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One Shot | La Santa

NOTA:
Mientras trabajo en la continuación de "La haré mi cornuda", tengo que escribir algo para ustedes y para mí. Espero que les guste y si desean más de esta misma aventura, coméntalo que lo aprecio mucho y me permite seguir. Chicas, miren la imagen del final. ;)




Hay una historia que siempre recuerdo cuando me masturbo y NADA me pone como debería. Es que DANIELA tiene algo cuando cacha que me encanta. Quizás sea su culazo, su actitud más sumisa, su creatividad para hacer porquerías o TODO. 
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A Daniela la conozco desde que empezamos la U. Nos vimos en una clase y empezamos a hablar. Más que eso, a coquetear. Pero como éramos chicos, no pasaba de unas bromas. La agregué al FB y le escribí. Teníamos amigos en común así que tampoco fue difícil conseguir su número. También le escribí. Nos llevamos bien.

En aquellos tiempos, cuando la conocí, era un chico mucho más flaco y pobre que ahora. Sin embargo, estaba mucho más caliente en general y si podía follar en un salón vacío. No paraba hasta llenar el preservativo con leche. En mi mochila llevaba más condones que cuadernos. Pero en aquel año, Daniela aún era virgen y cada vez que yo le escribía tratando de llegar a hablarle en doble sentido, me esquivaba. Ni para mencionar que era ultra religiosa. Ya ni al caso buscarle la conversación más sexual. Yo tenía mis putas. Algunas con flaco, otras solteras.

Años después, cuando tiene lugar esta historia, ella había recorrido la vida. Ya fumaba, bebía y cachaba. 

Yo llevaba unos meses viviendo solo, escribía mensajes con doble sentido a las mujeres de la U o el trabajo que conocía y esperaba que alguna cayera en mi cama. Esa era mi vida mientras sobrevivía con sopas instantáneas.
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-Hola, Dani. ¿Qué planes para hoy?
-Aquí, estaré en mi casa con tarea. Tú?
-Estoy un poco ocupado, pero en la tarde iba a estar libre.
-Bien, pues.
-Así que con tarea, no? Si quieres te ayudo. Digo, así me haces compañía tamb.
-¿Estás viviendo solo?
-Sí, desde hace unas semanas. Pero tú estás sola?
-No yo vivo con mi mamá.
-No, hablo de *****
-Ahh. Sí, bueno no sé. Es difícil. Por eso estoy sufriendo con esta tarea. Antes, él (*****) me ayudaba.
-Ven, entonces. Aquí te espero.
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Le mandé mi ubicación. No estaba tan lejos de mi cuarto alquilado. Ella usa el bus, pero se pidió un taxi por app. Me dijo que tuvo flojera. Se montó y como no ubicaba mi dirección. Me llamó. Me tuve que levantar y bajar para traerla. La verdad, me costó un poco no renegar. Llevaba sin masturbarme una semana. Por eso, ya tenía los huevos hinchados y cuando alguien no puede resolver algo por sí solo, se me inflan más. 

Estaba con ganas de insultarle, pero la vi. Estaba de espaldas, con su cabello largo y negro. Un pantalón oscuro que le marcaba esas caderas y nalgas que aún ahora me ponen duro. Usaba una casaca jean que le quedaba corta y remarcaba sus manos. Sus tetas llenaban el polo que tenía debajo. Usaba lentes y tenía una mochila pequeña. En aquellos años, nadie usaba mascarilla así que no me equivocaba. Era ella y estaba lo suficientemente rica como para comerla ahí mismo.

Si en ese momento hubiésemos estado en la acción, la estaría ahorcando y penetrándola duro de cólera. Nosotros ya no teníamos la misma química que antes, pero igual estábamos ahí. Una semana de abstinencia me hace correr como un animal, pero muchas veces hasta que pueda cachar me da muy mal genio.
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Ni bien ingresó a mi habitación, la besé. Repasé círculos con mi lengua en sus labios y la apoyé contra la pared. Necesitaba más de esa boca. Bajé a su cuello y sentí que llevaba un collar. Era un medio corazón que tenía con ***** y mientras la mordía suavecito, se lo quité y lo lancé a algún rincón de mi cuarto. Pieza, como dirían muchos por aquí. 

-Oye no hagas es…
Le besé más el cuello, me empezó a quitar la camisa y yo cada prenda. Poco a poco. Ya la tenía casi desnuda, solo faltaba el pantalón y el brassier.

-Tienes unas tetas gigantes, ya quiero llenarlas de leche. 
-¿De verdad te gustan o lo dices porque estás arrecho?
-NUNCA…—dije mientras lamía sus pezones— HABÍA… —movía las manos por el resto del cuerpo— VISTO UNOS PEZONES TAN… —suspiré del placer— GRANDES y RICOS.

Terminé de decirle eso, mientras la tenía agarrada del culo y mi cara pegada a esos enormes pezones marrones. Mi pene ya no soportaba estar guardado. Le desabroché el pantalón y me senté en la cama.

-Voltéate. Quiero bajarte el pantalón. 
-¿Seguro?

Lo que vi era bello, grande y demasiado caliente. Tenía un calzón blanco, una piel canela suavecita y un culo que de ancho era el doble que mi cabeza. Estuvo un poco avergonzada, pero siguió. ***** fue su segundo hombre y ya llevaban 4 años. Le toqué con dos dedos la tanga y no se retiró. Empezó a moverse sobre mi mano. Yo la acariciaba y me quité todo.

Si ella se sentaba sobre mí, mi pene estaba listo hasta para preñarla. Tenía mucho líquido preseminal saliendo y no podía ocultar que me encantaba estar con Daniela, mientras le ponía los cachos a su flaco.
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Puse música en mi celular y me acosté para que me empezara a chupar todo. Su mirada lo decía todo: hace meses NO TIRO y quiero TODO tu semen. Como tiene manos pequeñas, me empezó a masturbar con ambas mientras colgaban sus inmensas tetas sobre mi pene. Puedo confirmar que yo soñaba y no por su técnica, pero sí porque estaba aquí. La mujer que conocí en clases y por años, nunca pude cruzar una palabra sexual. Me la iba a tirar como a perra.

Para avisarme que la quería chupar sacaba su lengua, pero no sus lentes. Le gustaba tenerlos puestos y mientras me la chupaba casi se le caen. Lo hacía rápido y agresivo. Luego lento y con cariño. Así cambiaba el ritmo. 
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-Métemela.
-¿Qué?
-Quiero que la metas aquí -señalando su conchita.
-¿Por aquí?— dije mientras rozaba su clítoris— ¿o por aquí? —le seguí provocando mientras tenía la cabeza lista para ingresar.
-CÁ-CHA-ME.
-Qué rico habla la santita. Estás bien mojada y este es el pene de otro macho. 
-Ese (su flaco) la tiene varios centímetros más chiquita. Este macho, NO.
-¿Y no te hace sentir ASÍ?—le dije mientras entraba en su concha.

Ella gimió y me abrazó más fuerte. Yo seguía con el ritmo cambiante mientras la besaba. Le pedí que se voltee. Estando boca abajo, la empecé a penetrar y le puse los brazos atrás. No en cuatro, solo mordiendo la almohada y me dijo algo que me encantó: Ponme la correa.

Usualmente, las mujeres que me como nunca me piden nada. Siempre se los hago por iniciativa y que me dijera eso, no solo me puso más duro. También me dio más ganas de someterla. Cuando tengo un culo grande y una hembra jugosa, no la desperdicio. La lleno de leche, azotes y hasta gritos sucios.

Le tomé las manos, la rodeé con el cuero y mientras me seguía moviendo, le ajustaba las muñecas. Ya gritaba y aunque se me pasó por la cabeza que nos iban a interrumpir los dueños por el ruido, seguí penetrando a mi AMIGA INFIEL.
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Me encantaba ver sus brazos estirando mi correa. En esa posición, solo me quedaba tomar su pelo y jalarlo. Porque yo ya no daba más besándola. Sus piernas, su culazo, su voz. Todo en ese momento me ponía a mil por hora. 

Habían pasado varios minutos y para no correrme ahí mismo, empecé a penetrarla más lento. La sacaba por completo, la volvía a meter. Su hueco se veía por un microsegundo. Miraba mi glande, mojado y caliente, entrar en su concha peludita. Qué rico me comía.

-¿Estás cansado?
-No…¿Por qué?
-Porque NECESITO tenerte adentro
-¿Cómo?¿Así?-—Me moví más y más. Un calor recorrió mi grande.
-CÓRRETE, córrete…

Su voz, culpo a su voz y a ese tono para decírmelo me llevó a otro planeta. Y me trajo de vuelta para derramar un orgasmo de una semana sin pajearme.
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Echada sobre mi pecho, justo antes de continuar con el siguiente round, le pedí que me toque los huevos con esas manitas tan suavecitas.
-¿Y si hacemos un trío? Primero con tu flaco. Para que no desconfíe le inventamos un cuentazo, no lo dejamos hacer nada y te cacho. Luego, con la hembra que pueda conseguirme tiramos y nos grabamos.
-¡Ya!¿Cuándo?



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