Gozando de lo más sabroso
Los hombres sexualmente viciosos gustamos de todo: de las formas enormes, los grandes senos, los inmensos glúteos, las piernas gruesas pero bien torneadas, una cintura estrecha y labios muy carnosos, y de todas las formas de penetración sexual, por la boca, la panocha y el ano.
Pero pocas cosas nos gustan más que las mujeres enormes bien formadas, las gordibuenas, la más suculentas hembras de todas: las marrana humanas más sabrosas.
Nos gusta verlas, manosear sus formas, restregar la verga en todo su cuerpo, hacen que nos la chupen y derramarnos en sus labios, restregar la verga en sus formidables muslos y pantorrillas y majarlas con jocoque espeso y rancio y morder su carne hasta la locura, como si quisieramos devorarlas.
Pero lo mejor der todo, sí Dios mío, sí, es lamer su deliciosa flor de pétalos de carne, su ano, dedearlo, lamerlo, meter la lengua en él y que nos apriete, estrangule y triture nuestra verga con sus seboso recto, caliente, estrecho, apretante, que anhela sentir la verga pulsando intensamente al derramar su contenido en medio de la mierda.
Así gozo yo cuando me culeo a Josefina, mi vecina, las más deliciosa gordibuena del planeta. ¿Que chingados me importa ser enano mientras tenga a mi alcance este ano para hacer disfrutar mi verga? Su hermano me la invita.
Su hermano que desde chiquita le enseño a ser putísima del hoyo. Se la comenzó a culear cuanto ella tenía apenas ocho años, pero ya estaba gordita de las partes eroticas y era muy cariñosa cuando su hermanito se la sentaba entre las pierna y le introducía su carne entrte sus gruesas e infantiles nalguitas. Ella gozaba del cariño de su hermano y cuando nos hicimos amigos mi invito a darle placer por el chiquito.
¡Viva la vida! ¡Viva el amor! ¡Bendito sea el exquisito culo de Josefina!
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