Nota: El presente relato es caliente pero no es explícito, igual te defrauda por ese aspecto, por eso te aviso...
El domingo por la mañana estoy muerta y me duele la cabeza. Anoche me pasé con el ron en mi salón. Vi una peli mientras me emborrachaba y creo que me quedé dormida, pero no sé cómo he llegado a mi cama. ¿Acaso me trajo Gabriel? —pienso avergonzada.
¡Oh, qué espectáculo tan deplorable debiste dar a tu sobrino! —me digo a mí misma mientras siento que mi vejiga va a estallar por las largas horas durmiendo sin aliviarla.
Voy al baño, me bajo las bragas y me siento. El pis sale a chorro y muy estrepitosamente se mezcla con el agua de la taza, coloreándola de un vivo amarillo. ¡Qué zafio! ¿Verdad? —me pregunto mientras bostezo.
Entonces para mi sorpresa veo a mi sobrino político en la puerta del baño, que por supuesto no he cerrado al entrar, pues he vivido sola, sola durante demasiado tiempo ya.
—¡Oh tía lo siento, no te había visto! —me dice.
Veo que junta las piernas inocentemente ya somos dos los que tenían urgencia esta mañana… —pienso y me sonrío.
—¡Tranquilo Gabriel! ¡Termino ya! —respondo cortando un gran trozo de papel del rollo de la pared.
Él, un poco avergonzado se da la vuelta y se oculta en el pasillo, momento que aprovecho para limpiar mi sexo y subirme de nuevo las bragas. ¡Oye, estos encuentros fortuitos tienen su aquel! Hace demasiado tiempo que no los tenía, me digo a mí misma mientras tiro la bola de papel húmedo a la papelera.
Salgo con mi camisón y le doy paso a mi sobrino, me sonrío, me gusta tenerle por casa aunque tengamos estos pequeños incidentes de la convivencia.
—¿Te apetece un zumo? —le pregunto mientras me voy para la cocina.
—¡Sí! —responde mientras oigo su chorrito caer al agua, pues él tampoco ha cerrado la puerta, pues sin duda también era mucha la urgencia.
Me sonrío mientras saco las naranjas de la nevera, las corto con precisión y el sordo ronroneo del exprimidor me retumba en mis oídos resacosos.
Por fin termino cuando mi sobrino aparece por la puerta de la cocina. Le ofrezco su vaso de zumo y me sirvo otro, está en calzoncillos y yo en camisón y para más inri: ¡no lleva camiseta el muy bribón!
—¿Qué tal la noche?
—¡Oh bien! Salí con un amigo de la uni —me responde con entusiasmo.
—¿Hugo?
—Sí él y dos amigas —me confiesa un poco avergonzado.
—¡Oh estupendo! —le digo sonriendo—. ¿Por cierto anoche me metiste tú en la cama? —le pregunto ahora que hemos roto el hielo.
—¡Oh, bueno sí! Estabas dormida en el salón y... ¿es que no te acuerdas? —me pregunta contrariado.
—Pues no Gabriel, creo que estaba muy borracha —le confieso—. De eso no me acuerdo.
—¡Bueno sí, eso también lo vi! —me dice sonriendo.
—Te podías haber aprovechado de mí —le digo como broma aunque él pone cara de asombro.
—¡Oh tía yo no sería capaz! —me dice el pobre azorado.
—¡Claro tonto! ¡Solo bromeaba! Aunque es cierto que no me acuerdo de nada—. ¿Te dije algo?
—Pues, bueno, no mucho, sólo que estabas borracha… —confesa él sonriente.
—Bueno me alegro, porque a veces cuando me pongo borracha me dan ataques de sinceridad —le confieso.
—Sí eso es verdad —me suelta de repente, ¡te he pillado!
—¿Ah sí, qué te dije? —le pregunto poniéndolo en un aprieto.
Gabriel está muy colorado, lo he puesto entre la espada y la pared. Tal vez no debí preguntarle.
—Bueno tía me dijiste que te sentías sola…
Eso ha dolido, ahora la anonadada soy yo.
—Bueno Gabriel, eso es cierto. Pero ya no, porque tú estás conmigo —le digo cogiendo su mano—. Gracias por acostarme —añado dándole un beso en la mejilla.
Decido invitarle a comer. Así que cogemos el coche y conduzco hasta un buen restaurante, lo conozco porque solía ir a él con mi marido. Me pregunto si ahora que no está, me acordaré de él y de su ausencia a lo mejor no ha sido buena idea —pienso mientras conduzco.
Me he puesto un vestido estampado, mis grandes gafas de sol y el sol luce ciertamente fuerte al medio día. Más para una borracha resacosa como yo. Me miro las piernas mientras vamos de camino, ¡horror! Creo que me descuide un poco en la depilación. En fin, qué le vamos a hacer, tampoco será el fin del mundo.
Nos sentamos y me tapo con la mesa, no quiero que vea mi vello en las piernas, no es mucho pero eso sonroja a cualquier mujer. Pedimos y mientras esperamos conversamos.
—¿Y qué tal la noche? ¿Ligaste? —le digo para romper el silencio.
—Bueno hay una chica que me gusta, pero no me hizo caso —me confiesa un poco dolido.
—¡Oh bueno, fue la primera noche! Vendrán otras —le confieso mientras tomo un sorbo de vino, a ver si se me pasa la resaca metiéndome de nuevo un poco de alcohol en la sangre.
—Al final me enrollé con su amiga, vive cerca de casa y es buena chica —dice de repente.
—¿Ah sí? ¡Qué suerte!
—Si, aunque bueno sólo fue un lote, nada del otro mundo —me dice como si tal cosa.
—¡Jo chico, lo dices como si estuvieses acostumbrado a más!
—No, no estuvo mal. No me malinterpretes tía. Me gustó mucho, ¿sabes? Pero ella se asustó o algo porque me paró los pies.
—¡Vaya palo! ¿No? —le confieso.
Traen nuestros platos y comenzamos a comer. Durante un rato saciamos nuestra hambre y no conversamos mucho, luego, una vez saciados seguimos con la conversación donde la dejamos.
—¿En serio que no recuerdas nada? —me pregunta él de nuevo.
—¡Pues no Gabriel! Ya te lo he dicho, estaba muy borracha.
—Pues me podía haber aprovechado —me dice ahora él siguiendo con la bromita que empecé yo.
Es entonces cuando me planteo, si no pasó algo y realmente no lo recuerdo. Es inquietante la sensación de no saber, da que pensar.
—¿Entonces pasó algo que yo no sepa? —decido preguntarle, en este juego del gato y el ratón.
—Nada tía, te ayudé a acostarte, sólo eso y nada más —me dice para tranquilizarme.
Realmente le creo, pues es buen chico.
Terminamos el almuerzo y pasamos la tarde paseando por un parque, allí hay unos patos, ¡y hasta cisnes! Lo pasamos bien, simplemente paseando y viendo como las familias hacen lo mismo, vemos cómo los niños les echan pan y se divierten. Yo nunca tuve hijos, no porque no los quisiera sino porque ese don no me fue concedido —pienso y me lamento.
—¿En qué piensas tía? —dice Gabriel fijándose en mí de repente.
—En nada —respondo mintiéndole.
—¿Te gustaría que cenar conmigo alguna noche? Tal vez luego podríamos ir a bailar —me propone mi sobrino.
—¡Sí, eso estaría bien! —respondo sonriéndole.
Volvemos a casa al caer la tarde, realmente ha sido un buen día. Me siento alegre de tenerle aquí.
Ahora vemos una peli en la tele, resulta que es erótica y tiene algunas escenas subidas de tono. Va de un secuestro, un narco secuestra a una chica y trata de que se enamore de él. Viendo las escenas de repente, ¡me siento caliente! ¡Hum, y mi sobrinito está a mi lado! Cuando viene a mi mente el recuerdo su polla, larga y dura frente al cuadro.
—En serio Gabriel, anoche estaba en camisón y borracha, por lo poco que recuerdo podrías haberte aprovechado de mí y no recordaría nada. ¿No sentiste deseo de propasarte conmigo? —le pregunto en la penumbra del salón.
Hoy también llevo un camisón, aunque llevo el sujetador puesto, pues de lo contrario mis pechos caen escandalosamente por mis costillas y parezco una guarra con las tetas fuera. Él también se ha puesto cómodo y lleva un pijama, camiseta y pantalón, así que estamos viendo cómodamente la peli en el salón.
Tras pensar un rato, Gabriel confiesa…
—Está bien tía, confieso que tenías un pecho fuera cuando te vi. Me sorprendió que estuvieses borracha y te llevé a acostarte en tu cama. Confieso que al ver tu pecho sentí deseo, no soy de piedra tía. Tienes unos bonitos pechos.
Me dice mientras miramos la tele, sé que es sincero y eso me conmueve.
—Está bien Gabriel, te creo, yo te confieso que cuando te vi desnudo frente al cuadro, también sentí deseo, ¡tienes un bonito pene! —le digo ahora yo.
—¿En serio? —pregunta él sorprendido.
—¡Sí, eres muy guapo Gabriel! Estoy convencida de que harás maravillas con ese pene a la chica que te consiga —le digo expresándole mi admiración por su juventud y belleza.
—¡Tú también eres guapa tía! —me replica él sonriente.
Somos dos almas solas en mi salón, sobre todo yo, sola con mi soledad que ahora se ha visto interrumpida por la visita de mi sobrino político.
—¿Gabriel te puedo hacer una pregunta? —le digo y sin esperar más respuestas se la hago—. ¿Eres virgen?
Mi pregunta le ha sorprendido, tal vez hasta incomodado, no sé si está rojo porque la penumbra me impide apreciarlo, pero yo diría que sí.
—Bueno tía, admito que sí, soy virgen —responde sincero con su sinceridad.
—Y aun así me respetaste anoche, ¡hum, qué interesante! —pienso en voz alta.
—Sí tía, admito que sentí deseo, al igual que tú al verme masturbarme, incluso cuando me preguntaste si quería que me la chuparas —me confiesa dejándome pasmada.
—¿En serio te pregunté eso? —digo con gran sofoco…
—¡Sí tía! Como te he dicho estabas muy borracha —dice él para aclarar las circunstancias.
—Pues no recuerdo nada Gabriel —digo mientras rebusco en mis pensamientos pero, no hay nada…
La sinceridad de mi sobrino me sorprende, hasta me siento un poco abrumada por la escena en la noche pasada, ¿cómo no recuerdo nada? —me pregunto un poco atormentada.
—¿En serio no te acuerdas de nada? —me repite una vez más.
Niego con la cabeza. Realmente es una situación un poco complicada.
—Bueno tía tampoco quería preocuparte. En el fondo no le di importancia, estaba muy borracha —me vuelve a indicar.
—No pasa nada Gabriel, me alegra que me lo hayas contado.
—Si, bueno. Te confieso que no fue fácil, pues tía, como te he dicho soy virgen y reconozco que verte medio desnuda fue turbador.
—¿Sí? —digo interesada.
—Entonces, ¿te hubiese gustado hacerme algo?
—Creo que hubiese estado bien, ¡sí! —dice él decidido.
—¡Oh Gabriel! La vida es muy complicada, ¿verdad? Aunque borracha, si te lo pregunté es porque tenía ganas de sexo, te confieso que llevo mucho tiempo sin estar con nadie y eso a veces pasa factura —le digo mientras me pregunto por qué soy tan sincera con él.
—Bueno, yo no he estado aún con nadie. Supongo que en eso tenemos algo en común.
El silencio se vuelve incómodo en esta íntima conversación.
—¿Y tía, si te hubiese dejado hacerlo y luego lo recordases? ¿Te arrepentirías de ello?
Su pregunta se vuelve más incómoda y difícil de responder. Pienso con calma mi respuesta.
—Bueno Gabriel, de haberlo hecho, como se suele decir: “A lo hecho pecho” —decido responderle.
—Pero eso no es un no, ni un sí —se queja él.
—Pues yo creo que está muy claro —digo mientras le sonrío.
Realmente estoy cansada, así que le digo que me voy a acostar y él decide quedarse a continuar la peli, ¿se masturbará ahora frente a alguna escena subida de tono? —me pregunto mientras lo dejo atrás en el salón.
La idea es turbadora, como turbada está mi mente, pero hoy no tengo fuerzas para más, estoy cansada así que me entrego al sueño de Morfeo y me adentro con su permiso en su reino...
----------------------------------
Si has llegado hasta aquí espero no haberte defraudado. Este es un fragmento de La Viuda, donde se aprecia como la complicidad entre la tía y el sobrino va creciendo, es como en la vida real, una historia no se forma en una hora requiere tiempo, detalles y ya se sabe: ¡el que la sigue la consigue!
Sinopsis:
Natalia redescubre el sabor de la vida, gracias a la irrupción de su sobrino Gabriel, quien le abrirá los ojos y despertará en ella el deseo oculto. La sacará de la amargura en la que ahoga sus penas y junto a otros personajes principales, le devolverá la alegría de vivir perdida desde que enviudó.
El domingo por la mañana estoy muerta y me duele la cabeza. Anoche me pasé con el ron en mi salón. Vi una peli mientras me emborrachaba y creo que me quedé dormida, pero no sé cómo he llegado a mi cama. ¿Acaso me trajo Gabriel? —pienso avergonzada.
¡Oh, qué espectáculo tan deplorable debiste dar a tu sobrino! —me digo a mí misma mientras siento que mi vejiga va a estallar por las largas horas durmiendo sin aliviarla.
Voy al baño, me bajo las bragas y me siento. El pis sale a chorro y muy estrepitosamente se mezcla con el agua de la taza, coloreándola de un vivo amarillo. ¡Qué zafio! ¿Verdad? —me pregunto mientras bostezo.
Entonces para mi sorpresa veo a mi sobrino político en la puerta del baño, que por supuesto no he cerrado al entrar, pues he vivido sola, sola durante demasiado tiempo ya.
—¡Oh tía lo siento, no te había visto! —me dice.
Veo que junta las piernas inocentemente ya somos dos los que tenían urgencia esta mañana… —pienso y me sonrío.
—¡Tranquilo Gabriel! ¡Termino ya! —respondo cortando un gran trozo de papel del rollo de la pared.
Él, un poco avergonzado se da la vuelta y se oculta en el pasillo, momento que aprovecho para limpiar mi sexo y subirme de nuevo las bragas. ¡Oye, estos encuentros fortuitos tienen su aquel! Hace demasiado tiempo que no los tenía, me digo a mí misma mientras tiro la bola de papel húmedo a la papelera.
Salgo con mi camisón y le doy paso a mi sobrino, me sonrío, me gusta tenerle por casa aunque tengamos estos pequeños incidentes de la convivencia.
—¿Te apetece un zumo? —le pregunto mientras me voy para la cocina.
—¡Sí! —responde mientras oigo su chorrito caer al agua, pues él tampoco ha cerrado la puerta, pues sin duda también era mucha la urgencia.
Me sonrío mientras saco las naranjas de la nevera, las corto con precisión y el sordo ronroneo del exprimidor me retumba en mis oídos resacosos.
Por fin termino cuando mi sobrino aparece por la puerta de la cocina. Le ofrezco su vaso de zumo y me sirvo otro, está en calzoncillos y yo en camisón y para más inri: ¡no lleva camiseta el muy bribón!
—¿Qué tal la noche?
—¡Oh bien! Salí con un amigo de la uni —me responde con entusiasmo.
—¿Hugo?
—Sí él y dos amigas —me confiesa un poco avergonzado.
—¡Oh estupendo! —le digo sonriendo—. ¿Por cierto anoche me metiste tú en la cama? —le pregunto ahora que hemos roto el hielo.
—¡Oh, bueno sí! Estabas dormida en el salón y... ¿es que no te acuerdas? —me pregunta contrariado.
—Pues no Gabriel, creo que estaba muy borracha —le confieso—. De eso no me acuerdo.
—¡Bueno sí, eso también lo vi! —me dice sonriendo.
—Te podías haber aprovechado de mí —le digo como broma aunque él pone cara de asombro.
—¡Oh tía yo no sería capaz! —me dice el pobre azorado.
—¡Claro tonto! ¡Solo bromeaba! Aunque es cierto que no me acuerdo de nada—. ¿Te dije algo?
—Pues, bueno, no mucho, sólo que estabas borracha… —confesa él sonriente.
—Bueno me alegro, porque a veces cuando me pongo borracha me dan ataques de sinceridad —le confieso.
—Sí eso es verdad —me suelta de repente, ¡te he pillado!
—¿Ah sí, qué te dije? —le pregunto poniéndolo en un aprieto.
Gabriel está muy colorado, lo he puesto entre la espada y la pared. Tal vez no debí preguntarle.
—Bueno tía me dijiste que te sentías sola…
Eso ha dolido, ahora la anonadada soy yo.
—Bueno Gabriel, eso es cierto. Pero ya no, porque tú estás conmigo —le digo cogiendo su mano—. Gracias por acostarme —añado dándole un beso en la mejilla.
Decido invitarle a comer. Así que cogemos el coche y conduzco hasta un buen restaurante, lo conozco porque solía ir a él con mi marido. Me pregunto si ahora que no está, me acordaré de él y de su ausencia a lo mejor no ha sido buena idea —pienso mientras conduzco.
Me he puesto un vestido estampado, mis grandes gafas de sol y el sol luce ciertamente fuerte al medio día. Más para una borracha resacosa como yo. Me miro las piernas mientras vamos de camino, ¡horror! Creo que me descuide un poco en la depilación. En fin, qué le vamos a hacer, tampoco será el fin del mundo.
Nos sentamos y me tapo con la mesa, no quiero que vea mi vello en las piernas, no es mucho pero eso sonroja a cualquier mujer. Pedimos y mientras esperamos conversamos.
—¿Y qué tal la noche? ¿Ligaste? —le digo para romper el silencio.
—Bueno hay una chica que me gusta, pero no me hizo caso —me confiesa un poco dolido.
—¡Oh bueno, fue la primera noche! Vendrán otras —le confieso mientras tomo un sorbo de vino, a ver si se me pasa la resaca metiéndome de nuevo un poco de alcohol en la sangre.
—Al final me enrollé con su amiga, vive cerca de casa y es buena chica —dice de repente.
—¿Ah sí? ¡Qué suerte!
—Si, aunque bueno sólo fue un lote, nada del otro mundo —me dice como si tal cosa.
—¡Jo chico, lo dices como si estuvieses acostumbrado a más!
—No, no estuvo mal. No me malinterpretes tía. Me gustó mucho, ¿sabes? Pero ella se asustó o algo porque me paró los pies.
—¡Vaya palo! ¿No? —le confieso.
Traen nuestros platos y comenzamos a comer. Durante un rato saciamos nuestra hambre y no conversamos mucho, luego, una vez saciados seguimos con la conversación donde la dejamos.
—¿En serio que no recuerdas nada? —me pregunta él de nuevo.
—¡Pues no Gabriel! Ya te lo he dicho, estaba muy borracha.
—Pues me podía haber aprovechado —me dice ahora él siguiendo con la bromita que empecé yo.
Es entonces cuando me planteo, si no pasó algo y realmente no lo recuerdo. Es inquietante la sensación de no saber, da que pensar.
—¿Entonces pasó algo que yo no sepa? —decido preguntarle, en este juego del gato y el ratón.
—Nada tía, te ayudé a acostarte, sólo eso y nada más —me dice para tranquilizarme.
Realmente le creo, pues es buen chico.
Terminamos el almuerzo y pasamos la tarde paseando por un parque, allí hay unos patos, ¡y hasta cisnes! Lo pasamos bien, simplemente paseando y viendo como las familias hacen lo mismo, vemos cómo los niños les echan pan y se divierten. Yo nunca tuve hijos, no porque no los quisiera sino porque ese don no me fue concedido —pienso y me lamento.
—¿En qué piensas tía? —dice Gabriel fijándose en mí de repente.
—En nada —respondo mintiéndole.
—¿Te gustaría que cenar conmigo alguna noche? Tal vez luego podríamos ir a bailar —me propone mi sobrino.
—¡Sí, eso estaría bien! —respondo sonriéndole.
Volvemos a casa al caer la tarde, realmente ha sido un buen día. Me siento alegre de tenerle aquí.
Ahora vemos una peli en la tele, resulta que es erótica y tiene algunas escenas subidas de tono. Va de un secuestro, un narco secuestra a una chica y trata de que se enamore de él. Viendo las escenas de repente, ¡me siento caliente! ¡Hum, y mi sobrinito está a mi lado! Cuando viene a mi mente el recuerdo su polla, larga y dura frente al cuadro.
—En serio Gabriel, anoche estaba en camisón y borracha, por lo poco que recuerdo podrías haberte aprovechado de mí y no recordaría nada. ¿No sentiste deseo de propasarte conmigo? —le pregunto en la penumbra del salón.
Hoy también llevo un camisón, aunque llevo el sujetador puesto, pues de lo contrario mis pechos caen escandalosamente por mis costillas y parezco una guarra con las tetas fuera. Él también se ha puesto cómodo y lleva un pijama, camiseta y pantalón, así que estamos viendo cómodamente la peli en el salón.
Tras pensar un rato, Gabriel confiesa…
—Está bien tía, confieso que tenías un pecho fuera cuando te vi. Me sorprendió que estuvieses borracha y te llevé a acostarte en tu cama. Confieso que al ver tu pecho sentí deseo, no soy de piedra tía. Tienes unos bonitos pechos.
Me dice mientras miramos la tele, sé que es sincero y eso me conmueve.
—Está bien Gabriel, te creo, yo te confieso que cuando te vi desnudo frente al cuadro, también sentí deseo, ¡tienes un bonito pene! —le digo ahora yo.
—¿En serio? —pregunta él sorprendido.
—¡Sí, eres muy guapo Gabriel! Estoy convencida de que harás maravillas con ese pene a la chica que te consiga —le digo expresándole mi admiración por su juventud y belleza.
—¡Tú también eres guapa tía! —me replica él sonriente.
Somos dos almas solas en mi salón, sobre todo yo, sola con mi soledad que ahora se ha visto interrumpida por la visita de mi sobrino político.
—¿Gabriel te puedo hacer una pregunta? —le digo y sin esperar más respuestas se la hago—. ¿Eres virgen?
Mi pregunta le ha sorprendido, tal vez hasta incomodado, no sé si está rojo porque la penumbra me impide apreciarlo, pero yo diría que sí.
—Bueno tía, admito que sí, soy virgen —responde sincero con su sinceridad.
—Y aun así me respetaste anoche, ¡hum, qué interesante! —pienso en voz alta.
—Sí tía, admito que sentí deseo, al igual que tú al verme masturbarme, incluso cuando me preguntaste si quería que me la chuparas —me confiesa dejándome pasmada.
—¿En serio te pregunté eso? —digo con gran sofoco…
—¡Sí tía! Como te he dicho estabas muy borracha —dice él para aclarar las circunstancias.
—Pues no recuerdo nada Gabriel —digo mientras rebusco en mis pensamientos pero, no hay nada…
La sinceridad de mi sobrino me sorprende, hasta me siento un poco abrumada por la escena en la noche pasada, ¿cómo no recuerdo nada? —me pregunto un poco atormentada.
—¿En serio no te acuerdas de nada? —me repite una vez más.
Niego con la cabeza. Realmente es una situación un poco complicada.
—Bueno tía tampoco quería preocuparte. En el fondo no le di importancia, estaba muy borracha —me vuelve a indicar.
—No pasa nada Gabriel, me alegra que me lo hayas contado.
—Si, bueno. Te confieso que no fue fácil, pues tía, como te he dicho soy virgen y reconozco que verte medio desnuda fue turbador.
—¿Sí? —digo interesada.
—Entonces, ¿te hubiese gustado hacerme algo?
—Creo que hubiese estado bien, ¡sí! —dice él decidido.
—¡Oh Gabriel! La vida es muy complicada, ¿verdad? Aunque borracha, si te lo pregunté es porque tenía ganas de sexo, te confieso que llevo mucho tiempo sin estar con nadie y eso a veces pasa factura —le digo mientras me pregunto por qué soy tan sincera con él.
—Bueno, yo no he estado aún con nadie. Supongo que en eso tenemos algo en común.
El silencio se vuelve incómodo en esta íntima conversación.
—¿Y tía, si te hubiese dejado hacerlo y luego lo recordases? ¿Te arrepentirías de ello?
Su pregunta se vuelve más incómoda y difícil de responder. Pienso con calma mi respuesta.
—Bueno Gabriel, de haberlo hecho, como se suele decir: “A lo hecho pecho” —decido responderle.
—Pero eso no es un no, ni un sí —se queja él.
—Pues yo creo que está muy claro —digo mientras le sonrío.
Realmente estoy cansada, así que le digo que me voy a acostar y él decide quedarse a continuar la peli, ¿se masturbará ahora frente a alguna escena subida de tono? —me pregunto mientras lo dejo atrás en el salón.
La idea es turbadora, como turbada está mi mente, pero hoy no tengo fuerzas para más, estoy cansada así que me entrego al sueño de Morfeo y me adentro con su permiso en su reino...
----------------------------------
Si has llegado hasta aquí espero no haberte defraudado. Este es un fragmento de La Viuda, donde se aprecia como la complicidad entre la tía y el sobrino va creciendo, es como en la vida real, una historia no se forma en una hora requiere tiempo, detalles y ya se sabe: ¡el que la sigue la consigue!
Sinopsis:
Natalia redescubre el sabor de la vida, gracias a la irrupción de su sobrino Gabriel, quien le abrirá los ojos y despertará en ella el deseo oculto. La sacará de la amargura en la que ahoga sus penas y junto a otros personajes principales, le devolverá la alegría de vivir perdida desde que enviudó.
3 comentarios - Es domingo por la mañana y, ¡mi tía no recuerda nada!