Era un privilegio de lujuria y deseo, deslizarme entre los pasillos de la casa y colarme a ciegas en las habitaciones de mis tíos, uno cada noche, uno a la vez.
Había sido tan hábil, tan intenso y profundo qué su resistencia inicial se había convertido en un vicio repetible; del rechazo a la necesidad primitiva de volver a sentir ésa succión caliente, babosa y degenerada que me salía darle a esos tipos cojudos y magníficos que durante el día fingían que "aquí no pasó nada". Con todos y cada uno era igual y distinto, los mamaba con un deseo delirante; como si mi vida dependiera del placer que debía darle a esos varónes, los lamía con fiebre y delicada atención, traspasando mi placer a esas carnes pulsantes, endurecidas y sensibles, les tragaba todos los líquidos mientras me retorcía envenenado de lujuria con el pene de esos hombres rabiosos que me permitían poseer sus miembros sexuales. Mis tíos mayores, a los que le succionaba la pija con un deleite infernal, como una diabla, poseído por el espíritu lujurioso de corromper la hombria de esos tipos cojudos que se creían homofóbicos. Los lamía hechando a mares una saliva caliente y liviana que les escurría por los pelos que forraban el tronco de la verga y los huevos, los mojaba y los relamia tragando mi baba con su semen, me engullia con suavidad la bolsa de sus testículos en la boca lamiendo y succionando muy sutil. Me llenaba la boca con esas cabezas de chota, achatadas y brillantes
Mis manitas recorrían el tronco venoso en un Vaivén delicioso, como ordeñando la barra de carne tratando de sacar todo el jugo de esos hombres ya entregados a los bajos instintos y al placer que les provocaba sentir como les devoraba la entrepierna con una pasión intensa y delicada.
Ése sabor a hombre, agridulce y sudado, provocaba en mi un deseo delirante, era un disparador para mí lujuria rabiosa que me hacía soltar gemidos ahogados por tener la boca llena. Era como una perra en celo, me conmovia hasta la fibra más íntima. Era poseído, me dejaba poseer... Les chupaba la verga con una entrega dedicada y caliente, adoraba ser objeto sexual de esos tipos brutales a los que yo dominaba lamiendo sus pelotas.
Había sido tan hábil, tan intenso y profundo qué su resistencia inicial se había convertido en un vicio repetible; del rechazo a la necesidad primitiva de volver a sentir ésa succión caliente, babosa y degenerada que me salía darle a esos tipos cojudos y magníficos que durante el día fingían que "aquí no pasó nada". Con todos y cada uno era igual y distinto, los mamaba con un deseo delirante; como si mi vida dependiera del placer que debía darle a esos varónes, los lamía con fiebre y delicada atención, traspasando mi placer a esas carnes pulsantes, endurecidas y sensibles, les tragaba todos los líquidos mientras me retorcía envenenado de lujuria con el pene de esos hombres rabiosos que me permitían poseer sus miembros sexuales. Mis tíos mayores, a los que le succionaba la pija con un deleite infernal, como una diabla, poseído por el espíritu lujurioso de corromper la hombria de esos tipos cojudos que se creían homofóbicos. Los lamía hechando a mares una saliva caliente y liviana que les escurría por los pelos que forraban el tronco de la verga y los huevos, los mojaba y los relamia tragando mi baba con su semen, me engullia con suavidad la bolsa de sus testículos en la boca lamiendo y succionando muy sutil. Me llenaba la boca con esas cabezas de chota, achatadas y brillantes
Mis manitas recorrían el tronco venoso en un Vaivén delicioso, como ordeñando la barra de carne tratando de sacar todo el jugo de esos hombres ya entregados a los bajos instintos y al placer que les provocaba sentir como les devoraba la entrepierna con una pasión intensa y delicada.
Ése sabor a hombre, agridulce y sudado, provocaba en mi un deseo delirante, era un disparador para mí lujuria rabiosa que me hacía soltar gemidos ahogados por tener la boca llena. Era como una perra en celo, me conmovia hasta la fibra más íntima. Era poseído, me dejaba poseer... Les chupaba la verga con una entrega dedicada y caliente, adoraba ser objeto sexual de esos tipos brutales a los que yo dominaba lamiendo sus pelotas.
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