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Perversiones

Llegué a su casa. Toqué su portero eléctrico y desde allí me preguntó


-¿qué haces acá?


-pasaba… es mal momento. 


-casi te diría que sí, pero subí. 


Llegué, y como siempre, su tono imperativo me hizo pensar en que me había equivocado. O quizás no. Nunca se sabe con ella. 


Nos sentamos en el sillón, y le pregunté por qué era un mal momento, y en todo caso, por qué era “casi” un mal momento, y como si fuera un disparo, descerrajó un “estoy muy sensible…” que era la manera sutil de decirme que era uno de esos días. 


Me reí, y le dije… me encanta que por una vez, guardes tus armas dominantes y te declares vulnerable… tengo el mejor remedio para tus dolores… 


-Ah, sí? Qué es?


-Cerrá los ojos y déjate llevar. 


Dulcemente, empecé a acariciarle el vientre. Y a tocarle los muslos. Ella, obediente se dejó llevar y se despatarró toda. Dejó así que pudiera rozarla… por toda la zona, sin tocarle el clitoris. Un roce suave, casi imperceptible, excepto para ella, que estaba realmente sensible, y que la yema de mis dedos la estaba transportando a lugares muy ricos.


Al menos eso decían sus gemidos. Y los movimientos de sus caderas, que buscaban que los roces sutiles se conviertan en caricias… y aprovechando su lubricidad, estimule todo su contorno, sus mieles me permitían acariciar sin provocar molestias, y haciéndola aullar de placer.


Cuando planté mi dedo mayor en el centro de su clítoris y comencé a hacerle circulos, no pasó demasiado tiempo hasta que el primer orgasmo llegó. 


Su cuerpo se tensó por completo, y su mentón dibujó una exacta linea recta entre él y su clitoris. Su cabeza hacia atrás, dejándose atravesar por un hermoso, dulce y profundo orgasmo que le recorrió todo el cuerpo, hasta que la abandonó. 


Cuando se relajó, le dije que me iba. Que ya había hecho lo mío, y que necesitaba irme a mi casa


Su reacción fue casi de furia: a donde te vas a ir vos, pelotudo? Ahora quiero pija. 


Le dije que no, que ella estaba sensible, que se dejara llevar por el relajo del orgasmo que le había regalado, pero ni siquiera me escuchó, porque abrió el cajón y sacó su dildo, una enorme pija con dos huevos en la base, lo clavó en e mueble aparador, y se lo ensartó.


-si yo te digo ay.. que qqquiero pija, vos mme más ppija, entendés? Dijo con su voz entrecortada por el movimiento furioso que le estaba dando a su estimulante aparato. 


Yo me serví un whisky y me senté en el sillón viendo la imagen más hermosa, erótica y voluptuosa que haya, quizás presenciado en mi vida.


Casi de pie, sacando y metiendo su consolador que chorreaba fluidos, lubricidades, sangre, y que a cada golpe, provocaba un gemido. 


Acabó otra vez. Pero esta vez fue gutural. Un grito seco, como un disparo. Y se dejó caer en el sillón. 


Cuando recuperó el aliento, emitió su orden, inapelable.


-Andate.


Y obedecí. 









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1 comentarios - Perversiones

hijodelnegro
Jejeje muy bueno maestro.
Quien las entiende no???