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La novia de mi mejor amigo. Capítulo 7

La novia de mi mejor amigo. Capítulo 7

Esta es la historia de Manuel, un chico de 19 años que se siente atraído por la novia de su mejor amigo a quien desea profundamente y que lo llevará a poner en juego la relación, jugando con fuego y seduciendo la clandestinidad. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 7: Alcohol y celos
   Las horas siguientes a lo que pasó en la ducha fueron cruciales. Santiago se había dado cuenta pero no sabía exactamente qué había sucedido y por más que intentó sacarme algo de información yo me hice el desentendido. Cuando Micaela salió del vestuario volvimos al bar con Guillermo, Valentín, Paola y Clara casi en silencio, salvo por un comentario de nuestro amigo que hizo para cortar el momento tenso. Era obvio que los dos no sabíamos cómo reaccionar y ella estaba tan confundida como yo, al punto tal que se rehusó a seguir la joda en lo de Valentín y Paola alegando que se sentía mal. Guillermo, en lugar de acompañarla, se vino con nosotros y automáticamente le mandé un mensaje para preguntarle si estaba todo bien.
   “Sí, sí. Pero quería estar un rato sola” me respondió y automáticamente le pregunté si quería que la acompañara. Ella me dijo que no y acto seguido me dijo que tenía que procesar todo lo que acababa de pasar. Al principio pensé que no iba a querer hablar de ello, pero rápidamente me dijo que había sido todo muy rápido para ella y recién había caído en lo que habíamos hecho. “Yo también estoy un poco confundido. Pero la pasé genial” le dije sin saber muy bien que escribirle y su respuesta me destruyó. “Al menos vos acabaste” me dijo y enseguida supe que el problema no era lo que habíamos hecho sino como lo habíamos hecho. Le contesté diciéndole que si quería podíamos vernos y podía hacerla acabar todas las veces que quisiera pero Micaela me retrucó con un: “Ya tuviste la oportunidad y preferiste que te haga un pete”.
   Sin poder creer lo que estaba diciendo, le recordé la situación y me excusé en que había sido ella la que me había dicho que me tenía que ir. “Si vos no me decías nada, yo le decía a Santi que se vaya y te cogía de arriba abajo” le aclaré pero ella me respondió con un simple “bla bla bla” que denotaba que no me creía. Yo no era un fanfarrón y si había algo que no quería que Micaela pensara de mí, era que no podía complacerla. “Boluda no teníamos tiempo. Me vas a decir que lo que hicimos no te gustó?” le pregunté y ella me contestó con un simple “sí, sí me gustó”. “Entonces imaginate lo que podemos hacer cuando estemos tranquilos y sin nadie que nos apure” le escribí y volví a repetirle que si de mí dependía, nos encontrábamos en ese mismo momento. “Ahora ya está, ya te hice acabar. Desperdiciaste tu oportunidad” me respondió y a pesar que intenté seguir el tema, me lo desvió hasta que dejamos de hablar.
   Al día siguiente le escribí para ver como andaba y me contestó con un simple “bien” que dejaba en claro que no íbamos a volver a hablar del tema. El fin de semana no coincidimos en el club ya que yo fui el sábado y ella el domingo, por lo que no nos vimos la cara hasta diez días después de nuestro encuentro. Estábamos nuevamente los 7 en la pileta y en esa oportunidad ella se encargó de aceptar todos y cada uno de los mimos y besos que Guillermo le daba. Parecía como si quisiera darme celos, pues lo besaba constantemente, se recostaba sobre él y le hacía caricias en el brazo a pesar que en las últimas semanas había sido reacia a todo eso. Estaba algo arrepentida por lo que habíamos hecho, pero mayormente estaba ofendida por cómo se habían dado las cosas. Yo seguía convencido de que el tiempo nos había jugado en contra y que solo iba a poder redimirme si me daba la oportunidad. Al fin y al cabo ella sabía muy bien lo mucho que había hecho disfrutar a Paola.
   Fue entonces cuando usé la cabeza y me puse a pensar de qué manera podía generar la situación para que todo se diera. El plan se me vino a la cabeza después de un tiempo y a pesar de que era bastante hijo de puta de mi parte, estaba demasiado caliente con la pendeja como para jugarla de bueno. Antes de ponerse de novio con Micaela, Guillermo había tenido un ida y vuelta con una amiga mía de la facultad. A ella le encantaba Guille y siempre me preguntaba por él. A su vez, mi amigo era bastante débil ante el alcohol y solía ponerse en pedo muy rápido y hacer cosas de las que luego solía arrepentirse. Nunca le había metido los cuernos a Mica, pero tampoco nunca lo había tentado. Organicé una joda en mi casa para el próximo fin de semana que estaba solo y muy mal amigo de mi parte, le dije a mi amiga de la facultad que Guille y Mica estaban algo peleados para que ella intente algo con él.
   Ese día mi amiga me preguntó todo el tiempo por Guillermo y le dije que Mica iba a estar presente, pero que si lo alejaba y se le tiraba, él seguramente iba a aceptar. Antes de que los chicos de la facultad llegaran, invité a los del club y empezamos a tomar y tomar y sobre todo a hacer tomar a Guille. Desafié a Valentín y a Santiago a ver qué tan en borracho lo poníamos y ellos, desconociendo mi plan, aceptaron. Entre los tres le íbamos dando alcohol ni bien se terminaba el que tenía en el vaso y a pesar de que Micaela se dio cuenta, seguimos haciéndolo. Apenas eran las 11 de la noche y Guillermo ya estaba bastante borracho y la joda todavía no había comenzado. De golpe sonó el timbre, llegaron mis compañeros y compañeras de la facultad y cuando fui a abrirles la puerta, el alma se me cayó al suelo.
   No había pensado en ello, pero obviamente los chicos le dijeron a Agustina, pues desconocían lo mío con Paola y mucho menos sabían de lo mío con Micaela. En ese momento estaban las tres chicas con las que había pasado algo en mi propia casa y desconocía por completo como iba a terminar la historia. Tratando de esquivar la conversación con Agus, que no entendía por qué la rechazaba tanto, me desentendí del plan de poner en pedo a Guillermo y Valentín y Santiago dejaron de hacerlo al ver que yo tampoco lo hacía. Entonces Micaela agarró de la mano a su novio, se lo llevó a la cocinar y abrazándolo contra la mesada, le dijo bien claro que no quería que tome más alcohol.
   Paola se hacía la desentendida, pero era evidente que no le gustaba para nada la presencia de Agustina en ese momento. Muy poco ayudaron dos amigos míos de la facultad que cuando la vieron pasar a Micaela, le dijeron que se parecía muchísimo a Agustina y hasta las hicieron parar una al lado de la otra para que se tomen una foto. “Asique esta es la chica con la que estás saliendo” me dijo en silencio Santiago para que solo él y yo pudiéramos entender. Mi amigo había comprendido porque me gustaba tanto Agustina y nuevamente, haciéndome el desentendido, le dije que sí, que era ella. Estaba descontrolado, las cosas pasaban muy rápido. Tomaba alcohol para seguir el ritmo de la fiesta, pero esquivaba a Agustina y a Paola que constantemente querían llamar mi atención. Buscaba todo el tiempo a Micaela con la mirada y me ponía como loco verla abrazada y besándose a lo lejos con mi mejor amigo.
   “¡Vos no la complacés, hijo de puta!” pensaba y nuevamente me moría de ganas de gritárselo en la cara. “¡Ella me pajeó y me hizo acabar el otro día, pelotudito!” insistía en mi cabeza mientras observaba el hermoso culo de su novia, el cual apenas había podido tocar el otro día. Quería agarrarla de la mano en frente de todos, llevármela a la habitación y ponerla a gritar para que todos escucharan como me la estaba cogiendo. Estaba como loco, no me aguantaba más. Otro vaso de alcohol y ya iban muchos. Guillermo bajó la mano por la espalda de Micaela hasta llegar a su cola y se la apretó sin disimulo en frente de todos. “¡Hijo de puta!” pensé de nuevo. Quería cogérmela.
   Entonces Agustina se me apareció en frente y con cara de confundida me saludó con un simple “hola”. Automáticamente recordé que ella estaba allí y le dije que había sido algo grosero con ella y le propuse ir a la habitación. Ella no se vio muy convencida, pero aprovechando que Valentín estaba bailando arriba del sillón y llamando la atención de todos, la agarré de la mano y me la llevé a mi cuarto. Cerré la puerta con la traba para que nadie pudiera molestarnos y me lancé sobre ella para besarla apasionadamente. Agustina se alejó y riendo me preguntó si estaba molesto con ella o me pasaba algo. “Estaba en otra, perdón” le dije tratando de quitarle importancia y volví a lanzarme sobre ella. Dejándose llevar por el momento, la chica aceptó mi beso, el cual se puso sumamente caliente enseguida.
   No tardamos en lanzarnos a la cama y en empezar con un manoseo muy fuerte que llevó a que nos quitáramos la ropa casi de golpe. Yo estaba encima de ella, por lo que aproveché para besarle el cuello, los hombros, los brazos, las tetas y la cintura. La comí entera de arriba abajo, subiendo y bajando en más de una oportunidad y volviendo a sus labios para chuparlos y morderlos. Estaba demasiado excitado y tenía una calentura que el alcohol hacía que fuera mucho peor. Pero no quería estar con Agustina en ese momento, quería estar con Micaela, quería estar con la novia de mi mejor amigo. Me levanté de la cama, le pedí a la chica desnuda que se acostara contra el borde y ella obedeció. Entonces me agaché delante de ella y abriéndole las piernas de par en par, empecé a chuparle la conchita.
   Rápidamente fui moviendo mi lengua de forma desesperada hacia arriba y hacia abajo por la entrepierna de mi amante. Ella movía las piernas, las abría y las cerraba mientras las tenía elevada en el aire, al mismo tiempo que yo sacudía mi cabeza de un lado al otro para disfrutar al máximo de su cuerpo. Con dos dedos de una mano le abrí los labios y busqué su clítoris, el cual chupé, succioné y sacudí a toda velocidad y volviéndome loco. Fue entonces cuando Agustina se llevó una mano a la boca para ahogar los gemidos y que nadie del otro lado de la puerta pudiera escucharla. La música sonaba demasiado fuerte, al punto que se oía muy clara en mi habitación, pero yo quería escucharla sentir el placer, por lo que estiré mi mano y sacando mi boca por unos segundos de su cuerpo, le ordené que se quitara la mano de la boca y que gimiera tranquila.
   - Nos van a escuchar.- Me dijo ella levantando la cabeza y enseñándome una sonrisita pícara.
   En ese momento me di cuenta que era ella, que era Agustina y no Micaela la chica con la que estaba y noté como la calentura se me bajaba de golpe. Estaba demasiado confundido, perdido y borracho como para pensar claramente y solo se me ocurrió levantarme y pedirle que me chupara la pija. Ella intervino rápidamente y se arrodilló delante de mí para quitarme lo que me quedaba de ropa. Me agarró la pija blandita con una mano y me empezó a pajear. Levantó la mirada para observarme a los ojos y entonces le dije que no me mirara a mí, que me mirara la pija, algo que ella hizo sin darse cuenta que se lo pedía ya que desde arriba se parecía mucho más a la novia de mi amigo. Entonces recordé la escena de la ducha, recordé como Micaela me pajeaba con ganas desde esa posición y sentí como la verga se me empezaba a poner como una roca.
   Una vez que la tuve bien dura, me la empezó a chupar y sentí enseguida la energía de sus labios. La pendeja movía la cabeza hacia adelante y hacia atrás con ganas, mientras me comía la verga entera con sus preciosos labios. Notaba como estos se humedecían más y más a medida que el pete iba avanzando y como su mano se seguía moviendo por lo largo de mi pija. “¡Ahhh sí!” gemí de placer sin poder controlarme y rápidamente bajé mi mano para apoyarla en la nuca de mi amante. Dirigí mi mirada hacia su cabeza y desde esa posición se parecía muchísimo a Micaela, lo que provocó que la verga me latiera varias veces adentro de su boquita, algo que a ella parecía gustarle y excitarla. Con la lengua se dedicó a lamerme por los costados y a continuación volvió a metérsela toda en la boca para seguir chupándola como a mi me gustaba.
   - Ponete en cuatro.- Le ordené sumamente caliente y ya sin poder aguantarme las ganas.
   Ni bien ella lo hizo, fui directo al cajón a buscar un preservativo y me lo puse al mismo tiempo que me acomodaba atrás de ese culito perfecto. Se lo agarré con las dos manos, lo cacheteé, se lo abrí y volví a darle un cachetazo para luego apoyar mi pija en su conchita y metérsela de lleno hasta el fondo. Ella me regaló un gemido que mezclaba placer y dolor, pero se quedó quieta mirando hacia la pared, haciendo que yo viera la figura de Micaela totalmente de espaldas. Agarrándola con fuerza de la cintura con ambas manos, empecé a mover mi cuerpo hacia adelante y hacia atrás para cogérmela a toda velocidad.
   Estaba totalmente descontrolado, desacatado y fuera de mí. Sentía mi verga entrar y salir de la conchita totalmente mojada de la chica con cada golpe que daba. La música sonaba a todo volumen del otro lado de la muerta y esta me partía la cabeza al medio, poniéndome más loco todavía. El precioso culito de la pendeja que tenía en cuatro adelante mío me provocaba y no tardé en agarrarselo bien fuerte con una de mas manos, siempre cogiéndola a toda velocidad. “¡Gemí!” le ordené y le clavé la pija tan a fondo que ella no pudo aguantar un suave gemido. Sin embargo este quedó tapado por el volumen de la música, asique yo insistí más y más fuerte, pues quería sacarle un alarido de placer bien fuerte para que toda la casa lo escuchara.
   Cogimos un buen rato hasta que ella habló, me propuso ir arriba y me distrajo. Como no quería cortar el hilo, acepté, pero nuevamente le propuse que lo hiciera de espaldas, al igual que la otra vez. Nuevamente, sin tener idea de la razón por la cual yo le pedía eso, Agustina se sentó sobre mi pija dándome la espalda y comenzó a cabalgarme con ganas. Claramente la calentura que yo cargaba se le había transmitido a ella, pues ni bien se acomodó, se empezó a mover como loca encima de mí y a disfrutar de mi pija totalmente al palo. Yo no tardé en colocar mis manos sobre su cintura y tentado por su pelo que colgaba y se balanceaba de un lado al otro, se lo agarré y tiré de él hacia abajo. Nuevamente veía la figura de Micaela y me encantaba, me volvía loco y me hacía temblar todo el cuerpo de arriba a abajo.
   La pendeja se movía muy bien y eso me calentaba muchísimo. Saltaba, iba hacia adelante y hacia atrás y dibujaba círculos sobre mi cuerpo, estimulándome muchísimo y haciéndome sentir un placer por todo el cuerpo. Con la mano que tenía libre fui a su culito, se lo apreté, se lo cacheteé y lo arañé dejándole la marca de mis dedos. Todo era placer y fue entonces cuando sus gemidos aparecieron de verdad. Sin poder aguantarse las ganas, mi amante empezó a gemir con ganas, haciéndome saber lo mucho que estaba disfrutando de ese momento. “¡Eso pendeja, gemí!” le dije yo y mis palabras la volvieron más loca, pues su respuesta fueron más gemidos y a un mayor volumen. Me encantaba escucharla disfrutar así mientras su cuerpo subía y bajaba por el mío, dándose un festín con mi pija bien dura. Yo no daba más de lo caliente que estaba y me costaba mucho quedarme quito mientras ella hacía todo. Quería cogérmela a toda velocidad, quería acabar y hacerla acabar.
   No aguantándome más las ganas, le dije que se acostara boca abajo en el centro de la cama y ella lo hizo. Entonces me lancé sobre su cuerpo, clavándole la pija entre los cachetes de la cola y metiéndosela bien a fondo en la conchita totalmente mojada. Ella gritó y yo le pedí que gritara más mientras le pegaba una cachetada bien fuerte sobre la cola. La chica gritó de nuevo y loco, me acosté sobre su cuerpo y me la empecé a coger a toda velocidad con mi cabeza al lado de la suya. Estaba desacatado, estaba fuera de mí. Movía la cadera hacia arriba y hacia abajo a lo bestia, sintiendo mi pija entrar y salir de su conchita bien mojada y apretada casi por completo. Pasé una de mis manos por debajo de su cuerpo para garrarle las tetitas y la otra la apoyé sobre su cabeza, sujetándome con firmeza de su pelo.
   - ¡Gemí, pendeja! ¡Gemí!- Le dije al oído apretando los dientes con fuerza.- ¡Quiero escucharte gritar!
   Como loco, seguí moviendo la cadera a toda velocidad, cogiéndomela a lo bestia. Ella no se pudo aguantar más las ganas y empezó a gritar de placer. “¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh!” decía una y otra y otra vez ahogando sus gritos en la almohada que tenía apoyada la cabeza mientras que yo no paraba de darle pija. Apretaba más fuerte su pelo, sujetaba con firmeza sus tetas y notaba mi verga entrar y salir de su conchita, la cual se empezó a mojar más y más. “¡Acabá hija de puta! ¡Acabá para mí!” le grité y ella se dejó llevar por el hermoso orgasmo que estaba teniendo. “¡Grita Mica! ¡Gritá mientras te cojo!” le dije sin poder aguantarme las ganas y sus gritos siguieron ya que mi pija no se detenía. Entonces noté como mi verga explotaba de golpe y dándole un último pijazo, acabé todo con la verga bien adentro de su cuerpo.
   Todo sucedió de golpe. Agustina se empezó a mover de forma molesta y a decirme que la soltara. Se levantó con cara de molesta y sin decirme nada, se empezó a cambiar a toda velocidad. “¿Qué pasa?” le pregunté yo sin entender y ella solo me dijo que era un pelotudo. Intenté detenerla, pero ella había sido mucho más rápida que yo, por lo que abrió la puerta y salió corriendo. Sacándome el preservativo a toda velocidad y poniéndome únicamente el pantalón y la remera, salí corriendo detrás de ella para ver cómo se iba de mi casa junto a dos de las chicas de la facultad. No entendía que había pasado, pero el alcohol y las hormonas hicieron que automáticamente me ponga a bailar con mis amigos, observándole el culo a Micaela que en ese momento abrazaba a su novio dándome la espalda.


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4 comentarios - La novia de mi mejor amigo. Capítulo 7

josexy
Necesito que este relato siga! por favor!
El +10 mas que merecido!
CjC12
Es excelente. Van mis puntos
jeeero
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