Esta es la historia de Manuel, un chico de 19 años que se siente atraído por la novia de su mejor amigo a quien desea profundamente y que lo llevará a poner en juego la relación, jugando con fuego y seduciendo la clandestinidad. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Capítulo 3: Mojada
Las cosas pasaron muy de golpe y casi que no llegué a darme cuenta de lo que sucedía. Después de la noche de la fiesta en la casa de Santiago y de lo sucedido con Paola, el resto de los chicos del grupo dieron por sentado que había algo entre nosotros y fue imposible de redirigir el tema. A los pocos días nos reencontramos en el club y para sorpresa mía y del resto, Paola me saludó con un beso en la boca y se sentó al lado mío. A los pocos segundos estaba abrazándome y haciéndome carisias como si de novios de toda la vida se tratase. La mirada cómplice de los demás y la idea de evitar generar un problema en el grupo me llevaron a seguirle la corriente y cuando nos quedamos solos esa tarde, nos comimos la boca con ganas. Sin disimularlo, el resto de los chicos se fue yendo y quedamos los dos solos tras varias horas y ella aprovechó para abalanzarse sobre mí y darme un beso bien caliente. Así, casi de golpe y sin que yo estuviera del todo seguro, fue como empezamos una relación con la hermana de uno de mis amigos.
Todos parecían encantados con lo que estaba pasando. Valentín, su hermano, era el que más de acuerdo estaba con ello, pues había visto a su hermana entablar relaciones con otros pibes que no le caían para nada bien. Guillermo y Santiago me trataban como un ganador, como si de un latin lover se tratase y hasta me preguntaban si planeaba algo serio con ella. Clara, quien desde hace tiempo era la mejor amiga de Pao, me hacía bromas constantemente sobre lo suertudo que era y me decía que tenía que cuidarla mucho. Pero quien más me sorprendió fue Micaela, que un día que nos quedamos los dos solos mientras el resto estaba en la pileta, me preguntó cómo era el sexo con ella. Su pregunta me tomó completamente por sorpresa y la miré sin entender, pero ella se hacía la desentendida.
- Todavía no lo hicimos.- Le confesé yo que ya estaba un poco cansado de volver todos los días del club con la pija al palo de tantos besos y caricias.
- No me extraña.- Respondió ella mirando al frente y levantando las cejas.
Lo cierto era que Pao le encantaba darme besos y tocarme en público, pero cuando íbamos a la intimidad era muy tímida. Asumiendo que los dos ya éramos pareja, la invité una tarde a casa y cuando intenté avanzar con ella, me dijo que no rotundamente y se puso seria, sin poder explicarme porque no quería. Apenas me dio besos y cuando nos sentamos en el sillón a ver una película, ella se acostó del otro lado, asegurándose de poner un almohadón entre los dos. Rápidamente entendí a qué se refería Micaela con su expresión y es que seguramente Paola se hacía la atrevida en público, pero era todo lo contrario en la intimidad. En ese momento me dio cuenta que acababa de hacer un mal negocio y recordé la noche de sexo caliente con Laura en la casa de Santiago, arrepintiéndome de no haberle pedido el número de teléfono.
Pero esa noche de pasión de la fiesta iba a traer otras consecuencias y era algo de lo que todavía no habíamos hablado con la novia de mi mejor amigo. Mientras yo cogía con Laura, ella abrió la puerta del estudio del padre de Santi y asomó la cabeza para verme pos unos segundos. No habíamos hablado del tema en ninguna oportunidad y es por eso que estando los dos ahí solos decidí aprovechar y decirle algo. Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue pedirle que no le dijera nada a Paola, pues ella consideraba que esa noche era el inicio de nuestra relación. Pensé la forma de abordar el tema, las palabras se me cruzaban.
- Mica… Sobre la otra noche…- Empecé sin saber muy bien como terminar la frase.
- Tranquilo.- Me interrumpió ella.- Queda en secreto entre nosotros.- Agregó y los dos nos quedamos en silencio a pesar de que pude ver una sonrisa macabra en sus labios.
El verano fue avanzando y la relación con Paola seguía y cada vez me parecía más extraña. Yo la quería muchísimo y me gustaba físicamente, pero no era el tipo de mina que a mi me gustaba y tampoco pensaba en ponerme de novio. Más allá de eso, la idea de que alguien me diera caricias, me besara y me tocara el cuerpo me gustaba, por lo que yo le seguía e juego. La noche de la fiesta de fin de año del club, decidimos dar una vuelta los dos solos, aprovechando que la mayoría de la gente estaba concentrada en el salón y los alrededores. Empezamos a caminar por afuera de las canchas de tenis y llegamos a los parrilleros, donde había algunas personas por lo que decidimos ir más allá. Pasando los vestuarios, nos sentamos en las gradas de la cancha de futbol y nos pusimos a hablar un poco. El problema era que Pao y yo no compraríamos muchas cosas los dos solos, sino generalidades con el grupo. Esto hizo que automáticamente nos empezáramos a besar y enseguida intentara avanzar.
Sabía que no íbamos a hacer nada ahí, pero por mi cabeza pasó la idea que después de la fiesta podíamos irnos a su casa o a la mía y seguirlo ahí con mayor identidad. Apoyé mi mano sobre su rodilla y poco a poco la fui moviendo hacia arriba. Paola tenía puesto un short algo ajustado, lo que iba a impedirme poder avanzar sobre su piel, pero no fue un impedimento para seguir tocándola por encima de este. Los besos se habían puesto más fogosos y mi lengua entraba en su boca y jugaba con la suya en la oscuridad de la noche. La mano llegó a la parte superior de su muslo y de golpe ella me la agarró y alejó su rostro unos centímetros para mirarme como diciendo “¡te agarré!”
- ¡Ya sé lo que vos querés!- Me dijo.- ¡Pero no vamos a coger acá!
- Nada que ver Pao, no quiero eso.- Le dije y me abalancé sobre ella pero Paola se inclinó aún más hacia atrás.
- ¡Manuel!- Dijo riéndose.- ¡Estas re atrevido!- Agregó y miró hacia los costados.
Rápidamente puse una mano sobre su espalda y la acerqué hacia mí para poder pegarme sobre ella. Paola me soltó la mano y me miró levantando aún más las cejas, pero la sonrisa no salía de su rostro. “Dejame tocarte. Nada más” le dije totalmente confiado y con la mano firme sobre su muslo. Ella volvió a mirar alrededor para comprobar que no había nadie cerca de nosotros y levantando un dedo me dijo: “¡Solo tocarme!”. Mi sonrisa fue automática y rápidamente le desabroché el short mientras ella se relajaba sobre el asiento de la grada en donde estaba sentada. Se tiró hacia atrás y corrió los brazos de lugar para permitirme meterle la mano adentro del pantalón. Volví a besarla, pero Pao estaba demasiado atenta mirando a que nadie apareciera. Abrió suavemente las piernas y de golpe dejó de concentrarse en lo que sucedía.
Comencé tocándole la conchita por la parte de afuera, acariciando sus labios con la yema de mis dedos y calentándola despacio. Ella tenía los ojos parcialmente cerrados y con uno de sus brazos me abrazaba por encima de los hombros y con el otro se apoyaba en el respaldar de la butaca que estaba al lado. A medida que mis dedos se seguían moviendo y seguían acariciándola, ella se iba recostando sobre el asiento e iba abriendo las piernas para que pudiera meter aún más mi mano. Pude sentir como su conchita se iba calentando y como mi dedo empezaba a humedecerse mientras que Paola respiraba cada vez más fuerte. Fui llevando uno de mis dedos a lo largo de su entrepierna despacito, dejando que este se empapara por completo y entonces…
Se lo metí de golpe y ella gimió tan fuerte que estaba seguro que podrían habernos escuchado desde el otro lado de la cancha. Paola abrió los ojos y se inclinó hacia adelante pero yo rápidamente la acomodé con mi otra mano para que volviera a relajarse. Empecé a mover el dedo adentro de su cuerpo mientras le besaba la cara y el cuello y ella no tardó en responderme con más gemidos, esta vez mucho más sutiles. Rápidamente el calor empezó a crecer entre nosotros y pude sentir como ella se mojaba cada vez más. Mi lengua apareció sobre su cuello y empecé a chupárselo mientras que ella llevaba el brazo con el que me estaba abrazando y lo apoyaba sin disimulo sobre mi entrepierna. Pao me empezó a acariciar la pija por encima del pantalón la cual estaba tan dura que parecía que iba a hacer explotar el bóxer que tenía puesto. Ella seguía con los ojos cerrados, gimiendo por lo bajo y moviendo su cintura al mismo ritmo que mi dedo se movía adentro de ella.
Paola giró la cabeza y comenzamos a tranzar con ganas. Era un momento muy caliente. Mientras yo le metía y le sacaba el dedito de adentro de la concha y lo movía en todas direcciones, ella me acariciaba la pija por encima de la ropa, poniéndomela cada vez más dura. Los besos se cortaban de vez en cuando por sus gemidos, algo que a mí me calentaba muchísimo. Estábamos demasiado calientes y parecía que el estar en un lugar abierto y público había dejado de ser un problema. Yo sentía como mi dedo se mojaba cada vez más y con el pulgar comencé a acariciar el clítoris de mi amante, lo que provocó unas risitas nerviosas en ella. Quería que me desabrochara el pantalón y que metiera su mano de la misma forma que yo lo había hecho para pajearme con su mano y así poder gozar los dos.
Pero todo se cortó de golpe. Escuchamos el ruido de unas voces y ella se enderezó enseguida y me obligó a sacarle la mano de adentro del short. A las apuradas se abrochó el cierre y actuando como si nada pasara miró a la cancha de futbol que teníamos en frente y comprobó cómo un grupito de chicos que no debía tener más de diez años entraba y se ponía a jugar con una pelota. Dudaba seriamente que los chicos pudieran vernos o comprender lo que estaba pasando, pero sus gritos cortaron la tensión y fue entonces cuando decidimos volver a la fiesta con los demás y ver que pasaba. Ahí fue que nos enteramos que la joda seguía en la casa de una de las chicas de vóley y decidimos ir para continuar la fiesta. No sabía lo que podía llegar a pasar, pero tenía la intención de que mi noche con Paola no había terminado.
La noche se hizo larga y el alcohol abundaba. El calor de finales de diciembre hizo que algunos de los chicos decidieran tirarse a la pileta a pesar que no tenían malla y el juego empezó. Primero tiraron a uno que no quería, después a otro que todavía tenía la camisa puesta y todo se descontroló. Las chicas, que se habían atrincherado en el quincho de la casa empezaron a salir obligadas por dos o tres chicos mientras algunos filmaban y otros reían. Primero tiraron a una, después a otras y en un momento había casi tanta gente en el agua como afuera. Yo, que ya me había metido desde un principio, fui a buscar a Pao para sumarla al juego. Sin embargo, ella se lo tomó bastante mal y me dijo que era un idiota y que arruinaba todo. A pesar de eso, a mí me importó muy poco su acusación y terminé ayudando a Santiago a tirar a Clara al agua, quien solo pidió que le permitiéramos dejar el celular en la mesa.
En eso veo como Guillermo se sacrifica para llevarse a su novia a la pileta y los dos caen abrazados uno al lado del otro. Micaela asoma la cabeza, se corre el pelo de la cara y se ríe para después pegarle en la nuca a mi amigo que todavía no entendía dónde estaba. Ella empezó a caminar hacia la escalera de la pileta y a medida que avanzaba hacia la parte más playa, yo pude ver como la remera que tenía puesta se le pegaba al cuerpo. Noté que no tenía corpiño y que sus tetitas preciosas se le veían a la perfección debajo de la remera blanca. Avanzaba hacia donde yo estaba parado y pude ser testigo de cómo caminaba sensualmente mientras el agua le caía del cuerpo. Se escurrió el pelo con los tobillos todavía metidos en el primer escalón y giró para gritarle algo a su novio. Ahí pude ver el short que tenía puesto, todo empapado y remarcándole el hermoso culito que tenía. Me quedé observándola como un idiota y por unos segundos deseé poder hacerle lo que le había hecho a Paola hacía unas pocas horas.
Entré corriendo al baño de adentro de la casa en busca de algo de privacidad. Tenía la pija que me explotaba después de tan hermoso impulso. Me paré frente al lavamanos y rápidamente me desabroché el cierre de la bermuda para sacar mi pija y agarrarla con una mano. Mirándome al espejo empecé a pajearme a toda velocidad. Por mis ojos pasaba una y mil veces la imagen de Micaela saliendo de la pileta. Sus pezones parados y marcándole el ritmo eran la imagen que inauguraba ese álbum mental que había hecho. Entonces recordé como me había mirado a los ojos antes de empezar a subir las escaleras, como me había visto mientras se mordía los labios y el agua le caía de la ropa empapada. Sus tetitas seguían ahí, con la remera blanca pegada sobre ellas y sus pezones bien duritos apuntado hacía mí.
Entonces se dio vuelta y su culito volvió a ser el protagonista. Podía verlo a través de ese short de color negro que choreaba gotas sobre el primer escalón de la pileta. Era perfecto, hermoso, bien redondito y parado. Se lo había visto cientos de veces a lo largo de lo que iba del verano y seguía volviéndome loco cada vez. Ahora estaba recubierto de un short totalmente mojado y que por alguna razón me excitaba más. Me pajeaba a toda velocidad, gracias a la calentura que había acumulado sobre las gradas de la cancha de futbol, pero con la imagen de la novia de mi amigo sobre mi mente.
De golpe Micaela estaba completamente desnuda, con la piel mojada por el agua y acariciándose el cuerpo frente a mis ojos. Me observaba fijo, con esos ojos hermosos que tenía y se mordía los labios para hacerme saber que me deseaba firmemente. Yo no podía avanzar, no podía moverme, pero ella estaba ahí totalmente desnuda, mirándome y tocándose cada vez de forma más intensa. Alrededor no había nadie, estábamos los dos solos y eso hacía que el deseo se volviera pecado. Micaela llevó una mano a su entrepierna y se empezó a tocar con ganas mientras que con la otra se rozaba el cuello y los hombros. Me miró fijamente a los ojos, se mordió los labios y me dijo:
- ¡Vení Manu! ¡Cogeme!
Con las piernas temblándome y la cintura moviéndose en todas direcciones, empecé a acabar sobre el baño, aferrado al lavamanos y mirándome al espejo. Una cantidad impresionante de leche empezó a salir de la punta de mi pija y a caer sobre el mueble que había debajo de la pileta y sobre el piso. La escena se había puesto tan caliente y la imagen de Micaela desnuda se había sentido tan real que apenas pude aguantarme las ganas. Jadeando, dejé que saliera hasta la última gota de semen de mi verga y después la guardé adentro de mi bóxer y tras cerrarme el cierre salí del baño sin importarme en limpiar nada de lo que había hecho. Volví al patio como si nada y entré al quincho para encontrarme a Micaela envuelta en una toalla y a Paola sentada al lado de ella con cara de enojada. Tras cruzar una mirada de unos segundos, me acerqué a donde estaban Valentín y Santiago y agarré una cerveza para sumarme a la charla. Me di vuelta y observé a Guillermo que bailaba solo a un metro de distancia y sentí celos de él y de la mina a la que se estaba comiendo.
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