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Generación 1970 - Oyuky

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GENERACION 1970 - OYUKY

VIENE DE 'GENERACION 1970 - LARA'



Oyuky había sido el motivo del adiós, y también del reencuentro, sus padres nacidos en Japón habían viajado a nuestro país, la automotriz Toyota estaba en pañales de este lado del mundo y necesitaban gente idónea para cumplir los objetivos propuestos.
Ella tenía doble nacionalidad, y si bien todos sus rasgos eran orientales, tenía la forma de pensar latina, sentimientos latinos, vida latina.
Sufrió lo que hoy llamamos bullying en el primer año, solo por ser diferente, y muchas veces la hacían enfadar, porque solamente la llamaban como la china, o como la coreana, y eso encendía su odio y tal vez fuera lo único que la sacaba de eje
Pero luego las chicas la aceptaron y cuando se hizo parte del pequeño grupo, obtuvo el respeto de todo el curso.
Oyuky siempre fue la chica delgadita de rostro bonito y cuando, la más alta de la clase, y algún día viajó a su tierra para conocer su historia.
La vida la había llevado a ser azafata de aviones y había pasado más horas en el aire que en la tierra, y cuando quiso darse cuenta, 'la vida se le había pasado volando', sin amor, sin hijos, sin nada y decidió que era tiempo de parar, de poner los pies sobre el suelo y retomar su vida, incluso, sus queridas amigas

Oyuky siempre había sido diferente, no solo por sus raíces orientales, sino también por haber sido un poco la niña rica de la promoción, su familia siempre había tenido dinero y su presencia en ese curso parecía estar sobrada, como que tranquilamente podría haber estado en un colegio top.
Ella había vivido rodeada de lujos, las mejores ropas, los mejores útiles, solo lo mejor.
Siendo adolescente ya había vacacionado en Punta del Este, en Europa, en centro américa, en Estados Unidos, y cuando las demás comentaban de vacaciones locales en ciudades cercanas, o simplemente no sabían lo que era vacacionar, Oyuky no podía dejar de sentir un sentimiento de superioridad en su entorno de amistades
Lo mismo sucedía cuando su padre iba al colegio por ella, todos se daban vuelta a mirar el lujoso coche importado que tenían.

Con el correr de los años y al acercarse el fin de sus estudios secundarios, Oyuky sintió una gran necesidad de conocer Japón, la tierra de sus ancestros y le parecía vergonzante conocer medio globo terráqueo y jamás visitar ese pequeño lugar al otro lado del mapa
Y había partido con sus sueños, pronto encontraría el punto opuesto a lo que llevaba marcado en su cultura latina, en Japón todo era perfecto, todo funcionaba, todo estaba a horario, y se sintió enfermizamente robotizada en una sociedad donde no había motivos para quejarse.

Intentó sin éxito una carrera de modelo, era alta, estilizada, pero descubrió que no era lo suyo. Casi por casualidad ser azafata llegó como un desafío a su vida, hablaba castellano por ser su lengua natal, japonés por ser la de sus ancestros y un perfecto y pulido inglés que sus padres le habían inculcado de pequeña en estudios paralelos a los primarios y secundarios.
Había empezado a volar, primero en pequeños vuelos de cabotaje, en forma local, y luego, con la experiencia necesaria, lo hizo en aerolíneas internacionales.
Oyuky pasaba más horas arriba de los aviones que en tierra, viajaba de aeropuerto en aeropuerto, conocía hoteles y más hoteles y sintió tener al mundo entero en el puño de una mano

Ella era una chica de altos estándares, pulcra, fina, había aprendido mucho de portugués, de francés y también de alemán, ganaba muy buena plata, demasiada para la que podía gastar en sus minutos en tierra y aunque ella se mintiera a si misma, lo primero que miraba en un hombre antes de darle una chance en la cama, era su nivel económico, su billetera y su status social.
Y así era ella, como ese dicho de los antiguos navegantes, que pregona que un marinero tiene una novia en cada puerto, de la misma manera Oyuky podía decir que a ella la esperaba un amante en cada aeropuerto.

Pero alguna vez sintió que era suficiente, que estaba cansada, que necesitaba parar tanta adrenalina, tantos cambios, y cuando miró haca atrás, pudo ver que había tenido mucho sexo, demasiados amantes, pero un solo amor

Palabras de Oyuky

Bueno, no imaginé que después de tantos años de no vernos, terminaríamos jugando este juego, y en verdad me parecieron excitantes cada una de las historias, y por supuesto, yo también tengo las mías

Oyuky, en tono jocoso, había pronunciado esas palabras como introducción a su historia, solo que, en idioma japonés, después de algunas risas lo repitió, pero en inglés, haciendo gala de sus artes de políglota, y así podría haberlo hecho en alemán, en francés, y en portugués. Tomó su fina cartera de cuero importada, sacó unos cigarros, finos y largos, encendió uno, convidó, pero era la única fumadora, también sacó una foto, era en blanco y negro, un tanto antigua y se la veía bastante más joven, contó que era un recuerdo de una tarde de otoño en una plaza de Berlín, lucía preciosa, con medias negras de invierno y un abrigo a las rodillas en el mismo tono, dijo entonces que Rudolph se la había tomado

Si bien es cierto que mi idea original era solo volar en vuelos locales, en poco tiempo cambié de parecer y pase a jugar en las grandes ligas, había pasado ya por algunas aerolíneas y fui conociendo cada rincón del mundo.
Es cierto, lo mío era trabajo, no turismo, pero podía darme el lujo de estar en sitios que nadie podría imaginar
Esa vida nómade me dio la posibilidad de conocer muchos chicos, muchos romances, que me resultaban tan explosivos como efímeros, porque quien querría atarse a una chica que se pasaba la vida arriba de un avión saltando de un continente otro? incluso era yo misma la que no me permitía abrir el corazón, porque sabía que el amor sabía a un lujo que no podía darme.

Pero lo cierto es que no siempre se puede tener todo bajo control, y a veces, las cosas solo suceden
El destino me había llevado a emplearme en AirAsia, una línea aérea de Malasia, con base en Kuala Lumpur, recuerdo que me habían asignado a un Airbus A320, un bimotor mediano que no llamaba la atención más que por el raro color rojo con la que la empresa pintaba sus aviones, justamente, un color llamativo para pintar un avión.
Pero bien, me parece que las estoy aburriendo con tecnicismos que no vienen al caso.

Recuerdo que lo primero que tuve que hacer fueron algunas sesiones de fotos con otras chicas que eran ingresantes al igual que yo, marketing de la empresa. Lucía camisa blanca, con chaqueta y pollera ajustada a las rodillas, medias negras y zapatos negros, sin dudas el color rojo era demasiado llamativo, pero era el color predominante en AirAsia, bueno, lo sigue siendo.
Hice algunos vuelos, por acá, por allá, y poco después de mi ingreso la empresa entró en una etapa de reestructuración, cambiaron algunas rutas de vuelo, algunos aviones y también tripulación.

Ahí conocería a Rudolph, el nuevo comandante de vuelo, alto, con un cuerpo de amplia caja toráxica, pesaba unos cien kilos y era todo masico, bien estilo teutón, recuerdo que tenía una quijada bien cuadrada y bien marcada, la nariz un tanto hundida, ojos celestes y cabellos lacios entre rubios y castaños que parecían rebeldes, y a pesar de que tratara de acomodarlos con gel, siempre parecían resistirse a sus peinados.
El lucía siempre unos zapatos pulidos, pantalón negro con la raya marcada en manera impecable, saco al tono con los galones brillantes resaltando en las mangas, como el prendedor de AirAsia en la solapa, camisa blanca, y la gorra en tono oscuro, siempre usaba unas gafas para sol tras las cuales escondía su peligrosa mirada.
Con el tiempo sabría que, si bien él se definía como alemán, en verdad había nacido en Austria, sus padres eran de Austria, pero se habían mudado cuando él era apenas un bebe de pañales.

Creo que fue amor a primera vista, esos sentimientos que no pueden explicarse, que no entienden de lógicas, que solo se dan, una palabra, un gesto, una mirada
En esos días mi alemán era casi nulo, y Rudolph no entendía una palabra de japonés, algo básico de castellano, así que nuestro idioma fue el inglés.
Al igual que yo, era un ave que buscaba su destino en el cielo, en las alturas.


Generación 1970 - Oyuky


Nunca olvidaré la primera vez que lo hicimos, una noche luminosa, entre vuelo y vuelo, en una habitación de Regal Airport Hotel, dentro del mismo aeropuerto de Hong Kong.
Me enamoré de ese hombre, porque era distinto a todos, podría haberme bajado la luna si se la hubiera pedido.
Hicimos el amor en cada rincón del planeta, en cada sitio y me ilusioné con un futuro juntos, sus promesas de bajarnos definitivamente de los vuelos y anclar raíces en la tierra me resultaban a cantos de sirenas, y hubiera hecho cualquier cosa por él
Rudolph me tenía hipnotizada, y yo no era capaz de ver más lejos de mi propia nariz

Tal vez mi historia no parezca tener nada de especial, además del entorno, de hoteles, ciudades y aviones, pero tal vez, lo mejor vendría de la mano de lo peor.
En esos días las cosas entre Rudolph y yo no estaban en su mejor momento, sus promesas de formalizar una familia y bajarnos de los aviones para siempre se dilataban demasiado para mi gusto, y me mostraba un tanto intransigente, todo empezaba a sonarme a excusas y la verdad que yo no sabía que pensar, solo sabía que necesitaba cambiar.
Nació de él, tomarnos una semana solos, en alguna isla desierta, para aclarar nuestras ideas.
Y así, casi en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos en un nuevo vuelo, solo que, en esta oportunidad, él no era piloto, yo no era azafata, sólo éramos dos pasajeros más entre tantos.

Hicimos el embarque casi al anochecer, las islas Maldivas nos esperaban a la distancia, Rudolph lucía descontracturado, era raro verlo subir así a un jet, de sport, con solo una remera en tonos de azules y un amplio jogging gris con vivos negros, a pesar que no era necesario, más como un adorno tenía sus gafas de sol oscuras, redondas del tipo Lennon, y ciertamente parecía no congeniar conmigo, me conocen, yo siempre fui estructurada y me costaba salir de la formalidad, dejar de lado unos zapatos tacos altos, o una camisa discreta, o un conjunto de chaqueta y pollera muy ajustada y a la rodilla en un verde militar, con un pañuelo rodeando mi cuello, muy típico de mis uniformes de azafata.
Pero, en fin, él era alemán, yo japonesa, éramos pareja, pero también individuos, así que cada quien era libre de tomar sus decisiones.

Nos sentamos en nuestros lugares, de la mitad hacia atrás, él contra la ventanilla, yo a su lado. Llegó el despegue y mientras los pasajeros lo vivían con una notoria ansiedad, para nosotros era algo tan básico como lavarnos los dientes en cada despertar.
Después de estabilizar el vuelo en la altitud del cielo, se sintieron los motores detener su ruidoso empuje y de pronto estuvimos flotando entre nubes de algodón, la oscuridad había ganado el interior del fuselaje y todo estaba en penumbras entrecortadas por alguna luz inquieta de a bordo y alguna que otra pantalla por acá y por allá.
Rudolph miraba por la ventanilla la nada misma, claro, nunca lo hacía como pasajero y seguro era raro para el, por mi parte miraba sus cabellos, los que pasaban por sobre su oreja derecha y noté cuan blanquecinos estaban, y reparé inconscientemente en todos los años que me llevaba ese hombre

Giró su rostro de repente y me sorprendió perdida en mis pensamientos, me besó y nos regalamos unas sonrisas, Rudolph miró el entorno, y se aseguró que nadie nos estuviera prestando atención, entonces tomó mi mano y la llevó sobre su jogging para hacerme notar que su sexo estaba duro
La saqué en forma natural, pero él la tomó y volvió a llevarla, y casi me forzó a que acariciara su prenda por encima de su rica dureza.
Y solo no pude evadirlo en ese juego loco que proponía, fui yo quien metió la mano por debajo para tomarlo discretamente entre mis dedos y comenzar a masturbarlo muy rico, sin dejar de observar el entorno, muy haciendo todo con suma discreción.

Pero él iba por todo, de pronto bajó un poco su pantalón y su pija dura y desnuda quedó expuesta a mis ojos, estaba hermosa y la locura de lo estábamos haciendo me empezaba a seducir, lo estaba masturbando en medio de un avión!
Miré el entorno y nadie parecía notar lo que sucedía, algunos dormían, otros miraban alguna película, otros escuchaban música, las azafatas aun no pasarían y la penumbra era nuestra aliada.
Solo me incline de lado y puse mis labios en su glande, estaba húmedo por la excitación, se la empecé a chupar y chupar, muy rico, y me mojaba, más se la lamía, más me mojaba, me encantaba el peligro, pasar los límites fantasear con que alguien me sorprendiera mientras le chupaba la pija en forma perdida, respiraba con jadeos contenidos y solo no podía soportarlo

Rudolph en un instante me contuvo, hizo que me retirara, pensé que nos habían sorprendido y un frío helado corrió por mi espinazo, pero el me beso muy rico mientras acomodaba sus prendas y a medio incorporarse me dijo en un susurro

'Te espero en el baño'

Siguió luego su camino por el pasillo central hasta perderse de mi vista, volví a ver el entorno, era curioso, pero nadie notaba nada de lo que hacíamos, cada individuo en ese vuelo estaba encerrado en su mundo, sentí una comezón ardiente entre mis piernas y solo seguí mi instinto, me incorporé y fui por todo
Ingresé al baño, conocía de memoria esos jets, sabía que era justo para una persona, demasiado escueto para dos, cuando la traba de la puerta se cerró nos enredamos como demonios, Rudolph, me besaba, me apretaba los glúteos, la pollera, las tetas por sobre la camisa, yo sobaba su verga dura bajo las ropas

Como pudimos me hizo girar, para que le diera la espalda, mis caderas quedaron apoyadas contra el lavabo y mis manos y mi rostro de lado contra el escueto espejo de pared, se respiraba calor, pasión locura, desabroché como pude los botones de mi camisa y él, al mismo tiempo levantó mi pollera, tan ajustada que se resistía a ceder entre mis caderas, entre ambos bajamos un poco las medias de nylon y el culote rosa que tenía, lo sentí refregar su falo entre mis piernas, me acomodé para recibirlo y solo lo dejé entrar
El me cogía muy rico, mi clítoris se refregaba contra el borde filoso del lavabo y combinadas con sus ricas penetraciones me arrancaba dulces orgasmos, Rudolph había pasado sus brazos bajo los míos y sus manos se habían colado bajo mi sostén para acariciar mis pequeños pechos y mis sabrosos pezones, me mordía dulcemente la nuca y su aliento calentaba mis orejas de una forma tan loca que todo me sabía exquisito

Me mordí con fuerzas mi labio inferior para contener mis bramidos descontrolados cuando lo sentí llegar en lo profundo de mi ser, y en continuos espasmos disfruté de la forma que eyaculaba en mi interior.
Su cabeza cayó pesada sobre mi hombro y sentí su respiración agitada, Rudolph guardó su verga, mojó sus manos en la canilla del lavabo y pasándola por su cabeza se acomodó el peinado, me besó, y me dijo que me esperaba en el asiento, no hubiera sido prudente que saliéramos ambos al mismo tiempo.
Y lo cierto es que para él fue fácil, pero yo debía acomodarme los pechos dentro del sostén, levantarme la ropa interior para cubrir mi concha que no dejaba de chorrear leche caliente, subir las medias, bajar la pollera, recuperar la respiración, acomodarme el maquillaje y también la cabellera, diablos! que complicadas somos las mujeres!

Volví minutos después a su lado y en adelante viviríamos una semana en el paraíso, Estaba enamorada de ese hombre, como dije, hubiera hecho cualquier cosa por él, pero por casualidad, tiempo después descubriría una parte de la historia que yo ignoraba.
Y es que ese hombre perfecto, en verdad era un farsante, Rudolph tenía esposa y tres hijos que lo esperaban en Alemania, y yo era solo una aventura, era la chica joven, la diferente por mis rasgos orientales y solo no habría retorno, él nunca dejaría a su esposa por mí y yo solo vivía en fantasías esperando a que lo hiciera, o me asumía oficialmente como su reemplazo, su auxilio, la número dos, ó daba por tierra con todo, y soy mujer de todo o nada.
Cambiaría pronto de aerolínea, necesitaba nuevos aires, y ambos nos despedimos de común acuerdo, lo dejé volar, y tomé mi vuelo.

Oyuky dió por terminado su relato, no le importaba el entorno, si había gustado o no, para ella era una historia de amor, estaba con la mirada perdida en la nada, tomó la botella de vino, llenó su vaso hasta el borde y sorbo a sorbo vació el contenido, casi sin respirar, su ojos estaban vidriosos, al borde de las lagrimas y se notó un incómodo silencio entre las seis, apenas el crepitar de los leños, apenas el canto de unos grillos lejanos, apenas una brisa acariciando los rostros.

Gabriela miró de reojo las manecillas del reloj que adornaba su muñeca, era tarde, demasiado tarde, y ella era una de las dos que tenía un esposo esperándola en la cama, y notó que como en el cuento de La Cenicienta, su tiempo se estaba terminando y aun quedaba Sandra, la psicóloga, quien cruzada de piernas parecía no tener el menor apuro, pero Gabriela no pensaba irse sin escuchar la última historia para cerrar el juego

Todas sabía que solo faltaba ella, pero Gabi, en una forma un tanto risueña, como para cortar el hielo que se había instalado luego de las palabras de Oyuky, preguntó quién tenía el número seis, y las cosas parecieron volver a su cauce natural, corrieron algunas risas, Sandra se acomodó el marco de sus lentes por sobre su nariz y se dispuso a hablar, era su turno


CONTINUARA EN 'GENERACION 1970 - SANDRA'


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