100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 31:
Nuestras miradas se cruzaron de golpe y sentí como todo mi cuerpo temblaba en tan solo un segundo. Él dominaba por completo la situación y yo no podía hacer nada para cambiarlo, pues sus palabras eran mucho más poderosas que su voluntad. Sentí su mano pasar por detrás de mi cuerpo y apoyarse sutilmente en mi espalda al mismo tiempo que su cuerpo se acercaba al mío. Mis manos me temblaban y mis ojos no se corrían del plato que estaba lavando en ese momento. No quería caer rendida a sus pies como lo había hecho cientos y cientos de veces, pero estaba segura de que él iba a lograr su objetivo. No me importaba nada de lo que sucedía alrededor nuestro, solo sentía la presencia de su cuerpo y el calor de su mano.
Me llamo Sabrina, tengo 34 años y hace dos años que estoy de novia con Juan José. Lo conocí en una etapa bastante complicada de mi vida, puesto que acababa de terminar un noviazgo de diez años con compromiso de casamiento y en medio de la búsqueda de nuestro primer hijo. El hecho de que yo no quedara embarazada y que él no pudiera progresar en su trabajo, hicieron que la relación se fuera desmoronando hasta que nos terminamos peleando. En ese entonces aparecieron dos personas que pasaron a ser protagonistas de mi vida.
El primero fue Esteban, uno de mis mejores amigos desde la facultad y alguien con quien yo había contado toda mi vida. Él, un año más grande que yo, me ayudó a superar la ruptura y una noche de borrachera y llanto me confesó que estaba enamorado de mí y que él quería cuidarme y amarme de la forma en la que mi ex no lo había hecho. El problema era que Esteban estaba de novio con Lucia hacía muchísimo tiempo, una chica súper simpática y amable que todos en el grupo de amigos habíamos aceptado. Lucía, era una amiga más dentro del grupo, por lo que en un principio le dije que no, que yo no podía hacerle eso a ella.
Sin embargo, terminé cayendo en las palabras dulces y románticas de mi mejor amigo y empezamos a tener relaciones de manera clandestina. Todo empeoró durante nuestro segundo encuentro, cuando él me practicó sexo oral y me la chupó de una manera que me hizo acabar más de una vez en muy pocos minutos. Esteban demostró ser un excelente amante y un hombre que sabía cómo complacer a una mujer, por lo que yo le terminé agarrando el gusto a tener sexo con él. Me sentía mal cada vez que veía a Lucía o hablaba con ella, pero todo eso se borraba de mi mente cuando su novio se colocaba entre mis piernas y me daba placer hasta dejarme respirando de manera agitada.
Toda esa historia duró unos cuantos meses hasta que apareció el segundo protagonista de la historia: Juan José. Con él comencé a salir gracias a otra chica del grupo que nos presentó, pues según ella, yo tenía que olvidarme de mi ex y empezar a tener sexo. Tardamos tres meses en tener nuestra primera vez y la verdad que no fue nada en comparación con Esteban. A pesar de eso, Juan José era amable, tierno y alguien que me demostró ser una gran persona, por lo que decidí darle una oportunidad. Cortamos relación con Esteban y luego de tener nuestra última vez, seguimos con la amistad de la misma forma en la que veníamos trabajando antes.
Juan José y yo terminamos poniéndonos de novios al cabo de un tiempo a pesar de mis dudas y así pasamos dos años de noviazgo. Sí, al principio comparaba mucho en mi cabeza el sexo con él y con Esteban, quien todavía seguía siendo el hombre más caliente con el que me había acostado. Pero poco a poco fui alejando a mi amigo de mi mente y me di cuenta que podía disfrutar mucho más si me concentraba en mi pareja. Dos años pasaron y todo cambió rápidamente, a tal punto que Juan José y yo empezamos a hablar de casarnos y hasta de tener hijos. Era algo que todavía no queríamos hacer, pero sabíamos que las cosas podían cambiar en menos de un año.
Y eso fue lo que pasó. Tan solo un mes más tarde de mantener esa charla con mi novio, nos juntamos con el grupo y Esteban nos confesó que se había separado de Lucía. “Las cosas venían mal hacía tiempo” nos dijo a pesar de que a todos nos sorprendió su confesión. Se lo notaba distinto y se lo veía cambiado. Era evidente que estaba haciendo mucho más ejercicio que antes y que se había comprado ropa más elegante y ajustada para marcar ese cambio. Para colmo, tras hacernos saber eso, Esteban no dejó de mirarme en toda la noche y hacerme comentarios que para los demás pasaban desapercibidos pero que yo entendía muy bien.
Una semana más tarde, volvimos a juntarnos en mi casa. Aprovechando mi cumpleaños, invité a los chicos a cenar y a tomar algo en el nuevo departamento al que nos habíamos mudado con Juan José. Esteban fue el último en llegar y lo hizo con una camisa bien ajustada que le marcaba el cuerpo y un pantalón ajustado que le quedaba divino. “Feliz cumpleaños hermosa” me dijo y luego me abrazo y me dio un beso en la mejilla, pero que pasó muy cerca de mis labios. Almorzamos, tomamos y hablamos por unas cuantas horas. Poco a poco el alcohol fue desapareciendo y nosotros nos fuimos poniendo cada vez más borrachos.
Juan José llegó a un punto en el que empezó a cantar con otro de los chicos del grupo y terminaron los dos abrazados y a los gritos. Sin embargo, yo no le sacaba los ojos de encima a Esteban, quien constantemente me lanzaba miradas y se mordía los labios cuando yo decía algo. Aprovechó más de una oportunidad para ponerse al lado mío y decirme algo o para acariciarme la espalda de manera suave y sutil. Yo me estaba poniendo nerviosa, pero sentía que si no dejaba de hacer todo lo que estaba haciendo, podía llegar a lanzarme encima suyo en cualquier momento.
Cerca de la una de la mañana me fui con otra de las chicas a la cocina a lavar los platos. Estuvimos conversando un tiempo hasta que de golpe se abrió la puerta de la cocina y entró Esteban con unos vasos en la mano. “Quieren más cerveza por allá” dijo haciendo referencia a la cocina y mi amiga enseguida me dijo que ella llevaba, pues también tenía ganas de tomar cerveza. Se fue y ni bien lo hizo, Esteban arrimó la puerta y el ruido proveniente del comedor se apaciguó bastante. Caminó despacio hasta pararse al lado mío y empezó a secar los vasos de manera muy lenta. Era la primera vez que estábamos los dos solos desde aquella última vez que tuvimos sexo hacía más de dos años, dato que me di cuenta enseguida y me puso nerviosa.
- Estás muy linda, Sabri.- Me dijo él mirándome de arriba abajo y su voz estalló en mi cabeza.
- Gracias.- Le dije.
- Te queda hermoso el vestidito ese.- Agregó él mirando el vestido corto que me había puesto para recibir mis 35 años. Noté como sus ojos se clavaban en la parte baja de mi espalda y subían poco a poco.
Volví a agradecerle y Esteban siguió secando los vasos mientras que de la cocina se escuchaba como mi novio y uno de mis amigos se ponían a cantar de nuevo al ver que más cervezas llegaban al comedor. Yo estaba muy nerviosa, pues no sabía que decirle a Esteban. Sin embargo, él parecía estar sumamente relajado y se sentía como pez en el agua, algo que a mí me ponía más nerviosa aún. Me preguntó cómo estaba, cómo me sentía, a lo que yo le respondí un simple “bien”. Pero enseguida me preguntó si lo extrañaba, si añoraba las tardes y noches de pasión que había pasado con él.
- Lo nuestro ya fue.- Le dije cortante. Pero no había respondido su pregunta.
- Te pregunté otra cosa.- Me dijo él dándose cuenta de mi error y me agarró de la mano el vaso que acababa de lavar.
Yo no le respondí. En eso, otra de las chicas entró en la cocina y fue directo a la heladera para buscar otras dos cervezas. “Che… ¡Vengan!” nos dijo a nosotros y Esteban le contestó que ni bien terminábamos de lavar las cosas, volvíamos a la fiesta. Cuando nuestra amiga se fue, el pasó por detrás de mí para arrimar nuevamente la puerta y volvió a colocarse de mi lado, tocando sutilmente mi cola cuando pasó otra vez atrás mío. “¡Esteban! Me tocaste” le dije algo indignada y él me respondió que muy probablemente mi cola lo había tocado a él, algo que por alguna razón me hizo reír.
Enseguida, supe que él controlaba la situación y Esteban también estaba al tanto de ello. Por eso, se animó a apoyar su mano en mi hombro y dejando el repasador a un lado, acercó su cuerpo al mío. “Yo te extraño mucho. Extraño tu cuerpo” me dijo acercando su boca a mi oído y susurrándome esas palabras que hicieron que mi cuerpo se mojara. “Esteban, por favor” le dije yo tratando de correrme hacia un costado pero mi cuerpo no respondía. “Extraño escucharte gemir de placer. Extraño probar tu cuerpo con mi lengua” me dijo y yo giré la cabeza para comprobar que la puerta no estaba abierta. Pero ni bien volví a girar la cabeza, mi amigo apoyó sus labios sobre mi mejilla y empezó a besarme mientras acariciaba mi cintura.
Sin pensar, apagué el agua y dejé la esponja para apoyar mis manos sobre la mesada. Se sentía tan bien sentir sus besos en mi cuello y sus manos en mi cuerpo, que me dejé llevar por el momento sin importar que alguien pudiera descubrirnos de golpe. Esteban bajó su mano hasta mi cola y levantó mi vestido para tocarme la piel con la yema de sus dedos. “Quiero escucharte gemir de nuevo, Sabri. Dejame regalarte lo que más me gustaba hacer” me dijo al oído y noté como mi entrepierna se mojaba aún más. No podía negarme a esas palabras. El simple recuerdo de su lengua pasando por mi cuerpo me volvía completamente loca.
Giré para quedar frente a él y lo besé con ganas. Esteban actuó enseguida, colocando sus dos manos en mi cintura y pegando su cuerpo al mío mientras me devolvía el beso. No podía creer lo que estaba haciendo, pero sin lugar a dudas el alcohol y el deseo estaban controlando la situación que se ponía cada vez más caliente. Sus manos levantaron mi vestido y llegaron a mi entrepierna, la cual acaricio suavemente por encima de la húmeda bombacha. Yo hice lo mismo y noté su erección por encima del pantalón que tenía puesto. Me moría de ganas de revivir ese placer que había sentido muchísimas veces cuando él pasaba su lengua por mi cuerpo. Sentía la necesidad de volver a tener su cabeza entre mis muslos.
Sin dudarlo, me senté en la mesada y me levanté la pollera para dejar al descubierto mi cuerpo. Esteban se pegó a mí y me siguió besando, juntando su lengua con la mía y moviéndola como loca adentro de mi boca. “¡Nos pueden descubrir!” le dije y él entendió que en realidad lo que quería no era que cortara todo, sino que se apurara. Se agachó delante de mi cuerpo, abrió mis muslos de par en par y corriendo mi bombacha hacia un costado se dedicó a llevarme dos años atrás en el tiempo.
Sentí su lengua pasar por encima de mi concha ya mojada y noté como temblaba de golpe. No había hecho nada, solo me había tocado una vez y yo ya estaba temblando de placer. Repitió el movimiento y noté como la presión llegaba en el momento exacto. Tiré mi cuerpo hacia atrás y apoyé una mano en la pared mientras que la otra la llevaba a su nuca y entrelazaba mis dedos en su pelo. Sus labios tocaron los míos y los absorbieron despacio, mientras que su lengua seguía moviéndose delicadamente hacia arriba y hacia abajo. Desde el comedor provenían las voces de mis amigos y mi novio, pero se escuchaban tan lejanas que apenas podía oír lo que estaban diciendo.
Esteban dejó que su lengua marcara el ritmo del momento, moviéndola primero de manera despacio y acelerando el ritmo poco a poco. Su cabeza subía y bajaba por mi entrepierna y sentía como me mojaba más y a más a medida que pasaban los segundos. Cuando su lengua llegó a mi clítoris, tuve que morderme la lengua para no gemir de placer. Él sabía muy bien lo que hacía y eso me ponía como loca. Me encantaba la manera en la que aceleraba el ritmo a medida que notaba el placer en mi cuerpo. Notaba la humedad de mi cuerpo mezclarse con la saliva de su boca y como él se la tragaba con su lengua.
Dejó que uno de sus dedos apareciera en el juego y eso me llevó al placer absoluto. Ya no podía escuchar las voces de los demás, pues en mi cabeza solo estábamos esteban y yo. Sentía su lengua moverse y hacer presión sobre mi clítoris mientras que uno de sus dedos entraba y salía de mi cuerpo a toda velocidad, cogiéndome como loco y haciéndome gemir. Me tuve que llevar el repasador a la boca y tuve que morderlo para no gritar de placer. Pero quería hacerlo, quería gemir y gritar como loca. Quería que Esteban escuchara lo que provocaba en mí.
Me saqué el repasador, apreté su cabeza contra mi cuerpo ya abrí la boca para que de ella salieran unos suaves gemidos que estaba segura que solo él iba a poder escuchar. Y lo hizo, pues su lengua se empezó a mover mucho más rápida y otro de sus dedos entró en acción al penetrar mi cuerpo. No podía contenerme, no podía aguantarme la calentura. Era tanta la pasión que me hacía sentir que mi cuerpo empezó a temblar de golpe y sentí como mi cintura se bamboleaba en todas direcciones. Esteban seguía comiéndome la concha y penetrándome con dos dedos a toda velocidad. Mis gemidos se hacían cada vez más fuertes y el placer se sentía a flor de piel. Estaba a punto de acabar, sentía el orgasmo en mi cuerpo.
- ¡Ay sí!- Gemí como loca y me incliné hacia adelante al punto tal que casi me caigo de la mesada.
Él se levantó y me besó apasionadamente y pude sentir el gusto de mi cuerpo en su boca. Nos paramos y mi mano fue directo a su entrepierna, en donde pude notar una tremenda erección que se notaba a leguas. Le dije que me encantaría chuparle la pija, pero que no quería arriesgarme a que nos vieran, por lo que acordamos que él iba a ser el último en irse y que íbamos a coger en el las escaleras del edificio. Me acomodé la bombacha, me bajé el vestido y abrí la heladera para agarrar dos nuevas cerezas y volver a la cocina con la idea de que todos los demás se fueran para que yo pudiera volver a disfrutar a mi amante como hacía dos años quería hacerlo.
Lugar n° 31: Mesada
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