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Intriga Lasciva - El Instituto [19]

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Intriga Lasciva - El Instituto [19]




Capítulo 19.

Análisis de Pruebas.

A Erika le pareció una buena idea trasladar la siguiente reunión del club de detectives a su propia casa. Por eso, cuando llegó el fin de semana, recibió a Oriana, Siara y Xamira en su propia guarida, en su “lugarcito feliz”, como suele llamar a su dormitorio.
―Pasen, chicas… pónganse cómodas ―dijo con una grácil sonrisa.
Las tres se quedaron como estatuas admirando el espectacular desastre que era el cuarto de Erika. Había ropa tirada por todos lados, incluso Oriana notó que había por lo menos cuatro tangas de colores diferentes, un par de corpiños y varias medias sin su pareja. No pudo identificar las otras prendas. 
―Pensé que ibas a ordenar un poquito antes de que llegáramos ―dijo Siara.
―¿Ordenar? ¿Para qué? Para que piensen que soy una maniática obsesiva de la limpieza? No, gracias. Prefiero que me conozcan así, al natural.
―Yo podría quedar como una obsesiva de la limpieza ―dijo Oriana―. Mi cuarto siempre está impecable, no porque me guste limpiar, sino porque mi mamá me obliga a hacerlo.
―A mí sí me gusta tener el cuarto ordenado ―aseguró Siara.
―¿Y vos, Xamira? ¿Cómo tenés el cuarto? ―Preguntó Erika.
―Ordenado. Porque no tengo muchas cosas ahí. Yo solo uso mi cuarto para dormir ―últimamente también lo había usado para llorar por haber perdido a su mejor amiga; pero omitió ese detalle―. Paso poco tiempo en mi cuarto.
―¿Y dónde pasás el tiempo cuando estás en tu casa? ―Quiso saber Oriana.
―En el gimnasio.
―¡Wow! ―Exclamó Erika―. Tenés un gimnasio en tu propia casa?
―Sí, es una bendición. A mi mamá le encanta el fitness y su sueño era tener un gimnasio en casa, aunque… también va al gimnasio común cuando quiere ver gente. Yo prefiero ejercitarme sola, en casa… aunque, si alguna de ustedes quiere ir, están invitadas.
―Podríamos hacer una de nuestras reuniones en el gimnasio ―dijo Siara―. No soy fanática del ejercicio físico, pero un poco de vez en cuando no viene nada mal. 
Oriana y Xamira caminaron por el interior del dormitorio de Erika observando la enorme cantidad de esculturas plásticas que poblaban sus numerosas repisas. Vieron algunos personajes conocidos, como a Goku en un enfrentamiento con Naruto, y varias Sailor Moon.
―Ay, yo miraba Sailor Moon ―aseguró Xamira―. Me gustaba mucho.
―Ahora que lo pienso ―dijo Erika―, sos re parecida a Sailor Jupiter.
―Sí, mi mamá me decía lo mismo. Por eso es mi favorita. 
Oriana también reconoció a uno de los personajes de las estanterías, se trataba de una escultura de un hombre rubio de largo y lacio cabello adornado con una armadura dorada que cubría todo su cuerpo. Las grandes hombreras y los ojos cerrados le daban cierto aspecto divino.
―¿Ese es Shaka de Virgo? ―Preguntó Oriana―. ¿Sos de virgo?
―No, no soy de virgo; pero me encanta Shaka, en mi opinión, es el más fuerte de los Caballeros del Zodíaco, y mi favorito. En realidad soy de Capricornio. Pero Shura de Capricornio no me gusta mucho, su diseño es un poco… soso.
―Cuando yo miraba esta serie ―dijo Xamira―, estaba enamorada de Afrodita de Piscis, y más aún, porque yo soy de Piscis. ¿Y ustedes, chicas de qué signo son?
―Yo no creo en el horóscopo ―dijo Siara―, pero técnicamente soy de Sagitario.
―Yo tampoco creo mucho en esas cosas ―aseguró Oriana―, pero soy de Libra. Cuando miraba los Caballeros del Zodíaco, yo estaba enamorada de Hyoga, el cisne… creo que también era de Acuario. 
Alguien llamó a la puerta con suavidad y una voz femenina se escuchó del otro lado.
―Erika… perdón, hija, no quiero interrumpir; pero… te llegó algo por correo.
―Ay, sí… sí! ―Exclamó Erika, dando saltitos de alegría―. Por fin llegaron. Pensé que iba a tener que esperar hasta el lunes.
Abrió la puerta y Haydé, su mamá, le entregó un paquete cerrado con papel madera. Haydé saludó con la mano a las amigas de su hija y luego cerró la puerta.
Erika se puso de rodillas en la desordenada cama y se apresuró a abrir el paquete. De allí sacó dos cajas de idéntico tamaño. Al abrirlas, las presentes pudieron ver que se trataba de nuevas esculturas plásticas. Esta vez eran dos figuras femeninas muy ligeras de ropa.
―¿Quiénes son esos personajes? ―Preguntó Oriana―. No los conozco.
―¿Nunca escucharon hablar de Queen’s Blade? ―Ninguna dio signos de haberlo hecho―. Es un poco difícil de explicar. Digamos que es una franquicia en la que un montón de chicas combaten para convertirse en la siguiente Reina. “¡Poder y Sensualidad!” ―Erika guiñó un ojo y sacó la lengua, haciendo lo que ella denominaría como “un gesto kawaii”.  
―¿Y suelen ir todas tan sueltas de ropa como en estas esculturas? ―Preguntó Xamira.
―Por lo general, sí. 
―Me parecen un poquito de mal gusto ―dijo Siara―. Están prácticamente desnudas. No tiene sentido que luchen con armaduras que no les tapan ni siquiera el torso.
―A mí me parecen simpáticas ―dijo Oriana―. Esta morocha de pelo corto me recuerda un poco a vos, Siara. Tiene el pelo negro y corte carré. Además es… pechugona.
―Esta es Menace. Es una de las villanas ―aclaró Erika―. A mí me encantaría que Siara hiciera un cosplay de Menace.
―¿Qué? ¡Ni loca! ¡Mirá! Se le ve toda la mitad inferior de las tetas ―dijo señalando la escultura―, y abajo solo tiene un trapito entre las piernas… no, ni loca.
―Está basada en la mitología egipcia. Tiene un harem de chicas para ella solita. 
―¡Encima lesbiana! ―Protestó Siara.
―Casi todas las chicas de Queen’s Blade son lesbianas ―aclaró Erika―. Creo que quedarías re linda con este atuendo. Y yo podría hacer un cosplay de esta otra ―señaló la segunda escultura―. Es Elina, la hermana gemela de la protagonista. Tendría que ponerme una peluca rubia; pero creo que todo lo demás es solo cuestión de atuendo. Me gusta que Elina siempre use una vincha con orejas de gato… y hasta tiene uñas, para arañar a sus rivales.  
―Tiene una armadura diminuta ―comentó Xamira―. En especial la parte de abajo. Amiga, si te ponés ese atuendo se te verían casi todas las tetas… y el pubis. ¿No te molesta que alguien te vea vestida así?
―Si estoy en una convención de anime, no me molesta. Aunque en otro contexto sí me pondría nerviosa.
Erika sacó de las cajas las dos esculturas, se acercó a una de las estanterías y las apoyó en un espacio vacío, acto seguido manipuló la indumentaria de las chicas plásticas, sus amigas miraron con asombro como de pronto las dos esculturas perdían lo poco que tapaba sus partes íntimas.
―¡Wow! ¿Se pueden desnudar? ―Preguntó Oriana con incredulidad.
―Ah, sí… la mayoría de las esculturas ecchi se pueden desnudar ―dijo Erika con naturalidad.
―¿Y las vas a dejar así? ―Preguntó Xamira―. ¿No te da vergüenza que tu mamá las vea? Va a pensar que te gustan las mujeres.
―Mi mamá ya sabe que colecciono estas esculturas. ¿Quién te creés que me da la plata para comprarlas?
―Tu hermana Kamilexia ―dijo Siara.
―Bueno, ―Erika infló sus cachetes y se puso roja por la bronca―, pero Camila le da la plata a mi mamá, y mi mamá me la da a mí. 
―Ay, no puedo creer que esté en el cuarto de la hermana de Kamilexia ―dijo Oriana.
―¿Esa fue una indirecta para que te muestre el cuarto de mi hermana? ―Preguntó Erika.
―Em… no… no… em… este… quizás sí. ¿Sería mucho pedir? 
―A mi hermana le molestaría mucho que le muestre su cuarto a otra persona…
―Ah, ya veo…
―Por eso te lo voy a mostrar. Vení, seguime.
Oriana se quedó de pie, confundida. Luego siguió los pasos de Erika. Siara y Xamira las acompañaron. 
Las cuatro entraron al cuarto contiguo. Aquí reinaba el orden y daba la impresión de que nadie lo había tocado en años. Todo, absolutamente todo, estaba en la misma línea de color. Blanco con detalles rosas. Hasta las cortinas eran así. 
―¡Wow, me encanta! ―Exclamó Oriana, maravillada―. Siempre me imaginé que el cuarto de Kamilexia sería así, es tan… ella. ¡Qué lindo ese poster de Hollow Knight! Kamilexia siempre dijo que ese es uno de sus juegos favoritos. Yo nunca lo pude completar. Es muy difícil. Ella se lo pasó como diez veces.
―Sonamos, se puso en modo “fangirl” ―dijo Erika, poniendo sus ojos en blanco.
―Vos también te ponés en modo fangirl ―espetó Siara.
―Yo siempre estoy en modo fangirl ―aseguró Erika―. Ese es mi secreto. 
―Uy, lo que nos faltaba ―esta vez Siara puso los ojos en blanco―, Erika replicando memes de los Avengers. 
―Vos tendrías que haber dicho: “Entendí esa referencia”, y así serías la amiga perfecta. Pero no, tenés que ser la misma malhumorada de siempre. 
―Bueno, chicas… no se peleen ―dijo Xamira, intentando calmar la situación―. Oriana, ¿querés ver algo más del cuarto? Quizás quieras aprovechar para robarte algún calzón de Kamilexia.
―Yo nunca le robaría nada ―Oriana se puso como un tomate―, y mucho menos un calzón. 
―¿Y si empezamos con el análisis de pruebas? ―Sugirió Siara―, sino se nos va a terminar el fin de semana y no vamos a avanzar nada. 
―Muy bien ―dijo Oriana―. Tengo muchas ganas de ver qué consiguieron. 
Volvieron al cuarto de Erika. Siara ordenó un poco la cama, tiró al piso la tanga que había allí y estiró las sábanas lo mejor que pudo. Luego se sentó allí. Erika se instaló junto a ella. Xamira y Oriana tuvieron que compartir el único sillón que había. Era amplio, color blanco y de mimbre, con un par de almohadones bien tupidos. Entraban las dos juntas, aunque quedaron un poco apretujadas.
―La mayor parte de las pruebas las vamos a ver en la compu ―dijo Erika―, por eso conecté la notebook al tele. Y ya se imaginan, hay mucho porno. Por suerte no estamos en el instituto, donde alguien puede sorprendernos. 
―Acá tengo más miedo ―dijo Oriana―. ¿Y si nos sorprende tu mamá?
―Eso no va a pasar ―aseguró Erika―. Esta vez me acordé de cerrar la puerta con llave. 
―Bueno, eso me deja más tranquila ―Oriana soltó un suspiro, aliviada.  
―¿Con qué empezamos? ―Preguntó Siara. 
―Con las fotos que nos dio el Japo ―dijo Erika―. Después de lo que tuvimos que hacer para conseguirlas, quiero ver que el esfuerzo haya valido la pena.
―¿Qué tuvieron que hacer para conseguirlas? ―Quiso saber Xamira.
―No quiero hablar de eso ―respondió Erika―. Fue muy humillante. Y más le vale a este gordito de mierda que las fotos nos sirvan para algo, sino lo voy a cagar a patadas.
―Yo también ―aseguró Siara, muy seria―. Hay que prestar atención a estas imágenes porque, según lo que nos dijo el Japo, fueron sacadas de la cuenta de Twitter de Brenda Ramallo.
―Yo estuve revisando esa cuenta ―dijo Oriana―, y ya me conozco de memoria todas las imágenes. Hay algunas sospechosas, como ya les comenté; pero nada muy concluyente.
―Estas fotos, supuestamente, las subía Brenda a la madrugada ―explicó Erika―, y luego de unos minutos, las borraba. El pajero del Japo se tomó el trabajo de copiar todas las imágenes. 
La primera foto que apareció en pantalla mostraba a Brenda mirando fijamente a la cámara con gesto seductor al mismo tiempo que agarraba su escote como si de pronto fuera a bajarlo. Sus tetas, apretadas tras las manos, estaban infladas y la areola de unos de sus pezones llegaba a asomar por el escote. 
La siguiente imágen era un primer plano del culo de Brenda, ella estaba acostada de lado y una diminuta tanga era mordida por sus labios vaginales.
―¡Epa! ―Exclamó Oriana―. Esto ya roza lo pornográfico. Y me creo que Brenda pudiera publicar algo así, aunque sea por unos minutos. Se nota que a ella le gusta jugar al límite. 
―¿A ustedes les parece mal que una mujer publique este tipo de imágenes en internet? ―Preguntó Xamira. 
Las tres chicas se quedaron muda, de pronto recordaron que Xamira había estado subiendo algunas fotos a su Twitter donde jugaba al límite. Incluso pocos días atrás publicó una foto donde se veían sus marcados abdominales, su ombligo y parte de su pubis… en el mismo se podía ver una prolija tirita de vellos púbicos, que bajaba hasta perderse fuera de cámara. 
―No creo que esté mal ―dijo Erika―. Depende mucho de cada mujer, y de cada situación. Muchas de las chicas que yo sigo en Twitter hacen cosplay y la mayoría juega al límite, o directamente muestran todo.
―Sí, hoy en día es mucho más normal que una chica quiera subir fotos eróticas a internet ―dijo Oriana―. Yo no me animaría a hacerlo, en especial porque mis padres me matan; pero admiro a las mujeres que sí se animan y que lo hacen por gusto.
Xamira sonrió.
―Entonces no les molestan mis fotos?
―No, para nada ―dijo Siara―. Es tu vida, es tu cuerpo. Sos libre de mostrar lo que quieras. Lo importante es que lo hagas porque vos querés, y no porque alguien te obliga.
―Nadie me obliga. Lo hago porque quiero… y no creo tener problemas con mis padres. Mi mamá ya sabe de las fotos, incluso la estoy animando para que ella también suba las suyas. Y mi papá es re básico con internet, ni siquiera sabe lo que es Instagram, así que no las va a ver nunca.
Xamira sintió que se estaba quitando un enorme peso de encima al contar eso. Si éstas iban a ser sus nuevas amigas, prefería hablarles con sinceridad y le agradó saber que la apoyaban.
Siguieron analizando las fotos de Brenda. Muchas eran muy sugerentes, tanto que de vez en cuando se asomaba un pezón, o quizás se veía un poco de sus labios vaginales. Pero había otras que ya eran escandalosas.
Como una que mostraba a Brenda con la boca bien abierta y varias líneas irregulares de líquido blanco cruzando su cara. Sobre su lengua también había abundantes restos de ese líquido.
―Eso es semen ―dijo Xamira―. Acá no puede meter la excusa de la piña colada. Le llenaron la cara de leche y quiso que todos la vieran. No hay vueltas.
―Sí, totalmente ―dijo Siara―. Esto no se puede disimular de ninguna manera. No me quiero imaginar cómo se habrán puesto algunos de sus alumnos al encontrarse con esta foto en la madrugada.
―Más de uno se habrá matado a pajas ―aseguró Oriana.
―Si querés después te paso todo el material que conseguimos ―dijo Erika―, pera que puedas masturbarte tranquila.
―¿Qué? ―Oriana se puso roja en un segundo―. No, pero… este… yo no estaba pensando en eso…
―No avergüences a la chica, Erika ―le recriminó Siara.
―No intento avergonzarla, se lo digo de verdad. La última vez ella nos contó que se tocaba mientras miraba las fotos de Brenda y… pensé que quería estas. No me miren así. No es que yo sea la más pajera del mundo, pero una tocadita de vez en cuando no está mal.
―Pienso lo mismo ―dijo Xamira―. Y tampoco creo que esté mal tocarse mirando fotos de chicas desnudas.
―Para nada ―dijo Erika―. Yo tengo una amplia colección de chicas haciendo Cosplay desnudas y… confieso que más de una vez me toqué mirando esas fotos.
―Entonces, te gustan las mujeres? ―Preguntó Oriana.
―No de la forma en que estás pensando. Pero… no sé cómo explicarlo, simplemente hay algo muy sensual en la anatomía femenina que, al verla, me excita.
―Eso me hace acordar un poco a la filosofía de Dalma ―dijo Xamira―, aunque ella quizás sí la llevó un poco al límite. De todas maneras, comprendo su punto. La sensualidad femenina es única, inigualable. Comprendo por qué nuestro cerebro se excita al ver a una chica linda desnuda, es como si nos conectara con el acto sexual de alguna manera.
―Gracias ―dijo Oriana―, eso me hace sentir menos culpable. Yo… no sé por qué la última vez me fui tanto de boca, a mí no me gusta mucho hablar de estos temas. Me genera cierta incomodidad. 
―A todas nos pasa ―dijo Erika―, pero creo que mientras más evitemos estos temas, peor va a ser… en especial si nos topamos con más casos como este, que involucren tanto sexo.
―¿Creen que todos nuestros casos serán así? ―Preguntó Oriana―. ¿Tan sexuales?
―No lo sé ―dijo Siara, espero que no―. Esta temática no es mi favorita. Quizás para nuestro caso debamos buscar algo que no esté, ni remotamente, relacionado con el sexo. Pero bueno, ahora no podemos predecir cómo será nuestro siguiente caso, mejor vamos a centrarnos en este. Ya tengo una teoría sobre lo que puede estar pasando con Brenda Ramallo y cada nueva información que encontramos, me lo demuestra.
―Sí, tenemos que reconocer que este caso es mucho más sencillo que el de Dalma ―dijo Erika―. Los testigos fueron claves. A veces solo hace falta preguntarle a la persona indicada para obtener una respuesta. Nuestro trabajo ahora mismo consiste en comparar las fotos que nos dio el Japo con las que están en el Twitter de Lola.
―Lola ―comenzó diciendo Siara―, es una amiga de Brenda. ―En pantalla apareció una chica muy bonita de cabello negro y pelo bien corto.
―¡La conozco! ―Exclamó Oriana―. La vi en varias de las fotos de Cancún.
―Sí, eso es lo que tenemos hasta ahora ―comentó Siara―. Lola y Brenda viajaron juntas a Cancún donde se sacaron fotos de lo más interesantes. Una de las entrevistadas nos dio esta tarjeta ―mostró el pequeño rectángulo de cartón negro―. Sirve para contratar los servicios de Lola.
―Son la clase de servicios que yo me imagino? ―Preguntó Xamira.
―Sí, Lola es prostituta ―respondió Erika―. Y eso no es todo. Tiene una cuenta de Twitter en la que sube material explícito. En algunas de sus fotos se puede ver que hay otras mujeres, aunque nunca se les ve la cara. Solo se ve la de ella.
―Creo que va a ser sencillo comparar esas chicas con Brenda ―dijo Oriana―. Ya me conozco de memoria el cuerpo de la profe. 
Las chicas pasaron las siguientes horas de la tarde comparando fotos y uniendo unas con otras, como si se tratase de un rompecabezas. Terminaron agotadas, pero al final del día el esfuerzo valió la pena. 

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Justo antes del anochecer Siara llegó a su casa. Estaba cansada, solo quería darse una ducha y tirarse a la cama a mirar alguna película. 
En su cuarto se desnudó y se envolvió con una bata blanca. Era uno de sus secretos, le encantaba el roce de la suave tela de esa bata sobre su cuerpo desnudo, en especial en la zona de sus pezones. 
En su casa hay varios cuartos de baño, pero sin dudas el mejor de todo es el de su madre, que hasta cuenta con jacuzzi. Siara lo usa cada vez que Verónica no está en casa, y ese día no parecía haber señales de vida en su vivienda.
Pero esta certeza se diluyó en cuanto se acercó al cuarto y escuchó risas. Era una voz femenina, aunque no pudo reconocerla.
Siara, intrigada, entró al cuarto de baño. En el centro estaban los lavamanos, a la derecha había una puerta de vidrio corrediza por donde se llegaba al área de la ducha, y otra puerta hacia el inodoro. Siara ignoró toda esa parte, su atención se fue de inmediato hacia la izquierda, la zona del jacuzzi. 
Se quedó pasmada al ver a su madre, completamente desnuda, envolviendo con su brazo derecho a una chica delgada, preciosa, de largo cabello castaño e impresionantes ojos grises. También estaba desnuda. Tenía pechos pequeños y los pezones muy erectos. A la izquierda de Verónica había otra chica, una de pelo negro, nariz respingada, ojos marrones, y con un cuerpo casi idéntico a la otra. Parecían hechas con el mismo molde, pero diferente cara. Aunque las dos eran muy bonitas. Siara no las conocía, pero solo podía tratarse de modelos. 
Las risas se cortaron en seco cuando las tres mujeres del jacuzzi se percataron de la presencia de Siara.
Las grandes tetas de Verónica subían y bajaban al ritmo de una respiración agitada. 
―¡Ay, hija! Hubieras avisado que venías ―dijo Verónica―. ¡Qué susto me diste!
―Perdón, mamá… es que… pensé que no había nadie. Quería darme un baño. 
―Ah, entonces vení… en este jacuzzi entran fácil seis personas. 
Siara miró a las modelos, ellas mantenían una sonrisa nerviosa, pero era evidente que no les agradaba haber sido sorprendidas en esa situación.
―No, gracias. Voy a otro baño ―dijo Siara―. No se preocupen.
―Emm… yo ya me voy ―dijo la modelo de cabello castaño.
Se puso de pie y Siara quedó asombrada de ese cuerpo delgado pero con sutiles curvas, el pubis de la chica era una maravilla. Tenía una depilación tan perfecta que su concha parecía estar tallada en piedra. Además tenía un bronceado de cuerpo completo, no se veían marcas de bikini en ningún lado.
―Oh, es una pena, con lo bien que la estábamos pasando ―dijo Verónica.
―Sí, la pasamos lindo. Fue… divertido ―la chica mostró una grácil sonrisa―. Pero hoy tengo una fiesta, ya sabés… te comenté sobre eso.
―Sí, es cierto. No me di cuenta de que era tan tarde. Se nos fue la hora volando. Siara, ¿podrías alcanzarle una toalla? 
―Em… sí claro.
Siara abrió el armario de las toallas y sacó una blanca bien grande. Tuvo que seguir a la chica fuera del baño, porque ella, a pesar de estar mojada, caminó por el pasillo. Algo que a Siara le molestó, después ella tendría que limpiar, para que nadie se patinara. 
―Acá está tu toalla ―le dijo con tono cortante a la chica―. Podrías haber esperado a secarte para salir. 
―Perdón, me puse nerviosa. No me imaginé que la hija de mi jefa entraría… em… no quiero tener problemas con vos, ni con nadie.
―Está bien, no pasa nada. Te disculpo. ―Envolvió a la chica con la toalla―. Secate bien. Vos sos nueva, cierto? No te había visto antes. 
―Sí, me llamo Jessica. Seguramente vos ya estarás acostumbrada a escenas como esta.
―Em… ¿te referís a encontrar a mi mamá desnuda con dos modelos en el jacuzzi? No, la verdad que no es algo que vea todos los días. 
―Ah, pensé que sí. Espero no haber metido la pata. 
―¿Qué fue todo eso? ―Preguntó Siara.
―Nada, no te preocupes. Es solo… un pequeño detalle. Una atención. Las cosas que hay que hacer para ganarse un lugar en la pasarela. Creo que dejé mi ropa en el cuarto de tu mamá. Nos vemos, Siara. Encantada de conocerte.
La chica se perdió por los pasillos de la amplia casa. Una risita juguetona llegó desde el interior del baño, seguido de un chapoteo de agua. Siara se quedó inmóvil intentando comprender lo que había ocurrido. 
En algún momento su mente la llevó a pensar que, quizás, su madre podría tener alguna que otra aventura con mujeres. Al fin y al cabo Verónica LeClerc es muy liberal. Pero… ¿a qué se refería Jessica? 
“Las cosas que hay que hacer para ganarse un lugar en la pasarela.”

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Al otro día Erika se levantó cerca del mediodía. Toda despeinada y con un camisón demasiado revelador fue hasta el baño y comenzó a cepillarse los dientes. 
―Justo estaba por despertarte ―le dijo Haydé.
Erika examinó a su madre de abajo hacia arriba. Tenía puesto unas botas negras con taco alto y un pantalón de jean muy ajustado. A Erika siempre le incomodó ver los atributos físicos de su madre. “Se supone que las mamás son bajitas, reconchas y están para dar amor”, se dijo mil veces. Y si bien su madre es muy cariñosa, y hasta se podría decir que es algo rechoncha, en realidad tiene un cuerpo que no dista mucho del de la propia Erika. Caderas amplias, un enorme culo que hoy parece aún más gigante por culpa del jean, y voluminosos pechos que asoman por el escote de una blusa blanca con cuello de barco. Su melena rubia caía sobre sus hombros formando perfectos bucles. Haydé hasta se había puesto un poco de maquillaje y tenía los labios pintados de rosa pálido. Que su madre estuviera tan producida un sábado a la mañana solo podía significar una cosa:
―Viene Camila, cierto? ―Preguntó Erika, con desgano.
―Sí, tu hermana avisó hace más o menos una hora que está viniendo para acá. Preparate, ponete linda, la vamos a recibir con una rica comida.
―No tengo ganas de “ponerme linda” ―dijo, con el cepillo aún en la boca―. Y es necesario que te vistas así? Da la impresión de que estás por salir a bailar.
―Ay, es que… vos ya sabés cómo es tu hermana, a veces viene con su cámara y hace videos de su familia… no quiero que cien mil personas me vean toda despeinada y con la ropa manchada. Vos podés hacer lo que quieras ―dijo, encogiéndose de hombros―. Camila va a llegar en unos quince minutos.
Erika se enjuagó la boca y se miró al espejo. Su cara era un desastre, aún tenía las marcas de la almohada en las mejillas. De verdad no tenía ganas de vestirse, solo quería meterse en su cama y mirar anime todo el día; pero su madre tenía razón: ¿Y si a la fantástica Kamilexia se le ocurría grabar a su familia?  
No le quedó más alternativa que ponerse un atuendo apropiado, aunque no fue ni tan ajustado ni tan escotado como el de su madre. Ella también se puso un poco de maquillaje, cosa que por lo general no hace…
Como era de esperar, Kamilexia llegó con la cámara encendida y comenzó a grabar a su familia.
―Hacía rato que no los veía, no saben cuánto los extrañé ―dijo, mientras le daba un fuerte abrazo a su papá.
Erika tuvo que reconocer que su hermana estaba espléndida. Camila no tiene un cuerpo tan voluptuoso como ella, pero tampoco es que deba envidiarla. Es preciosa. Quizás incluso hasta tenga la cara más bonita de las dos. Además, desde que se convirtió en Kamilexia, siempre usa el pelo teñido de colores llamativos. Hoy lo tiene azul, con las puntas en rosado. 
“¿Cómo puede ser que todos los colores le queden bien? ―Se preguntó Erika―. Si yo me tiño así, parezco un payaso. Solo me faltaría la nariz roja”. 
Y no era solo el cabello. Camila dejaba en claro que ahora era una estrella con su atuendo. Parecía algo diseñado exclusivamente para ella. Una campera de jean que cortaba al inicio de su cintura, una blusa fucsia, un poquito escotada, eso sí; a pesar de que Camilia no es tan tetona, más de uno de sus seguidores se debe perder mirando ese escote. Debajo tiene un pantalón de jean holgado, con cintas de cuero y tachas saliendo de los costados. Y lo cierra con unas zapatillas fucsias y blancas que, según los cálculos de Erika, deben costar más o menos lo que ella gasta en una de las cuotas del instituto.
Erika tiene que morderse la lengua para no hacer un comentario al respecto. Sabe que hablar de dinero frente a Kamilexia siempre la deja en desventaja. Al fin y al cabo, Camila es la proveedora de la familia. 
Algo que no parece molestarle ni un poquito a sus padres. 
Arnaldo Arias está muy contento de ver a su hija mayor, la estruja con sus anchos y fuertes brazos. Él también está vestido de forma “apropiada”. Tiene una camisa sencilla, algo anticuada, que al ser blanca y con pequeñas líneas horizontales, le ayudan a disimular un poco su incipiente barriga. Está calvo como una pelota, antes se dejaba un poco de pelo a los lados, pero Kamilexia le dijo que así parecía uno de los Tres Chiflados: Larry. Erika piensa que con el nuevo look su padre solo consiguió parecerse a otro de los Tres Chiflados: Curly.
Kamilexia hizo saludar a Haydé y luego le llegó el turno a Erika de dirigirse a los seguidores de su hermana. No pudo hacer otra cosa que mostrarse simpática, alegre y divertida.  Ella también le dio un fuerte abrazo a su hermana y hasta un beso en la mejilla. No lo sintió como algo falso. 
Es que, por más diferencias que tenga con Camila, nunca haría algo para boicotearla. Además no le sale eso de llevar amargura a la gente que está en sus casas esperando ver contenido de entretenimiento.
Por suerte, para Erika, luego de esta breve presentación su hermana apagó la cámara y pudieron conversar como personas normales.
―Contanos, hija… cómo estás? Qué es de tu vida? ―Preguntó Haydé, mientras ponía los platos sobre la mesa.
Arnaldo había hecho un asado completo, con achuras y todo, el plato favorito de Camila. Erika sabía que los mejores cortes irían para su hermana, aunque tampoco es que esto la pusiera de mal humor, porque los días en los que Camila está de visita su padre se esmera mucho en la parrilla y cocina la carne justo en su punto. 
Arnaldo ya se estaba acercando a la mesa con la tabla llena de dorados chorizos. Erika fue la primera en atacar uno, lo que le valió una mirada desafiante de su hermana.
―Muy bien ―dijo Camila, recobrando la sonrisa, ella se sentó en la cabecera de la mesa―. Por suerte ya terminaron las remodelaciones en casa. Ahora tengo una pileta climatizada. Esta semana voy a hacer un pequeño evento con otros streamers, para presentarla. Si querés podés venir, Erika.
―Grafcias, lo foy a fensar ―dijo Erika, mientras se comía un choripán. 
―Pero aflojale un poquito al choripán, porque no te va a entrar el bikini ―comentó Camila.
―Al menos yo tengo con qué llenarlo ―respondió Erika, encogiéndose de hombros. 
Las dos hermanas se miraron fijamente, de sus ojos salían chispas. 
―Chicas, por favor, no discutan ―dijo Arnaldo, con su voz cargada de paz y armonía―. Hace rato que no almorzamos en familia, quiero que todos la pasemos bien.
Hicieron las paces porque a ninguna de las dos le gusta ver triste a su padre. El almuerzo siguió más o menos con normalidad, hasta que Haydé comentó:
―Ayer vinieron unas amigas de Erika, una de ellas es japonesa, y es muy fan de tu contenido, Cami.
―¿De verdad? ¿Y habla español?
―Sí, es más argentina que el dulce de leche ―contestó Erika―, aunque nació en Japón. 
―Erika le mostró tu pieza, la pobre chica casi se muere de la emoción.
―Qué? ―De pronto la cara de Camila se ensombreció―. Metiste a una desconocida a mi cuarto?
―No es una desconocida, es mi amiga. 
―Ah si? Y hace cuánto la conocés? Porque nunca la habías mencionado. La única amiga tuya que conozco es Siara… no sé cómo una chica de tanta clase puede ser tu amiga.
―Hey, bajá un poquito el tono ―se quejó Erika.
―Espero que no me falte nada de la pieza ―Camila se puso de pie y se dirigió hacia su cuarto.
―¡Tarada de mierda! 
―Erika! ―Protestó Haydé―. No le digas esas cosas a tu hermana.
―Pero, mamá… viste como me trata? Hasta acusó a mis amigas de ladrona, es una pelotu…
―¡Yo sabía! ―Chilló Camila desde su dormitorio. Volvió hecha una furia―. ¡Me robaron! Vos o alguna de tus amiguitas me robaron!
Erika se quedó boquiabierta y se puso pálida.
―Eso no puede ser ―dijo.
―Ah, no? Acaso vos estuviste con ellas todo el tiempo?
Erika intentó hacer memoria. Solo perdió de vista a sus amigas cuando quisieron ir al baño. Las tres fueron, al menos una vez. 
―Ninguna te robó nada ―dijo―. Estoy segura.
―Entonces las cosas simplemente desaparecen? 
―Pero hija, ¿qué es lo que te falta? ―Preguntó Haydé. 
―Un bolsito deportivo, negro.
―Tanto lío por un bolso de mierda? ―Preguntó Erika―. Seguramente te podés comprar miles.
―No me importa el bolso, sino su contenido. Es… valioso. Lo quiero de vuelta. Ya. 
Erika volvió a sentirse mal. No era la primera vez que su hermana dejaba grandes sumas de dinero o documentos importantes en la casa. 
―Vamos a revisar bien ―dijo Erika.
―Me parece buena idea ―secundó Haydé.
Las tres se pasaron una hora revolviendo la habitación de Camila, y no dieron con nada. El maldito bolso no apareció. 
―Listo, ya me quedó claro ―dijo Camila―. Una de tus amigas, posiblemente la japonesa, se robó mi bolso. Más te vale que lo recuperes. De lo contrario…
―¿Qué? ¿De lo contrario qué? ―Preguntó Erika, desafiante.
―La voy a denunciar a la policía. Por ladrona. 
En ese instante Erika supo que su hermana hablaba en serio. No dudaba de Oriana, ni de ninguna de sus amigas; pero el puto bolso no estaba y era su deber encontrarlo.
Se encerró en su pieza, a llorar, porque no sabía cómo defenderse de Kamilexia, no tenía argumentos para hacerlo. 
Lo único que se le ocurrió fue escribir al chat del club de detectives diciendo: “Chicas, tenemos otro caso… y este es importante. Si no lo resolvemos rápido, una de nosotras va a terminar muy mal”. 


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