia por parte de ella, un poco de lubricante y por lo visto media penetración.
- Me he corrido... lo siento, he manchado las sábanas.
Ellos sonrieron y ambos se acercaron a mi cara para besarme.
- Tranquilo pibe, es habitual la primera vez, - me dijo ella. Y no te preocupes por las sábanas.
Se estiraron a mi lado y comenzaron a acariciarme. Estuvimos hablando de otras cosas, nada sexual: yo les expliqué de qué trabajaba, que llevaba un tiempo separado, de mis pocas experiencias sexuales desde entonces, - alguna compañera de oficina y poco más, y ellos me explicaron de que trabajaban.
Me invitaron a tomar otra ducha, lo cual agradecí. Esta vez me duché rápidamente y solo. Al volver a la habitación me los encontré desnudos y sonrientes. Me hicieron una señal para que me acercara a la cama y ella me ayudó a acercarme con mi boca al sexo de su marido. Nunca me había visto tan cerca de una polla antes, pero en ese momento ya estaba tan relajado y excitado con ellos que no me costó introducirla en mi boca. Empecé a hacerle una felación lo mejor que pude, imaginando como me gusta que me la hagan a mí. Él empezó a gemir.
- Ufff, qué bien lo haces,¿estás seguro que no has hecho esto antes?.
Ella agarraba con sus manos mi cabeza y me ayudaba a tragarme aquella verga. Cuando estuvo en erección empecé a tener arcadas de lo grande que era. Entonces ella me hizo parar.
- Ahora te va a encular una poronga de verdad , la de mi maridito, y te va a encantar.
Me hizo poner en 4 y ella mismo me huntó lubricante en mi ano.
Luego introdujo un dedo, dos, tres,... esta vez fue todo más rápido. Mi ano aún estaba algo dilatado de antes y yo más relajado.
- Fóllatelo cariño, quiero veros disfrutar a los dos.
Él se acercó desde atrás y colocó su falo en mi entrada. Su polla era más grande que el dildo, pero sobre todo más gruesa. Una vez empezó a entrar volví a sentir dolor,calor,... pero lo hizo tan despacio al principio que finalmente me sentí ensartado y excitado. Se quedó quieto dentro de mí y me dijo:
- Ahora si, la tienes toda dentro, voy a cogerte.
Empezó con el mete-saca, cada vez más violentamente, cada vez más rápido. Mientras me agarraba las nalgas con fuerza. Eso me excitaba más aún. Pero lo que me hizo enloquecer, fue cuando ella, que estaba sentada en una butaca a mi derecha, empezó a masturbarse fuertemente y a gemir.
- ¿Cómo tiene el culo nuestro vecino cariño?
- Lo tiene precioso, estrecho y caliente.
Les oía decir eso y me excitaba como nunca. Me sentía deseado por los dos, y mi próstata me estaba generando un escalofrío totalmente nuevo para mí.
- Date la vuelta, quiero follarte mirándote a la cara y con tus piernas en mis hombros.
Así hice, y cuando me volvió a penetrar, sentí como aquello entraba aún más profundamente en mí. Sentí que me acercaba a un nuevo orgasmo. Gemía casi como una mujer. Ella se acercó a nosotros y primero me acarició el pecho, el abdomen mientras su marido me follaba. Luego mi polla, y finalmente se la metió en la boca. No pude más y exploté de nuevo con un orgasmo largo e intenso, y esta vez no manché nada. Ella se había tragado todo mi semen. Él la sacó de mi culo y se masturbó no más de un minuto hasta correrse encima de mi pecho.
No me sentí sucio, me sentí satisfecho y contento por la experiencia.
Volvimos a hablar relajadamente, y tras una tercera ducha, les di las buenas noches y quedamos en volver a repetir la experiencia.
Soy un hombre de 28 años, que, hasta hace poco tiempo, se consideraba heterosexual.
Aun así, he de decir que desde hace un tiempo he ido teniendo sueños húmedos con hombres, fantasías reprimidas rápidamente y me he sorprendido mirando a alguno en las duchas del vestuario. Pero he de decir que no llegué a tener contacto físico y mucho menos íntimo con ninguno hasta el día que relataré a continuación.
Me divorcié hace un año, y fue entonces cuando sucedió. Al separarme de mi mujer, busqué un depto en alquiler en mi ciudad, Rosario.
Tengo la suerte de tener un buen trabajo en una multinacional, así que tras escoger el piso decidí reformarlo en parte. Lo primero que decidí cambiar fue el cuarto de baño. Así, unos días después de instalarme, los trabajadores de la empresa de reformas me dijeron que ese día dejarían la nueva ducha instalada antes de volver a casa desde el trabajo. Pero mi sorpresa fue que al llegar a eso de las 21:00 me encontré sin ducha, sin agua y con una nota pidiéndome disculpas y prometiéndome una explicación la mañana siguiente.
Después de mi enojo inicial, pensé en soluciones. Y me dije a mi mismo, es hora de conocer a mis vecinos. Recordé haber saludado en el ascensor a una pareja muy agradable que resultaron vivir en la puerta de enfrente. Ella era una mujer muy atractiva de unos 40 años, él algo más mayor, alto, fuerte y muy elegante.
Así me acerqué y piqué al timbre, eso si, algo tembloroso, me cuesta pedir favores y más uno así.
-Hola vecino, perdona que te moleste, pero estoy sin ducha ni agua, ¿podría pedirte un gran favor?
-Hola, claro que sí, pasa. Mi mujer no está, trabaja hoy de turno de noche.
-Me da vergüenza pedírtelo, pero volví ahora del trabajo y necesito una ducha.
-No, hombre, tranquilo, pasa al fondo.
Mi dirigí al baño. Era un cuarto grande, con una ducha enorme y una mampara totalmente transparente.
Me desnudé rápidamente pensando en acabar pronto y no molestarlo. Pero entonces sucedió algo que me sorprendió: yo ya estaba desnudo y en la ducha remojado cuando entró él, con una toalla en la mano.
-He recordado que no había toallas.
Me sentí avergonzado por mi desnudez, y me giré.
-Gracias, vecino.
De repente, noté como él no marchaba y sentí como me estaba mirando, aunque yo no lo veía a él. Mi tensión creció cuando empecé a notar una erección por la situación. Los nervios a veces juegan malas pasadas, pensé. Pero realmente estaba excitado porque sabía que me estaba mirando. No decía nada, así que intenté seguir con mi ducha. Cerré el grifo y busqué el gel, pero no lo encontré. Entonces noté como se acercaba a la parte donde no había cristalera y me dijo:
-Supongo que buscas esto.
Me giré para coger el gel que venía a entregarme, pero mi sorpresa me dejó paralizado. Estaba completamente desnudo y con una erección descomunal. Su miembro debía medir unos 16-18 cm y era gruesa.
-¿Sabes qué vecino?, yo tampoco me había duchado aún. ¿Puedo?
Entonces me tembló la voz, y con un tono ridículo, con una voz casi infantil dije:
-Buuueno,ejem,...es tu polla, PERDON, tu casa, tu baño.
Entró y comencé a temblar como una hoja al viento.
-Tranquilo vecino, solo quiero que te sientas a gusto en mi casa.
Acto seguido, acercó su mano lentamente a mi sexo, lo acarició sin dejar de mirarme y me pidió que me diera la vuelta para que pudiera enjabonarme la espalda.
- Si te parece bien, voy a frotarte donde tú no llegas.
Y así hizo. Agarró una esponja, le puso gel, y empezó a frotarme en la espalda suavemente. Aquello me estaba empezando a gustar, aunque no sabía como quería que acabara.
De repente paró en seco y noté como una de sus manos descendía por mi espalda. Se detuvo justo donde empiezan mis nalgas y allí se quedó haciendo movimientos cortos. Eso me hizo estremecer.
-Vecino, tienes un trasero muy bonito. ¿Puedo acariciarlo?
Respondí suavemente un sí que me sorprendió.
Entonces sentí sus dos manos acariciando mis nalgas de una forma sensual, suave. Lo siguiente fue acercar su mano derecha a mi zona anal, y la izquierda pasó a agarrar mi polla, erecta como una piedra. En ese momento volví a temblar.
En ese momento empecé a asimilar que o bien lo frenaba en seco y marchaba, o me entregaba para que hiciera conmigo lo que deseara. Opté por la segunda.
Su mano comenzó a masturbarme suavemente, a la vez que empecé a notar como uno de sus dedos de la otra recorría mi ano en círculos. Después se lo humedeció con saliva y comenzó en su intento de penetrarme con él. Notar como su dedo se abría paso y entraba dentro de mí me produjo un placer inesperado. Entre lo mojado que estaba por la ducha, la delicadeza con la que lo introdujo y los besos que me estaba dando en el cuello y los lóbulos de mis orejas, aquello me gustó. Entonces paró en seco y se fue del cuarto. Yo me quedé sorprendido, cortado y pensando, ¿habré hecho algo que le molestó?. Pero no, al momento apareció con un bote de lubricante en una mano.
-Te voy a dilatar, ya sabes que vendrá después.
De repente fui consciente de que aquello no se acabaría con unos roces, una masturbación o felación... aquello iba en serio, y él tenía una polla demasiado grande para ser mi primera vez.
Él lo vio en mi cara.
- Vaya vecino, ¿no te han garchado nunca?
- No, (dije avergonzado).
- Ummm, un primerizo, me encanta. Tranquilo, sé como hace que te duela lo mínimo.
Me secó con una toalla y me agarró de una mano para llevarme a su habitación. Me iba a garchar en la misma cama donde dormía con aquella mujer tan bonita. No pude evitar fijarme en algunas fotos de ellos dos que había allí.
- ¿Te gusta mi mujer, eh?. A ella también le cojo el culo y no tiene ninguna queja.
Me dijo aquello con una sonrisa que me encantó, me quedé como hipnotizado.
- Túmbate boca abajo.
Así lo hice. Me puse, estirado y acto seguido, separó mis piernas e introdujo su cabeza entre mis nalgas. No puedo explicar que sentí en ese momento, pero fue mucho mejor que cualquier felación que me hubiera hecho ninguna mujer. Mi cuerpo entero tembló y sentí como un río de placer lo recorría, de mi ano a mi cabeza, y del mismo a mis pies. Aquello era nuevo para mí, tuve la sensación de que solo así podía haberme corrido si no fuera por lo extraño que me sentía. En parte luchaba porque aquello no me gustara, no era moralmente correcto. Me gustaba y por momentos me tensionaba. Él también lo notó.
- ¿Sabes una cosa? No vamos a hacer nada que tú no quieras, puedes pararme cuando lo desees. ¿Sigo?
- Sí, sigue por favor.
Colocó una almohada debajo de mi cuerpo, a la altura de mi cintura, con lo cual mi trasero quedó elevado y con la curvatura suficiente para que él hurgara en mi culo. Agarró el lubricante y empezó a untar aquella substancia fría y viscosa en mí. Mis suspiros se volvieron gemidos cuando comenzó de nuevo a introducirme un dedo primero, luego dos, finalmente un tercero.
No sé el tiempo que había pasado, porque todo aquello era tan nuevo y placentero que perdí la noción. Entonces me sobresalté al oír como se abría una puerta que me pareció la de la entrada. Oí unas llaves caer en un recipiente y una voz femenina gritar:
- Cariño, ya estoy en casa. Entonces la sorpresa que superó con creces todas las anteriores: él no se inmutó, se quedó quieto, con sus dedos dentro de mí, incluso siguió moviéndolos mientras me decía:
- Tranquilo, no pasa nada, relájate.
Oí unos pasos que se acercaban, unos zapatos que su dueña se extraía y dejaba caer, y unos pasos ligeros de pies descalzos aproximarse.
- Cariño, no me habías avisado de la fiesta. Veo que habéis empezado sin mí.
Yo seguía boca abajo, con los dedos de él, entrando y saliendo de mi culo mientras la oía acercarse.
- Hola guapo, ¿lo estás pasando bien?
- Sí. Hola vecina.
- Llámame Ana. Te vamos a hacer sentir como nunca. ¿Tienes experiencia con el sexo anal?
- No, - contestó él. Tiene el culito muy cerrado. Será todo un reto para mí.
- Para nosotros cariño, que yo también participo.
Aquello me dejó aún más descolocado:¿ me iban a penetrar los dos?
Noté como se besaban, se susurraban y reían.
- Pues si hay que desvirgarlo, mejor empiezo yo,- dijo ella.
Fue a la mesita de luz y la vi sacar una bolsa. Se acercó a mí y me besó dulcemente.
- Guapo, voy a estrenarte y no lo olvidarás jamás.
Sentía una mezcla de miedo, vergüenza y excitación. Mi polla estaba aprisionada por el peso de mi cuerpo contra el colchón, y estaba dura como nunca. De hecho sentía como si en cualquier momento fuera a eyacular.
Y así fue cuando ella se puso el arnés, y tras el retirar los dedos de mi orificio anal, se colocó encima mío y me penetró con el dildo.
Había bastado una caricia por parte de ella, un poco de lubricante y por lo visto media penetración.
- Me he corrido... lo siento, he manchado las sábanas.
Ellos sonrieron y ambos se acercaron a mi cara para besarme.
- Tranquilo pibe, es habitual la primera vez, - me dijo ella. Y no te preocupes por las sábanas.
Se estiraron a mi lado y comenzaron a acariciarme. Estuvimos hablando de otras cosas, nada sexual: yo les expliqué de qué trabajaba, que llevaba un tiempo separado, de mis pocas experiencias sexuales desde entonces, - alguna compañera de oficina y poco más, y ellos me explicaron de que trabajaban.
Me invitaron a tomar otra ducha, lo cual agradecí. Esta vez me duché rápidamente y solo. Al volver a la habitación me los encontré desnudos y sonrientes. Me hicieron una señal para que me acercara a la cama y ella me ayudó a acercarme con mi boca al sexo de su marido. Nunca me había visto tan cerca de una polla antes, pero en ese momento ya estaba tan relajado y excitado con ellos que no me costó introducirla en mi boca. Empecé a hacerle una felación lo mejor que pude, imaginando como me gusta que me la hagan a mí. Él empezó a gemir.
- Ufff, qué bien lo haces,¿estás seguro que no has hecho esto antes?.
Ella agarraba con sus manos mi cabeza y me ayudaba a tragarme aquella verga. Cuando estuvo en erección empecé a tener arcadas de lo grande que era. Entonces ella me hizo parar.
- Ahora te va a encular una poronga de verdad , la de mi maridito, y te va a encantar.
Me hizo poner en 4 y ella mismo me huntó lubricante en mi ano.
Luego introdujo un dedo, dos, tres,... esta vez fue todo más rápido. Mi ano aún estaba algo dilatado de antes y yo más relajado.
- Fóllatelo cariño, quiero veros disfrutar a los dos.
Él se acercó desde atrás y colocó su falo en mi entrada. Su polla era más grande que el dildo, pero sobre todo más gruesa. Una vez empezó a entrar volví a sentir dolor,calor,... pero lo hizo tan despacio al principio que finalmente me sentí ensartado y excitado. Se quedó quieto dentro de mí y me dijo:
- Ahora si, la tienes toda dentro, voy a cogerte.
Empezó con el mete-saca, cada vez más violentamente, cada vez más rápido. Mientras me agarraba las nalgas con fuerza. Eso me excitaba más aún. Pero lo que me hizo enloquecer, fue cuando ella, que estaba sentada en una butaca a mi derecha, empezó a masturbarse fuertemente y a gemir.
- ¿Cómo tiene el culo nuestro vecino cariño?
- Lo tiene precioso, estrecho y caliente.
Les oía decir eso y me excitaba como nunca. Me sentía deseado por los dos, y mi próstata me estaba generando un escalofrío totalmente nuevo para mí.
- Date la vuelta, quiero follarte mirándote a la cara y con tus piernas en mis hombros.
Así hice, y cuando me volvió a penetrar, sentí como aquello entraba aún más profundamente en mí. Sentí que me acercaba a un nuevo orgasmo. Gemía casi como una mujer. Ella se acercó a nosotros y primero me acarició el pecho, el abdomen mientras su marido me follaba. Luego mi polla, y finalmente se la metió en la boca. No pude más y exploté de nuevo con un orgasmo largo e intenso, y esta vez no manché nada. Ella se había tragado todo mi semen. Él la sacó de mi culo y se masturbó no más de un minuto hasta correrse encima de mi pecho.
No me sentí sucio, me sentí satisfecho y contento por la experiencia.
Volvimos a hablar relajadamente, y tras una tercera ducha, les di las buenas noches y quedamos en volver a repetir la experiencia.
5 comentarios - Bisexual por casualidad. Les juro.