Tenía un cuerpo pequeño pero sólido, una cola gorda y fibrosa; era nalgon y tenía unas tetillas rosadas y en punta. Pero al lado de los tipos que me rodeaban, con 1 trece 3 años, era "enano"; chiquito... Tanto que cuando teníamos intimidad, ellos podían rodearme entero y desaparecer mi cuerpo en un abrazo.
Yo gozaba muy rico ser poseído y penetrado, me dejaba coger con entrega, los educaba en "hacerme la cola" marcando el ritmo de la cogida cuando me sentaba sobre esas pijas endurecidas mirando fijamente a sus ojos mientras me deslizaba cada centímetro de carne brava y dispuesta.
Me devoraba ésas trancas hermosas sin culpa ni compasión al tiempo que les marcaba como gozarme y los gozaba escurriendome hasta los huevos ésas chotas cabezudas apretando el agujero de la cola en el final del tronco venoso. Hipnotizados e inmóviles, se dejaban masajear suavemente toda la extensión de la pija al ritmo de mis sentadas que iban creciendo en ritmo al tiempo que sentir la hombria de esos hombres me extasiaba de una forma febril.
Me sentía puta, rabiosa, hambrienta; les comía la cabeza, el tronco, los huevos peludos... Me "emputecia" saboreando y relamiendo ésas chotas negras y curtidas, me sentaba sobre ellas con tanto deseo que la sola idea me dilataba la cola como una boca lujuriosa que podía abarcar toda la medida del tamaño que se pusiera, siempre y cuando pudiera marcar el bombeo hasta llevarlos a una intensidad feróz
Yo gozaba muy rico ser poseído y penetrado, me dejaba coger con entrega, los educaba en "hacerme la cola" marcando el ritmo de la cogida cuando me sentaba sobre esas pijas endurecidas mirando fijamente a sus ojos mientras me deslizaba cada centímetro de carne brava y dispuesta.
Me devoraba ésas trancas hermosas sin culpa ni compasión al tiempo que les marcaba como gozarme y los gozaba escurriendome hasta los huevos ésas chotas cabezudas apretando el agujero de la cola en el final del tronco venoso. Hipnotizados e inmóviles, se dejaban masajear suavemente toda la extensión de la pija al ritmo de mis sentadas que iban creciendo en ritmo al tiempo que sentir la hombria de esos hombres me extasiaba de una forma febril.
Me sentía puta, rabiosa, hambrienta; les comía la cabeza, el tronco, los huevos peludos... Me "emputecia" saboreando y relamiendo ésas chotas negras y curtidas, me sentaba sobre ellas con tanto deseo que la sola idea me dilataba la cola como una boca lujuriosa que podía abarcar toda la medida del tamaño que se pusiera, siempre y cuando pudiera marcar el bombeo hasta llevarlos a una intensidad feróz
0 comentarios - Locura deliciosa, deliciosa locura