Estoy al filo del deseo más salvaje,
en el abismo de mis instintos más primitivos,
al borde del más inimaginable tormento;
esa sensación agridulce que me da la vida
y me prolonga la muerte: hacerte mía.
Esa inofensiva espera que hace crecer mi
avidez por conocer cada rincón de tu morfología,
que ya no puedo soportar y que tampoco
quiero que termine… porque cuando te tengo
cerca, un disparo de placer se produce en mi
miembro viril… provocas un estruendo en mi
piel… y aparecen en mi mente, escenas lujuriosas
donde los protagonistas somos tú y yo:
empezando por el deslizamiento de tus tanguitas
a través de tus hermosas y largas piernas.
He soñado que mi cuerpo, desenfrenado, te acompaña en una
danza acompasada, rítmica, íntima, infinita…
mientras contemplo el divino color de tus senos ardientes,
con todos mis sentidos embotados de placer…
mientras asalto con demencia tu intimidad femenina,
entrando y saliendo una y otra vez del santuario
que escondes entre tus muslos divinos.
He soñado cómo tus manos escalan por mis piernas,
buscando presurosas, la fuente de los brebajes
con los que inundaré las montañas y valles
de tu ardiente anatomía de mujer enamorada...
cómo dibujan compulsivas olas de lujuria sobre mi piel,
recorren mi sexo y despiertan fantasías lascivas
que estremecen mi alma.
He soñado con la cálida y tibia humedad de tus labios
y de tu lengua deslizándose por mi piel ardiente,
mientras mi virilidad completa es absorbida por tu boca…
elevo mis caderas con ganas de morir, de fundir en un solo ser
nuestros cuerpos desnudos… mientras se multiplica el aroma
del deseo y la mitad de mi ser se incrusta en tu cuerpo.
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