Carlos es el hombre de mi vida, me hizo mujer y juntos vivimos el sexo en armonía y en plena complicidad, conocimos los placeres explorando nuestros cuerpos y explorando nuestras almas, usando tanto la mente como la carne.
Como relaté en un post anterior, hace tiempo, le presté a Carlos mi celular. Estábamos fuera de casa, a él se le averió el suyo y debía enviar un mensaje, impostergable, a la empresa que lo emplea.
No sólo hizo la llamada, abrió un chat en el que Alfonso (el tercer hombre, en mi vida, que me cogió) entre otras “chanchadas” me decía: “…. sigue en mi nariz la fragancia y en lengua y labios, el sabor, ambos suaves y deliciosos, de tu sexo… “
Por suerte el incidente no pasó de un sinceramiento, para mi sorpresa, recíproco.
Me enteré que yo también era “cornuda” múltiple.
Convinimos que de ahí en más, no habría más tapujos entre nosotros: cualquier satisfacción, fuera de casa, de nuestro sano apetito sexual, la hablaríamos sinceramente los dos, antes o después de que ocurriera.
Además, con el correr de las noches, naturalizamos usar la palabra, durante el sexo, para contarnos nuestros deseos, sin secretos, franqueza y comprensión total.
De este modo hemos alimentado nuestras fantasías cada vez que un hombre (mujer) me (le) presta atención o le digo (me dice) que me (le) gusta.
Nuestras reacciones son siempre de mucha excitación y nos alentamos a contar lo que imaginamos que haríamos en el hombre (la mujer) de turno y, no rara vez me incita (lo incito) a no quedarme (se) con las ganas.
El anciano pediatra habitual de nuestros hijos, se retiró de la profesión y nos recomendó, con énfasis, un colega suyo.
Resultó ser un apuesto hombre, de unos 45 años. (Yo tenía 28) Con el correr de las consultas, por los nenes, comenzó a soltarme piropos e, inclusive, a guiñarme un ojo. Eso no me dejó indiferente, me sentía invadida por el calor y me ruborizaba cada vez cruzaba su mirada, incluso en conversaciones normales.
Durante las buenas cogidas con Carlos, en nuestras excitantes charlas nunca faltaba el pediatra. Alucinaba lo que podía disfrutar con él, incluso a fantasear cosas que rara vez hago, como el sexo anal, arrodillada en la cama con el cuerpo, cuello y cabeza erguidos, él, pies en tierra, verga en mi culo, una mano en mis tetas, la otra dedeando concha y clítoris. A Carlos mi fantasear lo volvía loco, no podía contener la eyaculación, por eso lo dejaba para el gran final de la cogida.
Una noche, cabeza a cabeza reponiéndonos de nuestro polvo:
-Si tantas ganas le tenés al doc, fachero, cogételo-
-Mirá si me seguís incitando, se la doy –
Se rió,
-Por mí no te privés, hacelo-
Pero me parecía no muy convencido, yo sí y cada vez más
Días después, intencionada, salí una rato antes del trabajo y fui, sola, al consultorio del pediatra, consciente que llegaría sobre la hora de cierre de las consultas, con la excusa de pedirle un certificado para justificar la falta a la escuela de uno de los nenes, (Llevaba puesto uno de los conjuntos de lencería más sexys de mi placard).
La asistente me recibió casi molesta:
-El doctor está con el nene del último turno. Aguarde que consulto si la puede atender-
Al regreso me dijo que el doctor me iba a atender y que él mismo me haría pasar al consultorio, ya que ella tenía un compromiso impostergable y debía retirarse.
La sala de espera está vacía, siento palpitaciones. “A lo mejor no está de buen talante esta tarde y no pasa nada” pienso.
Al rato se abre la puerta del consultorio, el nene y la mamá se despiden y se van.
El pediatra me ve, sus ojos se dilatan y una sonrisa de 32 dientes se dibuja en su rostro.
-¡Entrá, mujer hermosa! ¿Qué puedo hacer por vos?-
-Buenas tardes Mario ¿Puedo…. llamarte por tu nombre?-
-¡Claro que si, Ines!-
-Necesito un certificado-
-Hermosa, como siempre, pero esta tarde estás, además, super sexy-
Camina a mí alrededor.
-Será por la llegada de la primavera que una se desinhibe un poco- murmuro sonrojada.
Con los ojos en mis ojos, me toma de la cintura, me estrecha contra su cuerpo y me besa. Me dejo ir, nuestras lenguas se entrecruzan, siento, en mi vientre, que su verga ya está erecta. No aguanto la tentación: ¡la quiero!
-Si sigo mi impulso te desnudo pero ¿Sabés que? Primero…..-
Se separó y se deshizo de las prendas blancas de trabajo, blusa y pantalón, apoyó la cola en el escritorio, se bajó el bóxer (blanco también, con la marca en grandes letras rojas: HILLFINGER TOMMY. En castellano “dedo en la colina Tommy)) y puso a mi consideración un hermoso garrote tieso. ¡Flor de dedo!!.
Me arrodillo lo manoteo, empiezo a lamerlo, a chuparlo despacio pero con pasión, Mario se mueve levemente, me mete la verga hasta la garganta, se me caen unas lágrimas. Toma mi cabeza entre sus manos y lleva el ritmo de la mamada. Supuse que me llenaría de semen la boca.
Me equivoqué, después de un rato hizo que me levante, con un par de manotazos aparta (algunas caen al piso) las cosas sobre el escritorio y me ubica frente al mismo. Me quiere por dar por atrás la idea me encanta me siento bien trola.
Me levanta el vestido y me baja la tanga a los tobillos (yo colaboro y la prenda queda tirada en el suelo). Tiemblo por la excitación.
Me acuesta sobre el escritorio, boca abajo, me abre piernas y nalgas y empieza a lamerme por detrás Ya estoy toda mojada, se levanta y me penetra por la concha, me coge, al principio, lentamente luego aumenta el ritmo, acabo casi enseguida y de nuevo al rato, estoy en éxtasis de placer, grito, le pido que me coja fuerte.
Me secunda y, yo, acabo deliciosamente.
Él sigue con el entra y sale pero….. siento su dedo acariciando mi ano, quisiera decirle que no, que eso está demás la primera vez, pero no puedo, me rindo,
“hacé lo que quieras” pienso
Saca la verga de la cachucha y la apoya en el agujerito. Lo único consigo decirle es
-¡Despacito!-
Con dulzura, sin ímpetu, me la pone un poquito y la saca y luego la vuelve a poner y cada vez se hunde un poco más. Me gusta, me relajo, él lo percibe comienza a empujar la verga más y más, agarra ritmo, me parece que está a punto de acabar, jadea y se pone rígido, inunda mi culo con su calor y disfruto de un nuevo orgasmo.
Mario me felicita por mi desenvoltura (en realidad le gustaría decirme que soy una gran puta, pero lo hace de forma educada) y por el goce que disfrutó conmigo. Asegura que no ve la hora de volver a “trenzarnos”. También yo “confieso” que disfruté con él, como pocas veces antes,
Quedó abierta la posibilidad de un nuevo encuentro.
Muy adentro mío, me avergüenza la sola idea de seguir viéndolo como el médico de mis hijos y, simultáneamente, alucinar con su verga.
Mientras bajo la escalera para volver a la calle, pienso en Carlos, esta noche le voy a contar todo, va a disfrutar como loco.
¿O no?
Una duda comienza a colarse en mi mente: “¿Y si me pasé al entregarme al pediatra, y choco con el amor propio de Carlos?
Esta noche volverá tarde del trabajo, voy a provocarlo para que me haga el amor y, en el mientras tanto, le cuento que le metí los cuernos. No hay otro modo de averiguarlo.
Me pongo la ropa interior que más le gusta y me acuesto a esperarlo.
Entra en la habitación, me saluda con un beso y, mientras está en el baño, desnudándose:
-¡No sabés lo caliente que estoy! No te demores- lo provoco
No necesito repetírselo, se mete debajo de la sabana y me abraza.
-¡Lamémela, por favorrrr!-
Es un maestro con lengua, labios y dedos en la chocha.
-Estás re-mojada ¡Sí que estás caliente!-
Entre suspiros y gemidos, le manoteo el cabello y:
-¿Sabes que hoy fui a lo del pediatra?-
Para de mamar y pregunta:
-¿De verdad? ¿Y qué hiciste?-
-Te metí los cuernos, mi amor-
Deja de lamérmela, se ubica encima mío y de un solo golpe me ensarta la verga en la concha y me besa. Tiene el sabor de mis fluidos vaginales en su boca, me gusta,
-¡Dale decime lo que hiciste con el doc!- murmura mientras me coge muy Lentamente.
Despacio, con pausas en cada “vergazo a fondo” le cuento todo, mientras me manosea tetas y culo. Me encanta y él se excita cada vez más; su verga está tan dura e hinchada que me llena por completo. Cuando le menciono que el pediatra acabó en mi culo, explota en un orgasmo descomunal eyectando semen a mares.
Aún con su miembro, aflojándose, dentro de mí, levanta torso, cuello y cabeza y me mira satisfecho.
Tengo que decirle que esta vez no es fantasía, le devuelvo una mirada maliciosa, desvergonzada.
-¿Qué pasa, por qué me mirás así?-
-Esta vez, de verdad que lo hice. No es cuento para calentarte. Te metí los cuernos –
-¡Vamosss! Y le diste el culo también. -
Nos levantamos y vamos al baño para higienizarnos, en silencio, luego me pregunta
-¿Inés, de verdad te dejaste coger por el doctor?-
Tengo un dejo de temor que Carlos no lo acepte..
-Sí mi amor, pasó, ¿te molesta?-
-¿De verdad le diste el culo?-
-Amor no me preguntes como me dejé culiar en la primera de cambio-
Veo su verga tonificada, bien durita. Me tranquiliza, es tan puerco como yo.
Me lleva a la cama, me acomoda en cuatro y comienza a lamerme el culo
-Mi amor, esta noche nooo,…. todavía me arde…. - bromeo, ya distendida.
-Sos una trola, una esposa puerca como a mi me gusta, me volvés loco, te amo por esto también-
Me enculó con una pasión superlativa, que pocas veces disfruté, con él o con otro. Yo también lo amo y me encanta complacerlo.
6 comentarios - El pediatra bien dotado
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